domingo, 4 de febrero de 2018

403. El Espíritu de la Religión no forma hijos

Gálatas 4:6-11 RVC
6 Y por cuanto ustedes son hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: «¡Abba, Padre!»
7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, también eres heredero de Dios por medio de Cristo.
8 Ciertamente, en otro tiempo, cuando ustedes no conocían a Dios, servían a los que por naturaleza no son dioses;
9 pero ahora que conocen a Dios, o más bien, que Dios los conoce a ustedes, ¿cómo es que han vuelto de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales quieren volver a esclavizarse?
10 Ustedes guardan los días, los meses, los tiempos y los años.
11 ¡Me temo que, con ustedes, yo he trabajado en vano!


Donde hay Religión puede haber mucho trabajo, mucha actividad y muchas “construcciones”, pero no hay “hijos”. Podemos ser siervos eficientes, obreros intachables, colaboradores esforzados, pero difícilmente hijos. Estamos pendientes de nuestra paga no de las promesas. Esperamos cosechar lo que sembramos y no recoger lo que Otro sembró para nosotros. Entendemos el servicio, pero no el amor. Procuramos la justicia sin la misericordia, o somos indulgentes y tolerantes sin verdad.

La Ley es el “corralito” que se le pone al niño para que no se escape, pero el hijo tiene una guía interior: el Espíritu.

Esto es lo “nuevo” que Pablo trae en esta carta, en realidad, que les recuerda a los gálatas: la presencia del Espíritu Santo y su obra en el creyente. Ellos habían descuidado al Espíritu y por eso cayeron fácilmente en el engaño de la Religión, que va al alma. Si hubieran estado viviendo en el Espíritu, aunque con errores, no habrían caído en ese engaño.

Lo maravilloso de la gracia es que ahora el Espíritu, Dios mismo, mora en nuestros corazones. Ya no necesitamos ese complejo andamiaje externo de leyes y reglamentos que era la Ley. Mejor dicho, la “Ley” que les estaban tratando de imponer a ellos los judaizantes, que NO ERA la Ley que Dios le había dado a Moisés, no nos confundamos.

No se puede comparar tener al Espíritu viviendo en nuestros corazones versus tener una larga lista de mandatos y controles externos. Pero es necesario vivir por el Espíritu, es decir, el alma necesita someterse al Espíritu para que así esa voz interior pueda guiarla en cada momento. La Palabra ya no es un larguísimo y aburridísimo libro de historias y genealogías, sino algo vivo, literalmente, con capacidad para hablarnos en nuestra realidad.

Muchas veces se intenta convencer a los inconversos sobre la originalidad de la Biblia, y no digo que esté mal. El problema es que hasta que eso no se experimenta sólo son buenos argumentos, nada más. La Palabra no se vuelve viva porque razonemos sobre ella, lo hace cuando le permitimos al Espíritu hacerla viva.

Y este hijo es ahora heredero, es decir, tiene las promesas que Jesús ganó legítimamente (y que Satanás había usurpado). El heredero disfruta de la herencia, no hizo nada para conseguirla, simplemente la recibió.

En este tiempo en el que las promesas se han estirado como chicle, ocurre en los cristianos fieles la reacción contraria: rechazan la perversión de la gracia pero tienden a caer en alguna nueva forma de legalismo, o al menos, descuidan la perspectiva de hijos. Ciertamente necesitamos un “equilibrio”, o mejor dicho, necesitamos entender bien qué es ser hijos.

La gracia pervertida, las promesas estiradas, en realidad se transforman en una nueva forma de religión y de legalismo. En realidad, no existe una “gracia pervertida”, es decir, una forma de “gracia” que es corrupta, inevitablemente cualquier perversión de la gracia se transforma en Religión, sin gracia. Aún las promesas baratas lo son.

La verdad de lo que es ser hijos y herederos necesita hoy ser defendida de los excesos a “derecha” y a “izquierda”.

La realidad de la iglesia de Galacia era que, habiendo conocido la verdadera gracia y la maravillosa naturaleza de ser hechos hijos y herederos, volvieron a la pobre esclavitud de la Ley. Pablo no podía entender eso, para él la diferencia era tan clara y abismal (porque había sufrido toda la profundidad del Espíritu de Religión en carne propia) que resultaba incomprensible. Lo cierto es que el “espíritu de los gálatas” se ha extendido en las iglesias modernas.

“Débiles y pobres rudimentos” que se encuentran majestuosamente predicados en algunos púlpitos modernos. Incluso ensalzados por los judaizantes modernos, casi del mismo estilo que en la época de Pablo aunque sin la circuncisión (bueno, algunos sí).

“Ustedes guardan los días, los meses, los tiempos y los años.” Esto se refiere a fiestas y conmemoraciones especiales, el ceremonial judío que ellos estaban cumpliendo “religiosamente”. Aquí necesitamos profundizar un poco más.

En los últimos tiempos estamos viendo por el Espíritu que hay momentos “especiales” en el año, ya sea a nivel mundial como a nivel nacional o local. En realidad, la mayoría de las veces nos damos cuenta de que son “especiales” porque hay una intensa actividad satánica en ellos; los brujos están “a full” en esos días haciendo sus trabajos. También vemos que hay “maldiciones en el tiempo”, es decir, un momento en el año, o cada tantos años, en el que Satanás ataca con especial furia; ya sea a nivel nacional como individual. Por otro lado, tenemos la temporización de las fiestas judías, tanto las principales que indican eventos de la primera y segunda venida de Cristo, como de las menores, que indican momentos en los que Dios ha dividido el tiempo.

Todo esto está demasiado cerca de transformarse en una nueva forma de Religión. La diferencia está, precisamente, en el espíritu con que tomemos esta nueva luz. O se transforma en nuevos días y tiempos para guardar año tras año siguiendo determinados ritos, o atacamos las maldiciones colocadas en el tiempo con la autoridad de Cristo. Los sacrificios, año tras año, no podían quitar el pecado, solo cubrirlo. Si hay maldiciones en el tiempo sobre un territorio, en Argentina, por ejemplo, están colocadas hacia mediados de diciembre y alrededor de Semana Santa, no debemos transformarlas en un “nuevo rito”, simplemente sabemos que en esa época los reyes enemigos “salen a la guerra”, así que allí estaremos hasta que sean derrotados en el nombre de Cristo.

No se trata de que tal o cual día nos haga más o menos santo, o nos dé más o menos mérito cumplir con una serie de rituales especificados, se trata de saber que en ese momento hay una cita divina para contraponer los diseños divinos. Los días, los meses, los tiempos y los años, no son un ritual vacío para obtener méritos espirituales, son los diseños del mundo espiritual y nuestros momentos de combatir y establecer, es decir, podemos combatir y establecer porque actuamos con la autoridad de hijos. Pero si el Espíritu no nos guía a eso, si durante un tiempo somos llevados a ocuparnos de otras cosas y no prestar atención a los tiempos, ¿cuál es el problema? Él es la guía y Él tiene el derecho de establecer “nuestros” tiempos, es decir, qué haremos y en qué nos ocuparemos en cada momento. La Ley no hace eso, pone un modelo igual para todos.

De todas formas, a medida que conocemos más de los diseños espirituales tenemos que tener cada vez más cuidado de no caer en alguna nueva forma de Religión - Hechicería “cristiana”; precisamente porque el mundo de las tinieblas se maneja así y es muy fácil replicar “por espejo” las mismas formas.

¡Hijo de Dios, ayúdanos a ser conformados a tu naturaleza de nosotros! ¡Bendito Espíritu, muévete con libertad en todo nuestro ser!


Danilo Sorti


402. El Espíritu de la Religión y su verdadero propósito: formar esclavos

Gálatas 4:1-5 RVC
1 Pero digo también: Mientras el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo,
2 sólo que está bajo tutores y guardianes hasta el tiempo señalado por el padre.
3 Así también nosotros, cuando éramos niños, vivíamos en esclavitud y sujetos a los principios básicos del mundo.
4 Pero cuando se cumplió el tiempo señalado, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer y sujeto a la ley,
5 para que redimiera a los que estaban sujetos a la ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos.


“Mientras el heredero es niño, en nada difiere del esclavo”. La imagen aquí es la del joven heredero de una fortuna, aquel que podía tener tutores y guardianes que hubieran sido designados (y pagados) por el padre. ¡Qué mejor imagen para representar al Pueblo de Dios mientras estuvo la Ley!

La imagen de la esclavitud resulta bastante difusa para muchos porque no es algo tan común, es decir, debería ser solo una (de tantas) mancha negra de la historia de la humanidad, pero sigue siendo actual. Según datos al momento de escribir este artículo, existen más de 40.000.000 de esclavos en el mundo (el informe de la OIT y Walk Free Foundation, del año 2016, se puede ver en: http://www.alliance87.org/2017ge/modernslavery#!section=1; algunos artículos al respecto se pueden leer en: http://cnnespanol.cnn.com/2017/09/19/en-el-mundo-hay-40-millones-de-esclavos-segun-nuevo-informe/#0, http://www.elmundo.es/internacional/2016/05/31/574d44db468aeb0b218b4575.html).

Por supuesto que la cifra es un estimado y no tiene en cuenta la gran masa laboral mundial que, si bien no se encuentra en una situación formal de esclavitud, tampoco está demasiado lejos de ella.

Un esclavo es aquel cuya voluntad y acciones dependen de las decisiones de otro; no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, ni sobre su tiempo, ni sobre sus actos, ni sobre sus palabras. Su bienestar no es lo importante sino el bienestar de su amo y su única función en la vida es servir. Su vida tampoco es importante con tal de que cumpla su misión. No tiene derechos, sólo obligaciones. No puede reclamar nada. No tiene deseos propios, solo cumplir con la voluntad de su amo. No piensa por sí mismo, otro piensa por él. Cualquier parecido con la sociedad moderna… ¿será pura coincidencia?

Ahora bien, una lectura superficial de la fe cristiana ha llevado a muchos a considerarse como “esclavos de Cristo”, basándose en algunos pocos pasajes como:

1 Corintios 7:22 RVC
22 Porque el que era esclavo cuando el Señor lo llamó, es libre en el Señor. Del mismo modo, el que era libre cuando el Señor lo llamó, es esclavo de Cristo.

