lunes, 25 de noviembre de 2019

741. Limpiando el pecado en el campamento – VI, la desagradable labor de quitar el pecado…


Josué 7:16-19 RVC
16 Josué se levantó muy de mañana y ordenó que se acercara Israel por tribus, y fue elegida la tribu de Judá.
17 Cuando se acercó esta tribu, Josué eligió a la familia de los de Zeraj, y entonces hizo que se acercaran los varones, y eligió a Zabdi;
18 luego mandó que todos los varones de su casa se acercaran, y de la tribu de Judá tomó a Acán, que era hijo de Carmi, nieto de Zabdi y bisnieto de Zeraj.
19 Entonces Josué le dijo a Acán: «Hijo mío, da gloria al Señor, el Dios de Israel; alábalo y dime qué has hecho, y no trates de encubrirlo.»


Supongo que esta debió haber sido la mañana “más larga” de Josué. Así como un poco más adelante el día se prolongaría más de lo normal, esa mañana en particular se “estiró” en los corazones de todo Israel. Ellos sabían qué tenían que hacer y no era nada agradable. En el relato bíblico son cuatro versículos que se leen en menos de un minuto, en la realidad debieron ser varias horas.

Josué los conocía a todos ellos. Recordemos que no es el “Josué” de la novela homónima, sino alguien que debió haber tenido fácilmente unos 60 años. No sabemos la edad de Acán, dado que tenía familia e hijos no pudo ser demasiado joven.

Nunca es fácil confrontar el pecado, no lo es con uno mismo ni tampoco con otro, menos aún confrontar el pecado de alguien útil en la obra. Acán era un soldado, Israel no podía darse el lujo de perder hombres en la situación en que estaban. Probablemente hubiera peleado en alguna oportunidad junto con Josué, ¡y ahora tenía que firmar su sentencia de muerte!

Gracias a Dios, no estamos en esos tiempos, pero las decisiones a veces tampoco pueden ser fáciles:

Tito 3:10-11 RVC
10 Al que cause divisiones, deséchalo después de una y otra amonestación,
11 pues sabrás que tal persona se ha pervertido, y peca y su propio juicio lo condena.

Y algo más,

1 Timoteo 1:19-20 RVC
19 y mantengas la fe y la buena conciencia, que por desecharlas algunos naufragaron en cuanto a la fe,
20 entre ellos Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar.

La expresión “entregué a Satanás” puede parecer muy “mística” a los oídos modernos y, realmente, sin demasiada efectividad. La realidad es diferente: Satanás se pone muy contento de encontrarse con la gente que previamente le había sido de gran quebradero de cabeza y ahora está desprotegida, en serio, se pone muy feliz…

El relato de Acán nos demuestra dramáticamente el costo del pecado y la radicalidad necesaria para extirparlo del campamento. Creo que es una de las cosas más difíciles en este tiempo “de misericordia” en que vivimos, cuando el Evangelio llegó a ser una oferta de supermercado y las personas se ofenden al momento de poner límites y fijar posiciones firmes. Pero muy temprano el Señor quiso demostrar la importancia de no permitir que el pecado se mantenga sin ser juzgado dentro del pueblo.

¿En qué consistió el pecado de Acán?

Josué 7:20-21 RVC
20 Acán respondió a Josué: «Reconozco que he pecado contra el Señor, el Dios de Israel. Voy a decirte lo que hice.
21 Entre los despojos vi un manto babilónico muy hermoso, doscientas monedas de plata, y un lingote de oro que pesaba más de medio kilo. Me ganó la codicia, y lo tomé. Pero todo lo tengo escondido bajo tierra, en medio de mi tienda. Y debajo de todo está el dinero.»

Desde un punto de vista “terrenal” el común denominador es la codicia, tal como lo confiesa Acán. Pero un momento, ¿acaso los guerreros no peleaban para obtener un botín? Cualquier guerra normal era así, por más que los líderes tuvieran objetivos estratégicos o incluso de legítima defensa, el guerrero obtenía su paga (por haber arriesgado su vida, y si es que sobrevivía, claro) del botín. Tengamos en claro una cosa: no era una batalla de videojuego, en la que uno puede “morirse” unas doscientas veces antes de llegar al objetivo, ¡era una batalla real, donde uno se muere una vez y listo!

