Algo nos quedó para decir del versículo 6. El Evangelio que predican estos mensajeros, es el Evangelio Eterno, traducción de una palabra cuyo sentido primario es “sin principio ni fin”, propiamente el concepto que tenemos de “eterno”. Así que, el “Evangelio del fin de los tiempos” no es más que el Evangelio de siempre… aunque habrá que ver si siempre lo hemos predicado tal como es…
No hay un mensaje nuevo ni un camino nuevo, en ningún
tiempo. Aún el tiempo de los más duros juicios no presenta una alternativa
diferente de salvación que no sea la gracia y el perdón otorgados por la cruz,
recibidos por fe y expresados en el cambio de vida. Aún para los más rebeldes
que se hayan quedado para ese tiempo y también para los de este, no tan rebeldes
aún pero en un rápido camino descendente.
Pero, al ser eterno, es también el Evangelio eterno de la
visión de todo el plan y acción de Dios desde la eternidad. Resulta un poco
paradójico ya que el contexto de esta predicación es de urgencia y las personas
no van a tener todo el tiempo del mundo para decidir, de hecho, probablemente
solo tengan unos pocos días, cuando no, minutos.
Es un Evangelio que conecta y da sentido a toda la historia
de la humanidad, algo necesario para explicar por qué llegamos hasta donde
llegamos y por qué parece que “Dios cambió” de repente, o que “no está al
control”. Un cambio tan abrupto y oscuro en la realidad mundial solo puede ser
debidamente explicado en función de plan de redención desde el inicio y el plan
de la maldad que está operando desde la caída de Lucero. La predicación básica
de “Dios te ama y te quiere bendecir” se vuelve extremadamente insuficiente, y
hasta infantil; la gente sabe (aún si no lo quiere reconocer conscientemente)
que “algo anda muy mal” y que no va a mejorar. Necesita explicaciones y una
esperanza cierta, no un consuelo superficial ni una promesa de bendiciones de cada
vez más dudosa realización.
Al volver los “tiempos de Noé”, con demonios e híbridos
caminando por la calle, los refugiados necesitarán una de lo que viene pasando
desde entonces. No tenemos a estos bichos todavía de manera tan visible, pero
cada vez más gente los está viendo, o escuchando testimonios o intuyendo su
presencia; es necesaria una explicación, que debe empezar con el tiempo de la
caída.
Apocalipsis 14:7 RVC
7 Ese ángel decía con fuerte voz: «Teman a Dios,
y denle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado. Adoren al que hizo el
cielo y la tierra, el mar y los manantiales de agua.»
Si tenemos que aplicar hoy el “cómo” se está predicando este
Evangelio del fin de los tiempos tenemos un problema, ¡precisamente NO ESTAMOS
haciéndolo con “fuerte voz”! Más bien, como pueblo, estamos muy callados y más
que nada, fuertemente ACALLADOS por los medios masivos, que se han abroquelado
detrás de abultados sobres de dinero entregados por el sistema. Un solo mensaje
domina hoy “los aires” y la perspectiva a futuro tampoco resulta alentadora…
Así que hoy no sabemos sinceramente cómo es que Dios lo va a hacer, pero la
proclamación del Evangelio será, en el fin de los tiempos, masiva e
imposible de contener. Aún hay estrategias y recursos que el Señor tiene
guardados para un poco más adelante, que nos abrirán puertas impensadas, que
hoy están fuertemente cerradas.
El mensaje del ángel es una total oposición al Evangelio
de la prosperidad que hemos escuchado hasta ahora. Habría mucho para decir
de este falso Evangelio y sus dos variantes, la “dura” (solo prosperidad y
bendición material) y la “blanda” (la buena vida cristiana, feliz, tranquila y
sin sobresaltos ni presiones). Supongo que cualquier lector que haya llegado
hasta esta parte del artículo entenderá perfectamente los errores del enfoque
que se volvió popular hacia la década del ’90 y aún hoy intenta
desesperadamente “sobrevivir” cuando todo alrededor ha demostrado que esas
promesas resultaron mentirosas. Como sea, claramente, esa mancha negra en la
historia de la predicación cristiana, habrá quedado definitivamente atrás.
El Evangelio del fin es conciso y directo, muy diferente
al mucho palabrerío utilizado cual estrategia de marketing durante tanto
tiempo. ¡Cuántos argumentos e historias para convencer a la gente! Bueno,
debemos dar gracias al Padre por haber tenido tanta paciencia con unos cuantos
de nosotros, pero a veces el Evangelio se ha transformado, para le gente, en un
“producto más” a escoger entre tantos, pero lo verdaderamente terrible es
cuando nuestra predicación llega a acomodarse a esa lógica de oferta y demanda,
tratando de mostrar todas las virtudes del “producto Cristo” en vez de
presentar toda la realidad.
