domingo, 23 de junio de 2013

Ezequiel 34 3ª parte: consecuencias de un mal liderazgo

Ezequiel 34.11-16
11“Yo, el Señor, digo: Yo mismo voy a encargarme del cuidado de mi rebaño. 12Como el pastor que se preocupa por sus ovejas cuando están dispersas, así me preocuparé yo de mis ovejas; las rescataré de los lugares por donde se dispersaron en un día oscuro y de tormenta. 13Las sacaré de los países extranjeros, las reuniré y las llevaré a su propia tierra. Las llevaré a comer a los montes de Israel, y por los arroyos, y por todos los lugares habitados del país. 14Las llevaré a comer los mejores pastos, en los pastizales de las altas montañas de Israel. Allí podrán descansar y comer los pastos más ricos. 15Yo mismo seré el pastor de mis ovejas, yo mismo las llevaré a descansar. Yo, el Señor, lo afirmo. 16Buscaré a las ovejas perdidas, traeré a las extraviadas, vendaré a las que tengan alguna pata rota, ayudaré a las débiles, y cuidaré a las gordas y fuertes. Yo las cuidaré como es debido.

Dios le dijo a Jeremías: “Yo pongo mis palabras en tus labios … para arrancar y derribar, para destruir y demoler, y también para construir y plantar” Jeremías 1.10. No sabemos si la profecía de Ezequiel 34 fue dada completa tal y como figura hoy en la Biblia, o vino por partes y luego se ensambló cuando fue puesta por escrito, pero lo que sí podemos saber sin lugar a dudas es que el Espíritu quiso que así quedara registrada, y esto debería sernos suficiente, tal como la Palabra de Dios viene para arrancar y derribar, viene también para construir y plantar.

Según entiendo, toda profecía genuina que hoy anuncie juicio sobre un sistema o un estado actual de situación (como esta) debe también anunciar lo nuevo de Dios, la disrupción con el presente, aquello que no podría ocurrir si el Padre no interviniera en la historia y que trae esperanza a los oyentes. Si eso no ocurriera, la tal profecía debería ser, por lo menos, analizada con mucho cuidado. Es parte de la naturaleza del Padre tanto el juicio como la misericordia y el amor; y, en realidad, todo juicio o castigo es para traer una misericordia mayor, ¡aunque nos cueste verlo así si estamos en medio de él! (seamos lo suficientemente inteligentes como para no...). Por otro lado, nunca puede ser el objetivo último del Dios Creador el destruir algo (excepto el mal mismo), ¡necesariamente tiene que haber una “nueva creación”!

Hasta el versículo 10 Dios está poniendo en claro la situación que demandaba su juicio. Y recordemos que se trata de un juicio que no se había completado aún. Sin embargo, ya anuncia lo que sigue, lo que habría de construir y plantar entre su pueblo. La profecía que viene del Espíritu puede anunciar un juicio terrible e irrevocable (como en este caso), pero debe venir después la manifestación del amor del Padre estableciendo una realidad nueva. Ni lo primero sin lo segundo, ni lo segundo sin lo primero son mensajes proféticos perfectos de lo alto; en el mejor de los casos, estarán incompletos, en el peor, serán solo manipulación hechicera.

Hay mucho para aprender. He conocido gente de Dios que se quedó en la primer parte del mensaje. Realizaron (y realizan) una crítica profunda y bastante acertada de los defectos del liderazgo (y la iglesia, ya que no hay lo uno sin lo otro) presente, pero no articulan una propuesta futura, a veces solo hay una visión espiritualizada y bastante difusa de un futuro irrealizable en la práctica. No quiero ser muy duro en criticarlos, cumplen una parte de la función profética, pero por sí solos alcanzan únicamente a “sacar” a la gente de estructuras religiosas sin meterlas en un “nuevo odre”; los hermanos se quedan vagando en la indefinición y, o se vuelven de donde salieron o caen en la trampa de la decepción. Otros tienen una visión más optimista, trabajan en pos de una mejora, la ven y la anuncian, pero como no alcanzan a ver que hay estructuras incurablemente pecaminosas que sí o sí Dios tiene que arrancar, todos sus esfuerzos caen en saco roto, apenas algún líder conforme al corazón de Dios se levanta, las “estructuras religiosas” lo encadenan y lo amoldan, o lo hechan. Vale aclarar que cuando hablo de estructuras religiosas no me estoy refiriendo a algo distinto a lo que venimos mencionando; lo que el pasaje analiza a un nivel de personas y sus actitudes se manifiesta y prospera en “sistemas” o “estructuras”. Personas que sostienen estructuras y estructuras que sostienen personas terminan estando íntimamente interrelacionadas.

Ambas “corrientes proféticas” bien pueden ser genuinas aunque incompletas en sí mismas, y sólo quienes pueden tener un corazón lo suficientemente humilde delante de Dios, y son capaces de hacer morir su forma (humana) de pensar pueden abarcarlas y entenderlas; quienes no, caerán en una parcialidad que el Adversario aprovechará para conducirlos a otro error. ¡No puede haber genuino entendimiento si no hay un corazón receptivo a la voz del Espíritu!

