miércoles, 18 de diciembre de 2024

852. Un análisis económico de los “obreros de la última hora”

 

Mateo 20:6-12 RVC

6 y cuando salió cerca de las cinco de la tarde halló a otros que estaban desocupados, y les dijo: “¿Por qué se han pasado todo el día aquí, sin hacer nada?”

7 Le respondieron: “Es que nadie nos ha contratado.” Él les dijo: “Vayan también ustedes a la viña.”

8 Cuando llegó la noche, el dueño de la viña dijo a su mayordomo: “Llama a los trabajadores y págales su jornal. Comienza por los últimos y termina por los primeros.”

9 Los que habían llegado cerca de las cinco de la tarde pasaron y cada uno recibió el salario de un día de trabajo.

10 Cuando pasaron los primeros, pensaron que recibirían más, pero cada uno de ellos recibió también el salario de un día de trabajo.

11 Al recibirlo, comenzaron a murmurar contra el dueño de la finca.

12 Decían: “Estos últimos han trabajado una sola hora, y les has pagado lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el cansancio y el calor del día.”

 

Varias veces he escrito sobre esta parábola / profecía que se encuentra en Mateo 20, también muy conocida. No voy a explicarla aquí, por otro lado, su significado básico es bastante claro, así como también su importancia para nosotros porque, precisamente, ¡somos ESOS obreros!

 

Aplicando la profecía en una visión de largo plazo, los obreros levantados en este tiempo son los de la “ultimísima” hora, ya más bien minutos antes de que se termine el “día”. Y como tales, entender y definir claramente nuestra identidad, nuestro rol y recompensa nos resulta urgentemente necesario, para no “actuar” como algo a lo que no hemos sido llamados a ser.

 

Podemos pararnos desde distintos puntos para entender el valor de estos obreros. Por un lado, los ataques, el engaño y en general la manifestación del reino de las tinieblas hoy está siendo tan grande que el solo hecho de resistir e incluso vencer ya merece un reconocimiento especial. Esto nos da un “valor cualitativo” especial.

 

Este valor también se relaciona con la promesa de que en los últimos tiempos el Espíritu tomaría a esta generación fiel y la santificaría como nunca en la historia del cristianismo. No será por nuestros méritos sino por Su Gracia para Su Gloria.

 

Por otro, la promesa de la Última y Gran Cosecha que será levantada por nosotros en los últimos días nos da un valor “cualitativo” también diferente y único en comparación con todos los santos de todos los tiempos.

 

Pero junto con esto, el Espíritu me estaba llevando a otra verdad en la economía de casi cualquier empresa, por pequeña que sea.

 

Cualquier empresa tiene una serie de ítems que definen los costos. Esto puede variar mucho, dependerá de la rama de la actividad económica en que se encuentre y de la estructura de costos propia de dicha empresa. Como sea, el primer objetivo económico que tiene un emprendimiento es “cubrir sus costos”, es decir, “alcanzar la línea 0”, no perder, no descapitalizarse, por así decirlo, “sobrevivir”.

 

En cualquier análisis económico (esto se ve claramente en un proyecto de inversión, por ejemplo) se van a incluir, como dije todos los costos más un valor que es el “sueldo” del empresario. Digamos que si los ingresos por ventas llegan a cubrir esa línea base y nada más, al empresario le da lo mismo continuar con su empresa o trabajar como empleado con el mismo sueldo (¡¡y con muchos menos dolores de cabeza!!).

 

La “ganancia” se considera a partir de ese monto en cuestión, es decir, cuando los ingresos superan todos esos costos es que el empresario deja de ser un “empleado de su propia empresa” y pasa a obtener el plus por todo el esfuerzo que implicó montar y manejar dicha empresa.

 

Pero ese “extra”, que es lo que justifica la existencia de la empresa como tal, corresponde a los “últimos ingresos”. Es decir, todo lo que entra primero se destina a pagar todos los costos (insumos, sueldos, impuestos, reparaciones, inversiones, etc., etc.) y eso “último” es el plus, la razón económica de ser de la empresa.

 

Bueno, ¿puede sonar medio herético comparar una empresa con el Reino de Dios? No lo es para nada, porque en la misma Biblia tenemos muchas comparaciones del estilo, ¿no se usa el término “viña” como uno de los principales para referirse a él? Pues “viña”, en los oídos de los primeros destinatarios (y en los actuales también) aludía a una empresa específica y definida, que competía en el mercado y estaba sujeta a muchas complejidades económicas, tecnológicas, ambientales, sociales, administrativas, y políticas. Les puedo asegurar que no era (ni es) nada “idílico y romántico”, ¡todo lo contrario!

 

Entonces, si hacemos este paralelo nos encontramos con que, desde el punto de vista de la economía del Reino de Dios, estos obreros de la última hora (nosotros) son los que en realidad aportan el “plus” que justificó la existencia de esta “empresa”, ¡¡y vaya QUÉ EMPRESA!!

 

Yo sé que alguno puede mirar de reojo lo que estoy escribiendo y la comparación puede parecer “tomada de los pelos”. Bueno, admito que falta más análisis teológico en mi escrito, pero sin dudas esta será la “ganancia plus” de la mayor empresa de todas, y que “no debía ser” porque el Adversario ya había preparado todo para evitarla… ¡pero no pudo vencer la estrategia del Gran Empresario!!

 

 

Danilo Sorti

 

lunes, 16 de diciembre de 2024

851. Cielos abiertos, cielos cerrados

 

Como maestro profeta, paso tiempo leyendo y escuchando palabras proféticas, sueños y visiones. Me gusta tener un panorama completo, así que trato de ir juntando cada pieza que el Espíritu está repartiendo entre muchos de Sus hijos. Y cuando uno encuentra que ciertos mensajes comienzan a repetirse, a través de personas claramente diferentes (es decir, que no pertenecen a un mismo ministerio o discipulado profético), entonces más vale que prestemos atención.

