Apocalipsis 17:14 RVC
14 Pelearán contra el Cordero, pero el
Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y a los que
están con él se les llama “elegidos” y “fieles”.»
Todo el Nuevo Testamento se esfuerza por
mostrarnos a Cristo. Aunque en realidad toda la Biblia lo hace, es allí donde
lo podemos ver ya claramente y sin velos. La conclusión de todo es Cristo
venciendo sobre todos los poderes del mal, que hacia el final de los tiempos habrán
cristalizado en el sistema del Anticristo y terminarán siendo derrotados por
completo. En realidad, ya estaban derrotados desde la cruz, pero se les había
permitido vivir a fin de ser usados como instrumentos involuntarios para
castigar a los hijos de condenación pero más que nada, para perfeccionar a los
llamados para salvación.
Y así tenemos este paradigma de conflicto
espiritual, de guerra constante entre dos reinos, con un final preanunciado
pero con batallas que deben ser peleadas y ganadas aquí y ahora. ¿Quién es
realmente Cristo en esta, nuestra y su, guerra?
No podríamos intentar dar una imagen completa
de Él a menos que escribiéramos muchos libros, y cuando hubiéramos terminado de
hacerlo nos daríamos cuenta de que ¡apenas habríamos comenzado! Pero podemos
hacernos una idea desde algún punto de vista, en este caso, el contexto de
estas últimas batallas que estamos librando.
Filipenses 2:9-11 RVC
9 Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo
sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
10 para que en el nombre de Jesús se doble
toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la
tierra;
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es
el Señor, para gloria de Dios el Padre.
No hay “problema” en aceptar a un Dios que está
por encima de todo pero es “lejano”, hasta los incrédulos podrían convivir con
ese pensamiento, pero por “lejano” deja de tener injerencia en este mundo dado
a los hombres. El verdadero problema es el Dios Hombre, el Hijo del hombre,
sentado sobre TODO lo de esta Tierra y el Universo entero.
El éxito de Satanás, cuyo poder es el engaño
y la mentira, reside en hacernos creer que hay algo sobre lo cual Jesucristo no
tiene poder o no tiene al menos la última palabra. Eso solo es posible porque
en nuestra mente esas áreas no las hemos reconocido conscientemente como
pertenecientes a Cristo. Es decir, la raíz del pecado en nosotros (bueno, una
de las tantas, pero quizás una de las más fundamentales) consiste en que ese y
este tema no lo hemos sometido a Cristo, o no lo hemos reconocido a Él como su
Señor.
¿Es Señor de mi nación? Si en mi ser interior
no lo he reconocido clara y absolutamente como tal, cuando hablen los políticos
tendré miedo, o mi principal preocupación será a quién votar o para quién hacer
campaña. Menos aún me dedicaré seriamente a orar por ella, ¿por qué hacerlo, si
al fin y al cabo todo dependerá de las decisiones de los dirigentes humanos…?
¿Es Señor de mi vida? Si me estoy ocupando
tanto con mis propias fuerzas por lograr esto o aquello, por cambiar o por
alcanzar algo, o bien, si ya me he dado por vencido en esto o aquello, o en el
cambio que deseo lograr, ¡realmente no lo puse a Él como Señor! Sigo siendo yo,
y la verdad que resulto un “señor” muy incapaz… Por supuesto, tampoco oraré con
verdadera fe y pasión.
¿Es Señor de mi familia? ¿Es Señor sobre la
educación? ¿Es Señor sobre la economía? Podríamos seguir a lo largo de muchos,
muchos párrafos enumerando área tras área, incluso muchas desconocidas o que ni
se nos ocurriría tener en cuenta, ¿es Señor de mis compras diarias? ¿es Señor
de las mesas de un bar a fin de que podamos conseguir un lugar adecuado para
sentarnos? ¿es el Señor de las plantas de mi jardín, deberé preguntarle a Él
qué plantar?... en definitiva, si ha sido puesto sobre TODO, ¿qué es “todo”? O,
mejor dicho, ¿creemos de verdad que lo está sobre todo, a fin de que en todo
confiemos en Él y lo busquemos en oración?
