Mateo 16:18 RVC
18 Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre
esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no podrán vencerla.
Los primeros cristianos jamás se hubieran
hecho la pregunta del título, ¿por qué? Sencillamente porque ellos sabían
perfectamente qué era una “iglesia”, una “ekklesia”.
Ahora bien; había otras formas de
organización social en aquel entonces, tal como las hay actualmente. Existía la
familia extendida, más parecido al “clan” que a la familia nuclear de hoy; y
aunque el Señor compara a la iglesia con la familia no es la imagen principal
en el Nuevo Testamento, y más precisamente habla de la relación de hermanos.
También existía el ejército, con una
estructura vertical, tampoco el Señor usa esa imagen y sólo aparece de manera
más bien secundaria.
Existían los templos y las estructuras
sacerdotales, ¡el Señor ni siquiera extiende la imagen del sacerdocio del
Antiguo Pacto! Tampoco es una imagen común para referirse a la iglesia, por más
que a unos cuantos pastores y apóstoles les encante hablar de la “sucesión
sacerdotal” para ubicar a sus hijos en puestos de autoridad.
La palabra que utiliza es “iglesia”, concepto
pervertido por los lobos rapaces en las últimas décadas, pero sumamente claro
para los primeros oyentes. ¿Qué entendían ellos? Veamos una definición breve:
“La ekklesía o ecclesía (del griego antiguo «ἐκκλησία»)
era la principal asamblea de la democracia ateniense en la Grecia clásica. Fue
instaurada por Solón en el 594 a. C. y tenía un carácter popular, abierta a
todos los ciudadanos varones con 2 años de servicio militar, incluso a los
tetes (los ciudadanos libres más pobres).
“La ekklesía era utilizada para designar
magistrados, de manera que estos eran elegidos mediante el sorteo, participando
todos los atenienses que formasen parte de la asamblea. De esta forma, también
elegían de forma indirecta a los componentes del Areópago, quienes eran
elegidos por los magistrados electos por la ekklesía.
“Entre otras cosas, la asamblea tenía la
última palabra en lo referente a la legislación ateniense, las declaraciones de
guerra, la firma de la paz, la estrategia militar, la elección del strategos y
otros oficiales y poseía la facultad de llamar a los magistrados a rendir
cuentas ante ella al final del año de su mandato.” (Wikipedia)
Aunque en la práctica no todos los ciudadanos
participaban y los esclavos, obviamente, estaban excluidos, el concepto de
participación democrática, de autoridad popular y de capacidad de decisión
estaba profundamente marcado en ella. Nada que ver con el “intento de reinado”
de tantos pastores hoy día.
Decir “iglesia” para un griego era decir una
asamblea en la que tendría tanto el derecho de participar como la
responsabilidad de hacerlo. Pero hay más. Los judíos tenían algo muy similar a
la ekklesía, la sinagoga:
“La sinagoga era una institución laica; ni
los jefes (Hch. 13:15), ni su presidente el principal (gr. arjisynagogos), eran
sacerdotes o fariseos necesariamente. Tampoco lo era el ministro (gr.
hypéretes), que velaba por el orden del culto (Lc. 4:20). La lectura y la
explicación de las porciones asignadas de la Ley y de los profetas (cp. Lc.
4:16-20; Hch. 13:14-48) no eran prerrogativa de ningún partido religioso.
Cuando los cristianos primitivos celebraban sus cultos, una de las mayores
influencias formativas fue la liturgia de la sinagoga.” (“Sinagoga” del
Diccionario Ilustrado de la Biblia, Ed. Caribe, 1990)
“Como se trata de un sitio no solo de oración
y estudio, sino también uno de reunión, diálogo e interpretación, la sinagoga
es conocida en hebreo como בית הכנסת (Beit ha-Kneset), expresión que significa
'Casa de Asamblea'.” (Wikipedia)
Aunque no tenía las mismas funciones
políticas, al menos no directamente, funcionaba como una asamblea bajo la
autoridad de las Escrituras. De nuevo, nada parecido a una “monarquía vertical”
aquí. Pero hay más.
“Sir William Ramsay vio en la configuración
del imperio romano un antecedente de lo que bien pudo haber afectado el
pensamiento de Pablo. Cualquier grupo de ciudadanos romanos, reunidos en
cualquier parte del mundo, constituía un conventus civium romanorum, una
“asamblea de ciudadanos romanos”. Doquiera estuvieran reunidos, eran parte de
la gran comprensión de Roma. No tenían sentido al margen de Roma; eran parte de
la gran unidad; y, cualquier ciudadano romano que llegara a esa ciudad, era
automáticamente un miembro más del grupo.” (“Palabras griegas del Nuevo Testamento”,
de W. Barclay, Casa Bautista de Publicaciones, 9na edición, 2002).