Antes de criticar fácilmente a Acán, ubiquémonos en esa realidad…

Dios no prohibió a los guerreros tomar su parte del botín, era la práctica común en toda guerra (repito, no miremos con ojos modernos, estamos hablando de una historia de hace más de 3.000 años), pero sí lo había prohibido en esa circunstancia particular. Podrían hacerlo luego, no ahora. Dios quería dejar en claro varias cosas, y creo que la principal era que no se trataba de una “guerra de rapiña” o exterminio “porque sí”. Sobre ese tema hablé en otros artículos, resumiendo diré que esas civilizaciones habían llegado al punto de ser irredimibles (cerquita nomás de nuestras sociedades modernas…) y lo más misericordioso que podía pasar en ese momento era que fueran erradicadas de la Tierra. Por otra parte, Israel debía entender que no se trataba de sus propias fuerzas ni habilidad para la guerra, sino de las fuerzas de Dios. No era una guerra “de conquista”, era una guerra santa.

¿Cuál es la “guerra santa” hoy? Bueno, la expresión no suena muy lindo porque nos hace acordar a la “guerra santa” musulmana, pero como hemos dicho muchas veces, hay una dura lucha espiritual en los aires, que cada vez se vuelve más dura, y esa es nuestra verdadera “guerra santa”. Si no entendemos que es “santa” y que es “guerra”, se volverá fácilmente en una guerra terrenal, con mucha sangre derramada.

Acán quería hacer las cosas “como siempre se hacen” y Dios estaba mostrando algo diferente. Fácilmente podemos utilizar recursos empresariales para hacer la obra de Dios, buenas estrategias humanas o nuestras propias fuerzas y sabiduría, pero eso termina siendo tan horrible como lo de Acán.

Espiritualmente, los tres elementos mencionados tienen tres significados definidos:

El manto babilónico alude a una cobertura de falsa religión, de manipulación y se refiere a la perversión de la obra del Espíritu Santo. Las monedas de plata implican el “dinero para comprar”, la forma humana de obtener recursos, y en un sentido, la perversión de la obra del Hijo. El lingote de oro, uno y de oro, aluden a la realeza, el poder, y se refiere a la obra del Padre. En conjunto, los tres pueden ser entendidos (a la luz del Nuevo Testamento) como una ofensa a la Trinidad.

Ahora, volvamos al plano humano, ¿para qué tener algo que no se puede usar? Todo escondido bajo tierra…

Josué 7:22-26 RVC
22 Josué ordenó que algunos hombres fueran corriendo a la tienda. Y cuando éstos llegaron, vieron que todo estaba escondido allí, y que el dinero estaba debajo;
23 entonces tomaron lo que estaba en la tienda y lo llevaron a Josué y a los hijos de Israel, y todo lo pusieron delante del Señor.
24 Josué y todo Israel mandaron aprehender a Acán hijo de Zeraj, y tomando el dinero, el manto, el lingote de oro, y a sus hijos e hijas, junto con sus bueyes, asnos, ovejas, tienda, y todo lo que tenía, lo llevaron al valle de Acor.
25 Allí Josué le dijo a Acán: «¿Por qué nos has traído confusión? ¡Que el Señor te confunda en este día!» Y enseguida todos los israelitas los apedrearon, y luego los quemaron;
26 después de eso, levantaron sobre ellos un gran montón de piedras, el cual permanece hasta el día de hoy. Entonces el enojo del Señor se calmó. Por eso hasta este día aquel lugar se llama el Valle de Acor.

La historia termina de manera previsible. ¿Por qué los hijos e hijas también? En el versículo 15 Dios dijo que debería ser quemado junto con todas sus posesiones, pero no habló de su familia. La ley mosaica era muy clara respecto de la responsabilidad individual, pero evidentemente la costumbre de la época seguía siendo muy fuerte todavía. Algunos han dicho que los hijos, sabiendo lo que su padre había hecho y no diciéndolo, se hicieron culpables en la misma medida. Puede ser. En todo caso, es un testimonio más dramático aún de cómo el pecado de uno puede afectar a muchos. Siglos después Jesús hablaría de la levadura de la hipocresía para referirse a eso.

Ellos no pudieron seguir adelante hasta que no solucionaron el problema del pecado. Pero una vez resulto, ¿cómo enfrentarían el desafío de volver a atacar una ciudad que ya los había vencido y conocía sus estrategias?


Danilo Sorti



740. Limpiando el pecado en el campamento – V, el problema es real, pero nada que no se pueda solucionar


Josué 7:10-12 RVC
10 El Señor le respondió a Josué: «¿Por qué estás con el rostro en el suelo? ¡Levántate!
11 Israel ha pecado. Ha quebrantado el pacto que yo le ordené, y además ha tomado lo que le prohibí tomar. Han robado, han mentido, y han guardado entre sus pertenencias lo robado.
12 Por eso los hijos de Israel no podrán vencer a sus enemigos. Es más, cuando se enfrenten a ellos, huirán; Y es que han quedado bajo maldición. Si no destruyen la maldición que está entre ustedes, no volverán a saber de mí.