Génesis 1:26-27 RVC
26 Entonces dijo Dios: «¡Hagamos al hombre a
nuestra imagen y semejanza! ¡Que domine en toda la tierra sobre los peces del
mar, sobre las aves de los cielos y las bestias, y sobre todo animal que repta
sobre la tierra!»
27 Y Dios creó al hombre a su imagen. Lo creó
a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó.
El hombre fue creado para estar “sobre todo”
lo que hay en esta Tierra, y no nos cuesta entender eso porque está grabado en
nuestro interior. “Podemos lograrlo” es la frase común en este siglo, aunque no
deja de tener mucho de mentira…. El hecho es que el ser humano fue hecho para dominar
sobre todo, por lo cual no debería resultarnos difícil entender que el Hombre
Perfecto, Jesucristo, que recuperó todo lo que nosotros habíamos perdido, sea
genuinamente quien tenga derecho sobre todo.
Entonces, tenemos dos ejercicios cuando nos
enfrentemos a alguna situación o problema: preguntarnos si “¿el Señor es
también señor sobre ESO?” Y luego, “si yo u otro ser humano afirma tener
autoridad sobre tal tema, ¿no la tendrá el Hijo del Hombre?”
Mateo 28:18-20 RVC
18 Jesús se acercó y les dijo: «Toda
autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.
19 Por tanto, vayan y hagan discípulos en
todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo.
20 Enséñenles a cumplir todas las cosas que
les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del
mundo.» Amén.
El Dueño del mundo en los Cielos lo volvió a
ganar en la Tierra, es lo que dijo a Sus discípulos y lo que Pablo explicó en
Filipenses, aclarando cuál había sido el camino:
Filipenses 2:6-8 RVC
6 quien, siendo en forma de Dios, no estimó
el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo y tomó forma
de siervo, y se hizo semejante a los hombres;
8 y estando en la condición de hombre, se
humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
El camino que había recorrido el Cristo fue
el de la cruz, no el del sufrimiento por sí mismo, sino el del esfuerzo y dolor
enfocado, propiamente, el costo de una batalla, el de un soldado que cumple su
misión aunque ello le cueste la vida. No fue dolor sin sentido, no fue
“complejo de mártir”, no fue un error de estrategia, fue el propósito de un
plan diseñado desde la eternidad.
Ese camino es el que lo transformó en Señor
de todo, y es el mismo camino a través del cual recibimos autoridad sobre esta
Tierra. Sí, Cristo lo ganó todo y completó todo sacrificio de sangre necesario,
pero hay una parte que inevitablemente nos corresponde a fin de que ese poder
sea real a través nuestro, y si eso no ocurre, Su Reino no terminará de ser
establecido sobre la Tierra:
Colosenses 1:24 RVC
24 Ahora me alegro de lo que sufro por
ustedes, y completo en mi cuerpo lo que falta de los sufrimientos de Cristo por
la iglesia, que es su cuerpo;
Seguramente conocemos bien lo que implica
aplicar la autoridad de Cristo a través de la oración y de las declaraciones
proféticas, también a través de las otras disciplinas espirituales como el
ayuno, la comunión, la lectura de la Palabra y más. Pero todo ello va teñido
con una cuota de sufrimiento, que se nos hace realmente muy pesado cuando no le
vemos el sentido, o simplemente pensamos que es una “venganza demoníaca”.
Necesitamos recordar siempre que nada de lo que pasamos carece de sentido,
sino, más bien, es parte del esfuerzo necesario para completar nuestra misión
particular en esta guerra. ¿Somos conscientes de ello?
