domingo, 31 de enero de 2010

1 Timoteo 2:1-2, autoridades civiles desde una perspectiva cristiana: peligros actuales

1 Ante todo recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias a Dios por toda la humanidad. 2 Se debe orar por los que gobiernan y por todas las autoridades, para que podamos gozar de una vida tranquila y pacífica, con toda piedad y dignidad.
I Timoteo 2:1-2

Es cierto que el Nuevo Testamento no nos dice (directamente) cómo debe ser el gobierno de una nación, así como tampoco habla expresamente sobre muchas otras cosas, pero eso no implica que los principios que rigen dichas cosas no se encuentren claramente expresados en sus páginas. Así, a lo largo de la historia (pasada y presente) se han desarrollado actividades, organizaciones, sistemas de gobierno, incluso posturas filosóficas y teológicas, tanto dentro de la iglesia como en las sociedades que han sido influidas fuertemente por el cristianismo. Por supuesto que todas dichas estructuras, al ser humanas, han tenido, tienen y tendrán errores, y serán por tanto perfectibles.

A veces sus errores fueron graves, y trajeron descrédito a la Palabra de Dios, de la cual tomaban principios, pero esto solo es hasta que se entiende claramente la diferencia. Otras veces, la iglesia confundió lo que era solo una aplicación de determinados principios bíblicos con “el perfecto propósito de Dios plasmado en una institución”, y apoyó sin reservas algún tipo de régimen político o sistema de gobierno o sistema de valores de una sociedad determinada.

Otras veces, yéndose al otro extremo, rechazó absolutamente todo lo que tuviera que ver con “política” (aunque la iglesia misma haga mucha política puertas adentro), sociedad o cultura por considerar que nada de Dios puede fluir allí. Estos dos extremos, que presenté de manera excesivamente resumida, han sido muy funcionales a los planes del Adversario, porque alejan al Pueblo de Dios de participar de manera activa, constructiva y crítica en los asuntos de la vida civil. No es nada nuevo, lo mismo pasó cuando el cristianismo fue declarado religión “oficial” del imperio romano: hubo algunos que se emocionaron tanto que no pudieron ver errores en lo que el gobierno de entonces hacía, otros rechazaron absolutamente la vinculación con el poder civil y se fueron a las ermitas, y otros, finalmente, permanecieron en las ciudades, pero manteniendo una posición crítica sobre el accionar de las autoridades.

Todo el mundo está entrando en una etapa difícil de la historia, quizás podamos llamarla “la recta final” antes de la venida de Cristo (aunque pueda demorar todavía unas cuantas décadas), pero lo cierto es que claramente entramos en una etapa de juicios sin precedentes a la vez que de oportunidades también sin precedentes. El Espíritu Santo está haciendo una obra, de nuevo, sin precedentes en la sociedad a través de los cambios que está permitiendo (aquí hay un tema muy largo que merecería varios artículos propios) y también dentro del Pueblo de Dios. Para el tema que estoy tratando, basta que nos enfoquemos en lo que tiene que ver con el Evangelio del Reino, que expandió nuestra visión mucho más allá de las paredes de la congregación local, y que “validó” el ministerio que los santos ejercen fuera de ella, y, como corolario, renovó el interés de la iglesia por las “cosas seculares”.

Entonces, yendo al tema del título, la Biblia tiene muchos principios que se aplican al área del gobierno de una nación, no porque exista un “sistema de gobierno que haya descendido del cielo” (solamente cuando Cristo regrese), ni porque pueda haber “instituciones infalibles”, sino porque los sistemas de gobierno pueden adoptar principios bíblicos para su funcionamiento y, en el mejor de los casos, buscar la dirección divina para sus decisiones. Por las dudas, ¡el modelo del Antiguo Testamento no es la autoridad hoy!

Hemos criticado mucho a la iglesia norteamericana por la idolatría hacia su propio sistema de gobierno y de funcionamiento social. Personalmente, creo que la mayoría de nuestros hermanos del norte tienen “anteojeras” puestas en este aspecto y conocen muy poco de la verdadera realidad del resto del mundo. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer lo que tiene de bueno, no por ser “su” sistema, sino por la aplicación de principios bíblicos que hace. Pero no quiero abundar demasiado en esto porque habría mucho por hablar y analizar, y hay muchos elementos en juego, muy complejos. Quiero concentrarme en el sistema de gobierno que hoy predomina en todo el mundo, aunque más en lo formal que en la práctica: la democracia.

Tal como se enseña, la democracia se originó en las Polis griegas, pero si analizamos más de cerca su nacimiento, no resulta muy prometedor: ¡era solo para los “ciudadanos”!, y en la práctica, no para todos. Si seguimos su historia a lo largo del tiempo encontramos un rastro de sangre, aunque menor que el de las dictaduras.

A muy grosso modo, el sistema democrático permite aplicar importantes principios bíblicos: la posibilidad de que todos (por lo menos, los que quieran y puedan) tengan injerencia en el gobierno de una nación: con su voz, su voto y su participación, que haya que rendir cuentas de lo que se hace, que se pueda elegir a los más capaces para las distintas funciones, que las decisiones se discutan en consejos. Sin embargo, tal como los analistas políticos vienen advirtiendo desde hace años, la democracia no funciona sin una participación voluntaria, consciente y responsable de las sociedades, y eso está escaseando mucho. Como consecuencia, “democracia” se va vaciando de contenido, y hasta comienza a significar algo malo para muchos.

El retiro de los ciudadanos de su participación en el gobierno de una nación, unido a la muy creciente crisis generalizada en toda la sociedad, origina el caldo de cultivo perfecto para regímenes totalitarios. La historia está repleta de ejemplos, no muy alejados en el tiempo; y el presente, en nuestro continente, nos trae peligrosas sombras. No es nada nuevo, la Biblia lo muestra. El ejemplo máximo se encuentra en la ascensión del Anticristo:

1 Vi subir del mar un monstruo que tenía siete cabezas y diez cuernos. En cada cuerno tenía una corona, y en las cabezas tenía nombres ofensivos contra Dios. 2 Este monstruo que yo vi, parecía un leopardo; y tenía patas como de oso, y boca como de león. El dragón le dio su poder y su trono, y mucha autoridad. 3 Una de las cabezas del monstruo parecía tener una herida mortal; pero la herida fue curada, y el mundo entero se llenó de asombro y siguió al monstruo. 4 Adoraron al dragón porque había dado autoridad al monstruo, y adoraron también al monstruo, diciendo: "¿Quién hay como este monstruo, y quién podrá luchar contra él?"

5 También se le permitió al monstruo decir cosas arrogantes y ofensivas contra Dios, y tener autoridad durante cuarenta y dos meses. 6 Y así lo hizo; habló contra Dios, y dijo cosas ofensivas contra él y su santuario y contra los que están en el cielo. 7 También se le permitió hacer guerra contra el pueblo santo, hasta vencerlo; y se le dio autoridad sobre toda raza, pueblo, lengua y nación. 8 A ese monstruo lo adorarán todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no están escritos, desde la creación del mundo, en el libro de la vida del Cordero que fue sacrificado.
Apocalipsis 13:1-8

El “mar” son las multitudes sin dirección, en estado de caos (de hecho, la imagen recuerda el caos del “mar primitivo”, en el pensamiento de los primeros lectores). Es muy sorprendente el paralelismo cuando vemos algunas manifestaciones en tomas aéreas por televisión.

Supongo que no estoy diciendo nada que ningún analista político sepa, pero creo que tenemos un cierto peligro en Latinoamérica en este aspecto. Y no solo el problema es quién “triunfe” en una confrontación, sino que el camino va a estar, de nuevo, regado de sangre, tal como ya vivimos en nuestra historia.

La iglesia es la que tiene LA LLAVE para evitar esto, a través de la oración. Es alentador ver como en algunos conflictos recientes que hemos pasado, el pueblo de Dios pudo revertir la situación a través de sus oraciones (por supuesto, esto no sale en los medios, pero los hijos de Dios lo saben). Sin embargo, se trató de situaciones “visibles”, mediáticas, fácilmente reconocibles como tales. Cuidado que aquí no estoy diciendo que la solución adoptada en cada caso haya sido la mejor o la que Dios quería, pero por lo menos se evitaron conflictos mucho mayores.

Empero, hay otros procesos más profundos y ocultos que, creo, se están gestando, y no son fácilmente visibles para el ciudadano común, solo para los analistas expertos e historiadores, por lo que se requiere de una importante dosis de discernimiento y un oído atento a la voz del Espíritu. El peligro es que los santos sean tomados por sorpresa y sea ya demasiado tarde para evitar el problema.

