Si el Salmo 120 es el primer paso y enfoca en
la función del profeta – iniciador, el siguiente debe necesariamente enfocar en
la función del siervo, el que crea ambientes, limpia, cuida. A su vez, se trata
de la segunda etapa del peregrino que emprende este viaje de 15 estaciones.
Salmos 121:1-8 RVC
1 Elevo mis ojos a los montes; ¿de dónde
vendrá mi socorro?
2 Mi socorro viene del Señor, creador del
cielo y de la tierra.
3 El Señor no dejará que resbales; el que te
cuida jamás duerme.
4 Toma en cuenta que nunca duerme el
protector de Israel.
5 El Señor es tu protector; el Señor es como
tu sombra: ¡siempre está a tu mano derecha!
6 Ni el sol te fatigará de día, ni la luna te
agobiará en la noche.
7 El Señor te librará de todo mal; el Señor
protegerá tu vida.
8 El Señor te estará vigilando cuando salgas
y cuando regreses, desde ahora y hasta siempre.
La escena es, propiamente, la del peregrino
que al momento de emprender su viaje, o más precisamente, habiendo salido
recién de la ciudad de maldad, levanta la vista hacia el camino montañoso y
peligroso que tenía por delante. ¡Nadie más necesario de protección y cuidado!
Se enfrentaría a entornos desconocidos y peligrosos, haciendo en extremo
necesaria la función divina de “creación de espacios seguros”.
Este Salmo ha tenido varias cuestiones de
interpretación. A veces se ha considerado en un sentido “positivo” y más
“moderno”: alzar los ojos a los montes en señal de elevarse a los espacios
“altos” para encontrarse con Dios. La realidad es que si nos ubicamos en ese
tiempo, los montes más bien eran (y siguen siendo) los lugares de los altares
paganos, por lo que algunos consideran que la primera parte del versículo 1
debería ser una pregunta: “¿elevaré mis ojos a los montes?”, es decir,
“¿buscaré mi ayuda en los ídolos?”.
De todas formas, si ubicamos el Salmo en el
contexto de los 15, quizás la interpretación que planteo en el otro párrafo sea
la más correcta: el viajero emprende un camino peligroso, y en ese camino que
cruza por los montes, se encontrará inevitablemente con los más fuertes altares
a los ídolos paganos y con sus sangrientos adoradores, además de ladrones y
fugitivos de los caminos peligrosos.
En todo caso, este camino el salmista lo
emprende “solo”, no es un camino seguido por muchos, no es fácil encontrar
compañía y aún si la hubiera, hay mucho “trato personal” allí. Es un proceso
que realizamos de la mano del Señor. Por eso reconoce que su socorro solo puede
venir de Él.
Los dos primeros versículos plantean el tema
que desarrollarán los siguientes: en qué consiste esa protección divina. En el
artículo anterior vimos que el simple hecho de reconocer que uno está mal y
pedir ayuda al Señor no es tan fácil ni tan común como parece. En estos tiempos
de extrema rebeldía, muchos no lo harán nunca, ni aún en medio de juicios que
la humanidad no ha conocido hasta ahora. Es un duro golpe al orgullo, incluso
para los cristianos. Pero ahora es necesario reconocer esta ayuda, es decir,
tener esperanza, confiar a cada paso del camino. Una cosa es creer que el Señor
nos protege en un ámbito conocido, aunque estemos rodeados de malvados (como
dice el dicho, “mejor malo conocido que bueno por conocer…”), otra cosa es
confiar en que seremos protegidos al enfrentar peligros y desafíos totalmente
desconocidos.
No tenemos idea del “tamaño” de nuestro Dios
hasta que no nos enfrentamos a enormes problemas. Mientras más grande sea el
problema que el Señor solucione, más conocemos de Su grandeza. Por supuesto, no
terminaremos de crecer en el conocimiento del “tamaño” de Dios durante toda la
eternidad, realmente no hay un “limite”, nunca “nos graduamos” de eso, simplemente
crecemos. Y cada nuevo desafío viene con su cuota de temor e incertidumbre… y
la necesaria fe.
Entonces, el segundo paso implica una dosis
de humildad para reconocer que no conocemos al Señor tan bien como pensábamos,
y que tampoco nos conocemos a nosotros, porque descubrimos que somos más
miedosos e inseguros de lo que suponíamos. ¡Otra vez la vieja y (a veces no
tan) querida humildad!
¿Qué “Dios” nos socorre? Nada menos que el
Creador del cielo y la tierra. A medida que avanza nuestro conocimiento
geológico y astronómico, más grande es la dimensión del Creador… teniendo en
cuenta que esta Creación es solo una pequeña parte de lo que Él puede hacer…
¿En qué consiste el cuidado del Señor? Hay
doce expresiones, precisamente número de gobierno, es decir, Dios tiene el
perfecto gobierno sobre cualquier circunstancia:
1) No dará tu pie al resbaladero
2) ni se dormirá el que te guarda
3) Por cierto, no se adormecerá ni dormirá
4) el que guarda a Israel
5) Jehová es tu guardador
6) Jehová es tu sombra a tu mano derecha
7) El sol no te fatigará de día
8) ni la luna de noche
9) Jehová te guardará de todo mal
10) él guardará tu alma
11) Jehová guardará tu salida y tu entrada
12) desde ahora y para siempre
El peregrino tiene que reconocer, y va a
conocer de hecho, la protección del Señor en este camino que emprende, que es más
que un camino “material” sino espiritual.