De la misma manera que Jesucristo no es en la
práctica Señor de absolutamente todo para nosotros, tampoco es Señor de cada
circunstancia por lo que hay “partes” de sufrimiento que no tienen sentido en
función de Su Reino, situaciones que aparentemente no tienen nada que ver. Es
claro que si sufrimos predicando el evangelio o profetizando lo hacemos por
Cristo, no es tan claro cuando sufrimos en otras circunstancias, porque no
estamos viendo que todo eso, entre otras cosas, nos está llevando a un carácter
transformado a la semejanza de Cristo, lo cual nos asegura que podamos hacer
efectiva en esta Tierra Su suprema autoridad, es decir, traer el Reino. Ni
debemos sorprendernos de la cuota de sufrimiento que se nos es dada ni debemos
pensarlo como algo sin sentido: es el camino que necesitamos recorrer.
El sufrimiento en sí mismo es una
poderosísima arma de guerra espiritual porque el reino del Enemigo se cimenta
sobre la noción de poder, conquista y bienestar, por lo que no es causalidad
que la corrupción actual del Evangelio haga tanto énfasis en los mismos
principios. Satanás quiso ser grande, y Cristo lo venció siendo el más pequeño
de todos:
Mateo 18:4 RVC
4 Así que, cualquiera que se humilla como
este niño es el mayor en el reino de los cielos;
Lucas 22:24-27 RVC
24 Además, los discípulos tuvieron una
discusión en cuanto a quién de ellos sería el mayor.
25 Pero Jesús les dijo: «Los reyes de las
naciones se enseñorean de ellas, y los que tienen autoridad sobre ellas son
llamados benefactores;
26 pero entre ustedes no debe ser así, sino
que el mayor entre ustedes tiene que hacerse como el menor; y el que manda
tiene que actuar como el que sirve.
27 Porque, ¿quién es mayor? ¿El que se sienta
a la mesa, o el que sirve? ¿Acaso no es el que se sienta a la mesa? Sin
embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.
Pero nuestra tradición cristiana evangélica y
en particular, Latinoamericana, usualmente ha desviado estas verdades al punto
de transformar el cristiano en una especie de felpudo de la humanidad. De allí,
de ese pensamiento “fundacional”, se derivaron las fuertes corrientes de
pensamiento que dicen que el cristiano no debe participar en política o en
asuntos sociales, o que debe resignarse a sufrir aún cuando tenga el poder de
no hacerlo, o aceptar todo lo que haga el sistema mundo porque así, con su
sufrimiento, agrada a Dios. Está claro que estos conceptos contradicen muchos
pasajes de las Escrituras, y fundamentalmente, contradicen el señorío de
Cristo.
Necesitamos reenfocar entonces qué tipo de
sufrimiento y qué tipo de servicio es el que agrada a Dios como una ofrenda y
libera un tremendo poder espiritual y cuál otro se trata de un engaño del
Enemigo que nos mantiene sumidos en la desesperanza e inutilidad. Jesucristo es
Señor aún sobre el dolor y el sufrimiento, y solamente Él tiene el derecho de
decirnos cuándo debemos transitar ese camino y cuándo no. Y por cierto, cuando
así sea, el resultado será glorioso.
No podemos traer todo el poder de Cristo sin
nuestra parte en Sus sufrimientos, pero cuando lo hacemos de Su mano, como
Esteban, aún las piedras son poca cosa comparadas con la gloria que se nos está
revelando. Uno solo tuvo que enfrentar el más grande dolor solo, para que
ninguno de nosotros debamos hacerlo.
Efesios 1:21 RVC
21 muy por encima de todo principado,
autoridad, poder y señorío, y por encima de todo nombre que se nombra, no sólo
en este tiempo, sino también en el venidero.
A medida que los cristianos occidentales nos
vamos encontrando con desafíos cada vez más grandes y con poderes espirituales
cada vez más temibles, nuestra fe es puesta a prueba: ¿también sobre ESO es
Señor Jesucristo? De nuevo, ¿cuánto es “TODO”? Pues… ¡¡TODO!!