Entre paréntesis, las enseñanzas de Christian A Schwarz sobre lo que el denomina el Paradigma Biótico o Bipolar en la iglesia me parecen muy prácticas y clarificadoras como fondo para cualquier análisis profundo y cambio en este sentido, por su visión equilibrada. Considero que no puede haber “deconstrucción profética” y “nueva construcción” si no se tiene un entendimiento de “como funcionan las cosas” superior al que sustentó el antiguo sistema.

“Yo, el Señor, digo: Yo mismo voy a encargarme del cuidado de mi rebaño”. “Yo”, “Yo mismo”, “mi”; tres afirmaciones hacia sí mismo en un breve texto. ¿Por qué? ¿Es “Yo” en contraposición a Quién?

En el antiguo Israel la confrontación entre Jehová y los falsos dioses cananeos era muy común; entonces: “Yo”, era en la mente del pueblo del Señor, el “grito de guerra” de Jehová frente a los falsos dioses, y la declaración que exigía una decisión de parte de su pueblo. Pero en el texto no vemos una mención explícita a los ídolos, porque al tiempo de la profecía de Ezequiel la idolatría estaba dejando de ser problema entre el remanente exiliado (mejor dicho, estaba recibiendo el “juicio definitivo”). Los “otros” que han aparecido hasta este momento son, precisamente, los líderes abusadores. Podría ser, entonces, que “Yo” sea en oposición a un liderazgo delegado (o usurpado) que se había desviado. Pero si esto es así, ¿por qué decimos que el accionar de Dios implica un cambio de líderes? ¿Acaso hay aquí algún tipo de acción mística de Dios que no necesite de hombres? Y sino, ¿qué es lo que efectivamente va a hacer que no puedan hacer los hombres? En breve analizaremos eso pero hagamos un paréntesis antes.

Hoy podemos pensar que este “Yo”, que históricamente significaba una confrontación contra los falsos dioses, y que es ahora utilizado hacia los falsos líderes, nos da una revelación de los principados satánicos que realmente se mueven detrás de todo liderazgo destructor. Pero si lo pensamos mejor, en aquel entonces era mucho más clara la relación: inevitablemente los malos líderes se volcaban a la idolatría, por lo que la asociación se hacía más explícita. Hoy es más sofisticada y encubierta, ¡pero no deja de tener la misma raíz!

Por ejemplo, Colosenses 3.5 dice: “5Hagan, pues, morir todo lo que hay de terrenal en ustedes: que nadie cometa inmoralidades sexuales, ni haga cosas impuras, ni siga sus pasiones y malos deseos, ni se deje llevar por la avaricia (que es una forma de idolatría).” La avaricia en todas sus formas es un principio muy común en buena parte del liderazgo cristiano actual, ¡porque lo es en todo el mundo y en toda la cristiandad también, y está metido en la misma “teología creída y predicada” de hoy día! Ningún líder cristiano hoy va a ser formalmente idólatra, pero al poner su amor en Mammón en el fondo lo está haciendo y como tal se está comportando.

Sabemos que la imagen del Buen Pastor se perfecciona en palabras de Jesucristo (Juan 10) y que de alguna forma el pasaje de Ezequiel es profecía de lo que diría el Señor siglos después. Y también es ampliación, porque detalla lo que Dios iba a hacer como pastor. En un sentido futuro, este “Yo” de Ezequiel anticipa lo que Dios mismo haría a través de su Hijo, sienta las bases de una esperanza mesiánica en el pueblo y reaviva una expectación futura, en un tiempo en el que precisamente parecía no haber ya más futuro (recordemos, el inicio del exilio babilónico). No debemos menospreciar la capacidad de brindar esperanza que tienen estos versículos; aun no ha llegado su realización plena, solo podremos hablar de cumplimientos parciales hasta que el Amado vuelva a establecer su reino de justicia. Como dijo el apóstol, ¡animémonos unos a otros con estas palabras! ¡Ven Señor, no te tardes, desesperadamente anhelamos estar contigo!

Volvamos al texto. Para empezar a entender este accionar en relación con nuestra realidad presente, veamos algo del Nuevo Testamento:

“Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen.” Juan 10.27

Entonces, podemos decir que efectivamente el Padre hablaría por voz del Espíritu guiando a su rebaño hacia los tiernos pastos. Esto no es nuevo, siglos atrás, Dios quiso hablar directamente a su pueblo, pero Israel dijo:

19Así que le dijeron a Moisés: —Háblanos tú, y obedeceremos; pero que no nos hable Dios, no sea que muramos.” Éxodo 20.19

Eso pareció muy “espiritual”, pero por como se comportó el pueblo después, casi diríamos que fue una excusa para no pagar el precio de escuchar directamente a Dios. Ahora, desparramados entre las naciones y sin ninguno de los medios de comunicación modernos, difícilmente hubieran podido seguir a un líder humano, y más aún cuando los que existían y conocían habían sido reprobados y estaban siendo cortados de su función, o lo habían sido ya. La situación había llegado a ser tal, que lo único que podían hacer eran escuchar directamente la voz de Dios.