 

Esta introducción viene para explicar qué es lo que estoy viendo sobre Argentina ahora, que tiene que ver con muchas palabras y de lo que el Espíritu también está dando testimonio a mi espíritu. Pero antes veamos un marco bíblico teológico.

 

Efesios 2:2 RVC

2 los cuales en otro tiempo practicaron, pues vivían de acuerdo a la corriente de este mundo y en conformidad con el príncipe del poder del aire, que es el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.

 

Es claro que este “príncipe del poder del aire” no es un príncipe demoníaco cualquiera. Si no se refiere a Satanás, es uno de los que está inmediatamente debajo de él, es decir, los más altos en el rango de las tinieblas.

 

La Biblia en realidad “no es” un libro sobre el mundo espiritual. De hecho, “no es” muchísimas cosas que, sin embargo, “contiene”; es la Historia de la Salvación, el plan de Dios para rescatar a la raza humana desviada hace 6.000 años. Junto con eso contiene “muchas otras cosas”, que, sin embargo, no necesariamente están completamente desarrolladas o explicadas, y nos lleva a profundizar en ellas de otras fuentes.

 

Algo así pasa con el concepto del “Segundo Cielo”. Una vez que entendimos a qué se refería, nos dimos cuenta de que sí aparecía en la Biblia y de que no era necesario que se explicara demasiado allí porque todas esas sociedades lo conocían de sobra a raíz de sus experiencias con el mundo de sus “dioses”. ¡Nosotros somos los que hemos perdido esos conocimientos y necesitamos recuperarlos!

 

Pues bien, en ese “Segundo Cielo” pasan muchísimas cosas que nos afectan directamente, generalmente para mal, pero también para bien. No es un ámbito creado por Satanás, porque eso sería imposible, ya que no es creador sino creatura, pero es un espacio usurpado en buena medida por él. De allí será arrojado durante la batalla de Apocalipsis 12, pero eso aún no sucedió.

 

Mientras tanto, él y sus agentes tienen un férreo control allí, a pesar de que también allí encontramos al “Monte Sion”, el lugar de encuentro con Dios, digamos “a mitad camino” entre el Tercer Cielo y la tierra de los mortales.

 

De los conceptos de Guerra Espiritual hemos aprendido que, al estar controlado por Satanás y sus huestes principales, funciona como una barrera para las bendiciones y respuestas de Dios. El pasaje más claro sobre esto es Daniel 10, allí el ángel que le trae la revelación a Daniel (¿Jesucristo mismo o alguno de los ángeles principales?) tuvo un duro conflicto para atravesar esa capa. Evidentemente necesitaba pasar por allí y, evidentemente, no tenía un “poder instantáneo” para vencer la lucha.

 

Digamos que en esa “capa” pasaba del tiempo de Dios al tiempo humano, porque el conflicto duró una cierta cantidad de “días terrenales”, es decir, de esta Creación. También se encontraba con la autoridad humana, porque si el Príncipe de Persia tenía tal poder como para estorbar a este ángel poderoso, resulta claro que venía de parte de las personas engañadas que se lo habían otorgado; el reino de las tinieblas no tiene ningún poder por sí mismo, pero como han sido muy hábiles en engañar a los hombres, al acumulado poder a partir de ellos. Es decir, el mayor o menor poder que tengan es el que se les otorga desde la tierra.

 

Daniel era un estadista, uno de los principales en el reino, pero eso había implicado que él necesariamente hubiera tenido que aprender a luchar contra los demonios y principados que dominaban a ese reino. Es decir, cada decisión “justa” que Daniel tomaba implicaba una lucha espiritual contra principados muy poderosos, por más que “materialmente” esa decisión significara solo escribir una carta y sellarla con el sello real. Por tanto, era la persona encargada para sostener ese tipo de lucha.

 

Bien, lo cierto es que, evidentemente, los cielos estaban cerrados para Daniel y necesitaron abrirse a través de la intercesión poderosa de uno de los santos más amados por el Padre.

 

Una medida extrema de “cielos cerrados” es la que se cernió sobre el Hijo del Hombre cuando siente esa angustia tan terrible a horas de la cruz. ¿Cómo Aquel que estaba lleno a rebosar del gozo del Espíritu, podía, de repente, encontrarse así? Sencillo: todos los reinos de las tinieblas estaban revoloteando sobre Su cabeza, ¡esos sí que eran “cielos cerrados”!

 

Hay muchísimo más para hablar, pero quiero ir al grano.

 

Argentina nunca ha tenido los cielos muy abiertos que digamos. Ha habido momentos de despertar, pero no exactamente de avivamiento, porque la señal inequívoca de un avivamiento es que las estructuras de la nación sean conmovidas y cambiadas, y eso nunca ocurrió, más bien todo lo contrario, han empeorado más cada vez.

 

Hemos llamado “avivamiento” a poderosos despertares, que lograron una medida de apertura en el Segundo Cielo, pero no completa. El resto del tiempo, los cielos han estado cerrados, y en estos últimos años, muy cerrados.

 

Fue a partir del cambio de gobierno, hace un año desde este momento, que los cielos comenzaron a abrirse. Como no había una iglesia capaz de motorizar el cambio, Dios buscó a uno que no es muy diferente a un profeta del Antiguo Testamento (digamos, no muy diferente a un Elías aunque sin un cuchillo para degollar físicamente a los profetas de Baal y Asera… por más que quizás debiera hacerlo…) para que comience a abrir los cielos.