Efesios 6:5-6 RVC
5 Ustedes, los siervos, obedezcan a sus amos terrenales con temor y temblor, y con sencillez de corazón, como obedecen a Cristo.
6 No actúen así sólo cuando los estén mirando, como los que quieren agradar a la gente, sino como siervos de Cristo que de corazón hacen la voluntad de Dios.

Lo cierto es que esos pasajes no están hablando del “concepto duro” de la esclavitud, sino usándola como ejemplo para hablar de otros temas. Pero el concepto de “esclavo de Cristo” es particularmente atractivo para los que tienen “mente de esclavo”, como Estamateas escribiera hace años ya. Ellos son especialmente atraídos por el mensaje de la Religión, porque no necesitan cambiar su estructura de pensamiento de raíz sino adaptarla: de esclavo del Adversario a esclavo de Dios; es muy “sencillo”; cambian de Amo y de condiciones de esclavitud.

El problema es que los tales INEVITABLEMENTE terminan siendo esclavos de algo muy diferente, y no de Dios, ¡porque Dios nunca hace esclavos! Él no habla a los “esclavos” (metafóricamente) porque Él solo puede tener hijos; el que quiere escuchar la “voz del capataz de esclavos” no puede nunca discernir la voz de amor del Espíritu y termina escuchando la voz del Espíritu de Religión, que sabe muy bien cómo hablar a los esclavos. Entonces, convencidísimos de que están escuchando la voz de Dios, esta gente sigue los designios de la Religión.

Lamentablemente, la esclavitud humana es inevitable para muchos, pero no la del espíritu: “Porque el que era esclavo cuando el Señor lo llamó, es libre en el Señor.” Pero son muchos, muchísimos, quienes eligen voluntariamente la esclavitud espiritual.

En el informe que citamos anteriormente se habla de que un 71 % de los esclavos son mujeres. Más de la mitad de los creyentes son mujeres, y también son víctimas de la esclavitud espiritual; todavía en muchas iglesias son consideradas “ciudadanos de segunda” y se les niegan ciertas funciones ministeriales. El 75 % de las víctimas son niños. De la misma forma, las víctimas preferidas del Espíritu de la Religión son los niños espirituales, es decir, aquellos que son nuevos en la fe o bien los que nunca maduraron.

Poco más de un tercio de los esclavos actuales lo son por explotación laboral. La Religión obliga a las personas a trabajar mucho para agradar al “Señor”, pero nunca es suficiente y al final solo queda agotamiento. Dentro de las muchas actividades que realizan, un cuarto está confinado a labores domésticas. De la misma forma, la Religión prefiere que sus esclavos se queden haciendo muchas cosas “en la iglesia”. Alrededor del 18 % trabaja en la construcción, otro de los ámbitos favoritos de la Religión: usar a las personas para construir “templos” y edificios, que disfrutarán otros.

Alrededor de un tercio de los esclavos modernos (principalmente mujeres) lo son por haber sido obligados al matrimonio. La esclavitud de la Religión es una “unión espiritual” con un ser muy diferente al Novio. La explotación sexual es otra área y uno de los negocios más lucrativos del mundo. La religión es descrita de esa forma:

Apocalipsis 2:20-22 RVC
20 Pero tengo algunas cosas contra ti: Tú toleras a Jezabel, esa mujer que se llama profetisa, pero que seduce a mis siervos y los lleva a incurrir en inmoralidad sexual y a comer lo sacrificado a los ídolos.
21 Le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere renunciar a su inmoralidad sexual.
22 Por tanto, a ella y a los que con ella adulteran los haré caer en cama; y si no se arrepienten de sus malas obras, los haré sufrir en gran manera.

Los primeros lectores podían entender perfectamente todas las dimensiones de la palabra “esclavitud”. Y también sabían que había bastantes esclavos que no la pasaban mal; aunque sin libertad ni derechos, podían tener una vida relativamente buena si el amo era consciente; no debemos pensar que en ese entonces todos los amos fueran personas malas y crueles (como hoy). Ya la Biblia lo decía:

Eclesiastés 10:7 RVC
7 He visto a esclavos andar a caballo, y a príncipes andar a pie, como si fueran esclavos.

Un esclavo podía llegar a tener una buena vida.

Deuteronomio 15:16-17 RVC
16 »Si tu esclavo te dice: “No quiero dejarte”, porque te ama a ti y a tu familia, y porque está a gusto contigo,
17 entonces tomarás una lesna y le horadarás la oreja contra la puerta, y para siempre será tu esclavo. Y lo mismo harás con tu esclava.

La situación del joven heredero era parecida a la del esclavo de un amo bueno y adinerado. Pero tal esclavo tenía un límite: podía disfrutar de una vida mejor que la de muchos hombres libres, pero cuando su amo quisiera podía mandarlo a matar o quitarle todos sus privilegios. La mejor comparación que tenemos hoy es la de los altos ejecutivos de una empresa: disfrutan de salarios astronómicos a cambio de venderse a la corporación: su tiempo, su mente, su voluntad, hasta que una fusión o  reestructuración los deja de patitas en la calle…

El niño parece un esclavo, desde “afuera” se lo puede ver como tal y él mismo se puede considerar así (por eso la rebeldía adolescente para romper las cadenas de la “esclavitud infantil”… hasta que se dan cuenta de que tienen que trabajar, cocinarse, lavar su ropa, pagar sus cuentas…). Pero el niño está en formación, necesita esos límites y restricciones para poder desarrollarse. Es decir, su capacidad de acción debe estar contenida en ciertos límites estrechos porque no podría manejar adecuadamente una libertad mayor o evitar los peligros y daños hacia terceros que implicaran sus acciones.

A medida que resuelve exitosamente las “pruebas” y va madurando, esos límites pueden ser expandidos hasta que llega el momento en que puede manejar la libertad de un adulto (se supone…). De acuerdo con la corriente del presente siglo malo, ciertos sectores se esfuerzan en bajar las edades socialmente aceptables para realizar determinadas actividades, con el fin de lograr una “maduración precoz” que no es tal sino que en realidad desarrolla una personalidad arriesgada e insegura, que fácilmente seguirá luego los dictados de un dictador mundial. El cerebro no termina de madurar sino hasta después de los veinte años, mal que les pese a nuestros adolescentes, los “cachorros humanos” no están biológicamente preparados todavía para asumir ciertos derechos y sus responsabilidades consecuentes.

La Ley cumplía la función de preparar a un pueblo a fin de que, llegado el tiempo, pudiera entender la Fe. Había un tiempo en que Israel podía madurar y alcanzar lo que Dios pretendía formar en ellos. Son procesos de cambio social; y tenemos muchos ejemplos de ello porque en el último siglo, y particularmente, en las últimas décadas, hemos visto muchos sucederse rápidamente, aunque no precisamente conforme los diseños de Dios. La sociedad empieza a aceptar cosas que antes no y viceversa, cambian las costumbres, pero fundamentalmente, aparecen nuevos conceptos, ideas y valores; puede ser que un sector los acepte y otro los rechace con todas sus energías, es más, puede ser que la mayoría de la sociedad rechace tal cosa “nueva”, pero lo cierto es que ambos grupos, por más antagonistas que sean, entienden lo que esas nuevas palabras significan.

La Ley debía formar la imagen de un Dios perfectamente santo y superior a todos los “dioses”, a Israel le costó cientos de años entender eso, pero una vez que lo comprendió y se les grabó a fuego, pudieron extender esa verdad por todo el mundo y enfrentar la idolatría reinante; los otros pueblos, por más que rechazaran a ese “Dios de Israel” escucharon el concepto de un único Dios de todo el mundo. Eso no existía en sus mentes y no fue ampliamente aceptado durante siglos, de hecho tampoco hoy, pero el concepto ya estaba “inscrito” en un pueblo y cualquier pagano que fuese, y fuera hoy, tocado por el Espíritu, tendría alguien que se lo pudiera explicar claramente.

La Ley debía generar la expectativa de un Libertador, de un Mesías; allí estaba escrita la promesa y, de hecho, todo lo que le pasaría para que pudieran saber quien sería. Ellos lo esperaban, y cuando vino, muchos pudieron reconocerlo; pero si nadie lo hubiera esperado, ¿quién se habría dado cuenta de que estaba caminando entre ellos?

La Ley fue una contención, les dio unidad e identidad como nación, les puso límites y les dio un ideal de vida, les enseñó quién era Dios y les mostró Sus cualidades. Pero la Ley cumplió la función de ser un ideal “inalcanzable”, para que se gestara en la nación el deseo de “algo más”. La Ley fue una especie de esclavitud porque les imponía límites muy precisos, que al final los dejaban frustrados porque no podían cumplirlos.

La Ley debía servir como un recipiente para contener la vida humana y permitir su verdadero desarrollo pero produjo lo contrario debido a la naturaleza humana pecadora. Eso no tomó por sorpresa a Dios, no se suponía que con Jesucristo debía haber una reedición de la Ley; era parte de Su plan.

De esclavos a hijos es un tema que ha generado muchos libros y predicaciones. Hoy nosotros tenemos esa verdad claramente expuesta, no era así para los primeros cristianos; por más que la revelación ya estuviera dada, tenía que establecerse en la joven iglesia.

Entender y aceptar esta transformación en hijos sigue siendo uno de los principales desafíos de los cristianos; conocer las profundidades del amor del Padre, descansar en él, volvernos como niños, son cosas que muy fácilmente perdemos de vista en función de nuestro “servicio” cristiano. ¡Señor, ayudanos!



Danilo Sorti


401. El Espíritu de la Religión y el mal uso de la Ley

Gálatas 3:19-26 RVC
19 Entonces, ¿para qué sirve la ley? Pues fue añadida por causa de las transgresiones, hasta que viniera la simiente, a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en manos de un mediador.
20 Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios sí es uno.
21 ¿Contradice la ley a las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Porque, si la ley dada pudiera dar vida, la justicia sería verdaderamente por la ley.
22 Pero la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuera dada a los creyentes.
23 Pero antes de que viniera la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada.
24 De manera que la ley ha sido nuestro tutor, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe.
25 Pero al venir la fe, no estamos ya al cuidado de un tutor,
26 pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.