Claro, uno pensaría: ¿por qué no hicieron eso siglos atrás, para ahorrarse tanto sufrimiento y tanta muerte…? No es necesario responder esa pregunta porque cualquier cristiano con algunos años de experiencia sabe que, sencillamente, ¡así somos! Pero no tenemos que seguir siéndolo siempre. La aplicación es que necesitamos llegar a ser lo suficientemente inteligentes como para aprender de la historia y no tener que pasar por pruebas tremendas para cambiar. La mayoría de los cristianos que conozco no son capaces de hacerlo todavía, ¡y espero no ser yo uno más! Tengo la certeza de que al final de los tiempos esto cambiará.

Ahora bien, reflexionemos sobre el hecho de que antes de que Dios se pueda levantar como único pastor de su pueblo tuvo que haber ocurrido una dispersión; no había forma sino. Ya hablamos sobre esto más arriba. Generalmente los cristianos llegan a estar tan “absortos” por las estructuras y los liderazgos (pongámoslo más claro: la manipulación hechicera) humanos que difícilmente puedan escuchar directamente al Espíritu. Son esas estructuras (que se cristalizan en muchas de nuestras iglesias) las que el Señor debe dispersar para que sus hijos fieles puedan abrir los ojos, y es a sus hijos engañados a los que debe echar de dichos lugares. Pero ya nos ha dejado suficientes advertencias en su Palabra como para que no tengamos que sufrir esto si nos damos cuenta a tiempo. Y de paso, podemos tener armas espirituales superiores hoy día para hacer algo por estas “estructuras pecaminosas” donde hay hijos a los que Dios ama tanto y que ardientemente desea que abran los ojos y pasen a otro nivel de luz espiritual.

Hay otro tema que casi pasa desapercibido; Dios dice “mi rebaño”, y lo sigue repitiendo. Hay dos enseñanzas fuertes aquí. La primera, más obvia y necesaria, es que el Padre quiere asegurarle a su pueblo que son suyos y no están a merced del capricho de los líderes abusadores de turno. Tienen su sello, son su posesión, y así como cualquiera se encarga de cuidar lo suyo, ¡cuánto más Dios! Pero también sugiere que puede haber “otro” rebaño, que no estará bajo el cuidado divino; eso se explica más adelante.

Por ahora, saber que uno está dentro del rebaño de El Pastor es un gran consuelo y una gran seguridad. Y podemos tener esa seguridad si es que estamos oyendo la voz del Señor y siguiendo por donde nos guíe.

Es muy fácil que se olvide que el “rebaño” es del Señor (de hecho, la palabra “rebaño” se usa más en referencia al Señor como pastor que al liderazgo humano). Es una verdad que tiene muchísimas implicancias prácticas, que pueden ser fácilmente pasadas por alto porque no parecen tan inmediatas ni evidentes. Sería un tema en sí mismo hablar de esto, pero valga por ahora decir que no debemos perder de vista esta verdad y debemos permitir que el Espíritu nos muestre todo lo que significa.

“Como el pastor que se preocupa por sus ovejas cuando están dispersas, así me preocuparé yo de mis ovejas; las rescataré de los lugares por donde se dispersaron en un día oscuro y de tormenta”. La “dispersión” de los israelitas era un hecho físico, y la promesa profética tenía que ver con eso, pero está claro que el Espíritu empezó a introducir desde el principio un sentido espiritual, y así esperaba que la gente de entonces lo entendiera. Los lugares donde se habían dispersado eran las naciones extranjeras, el día oscuro y de tormenta había sido la conquista y destrucción de Judá. Jehová movería las circunstancias para que ellos volvieran y, en efecto, pudieron hacerlo décadas después sin que hubiera un general o guerrero que los reuniera y peleara contra las potencias imperiales, sino porque el Espíritu se movió precisamente entre ellas para que se les permitieran volver. Los líderes de esa época no cumplieron funciones militares, sino civiles (organizacionales) y espirituales. ¡No era así como se movían los pueblos en ese entonces! (y casi que tampoco ahora). Ningún hombre pudo llevarse la gloria.

Dios se preocupó de su pueblo, en el exilio no permitió que disminuyeran en número ni que se perdiera su fe, todo lo contrario, se desarrollaron las sinagogas, que siglos más tarde serían la base para la constitución de las iglesias cristianas, el estudio de la Palabra revelada creció y mucho de la espiritualidad de Israel, que formaría el sustrato del ministerio mesiánico, fue tomando forma. Conocemos algunos de los líderes de esa época por el registro bíblico, muchos otros los conoceremos en el Reino Venidero.

Lo que Dios iba a hacer ellos no lo habían visto nunca hasta ese momento, y difícilmente, si acaso, podían llegar a imaginárselo, ¡pero podían tener la firme seguridad de que el Señor no los abandonaría ni los dejaría huérfanos de conductores!