La herramienta por excelencia de la iglesia es la oración. En algunos lugares los cristianos tratan de llegar al poder de una nación, formando partidos que al final pueden resultar “sectarios” porque son “para cristianos”, y un gobierno debe ser, desde el inicio, para todos, sean cristianos o “anticristianos”. Una cosa es comprometer los valores propios para quedar bien ante la sociedad, como hizo Pilatos en el caso de Jesucristo, pero eso no implica que no se deba gobernar para todos, ¿acaso el Padre “no hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos”? (Mateo 5:45) Lo que quiero decir es que pretender llegar al poder político para, desde ahí, cambiar la nación, es una estrategia muy pobre e implica un gran desconocimiento de cómo funcionan las cosas. No digo que esté mal y que no pueda ser útil, pero si ese es nuestro principal enfoque, estamos errados. Nada tiene tanto poder como la oración, ¡NADA! Los destinos de una nación no los deciden los políticos ni los grupos de presión, sino los intercesores en sus cámaras secretas.

Entonces, creo que es fundamental que nos despertemos a la oración, buscando aquellos motivos estratégicos que no están saliendo quizás por los medios pero que son fundamentales; principalmente por procesos que se van gestando en el tiempo. Hay planes estratégicos a nivel macro, sea de determinados políticos o de grupos de poder internacionales con intereses en la región, son diseños satánicos que se están implementando en lo oculto, y que esperan el momento de salir a luz. A veces los actores son conscientes de lo que hacen, otras veces son simples títeres de los poderes de las tinieblas.

Son procesos, no hechos puntuales. Hasta ahora hemos reaccionado como iglesia ante hechos puntuales, y fue un avance, porque antes ni siquiera lo hacíamos. Pero el Espíritu nos dice que ya es tiempo de que avancemos. Siempre ha habido intercesores que pudieron ver más allá y orar por lo que no era evidente, pero ahora es el tiempo de toda la iglesia, todos debemos (y es urgente) escuchar al Espíritu en este sentido.

Por ejemplo, no debemos orar simplemente durante las elecciones para que sea votado el “mejorcito”, debemos orar por lo menos un par de años antes, para que se formen estructuras partidarias sanas, para que se gesten candidatos potables, para que se armen equipos de gobierno adecuados, para que Dios ponga consejeros estratégicos (y, ¿por qué no?, a sus hijos en lugares claves), para que sean protegidos de atentados y trampas, para que no se formen alianzas impías.

Hay muchos más motivos, claro, pero este es bastante importante, porque una vez establecido un gobierno, hay tiempos que deberán ser respetados y que incluso Dios mismo respeta: en el funcionamiento de la democracia (y hasta ahora no tenemos nada que haya demostrado ser mejor) toda autoridad tiene su tiempo y solo excepcionalmente puede ser removida.


Algo más. Una situación me preocupa especialmente en la iglesia, porque es ella solamente la que puede cambiar los destinos de las naciones. Es que el mover apostólico de los últimos años, con lo cual estoy de acuerdo, ha transformado muchas veces a los apóstoles en pequeños monarcas sobre un reino de varias iglesias, con lo cual, obviamente, no concuerdo. No es nuevo, porque antes de que aparecieran ya los pastores se habían erigido muchas veces en esta posición.

Sin duda que al decir esto no hago justicia a los muchos apóstoles que de verdad tienen un corazón como el de Dios y que son una bendición de lo alto, pero, al igual que en el primer siglo, también tenemos “superapóstoles”:

19 Ustedes son muy sabios, pero soportan de buena gana a los locos,
20 y soportan también a aquellos que los obligan a servir, que los explotan, que los engañan, que los tratan con desprecio o que los golpean en la cara.
11 Me he portado como un loco, pero ustedes me obligaron a hacerlo. Porque ustedes son quienes debían hablar bien de mí, pues en nada valgo menos que esos superapóstoles. ¡Y eso que yo no valgo nada!
II Corintios 11:19-20; 12:11

Causa y consecuencia, muchos de los cristianos aceptan como natural una “situación monárquica” en el gobierno de la iglesia y extienden esa visión hacia la sociedad, por lo tanto, no les preocupa demasiado que las autoridades adopten posturas semejantes, y aún peor, las valoran. Por esta razón (y por muchas otras relacionadas, de las que sería largo hablar) tal iglesia difícilmente pueda orar por un cambio social hacia una mayor democracia, con los valores de la Biblia.


El Espíritu está haciendo una obra muy grande, en la sociedad y también en la iglesia. De la mano de estos cambios, más y más creyentes están saliendo del sistema “babilónico” de hacer iglesia hacia el modelo que Dios quiere, y estos son los que pueden escuchar la voz del Espíritu llamando a la oración. Mientras tanto, aquellos que hoy ya pueden escuchar lo que Él está diciendo a las iglesias, tienen una responsabilidad fundamental. Más se unirán con el tiempo, pero, ¡no queda mucho! En Dios, prácticamente no hay perspectivas sombrías que no puedan cambiarse si el pueblo en conjunto se humilla y busca su rostro, y, personalmente, tengo mucha esperanza en este sentido si la iglesia fiel se despierta.

Danilo Sorti
Enero 2010
 

domingo, 24 de enero de 2010

1 Corintios 13:13, La fe, la esperanza y el amor: las principales virtudes cristianas

“13 Tres cosas hay que son permanentes: la fe, la esperanza y el amor; pero la más importante de las tres es el amor.”

I Corintios 13:13

Tan importante como este pasaje es entender su contexto inmediato. El apóstol estaba hablando sobre los dones espirituales, su correcto uso, su aplicación al ministerio de la iglesia; es decir, lo que tenía que ver directamente con el servicio al Señor. En el medio de esa sección (capítulos 12 al 14) hace un paréntesis (capítulo 13) para hablar sobre el amor:

“12 … Yo voy a enseñarles un camino mucho mejor”
I Corintios 12:31b

El servicio y la actividad estaban bien, pero había algo muy superior, que no restaba importancia a lo anterior, sino que lo ubicaba en su correcto lugar; y esto es el amor. Al final del capítulo 13 amplía el concepto y establece prioridades: la fe, la esperanza y el amor.

Existen varias listas de virtudes cristianas, y se podría hablar mucho sobre ellas, pero creo que en este momento el Espíritu quiere que nos centremos sobre estas tres, y que, según entiendo, son las principales, porque las otras enraízan necesariamente en ellas.


LA FE, LA ESPERANZA Y EL AMOR EN EL FIN DE LOS TIEMPOS

En la medida en que más nos acercamos hacia el fin de los tiempos, más se aceleran los cambios, no me refiero a los sociales, sino del Espíritu. La corriente del Espíritu está por “tomar la delantera” en este sentido, cuando la iglesia se termine de despojar de la religiosidad institucionalizada, veremos una fluidez como nunca la hubo en toda su historia.

Y en este tiempo siento que el Espíritu nos llama a volvernos fuertemente a los principios fundamentales del carácter y de nuestra relación con el Padre. No puedo decir que ya los tenga, estoy en el camino como tantos otros.

El trabajo para el Señor, el ministerio tanto dentro de la iglesia como en el “mercado”, las grandes obras que podamos hacer; son todas cosas secundarias, en realidad, simples consecuencias, y es necio de nuestra parte concentrarnos en ellas o pensar que ellas constituyen el fundamento de la vida cristiana. No son más que el producto de lo que hay en nosotros, y si lo que hay en nosotros no es genuino, entonces no son más que “apariencia de piedad”, y no sirven para construir el reino.

Lo verdaderamente importante es algo menos llamativo, hasta “oculto” en el interior de la persona, pero visible espiritualmente. La fe, la esperanza y el amor se manifiestan en nuestro obrar y hablar, pero no suelen ser inmediatamente apreciables. Se requiere el discernimiento espiritual para verlas y para “medir” las propias. Sin embargo, hacia el final de los tiempos nos guiaremos por ellas, seremos cada vez más capaces de ver en lo espiritual y valorar a las personas (y a nosotros mismos) por lo que realmente hay en el corazón. Es decir, seremos cada vez más capaces de ver lo que Dios ve.