1) No dará tu pie al resbaladero à propiamente “resbaladero” implica
oscilación, caída. ¡Qué cosa más fácil es tropezarse en un pedregoso camino de montaña
y resbalar pendiente abajo unos cuantos metros atrás en el camino para levantarse
sucio y lastimado! O bien, resbalarse en el camino de descenso, hasta llegar unos
metros más abajo, habiendo adelantado camino, sí, pero tan sucio y magullado
como en el caso anterior. Pero hay otra imagen peor, la del camino angosto por
el desfiladero, cuya caída es mucho más grave. Estos caminos difíciles se hacen
con ayuda de un cayado o vara resistente, un soldado podía usar su espada para
clavarla en el piso, o más bien, varios peregrinos podían ayudarse uno a otro. Así
que la imagen nos remite tan lejos en la historia como Enoc, de quien se dice
que “camino con Dios”, es decir, que lo tuvo a Dios como compañero de viaje en
su vida. Es la forma en que Él nos cuida en esos caminos difíciles. Y, ¿andarán
dos juntos si no estuvieren de acuerdo?
2) ni se dormirá el que te guarda à podemos asimilar la imagen
aquí al vigía que se duerme en su puesto, lo que podía ser frecuente. En todo
caso, Dios no se va a “cansar” de cuidarnos. A veces creemos en la protección
divina durante un tiempo, pero luego “parece” que Dios se durmió, que se olvidó
o que perdió la paciencia con nosotros, pero no es el caso. Nos recuerda también
“la noche” en que el Señor veló para sacar a Su pueblo de Egipto.
3) Por cierto, no se adormecerá ni dormirá à la repetición enfatiza el
concepto, y agrega algo más; no solamente no se va a “dormir”, sino tampoco “adormecer”,
es decir, no va a disminuir su “atención” de cuidado sobre nosotros.
4) el que guarda a Israel à otra repetición que parece
redundante pero agrega una nota importante: no se trata solamente de que Dios
guarda al peregrino, sino que guarda al pueblo de ese peregrino, y eso nos
lleva a las promesas dadas a Abraham y los patriarcas, a los propósitos con
Israel hacia las naciones, a cosas mucho mayores que la propia vida del
peregrino, aún con todo el cuidado personal del Señor. No solamente lo cuida
porque es uno de Sus fieles, sino porque hay diseños sobre la nación que
representa.
5) Jehová es tu guardador à este es el propio nombre
de Dios, el Dios personal de Israel no el “creador abstracto” que todos los
panteones de dioses de la antigüedad tenían, y que luego de haber hecho el
mundo se había “retirado” de él, sino el Creador que sigue ocupándose con mucho
cuidado de Su pueblo, el Dios que se manifestó a Moisés con ese nombre, dando
origen a la historia de la libertad de Israel. El Dios de la historia es el
protector del peregrino.
6) Jehová es tu sombra a tu mano derecha à la idea de “sombra” tiene
que ver con amparo, protección contra el sol abrasador del desierto, el que
protege de las condiciones duras del entorno, porque tiene autoridad sobre la
creación, Su creación. Pero “a tu mano derecha” trae el recuerdo de la nube del
desierto, que continuamente estaba con el pueblo.
7) El sol no te fatigará de día à aún en condiciones
normales, la jornada bajo el sol llega a fatigar. La promesa de protección es
también sobre ese desgaste diario, lento, constante y muy peligroso a la larga.
8) ni la luna de noche à de noche es necesario
descansar, y el Señor promete ser ese descanso. De nuevo, podemos pensar en la
protección nocturna en el desierto, cuando el frío golpea.
9) Jehová te guardará de todo mal à en definitiva, sea lo que
sea, se llame como se llame, conocido o desconocido, el Dios personal, que se
da a conocer por Su Nombre, promete ser el protector. “Venga lo que venga”, allí
estará Él, y esa debe ser la confianza del peregrino.
10) él guardará tu alma à no solamente se encargaría
de cuidar las condiciones externas de la vida sino lo más íntimo, el interior
del peregrino. Este concepto es muy familiar para los cristianos, pero no lo
era tanto para ellos en ese tiempo, el interior del ser humano seguía siendo un
territorio bastante desconocido, pero aún allí, en lo “desconocido” de la
persona, el Señor estaría.
11) Jehová guardará tu salida y tu entrada à esto implica durante todo
el viaje, “desde” que saliera “hasta” que llegara, sin importar cuánto durara. De
una punta a otra. El mismo que a sí mismo se llama “el Primero y el Último”, el
que lo llena todo, y también el camino del peregrino. Él estaba en todo lugar,
un concepto que en aquel entonces no resultaba tan común, teniendo en cuenta
los muchos dioses territoriales que existían. Le costó tiempo a Israel
reconocer que su Dios es el Dios de todo el mundo. Dios sigue siendo Dios aún
en los “territorios desconocidos” donde no tenemos muy en claro que Él esté.
12) desde ahora y para siempre à en todo momento, no solo
en todo lugar, y sin límite en el futuro, propiamente para un peregrino que
empieza un camino que probablemente sea indefinido, es decir, con un “fin” que
no se conoce o no se vislumbra con claridad. El peregrino sabe el “ahora”, pero
no el mañana. El Señor diría siglos después: “¡Ya bastante tiene cada día con
su propio mal!”, por lo que Sus seguidores no debían preocuparse
innecesariamente por lo que de todas formas no podrían resolver en ese momento.
En definitiva, las doce expresiones son una
sola: Él estará siempre allí para cualquier necesidad. Puede estar la disposición
a iniciar el camino, pero si no está la confianza en Su protección, solo nos
quedaremos con las valijas preparadas al costado de la ruta mirando hacia la
distancia, nada más.
Danilo Sorti