 

Curiosamente, buena parte de la iglesia sigue discutiendo hoy si “es de Dios o no”. En fin, por mí, que sigan con sus discusiones y disfruten sus ejercicios mentales de razonamientos humanos. Espero que abran los ojos antes de la venida de Cristo, pero tengo serias dudas de ello.

 

En lo oculto, hubo una iglesia, es decir, un grupo de fieles, no muy grande, que oró y clamó, y que lo sigue haciendo.

 

Mientras los cielos permanecen cerrados, normalmente muchos cristianos no se dan cuenta. Han dejado de hacer muchas obras que antes hacían y han perdido el fervor, su religión se ha vuelto precisamente eso, una “religión” pero sin la vida de una “relación” con Dios. Una constante es que no pueden ver su deplorable estado espiritual. Justamente, “cielos cerrados” impiden que pase la luz de Dios, por lo que es lógico que “no puedan ver”.

 

El populismo / progresismo necesita (y usa) un fuerte control espiritual sobre las sociedades, arrojando mantos muy densos de tinieblas, desesperanza, enojo y frustración. Citando a nuestro presidente, “prefieren ser reyes en el infierno que siervos en el Cielo”. Pues bien, generan un infierno para prosperar y reinar allí, y esto NO TIENE solamente implicancias políticas o económicas, es, primero y antes que nada, espiritual.

 

El populismo ha cerrado los cielos sobre las iglesias porque ellos saben muy bien que son los hijos de Dios fieles los que pueden echar a perder sus obras. Ellos son los que han hecho incontables sacrificios (humanos) para mantener los cielos cerrados y a las iglesias distraídas, e incluso, acompañándolos políticamente a ellos.

 

Al día de hoy muchos cristianos siguen bajo ese manto de engaño. Espero que abran los ojos a tiempo, porque, si bien tenemos en estas latitudes un poco más del tiempo que tienen en el norte, tampoco es mucho.

 

Sin embargo, las cosas están cambiando hoy. El motor ha sido y sigue siendo la oración y el clamor de una iglesia fiel, pequeña, ignorada y despreciada, pero poderosísima ante Dios. Ellos no esperan que la “gran iglesia” se dé cuenta porque saben que ya no lo van a hacer, ni pueden aunque quisieran.

 

Pero no menospreciemos a muchas medidas que se están tomando en el ámbito político, que si bien no implican “cortar” literalmente las cabezas de los falsos profetas, en un sentido social y espiritual, sí lo es. Este gobierno, sabiéndolo en parte o no, está colaborando en abrir los cielos.

 

Mientras los cielos estuvieron cerrados, hubo muchas respuestas que no vinieron. Hubo ministerios que nunca prosperaron, hubo bendiciones que nunca se soltaron. Orar fue difícil, servir a Dios fue difícil, librarse del viejo hombre fue difícil. Hasta lo más pequeño para el Reino de Dios fue difícil. No vimos resultados y los buenos no prosperaron, porque era la “hora de las tinieblas”.

 

Así fue necesario, también para que Dios perfeccionara a los Suyos, a un grado nunca antes visto.

 

Pues bien, ahora los cielos se están abriendo, y, conforme a muchas palabras que he escuchado y a lo que yo mismo siento del Espíritu, sé sin lugar a dudas, que los cielos se abrirán como nunca antes en la historia argentina y que veremos, ahora sí, un verdadero avivamiento que conmoverá hasta las raíces de la sociedad.

 

Estos cambios actuales son las gotas previas a una tormenta. Los que hemos estado en ellas lo sabemos. Recuerdo la gran tormenta que tuvimos en Rosario en 2006, la peor pedrada que recordemos. Luego de dos semanas de muchísimo calor y baja presión, el cielo se cubrió por completo con nubes negras. Cayeron unas gotas y yo había salido del trabajo para tomar el colectivo para mi casa. Decidí refugiarme un momento en un negocio… y allí se largó la tormenta más furiosa en décadas. Todo empezó con “unas pocas gotas”.

 

De la misma manera será ahora. Si piensan que los cambios que estamos viendo son muchos, les digo que son unas “pocas gotas políticas y económicas”, pero la tormenta espiritual viene, y viene pronto.

 

Las cosas que durante años no pudimos lograr ni ver, se consiguen en muy poco tiempo con cielos abiertos. Será el momento para aprovechar al máximo, porque aún eso durará por un tiempo, ya que todo el mundo se aproxima al desenlace del fin de los tiempos.

 

Así que, el corolario de todo esto es el siguiente:

 

1° No nos frustremos por años y décadas de no haber logrado lo que anhelamos para el Señor y aún nuestros propios proyectos económicos, personales y familiares. Más bien, recibamos la sanidad del Espíritu en este tiempo para que la frustración y amargura no nos impidan entrar en la tierra prometido que viene. Moisés, con todo lo que hizo, vio y dijo, no pudo, porque dejó que la amargura lo dominara.

 

2° Bienaventurados son los que han permanecido en esta tierra aún en medio de la sequedad y esterilidad, porque mantuvieron la fe en lo que vendría. Hay una doble Porción para ellos.

 

3° Sin dudas no todo será “bueno” en lo que veamos políticamente, y habrá muchas opiniones de uno y otro lado, pero es el instrumento que Dios está usando para comenzar a abrir los aires ahora.

 

4° Resistamos un poco más y preparémonos con expectación para lo que viene.

 

5° Recibamos los sueños de Dios para que cuando los cielos sean abiertos, podamos literalmente correr en Sus planes y caminos.