“ … yo conozco hasta el fondo la mente y el corazón … “ Apocalipsis 2:22

Entonces dejaremos de preocuparnos tanto por “hacer” cosas “grandes” o llamativas, y dejaremos de asombrarnos por títulos y currículos; los hermanos, y de entre ellos, los ministros del evangelio, serán juzgados y pesados de acuerdo a su corazón y no de acuerdo a los hechos externos. Esto provocará un cambio radical en nuestras estructuras de iglesia, en los seminarios, en la forma toda de hablar y comportarnos. El mover en el Espíritu será tan fuerte y la visión espiritual será tan clara, que algunos de los que tienen “nombre” pero no tienen verdaderamente fe, esperanza y amor, simplemente no podrán ni presentarse.

Y al comenzar a ver claramente la fe, la esperanza y el amor en los corazones, empezaremos a notar claramente cuando están “flojos” en nosotros y cuando se fortalecen; y reorientaremos nuestras actividades para alimentarlos continuamente. Veremos que mucho dentro de nosotros va a cambiar, y por consecuencia van a cambiar muchas de nuestras acciones. Poco va a importar cuan “visible” o importante a los ojos humanos sean las actividades que hagamos para el Señor, y literalmente nos vamos a mover “como viendo al Invisible”.

Nuestra conducta no será entendible a los ojos humanos. A veces pareceremos excesivamente misericordiosos y pacientes, y a veces excesivamente duros y cortantes; pero al final quedará en claro la sabiduría de nuestro obrar. Creo que algo de esto quiso decir Jesús en Juan 3:8

“8 El viento sopla por donde quiere, y aunque oyes su ruido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así son también todos los que nacen del Espíritu.”

Nuestro alimento espiritual va a cambiar mucho. Al igual que ocurre en occidente, en la iglesia se come todavía mucha “comida chatarra”, pero cuando comencemos a ver claramente nos volveremos más y más selectivos. Las predicaciones, las reuniones, los libros, las emisiones radiales, serán juzgadas con mayor severidad espiritual; solo se aceptará aquello que alimente a nuestro espíritu, y que desarrolle en nosotros la fe, la esperanza y el amor.

Creo que este principio espiritual está por demás de claro en las muchas reglas sobre los alimentos que encontramos en el Pentateuco. Dios no solamente quería un pueblo sano, y que supiera distinguir entre lo santo y lo profano; si interpretamos “alimento” en sentido espiritual, Dios estaba diciendo que no podían permitir que cualquier palabra alimentara sus almas y espíritus.

Finalmente, se establecerán firmemente en todo el cuerpo de Cristo, a la par que muchas otras virtudes se estarán también desarrollando.


LA FE

Me gusta la definición de fe de Oral Roberts: “Cuando ve al invisible puede hacer lo imposible”. Creo que lo resume maravillosamente.

La fe no es presunción de fe. Me explico, no se trata de idear algún buen plan y después creer con todas mis fuerzas que Dios lo tiene que bendecir. Se trata de escuchar primero la voz de Dios hablando y moverse luego en esa dirección, por fe en esa voz. El ministerio que puede escuchar la voz de Dios, por excelencia, es el profético, y Pablo anhelaba que todos profetizaran, lo cual significa que todos podían escuchar claramente la voz del Espíritu. ¡Y lo vamos a hacer!

Creo que Pablo no se refiere en este texto específicamente a la clase de fe que puede obrar grandes cosas (lo que técnicamente llamaríamos el “don de fe”), aunque no lo descarte, sino más bien a la fe básica para la vida de todo cristiano. De hecho, todo en la vida del creyente requiere fe; no es solamente para conseguir el “supermilagro”.

Pero la fe viene de Dios, es decir, de poder escuchar y ver al Padre moviéndose. Para que haya fe, debe haber una relación estrecha con él. Y esta relación solo puede nacer del amor.

Se ha predicado mucho sobre la fe, y se sigue haciendo. Pero creo que deberemos cambiar algunos enfoques importantes para alcanzar el tipo de fe necesaria para el fin de los tiempos.


EL AMOR

Según entiendo, el amor está antes que la fe. Todo espíritu recibe testimonio del Espíritu, solo que muchas veces la mente racional lo niega y disfraza los hechos, pero en el mundo espiritual, que tiene supremacía por sobre el natural, las cosas son distintas a como lo interpreta la mente. Dependerá de la respuesta de aceptación (amor) o rechazo (temor) hacia Dios que luego la mente humana diga que “cree” o que “no cree” en Dios.

Lo bueno es que, como alguien escribió una vez, “el amor es una decisión”. Entonces, puedo decidir en mi espíritu amar a Dios; cuidado, no en mi alma, por lo que es necesario atravesar la barrera que esta impone para darle libertad al espíritu de reaccionar ante el llamado amoroso del Padre.

El amor es, quizás, lo menos racional y explicable que tengamos los seres humanos, por lo que hay que derribar algunas barreras de racionalidad y lógica que la cultura occidental ha establecido en nuestras almas para que pueda fluir libremente.

El amor se conecta directamente con Dios y permite que su vida fluya libre y abundantemente, a la vez que es lo único que genuinamente satisface el corazón de Papá. Sin amor no tiene ningún sentido pretender predicar a millones, evangelizar a otros tantos o construir enormes templos. Con amor, aun el más ignorado en la sociedad va a dejar una huella indeleble en la eternidad. ¡Cómo cambia esto la perspectiva de nuestras acciones!

Por algo dice:

“29 Jesús le contestó:
—El primer mandamiento de todos es: ‘Oye, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. 30 Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.’ 31 Pero hay un segundo: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ Ningún mandamiento es más importante que estos.”
Marcos 12:29-31

El amor es un recibir y dar constante, siempre en crecimiento, nunca agotándose, y siempre produciendo más y más fruto verdadero.

Cuando nuestros ojos espirituales (del cuerpo de Cristo en la tierra) sean abiertos a la realidad del amor, realmente no querremos nada más; aun las más grandes oportunidades de ministerio casi nos parecerán un estorbo para disfrutar de la comunión con el Padre. De nuevo, ¡como cambia esto nuestra perspectiva! Creo que en vez de pelearse por ocupar un lugar dentro de la iglesia, los hermanos se van a pelear… ¡por no ocuparlo!

El amor cambiará muchísimas cosas en nosotros. Nos dará una humildad tan grande que seremos capaces de honrar la imagen de Dios incluso en el peor pecador. Seremos capaces de aprender de todos, aún de los más pequeños. Los métodos y las estrategias de acercamiento y evangelización van a perder mucha de su importancia porque el fluir de amor y humildad que habrá en nosotros bastará para atraer aún a los más diferentes en cultura y cosmovisión a nosotros.

El amor va a desatar también el más grande celo santo y osadía divina jamás vistos en la iglesia. Por amor haremos cosas increíbles, nos meteremos en las mismas “cuevas” de los brujos y satanistas sin ningún temor para rescatarlos del hoyo. ¡Y Dios nos va a respaldar! Las puertas de los poderosos del mundo se van a tener que abrir, y el Espíritu nos protegerá sobrenaturalmente. Veremos milagros asombrosos, hechos sin ninguna intención de aparentar u obtener fama propia, sino solo por amor.

Y el amor ¡nunca cesará!


LA ESPERANZA

La esperanza es lo que nos sostiene en medio de las pruebas. Las pruebas y dificultades son inevitables para todos, pero la iglesia ha tratado en vano de ocultarlas detrás de teologías extremistas. Si la esperanza ha de ser una virtud de los últimos tiempos, ¡es porque las pruebas y dificultades estarán presentes como nunca! Pero verdaderamente se cumplirá que “en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).

La esperanza nos permitirá creer cuando no hay posibilidades, amar a los que nadie puede amar, esforzarnos cuando nadie más lo haga. La esperanza (enfocada no tanto en el presente, sino principalmente en la vida venidera) nos permitirá negarnos cuando hacerlo signifique solo pérdida. Nos mantendrá en el camino cuando se transforme en el más difícil. Nos dará gozo cuando no haya ningún motivo para tenerlo.

La esperanza sostiene al igual que la fe y el amor. Quizás parezca un poco más “egoísta”, porque de alguna manera está enfocada en nosotros, pero así también nos hizo el Señor. Es genuino que esperemos una recompensa, y el hombre verdaderamente espiritual no es un felpudo de los demás, ni de los “caprichos divinos”. Es un ser pleno que así como puede amar plenamente y con todo lo que es, también espera desarrollarse él plenamente y recibir su recompensa perfecta.