Esta proclamación no empieza con el clásico “Dios te ama”,
“Dios te quiere ayudar”, “Dios puede sanarte”, “Dios quiere bendecirte” y otras
por el estilo, que no son para nada erróneas pero que han contribuido a que la
gente entra al Camino por la “puerta ancha”. El mensaje es claro ¡teman a
Dios!, y no hay que buscarle demasiadas vueltas hermenéuticas a esta
palabra, “φοβηθητε” de “φοβέω”, que se traduce principalmente como “temer”, en
su voz pasiva. Por más incomprensible que resulte a los oídos evangélicos del
siglo XXI, acá dice TENGAN MIEDO A DIOS. Así es.
Lo terrible es que las personas han terminado usando a Dios
para su propia comodidad, lo han puesto como uno más dentro de las opciones, y
los incrédulos han llegado al punto de burlarse abiertamente de Él, aprobar y
aplaudir leyes en clara oposición a Su voluntad, enseñar todo lo que le
desagrada y aún perseguir a Sus santos. Han escupido en el rostro de Dios, tal
como los religiosos judíos hicieron con Jesús. El Evangelio del fin de esta era
dice, simplemente, que el tiempo de la enorme paciencia del Padre llegó a su
fin. Es por lo tanto, un mensaje de inminencia, ya no hay tiempo, ya no
se prolongará más la misericordia, ya no habrá múltiples llamados. Aunque la
gracia de Dios nunca desaparece, es precisamente esa gracia y amor la que tiene
que poner un límite a la extrema locura humana, y la que está acortando hoy los
tiempos.
Temer a Dios ha sido algo muy normal para los seres humanos
a lo largo de la historia, algo que no se ponía en discusión. Es lo más básico
y profundo, nada más natural que eso… hasta este tiempo, en donde todo lo
natural se volvió “antinatural” a los ojos de la sociedad, e incluso de muchos
cristianos.
Todo este texto nos confronta, si es que queremos llegar a
ser los mensajeros de esos últimos tiempos, pero especialmente esta palabra,
¿estamos temiendo realmente a Dios o nosotros también lo tenemos como el Padre
bueno, un Dios – Papá Noel, que nos quiere llenar de regalos sin exigirnos casi
nada? ¿Hemos reconocido Su disciplina sobre nosotros, o le seguimos echando la
culpa a Satanás?
¡Ah, qué gran problema! El Evangelio del fin nos
confronta a sus mensajeros como ningún otro formato de predicación que
hayamos conocido. Si hasta ahora pudimos darnos el lujo de ser “un poquito
hipócritas” con lo que proclamábamos con nuestras bocas, ahora no…
Un paréntesis. Dios se manifestó como hombre, en debilidad,
y Su Reino verdadero ha estado en debilidad desde hace dos mil años. Cuando la
iglesia se ha levantado como poder político, inevitablemente se ha ensuciado.
Todo nuestro Evangelio y teología cristiana, desde ese tiempo hasta ahora, está
signado por este hecho. Tenemos una estructura de pensamiento y doctrinaria
marcada por esto. La Iglesia Católica tiene otro enfoque, claramente, pero aún
cualquier católico reconocería que la posición de poder no ha sido la situación
más feliz para la espiritualidad de los creyentes, y sin dudas en diversos
lugares y tiempos esto no ha sido ni es así, por lo que tampoco ha estado ni
está exenta de persecuciones, menos aún en estos tiempos cuando su conducción
central ha sido tomada claramente por el sistema del Anticristo.
Entonces, tenemos toda una teología del sufrimiento paciente
y la esperanza futura que muchas veces no ha sido vista cumplida en esta
tierra. Hasta ahora, Dios ha “tolerado” al malvado y le ha dejado seguir con
cierto rango de dominio, limitado pero real. Así ha sido el obrar del Padre
durante estos dos milenios, pero debemos entender que eso ya ha llegado a su
fin. No se trata de que “va a cambiar”, ¡ya cambió! Y estamos en el inicio de
ese cambio. ¿Podremos cambiar nuestro formato mental? ¿Releer la teología de
dos milenios? ¿Comprender cómo Su misericordia sigue manifestándose pero en
medio de Sus juicios? Y… ¿sabemos nosotros realmente cómo temer a Dios?
Si bien la proclamación cristiana ha manifestado
continuamente que su fin último es dar toda la gloria a Dios, la realidad ha
mostrado que tanto los hombres como las instituciones que ellos han creado
terminaron “mordisqueando” parte de esa gloria para sí mismos… La sencilla
expresión que usa el ángel, “denle gloria” implica que ya nadie en esta
tierra tomará ni siquiera una pizca de Su gloria para sí mismo.