Gálatas 3:19-26 TLA
19 Entonces, ¿para qué sirve la ley? Pues después de hacerle su promesa a Abraham, Dios nos dio la ley para mostrarnos lo que estábamos haciendo mal. Pero esa ley serviría sólo hasta que viniera el descendiente de Abraham, a quien Dios le hizo la promesa. Dios le dio la ley a Moisés por medio de los ángeles, para que él nos la diera a nosotros.
20 Pero cuando Dios le hizo la promesa a Abraham, no usó mensajeros, sino que se la hizo personalmente.
21 Esto no significa que la ley esté en contra de las promesas de Dios. ¡De ninguna manera! Porque si la ley pudiera darnos vida eterna, entonces Dios nos hubiera aceptado por obedecerla.
22 La Biblia dice que el pecado nos domina a todos, de modo que el regalo que Dios prometió es para los que confían en Jesucristo.
23 Antes de eso, la ley fue como una cárcel, donde estuvimos encerrados hasta que vimos que podíamos confiar en Cristo.
24 La ley fue como un maestro que nos guió y llevó hasta Cristo, para que Dios nos aceptara por confiar en él.
25 Pero ahora que ha llegado el tiempo en que podemos confiar en Jesucristo, no hace falta que la ley nos guíe y nos enseñe.
26 Ustedes han confiado en Jesucristo, y por eso todos ustedes son hijos de Dios.


¿Por qué Dios habría de establecer algo para después desecharlo? Ese es un argumento “poderoso” que utiliza el Espíritu de Religión. Pero simplista. “La ley fue como un maestro que nos guió y llevó hasta Cristo”. Aquí tenemos un proceso. La Ley fue una etapa que tuvo un rol principal durante un tiempo pero que luego quedó subordinada a una revelación superior.

De nuevo tenemos aquí el mismo problema con la estructura de pensamiento religiosa: una visión estática de las cosas: “tal como fue así será siempre”, lo cual es una media verdad. Sin embargo el Espíritu está hablando claramente de un tiempo nuevo. En realidad, tenemos tres tiempos aquí: de Abraham a Moisés, de Moisés a Jesús y de ahí en adelante. Es decir que el “cambio de tiempos” en realidad tampoco era algo nuevo. El Espíritu de Religión había “eternizado” uno solo de esos tiempos.

Esta visión de proceso es una forma más compleja de entender el funcionamiento del Universo y en realidad, a Dios mismo, Su Creador. Pero “cambio” es la palabra que no entienden ni toleran fácilmente muchas personas, de ahí que el Espíritu de Religión tenga lugar.

Si conociéramos más la naturaleza y cómo funciona el mundo físico biológico, que expresa claramente los principios que Dios estableció en él con lo cual lo reflejan a Él mismo, entenderíamos al mirar los seres vivos que es por demás de común la existencia de estructuras que cumplen una función durante un tiempo.

Pensemos en la placenta; sin ella los mamíferos no podríamos vivir (excepto el ornitorrinco y el equidna, que ponen huevos); nos conecta con nuestra madre mientras estamos en el útero y se encarga de pasarnos el oxígeno y el alimento, a la vez que eliminar nuestros desechos. Hay una serie de genes que se encargan de formarla y su función se reduce a esos nueve meses, lo cual puede significar, para una persona que viva 80 años, menos del 1 % del total de su existencia. Tendríamos muchos ejemplos si analizamos la embriología (el desarrollo de los organismos antes de nacer) y los estadíos juveniles de los animales. Otro ejemplo es la semilla, una estructura que le permite al pequeño embrión vegetal dispersarse, germinar y sostenerse durante los primeros días pero que luego no vuelve a aparecer nunca más en la vida del individuo.

Sin profundizar en conocimiento biológicos, Pablo toma un ejemplo similar al hablar de la educación del niño: la Ley es comparada con un maestro, con un tutor, que guía, educa y mantiene al niño “encerrado” hasta que llegue la madurez (es decir, le impide salir al mundo a enfrentar peligros para los cuales no está todavía preparado). Notemos que este “niño” del que habla Pablo no es un niño físico ni el creyente en sus primeras etapas de la fe, sino el Pueblo de Dios, Israel en este caso.

La Ley sirvió para muchas cosas que no voy a profundizar aquí; mostró a un Dios perfectamente santo en medio de una religiosidad pagana y libertina que dominaba al mundo, enseñó el camino de la vida correcta, aunque permaneció siempre como un ideal porque era imposible de cumplir (y para eso proveyó los sacrificios); y de esta forma preparó al pueblo para entender que Aquel que cumpliera perfectamente dicho camino sería el Enviado. La Ley hizo un gran trabajo preparando durante más de mil años a la nación de Israel de forma que pudieran recibir al Mesías y entregarlo así al mundo. Recordemos: estamos hablando de procesos sociales, no del desarrollo de un niño en adulto, aunque incluso eso requiere un tiempo largo si lo comparamos con la duración total de nuestra vida (algunos dicen que los primeros cuarenta años de la vida de un niño son los más difíciles…).

Es entendible que muchos sientan atracción por un sistema tan organizado y complejo como fue la Ley Mosaica, y que tengan un poco de vértigo ante la libertad de la Ley de Cristo, por lo que “necesitan” construir vallas de contención… que lo único que contienen es al asqueroso demonio de la Religión.

El corolario es que ahora tenemos libertad, y un poco más adelante se encargará Pablo de aclarar que esa libertad no es para pecar ni mucho menos, sino para manejarnos conforme la guía interna del Espíritu, aquel que nos instruye, y sin tener una interminable lista de mandatos, muchos de los cuales, los rituales, habían perdido ya su valor.

Gálatas 3:27-29 RVC
27 Porque todos ustedes, los que han sido bautizados en Cristo, están revestidos de Cristo.
28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús.
29 Y si ustedes son de Cristo, ciertamente son linaje de Abrahán y, según la promesa, herederos.

Gálatas 3:27-29 TLA
27 Porque cuando fueron bautizados, también quedaron unidos a Cristo, y ahora actúan como él.
28 Así que no importa si son judíos o no lo son, si son esclavos o libres, o si son hombres o mujeres. Si están unidos a Jesucristo, todos son iguales.
29 Y si están unidos a Cristo, entonces son miembros de la gran familia de Abraham, y tienen derecho a recibir las promesas que Dios le hizo.

Al estar unidos o revestidos de Cristo no hace falta ya ese “tutor”, que nos remite al palo que se pone al lado del arbolito recién plantado para que crezca derecho, y que la mayoría pone mal porque en realidad hay que colocar dos o tres a cierta distancia del tallo y sosteniéndolo con una cuerda retorcida de fibra vegetal que se revisa periódicamente. Un buen tutor permite que el arbolito tenga cierto movimiento para que así desarrolle un tronquito resistente; de otra forma cuando se lo retira y queda expuesto a los vientos es probable que se quiebre. El palo que muchos ponen al lado del tronco está clavado en tierra removida y termina moviéndose igual que el árbol, sin cumplir su función. Y así es la Ley “a la usanza humana”: parece una guía para el crecimiento pero no hace más que satisfacer los deseos humanos.

Revestidos de Cristo implica que en nuestro interior tenemos la voz de Cristo, que la ley está escrita en el corazón, que cada situación se resuelve con la guía del Espíritu. Por supuesto, esto no quita la necesidad de conocer la Palabra.

Pero al estar así revestidos de Cristo, al haber sido hechos “uno” con Él aparece algo más: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús.” La Ley necesariamente excluye, y eso quedaba bien en claro en la Ley Mosaica, y queda demostrado también en todas las “recreaciones” de la Ley que intentan hacer los cristianos hoy.

Este es un principio fundamental y fundacional. En una oportunidad un hermano discutía conmigo diciéndome que esto no se aplica al “sacerdocio” (es decir, ministerio cristiano) y que por lo tanto no es fundamento para el ministerio de las mujeres. Y es verdad, no se aplica al “sacerdocio”, ¡se aplica a todo lo que implica la vida cristiana!, dentro de lo cual cae, por supuesto, el sacerdocio.

Esta es una afirmación de la naturaleza del creyente, no de funciones ni actividades, sino de esencia. La esencia es lo principal, las funciones y roles son secundarios; si algo rige para lo superior, rige para lo inferior.

Es sorprendente y lamentable ver como todavía tantos cristianos impiden el ministerio de las mujeres (que constituyen holgadamente más del 50 % de los creyentes) basados en sus conceptos religiosos. Es igualmente sorprendente y lamentable como algunos gastan tanto tiempo valioso, del poquísimo que nos queda, en discutir sobre el asunto. No quisiera estar en la piel de esos líderes cuando el Señor les pida cuentas.

Unidos a Cristo, revestidos de Él, hechos iguales ante Él y constituidos herederos de las promesas, ¿por qué? Sólo por gracia. ¡Con razón tenemos tantos himnos y canciones sobre ella! ¡Con razón será fuente de inspiración por la eternidad! Nunca, en los eones por venir, cesaremos de cantar sus maravillas. Nunca, por los siglos de los siglos, dejaremos de descubrir nuevas profundidades y dimensiones de la gracia.

La maravilla de la Ley, lo increíblemente fantástico que tiene, es que permitió que nos resplandeciera la Luz de la Gracia. Noche tras noche miramos la Luna y nos maravillamos de ella. Pero no se compara con el Sol. Israel permanecerá, entre muchas otras cosas, como nuestro recordatorio eterno de la Ley, como la puerta que se nos abrió a la Gracia y que nos dio entrada a todos. ¡Eso también lo recordaremos por la eternidad!

La Ley no es algo “descartable”, una parte de la Biblia que podemos borrar sin demasiadas consecuencias, ¡nada de eso! Pero no está por encima de la Gracia que nos fue revelada.


Danilo Sorti


400. El Espíritu de la Religión: exclusivismo y nueva luz

Gálatas 3:13-14 RVC
13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, y por nosotros se hizo maldición (porque está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero»),
14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abrahán alcanzara a los no judíos, a fin de que por la fe recibiéramos la promesa del Espíritu.

Ya vimos que la Ley no es, obviamente, maldita, pero debido a que contiene una maldición para el que no la cumple, todo hombre cae bajo maldición si decide vivir por la Ley. En realidad, los ministros del Espíritu de la Religión nunca predican la verdadera Ley sino un recorte conveniente a sus intereses.