Bueno Josué, basta de tanta actuación; el problema es real y la amenaza es cierta, de ningún modo hay que subestimar el asunto, pero no se trata de nada que no se pueda arreglar.

El Señor está exponiendo aquí lo que dijimos al principio de esta serie de artículos, en qué consistía el pecado que había sido realizado por un hombre. Notemos algo que nuestra cosmovisión occidental individualista nos dificulta mucho ver: el pecado de uno, en el contexto de un proyecto nacional, hacía culpable a todo el pueblo. Nosotros no lo entendemos así, hemos sido formados durante siglos para entender las cosas de manera individual, y por eso una “nación” para nosotros no es más que un grupo de individuos, con cierta relación entre sí, la mínima indispensable, quizás una “bolsa de gatos” a veces, pero no mucho más que eso.

El concepto bíblico es muy diferente: la nación tenía identidad propia y constituía un valor muy por encima del individuo; si el pecado de uno hacía responsable a todos es porque todos estaban muy unidos en el proyecto común de construir y llegar a ser propiamente una nación. No podemos entender completamente a Dios ni Sus propósitos ni menos aún Su obrar en estos últimos tiempos donde la dispensación de la Iglesia tal como la conocemos está dejando de ser para retomar el programa “pausado” hace 2.000 años en relación con las naciones, si no volvemos a una comprensión de las naciones tal como figura en la Palabra. No se trata de que simplemente Dios se acomodó a la cosmovisión de esa gente, ¡el Señor la validó plenamente en ese aspecto! Nuestra cosmovisión es la deficiente y no importa cuán profunda y extendida esté, simplemente, debemos cambiarla.

No voy a profundizar en la visión de las naciones y su importancia para Dios en este artículo, solo volveré a indicar que es necesario que cambiemos nuestra visión tradicional (especialmente los evangélicos) porque no vamos a entender lo que Dios está haciendo ahora, e incluso nos vamos a oponer a Sus planes y terminaremos quedando a un costado del Reino por nuestra ignorancia y necedad. Sé que muchos “adoran” la enseñanza teológica recibida por sus “grandes y aprobados maestros” del pasado, que tantas “medallas” tienen en su haber, pero por alguna extraña razón, al Señor le gusta mucho traer nuevas revelaciones por intermedio de “pequeños y revoltosos” discípulos que resultan imprescindibles para los tiempos nuevos.

Bueno, si Yahveh estaba enojado por el pecado de Acán, creo que más aún por la actuación de Josué; “Por eso los hijos de Israel no podrán vencer a sus enemigos. Es más, cuando se enfrenten a ellos, huirán; Y es que han quedado bajo maldición. Si no destruyen la maldición que está entre ustedes, no volverán a saber de mí.” No hace falta aclarar nada más.

Pero aquí tenemos el “GRAN PERO” de Dios, aquello que diferencia la voz de Dios de la voz de los falsos dioses o de los que falsamente pretenden hablar en Su nombre. Por más terrible que sea el juicio que amenaza a Su pueblo, hay una solución. Esto siempre es así, únicamente no se cumple cuando ya una sociedad se vuelve irredimible, en un caso extremo.

Josué 7:13-15 RVC
13 Así que levántate, consagra al pueblo, y dile: “Purifíquense para mañana, porque el Señor y Dios de Israel dice: ‘Hay maldición entre ustedes, y no podrán vencer a sus enemigos hasta que esa maldición sea destruida.’”
14 Para mañana, todos deben presentarse por tribus, y la tribu que el Señor elija se acercará y presentará a sus familias; entonces la familia que el Señor elija se acercará y presentará a sus casas, y la casa que el Señor elija se acercará y presentará a los varones,
15 y el que tenga en su poder lo que está bajo maldición deberá ser quemado con todas sus posesiones, pues ha quebrantado el pacto del Señor y ha cometido un gran pecado en Israel.»

Aunque hoy no hacemos tales procedimientos (afortunadamente, sino el fuego de la plaza pública no alcanzaría a apagarse…) no se trataba de nada desconocido para ellos. Cuidado, no hay que pensar que era algo cotidiano, como la falsa publicidad de la Leyenda Negra aplicada a la Inquisición española y a España en general lo ha hecho ver. Es gracioso comprobar como cada año los muertos por la inquisición van aumentando de a millones…

No era algo habitual, estaba reservado para casos extremos, pero era algo conocido; el procedimiento estipulado para tratar con un grave problema que públicamente debía quedar expuesto. El problema, por más grave que haya sido, tenía una solución concreta, realizable y conocida. De nuevo, no había ninguna “sorpresa” aquí, ya sabían lo que tenían que hacer, el Señor simplemente se los recordó.