El egoísmo es, de alguna forma, una desvirtuación de la esperanza. Debemos dejar el egoísmo, ¡pero debemos aferrar fuertemente la esperanza! Mucha mediocridad en el reino viene de la falta de esperanza, o lo que es lo mismo, de una esperanza pequeña. Hay mucho por esperar porque Dios nos ha prometido mucho. Mientras más conocemos y anhelamos las promesas de Dios, más crece nuestra esperanza y más abarca.

Los cristianos del fin de los tiempos alcanzarán a desarrollar una esperanza santa, muy firme y profunda, y por ella se moverán, y por ella enfrentarán las dificultades (muy grandes) que vendrán y por ella alcanzarán la victoria y recibirán la recompensa, tanto aquí (para que sea de testimonio a los que todavía no creen) como, fundamentalmente, cuando Cristo venga.

“13 Por eso, estén preparados y usen de su buen juicio. Pongan toda su esperanza en lo que Dios en su bondad les va a dar cuando Jesucristo aparezca.”
1 Pedro 1:13

“2 Queridos hermanos, ya somos hijos de Dios. Y aunque no se ve todavía lo que seremos después, sabemos que cuando Jesucristo aparezca seremos como él, porque lo veremos tal como es. 3 Y todo el que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, de la misma manera que Jesucristo es puro.”
1 Juan 3:2-3


ALGUNOS PASOS PARA DAR

Muchísimo más se podría decir de estos temas, y hay mucha gente que ha escrito maravillosamente sobre ellos. Pero, vuelvo a decir, siento que el Espíritu nos llama a que nos reenfoquemos especialmente sobre estas virtudes: la fe, la esperanza y el amor, porque “8 Si ustedes poseen estas cosas y las desarrollan, ni su vida será inútil ni habrán conocido en vano a nuestro Señor Jesucristo.” 2 Pedro 1:8

Pero esto primero debe ser soñado, por lo que creo que el Señor quiere que comencemos haciendo un ejercicio de imaginación: Si verdaderamente a él le agrada, antes que otra cosa, que se desarrollen las virtudes en mí y en mi comunidad de fe, ¿cómo sería eso? ¿Cómo sería mi vida manifestando esas virtudes? ¿En qué ámbitos se verían? ¿Qué son, en realidad? ¿Cómo puedo crecer en el conocimiento de ellas? ¿Me las puede dar Dios? Y luego, cuando esto empiece a arraigar en mí y en mis hermanos, ¿cómo sería la manifestación del Padre en un pueblo santo? ¿Qué tal si empezamos a pensar en cuántos milagros, señales y conversiones ocurrirían espontáneamente? ¡Nuestros enemigos no podrían ni arrimarse! ¡El Devorador de nuestros recursos y oportunidades no podría hincar ni un diente! Realmente ocurriría un avivamiento en toda la sociedad.

Pero esto (y mucho más) necesita ser primero soñado. Me parece que Dios nos está llamando a que empecemos a llenar nuestra imaginación con este material. No recuerdo donde leí que los sueños son el material que Dios usa para hacer realidad lo invisible; y es cierto.

Cuando los profetas en el Antiguo Pacto anunciaban una nueva realidad, lloraban antes la muerte del estado presente de cosas. No podía nacer un nuevo sistema espiritual si primero no moría el viejo, viciado y corrupto ya. De la misma forma, tenemos que “llorar” (hacer duelo) la muerte de un viejo sistema, que por ahí está todavía muy vivito y coleando, pero que inevitablemente va a tener que desaparecer al compás de los cambios tanto del Espíritu como incluso de la sociedad mundial. Ojalá que no seamos de los últimos que nos quedemos agarrados a los pedazos de madera flotantes…

Probablemente hayamos vivido un buen tiempo en el Señor y con los hermanos, quizás muchos años, pero Dios cambia, porque él es siempre nuevo y crea continuamente; y si algo se crea y se renueva, significa que también cambia. Y es bueno que nos abramos a lo nuevo de Dios.

¿Y qué es lo nuevo de Dios? ¡Apenas si sé algo de ello! Pero eso es lo interesante: El Espíritu nos llama a llorar por lo viejo y alegrarnos por lo nuevo… antes de que sepamos completamente qué es lo nuevo. Es decir, Dios nos llama a un camino desconocido, que por el hecho de serlo, solo se puede transitar tomado de su mano, ¡vaya desafío! Pero así le gusta a Papá.

Como estamos viendo, el reino de Dios no es para cobardes. Pero esta palabra “cobardes” no se está refiriendo aquí a los que rehúyen de un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, sino a los que no quieren soltar su “ambiente seguro” (una posición, un grupo de amigos, una rutina conocida) para aventurarse a lo nuevo de Dios. Muchos pueden demostrar gran “valentía” al testificar, enfrentar adversarios o denunciar el pecado; está muy bien. Pero a la hora de renunciar a lo seguro, las cosas cambian. Pero nadie que no esté dispuesto a renunciar a todo lo que tenga puede ser discípulo de Cristo:

“23 Después les dijo a todos:
—Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame. 24 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la salvará.”
Lucas 9:23,24

“Perder la vida”, “olvidarse de sí mismo” implica también dejar nuestras áreas cómodas.

Avanzando, entonces, hacia el “área de incomodidad”, hay que dejar mucho equipaje antiguo (activismo, títulos, programas, enfoque en tener y prosperar, etc.) y ponerlo en un segundo plano, y empezar a tomar el nuevo equipaje, entre ello; fe, amor y esperanza.

La fe, la esperanza y el amor parecen virtudes “débiles” y hasta secundarias en el paradigma eclesiástico actual. No porque así lo diga expresamente, por supuesto, sino por lo que dice implícitamente. Cuando el enfoque principal está puesto en el liderazgo, actividades, proyectos, construcciones y eventos masivos, es que por detrás se subvalora la importancia de otras cualidades. Sin embargo,

“25 … lo que en Dios puede parecer una tontería, es mucho más sabio que toda sabiduría humana; y lo que en Dios puede parecer debilidad, es más fuerte que toda fuerza humana”.
I Corintios 1:25

Increíblemente, el mayor poder de transformación que verá el mundo de la mano de la iglesia del Amado no vendrá de las grandes estrategias ni las grandes planificaciones ni los grandes liderazgos, sino que la manifestación plena de Dios en su pueblo, produciendo fe, esperanza y amor, y todas las otras virtudes que nacen de ellas.


UNA ADVERTENCIA

“1 Por eso, mientras todavía contamos con la promesa de entrar en ese reposo de Dios, debemos tener cuidado, no sea que alguno de ustedes no lo logre. 2 Porque nosotros recibimos el anuncio de la buena noticia, lo mismo que ellos; pero a ellos no les sirvió de nada el oírlo, porque no se unieron por la fe con los que habían obedecido al mensaje.”
Hebreos 4:1

Hemos cometido muchos errores en nuestros mensajes dando promesas sin costo (la “gracia barata” de Bonhoeffer) y produciendo toda una generación de cristianos frustrados y, por consiguiente, hipócritas (porque si se quedan en un cristianismo que no les funciona, aparentando que sí, necesitan cierto nivel de hipocresía). Las promesas maravillosas que el Espíritu nos hace para el fin de los tiempos tienen costo, como se menciona en algunas partes más arriba.

Es verdad que hay una corriente del Espíritu que nos está llevando hacia allá, pero yo tengo la decisión de meterme o no (como la visión de Ezequiel); de amar, por consiguiente creer, y entonces obedecer, o de temer, entonces no creer y como consecuencia desobedecer.

En el lenguaje simbólico del Nuevo Testamento, la “Nueva Jerusalén” y “Babilonia” coexisten y se están desarrollando cada vez más, por lo que nuestras decisiones se tornan cada vez más trascendentes, ya que no podremos estar en un lugar intermedio. Pero “39 … nosotros no somos de los que se vuelven atrás y van a su condenación, sino de los que alcanzan la salvación porque tienen fe.” Hebreos 10:39

Danilo Sorti
Enero 2010


domingo, 10 de enero de 2010

2 Reyes 11, cómo conseguir recursos para la obra de Dios: usando los que están y no vemos

El problema

Me llamó la atención hace unos días el pasaje de II Reyes 11. Puede sonar un poco extraña y hasta chocante la historia para el que no esté familiarizado con el Antiguo Testamento: ¡se habla de conspiraciones y asesinatos!, pero la clave es entenderlo en los principios aplicados, no en los hechos específicos en sí.

Las enseñanzas que pude encontrar aquí no son, quizás, para la vida devocional del cristiano, pero sí para el momento de desarrollar acciones concretas de cambio, y para aquellos de nosotros que tenemos que vivir el día a día en organizaciones que necesitan desesperadamente cambiar, pueden resultar interesantes. Y, al fin y al cabo, ¿Cómo se va a demostrar nuestro testimonio cristiano si no es a través de las acciones realizadas?