Jesucristo cumplió con la Ley, el Único, y cargó la maldición que ella encerraba a través de una declaración que muy fácilmente hubiera podido pasarse por alto si el Espíritu no la hubiera mostrado: «Maldito todo el que es colgado en un madero».

Entre paréntesis digamos que los creyentes solemos clasificar a los pasajes en “principales” y “secundarios”, enseñamos y predicamos sobre los primeros y nos olvidamos de los segundos. Pero ¿cuántos fieles antes de Cristo hubieran dicho que ese pasaje en particular era de los “principales”? No creo que muchos, sin embargo el Espíritu tenía otra perspectiva. Esto debería hacernos un poco más humildes cuando hablamos de la Palabra de Dios: hay pasajes por los cuales el Señor nos está hablando hoy y es importante que los aprendamos; hay pasajes cuyo significado profundo todavía nos permanece “oculto”, o velado en parte; no son “secundarios”, es “territorio por descubrir”.

Ahora bien, la religión siempre tiene una cuota de “prestigio”, inevitablemente crea ese “club exclusivo” en el que pocos entran y menos aún alcanzan la membresía VIP. Allí asoma Leviatán su horrorosa cabeza con muy poco disimulo: aquellos que hacen el esfuerzo de cumplir con la lista de deberes religiosos, y de hecho los cumplen, son los que luego pueden “alardear” con falsa humildad y disimulados elogios entre los hermanos. Aquellos que se esfuerzan pero lo cumplen a la mitad sólo están en camino, pero sueñan con llegar.

A nivel social, los que alcanzan más títulos y reconocimiento, por su esfuerzo y dedicación a una labor, son los líderes, aquellos a los que la gente admira y sigue; y eso alimenta su ego. A nivel “eclesiástico” es lo mismo, y adquiere la forma de religiosidad: mientras más esfuerzos y méritos humanos realice la persona, más mérito adquiere ante la comunidad de cristianos.

Leamos el pasaje que cita Pablo:

Deuteronomio 21:22-23 RVC
22 »Si alguien comete un crimen que merezca la muerte, y lo haces morir y lo cuelgas de un árbol,
23 no dejen que su cuerpo se quede en ese árbol toda la noche. Lo enterrarás ese mismo día, porque quien es colgado de un árbol está bajo la maldición de Dios. No contamines la tierra que el Señor tu Dios te da en posesión.

Nada más lejos de los honores que busca el Espíritu de Religión. Ya el Espíritu lo había anunciado de manera velada. Jesucristo le quitó su poder a este Espíritu haciendo precisamente lo contrario.

Ahora bien, “tanto esfuerzo”  que nos lleva a hacer la religión ¿para qué? Tener un a membresía VIP es un aliciente, pero necesariamente tiene que haber alguna “promesa especial” reservada para ellos, es decir, necesariamente deben “apropiarse” de algunas promesas y necesariamente deben “quitarlas” del resto de los cristianos. ¿Por qué alguien desearía seguir ese pesado camino religioso? Solo por los “laureles” no es suficiente motivación.

Pero Pablo está deshaciendo los argumentos de “promesas reservadas” a los que cumplen con los ritos religiosos al afirmar que en Cristo tenemos la “bendición de Abraham”. Esta expresión se refiere en un sentido general a todas las promesas recibidas por Abraham y sus descendientes, es decir, todo lo que legítimamente ganó y merecía Cristo en esta Tierra, además de la vida eterna. Pero en un sentido más particular:

Gálatas 3:14 DHH
14 Esto sucedió para que la bendición que Dios prometió a Abraham alcance también, por medio de Cristo Jesús, a los no judíos; y para que por medio de la fe recibamos todos el Espíritu que Dios ha prometido.

Esto es, que la salvación alcanzaría a todos por igual y no solo a Israel, con lo que los no judíos no necesitaban hacerse israelitas para agradar a Dios.

Génesis 12:3 RVC
3 Bendeciré a los que te bendigan, y maldeciré a los que te maldigan; y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.»

Génesis 26:4 RVC
4 Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y a tu descendencia le daré todas estas tierras. Todas las naciones de la tierra serán bendecidas en tu simiente,

De nuevo, esto es un “sangriento atentado” contra la pretensión religiosa de tener “promesas exclusivas” para un pueblo o grupo. La Religión nos lleva a mirar el pasado, pero no es el verdadero pasado, sino un pasado convenientemente modificado a sus intereses.

Gálatas 3:15-18 RVC
15 Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto nadie puede invalidarlo, ni tampoco se le puede añadir nada, aunque sea un pacto humano.
16 Ahora bien, las promesas fueron hechas a Abrahán y a su simiente. No dice: «Y a las simientes», como si hablara de muchos, sino: «Y a tu simiente», como de uno, que es Cristo.
17 Digo, pues, que el pacto previamente ratificado por Dios no puede ser anulado por la ley, que vino cuatrocientos treinta años después, pues invalidaría la promesa.
18 Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abrahán mediante la promesa.

El exclusivismo se mantiene en buena medida creyendo que la revelación dada a tal grupo fue la “última y definitiva”, por lo que al ser depositarios y custodios de tal luz se transforman en un linaje especial.

De hecho los israelitas habían hecho un muy buen trabajo custodiando las Escrituras, copiando y controlando celosamente que no hubiera errores. ¡Eso era perfectamente válido! Pero la interpretación que hacían de esas Escrituras no necesariamente. Fácilmente se confunde el hecho de recibir luz sobre algunas verdades bíblicas con “tener” esas verdades con derecho de exclusividad. Lo cierto es que el Único que tiene el copyright de la Verdad Revelada es Dios, y tiene una licencia “Creative Commons” sin restricciones de uso y copia aunque sin autorización para modificarla.

Ahora bien, Pablo toma esta “muy vieja verdad”, que pertenecía al más profundo fundamento del judaísmo… y le da una nueva interpretación. Esto es lo que llamaríamos una “nueva revelación”, aunque algunos prefieren llamarlo “nueva luz” sobre la Palabra.

El exclusivismo religioso no solo incluye la “membresía VIP”, sino también el “único derecho” a interpretar la Palabra. Esta es una de las áreas en donde más dominio mantiene todavía, dado que siguen siendo relativamente pocos los cristianos que se atreven a entender la Palabra bajo la guía del Espíritu y sin tener el eco resonante de la voz de sus maestros o líderes en la cabeza.

Pablo no está diciendo nada que no estuviera ya en la Palabra, y para nosotros es algo muy sabido, pero no lo era así para ellos. Esa “nueva interpretación” estaba arrojando luz sobre la gracia que se había manifestado en Cristo.

Y de nuevo, tenemos en problema de la “antigüedad”: la Religión apela siempre a su mayor antigüedad, pero Pablo está mostrando que en realidad lo más antiguo era la gracia.

El pacto de Dios fue un pacto de gracia. Hoy muchas iglesias “recrean” el término pacto introduciendo una “nueva” práctica religiosa en su ámbito, negando la gracia única y suficiente para todo cuanto necesitemos por la eternidad. ¿Quién soy yo, simple humano pecador, para hacer un pacto con Dios? Él decide hacer el pacto conmigo y tiene la autoridad para ello, ¿qué promesa puedo cumplir yo? Ninguna hermanos, no se engañen, NO TENEMOS la capacidad de mantener absolutamente ninguna promesa que hayamos hecho a menos que SU GRACIA nos sostenga.

La promesa nos libera de la “Ley”, cuando vivimos por la religión estamos en una lógica “transaccional”, como si fuera una operación económica: nosotros le damos a Dios nuestras buenas obras y él está obligado a darnos Sus bendiciones. Así es en un comercio. Pero cuando vivimos por la promesa estamos en una lógica “infantil”: como niños, simplemente esperamos a que nuestro Padre cumpla con lo que prometió.

¿Hay exclusivismo mezclado por ahí, en nuestras vidas o iglesias? ¿Hay exclusivismo interpretativo? ¿Nuestro cristianismo es una lógica transaccional o disfrutamos de Sus promesas? ¡Señor, liberanos del Espíritu de la Religión!



Danilo Sorti

399. El Espíritu de la Religión y su engaño de “sabiduría” y “santidad”

Gálatas 3:10-12 RVC
10 Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues está escrito: «Maldito sea todo aquel que no se mantenga firme en todas las cosas escritas en el libro de la ley, y las haga.»
11 Y es evidente que por la ley ninguno se justifica para con Dios, porque «El justo por la fe vivirá»;
12 y la ley no es de fe, sino que dice: «El que haga estas cosas vivirá por ellas.»


Tal como vimos en un artículo anterior, aquí Pablo sigue “derrotando” al Espíritu de Religión en su mismo “territorio”: lo “viejo” y el supuesto conocimiento de las Escrituras. Pablo está citando las mismas Escrituras que los religiosos de su época decían conocer, y esto nos introduce en un tema: los “religiosos” dicen conocer muy bien las Escrituras y pueden exhibir un tipo de conocimiento que aparenta ser profundo, pero ¿en realidad la conocen? Un corolario de esta pregunta es: ¿citar muchos versículos y conocer muchas historias bíblicas e interpretaciones es señal de tener la sabiduría divina, de estar en lo correcto?

En realidad Pablo no está “respondiendo” esa pregunta aquí, ni en ninguna otra parte de la carta, simplemente en parte de su argumentación está exponiendo pasajes y conceptos de las Escrituras Hebreas que claramente muestran la salvación por gracia y el “cambio” que ocurriría cuando Cristo viniese. Pero estos judaizantes eran de la misma “especie” de los que Jesús había dicho algunas décadas antes:

Mateo 23:2-3 RVC
2 «Los escribas y los fariseos se apoyan en la cátedra de Moisés.
3 Así que ustedes deben obedecer y hacer todo lo que ellos les digan, pero no sigan su ejemplo, porque dicen una cosa y hacen otra.

Es decir, gente que “conocía mucho” las Escrituras… ¿pero de verdad “conocía”? Cinco o seis años después Pablo escribiría las cartas a los romanos y a los corintios, y allí desarrollaría esta cuestión que aparece solo de manera “velada” en Gálatas: tener mucho conocimiento no es garantía de estar en la verdad, es más, el “mucho conocimiento” puede resultar pura tontería, poniendo como ejemplo a la sabiduría griega que, ¡oh casualidad!, es uno de los fundamentos filosóficos del pensamiento occidental actual y epistemológico de la ciencia moderna.