Tratemos de aplicar algo a nuestra realidad. Planteamos la situación de pecado y crisis del liderazgo, tan común en muchos ámbitos cristianos. ¿Qué va a hacer Dios? ¿Cómo lo va a hacer? ¿Con quién? Podemos indagar en la Biblia y en la historia para buscar principios y formas en las que el Espíritu se movió, y son todas útiles, pero nunca podremos ceñirlo a un molde. Hay eventos que sin duda ocurrirán, pero cada situación será nueva y nunca idéntica a otra. Así como el Señor esperaba que los israelitas confiaran en él sin saber exactamente lo que ocurriría en el mundo natural, así espera de nosotros. El ejercicio de la fe que lleva a la esperanza (que no es igual a la fe para solo soportar) no es fácil pero tiene un gran valor delante de Dios.

“… así me preocuparé yo de mis ovejas”. Las expresiones del Padre en estos versos son a la vez familiares y cercanas al corazón de los oyentes. Ya las entendían en un sentido metafórico, y podían percibir el sentido de “cuidado tierno y dedicado”. Ubiquémonos en el contexto: los oyentes habían sido duramente “golpeados” (¡literalmente!), y más de una vez. El liderazgo no había procurado el bienestar del pueblo, ni lo había corregido con amor; sólo lo había explotado y dejado expuesto al enemigo. El pueblo mismo estaba desenfrenado (desde hacía ya varias generaciones), Dios había intentado hablarles de muchas maneras sin éxito, hasta que permitió que ocurriera esto (tanto el juicio de la guerra y el exilio, como el juicio de malos gobernantes) para que, en medio del sufrimiento, pudieran abrir los ojos y convertirse. Poco podemos imaginarnos todo el contexto de esos años, las cosas que se dijeron, las que se vivieron; eso generó un trauma tan profundo, tantas heridas en el alma, tantas preguntas. Fue un proceso necesario dada la dureza de sus corazones, pero ahora Dios debía restaurarlos, y las palabras que encontramos en este capítulo, dirigidas al pueblo, contrastan grandemente con lo que vimos más arriba. Al liderazgo corrupto se dirigen durísimos reproches (tal como hizo Jesús en su época); pero para el pueblo hay palabras de consuelo y esperanza. Dios mismo está bajando para sanar, primero, los corazones de sus siervos.

Hubo un momento en el que Dios no respondió: “16“Tú, Jeremías, no ores por este pueblo, no me ruegues ni me supliques por ellos. No me insistas, porque no te escucharé.” Jeremías 7.16. En esencia, es lo mismo que encontramos en Saúl (1º Samuel 28.15-16):
15Entonces le dijo Samuel:
—¿Para qué me has molestado, haciéndome venir?
Saúl respondió:
—Es que estoy muy angustiado, pues me están atacando los filisteos y Dios me ha abandonado. No me responde ya ni por medio de los profetas ni por sueños. Por eso te he llamado, para que me indiques lo que debo hacer.
16Samuel le contestó:
—¿Por qué me preguntas a mí, si el Señor ya te ha abandonado y se ha vuelto tu enemigo?

Saúl, que había sido un celoso perseguidor de adivinos y nigromantes, al final de su vida terminó recurriendo a ellos porque el Señor ya no le respondía, debido a su pecado de rebeldía. De paso, ¡Dios no tiene ningún problema en hablar por medio de quién sea! De la misma manera, Dios dejó de responder y atender las peticiones del pueblo debido a sus muchos pecados, y éste, en vez de arrepentirse, buscó la voz de los falsos dioses. Para lo que nos interesa en este artículo, el asunto es que no estaban acostumbrados a escuchar la voz de Dios y sabían en su interior que Dios estaba profundamente enojado con ellos. Ahora, que ya no habría más falsas voces de los falsos profetas, de los sacerdotes corruptos y de los líderes abusadores, no habría otra voz para escuchar que la del Espíritu. Sencillamente, ¡no tenían a nadie más a quién recurrir!

¡Qué bueno y qué gran consuelo es saber que podemos confiar en que escucharemos la voz del Padre cuando le busquemos en nuestra angustia! Estas son verdades para los afligidos, y, en este contexto, para los que han estado sufriendo bajo liderazgos inadecuados. Dios sin duda hablará y guiará a su pueblo. Pero, para los que no han llegado aún a este punto, hay una advertencia: no esperes hasta llegar al fondo, si hoy Dios te está llamando a realizar cambios, a buscarle más profundamente, a desechar algunas cosas y tomar otras, no te quedes cómodamente en tu posición, aunque en camino que te muestra parezca difícil de entrada, sin dudas será el mejor. No es “más espiritual” que Dios nos levante de en medio de una crisis, si está la provisión de un camino de escape, lo verdaderamente espiritual es escuchar y obedecer a tiempo.

Es difícil expresar con palabras humanas esta acción espiritual de parte del Padre. Se requiere un “corazón espiritual” para entenderlo y aceptarlo. Quién no lo tiene (porque no lo ha procurado, ya que Dios lo otorga a cualquiera que sincera y profundamente lo busque) no podrá entender este accionar divino y seguirá buscando vez tras vez algún líder humano que lo guíe; pero va a ser inevitablemente defraudado, primero, porque Dios no va a permitir que lo encuentre si es que no lo busca a El primero, y, segundo, porque al no tener los parámetros divinos para juzgar, va a ser incapaz de ver cuáles son los líderes verdaderamente diferentes.