Debían ser precisos en buscar el pecado, la causa, y extirparla públicamente, para que no se repitiera. Nosotros estamos acostumbrados al arrepentimiento y sabemos que en Cristo nuestros pecados, como individuos y naciones, han sido perdonados. Pero aquí tenemos algo más, había que hacer un acto público, concreto, que implicara extirpar el pecado nacional.

Eran otros tiempos, no tenían ellos el Espíritu Santo como nosotros que nos permite cambiar cuando nos arrepentimos, la gente no cambiaba fácilmente entonces… y tampoco ahora. El arrepentimiento del corazón era seguido de actos; a ellos se les instruía sobre una serie de sacrificios rituales, hacer restitución o algún otro tipo de rito. En las páginas del Nuevo Testamento el cambio de vida debía ser la señal más notoria, pero también había gestos como quemar los libros de magia (o ídolos, como sigue ocurriendo), el bautismo en sí mismo, y otras cosas. No se trata de que un acto externo reemplace el cambio interno o de que agregue algo de valor al mismo, en realidad, se trata de realizar actos de justicia externos que demuestren el cambio interno y lo sellen.

Como hoy sabemos que nuestra lucha es primeramente espiritual, los actos proféticos inspirados a los profetas del Señor resultan una herramienta muy poderosa para producir cambios en el reino de las tinieblas.


Danilo Sorti


739. Limpiando el pecado en el campamento – IV, una hermosa actuación…


Josué 7:6-10 RVC
6 Entonces Josué se rasgó la ropa, y tanto él como los ancianos de Israel se echaron polvo sobre la cabeza e inclinaron su rostro hasta el suelo delante del arca del Señor, hasta que cayó la tarde.
7 Y Josué exclamó: «¡Ay, Señor, Señor! ¿Por qué permitiste que el pueblo cruzara el Jordán? ¿Acaso fue sólo para entregarnos en manos de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Hubiera sido mejor que nos quedáramos al otro lado del Jordán!
8 ¡Ay, Señor! ¿Qué puedo decir, ahora que Israel ha sido derrotado y que salió huyendo de sus enemigos?
9 Cuando lo sepan los cananeos y todos los pueblos que habitan esta tierra, vendrán y nos rodearán, y nos borrarán de la tierra. Y entonces, ¿qué vas a hacer con tu gran fama?»
10 El Señor le respondió a Josué: «¿Por qué estás con el rostro en el suelo? ¡Levántate!


Uno diría que después de esta muestra de arrepentimiento y de estas palabras tan sentidas el Señor tendría compasión de Su pueblo, pero la verdad es que lo único que lograron fue enfurecerlo más. “¡Basta de tanta escena, muchachos! ¡Esto no se resuelve así!”

De verdad que podemos ser muy melodramáticos a veces. En el versículo anterior todo el pueblo se había desanimado y ahora lo vemos postrado y humillado, llorando “a moco tendido” como diríamos por acá. ¿No era un poco exagerado…?

Vimos en el artículo anterior que, materialmente, la derrota no significaba mucho para Israel, realmente era un resultado “remontable” con un buen análisis y un cambio de estrategia. Humanamente hablando, no había razón para sentirse así; ¡cuánto más si ellos contaban con el recurso espiritual de un Dios a quien buscar y consultar! Creo que esto, tanto o más que la desobediencia de Acán, exasperó al Señor. Toda la actuación que hicieron era parte del “protocolo” del lamento, de una gran humillación, propiamente, de una catástrofe nacional; ellos lo sabían perfectamente, era algo propio de su cultura, ¡y no era para tanto!

Pero veamos como la situación sacó a relucir creencias erróneas respecto de Dios.

“Entonces Josué se rasgó la ropa, y tanto él como los ancianos de Israel se echaron polvo sobre la cabeza e inclinaron su rostro hasta el suelo delante del arca del Señor, hasta que cayó la tarde.” Bueno, empezamos bien, tendrían que haberlo buscado antes de la batalla, no después de la derrota, pero por lo menos se dieron cuenta del error.

“Y Josué exclamó: «¡Ay, Señor, Señor! ¿Por qué permitiste que el pueblo cruzara el Jordán? ¿Acaso fue sólo para entregarnos en manos de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Hubiera sido mejor que nos quedáramos al otro lado del Jordán!” ¡Y vuelve la burra al trigo! Durante cuarenta años, los que salieron de Egipto y hasta que murieron en el desierto añoraron con volver a su tiempo de esclavitud, tan rápido se les habían borrado de la mente los sufrimientos de la opresión. No podemos criticarlos en absoluto, la historia reciente de nuestros propios pueblos demuestra EXACTAMENTE LO MISMO: la gente prefiere un par de mendrugos de pan seguros que los desafíos de la libertad y de tener que esforzarse por ganarse el pan. La buena noticia es que “el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” (Filipenses 1:6), cueste lo que cueste. Lo hizo con Israel, lo hará con nosotros. Dios nunca los llevó para atrás, en todo caso, los que obstinadamente fueron incrédulos no pudieron avanzar hacia lo nuevo, pero no volvieron.