 

Y mientras esto se apresura a venir, sigamos bombardeando los cielos, porque la rotura del dique que ha contenido las bendiciones divinas está mucho más cerca de lo que parece. Recordemos que una pared resiste muchos golpes, pero cuando un golpe comenzó a hacer grietas, el resto ocurre muy rápidamente.

 

Hacia allí vamos.

 

 

Danilo Sorti

domingo, 19 de febrero de 2023

850. “¡Señor, envíanos lluvia!”… Bueno, por esto “tampoco” ores…

 

Zacarías 7:13-14 RVC

13 Y sucedió que el Señor de los ejércitos no los escuchó cuando ellos clamaron, del mismo modo que ellos no lo escucharon cuando él clamó. Por eso dijo:

14 «Yo los esparcí con un torbellino por todas las naciones que ellos no conocían, y por donde ellos pasaban la tierra quedaba desolada e intransitable, pues la tierra otrora deseable la convirtieron en un desierto.»

 

No resulta evidente que el ser humano tenga mucho poder sobre la naturaleza y sin embargo, ése fue el diseño original. Hay una explicación:

 

Génesis 3:17-19 RVC

17 Al hombre le dijo: «Puesto que accediste a lo que te dijo tu mujer, y comiste del árbol de que te ordené que no comieras, maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.

18 Te producirá espinos y cardos, y comerás hierbas del campo.

19 Comerás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado; porque polvo eres, y al polvo volverás.»

 

La naturaleza quedó “desconectada” del hombre y lo que debía ser de provisión y bendición se transformó en sequedales. Era necesario que así fuera porque el ser humano desconectado de Dios no podía mantener todo el poder original sobre la creación porque haría desastres. Una muestra de esto la vemos hoy en la medida que algunos reducidos grupos de personas han “recuperado” parte de ese poder a través de la tecnología.

 

Sin embargo, nunca hubo una completa desconexión, de hecho, casi diría que nunca hubo ninguna desconexión, sino que más bien, fue el ser humano quien perdió el entendimiento de ese vínculo y la naturaleza se rebeló en contra de su ahora mal administrador. Cada tanto, algunas personas han entendido algo de ese conexión original y han logrado cosas asombrosas, que muchas veces hemos llamado “diabólicas” pero que en realidad corresponden al poder original otorgado al hombre. En todo caso, lo “diabólico” o “santo” no está en el accionar en sí mismo sino en la motivación y el propósito.

 

Bien, acá tenemos un tema muy amplio en donde, en rigor, “no hay que orar” para hacer lo que se supone que tenemos el poder de hacer. Es claro que en realidad necesitamos orar muchísimo para que nos sea dado el entendimiento de esto que digo y luego, saber cómo y cuándo usar este poder.

 

Sin embargo, muchas de las manifestaciones de esto están activas de todas formas, y una de ellas tiene que ver justamente con la lluvia y su consecuencia más inmediata: la productividad de la naturaleza, la economía de las naciones y en un sentido amplio, la salud y la vida de las personas, además de que los procesos de desertificación están relacionados con el aumento de la violencia, el terrorismo y la guerra. Una sequía prolongada no es algo menor, literalmente es la destrucción de toda una sociedad.

 

¿Cuál es la causa? Muy simple, está expresada de manera resumida pero completa en Deuteronomio 28, y no es casualidad que ese libro haya sido el más atacado por la (autopercibida) “Alta Crítica” durante el siglo XIX y XX.

 

1 »Si tú escuchas con atención la voz del Señor tu Dios, y cumples y pones en práctica todos los mandamientos que hoy te mando cumplir, el Señor tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra.

12 »El Señor te abrirá su tesoro de bondad, que es el cielo, y en su tiempo te enviará la lluvia a tu tierra, y bendecirá todo lo que hagas con tus manos. Harás préstamos a muchas naciones, pero tú no pedirás prestado nada.

 

15 »Si no oyes la voz del Señor tu Dios ni procuras cumplir todos los mandamientos y estatutos que hoy te mando cumplir, vendrán sobre ti, y te alcanzarán, todas estas maldiciones:

23 Los cielos que cubren tu cabeza serán como el bronce, y la tierra que pisas será como el hierro.

24 En vez de lluvia, el Señor enviará polvo y ceniza a tu tierra, y desde los cielos caerán sobre ti hasta que perezcas.

 

Siempre hemos interpretado que esto “lo hace Dios”, y en un sentido es completamente cierto. Pero quizás lo más correcto sea decir que simplemente Dios “permitirá que suceda” debido a la conexión natural del hombre con la naturaleza. Literalmente el pecado y la maldad de las personas sobre una región terminan por cerrar los cielos, y la causa de las sequías prolongadas hay que buscarla allí. Antiguos desiertos han tenido un origen, y no sería extraño encontrarnos con civilizaciones pasadas que llenaron esas tierras de maldad e injusticia, hechos que nunca fueron redimidos por lo que los “bloqueos atmosféricos” nunca desaparecieron desde entonces.

 

¿Es el hombre quien cierra los cielos o es Dios quien lo hace?

 

Amós 4:7-8 RVC

7 »También les detuve la lluvia tres meses antes de la siega. Sobre una ciudad hacía llover, y sobre otra no; en una parte llovía, y la parte donde no llovía se secó.

8 La gente de dos o tres ciudades venía a una sola ciudad para beber agua, pero no saciaban su sed. A pesar de eso, ¡ustedes no se volvieron a mí! —Palabra del Señor.