También que claramente el Evangelio del fin se enfocará
en Dios y no en Sus añadiduras, y ni siquiera en otras doctrinas
importantes. Él será el centro, y la relación personal y comunitaria con Él
será clave. En cierto sentido, vemos aquí el cumplimiento de la exhortación
dada a la última de las siete iglesias:
Apocalipsis 3:20 RVC
20 ¡Mira! Ya estoy a la puerta, y llamo. Si alguno oye mi
voz y abre la puerta, yo entraré en su casa, y cenaré con él, y él cenará
conmigo.
Esa verdadera intimidad, que Laodicea no tuvo de verdad,
solo de palabra, y que era la constante durante la iglesia apostólica, será el
centro de la vida cristiana. Una vuelta al primer amor, lo que en la época de
Éfeso ya se había perdido y que no será recuperado hasta este tiempo del fin.
Es también el Evangelio de la hora. Esta palabra
puede significar algo muy similar a lo que entendemos nosotros o bien algo más
figurado. Hay dos sentidos que parecen prioritarios: “ya es tarde”, es decir,
tarde en el cumplimiento profético, ya pasó el día y llegó el momento señalado,
ya es de noche; y también “el tiempo es breve”, tanto si a los oyentes les
queda poco tiempo porque ya es muy tarde como que el tiempo del juicio también
será breve (al menos, breve para todo lo que implica la duración del plan de
Dios).
El momento tan temido ha llegado, y ya no es tiempo de hacer
lo que se hace “de día”. El tiempo es breve porque muchos no sobrevivirán a los
juicios. Pero también el tiempo de los juicios será breve, en términos
históricos. Por todo ello, se trata tanto de un Evangelio de urgencia, como
dijimos más arriba, como de un Evangelio específico para un tiempo breve.
Digamos que no será decididamente el formato de Evangelio sobre el que se
escribirán muchos libros de teología que se estudiarán en muchos seminarios
para predicar a la sociedad durante mucho tiempo, sino más bien todo lo
contrario; es el mensaje que servirá para un muy corto tiempo. Paradójico,
porque es a la vez eterno.
Cómo será recordado y enseñado ese formato particular de
Evangelio durante el Milenio y más allá, creo que todavía resulta un misterio.
Aunque servirá para un tiempo muy breve, será crucial en el “cruce” de épocas y
sentará las bases de un nuevo enfoque teológico para un mundo nuevo, pero esto
aún nos resulta muy lejano.
El Mensaje del tiempo del fin es un Evangelio de profunda
adoración; el mandato del ángel es “adoren”. Esto lo podemos leer en varios
sentidos. Básicamente, la Salvación implica un cambio en la adoración, de
Satanás a Dios. Por otro lado, podemos suponer una idolatría extrema en el
tiempo del fin, que estamos viendo ahora, ya sea a ídolos tal como los
conocemos o al sistema del Anticristo, que está empezando a ser idolatrado de
maneras todavía sutiles. Recordemos lo que dice el capítulo anterior:
Apocalipsis 13:8 RVC
8 Y adoraron a la bestia todos los habitantes de la tierra,
todos los que no tienen su nombre inscrito en el libro de la vida del Cordero
que fue inmolado desde el principio del mundo.
Pero también tenemos a una sociedad de dura cerviz, que no
quiere inclinarse en genuina adoración y humillación ante Dios, extremadamente
dura de corazón. Recordemos que luego del juicio de la sexta trompeta leemos:
Apocalipsis 9:20-21 RVC
20 El resto de la gente, los que no murieron por estas
plagas, ni aun así se arrepintieron de su maldad, ni dejaron de adorar a los
demonios ni a las imágenes de oro, plata, bronce, piedra y madera, las cuales
no pueden ver ni oír ni caminar.
21 Tampoco se arrepintieron de sus asesinatos ni de sus
hechicerías, ni de su inmoralidad sexual ni de sus robos.
Aunque no estamos en ese contexto aún, hay una realidad dura
que no está logrando que la gente se doblegue. Pues bien, el Evangelio del fin
implica humillarse ante Dios, sin rodeos y sin suavizarlo, postrarse rendido
ante Él, reconocer que se ha sido extremadamente pecador y rebelde. Muy bien el
Evangelio “del fin” puede repetir el sermón de Jonathan Edwards del 8 de julio
de 1.741, “Pecadores en manos de un Dios airado”:
“El Dios que te mantiene sobre el abismo del infierno, muy parecido
a como uno sujeta una araña o un insecto repugnante sobre el fuego, te aborrece
y está enardecido; su ira contra ti arde como fuego; te considera indigno de
otra cosa que no sea ser echado en el fuego, sus ojos son tan puros que no
aguantan mirarte, eres diez veces más abominable a sus ojos que la peor
serpiente venenosa es a los nuestros. Tú lo has ofendido infinitamente más que
cualquier rebelde obstinado lo haya hecho contra su gobierno, y sin embargo no
es otra cosa que su mano lo que te detiene de caer en el fuego en cualquier
momento. Es solo por eso y ninguna otra cosa que no te fuiste al infierno
anoche, que pudiste despertar una vez más en este mundo después de haber
cerrado tus ojos para dormir, y no hay ninguna otra razón sino la mano de Dios,
por la cual no has caído en el infierno desde que te levantaste esta mañana. No
hay otra razón, fuera de su misericordia, que mientras lees este escrito, en
este mismo momento, no caes en el infierno.”
