Salmos 74:13-14 RVC
13 Con tu poder; partiste el mar en dos y en
las aguas rompiste las cabezas de los monstruos.
14 Aplastaste las cabezas del leviatán, y lo
diste por comida a los habitantes del desierto.
Leviatán tiene un significado bastante
extenso en el pensamiento de los antiguos y las Escrituras, pero vimos que una
de sus dimensiones más claras, quizás la principal, es el orgullo: en Job se
describe como “el rey de los soberbios”.
Dios se presente como el vencedor sobre
Leviatán, pero si lo vemos en su faceta de orgullo, como el principado espiritual
del orgullo y / o el mismo orgullo del hombre, nos encontramos con lo mismo que
dijo el salmista escrito de una forma mucho menos poética y mucho más práctica
en varios pasajes:
Salmos 107:12 RVC
12 Dios quebrantó su orgullo con trabajos
pesados; caían, y no había quien los levantara.
Proverbios 18:12 DHH
12 Tras el orgullo viene el fracaso;
tras la humildad, la prosperidad.
Proverbios 11:2 DHH
2 El orgullo acarrea deshonra;
la sabiduría está con los humildes.
Proverbios 16:18 DHH
18 Tras el orgullo viene el fracaso;
tras la altanería, la caída.
Proverbios 29:23 DHH
23 Al que es orgulloso se le humilla,
pero al que es humilde se le honra.
Isaías 2:17 DHH
17 Los orgullosos y altaneros
serán humillados por completo.
Solamente el Señor mostrará su grandeza en
aquel día,
Podemos seguir el tema del orgullo a lo largo
de toda la Biblia y ver claramente como Dios aborrece eso, pero en estos
pasajes nos queda en claro que el Señor castiga a la soberbia / orgullo dándole
precisamente lo contrario a lo que espera: fracaso, deshonra, pérdida, pobreza.
Un ejemplo gráfico en el Nuevo Testamento lo encontramos en Hechos:
Hechos 12:21-23 RVC
21 El día convenido, Herodes llegó vestido
con sus ropas reales y se sentó en el trono para dirigirles un discurso formal.
22 El pueblo estaba muy emocionado y lo
aclamaba a grandes gritos: «¡Queremos voz de Dios, y no voz de un hombre!»
23 En ese momento, un ángel del Señor lo
hirió porque no le dio la gloria a Dios, y Herodes murió agusanado.
Cuando a esto le sumamos el conocido y
siempre problemático pasaje de Hebreos:
Hebreos 12:5-6 RVC
5 y ya han olvidado la exhortación que como a
hijos se les dirige: «Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni te
desanimes cuando te reprenda;
6 porque el Señor disciplina al que ama, y
azota a todo el que recibe como hijo.»
No nos queda más remedio que reconocer que
NUESTRO ORGULLO inevitablemente será tratado por el Señor. Sin llegar al punto
de morir comidos por gusanos o algo parecido, todos hemos sido participantes de
la “disciplina contra el orgullo”. Todos tenemos orgullo y Dios trata con eso,
esto es una verdad INELUDIBLE Y COMÚN a todos los cristianos, ¡no hay mucho
para solucionar allí!
EL ASUNTO con el que sí podemos trabajar, ¡y
más vale que lo hagamos!, es el de aprender de la disciplina, esto es,
reconocer cuando hemos sido humillados en algo y aprender la lección. La
realidad es que la mayoría de las veces actuamos como los borrachos:
Proverbios 23:33-35 RVC
33 Hará que tus ojos vean cosas extrañas, y
que tu corazón diga cosas perversas.
34 Creerás estar dormido en medio del mar, o
acostado en la punta del palo mayor,
35 y dirás: «Estoy herido, pero no me duele;
estoy molido, pero no lo siento. ¿Cuándo voy a despertar, para ir por más?»