 

La realidad, sin dudas, es compleja. Digamos, “compleja” para nosotros que tenemos la mente velada, no porque lo sea “en realidad”. Dios ha determinado una serie de leyes, y se cumplirán. Por lo tanto, cuando esas leyes están en actividad, no es más que el mismo Dios que las sostiene quien está haciendo las cosas, ¡aún cuando el resultado no sea lo que Él quiere! Entonces, cuando el hombre transgrede esas leyes y cosecha las consecuencias (la conocidísima ley de la siembra y la cosecha), es el hombre quién está haciendo que ocurran determinadas situaciones.

 

Entremedio, Dios ha dispuesto “instancias de misericordia”, que también son perfectamente legales, por las cuales se evita o dilata la aplicación de otra de Sus leyes. Esta es Su paciencia y bondad, que nos impide cosechar todo lo que hemos sembrado. Pero esto también tiene un límite, y es lo que estamos viviendo hoy: ya Dios no puede “encontrar” más instancias de misericordia como para evitar que cosechemos la plenitud de nuestra siembra, las hemos agotado a todas.

 

Sin embargo, Sus leyes nunca dejan de cumplirse y aún podemos revertir determinadas cosas. En relación al tema de este artículo, ¿deberemos orar para que llueva y siga lloviendo? Puede ser, pero más bien, deberemos sembrar justicia, para que el cielo responda al Cielo y caiga la lluvia oportuna en el momento oportuno.

 

En este exacto momento se está revirtiendo un período de fuerte sequía de 3 años. Tengo una interpretación al respecto, de por qué sucedió, pero no es el espacio para desarrollarla. Lo cierto es que tampoco resultan extrañas las inundaciones en nuestro territorio, y no hace demasiados años que las hemos tenido. La situación es la misma y la cura es la misma: el mismo cielo que se cierra a causa de nuestro cerrado corazón puede llorar a causa de todas las lágrimas silenciosas que hemos generado, de tantos bebés que no han tenido la oportunidad de llorar en esta tierra porque sus vidas fueron cegadas por asesinos de batas blancas. De nuevo, la solución a eso no requiere que nos pongamos a orar, ayunar o hacer largos sacrificios, simplemente, tenemos que hacer justicia sobre esta tierra.

 

 

Danilo Sorti

849. Por esto ora, y por esto, no ores

 

Miqueas 6:6-8 RVC

6 Tú, Israel, preguntas: «¿Con qué me presentaré ante el Señor? ¿Cómo adoraré al Dios Altísimo? ¿Debo presentarme ante él con holocaustos, o con becerros de un año?

7 ¿Le agradará al Señor recibir millares de carneros, o diez mil ríos de aceite? ¿Debo darle mi primogénito a cambio de mi rebelión? ¿Le daré el fruto de mis entrañas por los pecados que he cometido?»

8 ¡Hombre! El Señor te ha dado a conocer lo que es bueno, y lo que él espera de ti, y que no es otra cosa que hacer justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios.

 

Miqueas es un profeta del siglo VIII a.C. y, para esta altura, la pregunta resultaba por demás de obvia. Tanto la estructura de sacrificios y adoración, que había sido establecida por la Ley de Moisés siglos atrás, como la más reciente revelación de los principios de esa Ley, la justicia, la misericordia y la humildad, expuestos insistentemente por los profetas, resultaban conocidos por toda la sociedad como para que existiera esta pregunta “dando vueltas” entre el pueblo. Una total obviedad, que, sin embargo, un pueblo idiotizado por la corrupción (en todos los órdenes) ni podía recordar ni podía entender cuando se lo volvieran a explicar.

 

Éxodo 14:15-16 RVC

15 Pero el Señor le dijo a Moisés: «¿Por qué me pides ayuda? ¡Ordena a los hijos de Israel que sigan su marcha!

16 Y tú, levanta tu vara, extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, para que los hijos de Israel lo crucen en seco.

 

Bueno Moisés, ya viste cosas increíbles en Egipto realizadas por el Señor, ¿y tenés que seguir preguntando qué es lo que hay que hacer? ¿No es obvio que hay que abrir el mar para atravesarlo? Bueno, puede ser que no resulte tan claro para nosotros, más de tres milenios después, pero sí lo era para Moisés en ese momento. No era necesario orar, simplemente actuar.

 

Josué 7:7-11 RVC

7 Y Josué exclamó: «¡Ay, Señor, Señor! ¿Por qué permitiste que el pueblo cruzara el Jordán? ¿Acaso fue sólo para entregarnos en manos de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Hubiera sido mejor que nos quedáramos al otro lado del Jordán!

8 ¡Ay, Señor! ¿Qué puedo decir, ahora que Israel ha sido derrotado y que salió huyendo de sus enemigos?

9 Cuando lo sepan los cananeos y todos los pueblos que habitan esta tierra, vendrán y nos rodearán, y nos borrarán de la tierra. Y entonces, ¿qué vas a hacer con tu gran fama?»

10 El Señor le respondió a Josué: «¿Por qué estás con el rostro en el suelo? ¡Levántate!

11 Israel ha pecado. Ha quebrantado el pacto que yo le ordené, y además ha tomado lo que le prohibí tomar. Han robado, han mentido, y han guardado entre sus pertenencias lo robado.

 

¡Otra vez Josué! ¿No viste de sobra ya que cuando Israel era derrotada o castigada, el motivo era el pecado? ¿Por qué estás preguntando “qué pasó”? La pregunta correcta es “¿quién pecó?” De nuevo, en nuestra perspectiva no se aprecia adecuadamente la obviedad, pero desde la perspectiva de vida de Josué, sí.

 

Jeremías 11:14-15 RVC

14 »Así que tú, Jeremías, no me ruegues por este pueblo; no eleves hacía mí ningún clamor ni oración por ellos, porque el día que afligidos clamen a mí yo no les haré caso.