Esta nueva generación no conocía de primera mano la vida en Egipto y no quería volver allí, sí conocía la vida en el desierto, así que su único “lugar seguro” para regresar era ese. Qué frustrante debió ser para el Señor, luego de haber trabajado durante 40 años para formar una generación de fe, con la capacidad para ver más allá y avanzar hacia un mundo nuevo prometido, encontrarse con lo mismo que había desechado en sus padres.

Pero el gran problema, más que en esta reacción propiamente humana y hasta cierto punto comprensible, era el concepto erróneo que tenían de ese Dios que se les había manifestado durante décadas.

“¿Por qué permitiste que el pueblo cruzara el Jordán?” Es sutil el cambio de palabras, Dios no lo “permitió”, Él mismo los llevó, había propósito y planes para todo el camino, no lo hicieron ellos, no fue la “voluntad permisiva” de Dios. Josué perdió de vista el cuadro general: el Señor estaba desarrollando un plan muy grande, y si esto era así, ¿se iba a frustrar acaso por una sola derrota?

“¿Acaso fue sólo para entregarnos en manos de los amorreos, para que nos destruyan?” Aquí ya estamos un poco más complicados: parece que Yahveh tenía otros propósitos ocultos, quería llevar a Israel a Canaán para que fuera destruido allí… Bueno, si estuviéramos en este tiempo podríamos decirle que dejara de mirar tantas telenovelas que le pican el cerebro, pero no existían en ese entonces. ¿Cómo podía llegar a pensar así de Dios, después de todo lo que había hecho y él mismo había visto en su vida? Josué no nació en el desierto, fue testigo tanto de la esclavitud de Egipto como de los poderosos hechos de liberación como de los muchos milagros en el yermo. Estuvo al lado de Moisés, por lo que participó de manera directa de todas las revelaciones que recibió; no había nadie en Israel en ese momento que conociera mejor a Yahveh que Josué… pero por lo visto, todavía le faltaba una “vuelta de tuerca” en el asunto…

“¿Qué puedo decir, ahora que Israel ha sido derrotado y que salió huyendo de sus enemigos? Cuando lo sepan los cananeos y todos los pueblos que habitan esta tierra, vendrán y nos rodearán, y nos borrarán de la tierra.” Bueno, el temor aquí es comprensible, por cierto que los enemigos resultaban formidables. Esto nos lleva a considerar una verdad obvia pero fácilmente olvidada: cuando un proyecto empieza por fe y obediencia, debe seguir hasta el final por esa misma fe y obediencia. Con todo, está asumiendo un hecho que no resultaba tan fácil de que ocurriera, cuando seguimos leyendo Josué nos encontramos que hubo una coalición contra Israel pero solo después de la victoria de Hai y la unión con Gabaón, que fue cuando el resto de las ciudades estados comprendieron realmente el peligro que significaba.

Ahora bien, Josué asume que “ellos” los borrarían de la tierra. De nuevo, Dios no está en el asunto; casi “no estuvo” cuando cruzaron el Jordán, se “desentendió” del resultado de la batalla y por cierto “tampoco” estaría cuando ciertísimamente vinieran a destruirlos. Entonces, ¿por qué concluye su oración diciendo “¿qué vas a hacer con tu gran fama?”? Si esto no es un intento de manipular a Dios, entonces no tengo idea de qué otra cosa pueda ser. Es decir, ¡no resulta para nada creíble que de verdad Josué se estuviera preocupando por la fama del Señor! ¡Estaba muerto de miedo, digámoslo!

Necesitamos una explicación de cómo alguien como Josué tenía un concepto tan erróneo de Dios, pero no es necesario ahondar en ella para reconocernos a nosotros mismos allí. Un Dios en cierto sentido “caprichoso”, cuyos caminos resultaban “misteriosos e incomprensibles”, que no se sabía cómo iba a actuar y que por sobre todo, no estaba interesado en ese pueblo llamado Israel. No solo tenemos algo teológicamente inválido desde todo punto de vista, para nosotros con nuestra revelación más perfecta a través de Cristo, pero también para ellos. Tenemos algo “lógicamente” inválido; aunque no tuvieran las palabras y las promesas de ese Dios, ¿acaso invertiría tanto tiempo y dedicación en liberar y formar a un pueblo para dejarlo abandonado en la primera circunstancia? Es más, ¿había sido ese el primer error del pueblo, como para que fuera el último y definitivo? Por cierto que no, ¡decididamente no! ¡Vaya si tenía una larga lista de errores, y Dios siguió siendo fiel a pesar de esos!