Aunque no exactamente una ekklesía, y con más
autoridad verticalista, de nuevo tenemos algo parecido entre los romanos
esparcidos por el imperio.
Resumiendo: tanto los griegos, como los
judíos como los romanos, que conformaron el triple sustrato cultural de la
naciente iglesia, tenían organizaciones parecidas: asambleas más o menos
democráticas, todas con ciertos requisitos de membresía y participación, con
capacidad de decidir y exigencia de asumir la responsabilidad, todas bajo su
respectiva ley, las que normalmente nombraban a sus propias autoridades… Tal
como fue la forma de iglesia hasta el siglo pasado.
Pero hacia las últimas décadas del siglo XX,
se levantaron voces de reconocidos maestros dentro de las iglesias enseñando
que esa forma “congregacional” de gobierno no era adecuada para los nuevos
tiempos que se avecinaban, y era necesario delegar más autoridad en una
persona. El tema es demasiado largo para un artículo, no quiero afirmar que la
forma estrictamente democrática sea la más correcta ni que una importante dosis
de autoridad sobre una persona sea necesariamente incorrecto, pero lo cierto es
que ellos allanaron el camino para llegar a la situación actual, en la que prácticamente
se da por aceptado que el pastor es el dueño de la iglesia, el único que pude
escuchar la voz de Dios para esa congregación, el único responsable y si
alguien osara contradecirlo recibiría la máxima colección de juicios divinos
sobre sí. ¡Nada de eso existía en la mente de los primeros cristianos! Ni Jesús
ni los apóstoles tuvieron que explicar demasiado sobre el funcionamiento de la
iglesia porque las estructuras seculares de ese entonces ya decían casi todo.
Como siempre, el error de uno se sostiene en
la ignorancia y el error de los muchos. Sencillamente, son los hermanos quienes
aceptan esta situación como normal y luego sufren en silencio los abusos.
Hermanos amados por el Señor: ¡ustedes están pecando al aceptar un modelo
antibíblico! Si luego son explotados por líderes abusadores, sepan que ustedes
mismos lo quisieron.
Ahora bien, volvamos a la ekklesía:
“El poder soberano pertenecía a la asamblea
del pueblo. Esta es la diferencia fundamental entre la democracia ateniense y
la moderna. En la democracia moderna el gobierno es representativo, en Atenas
la democracia era directa: era el conjunto de los ciudadanos en la asamblea el
que votaba las leyes, declaraba la guerra y elegía los magistrados.
“En teoría, para entrar en la ecclesia se requerían
solamente dos condiciones: ser ciudadano —desde la ley de Feríeles, el hijo
varón de padre y madre atenienses— y ser mayor de edad.
“En la práctica, solamente participaba en las
sesiones una fracción del pueblo; nunca más de dos o tres mil ciudadanos, la
mayoría de ellos vecinos de Atenas. Para ciertas resoluciones que tenían que
ser tomadas “por todo el pueblo” se exigía un quorum de 6 000 personas. La
abstención, sin embargo, no era practicada igualmente por todas las clases de
la sociedad.
“Muchos de los ricos no participaban por no
molestarse o porque evitaban juntarse con la muchedumbre; la gente de la costa,
no lo hacía porque prefería el producido de la pesca y el comercio a los
discursos solemnes; los campesinos en raras ocasiones descendían a Atenas. El
público habitual de la asamblea eran los artesanos y pequeños comerciantes de
la ciudad.” (LAS INSTITUCIONES DEMOCRÁTICAS EN GRECIA ANTIGUA ASAMBLEA ECCLESIA,
www.historiaybiografias.com)
Aunque la idea original de la ekklesía era
fantástica, finalmente no todos estaban dispuestos a pagar el precio del
“ejercicio ekklesiástico”. El modelo monárquico de gobierno actual de la
iglesia es, finalmente, lo más cómodo para la mayoría, pero, de nuevo, nunca
fue el propósito del Señor. La participación en asamblea es un ejercicio que
pude resultar arduo y frustrante, la asamblea de los santos solamente funciona
cuando el Espíritu Santo se mueve entre ellos, sino degenera en una asamblea
societaria de un club religioso.
¡Nadie dijo que sería fácil! ¿Podremos asumir
el desafío? ¡¡Señor, ayúdanos!!
Algo más sobre el tema en: http://cristianoseiglesias.blogspot.com.ar/2015/02/el-diseno-de-la-iglesia-su-base.html
Danilo Sorti