Sería un poco largo hacer el relato del contexto (si no lo tenés presente, te recomiendo que le des una leída a los capítulos anteriores y, también, a algún comentario sobre los libros de Reyes y Crónicas) pero baste decir que la nación de Judá se encontraba en el lento proceso de decadencia que siguió a la división del reino de Israel. Desde hacía algún tiempo, los reyes de Judá (el reino del sur) se habían emparentado con los de Israel (el reino del norte), trayendo mayor decadencia espiritual todavía.

Dios envió un profeta a ungir a Jehú para que gobernara Israel y eliminara a la familia de Acab (el “famoso” esposo de la aún más “famosa” Jezabel) y en todo eso cayó también Ocozías, el rey de Judá. Veamos que hizo su madre, que como dijimos más arriba, era hija de Acab:

“1 Cuando Atalía, madre de Ocozías, supo que su hijo había muerto, fue y eliminó a toda la familia real. … 3… Mientras tanto, Atalía gobernó el país.”

Su estrategia estaba clara: eliminar a los que podían reclamar legítimamente el gobierno de la nación y quedarse ella en el poder. Conociendo la familia de la cual venía y leyendo el versículo 20 podemos ver que su gobierno no fue precisamente bueno:

“20…Y como Atalía había muerto a filo de espada en el palacio real, la ciudad quedó tranquila.”

Entre paréntesis, digamos que los que murieron eran hijos del rey Ocozías (v. 2), aunque no se nos dice si eran también hijos de lamisca Atalía o de alguna otra esposa.

Entonces nos encontramos con un gobierno usurpado y una situación de verdadera crisis nacional. Joiadá era el sacerdote principal del templo de Jerusalén en aquel entonces, y además, pariente político de la familia real; su esposa, hermana del fallecido Ocozías, escondió al pequeño hijo del rey, Joás, de un año de edad, en el Templo del Señor.

La situación, sin embargo, era muy difícil: ¿Cómo podía restituir la legítima monarquía con un heredero de 1 año de edad?, ¿Cómo vencer las violentas fuerzas de Atalía (que, por supuesto, no estaba sola en su conspiración)?, Joiadá tenía una posición importante, como sacerdote principal, pero no era político ni militar, ¿de donde obtener los recursos?

Lo que sigue en el texto es una muestra de sabiduría en la estrategia y en la capacidad para visualizar y combinar recursos.

La solución: tiempo, recursos y acción


OBJETIVO

No hace falta decir que lo que se pretendía era restaurar un sistema de gobierno legítimo, y, de paso, sacar a un gobierno de debió haber sido bastante sanguinario. No podemos leer la historia de este pasaje sin esto en mente; no se hubieran podido aglutinar a los actores que intervinieron sin esto.

No cualquier acción, por más bien planificada que esté, va a dar resultado; depende mucho, creo yo, de la fortaleza del objetivo que tenga y de cuán sentido sea ese objetivo.

Si bien todo el relato tiene connotaciones más bien civiles (al tratarse del gobierno de una nación) que espirituales, no nos olvidemos que había una promesa hecha por Dios a David, de que sus descendientes gobernarían sobre la nación. Entonces, el objetivo que se buscaba en realidad no era un objetivo meramente “civil” (que sí lo era en parte), sino también, y principalmente creo yo, espiritual: volver a establecer el orden de cosas tal como Dios lo había determinado. Los métodos que vemos en el relato resultan extraños a nuestra mentalidad moderna, ¡y por supuesto que no los recomendaría!, pero como dije más arriba, no son los métodos puntuales sino los principios los que nos interesan hoy.


TIEMPO

El v. 4 dice “Al séptimo año”. No es fácil pensar cuánto habrá sufrido Joiadá viendo la destrucción de su pueblo a manos de un gobierno sanguinario, sin embargo, si el plan iba a tener éxito, debía esperar a que las condiciones estuvieran dadas.

Supongo que esas condiciones habrán tenido que ver con que el heredero tuviera cierta edad como para aunque sea poder sentarse en el sillón del trono! (tenía unos 7 años cuando fue repuesto) Pero también se me ocurre pensar que debía esperar a que el pueblo estuviera lo suficientemente harto de Atalía como para apoyar la acción de Joiadá.

EL ÁMBITO ADECUADO

Toda la acción se desarrolla en el Templo de Jerusalén, el ámbito “natural” del sacerdote Joiadá, claro está, pero también un lugar seguro y respetado. Pero más que eso, era el “lugar del Señor”, el espacio físico destinado a la verdadera adoración del Dios de Israel, por lo que aquello que estuviera ocurriendo ahí no iba a ser considerado meramente un hecho civil: Dios mismo estaba involucrado.

Es importante tener en cuenta, para todos aquellos que trabajamos en ámbitos privados o institucionales, que nuestros objetivos y “ámbitos” no sean meramente “seculares”: todo lo que hagamos ahí también debe venir de propósitos divinos y ser manejado en “ámbitos” divinos.

PERSONAS

Buscó a quienes tenían los recursos y el poder para llevar a cabo sus planes: “Joiadá mandó llamar a los capitanes, y a los quereteos y los guardias” (v.4). Por supuesto, era gente que estaba dentro de su órbita de influencia y “accesible” para él. De alguna forma, Joiadá debía resultar confiable para ellos; tendría que haberse “ganado” una adecuada reputación con sus hechos y conducta.

PACTO

Palabra fuera de moda, cierto, pero en realidad reemplaza a nuestros términos modernos: “contrato”, “acuerdo”, “convenio”, por lo que el concepto no es nada ajeno. Quizás lo ajeno sea que en aquel entonces se cumplían (un poco) más que ahora!

No era solo cuestión de “amontonar” personas importantes, debía haber un acuerdo entre ellos.


PLAN

Obviamente el propósito principal era restaurar el gobierno genuino, supongo que ya debía haber habido un cierto consenso tácito entre muchas de las personas importantes de entonces. Pero ¿cómo? Joiadá propuso un plan, que explicó detalladamente (v. 5-8). De más está decir que sin el no se hubiera podido alcanzar nada.



COMPROMISO

“9 Los capitanes hicieron todo lo que el sacerdote Joiadá les había ordenado.” Tan simple como eso, si los involucrados en un proyecto no hacen su parte, simplemente, ¡no se hace! Inevitablemente el “poder para hacer” está repartido entre todos los actores de un plan; podemos atribuirle el mérito a Joiadá, pero no menos mérito tuvo el resto de los participantes.

RECURSOS MATERIALES

“10 Entonces el sacerdote entregó a los capitanes las lanzas y los escudos que habían pertenecido al rey David, y que estaban en el templo del Señor.”

Joiadá supo ver los recursos materiales que tenía a su mano y que no estaban siendo usados; probablemente hubieran estado juntando polvo en algún lugar, más como objetos históricos que como herramientas útiles.

ACCIÓN CLAVE

"12 Entonces Joiadá sacó al hijo del rey, le puso la corona y las insignias reales, y después de derramar aceite sobre él lo proclamó rey. Luego todos aplaudieron y gritaron: “¡Viva el rey!”.

Después de haber preparado todo, nada hubiera funcionado si alguien no tomaba la decisión, muy osada por cierto, de reestablecer al legítimo rey.

¿Y si las cosas no funcionaban? ¿Y si las personas en que confiaba se echaban atrás? ¿Y si alguien mataba al joven rey? ¿Y si…? Solamente la fe en Dios que debía venir de haber escuchado Su voz y saber que se estaba en lo correcto podían genuinamente responder a todos los “¿Y si…?”

Sin ese valor que viene de haber estado en el secreto con el Señor, haber recibido sus planes y saber que se está caminando en ellos, no se puede iniciar la acción clave que producirá un cambio significativo en el curso de los acontecimientos. Claro, uno puede hacer las cosas por “osadía humana”, por enojo o por simple rebeldía, pero los resultados serán muy distintos.


QUITAR LO QUE ESTÁ MAL

“16 la apresaron y la sacaron por la entrada de la caballería al palacio real, y allí la mataron … 20 … Y como Atalía había muerto a filo de espada en el palacio real, la ciudad quedó tranquila.”