El mundo espiritual que hoy se está revelando
con tanta furia no era demasiado ajeno a esos primeros cristianos. No lo
“leemos” en las páginas del Nuevo Testamento sencillamente porque no era
necesario escribirlo, ellos lo vivían todos los días y conocían perfectamente
bien a todos esos principados y dioses, que, además, se les manifestaban
visiblemente. Por eso ha costado tanto traer los conceptos de guerra espiritual
en nuestros contextos urbanos occidentales, y por eso los espíritus malignos
han ganado tanto territorio… hasta ahora. Cuando leemos las epístolas, Efesio y
Colosenses especialmente, con esto en mente, descubrimos una nueva profundidad:
ellos no necesitaban saber cómo se llamaban y qué hacían cada uno de esos
poderes porque lo habían aprendido desde niños, necesitaban saber dónde estaba
el poder para derrocarlos.
No importa cuántos sean hoy (y de hecho, son
cada vez más los que están confluyendo o siendo liberados de sus prisiones), la
victoria de Cristo sigue teniendo el mismo poder. La realidad es que a medida
que nuevos poderes espirituales sean soltados sobre la Tierra, nuevas
dimensiones del poder y la autoridad del Señor nos serán reveladas, ¡porque
sabremos sobre quiénes más ha vencido! El ejercicio es reconocer cuáles son los
nuevos desafíos que aparecen para identificar una nueva dimensión del poder de
Cristo.
En base al poder que ha recibido es que somos
llamados a extender Su Reino. En los cuatro evangelios se repite el mandato de
llevar el mensaje y discipular naciones:
Mateo 28:18-19 RVC
18 Jesús se acercó y les dijo: «Toda
autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.
19 Por tanto, vayan y hagan discípulos en
todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo.
La suprema autoridad es la que lo habilita
para darnos el mandato más grande y difícil de todos, pero también es la que
nos garantiza el éxito final.
Marcos 16:15-18 RVC
15 Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y
prediquen el evangelio a toda criatura.
16 El que crea y sea bautizado, se salvará;
pero el que no crea, será condenado.
17 Y estas señales acompañarán a los que
crean: En mi nombre expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas,
18 tomarán en sus manos serpientes, y si
beben algo venenoso, no les hará daño. Además, pondrán sus manos sobre los
enfermos, y éstos sanarán.»
Por ese poder es que tenemos la autoridad
sobre el mundo espiritual y el natural, ha sido transferido a nosotros.
Lucas 24:48-49 RVC
48 De esto, ustedes son testigos.
49 Yo voy a enviar sobre ustedes la promesa
de mi Padre; pero ustedes, quédense en la ciudad de Jerusalén hasta que desde
lo alto sean investidos de poder.»
Una de las cosas más importantes que tenemos
que comprender en la extensión del Reino es que hemos sido llamados a ser
testigos, es decir que resulta necesario que VEAMOS y EXPERIMENTEMOS el poder
de Dios.
Juan 20:19-23 RVC
19 La noche de ese mismo día, el primero de
la semana, los discípulos estaban reunidos a puerta cerrada en un lugar, por
miedo a los judíos. En eso llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: «La paz
sea con ustedes.»
20 Y mientras les decía esto, les mostró sus
manos y su costado. Y los discípulos se regocijaron al ver al Señor.
21 Entonces Jesús les dijo una vez más: «La
paz sea con ustedes. Así como el Padre me envió, también yo los envío a
ustedes.»
22 Y habiendo dicho esto, sopló y les dijo:
«Reciban el Espíritu Santo.
23 A quienes ustedes perdonen los pecados,
les serán perdonados; y a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados.»
Es Cristo, que demuestra las evidencias de Su
poder sobre la muerte frente a Sus discípulos el que también los comisiona. El
mayor poder manifestado es sobre la muerte porque eso implica el poder sobre
todo el reino del Enemigo. No hay nada más que pueda detenernos que el miedo a la
muerte, pero los que no temen, ¿de qué no son capaces?