Lo que Pablo está diciendo hoy se sabe a nivel “secular” a partir del concepto de paradigma de Thomas Kuhn: es posible construir grandes sistemas filosóficos y de conocimiento, pero si sus bases son erradas, todo el sistema lo será.

¿Cómo era el error religioso? Por un lado sabían muchos pasajes y podían hablar mucho sobre ellos, y sin duda que había “mucha verdad” allí, pero si todos esos pasajes estaban enfocados o interpretados de manera incorrecta, o al menos viendo solamente un punto de vista, que normalmente se exagera con ciertas interpretaciones incorrectas, ese “cúmulo de textos bíblicos y palabras” resulta errado en su estructura general y en sus principales conclusiones. Es decir, con “mucha biblia” se pueden construir doctrinas erradas, y la prueba de eso es que Pablo está citando precisamente las mismas Escrituras para rebatirlas.

¿Cómo se logra esto? Tomando ciertos pasajes y “olvidando” otros, cambiando algunos énfasis en las interpretaciones, agrandando algunas cosas, achicando otras, haciendo interpretaciones rebuscadas que toman un versículo y luego de un par de horas de análisis con muchos argumentos llegan a una verdad torcida, introduciendo criterios de autoridad al lado o por encima de la autoridad bíblica (tradiciones, palabras de líderes, y otras cosas).

Hay distintos niveles de engaño aquí. En el nivel más básico tenemos hoy unas cuantas iglesias populosas en las que los miembros no leen la Biblia, por lo que las palabras del líder resultan “vox dei” y no es necesario preocuparse mucho en armar interpretaciones rebuscadas.

En un segundo nivel tenemos un mayor conocimiento de la Biblia pero en realidad no hay libertad para leerla sino que su estudio es dirigido, y los pasajes bíblicos se utilizan más bien como “aderezo” del “plato principal” que es la interpretación del maestro o líder. Tenemos muchas iglesias que procuran predicar la verdad aquí, y no necesariamente estamos hablando de malas doctrinas, pero no están enfocadas primariamente en la Palabra.

Pero el tercer nivel está preparado para los que tienen a la Biblia en alta estima, y para ellos los religiosos profesionales tienen un gran desarrollo doctrinal como el que expusimos más arriba. En realidad, terminan “idolatrando” las Escrituras, pero no al Autor de ellas, y ese es uno de los puntos principales de argumentación de Pablo: recordar la obra del Espíritu.

Muchas palabras, aunque sean bíblicas, no necesariamente hacen una verdad.

Estas muchas palabras en realidad terminan amontonando un montón de instrucciones de vida, tal como era la Ley, ahora bien, ¿por qué alguien se esforzaría tanto en estudiar estas muchas instrucciones? La motivación “religiosa” es: para poder cumplirlas, y así agradar a Dios.

Eso podía resultar especialmente atractivo para ex paganos que venían de una cultura muy licenciosa y de repente se habían dado cuenta de cuán lejos estaban de la vida que agrada a Dios. ¡Había un clamor muy genuino en sus corazones por santidad! Pero Pablo les había predicado sobre la gracia y eso les dejaba con “sabor a poco”, todavía seguían siendo pecadores, todavía tenían muchas cosas que corregir, ¡todos los días tenían que ir a la presencia del Señor a pedir perdón y recibir de Su gracia! Qué problema…

La Ley resulta “genuinamente” atrayente porque nos da una clara lista de cómo vivir para agradar a Dios (no es tan así, pero supongamos que sí) y junto con ello, seduce al alma al hacerle “ver” que puede alcanzar a Dios con su propio esfuerzo, sin humillarse ni tener que depender del espíritu.

El asunto es que, después de más de mil años de religión mosaica había quedado recontra claro que NO PODÍAN CUMPLIR LA LEY.

Hechos 15:10 RVC
10 Entonces, ¿por qué ponen a prueba a Dios, al imponer sobre los discípulos una carga que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?

Nadie podía cumplir la Ley (excepto Cristo), cualquier judío era consciente de ello y por eso tenían el sistema de sacrificios que también conocían perfectamente. Los judaizantes se parecían a ciertos vendedores de autos actuales que toman un vehículo que ya no sirve, lo pintan y arreglan un poquito, y le sacan unos buenos pesos vendiéndoselo a un incauto. Entre paréntesis, si yo fuera a comprar un auto indefectiblemente llevaría a mi mecánico de confianza, porque puedo caer perfectamente dentro de la categoría de “incauto”…

Pero hay algo más, que los judaizantes no decían: la Ley no es una cuestión “de grado”, es decir, que yo puedo cumplir en, digamos, un 70 %, y eso me hace lo suficientemente agradable ante Dios, como si fuera la nota de un examen que me alcanza para aprobar nomás (como hacen la gran mayoría de mis alumnos, por cierto). La Ley era algo mucho más serio, muchísimo:

Deuteronomio 27:26 DHH
26 “Maldito sea el que no respete estas instrucciones, ni las ponga en práctica. Y todo el pueblo dirá: ‘Amén.’

Los religiosos no podían vender su “mercadería de segunda” sin quitarle la verdadera dimensión que tenía: vivir por la Ley implicaba necesariamente cumplirla toda. Es gracioso: pretendiendo ser celosos de la Ley en realidad la están “rebajando”, pero más que nada, están rebajando al Dios que dio la Ley porque están suponiendo que puede aceptar algo menos que la perfección.

Ellos sabían que Cristo había abolido el sistema de sacrificios, lo cual era una ventaja práctica, no tenían que llevar a los paganos recién convertidos un nuevo sistema sacrificial, que ellos conocían en parte y habían rechazado ya. Sin embargo, ese sistema de sacrificios que estaba unido a la promulgación de la Ley era la forma en que Israel podía cubrir los pecados que necesariamente cometería al violar esa Ley. Al momento de escribir la carta todavía se realizaban sacrificios en el Templo, así que era algo bien presente. Pero los religiosos lo “olvidaron”. Digamos que Cristo hizo el “sacrificio mayor” que alcanzó para cruzar el umbral del cielo, pero ahora era necesario seguir con la Ley, es decir, lo viejo se presenta como la “perfección” de lo nuevo.

Habacuc 2:4 RVC
4 Aquel cuya alma no es recta, es arrogante; pero el justo vivirá por su fe.

La fe no era nada extraño en la época de Jesús, es decir, no predicó algo que fuera absolutamente extraño a sus oídos, sino que lo perfeccionó: era la fe en Él. Pero esta revelación ya estaba en las Escrituras. Ahora bien, ¿un pasaje servía para “borrar” los muchos pasajes que hablaban de leyes particulares? Lo cierto es que esos muchos pasajes se referían a otra cosa, y había también muchos pasajes que preanunciaban la fe a través de los sacrificios, por lo que “un solo pasaje” en realidad no hacía más que resumir y completar una revelación que ya estaba en los libros de Moisés.

Levítico 18:5 RVC
5 Por lo tanto, obedezcan mis estatutos y mis ordenanzas. Todo el que los cumpla, vivirá por ellos. Yo soy el Señor.

De nuevo un pasaje que los religiosos borraban, para acomodar sus enseñanzas en un formato atractivo. ¿Quién pudo “vivir por ellas”? Solo Cristo.

Gálatas 3:13 RVC
13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, y por nosotros se hizo maldición (porque está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero»),

¿Era maldita la Ley que Dios le dio a Moisés? No, pero contenía una maldición para el que no la cumpliera, y como nadie podía cumplirla todos necesariamente estaban bajo ella. Cualquiera que intentara vivir por la Ley se ponía bajo esa maldición. Lo mismo pasa hoy.

Alguna forma de religión siempre es atrayente para el alma y propiamente dicho, ninguno de nosotros podemos decir que estamos completamente libre de ella; pero acarrea maldición, ¿qué maldición? Cristo en la cruz llevo TODA maldición, pero creo que una de las facetas principales de la maldición a las que se refiere es a la de ser separado de Dios:

Marcos 15:34 RVC
34 y a las tres de la tarde Jesús clamó a gran voz: «Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?», que significa «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?»

Lo cual constituye LA maldición, es decir, ser separado de la Fuente de toda Bendición.

La religión nos separa del Dios al que dice acercarnos, eso es la raíz de cualquier maldición. Y de paso Pablo nos está ofreciendo una prueba de que estamos bajo el yugo de la religión: nos alejamos de Dios, no podemos percibirlo en nuestro espíritu. El problema es cuando ya el alma tomó tanto control que no escucha más al espíritu, o cuando nunca hubo una genuina conversión y nunca el espíritu fue reactivado.

Y así tenemos las muy conocidas prácticas eclesiásticas y rituales sin vida, sin presencia del Espíritu, a veces con mucho emocionalismo, a veces con intelectualismo y profunda exégesis, a veces con solemne ritualismo, pero siempre carentes del verdadero Espíritu.

El discurso religioso parece ser muy profundo bíblicamente, y puede amontonar muchos versículos y verdades bíblicas, pero está errado en sus fundamentos. Resulta muy atractivo al que está buscando librarse de sus pecados, pero es un camino ya recorrido y demostrado imposible. Y en el fondo, acarrea maldición, lo cual en realidad nos puede servir de señal, así como el dolor lo es para el cuerpo físico; el asunto será, entonces, intentar adormecer el dolor y tapar los síntomas, tal como hace buena parte de la medicina moderna, o asumirlo y extirpar sus causas.

¡Señor, danos el valor para hacerlo!


Danilo Sorti


398. El Espíritu de la Religión y su engaño de “antigüedad”: ¡la gracia es mucho más vieja!

Gálatas 3:6-7 RVC
6 Así Abrahán creyó a Dios, y le fue contado por justicia.
7 Sepan, por tanto, que los que son de la fe son hijos de Abrahán.

En un artículo anterior analizamos que uno de los argumentos favoritos del Espíritu de Religión es apelar a la “antigüedad” de sus postulados, hacerle creer a la gente que lo que dice es “la forma más vieja y pura de fe” y que esa cuestión de la gracia es en realidad algo nuevo, ni que hablar cuando hay algún movimiento de renovación que pretende recuperar una doctrina.