Bueno, creo que ya le dimos demasiadas vueltas al asunto: Josué e Israel se olvidaron de todo eso y fueron embargados por el desánimo, y punto. Así que la enseñanza de todo esto es que el desánimo de una derrota hace olvidar muchísima historia de victorias, y por cierto, saca a luz unas cuántas creencias erróneas que tenemos respecto del Señor.

Israel había tenido muchos fracasos en el desierto, y derrotas también, pero de todas el Señor lo libró, y aunque tuvo que pasar por la corrección, aquí estaba, una nación nueva, fortalecida y con propósito. Una simple derrota no iba a detener su avance, es más, sería el punto de partida de una seguidilla de victorias que vendrían un poco más tarde.


Danilo Sorti


738. Limpiando el pecado en el campamento – III, el engaño nos hace olvidar las verdades fundamentales


Josué 7:3-5 RVC
3 Cuando regresaron, le dijeron a Josué: «No es necesario que todo el pueblo se fatigue. Bastará con que vayan dos mil o tres mil hombres. Ellos podrán derrotar a Hai, porque los de allí son pocos.»
4 Así que los que fueron a atacar a Hai eran como tres mil hombres, pero fueron derrotados y tuvieron que salir huyendo de allí.
5 Los habitantes de Hai mataron a treinta y seis hombres; a los demás los persiguieron hasta las canteras, y los derrotaron en la bajada. Y cuando el pueblo supo esto, su ánimo desfalleció y se escurrió como agua.

Israel ya había recibido la promesa de la presencia del Señor con ellos y la promesa de la victoria. Nosotros hoy sabemos que el Resucitado está permanentemente con Su pueblo y que todas las promesas son sí y amén en Él. Pero eso no garantizaba una victoria automática…

¿Por qué evaluaron tan mal unos espías acostumbrados a la guerra y especialmente seleccionados para esa misión? Dios no estaba en el asunto, no podía permitir una nueva victoria sobre bases pecaminosas, porque eso terminaría contaminando todo el proceso, por lo que sus ojos fueron, en cierto sentido, cegados. La pericia no garantiza el éxito, sólo puede asegurarlo Uno, el Señor.

El orgullo, Leviatán, esa serpiente tan escurridiza y tortuosa, se filtra en los momentos y de las formas menos pensadas, pero como dijimos en un artículo anterior, el momento del éxito resulta especialmente crítico. A partir de allí infecta todo y lleva, como en este caso, a sobrevalorar las fuerzas propias y subvalorar las del enemigo.

Ahora bien, es obvio que el Adversario utiliza el engaño de manera muy hábil, así que si queremos descubrir sus fuerzas y estrategias tenemos que poder superarlo, pero precisamente la idea del “engaño” es “engañar”, por lo que no podemos asumir que vaya a ser sencillo descubrirlo, ¡de ninguna manera somos más poderosos o inteligentes que Satanás!

Es algo que debemos tener siempre presente; probablemente no fuera una revelación tan clara en los tiempos de Josué, pero sin dudas lo es para nosotros:

Efesios 6:12 RVC
12 La batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los que gobiernan las tinieblas de este mundo, ¡contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes!

Pero es tan fácil olvidarnos de esto, más bien, es tan fácil suponer que solo se refiere a “lo espiritual”, lo que tiene que ver con las creencias o el mundo de los demonios o vaya a saber qué, pero que no se aplica en “este caso”. Sin embargo Pablo lo dice muy claro: “la batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso”, esto es porque realmente se estaban enfrentando con una fuerte oposición ¡de gente de carne y hueso! Pero no se trataba más que de una pantalla que utilizaban los poderes demoníacos para manifestarse.

Notemos que el pasaje supone lo que en realidad ya sabemos: los que están entregados al Adversario son dominados por él, no son libres; quizás no debamos verlos como “títeres” en un sentido literal, pero tampoco como personas con libertad para pensar y decidir. Por eso, nuestro principal enfoque debe ser hacia el mundo espiritual, nuestra principal lucha está allí, sin caer tampoco en un “espiritualismo” extremo que resulta erróneo.

En griego la expresión que se usa es “carne y sangre”, y resulta interesante analizar que “carne” se está refiriendo al mundo material, visible; mientras que sangre, aunque de hecho sea también algo material y visible, se relaciona fácilmente con el concepto de vida y nos remite al mundo anímico, de las ideas, emociones, razonamientos. En todo caso, las palabras enfatizan todo lo relacionado con el mundo humano, tanto el aspecto físico como el aspecto de las ideas y sentimientos.