15 ¿Qué derechos puedes reclamar en mi casa, amada mía, si has incurrido en tantos hechos repugnantes? ¿Crees acaso que los sacrificios y la carne consagrada de los animales ofrendados pueden librarte del castigo? ¿Puedes jactarte de eso?»

 

Ya era claro que no había ninguna solución posible más que la invasión y el destierro, así que, ¿para qué orar? Solo restaba anunciar el mensaje para que, una vez expulsados a países lejanos, los sobrevivientes recordaran las palabras de Jeremías y se volvieran al Señor.

 

Lucas 22:37 RVC

37 Porque yo les digo que todavía se tiene que cumplir en mí aquello que está escrito: “Y fue contado entre los pecadores”. Porque lo que está escrito acerca de mí, tiene que cumplirse.»

 

Nada de lo que iba a pasar Jesús podía evitarse, estaba escrito y era necesario que se cumpliera. Solo quedaba orar por fortaleza, que es lo que hizo en el huerto de olivos, y sus discípulos no.

 

 

Ahora bien, resulta bastante claro que la oración es un eje fundamentalísimo en toda la Biblia. Cualquier genuino líder cristiano no podría hacer demasiado énfasis en el tema, ¡demasiada poca es la oración que tenemos! Más bien, ¡extremadamente escasa! Y aún así, un buen porcentaje de ella simplemente es inútil.

 

Dejemos de lado las recomendaciones que hizo Jesús acerca de la oración y que muchas veces no cumplimos. Al menos, eso es algo bien claro, que está escrito y que podríamos entender si lo leyéramos.

 

Lo que no es “tan claro”, al menos a primera vista, es el cuándo debemos orar y cuándo no.

 

Está bien que los ejemplos que presenté al principio son bastante “extremos”, propiamente, ¡no son cosas que uno esperaría encontrar en su vida cotidiana! (al menos no hasta ahora…), pero si están puestos allí es para nuestra enseñanza, así que algo deberían decirnos.

 

Creo que hay un punto central para responder a la cuestión del título y es que tenemos asuntos sobre los que Dios ya ha hablado claramente, sea de manera general en Su Palabra o sea de manera específica a nosotros (directamente, a través de alguna palabra profética). Es decir, no se trata de un asunto que nos es confuso y sobre el cual no tenemos muchos antecedentes o un conocimiento claro, sino de una situación o de un contexto que ya deberíamos conocer bien.

 

Y esto nos lleva al otro asunto, “deberíamos…” Pero por diversas razones, “no lo hicimos…” Es decir, cuando estamos orando y decididamente Dios está fastidiado con nuestra oración, es porque hemos sido descuidados e intencionalmente necios para no prestar atención a una serie de cuestiones que podríamos conocer ya muy bien. No hemos leído lo que claramente dice Su Palabra, no hemos prestado atención a los buenos consejos que nos advertían sobre ciertas cosas, no hemos analizado bien la situación, no hemos seguido el transcurso de los acontecimientos y lo que Dios ha estado haciendo y diciendo.

 

Como dije, este tema es complicado para nosotros hoy y no voy a “concluir” con una serie de recomendaciones porque creo que las cosas por las que tenemos que orar o no tenemos que orar dependerán en buena medida de cada persona, de cada circunstancia y de cada tiempo “kairos”. Solo una fuerte recomendación: debemos tener cuidado en entrar en discusiones sobre este asunto A MENOS QUE tengamos una clara palabra o entendimiento de parte de Dios, porque, como dije, esos motivos pueden ser diferentes para uno y para otro. Y debemos tener el oído espiritual lo suficientemente abierto como para escuchar cuando el Espíritu nos indica claramente ya sea orar o no orar por determinado asunto.

 

Como nota al pie diremos que el ser humano, en el diseño original divino, recibió mucho poder sobre la Creación. Ese poder quedo en parte anulado y en parte velado en la caída, y eso fue necesario para que no hiciéramos desastres con un poder que terminaríamos usando mal. Hay dos caminos para recuperar ese poder, uno es, obviamente, el camino de las tinieblas, con las consecuencias que vemos por todos lados, y otro es el camino abierto por Cristo, que permite liberar una enorme potencia de bendición y restauración.

 

En la medida que recuperamos ese poder habrá menos cosas para orar porque, sencillamente, solo deberemos declarar la palabra de autoridad. La oración, en ese caso, no dejará de ser necesaria ni será “menos importante”, más bien lo contrario, porque deberemos ser muy cuidadosos en usar esa autoridad de la manera correcta, y deberemos tener muchísimo dominio propio para NO USARLA cuando haya propósitos mayores:

 

Mateo 26:52-54 RVC

52 Entonces Jesús le dijo: «Vuelve tu espada a su lugar. Quien esgrime la espada, muere por la espada.

53 ¿No te parece que yo puedo orar a mi Padre, y que él puede mandarme ahora mismo más de doce legiones de ángeles?

54 Pero entonces ¿cómo se cumplirían las Escrituras? Porque es necesario que así suceda.»

 

Cuando podamos tener este mismo dominio propio tendremos entonces la misma autoridad de Cristo, y entonces, solo una breve oración (por la gente, no por nosotros) bastará:

 

Juan 11:41-43 RVC

41 Entonces quitaron la piedra. Y Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias por haberme escuchado.

42 Yo sabía que siempre me escuchas; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.»

43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: «¡Lázaro, ven fuera!»