Lo cierto es que se trata de una mentira, y si bien hunde sus raíces en el pasado, no es un pasado tan antiguo ni mucho menos “fundacional” como pretende. Espiritualmente lo que hace es tomar algo del pasado, darle una interpretación “moderna” e impregnar las enseñanzas con “olor a moho” espiritual, tal como los aromatizantes artificiales que tenemos hoy día. De hecho, el reino de las tinieblas tiene muchos de estos “aromatizantes”, que percibimos por nuestro “olfato espiritual”.

El principal engaño siempre tiene que ver con la antigüedad y esto se “engancha” en el razonamiento humano de que “la verdad más pura está en el pasado y el paso del tiempo la desvirtuó”. Es un razonamiento poderoso y tiene mucha base bíblica, pero EL ERROR fundamental allí está en atribuir carácter “divino” al tiempo.

Nosotros no tenemos el mismo problema que los gálatas porque tanto la revelación del Antiguo Testamento como la del Nuevo están en un pasado lo suficientemente lejano como para que ambas sean “viejas”, pero para ellos la revelación más perfecta de Jesucristo era demasiado nueva. Entonces Pablo tiene que mostrar que el principio de la gracia era más antiguo que la Ley de Moisés, que los judaizantes pretendían reimplantar, aunque en realidad tampoco era tal.

Pablo va más atrás de Moisés hacia el padre propiamente dicho de Israel: Abraham. No hay  nadie más atrás que él en la historia de su formación. Entonces, los principios que se le apliquen necesariamente valdrán para sus descendientes. Lo que está haciendo el apóstol aquí es tomar el mismo pretendido argumento de antigüedad de los judaizantes religiosos y llevarlo más atrás aún, y es una estrategia poderosa: Chan Kei Thong investiga la antigua historia China y encuentra el testimonio que Dios ha dejado a lo largo de la historia del país es su libro “Faith of Our Fathers”; Joseph Seiss, en 1.882, encuentra que en realidad el zodíaco fue la “primera” profecía, corrompida después por los paganos, que Dios dejó escrita en los cielos sobre la obra de Cristo; normalmente cuando se rastrean los mitos hacia atrás en el tiempo se encuentra un monoteísmo antiguo que fue reemplazado luego por el politeísmo. Por otro lado, es frecuente que algunos católicos usen como apología el hecho de que su iglesia viene desde el principio del cristianismo cuando en realidad lo que hubo fue un proceso de cambio gradual que alrededor del siglo V dio origen propiamente a la iglesia católica, aunque sus prácticas y doctrinas han sufrido modificaciones periódicas.

Pablo va al mismo principio de la historia de Israel, que estaba siendo exaltado por los judaizantes, y descubre que Abraham fue justificado por su fe y no por sus obras. Conocemos el relato, podemos ver cómo su fe se perfeccionó a través del tiempo y de las pruebas a las que Dios lo sometió. Es evidente que Dios trabajó con la fe de Abraham y que las “obras” que le pidió tuvieron que ver con esa fe, es decir, eran obras que demostraban la fe pero sin valor por sí mismas.

Los judaizantes, sin embargo, se “olvidaban” de Abraham. Y eso hace el Espíritu de la Religión: es selectivo respecto de lo que va a tomar de la historia, pero no cuenta “toda” la historia.

Gálatas 3:8-9 RVC
8 Y la Escritura, al prever que Dios habría de justificar por la fe a los no judíos, dio de antemano la buena nueva a Abrahán, cuando dijo: «En ti serán benditas todas las naciones.»
9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abrahán.

La interpretación de este pasaje puede quedar en la duda; su significado primario es claro: algo pasaría con Abraham que haría que todas las naciones fueran bendecidas, ¿pero qué? Probablemente Abraham no podía tener la clara visión de lo que eso significaba en el momento de escucharlo, aunque sin duda que ahora en el cielo, cuatro mil años después de esas palabras, lo está pudiendo ver en una dimensión que jamás hubiera podido imaginar. Lo cierto es que la historia de Abraham, los patriarcas y la nación de Israel después, difícilmente hubieran hecho honor a esa promesa.

¿Qué es lo que podían ver los gálatas? Los patriarcas pudieron ser de bendición para algunos pueblos de alrededor, Israel más bien se ocupó de sus propios asuntos y de hecho exterminó a varios pueblos de su territorio, no fueron muchas las veces en que compartió sus bendiciones voluntariamente con otros pueblos. Evidentemente, ahí no estaba el cumplimiento de la promesa. No había otro sino Jesucristo en quien esas palabras pudieran alcanzar su verdadero significado. Y si todas las naciones iban a ser benditas, eso no podía ser por la Ley dada a Israel porque era, precisamente, la Ley de ese pueblo, aunque sus principios sean universales y eternos.

Para poder ser quien fue, es decir, para poder dar origen al linaje que recibiría las Palabras del Eterno y del cual nacería el Mesías, Abraham tuvo que desarrollar la fe; no vemos obras de “la Ley” en él (no porque no las hubiera hecho, sino porque no es ese el enfoque que tuvo Dios).

Hebreos 11:6 RVC
6 Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe, y que sabe recompensar a quienes lo buscan.

Esto escribiría Pablo más adelante. Si Dios no se hubiera agradado de Abraham, no hubiera dado inicio al linaje santo. Dios no se agradó de Esaú y el pueblo elegido no vino de su línea. Dios no se agradó de Saúl y su linaje fue cortado del reino, el Mesías no vino por ahí. Dios no se agradó de Elí y su linaje fue quitado finalmente del sacerdocio, Juan el Bautista, el precursor del Mesías, no vino por allí.

Gálatas 3:9 RVC
9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abrahán.

La fe, antes que la Ley, es el verdadero fundamento del Pueblo de Dios. Israel no lo tuvo en claro siempre, o al menos, no todos ellos. Una lectura “superficial” de la Ley, con todos sus escritos y complejo sistema, olvidaba los “pocos” capítulos destinados a Abraham. “Pocos” sí, pero fundamentalísimos.

El engaño del Espíritu de la Religión, hoy y siempre, es el mismo: pretender arraigarse en el pasado más lejano y “puro” cuando en realidad no es así, y, por supuesto, volver borrosa la fe. Ya dijimos que la fe es siempre un asunto difícil para el alma por muchas razones, por lo que suele preferir cualquier camino que no requiera fe, aunque dicho camino sea en realidad mucho más tortuoso, difícil y a la larga, imposible de recorrer (porque de hecho solo Uno pudo hacerlo).

Los judaizantes no han “muerto”, simplemente cambiaron sus vestidos: la iglesia católica ejerce su influencia ecuménica sobre los cristianos ignorantes y los falsos pastores ávidos de dinero y poder, “volver al evangelio primitivo” es una frase que esconde a veces un formato de iglesia evangélica o protestante de siglos pasados que es inefectivo hoy y que desconoce todo lo que el Espíritu ha estado haciendo en las últimas décadas, “las raíces hebreas de la fe” puede ofrecer una enseñanza muy valiosa pero también esconde a los mismos judaizantes de la época de Pablo. Pero no tenemos que ir demasiado lejos ni buscar demonios “afuera”, yo mismo he observado como iglesias evangélicas que nacen con el fuego del Espíritu al cabo de unas pocas décadas de vida empiezan a vivir de las “glorias pasadas” y procuran mantener viva una “tradición”… que no tiene más de 20 o 30 años, cuando mucho.

Mientras estemos en esta Tierra el alma tratará de volver a alguna forma de religión, eso es inevitable, siempre será así en el estado actual de la humanidad. Por lo tanto, siempre necesitaremos las palabras de la Biblia que nos adviertan sobre eso, y siempre necesitaremos que nuestra alma se someta al espíritu, y éste, al Espíritu.

¡Señor, a Tu Gracia nos entregamos!



Danilo Sorti


397. El Espíritu de la Religión y su brujería “cristiana”

Gálatas 3:1-6 RVC
1 ¡Oh gálatas insensatos! ¿quién los fascinó para no obedecer a la verdad, si ante los ojos de ustedes Jesucristo ya fue presentado claramente como crucificado?
2 Sólo esto quiero que me digan: ¿Recibieron el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?
3 ¿Tan necios son? ¿Comenzaron por el Espíritu, y ahora van a acabar por la carne?
4 ¿Tantas cosas han padecido en vano? ¡Si es que realmente fue en vano!
5 Aquel que les suministra el Espíritu y hace maravillas entre ustedes, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?
6 Así Abrahán creyó a Dios, y le fue contado por justicia.

Aquí tenemos el centro de la cuestión con el espíritu de religión y por qué resulta tan difícil de desenmarañar.

No vemos en otra parte que Pablo tratara a sus “hijos espirituales” de esta forma, les está diciendo que son necios, carentes de sentido, sin capacidad de entender pero por su propia voluntad. La traducción “insensatos” no es la que mejor transmite el fuerte énfasis de lo que quiere decir; me gusta la versión Dios Habla Hoy  en la traducción de la década del ’80 que dice, sin rodeos, “¡Gálatas estúpidos!”; ya en la versión del ’96 lo cambiaron por una palabra más “políticamente correcta”…

El punto de partida para todo lo que dice después es, simplemente, que ellos tienen la culpa de lo que les pasó y que voluntariamente decidieron no aplicar su entendimiento, es decir, que “fácilmente” hubieran podido evitar esa desviación doctrina con lo que ya sabían, no se trataba de algún ataque “especial” de las tinieblas que no hubieran podido vencer de ninguna forma, todo lo contrario. Pero decidieron no hacerlo, ¿por qué?

“¿quién los fascinó…?” es decir, ¿quién los embrujó? Aquí es donde se nos conecta el espíritu de religión con el espíritu de Babilonia, la Ramera, Jezabel; ese espíritu manipulador, “encantador”, estrechamente unido a la religión, que parece muy lejano a algo tan bajo como una prostituta o una Jezabel manipuladora, pero que espiritualmente es exactamente lo mismo. La religión ejerce un efecto de encantamiento, es decir, atrae, seduce y cuando se lo “acepta” nubla la capacidad de razonar; ese es el encantamiento: captura la voluntad y pone vallas para que la luz de Cristo no resplandezca.