“… me preocuparé…” Dios se interesa, toma participación activa. “… las rescataré…” aunque la cárcel parezca inexpugnable, aunque el laberinto parezca irresoluble, y humanamente no haya solución posible a la vista ni siquiera para el más inteligente o experimentado, el Señor simplemente dice: “Los voy a rescatar”. Esta breve expresión tiene mucha potencia para animar a los abatidos, y se aclara con lo que sigue: “de los lugares por donde se dispersaron”. Ya vimos su aspecto histórico y material, espiritualmente se trata de lugares por donde vaga el alma (o fragmentos de ella) sin salida, sin rumbo, lejos de Dios y bajo el dominio de los demonios, fragmentación que ha ocurrido por los inevitables traumas que genera la religiosidad y la dominación humana. Psicológica e intelectualmente se trata de una multiplicidad enorme de filosofías, ideologías, religiones, etc., etc. Físicamente se puede traducir en un “deambular” por espacios y lugares donde no hay verdadera satisfacción para el espíritu. En definitiva, podemos ampliar la imagen cuánto queramos, pero todos esos muchos espacios están lejos de Dios. En la antigüedad, Dios había establecido un solo territorio físico para su pueblo, en contraposición había muchos otros reinos en el mundo. Lo mismo ocurre espiritualmente.

Una crisis de liderazgo provoca que los hermanos se “dispersen” por todas partes: algunos directamente de vuelta al sistema del mundo, los más caen presa de la decepción y luego de diversos demonios, algunos de ellos terminan alimentando al mismo sistema hipócrita también.

“… en un día oscuro y de tormenta”. No hace falta abundar en el significado de esto porque ya se dijo, sólo recordar que el “día oscuro” viene para todos; absolutamente ningún hijo de Dios escapará de él; pero eso no significa que tengamos que perdernos, o si ocurre en cierto grado, que no podamos escuchar rápidamente la voz del Pastor y volver a su redil (Salmos 112.4):

4 Brilla una luz en la oscuridad
para los hombres honrados,
para el que es compasivo, clemente y justo.

Que Dios sea la luz de los justos significa que en el “día oscuro” éstos no andarán a tientas, sin saber donde ir. Pero si este no fue tu caso, ¡ánimo!, el Padre sigue siendo luz a todos los que le buscan.

Cómo dijimos, el día oscuro viene para todos, pero “cuán oscuro” sea el día va a depender, en buena parte, de “cuánta luz” haya en cada uno. En la medida que hay más conocimiento del Señor, de las cosas espirituales, y tenemos puesta toda la armadura y sabemos usar eficazmente las armas, los “días oscuros” son cada vez más “claros”. No digo que no haya dificultades, sino que las enfrentamos de una forma muy distinta.

También podemos usar la imagen de “hacer provisión” para el día malo:

Mateo 7.24-25
24“Por tanto, el que me oye y hace lo que yo digo, es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. 25Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía su base sobre la roca.

Es decir, se trata de “ir edificando” toda la vida sobre la base sólida; eso es “hacer provisión” para el día malo.

Más específicamente, tiene que ver con escuchar la voz de Dios para aprovechar momentos que él nos da en buscarle, estudiar su palabra y recibir revelación necesaria para lo que vendrá.

Pero, finalmente, el día oscuro y de tormenta viene, y en esta época de la humanidad podemos estar absolutamente seguros de ellos, ¡y no una vez!, sino muchas. Inevitablemente, muchos cristianos no habrán hecho provisión (aunque no será así en el futuro), pero el Padre no se ha olvidado de ellos.

“Las sacaré de los países extranjeros, las reuniré y las llevaré a su propia tierra.” Ya hablamos del proceso histórico que ello significó. Creo que también podemos entender lo que espiritualmente significa. Pero podemos darle una interpretación más “concreta”, y entender “la propia tierra” como la nueva iglesia que el Señor está formando.

Muchos, desilusionados con la realidad de buena parte de la iglesia hoy, han renunciado a la esperanza de que llegue a haber una congregación santa y gloriosa, donde fluya verdaderamente el amor y haya líderes santos, que dediquen su vida al rebaño y no a construir sus propios pequeños imperios. Lo ven como un sueño irrealizable y se han acostumbrado a la situación presente y a desarrollar una comunión individual y fuerte con el Señor. Eso no está mal, al contrario, es lo que se puede hacer hoy día. Pero Dios no va a dejar de construir dicha iglesia, y ya lo está haciendo, aunque sin publicidad ni visiblemente a los ojos de “las masas”; y él va revelando a los que le buscan de verdad “dónde” y quiénes son esa iglesia, y va juntando a los suyos, lejos de las superestructuras eclesiásticas actuales.