 

 

Danilo Sorti

 

 

848. Cuando la profecía viene de un corazón lleno de Dios y cuando no…

 

En un artículo anterior hablamos sobre una realidad de los últimos tiempos: la “explosión” de mensajes proféticos, sueños y visiones. No se trata de nada que deba sorprendernos porque la Biblia ya lo había anunciado. Pero junto con eso viene una dificultad extra: ¿qué está dicho realmente en nombre de Dios y qué no? Y, ¿con qué espíritu se dicen las palabras?

 

Hechos 16:16-19 RVC

16 Pero sucedió que, mientras nos dirigíamos al lugar de oración, una joven adivina salió a nuestro encuentro; por su capacidad de adivinación, ella era para sus amos una fuente de muchas ganancias.

17 La joven venía tras nosotros, y a voz en cuello gritaba: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, y les anuncian el camino de salvación.»

18 Esto lo repitió durante muchos días; pero Pablo se molestó mucho y, finalmente, se dio vuelta y le dijo a ese espíritu: «¡En el nombre de Jesucristo, te ordeno que salgas de ella!» Y al instante el espíritu la abandonó.

19 Pero al ver sus amos que iban a perder sus ganancias, aprehendieron a Pablo y a Silas, y los presentaron ante las autoridades, en la plaza pública.

 

Analicemos dos cosas. Si esta muchacha, con su dote de adivinación, era una gran fuente de ganancias, evidentemente no decía cosas falsas. Para llegar a tal situación tenía que tener un largo historial de oráculos cumplidos. Segundo, verdaderamente Pablo y Silas eran siervos de Dios, por lo que tampoco esto era falso. ¡Pero el espíritu que la inspiraba sí lo era! Ido él, se acabó la capacidad predictiva.

 

Entonces, no toda palabra profética o anuncio sobre el futuro viene directamente del Espíritu Santo.

 

SIN EMBARGO aquí tengo que hacer una salvedad. En Su misericordia, Dios nunca dejó a los pueblos sin algún testimonio tanto de Él mismo como de lo que habría de venir. ¿Qué había “disponible” para traer los mensajes? Normalmente personas vinculadas al mundo espiritual que distaban mucho de ser santos profetas del Dios de Israel. Pues bien, Dios habló por medio de ellos. Los instrumentos no fueron los más perfectos, pero fueron instrumentos de la misericordia divina.

 

Al fin y al cabo, ¿acaso algún espíritu de adivinación puede traer un mensaje sobre el futuro que el Espíritu Santo no le permita? Es obvio que no. Y si no hay otro disponible, Dios usará lo que tenga, lo que esté disponible.

 

Abro paréntesis. Si alguno se espanta de lo que estoy diciendo, recuerde que ¡Dios también lo está usando para llevar Su reino! Creo que está todo dicho… Cierro paréntesis.

 

Aunque el profetismo debió ser algo muy común en el cristianismo, de hecho se ha vuelto algo muy raro y recién en estos últimos tiempos ha vuelto a manifestarse en la medida con que siempre debió hacerlo. Si los hijos no quisieron hablar, ¡pues Dios hizo hablar a las piedras!

 

Otra salvedad. En medio de la aceleración de los planes del enemigo que estamos viendo ahora, la gran mayoría de los líderes cristianos se quedaron callados, no solamente hacia la sociedad sino hacia sus propias iglesias, aún más, no faltaron los que pusieron sus propias congregaciones para “chipear” a la gente e incluso animaron a todos sus miembros para que lo hicieran. Quienes debían tener más discernimiento fueron los que menos vieron.

 

Por el contrario, muchos de los que nosotros, como cristianos, no llamaríamos precisamente “profetas de Dios” sino más bien todo lo contrario, resultaron ser los que alertaron a la gente de lo que se venía. ¿Qué espíritu les habló? La verdad es que poco me interesa responder esa pregunta, sencillamente, los hijos no estaban disponibles y Dios usó a las “piedras”. Pues bien, yo puedo decirles y ahora sí en el Nombre del Señor y con Su autoridad, que por eso que han hecho y dado que se han expuesto y arriesgado para hacerlo, Dios se los tomará en cuenta como justicia y les guiará hacia una revelación más plena de Su Naturaleza y del Camino de la Salvación.

 

Volviendo a nuestro texto bíblico, lo que dijo esta muchacha en Filipos no era falso, pero tampoco era exactamente verdadero. “Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, y les anuncian el camino de salvación” es técnicamente cierto para nosotros desde nuestra perspectiva cristiana del siglo XXI, pero no necesariamente cierto para la perspectiva pagana del siglo I. ¿Quién era este “Dios Altísimo” en medio del panteón de dioses griegos? Por supuesto que se trataba de la mejor forma en que una pagana podía llamar al Dios de Israel, y no era falso, pero tenía muchas imprecisiones; estaba lejos todavía del entendimiento que tenemos de Dios hoy. Era lo mejor disponible, pero imperfecto.

 

De la misma forma, muchas palabras que el Señor ha permitido que vengan de boca de mensajeros que no conocen la Biblia a profundidad son ciertas en un sentido general, pero adolecen de imprecisiones. Quizás sea lo mejor que haya hoy, tendremos que saber corregir esas falencia con la visión más perfecta que nos muestra el Espíritu.

 

Pero, para complicar más el asunto, tenemos esto:

 

Jonás 3:4 RVC

4 Jonás comenzó a recorrer la ciudad, camino de un día, y en su predicación decía: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»

 

De nuevo, “técnicamente” era cierto, pero algo se salió fuera de libreto:

 

Jonás 3:5-10 RVC

5 Todos los habitantes de Nínive creyeron a Dios y decretaron ayuno, y desde el mayor hasta el menor se vistieron de cilicio.