Si permitimos que nuestro corazón sea lo
suficientemente sensible como para reconocer las “pequeñas humillaciones” que
recibimos a diario, y aprendemos de ellas, probablemente nos evitaríamos
algunas de las más grandes y dolorosas. Es más, hasta podemos aprender de la
humillación de otros:
Proverbios 21:11 DHH
11 Del castigo al insolente, el imprudente
aprende;
el sabio aprende con la sola explicación.
En todo caso la “herramienta mental” que nos
abre la puerta a muchos aprendizajes es asumir el concepto de que: “la soberbia
/ orgullo es castigada con la humillación”, y si luego la aplicamos a nuestra
vida y la de los otros (mejor hacer lo segundo antes que tengamos que hacer lo
primero…) podremos adquirir mucha prudencia o sabiduría para la vida diaria.
La verdad es que cuando somos humillados
reaccionamos con mayor orgullo, tratando de “redoblar” la apuesta, o bien
buscamos un “camino alternativo” pero sin reconocer nuestro propio orgullo. Yo
no estoy diciendo que uno vaya por el mundo autoflagelándose y diciendo “¡soy
un miserable orgulloso!”, porque, al fin y al cabo, eso suele ser lo
suficientemente evidente… Pero sí que hagamos el ejercicio interno, delante de
Dios, de reconocer nuestro orgullo, más bien, de pedir revelación al Espíritu
para que sean identificadas las raíces de orgullo.
Cuando vemos la humillación en otro podemos
reaccionar proyectando nuestro propio orgullo sobre ellos, indignándonos, y
procurando una respuesta “como si” fuéramos nosotros mismos. Podemos atacar a
los que los humillan o criticarlos. Ahora bien, yo no estoy diciendo de ninguna
manera que no hagamos algo por las injusticias, ni que justifiquemos todo acto
de humillación o discriminación, ¡para nada! Lo que estoy diciendo es que, con
la guía del Espíritu Santo, podemos reconocer actos de humillación sobre otros
que son permitidos por Dios para tratar con el orgullo, ya sea de una persona o
de un grupo, y de ellos podemos aprender. De nuevo, no estoy justificando al
agresor, y Dios tampoco lo hace, solo lo permite por un tiempo.
Está bien que llevemos las injusticias a
Dios, está bien que oremos para que Su justicia sea establecida en la Tierra,
pero mientras tanto, sabiendo que hasta que Su Reino sea materialmente
establecido en el Mundo viviremos bajo un sistema injusto, aprovechemos las
enseñanzas que vienen con la humillación, y más vale humillémonos a nosotros
mismos en el verdadero sentido de la palabra y no con la “falsa humildad” que
es soberbia disfrazada, porque entonces:
Santiago 4:10 DHH
10 Humíllense delante del Señor, y él los
enaltecerá.
1 Pedro 5:6 DHH
6 Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de
Dios, para que él los enaltezca a su debido tiempo.
Uno de los actos más sencillos, y difíciles,
de humillación es aprender. Estamos preparados para hacerlo cuando somos
jóvenes, pero luego llega un tiempo en que nos cerramos y sólo aceptamos
enseñanza de determinadas personas o instituciones, en determinados ámbitos,
siendo que Dios tiene una multitud de aprendizajes para nosotros en todos los lugares
que se nos ocurran (o no). Cuando rechazamos esos aprendizajes es cuando nos
colocamos a las puertas del quebrantamiento.
Así son las paradojas del Reino: el que se
enaltece es humillado, el que se humilla es enaltecido.
Una última nota. Esto no siempre pasa tan
claramente en la Tierra, no es una relación matemática y a veces vemos personas
que se ensoberbecen y así terminan sus días. ¡Pobres de ellos! Porque lo que no
recibieron de quebranto en esta vida lo recibirán por la eternidad. Y también vemos
personas que se humillan y jamás son reconocidas en esta vida. ¡Dichosos de
ellos! Porque habrá una eternidad de recompensas.
Mientras tanto, el Señor nos permite unas
cuantas lecciones gráficas para que entendamos, ¡aprovechémoslas!
Danilo Sorti