“18 Luego fueron todos al templo de Baal y lo derribaron, destrozando por completo sus altares y sus ídolos. En cuanto a Matán, el sacerdote de Baal, lo degollaron ante los altares. …”

En la época del Antiguo Testamento lo hacían muy fácil: simplemente mataban al que estaba haciendo las cosas mal! En cambio, cuando vemos nuestros actuales sistemas políticos y comerciales debemos decir que … no suele ser tan diferente!

Bromas (y no tan bromas) aparte, hay un principio importante y a veces ignorado: lo nuevo no se puede construir junto con lo viejo; si un sistema (de organización, de gobierno, de creencias, de vida, etc.) no funcionó, debe ser reemplazado, no se puede convivir (por propia voluntad) con él. Claro, me refiero a los sistemas, las personas pueden cambiar (si quieren) y conformar otra realidad.

Un error fatal es querer convivir con “lo viejo” por “lástima”.


LOGRAR CONSENSO

“14 … (estaba el) rey, de pie junto a la columna, según era la costumbre. A su lado estaban los jefes y la banda de música, y la gente muy alegre y tocando trompetas. …”

Todo político sabe que sin el apoyo popular es muy difícil conseguir algo, o por lo menos hacer que ese algo permanezca. El verdadero “poder” está repartido entre la gente, por eso muchos realizan tanto esfuerzo por tratar de mantener a “las masas” engañadas y manipulables.

Inevitablemente, y tarde o temprano, el grupo humano en cuestión debe dar su apoyo (sea una sociedad toda, como en este caso, o los integrantes de una organización o simplemente, de una familia). El apoyo se puede conseguir por manipulación o legítimamente. Joiadá lo consiguió de esta segunda manera al cumplir un objetivo válido para todos.


CELEBRAR EL CAMBIO

Si lo nuevo es visto y vivido negativamente, mucho va a costar que se establezca. El hecho de que hubieran hecho fiesta y celebrado no era simplemente para cumplir una costumbre, tenía un importante efecto: recibir lo nuevo, aceptarlo, darle la bienvenida.


RESULTADOS LOGRADOS

"20 y todo el pueblo se alegró … (y) la ciudad quedó tranquila.”

Propiamente dicho los resultados no son uno de los ingredientes de la acción, pero ¡es lo que esperamos! La evaluación de ellos nos dice, finalmente, como funcionó lo planificado.

Por lo visto, la historia terminó bien en este caso.


ALGO PARA DESTACAR

Puede pasar desapercibido, pero hay algo en la historia que vale la pena destacar y que creo que hace la diferencia. Todo lo que vimos más arriba resulta bastante conocido, pero por ahí se nos pierde la forma en que desarrolló la estrategia Joiadá: había tres grupos de guardias, que tenían turnos. Por sí solo, un grupo no tenía mucho poder, y si alguien hubiera considerado solo la cantidad de soldados que podía ver un día cualquiera en el Templo, no se hubiera sentido muy animado a hacer nada. Pero el sacerdote pudo “ver” los recursos totales con que contaba, que no eran los “visibles” en un momento dado, y pudo darse cuenta que con una reorganización y un simple “esfuerzo extra” se podía lograr mucho. Así que les pidió que, sin alterar demasiado su rutina normal, el grupo que tenía que salir se quedara y el que no entraba en funciones viniera. Todo el proceso en sí no resultaría muy “diferente” de lo habitual, y no levantaría sospechas, pero lograría reunir recursos.

Otro elemento original de su estrategia fue que pudo ver recursos materiales donde no se los veía: las armas del rey David, bastante viejas para ese entonces pero aún posibles de usar, que estaban en los depósitos del Templo, juntando polvo, supongo. Recursos materiales para equipar a los recursos humanos.

Y no nos olvidemos de los recursos simbólicos: eran las armas de David, con todo el honor que significaría para ellos usarlas, y, además, ¡iban a ser usadas para reestablecer la dinastía del mismo David! Nada más apropiado. Los “símbolos” genuinos (es decir, con significado real y no artificial o vacío) le darían a los soldados un valor y motivación genuinas.


No lo mencioné mucho en el texto porque doy por sentado que sabemos que nada de los que dijimos funciona sin Dios. Toda estrategia tiene su origen en él, el proceso se lleva a cabo de su mano, y los resultados son Sus resultados. Sin nosotros difícilmente Dios lo vaya a hacer, y si no estamos adecuadamente preparados, no va a ser mucho lo que pueda lograr. La historia de Joiadá creo que nos enseña, principalmente, a “ver” lo que ya está pero que no se percibe a simple vista, los recursos que Dios ya dio y que está esperando a que los reconozcamos y usemos, para que Su reino sea extendido.


¡A Dios sea la gloria!


Danilo Sorti
Enero 2010




EL TEXTO
(Versión Dios Habla Hoy)


1 Cuando Atalía, madre de Ocozías, supo que su hijo había muerto, fue y eliminó a toda la familia real. 2 Pero Joseba, hija del rey Joram y hermana de Ocozías, apartó a Joás, hijo de Ocozías, de los otros hijos del rey a los que estaban matando, y lo escondió de Atalía, junto con su nodriza, en un dormitorio. Así que no lo mataron, 3 y Joás estuvo escondido con su nodriza en el templo del Señor durante seis años. Mientras tanto, Atalía gobernó el país.

4Al séptimo año, Joiadá mandó llamar a los capitanes, y a los quereteos y los guardias, y los hizo entrar en el templo del Señor, donde él estaba. Allí hizo con ellos un pacto bajo juramento, y les mostró al príncipe Joás. 5 Luego les ordenó: “Esto es lo que van a hacer ustedes: una tercera parte de ustedes estará de guardia en el palacio en el sábado; 6 otra tercera parte estará en la puerta de Sur; y la otra tercera parte en la puerta posterior del cuartel de la guardia. Así cubrirán ustedes por turnos la guardia del palacio. 7 Ahora bien, las dos secciones que salen de guardia el sábado, montarán la guardia en el templo del Señor, junto al rey. 8 Ustedes formarán un círculo alrededor del rey, cada uno con sus armas en la mano, y el que intente penetrar en las filas, morirá. Ustedes acompañarán al rey dondequiera que él vaya.”

9 Los capitanes hicieron todo lo que el sacerdote Joiadá les había ordenado. Cada cual tomó el mando de sus hombres, tanto los que entraban de guardia en sábado como los que salían, y se presentaron al sacerdote Joiadá. 10 Entonces el sacerdote entregó a los capitanes las lanzas y los escudos que habían pertenecido al rey David, y que estaban en el templo del Señor. 11 Los guardias tomaron sus puestos, desde el ala derecha hasta el ala izquierda del templo, y alrededor del altar, cada cual con su arma en la mano para proteger al rey. 12 Entonces Joiadá sacó al hijo del rey, le puso la corona y las insignias reales, y después de derramar aceite sobre él lo proclamó rey. Luego todos aplaudieron y gritaron: “¡Viva el rey!”

13 Cuando Atalía oyó las aclamaciones de los guardias y de la gente, fue al templo del Señor, donde estaban todos. 14 Vio allí al rey, de pie junto a la columna, según era la costumbre. A su lado estaban los jefes y la banda de música, y la gente muy alegre y tocando trompetas. Entonces Atalía rasgó sus vestidos, y gritó:

—¡Traición! ¡Traición!

15 Pero el sacerdote Joiadá ordenó a los capitanes que estaban al mando del ejército:

—¡Sáquenla de entre las filas, y pasen a cuchillo al que la siga!

Como el sacerdote había ordenado que no la mataran en el templo del Señor, 16 la apresaron y la sacaron por la entrada de la caballería al palacio real, y allí la mataron.

17 Después Joiadá hizo una alianza entre el Señor, el rey y el pueblo, de que ellos serían el pueblo del Señor, y también entre el rey y el pueblo. 18 Luego fueron todos al templo de Baal y lo derribaron, destrozando por completo sus altares y sus ídolos. En cuanto a Matán, el sacerdote de Baal, lo degollaron ante los altares. A continuación, el sacerdote puso una guardia en el templo del Señor; 19 luego tomó a los capitanes, a los quereteos, a los guardias y a toda la gente, y juntos acompañaron al rey desde el templo del Señor hasta el palacio real, entrando por la puerta de la guardia. Joás se sentó en el trono, 20y todo el pueblo se alegró. Y como Atalía había muerto a filo de espada en el palacio real, la ciudad quedó tranquila.


jueves, 7 de enero de 2010

1 Corintios 4:8, Crecimiento espiritual y una confusión ¿Lo alcancé o todavía me falta?

El problema

Hay varios tipos de “confusiones” acechando por ahí. Una de ellas es pensar que somos lo que decididamente no somos. Estoy puede parecer muy evidente, pero puede ocurrir:

“8 Al parecer, ustedes ya son ricos, y tienen todo lo que pueden desear, y se sienten como reyes que nada necesitan de nosotros. ¡Ojalá fueran reyes de verdad, para que nosotros tuviéramos parte en su reino!”
1 Corintios 4:8

Por lo visto, había un autoengaño muy importante en esa comunidad.