6 Cuando la noticia llegó hasta el rey de Nínive, éste se levantó de su trono, se despojó de sus vestidos, se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza;

7 luego ordenó que, por mandato suyo y de sus altos personajes, se proclamara en Nínive este decreto: «Ningún hombre ni animal, ni tampoco ningún buey ni oveja, debe probar bocado ni alimento alguno, ni beber agua.

8 Al contrario, hombres y animales por igual deberán cubrirse de cilicio y clamar a Dios con todas sus fuerzas. Apártese cada uno de su mal camino y de la violencia que hay en sus manos.

9 ¿Quién sabe? Tal vez Dios se arrepienta y el ardor de su ira se calme, ¡y entonces no pereceremos!»

10 Y al ver Dios lo que hicieron, y que se habían apartado de su mal camino, también él se arrepintió de hacerles el daño que les había anunciado, y desistió de hacerlo.

 

¿Quién les dijo a ellos que podían arrepentirse y evitar (o al menos posponer) el castigo? Jonás no. Nada de eso hay en su mensaje, simplemente anuncia un juicio inexorable, POR MÁS DE QUE sabía perfectamente que la opción del arrepentimiento estaba presente:

 

Jonás 4:1-2 RVC

1 Pero Jonás se quedó muy disgustado, y se enojó.

2 Entonces oró al Señor y le dijo: «Y bien, Señor, ¿no es esto lo que yo decía cuando aún estaba en mi tierra? ¡Por eso me apresuré a huir a Tarsis! ¡Ya sabía yo que tú eres un Dios clemente y piadoso, lento para la ira y grande en misericordia, y que te arrepientes del mal!

 

Y si sabía eso, ¿por qué no les dio la opción de arrepentimiento claramente a los ninivitas?

 

Jonás, un profeta de Dios, que conocía la Palabra de Dios y al Dios de la Palabra, fue ganado por su resentimiento (justificado, por cierto) contra Nínive y anunció un mensaje incompleto, con un mal espíritu.

 

¡Cuidado! No siempre existe la opción de arrepentimiento:

 

Daniel 5:17-30 RVC

17 Allí, en presencia del rey, Daniel respondió: «Su Majestad puede reservarse esos dones, o puede darlos a otros como recompensa Yo descifraré para Su Majestad esta escritura, y le diré lo que significa.

18 El Dios Altísimo dio al rey Nabucodonosor, padre de Su Majestad, el reino, la grandeza, la gloria y la majestad.

19 Por causa de la grandeza que Dios le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban de miedo ante él, y él le quitaba la vida o se la daba a quien quería; a unos los engrandecía y a otros los humillaba.

20 Pero su corazón se envaneció, y se endureció su espíritu orgulloso, y por eso fue depuesto del trono y despojado de su gloria.

21 Expulsado de entre los hombres, su mente se volvió semejante a la de las bestias, y convivió con los asnos monteses. Fue alimentado con hierba, como los bueyes, y su cuerpo lo empapó el rocío del cielo, hasta que reconoció que el Dios Altísimo es el señor del reino de los hombres, y que él entrega dicho reino a quien él quiere.

22 Pero Su Majestad Belsasar no ha humillado su corazón ante Dios, aun cuando sabe todo esto y es hijo del rey Nabucodonosor.

23 Lejos de eso, Su Majestad, en su soberbia, se ha levantado contra el Señor del cielo, ha mandado traer los vasos del templo de Dios, y tanto Su Majestad como sus invitados, y sus mujeres y concubinas, han bebido vino en ellos. Y no sólo eso, sino que Su Majestad ha dado alabanza a dioses de plata y oro, y de bronce, hierro, madera y piedra, ¡dioses que ni ven ni oyen nada, ni saben nada! En cambio, Su Majestad nunca ha honrado al Dios en cuya mano está su vida y todos sus caminos.

24 »Por eso ha salido de la presencia de Dios la mano que ha trazado esta escritura.

25 Lo que la escritura dice es lo siguiente: MENE, MENE, TEKEL, PARSIN.

26 Y lo que significa es: MENE: Dios ha llamado a cuentas al reino de Su Majestad, y le ha puesto fin.

27 TEKEL: Dios ha pesado a Su Majestad en una balanza, y su peso deja mucho que desear.

28 PARSIN: Dios ha dividido el reino de Su Majestad, y se lo ha dado a los medos y a los persas.»

29 Belsasar ordenó entonces que Daniel fuera vestido de púrpura, que se le pusiera en el cuello un collar de oro, y que se le proclamara como el tercer señor del reino.

30 Esa misma noche Belsasar, rey de los caldeos, murió asesinado,

 

Pero en este caso podemos ver la misericordia divina en acción sobre un rey impío y condenado ya al explicarle claramente el por qué de ese juicio.

 

Las profecías dichas por los siervos de Dios maduros tienen el espíritu correcto; la naturaleza de Dios es expuesta e inevitablemente se verá Su misericordia, ya sea que exista la posibilidad de arrepentimiento o que ya no existe más porque se han agotado todas las oportunidades que Dios envió.

 

El espíritu correcto de la profecía no puede dejar de mostrar el amor de Dios, la verdadera naturaleza de un Dios a la vez justo y misericordioso.

 

Como dije, estos son tiempos de una gran profusión de palabras proféticas, y aunque no todas sean ciertas, sin duda que muchas sí. Sin embargo, no siempre son dichas con el espíritu correcto, por lo que es bueno que los mensajeros de Dios entiendan el verdadero sentido de lo que el Señor está diciendo y no se olviden de transmitir el mensaje completo. Como todo, hay un aprendizaje necesario aquí.

 

 

Danilo Sorti