Pero siempre hay una puerta de entrada, una fascinación que se enraíza en pecados humanos y llega a tener un poder de engaño terrible. A veces nos preguntamos cómo es posible que Fulano o Mengano, que conocieron la verdad e incluso hicieron milagros y señales por el Espíritu Santo, hoy estén tan apartados y hayan caído en pecados tan groseros. Muchos cristianos sinceros “tropiezan” con esa realidad, no pueden entenderla de ninguna manera; pero lo cierto es que Pablo ya lo había mostrado por demás de claro.

Pablo pudo decir que Jesucristo había sido claramente predicado a ellos, que la obra de la cruz había sido expuesta de tal forma que la habían comprendido. También pudo recordarles que habían recibo al Espíritu Santo, es decir, Sus manifestaciones y dones; y aún seguía estando activo entre ellos. Es más, habían sufrido por el Señor, esto es, habían gustado el fervor del amor que el Espíritu les inspiraba. Pero se habían vuelto atrás, hacia la “religión”, es decir, hacia una especie de doctrina mezcla de los judaizantes en la que se incluían una serie de obras para alcanzar la salvación. ¿Dónde está el problema?

“¿Comenzaron por el Espíritu, y ahora van a acabar por la carne?” Esta “carne” obviamente no se refiere al cuerpo material ni a los deseos sexuales de las personas; de hecho, lo que Pablo está duramente criticando en ellos no corresponde al cuerpo físico sino al alma, a la voluntad, al intelecto. Y creo que ahí está el principal problema con la religión.

El espíritu de la religión no puede apelar al espíritu de la persona; cuando el reino de las tinieblas apela al espíritu de las personas es porque las está llevando a alguna forma de ocultismo, brujería, espiritismo o algo por el estilo. Pero eso es demasiado repulsivo para la mayoría de las personas, cuánto más para los cristianos. Con todo, siempre hay unos cuantos que se sienten atraídos, pero son los menos.

El espíritu de la religión apela al alma de la persona: su intelecto, sus emociones, su voluntarismo. Es más, diría que la gran mayoría de los engaños de Satanás apelan al alma de las personas, aunque en estos últimos tiempos los que apelan al cuerpo están aumentando, porque en la caída lo que adquiere el primer lugar, incorrectamente, es el alma, pero un alma manchada. Esa alma pecadora sabe que necesita ser regenerada, pero no puede de ninguna manera hacerlo por sí misma, sin embargo el orgullo la impulsa a ello.

Cuando los gálatas, y las personas de todos los tiempos, aceptaron, y aceptan, el mensaje de salvación, lo que ocurre es que el espíritu lo recibe y es vivificado, y el alma “acepta por fe”, es decir, acepta algo que le viene dado por testimonio del espíritu y que no puede razonar conforme sus estructuras de pensamiento contaminadas con el pecado. Entonces, la vida cristiana se transforma en una vida “de fe”, esto es, una vida en la que el espíritu renacido se comunica con el Espíritu Santo y luego le dice al alma qué hacer, y ella debe creer y obedecer, es decir, tener fe, porque no puede de ninguna forma alcanzar esa dimensión espiritual. El alma, al tener fe, se transforma en sierva del espíritu humano, que ahora se ha conectado con el Espíritu Santo. Pero eso nunca termina de gustarle al alma…

Ellos habían comenzado por el Espíritu, es decir, recibieron el testimonio de la gracia de Dios, de la salvación inmerecida, entendieron en sus espíritus esa realidad, sus almas creyeron y el Señor respondió manifestándose entre ellos con señales y milagros, es decir, sellando con Sus manifestaciones lo que ellos habían creído. Además, sus voluntades fueron transformadas al punto de aceptar el sufrimiento por amor a Cristo. Ellos creyeron y Dios obró poderosamente. Y sus almas, es decir, sus intelectos, se dieron cuenta de esto.

Ahora bien, el alma no puede entender las dimensiones espirituales porque corresponden, propiamente, a otra dimensión. Las dimensiones espirituales se experimentan, pero seamos sinceros, el alma está entrenada en razonar, en tener sentimientos y absolutamente todas las personas (en uso de sus facultades) pueden razonar y puede reconocer sus sentimientos, pero ¿entendemos el razonamiento? ¿entendemos los sentimientos? Sistemas filosóficos, políticos, económicos y científicos se construyen en base al razonamiento, vivimos en el siglo en el que el conocimiento basado en la razón ha alcanzado su máxima expresión… pero ¿entendemos la razón?

No. Podemos explicar cómo funcionan las neuronas, podemos hablar de la lógica y del funcionamiento del cerebro, pero eso “no es” la razón, ni menos aún los sentimientos. Y la verdad es que pocos se preocupan por “entender” la razón, simplemente la usamos, “experimentamos” con ella y obtenemos resultados “positivos”… bueno, digamos resultados, después discutiremos si son positivos…

Es decir, la facultad que más nos identifica en realidad no es más que una “experiencia”. Y ni que hablar de los sentimientos. Entonces, ¿qué tiene de “horroroso” que la dimensión espiritual sea también una experiencia? Simplemente, está más allá de la experiencia del alma y exige ejercer la fe en algo que “no vemos” con el alma.

Bueno, pero el alma siempre quiere tener el control, y cualquier mensaje que la active y alimente el “leviatán” escondido en ella puede hacer que fácilmente el espíritu quede eclipsado. La realidad es que en esta vida sigue dominando el alma, y eso no va a cambiar por ahora. Por lo tanto, es el alma la que voluntariamente decide someterse al espíritu o no.

El alma necesita “entender” lo espiritual y el Espíritu de la Religión le provee esquemas y prácticas que son muy “entendibles” y deseables por el alma. Esto es lo que Pablo llama las “obras de la ley”, y que no tiene nada que ver con la vida en santidad del cristiano porque aquí se refiere a la salvación, es decir, a algo que se está oponiendo a la obra de Cristo en la cruz.

Entonces, aunque el alma no puede entender la dimensión espiritual, puede perfectamente relacionar hechos con actitudes, es decir, “tuve tal actitud y sucedió tal cosa”. Esto es perfectamente racional, se trata de una inferencia y todos las usamos cientos de miles de veces, es una de las formas básicas en cómo pensamos.

Aunque hay un paso de fe inevitable, aunque el alma debe ceder voluntariamente el primer lugar y someterse al espíritu, puede perfectamente hacer la inferencia: creí en el mensaje y el Señor se manifestó, por lo tanto, ese mensaje tiene el respaldo divino, por lo tanto es verdadero.

Este razonamiento tiene sus cuestiones, no es tan lineal como lo presento aquí, pero en el contexto en que lo expone Pablo es perfectamente válido, ¿qué contexto? Pues que el mensaje había sido predicado de manera clara y adecuada, bajo la estricta guía del Espíritu Santo y perfectamente bíblico. ENTONCES la fe que se desarrolla en ese mensaje permite la manifestación pura del Señor y esa manifestación es reaseguro de esa fe. Y además entendamos que la exposición de ese mensaje no fue una especie de “influjo metafísico” sino una predicación perfectamente racional, tal como diría luego a partir del versículo 6 tomando el ejemplo de Abraham. La mente almática no tiene excusa: no puede alcanzar la dimensión espiritual pero puede entender perfectamente sus efectos en el mundo material, por eso los gálatas eran realmente estúpidos… y los cristianos de hoy, bueno, no somos muy diferentes.

Entonces, el alma debe ceder su primer lugar al espíritu, que además de misterioso y desconocido, es totalmente impredecible e “ilógico”. Sobre eso es que el Espíritu de la Religión se ancla para inyectar su fascinación. La “ley” a la que se refiere Pablo no era la Ley Mosaica sino un “recorte” de ella que le brindaba al alma la posibilidad de “tomar las riendas” de la salvación, la hace sentir importante en vez de tener que quedarse relegada a la silla de atrás, le permite tener “mucha actividad útil” en relación con su salvación, puede hacer muchas cosas que le suman puntos, ahora es protagonista y no tiene que quedarse esperando las instrucciones de alguien tan impredecible como el espíritu.

El problema con el Espíritu de la Religión es que normalmente se lo combate con sus mismas armas y desde su mismo terreno, es decir, desde el alma. ¡Pero no es posible ganarle a Satanás jugando con sus reglas! Cualquier intento de vencer a la religión utilizando el alma como principal instrumento, es decir, el intelecto y las emociones, inevitablemente terminará en otra forma de religión, distinta en la “forma” pero igual en la esencia. Y 2.000 años de cristianismo lo ilustran.

Las realidades del espíritu son una “experiencia”, se viven, no las puede razonar el intelecto humano. Pero inevitablemente lo espiritual se manifiesta con hechos materiales, y eso nos sirve de testimonio, aunque el principal sigue siendo la Palabra Escrita, que es espíritu y no letra, aunque algunos que pretender combatir la religión con sus mismas armas se ufanan en mal – decir que la “letra mata” refiriéndose a la Biblia.

Desde otro punto de vista, el Espíritu de la Religión es, precisamente, un espíritu, por lo que querer combatirlo en el plano inferior del alma es a todas luces inútil. Un espíritu se combate espiritualmente, por supuesto por el Espíritu Santo.

Hebreos 4:12 RVC
12 La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que las espadas de dos filos, pues penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

“El alma y el espíritu”, es decir, la Palabra nos permite separar esas dos dimensiones de tal forma que el alma pecadora no tome provecho y obstaculice al espíritu.


Danilo Sorti


396. El Espíritu de la Religión y su verdadero problema: ¡demasiado bueno para ser verdad!

Gálatas 2:15-21 RVC
15 Nosotros somos judíos de nacimiento, y no pecadores salidos de los no judíos.
16 Sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la ley sino por la fe de Jesucristo, y también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, ya que por las obras de la ley nadie será justificado.
17 Y si al buscar ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿será por eso Cristo ministro de pecado? ¡De ninguna manera!
18 Porque si las mismas cosas que destruí, las vuelvo a edificar, me hago transgresor.
19 Porque yo, por la ley, soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.
20 Pero con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
21 No desecho la gracia de Dios; pues si la justicia dependiera de la ley, entonces por demás habría muerto Cristo.