Pero hay algo más sutil, parecido quizás a lo anterior pero distinto. Ocurre cuando Dios está estableciendo algo en nosotros, o cuando empieza a llamarnos fuertemente la atención sobre algún tema, y ese algo aún no ha llegado a su completa madurez.

Dios empieza a llamarnos la atención sobre algo nuevo. Nuestro espíritu es impactado, y también nuestra alma; nos emocionamos con esa nueva verdad, nos entusiasmamos con lo que significa y con lo que se puede llegar a hacer en términos del avance del reino de Dios. Leemos algunos libros, escuchamos unas cuantas predicaciones, asistimos a algunas conferencias y empezamos ya a creer y practicar lo aprendido.

Hasta ahí va todo bien.

Pero después las cosas no funcionan exactamente como nos dijeron; a veces tenemos resultados y a veces no. Intentamos, pero más de una vez no podemos. Deberíamos sentir paz y gozo, pero no están tan presentes como debieran. Los cinco pasos, los siete métodos y las diez frases poderosas parecen haber perdido su eficacia al tiempo. ¿Qué pasó?

Cuidado que no me estoy refiriendo acá a exageraciones doctrinales, que suelen presentarse de manera muy impactante (es decir, emocionante; netamente apuntadas al alma) y que decididamente no pueden funcionar (por más “testimonios asombrosos” que amontonen) porque no están encauzadas en los principios divinos ni tienen el genuino respaldo del Espíritu.

Me refiero a verdades bíblicas y a aplicaciones de esas verdades; es decir, a algo válido y genuino en sí mismo.

Pues bien, creo que muchas veces nos suele pasar que cuando recibimos algo, y hemos tenido alguna capacitación en eso, pensamos que ya lo dominamos, y que conocemos todo lo que hay que conocer sobre eso. Si se trata de alguna verdad poderosa para transformar vidas, nos entusiasmamos pensando cuánto bien para los otros podemos hacer, y en nuestro entusiasmo creemos que ya podemos aplicarlo eficazmente.

Pero la verdad es que, generalmente, aun nos estará faltando mucho más por aprender y practicar, mucho más por caminar con Dios en esa verdad antes de que podamos decir que la dominamos.

Personalmente, no creo que esté necesariamente mal aplicar una verdad al poco tiempo de recibirla. Al fin y al cabo, la iglesia del libro de Hechos predicó, ministró e hizo misiones con mucha menos revelación y conocimiento de lo que nosotros tenemos hoy, ¡y Dios la respaldó! Es más, creo que es un gran error del liderazgo cuando se impide a los cristianos jóvenes (y no tan jóvenes) ejercitar sus dones y ministerios. Claro, debe estar correctamente encauzado y supervisado.

4 Pero los que tuvieron que salir de Jerusalén anunciaban la buena noticia por dondequiera que iban.
Hechos 8:4

Que yo sepa, no hubo ninguna ordenación de evangelistas y misioneros antes de que tuvieran que salir corriendo de Jerusalén, pero fueron ellos los primeros que expandieron el evangelio más allá de Jerusalén y antes de que el primer líder de la iglesia, Pedro, tuviera la visión misionera (¡si es que alguna vez llegó a tenerla completamente!).

Pero al mismo tiempo, es necesario que seamos plenamente conscientes del nivel de revelación y “práctica” que tenemos en ese campo en particular.

Haber recibido una unción especial no me hace experto; me habilita para empezar a ministrar en ella, pero aun necesitará ser perfeccionada. Haber leído dos o tres libros sobre un tema tampoco me hacen un experto; probablemente sí pueda (y deba) empezar a hacer algo sobre el tema, pero todavía me falta mucho. Leer unos diez o veinte libros más… ¡tampoco me hacen un experto!, solo me dan un poco más de avance en el camino; está bien, pero hay que seguir caminando.

Recibir alguna ministración especial del Espíritu no me hace un “Ungido infalible”; simplemente es una preparación. Recibir revelaciones especiales no me dan necesariamente la capacidad para aplicarlas, o no necesariamente en el presente.

Definitivamente ¡todo tiene su tiempo!

Es nuestra alma, aun no del todo regenerada, la que nos suele jugar la mala pasada y hacernos creer o bien que ya estamos listos para el “estrellato” o bien que aun no podemos hacer nada con lo que tenemos. Y la realidad suele estar entre medio de ambos extremos: sí es muy posible que podamos empezar a hacer algo con lo que ya recibimos pero todavía necesita ser desarrollado por lo que nuestro alcance va a ser modesto aun.

Y si, en realidad, todavía no lo alcancé, sino que necesito crecer más en eso que recibí, significa que tengo que preocuparme por hacerlo; buscar más revelación, recibir más guía de hermanos experimentados en el tema, leer más. Siempre resulta válido el ejemplo de Pablo:

“12 No quiero decir que ya lo haya conseguido todo, ni que ya sea perfecto; pero sigo adelante con la esperanza de alcanzarlo, puesto que Cristo Jesús me alcanzó primero. 13 Hermanos, no digo que yo mismo ya lo haya alcanzado; lo que sí hago es olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante, 14 para llegar a la meta y ganar el premio celestial que Dios nos llama a recibir por medio de Cristo Jesús.
15 Todos los que ya poseemos una fe madura, debemos pensar de esta manera.”
Filipenses 3:12-15a

Aquí también podemos encontrar otro error frecuente de pensar que ya no necesitamos aprender más sobre dicho tema, solo ejercitarlo. Así es como nos encontramos con siervos de Dios que han causado un impacto en su tiempo pero hoy siguen ministrando verdades y formas que ya no funcionan, o que fueron superadas hace rato. Lo que estuvo bien entonces, necesita perfeccionarse y crecer hoy, porque los tiempos cambian y ¡porque Dios no respalda a mediocres! La experiencia en sí misma no enseña, solo refuerza conductas. Para aprender algo nuevo necesitamos la “teoría” que viene del cielo, a través de algún hermano, libro y directamente del Espíritu.



Algunas ideas para aplicar

Resumiendo, ¿qué podemos hacer?

Se me ocurren algunas cosas… ¡y no pretendo que sea la solución definitiva!

Lo primero y principal es recordar que la vida cristiana es la vida dependiente del Espíritu, pero no para llevarle todo lo que se nos ocurre para que lo haga prosperar, sino más bien al revés: para recibir todo lo que él tiene planificado para que nosotros lo hagamos funcionar. Entonces, si aprendemos a caminar a cada momento escuchando la voz del Espíritu y obedeciéndolo, nos evitaremos muchos, pero muchísimos, problemas. Esta es, quizás, la verdad más simple y poderosa del caminar cristiano, ¡y la que siempre necesitamos que nos recuerden!

Luego, en relación al tema específico, lo principal que se me ocurre es que tenemos que tener siempre presente la idea de proceso: estamos en un proceso, no llegamos todavía, aun nos falta mucho, todavía hay mucho por aprender y recibir del Padre. Cuando este principio está firmemente arraigado en nosotros, vamos a tener siempre la actitud de buscar lo nuevo, de crecer, de no conformarnos.

En relación con lo anterior, entender que parte fundamental de la naturaleza de Dios es el crecimiento, el perfeccionamiento constante. Si así es Dios, no podemos ser menos nosotros. Creo que la mediocridad y el conformismo ofenden al Creador. Personalmente, creo también que Dios mismo es crecimiento constante; ahora bien, ¿cómo es posible que alguien perfecto y completo a su vez siga crezca? Bien, esto daría lugar a una larga discusión teológica y ¡no tengo los argumentos suficientes para ella! Dejemos que el Espíritu nos muestre toda la verdad.

Otra herramienta poderosa es relacionarlo todo con lo que pasa en el ámbito profesional “secular”. En el mejor de los casos, un profesional necesita 6 años de intenso estudio para recibirse, y luego le hacen falta unos cuantos años más para adquirir la práctica necesaria. Y esto por no hablar de los grados siguientes de Máster, Doctorado y Postdoctorado. Entonces, si así ocurre en la sociedad, ¿será menos con las cosas santas de Dios? Creo que no, más bien, pienso que el Señor tiene tiempos incluso más largos.