Volvemos a Hai; los de la ciudad “son pocos”, pero evidentemente, había muchos más “escondidos”, o estos “pocos” en realidad resultaban ser “más fuertes” de lo esperado. La categoría de análisis que utilizaron y lo que supusieron en base a eso fue, de nuevo incorrecta; sus ojos espirituales no estaban abiertos para ver la realidad.

El número 36 se utiliza para referirse al enemigo o adversario, pero puede ser tanto para los enemigos físicos o espirituales, la lucha contra ellos, como para Dios mismos que, como en este caso, se constituye enemigo de Su pueblo desobediente.

El resultado de la derrota fue que el ánimo del pueblo “desfalleció”, literalmente “se escurrió como agua”. ¡Esta era la verdadera victoria que Satanás quería lograr!

Saquemos un poco de cuentas, por más que perder a 36 guerreros fuera malo, ¿cuántos había en Israel? ¿Acaso era la primera vez que perdían gente? ¿Absolutamente nadie había muerto antes? ¿Todas las batallas que enfrentaron las ganaron, o al menos, las ganaron fácilmente? Es decir, ¿de verdad la magnitud de la derrota justificaba que todo el pueblo perdiera de esa manera el ánimo? Decididamente no. En comparación con los recursos que tenía Israel, con su experiencia y promesa, esto era una simple “piedra en el camino”. El verdadero problema, y esto lo entendieron muy bien, consistía en que Dios no los había apoyado, en este caso, Sus promesas no se habían cumplido.

La magnitud “material” de la derrota no justificaba el sentimiento del pueblo, pero bien había entendido que se trataba de un problema espiritual. Sin embargo, veremos que todavía no conocían realmente a Dios, sino que lo seguían tratando como un “Dios caprichoso e impredecible”, tal como eran todos los falsos dioses de esa época. No los critiquemos tanto, las enseñanzas que extraemos de aquí son totalmente actuales…


Danilo Sorti


737. Limpiando el pecado en el campamento – II, el momento más peligroso es después de una victoria grande


Josué 7:1-2 RVC
1 Pero los hijos de Israel cometieron una grave falta porque Acán, que era de la tribu de Judá, tomó de lo que estaba bajo maldición, y el Señor se enojó contra todo el pueblo. Acán era hijo de Carmi, nieto de Zabdi y bisnieto de Zeraj.
2 Poco después, Josué envió a varios hombres de Jericó a Hai, que está junto a Bet Avén, al oriente de Betel. Les dijo: «Vayan y hagan un reconocimiento de la tierra de Hai.» Y ellos fueron a reconocer el terreno.

La Biblia está repleta de “obviedades” que, por serlo, se nos escapan. Cuántas veces habré leído este pasaje sin darme cuenta de una de ellas: los escenarios del versículo 1 y el 2 son completamente distintos, se trata de “dos eventos” totalmente desconectados entre sí, que fueron escritos juntos luego de que todos los sucesos que se narran a continuación ocurrieran. Para Josué, era una misión como tantas, no había consultado al Señor, era un “día normal” y feliz, porque venían de una gran victoria, habían obedecido en lo imposible y vieron ese milagro increíble, la fe de Israel estaba en su punto más alto, habían sido obedientes, el Señor los protegió en medio de la batalla, sus enemigos fueron completamente derrotados, Rahab había sido rescatada con éxito, sabían qué estrategia utilizar para la conquista… ¿qué podía salir mal…?

Recuerdo haber leído hace tiempo ya que el momento más peligroso ocurría luego de una gran victoria, porque las personas se confiaban, entraban en la autocomplacencia y creían tener ya todas las estrategias y conocimiento necesario para seguir venciendo. En esencia, no se trata nada más y nada menos que del “viejo y querido” orgullo que nos espera en la esquina para asaltarnos cuando más desprevenidos estamos. Habrá victorias que el Adversario ya no podrá impedir, pero inmediatamente después se pondrá a trabajar para asestarnos una gran derrota.

Sin embargo, en el resto del capítulo vamos a ver también lo contrario: el aprendizaje generado luego de una gran derrota y el mismo principio de “fracaso por orgullo” después de una victoria aplicado a los enemigos de Dios. Hay principios que son válidos para todos, y tanto pueden llevarnos a un fracaso como a la derrota de los enemigos del Reino.