El poder del reino de las tinieblas se fundamenta en el engaño, de principio a fin. Satanás no tiene ningún poder legítimo porque lo perdió al ser expulsado, él y todos los suyos, sin embargo, logró recuperar buena parte al engañar al hombre y lograr que éste le cediera su autoridad. Pero este principio es necesario “repetirlo” con cada engaño, y el Espíritu de la Religión no es una excepción: ¿cómo logra la base de su poder? A partir de los deseos engañosos que anidaron en el corazón humano y quizás el principal en este caso sea el deseo de lograr la autojustificación, es decir, “hacer” algo para alcanzar la salvación o méritos espirituales o asegurar alguna bendición.

“Hacer” algo para lograr la bendición de los buenos espíritus o aplacar a los malos, o lograr que algo suceda en el mundo natural, es la base de las prácticas religiosas del animismo y de la hechicería. El animismo, que engloba una gran diversidad de creencias, está fundamentado en el temor y constituye la forma religiosa más “básica” del ser humano. Claramente está fundamentada en la “manipulación” del mundo espiritual.

Todas las religiones no judeocristianas también tienen un conjunto de prácticas que son fundamentales para alcanzar la meta prometida; todas están dominadas por alguna forma de autojusticia. Se supone que la religión de Israel primero, y el cristianismo después, fueran las religiones basadas enteramente en la gracia y así lo establece la Biblia, sin embargo el Espíritu de la Religión ha hecho un muy buen trabajo introduciendo una vastísima paleta de “prácticas religiosas” que, si bien no prometen (generalmente) alcanzar la salvación porque eso claramente permanece por gracia, pueden “construir muchos peldaños” hacia el cielo…

El judaísmo en la época del Nuevo Testamento había caído claramente en una religiosidad basada en obras externas, eso lo podemos leer por demás de claro en los Evangelios y en la confrontación de Jesús con los religiosos. La joven iglesia estaba siendo afectada por los maestros que venían de esa formación, que habían “creído” en Jesucristo, pero que seguían con el mismo espíritu religioso, que por otro lado era común en el ambiente pagano donde se movían.

Ahora bien, esto es algo clave. Cuando hablamos de religión gastamos litros y litros de tinta criticando a los falsos maestros, los líderes hipócritas, los apostolobos y su afán de control y lucro. Sin embargo, como dice un refrán muy conocido, “la culpa no la tiene el chancho sino el que le da de comer” y alguien da de comer a esta gente, precisamente las multitudes que quieren alguna forma de autojusticia, es decir, una “religión” al alcance “del pueblo”, como está de moda decir ahora, algo que muchas veces, en el mundo subdesarrollado, es más bien una mezcla de prácticas hechiceras con discursos cristianos.

El engaño del Espíritu de la Religión se sustenta en el deseo de autojusticia de las personas, es decir, de lograr méritos por esfuerzo propio sin depender de la gracia. Aún el evangelio pervertido de la prosperidad, o de la “gracia barata”, aunque no lo parezca, tiene sus formas de autojusticia, porque si bien allí Dios no se preocupa mucho por los pecados ni por el estilo de vida ni por la consagración, conseguir determinadas bendiciones implica determinado monto de dinero o esfuerzo personal.

“Gracia versus obras” ha sido la lucha de los siglos dentro del cristianismo, casi nunca bien resuelta. El Espíritu Santo permitió que en el Nuevo Testamento tengamos a Hebreos antes que a Santiago, uno al lado del otro, para que no caigamos en una fe sin obras o en obras sin fe. Pablo habla mucho de la fe en contraposición a la religión de obras que era el judaísmo de ese entonces, que en realidad también había pervertido el mensaje original de Dios: ellos debían saber que nunca podrían cumplir todas las obras necesarias para ser justos por sí mismos, y que por eso se les había dado el sistema de sacrificios, los cuales necesariamente apuntaban a Cristo. Sin embargo, muchos no lo entendieron así y pensaron que una práctica religiosa más o menos esforzada les garantizaba la salvación.

Pablo había vivido bajo ese sistema pesado y diabólico, y encontró en Cristo la libertad para su alma atormentada, porque nada menos que un alma profundamente atormentada puede hacer algo tan antinatural como perseguir a esa nueva comunidad de la fe que claramente no estaba cometiendo ningún ilícito ni perjuicio moral. Consideramos que Pablo era un “buen religioso” cuando en realidad era alguien profundamente atormentado por la culpa y la religión.

Luego de encontrar la verdadera libertad en Cristo, creyendo en la gracia que se manifestó en Él, no podía comprender cómo era posible que los gálatas quisieran regresar a la cárcel de la religión, de una forma distinta, sin ídolos paganos, mucho más “sana”… pero religión al fin.

La fe responde a la gracia, pero esto es una respuesta espiritual. Cumplir con los requisitos de la Ley solamente podían hacer justo al que los cumpliera todos, y era obvio que nadie podía hacer eso, excepto Uno. Aquél que sí los cumplió se transformó en el objeto de fe, inevitablemente debemos recibir salvación de Él, Su justicia legítimamente ganada se nos asigna a nosotros, por pura gracia, sin ningún mérito, sólo por creer.

Ahora bien, notemos que aquí está hablando de la salvación, no de las recompensas eternas o del discipulado o de la santificación. Las obras tienen un lugar importante, pero NO EN ESTA ETAPA, no en la “puerta de entrada”… que en realidad es también el camino.

Entramos por la fe a la salvación y seguimos en el camino por la fe, que nos permite recibir toda la provisión necesaria de la gracia de Dios, es decir, ¡por puro amor, sin merecerla!

La autojustificación no puede recibir por amor porque no acepta ese amor, por ello la religión no puede dar verdadero amor; los religiosos son amargados y duros en juzgar, incluso pueden llegar al asesinato como Pablo, o bien pueden hacer muchas obras motivadas por la culpa o los buenos sentimientos humanos, siendo “más misericordiosos que Dios” y haciendo lo que no deben hacer; pero sin el verdadero amor de Dios.

Recibir amor es ser como un niño, reconociendo que no puedo dar nada a cambio más que amor. Y ahí tenemos otro problema con la gracia: si recibo amor, “debo” dar amor, pero eso me quita a mí del centro y lo pone a otro, en este caso, Dios. La autojusticia, alimentada por el orgullo, no puede tener otro centro que no sea “yo”.

Cuando puedo hacer algo para mi salvación entonces tengo “la sartén por el mango”, yo controlo el asunto y “sé” que lo voy a lograr… lo cual obviamente es mentira, pero me da la falsa seguridad de pensar que puedo alcanzar esa gran meta, la de “agradar a Dios”, la de congraciarme con Él. Todos saben en sus espíritus que necesitan llegar a Dios, el asunto es con qué camino.

La justificación por Cristo “me hace” pecador, es decir, desvela de principio a fin que soy un pecador, que no me puedo “solucionar” a mí mismo y que nunca podré, lo cual me expone a la vergüenza (normalmente la vergüenza de verme a mí mismo tal cual soy, la peor) ¡y a la autojustificación no le gusta eso!

La autojustificación está “a la vuelta de la esquina”, siempre asechando, y siempre es posible reconstruir alguna estructura de justicia propia para lograr “algo” por mérito propio, desconectándose en parte de la gracia.

“Muerto a la ley” no significa que puedo vivir como quiera, repetimos que aquí no se está hablando de la santidad o la vida regenerada. Significa que ya no hay ningún esfuerzo posible por alcanzar méritos haciendo las obras de la ley; las obras justas son ahora una expresión de gratitud “de adentro hacia afuera” y no una acción “de afuera hacia adentro” para que el “adentro” se vuelva justo.

Vivir “para la ley” es vivir para uno mismo, esforzándose uno en alcanzar lo que se supone que es bueno. Muerto a la ley es muerto a todo esfuerzo humano, literalmente, muerto al mundo, crucificado, porque en el mundo solo puede haber esfuerzos humanos en alcanzar algo, todas las religiones los tienen.

El valor de la muerte de Cristo solo se entiende cuando comprendemos la necesidad de la gracia; mientras no se nos revela en toda su dimensión lo irremediablemente pecador que es el corazón humano, la cruz de Cristo no adquiere todo su valor. Su muerte fue estrictamente necesaria, era absolutamente imposible que hombre alguno alcanzara la salvación de otro modo; así de devastador ha sido el efecto del pecado, y así de inconmensurable la obra de gracia. Sin dudas, estamos ante “magnitudes” muy grandes, y algunos las encuentran difícil de aceptar (no digo comprender), y por eso terminan cayendo en alguna especie de autojusticia.

No hay camino intermedio: o es gracia o es autojusticia. Aún la “gracia barata” que se ofrece en muchas iglesias normalmente populosas no es tal cosa sino una especie de autojusticia diluida, pero autojusticia al fin.

Y es que la gracia no la entiende “la carne”, es decir, nuestra mente humana, es algo que solo entiende el espíritu y que luego transmite a la mente humana, y que esta debe aceptar como revelación, creyendo sin llegar a comprender todo. Cuando “la carne”, la naturaleza pecadora, la mente humana, rechaza ese testimonio del espíritu intenta tomar “cartas en el asunto” y entonces aparece alguna forma de autojusticia: mi comprensión natural no puede hacer otra cosa que no sea esa.

Es imposible para el alma humana entender la gracia, pero el espíritu sí puede y el alma debe aceptar ese testimonio. Eso es “morir”, eso es estar “crucificado”: el alma ya no domina, sino que domina la “fe”, que tampoco se entiende con categorías únicamente intelectuales. Fe nunca es “creer porque sí”, ni siquiera cuando hay un testimonio suficiente como para hacer que sea intelectualmente perverso no creer. Fe es el sometimiento del alma a los dictados del espíritu, que está viendo las realidades espirituales. El espíritu entiende la obra de Cristo, ve la cruz y ve la gracia, sabe responder con amor y gratitud, sabe de dónde viene toda fuente de vida y poder; el alma debe aceptar ese testimonio.

En definitiva, tenemos una lucha entre el alma racional que quiere tomar las riendas de la salvación o el alma que acepta el testimonio del espíritu y se entrega al río de la gracia de Dios, se “deja llevar”, recibe amor y da amor, se ubica voluntariamente en un segundo plano, acepta su pecado irresoluble sino por Cristo y va a la cruz, tomando su parte en los sufrimientos, que son solo sufrimientos del cuerpo y del alma, pero no del espíritu, que es eterno.

¡Señor, ayudanos a discernir el alma del espíritu!


Danilo Sorti