¿Qué hacer, entonces cuando empezamos a recibir algo nuevo? Personalmente, trataría de aplicarlo lo más pronto posible, es decir, lo más pronto que el Señor me indicara a hacerlo. Siempre dentro de los límites que él me mostrara y, si fuera posible, con la adecuada supervisión de un hermano más experimentado.

Acá juega un rol fundamental el cuerpo de Cristo, y fundamentalmente, la comunidad local de creyentes; debería haber mentores espirituales que nos guíen y ámbitos en los cuales podamos empezar a ministrar. Se vuelve más complicado el tema cuando nuestras comunidades de la fe son disfuncionales y no es posible tener una contención y libertad adecuadas. Si este es el caso, lo único que puedo decir es que necesitamos el doble de comunión con el Señor y el doble de cuidado en escuchar su voz y obedecerlo, personalmente, no creo que debamos enterrar nuestros dones y llamados porque no haya un liderazgo capaz de pastorearlos adecuadamente. Al fin y al cabo, delante del trono de Cristo el que va a tener que rendir cuentas de sí mismo es: ¡uno mismo! Con todo, nunca hay que desestimar la importancia y la necesidad de estar en comunión y en sujeción unos con otros.

5 De la misma manera, ustedes los jóvenes sométanse a la autoridad de los ancianos. Todos deben someterse unos a otros con humildad, porque:
“Dios se opone a los orgullosos,
pero ayuda con su bondad a los humildes.”
I Pedro 5:5

Al mismo tiempo que trataría de comenzar a aplicar lo que estoy recibiendo, también cuidaría los tiempos de Dios y empezaría a pensar a largo plazo; es decir, sería conciente de que el desarrollo pleno de lo que Dios está empezando está todavía en el futuro, y que ese futuro puede demorar años. Pero mientras tanto, mi responsabilidad sería capacitarme, prepararme, crecer en eso, para estar verdaderamente listo cuando llegue el momento. Debería empezar a utilizar lo que Dios me dio en el ámbito apropiado pero, más que nada, debería pensar en crecer y capacitarme en eso (vuelvo a decir, tanto estudiando e investigando sobre el tema, como buscando directamente en el Señor).

Dios siempre cumplirá sus promesas; cuando nos da dones, ministerios, llamados, unciones, también nos promete algo para el futuro: un campo de misión, una plataforma de ministerio, la capacidad para llegar a mucha gente, etc. Llegado el tiempo, las condiciones se van a dar, las oportunidades van a estar, pero, ¿vamos a estar preparados nosotros para tomarlas? Dios nos promete y cumple, sí, pero si no pudo encontrar en nosotros la preparación adecuada, no va a permitirnos entrar en la “tierra prometida”. ¡Qué triste es que llegue el momento esperado durante años y no estemos preparados para aprovecharlo! ¡Qué triste es que, llegado el tiempo, nos encontremos con muchas puertas abiertas y no sepamos qué hacer con ellas! Es parecido a lo que les pasó a las cinco jóvenes insensatas de Mateo 25.

En definitiva, se requiere paciencia, ¡así como Dios es enormemente paciente con nosotros! A muchos de los cristianos occidentales nos resulta sorprendente (y terriblemente inquietante) las veces que aparece la palabra “paciencia” en las Escrituras. Como ejemplo:

25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.
Romanos 8:25

4 Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.
Romanos 15:4

4 Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias,
2 Corintios 6:4

22 Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
Gálatas 5:22-23

11 Pero tú, hombre de Dios, huye de estas cosas y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. 12 Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.
1 Timoteo 6:11-12

11 Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, 12 a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.
Hebreos 6:11-12

13 Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo 14 diciendo: “De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente". 15 Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa.
Hebreos 6:13-15

36 pues os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
Hebreos 10:36

1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,
Hebreos 12:1

3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. 4 Pero tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.
Santiago 1:3-4

2 Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos;
Apocalipsis 2:2

De alguna forma o de otra, estos pasajes tienen que ver con el crecimiento cristiano, y el poder desarrollar un don, ministerio o llamado se encuentra dentro de el, claro está.

Para poder esperar los tiempos de Dios, a la vez que vamos trabajando con paciencia y humildad en lo que hayamos sido llamados, necesitamos ser sanos de todo activismo, es decir, de creer que valemos por lo que hacemos. Y esto sigue contaminando mucho a la iglesia todavía, por lo que no resulta tan fácil de lograr. A su vez, tenemos que entender plenamente el valor de la paciencia (es decir, “esperar hasta que”) y reconocerla como una virtud que Dios aprecia mucho, y que tiene gran recompensa.

La necesidad en el mundo es cada vez mayor, sí, es cierto; hay pocos obreros, es verdad, siempre fue así; no podemos esconder la luz debajo de un cajón, ¡amén! Pero tampoco podemos hacer la obra hasta que no estemos completamente preparados y hayamos recibido la orden divina de partida, porque sino el resultado será peor que si no se hubiera hecho nada. Y ejemplos, con nombre y apellido, conocemos todos.

No hay que olvidar que siempre debe haber una orden divina para comenzar a desarrollar un ministerio, sea “pequeño” o “grande”, y si pretendemos comenzar algo significativo, esta orden debe ser lo más clara posible. Qué bueno es cuando puede ser como en el caso de Pablo:

1 En la iglesia que estaba en Antioquia había profetas y maestros. Eran Bernabé, Simón (al que también llamaban el Negro), Lucio de Cirene, Menahem (que se había criado junto con Herodes, el que gobernó en Galilea) y Saulo. 2 Un día, mientras estaban celebrando el culto al Señor y ayunando, el Espíritu Santo dijo: “Sepárenme a Bernabé y a Saulo para el trabajo al cual los he llamado.”
3 Entonces, después de orar y ayunar, les impusieron las manos y los despidieron.
Hechos 13:1-3

Aunque esta no fue la primera vez que recibió el llamado, aclaremos. Pero más de una vez, Dios utiliza métodos más “directos”:

4 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
5 Antes de darte la vida, ya te había yo escogido;
antes de que nacieras, ya te había yo apartado;
te había destinado a ser profeta de las naciones.”
6 Yo contesté:
“¡Ay, Señor! ¡Yo soy muy joven y no sé hablar!”
7 Pero el Señor me dijo:
“No digas que eres muy joven.
Tú irás a donde yo te mande,
y dirás lo que yo te ordene.
8 No tengas miedo de nadie,
pues yo estaré contigo para protegerte.
Yo, el Señor, doy mi palabra.”
Jeremías 1:4-8

Y, de paso, el Espíritu Santo advierte a los otros:

49 Juan le dijo:
—Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre; y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros.
50 Jesús le contestó:
—No se lo prohíban, porque el que no está contra nosotros, está a nuestro favor.
Marcos 9:49,50

Y para volver a recalcar algo que se dijo más arriba, ¡qué bueno es cuando todo este proceso puede desarrollarse en la comunión de los hermanos! ¡Qué bueno es cuando hay mentores que nos pueden acompañar en el camino! ¡Qué bueno es cuando hay líderes que no pretenden adueñarse de nuestros ministerios sino que pueden ayudarnos a desarrollarlos conforme al propósito específico de Dios para nuestras vidas, y ordenarlos en el todo del cuerpo! ¡Qué Dios nos conceda siempre la bendición de estar en y formar una comunidad así!


Empezamos planteando la confusión entre “lo tengo ya” versus “estoy en proceso”. Esta confusión no está en el espíritu, sino en el alma. Creo que si simplemente mantenemos siempre la noción de “estoy en proceso” cometeremos muchos menos errores y cambiaría mucho nuestra forma de predicar y ministrar; ¡y seríamos más humildes! Al fin y al cabo, ¿cuándo se “termina” el proceso? ¿Cuándo podemos decir que ya “lo tenemos”? ¿Cuándo, de este lado del sol, podemos decir que “ya somos”? Bien, ¡NUNCA! Entonces, SIEMPRE seguiremos en proceso. Y si seguimos en proceso, SIEMPRE tendremos algo nuevo para aprender y SIEMPRE podremos equivocarnos… y SIEMPRE necesitaremos que el Espíritu esté con nosotros… y de paso, arregle algunos problemitas que generamos…

¿Lo tengo ya? ¿Lo alcancé? ¡No, para nada! ¡Caramba! ¡Sigo necesitando desesperadamente del Señor!

Danilo Sorti
Enero 2010