¡No hay que perder la esperanza! ¡Y no hay que acostumbrarse a vivir una vida espiritual en solitario, por sobre todo! Como dijimos, esto es necesario en un momento de transición (que puede durar varios años) pero no es el estado final, y es necesario, ¡imprescindible!, que mantengamos la esperanza y la expectación. No sea cosa que, habiendo salido de “babilonia”, nos quedemos dando vueltas en el desierto sin nunca entrar en la Tierra Prometida. Sé que no es fácil hacer una “deconstrucción” de toda su vida eclesiástica y de las formas que conoció, en las cuales vivió y donde Dios se manifestó muchas veces y de muy gloriosas maneras; muchos no lo logran nunca. Sé que no es para nada fácil renunciar a un proyecto de vida dentro de esas estructuras, especialmente para los que vivieron y fueron bendecidos durante muchos años ahí; de nuevo, muchos jamás lo hacen. Luego, han debido rearmar su vida “en el exilio”, es decir, fuera de la actividad y ministración de la iglesia (aunque jamás hayan dejado de congregarse), y “encontrar” a Dios en la cotidianidad, hacer el esfuerzo de alimentarse directamente del Espíritu, buscar nuevos líderes espirituales (normalmente a través de libros), “descubrir” el ministerio en el mercado, rearmar su teología y su interpretación del mundo y acostumbrarse a muchas carencias de ministración, además de, muchas veces, tener que soportar sermones aguados y un liderazgo carnal que parece prosperar por no dejar de congregarse, porque no hay otro lugar mejor adónde ir (¡créanme que “los otros” son peores!) y porque no queremos que nuestros hijos se críen sin la noción de iglesia.

Y después de haber transcurrido todo esto, y de haber llegado a un equilibrio con las nuevas reglas de juego, ¡y de no estar dispuesto a ser abusado y defraudado otra vez por líderes carnales!, ¡¡a Dios se le ocurre que debemos “entrar” nuevamente en la iglesia!! Bien, no es fácil de digerir y no se supone que lo sea. Lo importante es no perder de vista nunca que esa iglesia no tiene nada que ver con la que uno dejó, que está en construcción y que no va a ser como lo que conocemos hasta ahora.

Creo que el Espíritu quiere recordarnos esto una vez más: ¡por favor, no pierdan la esperanza, porque Yo los llevo a Mi nueva Iglesia, a la Nueva Jerusalén, la Novia de mi Hijo, la Congregación Santa de los últimos días!, dice el Señor.

“Las llevaré a comer a los montes de Israel, y por los arroyos, y por todos los lugares habitados del país. 14Las llevaré a comer los mejores pastos, en los pastizales de las altas montañas de Israel. Allí podrán descansar y comer los pastos más ricos.” Tres veces se repite la noción de “comer”, y la imagen es similar a la de la parábola del Buen Pastor.

Creo que no hace falta hablar mucho sobre la metáfora del alimento porque es clara para todos los cristianos. El Nuevo Testamento le da una profundidad espiritual mayor en la Santa Cena. Cómo sea, sabemos que es lo que nutre la vida espiritual (y también emocional, intelectual y material) del ser humano. Creo que el enfoque en estos versículos se refiere a la diferencia entre que la oveja busque su propio alimento o que se lo ofrezcan en abundancia.

Veamos algunas cuestiones muy prácticas. Cuando el cristiano que se encuentra en la situación mencionada párrafos más arriba se da cuenta de que debe buscar su propio alimento, empieza un proceso arduo, porque no todas las fuentes que prometen brindar alimento lo brindan realmente, o a veces está contaminado y debe seleccionarse con cuidado; o bien no hay muchos lugares (libros, radios, videos, hermanos) donde buscar, y puede no ser fácil acceder a ellos, y porque no hay ningún mapa para seguir. Esto no deja de ser parte del proceso de formación de Dios, y quienes hayan pasado por ese proceso serán los líderes de lo que sigue. Pero no deja de ser arduo y peligroso. Cuán diferente sería si pudiéramos contar con suficientes líderes dedicados tiempo completo a la obra que estuvieran en este nuevo mover.

Pues bien, en esta etapa el Señor no está prometiendo todavía que enviará a tales líderes, pero sí que él personalmente guiará a los suyos, a través del discernimiento espiritual que ellos ya habrán desarrollado en esta etapa.

Ahora se vuelve todo más fácil; porque ya hemos aprendido a distinguir entre la voz de la religión, de los “buenos consejos cristianos” que se quedaron atrás en el tiempo, de la voz del Espíritu. Entonces, es sencillo seguirle; saber qué leer y qué no, cuándo, a quiénes escuchar y a quiénes no, saber discernir la voz del Espíritu en nuestros corazones. Ahí se cumplen literalmente estas palabras, y aunque no se haya llegado todavía, se empieza a vivir en Lo Nuevo de Dios.

“Allí podrán descansar” recalca esta verdad: cuando no debe buscarse el alimento espiritual con cuidado y esfuerzo, es posible descansar y comer en abundancia; es decir, avanzar mucho más rápidamente en el camino, alcanzar revelaciones y victorias mucho más rápido que antes.