¿Será que si no hubiéramos dejado de predicar ESTE Evangelio
no sería necesario uno “nuevo”?
El Dios Trino tiene múltiples facetas, pero aquí se enfoca
en una de ellas, la más fundamental y primigenia: el Dios Creador.
Notemos que a partir de la venida de Cristo la predicación ha enfocado en Dios
Salvador, el Verbo hecho carne. A veces este enfoque ha llevado al error de
perder la dimensión de Dios Padre, Dios Creador. El Evangelio de los últimos
siglos ha enfocado tanto en el Hijo que perdió mucho de la revelación del
Padre, y por eso se explica que, en nación con un gran porcentaje de creyentes
tengamos los gobiernos más corruptos del mundo. Sencillamente los cristianos no
pueden “ver” las dimensiones de la justicia social y política. El evangelio de
Laodicea, el último que hemos escuchado antes del inicio de la guerra
biológica, exacerbó la dimensión de la misericordia y el perdón en Cristo, con
lo que se apartó aún más de la justicia y la santidad que exige el Padre.
La dimensión de Dios Padre y fundamentalmente, Creador, con
todas sus implicancias, ha estado particularmente ausente de la corriente
principal del Evangelio durante mucho tiempo. No es el espacio para hablar de
todo lo que ello implica; tiene que ver con nuestra propia dimensión física:
salud, alimentación, descanso, diseño biológico, genética, habilidades y forma
de pensar determinada por nuestros genes. También con la dimensión natural,
mayordomía de la naturaleza, revelación de Dios a través de Su obra. Todas
estas áreas se encuentran especialmente alteradas en el tiempo del fin,
precisamente porque son los juicios del Padre.
La salud del hombre, debilitada tanto por las condiciones
del medio y contaminación de los alimentos como por una vacunación
extremadamente nociva. El medioambiente alterado por la élite pero también
sufriendo los juicios de Dios. ¿Qué pasa con la naturaleza? El mundo biológico
y natural ha sido desde siempre un punto de referencia seguro para las
personas. Ha habido hambre, enfermedades y catástrofes geológicas, es cierto,
pero han sido más bien eventos raros en un mundo relativamente normal, no
fácil, pero en general, vivible. Todo esto se verá profundamente alterado en
estos tiempos y lo que constituía la seguridad más básica de las personas se
tambaleará. Por eso es que la gente necesitará escuchar nuevamente de ese Dios
Creador, que hizo todo lo que existe, que está permitiendo un juicio como nunca
antes, pero que también puede volver a re-crear lo que una vez hizo.
Pero también es el Dios que nos da nuestra identidad,
justamente, el Padre que nos hizo, ¿no habrá de saber qué hizo con cada uno de
nosotros? Este hombre del fin de los tiempos ya no sabe quién es, las certezas
más básicas y profundas que hasta hace pocas décadas hubiera sido impensable
cuestionar las habrá perdido. Si acaso puede volver los ojos al Cielo y
reconocer que hay un Dios, necesitará saber desesperadamente quién es él y cómo
relacionarse con ese Dios, y por qué Él querría rescatarlo.
El “cielo y la tierra” tiene una connotación de “toda la
creación”, según la costumbre hebrea de abarcar la totalidad con dos “extremos”
u opuestos. Pero aquí hay una ampliación de la imagen, porque se agregan “el
mar y los manantiales de agua”, esto es, el agua que está arriba en la tierra,
en la superficie y la que está abajo, en los acuíferos, y que se obtiene de los
pozos o manantiales.
Por lo pronto, es un Evangelio de la naturaleza, que
vuelve a encontrar a Dios en la Creación, y lo explica a través de los
fenómenos naturales, que ahora se encontrarán profundamente alterados, por
cierto.
Es un Evangelio de todas las dimensiones espirituales.
Me explico, en esos cuatro ámbitos existen sendos reinos de las tinieblas, con
sus operaciones particulares. El mensaje del fin explica qué hay en cada lugar
y cómo intervienen en el conflicto espiritual.