¿Es Cristo Señor también sobre mis temores?
Ese es el fundamento de todo el reino de Satanás sobre la Tierra, y es el
ámbito de autoridad que tiene sobre nosotros. Podremos escribir libros enteros
sobre la posición de Cristo por encima de cualquier poder que exista en la
Creación, pero será finalmente inútil si eso no sirve para superar nuestros
temores, especialmente aquellos que ni siquiera sabemos que tenemos.
Que Jesucristo sea Señor por sobre todo
implica que no temeremos, y por lo tanto la principal arma del Enemigo queda
inutilizada, por lo que nos volvemos guerreros extremadamente peligrosos para
quienes el sufrimiento y la pérdida no es más que algo efímero que redunda en
una ganancia mayor.
¿Cuánto más podemos hablar sobre el tema? Tan
importante como conocer es ejercitar ese conocimiento, hacerlo “vivo”, ponerlo
en acción.
Las disciplinas espirituales nos permiten
vehiculizar la Palabra y el poder de Dios, los hacen vivos. Sin embargo, el Espíritu
Santo trabaja de a poco con nosotros, conforme vamos siendo capaces de recibir
(es decir, de entender y HACER) y también de acuerdo a lo que estamos
dispuestos a escuchar. Si nuestra voluntad no desea abrirse a un tema en
particular, será muy difícil para el Espíritu trabajar sobre eso. Pero cuando
lo está, que es cuando está dispuesta a obedecer la guía específica del Ruah
Hakodesh, entonces todo avanza mucho más rápido.
Hoy esto es necesario porque no podemos
quedarnos con la revelación de poder y autoridad que hemos recibido tiempo
atrás, ni mañana nos servirá la que tengamos ahora. Pero la revelación de Su
autoridad no es nada diferente a la revelación de Él mismo. Concluyamos con una
imagen más valiosa que muchas palabras:
Apocalipsis 1:10-18 RVC
10 En el día del Señor quedé bajo el poder
del Espíritu, y detrás de mí oí una fuerte voz, parecida al sonido de una
trompeta,
11 que decía: «Escribe en un libro lo que
ves, y envíalo a estas siete iglesias: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira,
Sardis, Filadelfia y Laodicea.»
12 Yo volví la mirada para ver de quién era
la voz que hablaba conmigo, y al volverme vi siete candeleros de oro;
13 en medio de los siete candeleros vi a
alguien, semejante al Hijo del Hombre, que vestía un ropaje que le llegaba hasta
los pies, y que llevaba un cinto de oro a la altura del pecho.
14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como
lana. Parecían de nieve. Sus ojos chispeaban como una llama de fuego.
15 Sus pies eran semejantes al bronce pulido,
y brillaban como en un horno; su voz resonaba como el estruendo de un poderoso
caudal de agua;
16 en su mano derecha llevaba siete
estrellas, y de su boca salía una aguda espada de doble filo; su rostro era
radiante, como el sol en todo su esplendor.
17 Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto.
Pero él puso su mano derecha sobre mí, y me dijo: «No temas. Yo soy el primero
y el último,
18 y el que vive. Estuve muerto, pero ahora
vivo para siempre. Amén. Yo tengo las llaves de la muerte y del infierno.
Juan lo había visto en Su debilidad y
humillación, en su absoluta falta de poder humano… o, mejor dicho, en la
muestra de más absoluto poder de un Hijo del Hombre que pudiera haber sobre la
Tierra. Ahora lo veía con el mismo poder, pero glorificado, de tal forma que
toda Su autoridad de hacía visible. Hoy es el tiempo en que lo veamos así, no
con un poder diferente al que exhibió en la cruz, sino con el mismo, pero de la
forma en que necesitamos entenderlo como Vencedor por sobre cualquier poder o
nombre que se nombre en la Tierra, en los Cielos o en los Infiernos.
Danilo Sorti