Hay un descanso al que se llega en este nivel, cuando se es pastoreado por el Señor. ¡Nunca deberíamos dejarlo!, ni siquiera cuando los verdaderos pastores de los últimos tiempos sean soltados sobre la nueva iglesia. Creo (casi diría que estoy convencido) que todo este proceso histórico ha servido en buena medida para lograr esto en la Iglesia del Señor, para que nunca más los cristianos miren más a los hombres que al Padre.

“...los montes de Israel...”, los lugares altos, no paganos, sino el lugar del encuentro con Dios, la montaña de la revelación, donde no están las distracciones del mundo sino solo el señor y nosotros. El lugar quieto donde podemos escuchar al Espíritu sin perturbaciones, sin los ruidos del mundo ni del activismo eclesiástico.

“...por los arroyos...”, el fluir del Espíritu, puro, que viene directamente de lo alto, sin contaminaciones, continuo, sin interrupciones. Los ríos que salen del trono de Dios. El agua que da nuevas fuerzas, que aclara la visión (discernimiento).

“...los mejores pastos ... los pastos más ricos.” Es decir, la mejor enseñanza, la mejor ministración espiritual, el mejor alimento, Cristo mismo, su cuerpo y su sangre. Hay un alimento especial, nuevo, distinto, que no ha sido dado en décadas pasadas; mucho más rico y sustancioso. Si seguimos el proceso, aquellos que primero fueron dispersados y heridos, y luego rescatados y sanados por el Señor, son los que serán llevados a los mejores pastos y arroyos, y tendrán el descanso de lo alto. Paradójico, ¿no?

Estas revelaciones no las pueden recibir ni aceptar aquellos que no han pasado por el proceso, y que no están siendo pastoreados directamente por el Señor, sino por pastores humanos (entendamos el sentido espiritual de lo que digo). No las entienden, o directamente no las pueden recibir o bien las consideran pura herejía. Son paradigmas completamente distintos. No tiene ningún sentido pretender que lo entiendan. No hay mucho para hacer más que orar y esperar a que Dios mismo intervenga.

Hay que esperar esta enseñanza, disfrutar de ella, y estar agradecidos por todo lo que Dios esté dando. Hay un campo espacioso, claro, libre, sin riesgos ni peligros (las fieras que asechaban a las ovejas perdidas, en medio de los pedregales y bosques). Hay “lugares habitados”, no yermos desolados; habitados con gente santa, fiel, de quienes no es necesario cuidarse cuando uno se da vuelta por miedo a que le claven un puñal por la espalda.

De alguna manera la imagen de estos versículos recuerda al Jardín de Dios, aunque sea vagamente; porque en realidad es figura de él y lo preanuncia.

15Yo mismo seré el pastor de mis ovejas, yo mismo las llevaré a descansar. Yo, el Señor, lo afirmo”. Creo que el principal objetivo de estas palabras es reforzar lo que el Señor ha venido diciendo. Dios lo afirma y asegura, para que no queden dudas acerca de lo que ciertísimamente va a hacer. ¡Nadie debería dudarlo! No deberíamos nunca perder la esperanza, porque el Señor ya está cumpliendo esta promesa.

“... las llevaré a descansar”. Otra imagen fuerte es la del reposo, ya lo mencionamos más arriba. Podríamos ver algunos pasajes relacionados:

Hebreos 4.3
3Pero nosotros, que hemos creído, entraremos en ese reposo, del cual Dios ha dicho:
“Por eso juré en mi furor
que no entrarían en el lugar de mi reposo.”
Sin embargo, Dios había terminado su trabajo desde que creó el mundo;

Mateo 11.30 (NVI)
30 Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.»

Dios nos lleva al reposo, su guía nos trae paz y hay descanso en sus caminos, por más atareados que estemos y aunque debamos enfrentar persecución. Pablo lo llama en Romanos 15:33 “Dios de paz”. Por el contrario, no hay paz en los caminos de la religión; podrá haber mucha actividad, se podrán hacer incluso muchas cosas “buenas” (habrá que ver si duran después), pero no hay paz, y eso, tarde o temprano, trae sus consecuencias.

La paz interior es una señal muy fuerte de estar en la voluntad de Dios, hay que desarrollar la sensibilidad necesaria para reconocerla y la obediencia para moverse cuando se pierde. En la paz es que existe el descanso, y el trabajo no se vuelve fatigoso y es revocada la maldición dada a Adán; no deja de haber trabajo ni esfuerzo, pero éste no debilita las fuerzas sino que las aviva cada día más

El último versículo (16) de esta sección enfatiza lo que el Señor mismo vino diciendo hasta ahora: él será el Pastor de su pueblo disperso, detallando qué es lo que va a hacer:

“Buscaré a las ovejas perdidas”. Allí donde la oveja del rebaño del Señor esté, él irá. Si está siguiendo o prestando oído a alguna otra filosofía, que puede ser religiosa o no (por ejemplo, enseñanzas en cuanto a cómo alimentarse adecuadamente, cómo organizar la vida, cómo tener cuidado de la salud, y un largo etcétera), y que en este último caso no necesariamente es “mala” (aunque suelen sirven para “distraer” a las personas de Dios y pueden estar contaminadas con idolatría) pero están ocupando buena parte del tiempo que debería dedicarle al Señor, allí se presentará el Señor y allí se manifestará, y por medio de esas enseñanzas lo llamará nuevamente a Su redil.

O vamos a algo mucho más común y “terrenal”: si está ocupando su tiempo con la vacuidad (e inmundicia) de (casi toda) la televisión (también Internet), allí el Señor enviará sus mensajeros (¡y más de una vez, involuntarios!) para despertar a Su hijo dormido.

O no necesariamente a través del mismo medio, puede ser también un vecino, un compañero de trabajo, un encuentro ocasional ... En definitiva, Dios no tiene ningún problema en manifestarse las veces que quiera, donde quiera y a través de quien quiera. La idea de estas palabras, según entiendo, es que la “oveja perdida” no sabe como volver al camino del Señor y por ello anda vagando de un lado a otro (por ejemplo, probando distintas “distracciones” seculares, o distintas filosofías, o, más simple, distintos programas de televisión o canales de Internet, o quehaceres domésticos y laborales); normalmente no se queda mucho tiempo con una sola cosa o actividad. En el fondo, sabe que tiene que volver y no rechaza la idea, pero no sabe como (espiritualmente hay ataduras y “vallados satánicos”). Bien, sea como sea, ¡allí irá Dios! Y la guiará de nuevo a su hogar.

“... traeré a las extraviadas...” La idea aquí es parecida a la anterior, pero el énfasis está en aquella que fue echada lejos del redil, tal como se habló más arriba; la maltratada, de la que abusaron, la escandalizada. Tampoco de ellas se olvidará el Señor.

“... vendaré a las que tengan alguna pata rota...” Esta es la que no puede caminar, la que tiene algún impedimento más grave para volver al camino del Señor: alguna herida profunda, alguna demonización (no posesión, estamos hablando de cristianos).

“... ayudaré a las débiles...” Aquella que humanamente no podría seguir, o cuya alma permanece muy fragmentada o herida.

En definitiva, ninguna de estas cuatro categorías son cristianos santos y consagrados, de carácter agradable, activos en las cosas del Señor y personas con las que sea fácil tratar o que no nos vayan a fallar. ¡Si así fuera no estarían dispersos! Si esa es tu realidad, ¡el Señor está llamando a la puerta para que le abras! Si Dios te está enviando a alguno de ellos, ¡debés saber que necesitarás mucho amor y paciencia!

La “oveja perdida” no es agradable: está sucia, nerviosa, malnutrida, probablemente enferma y herida; y seguramente no reaccione bien cuando intenten llevarla nuevamente al rebaño. Pero el Padre no tiene ABSOLUTAMENTE NINGÚN problema en ir a buscarlas, ¿lo tendremos nosotros?

La última parte de esta frase es más controvertida: “...y cuidaré a las gordas y fuertes”, porque esto mismo ha sido traducido de otras formas, ya que en el hebreo se traduce por “a la engordada y a la fuerte destruiré” (VRV95). Este sentido está más en consonancia con los versículos que siguen, aunque no con el contexto inmediato. Podemos considerar que ha habido errores en las sucesivas copias del texto bíblico, o bien que en el proceso histórico el Espíritu ha querido mostrar una verdad más amplia con estas palabras.

Si el sentido de “gordas y fuertes” es positivo (aquellas que encontraron buenos pastos), ¿por qué habría de destruirlas? Dios no va a dejar de cuidarlas. Es muy común en nuestra época (en determinados ámbitos) que se sobreenfatice la situación del débil y necesitado (digo, en el discurso más que en los hechos concretos, y generalmente para obtener votos o algún tipo de apoyo demagógico), tanto que ya es un “hecho cultural” y “está mal” (según la “religión secular” de nuestro tiempo) exaltar las virtudes de aquellos que han sabido (honestamente) lograr cosas importante en la vida (excepto, claro, de los “amigos del poder” de turno, político, social o eclesiástico). Es muy común que los testimonios en nuestras iglesias “exalten” (o, simplemente, den lugar solamente) a aquellos que han sido particularmente descarriados y con quienes el Señor ha tenido una dosis especial de misericordia y gracia. ¡Gloria a Dios por ello! ¡Que nunca falten testimonios así! Pero, ¿es esto lo único que vale la pena mostrar? ¿Y qué de los que han permanecido fieles y firmes en obediencia al Señor? ¿Y qué de los que nunca se han descarriado de forma aberrante?

Si el sentido de “gordas y fuertes” es negativo, nos está introduciendo ya en lo que sigue: la división que Dios hará en medio de su pueblo, y que, en esencia, es la raíz, la misma “sustancia” de lo que dijo en los versículos anteriores: el abuso de los más fuertes sobre los más débiles, que se manifiesta claramente en las estructuras religiosas. No creo necesario hablar mucho sobre este tema ahora porque se va a ver bien en lo que sigue.