En 2018 Microsoft fue la 3° empresa más grande en valor de mercado, más allá de todo lo que podamos decir de ella, evidentemente hay cosas que hacen bien. Una de ellas es el proceso de “velar al muerto”, como lo llaman, una vez terminado un proyecto. Cuando el producto ya salió al mercado, se reúne todo el equipo que trabajó en él y evalúan el proceso y los resultados. Todos sabemos que no siempre tuvo “éxito” en lo que hizo, recuerdo el sistema operativo Vista, luego del más famoso XP. En la práctica, al menos por estas tierras, fue un desastre: demasiado engorroso, terminaba siendo un “insulto”, algo pensado para débiles mentales que no sabían cómo apretar una tecla. Pero luego vinieron otros mejores. Una empresa tan grande, con tanta información disponible no había tenido en cuenta algunas cuestiones básicas y cometió un gran error, pero lo solucionaron. El proceso de “velar al muerto” dio resultado.

No hacer una correcta evaluación de lo que pasó es la antesala del fracaso, pero cuidado, no se trata de un simple análisis humano o seguir pasos formales. En cierto sentido ellos ya habían aprendido una estrategia: estudiar el territorio antes, enviar espías, recabar información y después decidir; es decir, no estamos con gente improvisada o poco conocedora el tema sino todo lo contrario. Josué era un hombre de guerra desde su juventud, probablemente tuviera para ese momento al menos unos 60 años (aunque en la famosa novela homónima lo mostraran más joven por razones obvias…), toda esa generación, nacida en el desierto, estaba acostumbrada a luchar, conocía de estrategia, se habían preparado durante años para ese momento.

Todo esto nos debe poner una enorme nota de advertencia: si aún ellos se equivocaron, ¿qué nos queda para la mayoría de nosotros?

Pero cuidado; ellos no fracasaron humanamente, aplicaron muy bien lo que ya sabían, siguieron el “protocolo” correcto, como hoy se acostumbra: un “protocolo” para todo. La raíz del fracaso fue espiritual: no tuvieron en cuenta esa dimensión, no tuvieron en cuenta a Dios y Su santidad, a pesar de que durante más de cuarenta años el Señor mismo había estado tratando con ellos en ese tema. Fácilmente, la lucha dejó de ser “espiritual” para volverse “natural”. Fue algo más o menos como decir: “Bueno Dios, ya nos enseñaste cómo hacerlo, así que ahora podemos seguir solos”.

Humanamente no tenían forma de saber lo que había pasado con Acán, solo una revelación divina podía mostrarles dónde estaba el error y ellos no la buscaron. Como consecuencia, siguieron adelante con sus ojos “velados”, lo que les impidió poder evaluar correctamente la fortaleza del enemigo. Pero en realidad el problema fue mucho más grave: siguieron adelante acarreando pecado no resuelto, con lo que Dios mismo se volvió su Enemigo. Y es que Hai ocupa aquí un rol secundario, realmente el problema no fue entre Israel y Hai, sino entre Israel y Dios, la ciudad a conquistar es solo un instrumento, y dependió de la restauración de la santidad el obtener luego la victoria.

Resumiendo, luego de una gran victoria viene un momento muy peligroso; pensar que “ya sabemos cómo” y no consultar fielmente a Dios hasta que Él hable es la antesala del fracaso, y el verdadero problema no es con los “enemigos” sino con Dios mismo.


Danilo Sorti


736. Limpiando el pecado en el campamento – I, todos son culpables por uno


Josué 7:1 RVC
1 Pero los hijos de Israel cometieron una grave falta porque Acán, que era de la tribu de Judá, tomó de lo que estaba bajo maldición, y el Señor se enojó contra todo el pueblo. Acán era hijo de Carmi, nieto de Zabdi y bisnieto de Zeraj.


Recuerdo hace unos cuantos años haber leído un comentario bíblico sobre el libro de Josué, donde el autor decía que no había ningún “pecado registrado” de él en la Biblia, pero eso es una media verdad que este capítulo se encarga de desmentir: a pesar de todas las incuestionables virtudes que tuvo, cometió el terrible error de pensar que no necesitaba consultar a Dios en algo que “ya sabía” bien cómo se hacía, por lo que fueron vergonzosamente derrotados en Hai.

Para contrastar, resulta curioso ver que un líder decididamente fuera del propósito de Dios como Saúl, tuvo al menos la sabiduría como para hacerlo y darse cuenta de que una falta de respuesta estaba indicando algo malo:

1 Samuel 14:37-38 RVC
37 Entonces Saúl consultó al Señor: «¿Debo perseguir a los filisteos? ¿Le darás la victoria a tu pueblo Israel?» El Señor no le dijo nada ese día,
38 así que Saúl llamó a los jefes del pueblo y les preguntó: «Díganme quién ha pecado hoy, y cuál ha sido su maldad;

Pero esto es la segunda parte del pecado, vamos desde el principio:

Josué 6:16-19 RVC
16 Pero al tocar los sacerdotes las bocinas por séptima vez, Josué ordenó al pueblo: «Griten con todas sus fuerzas, porque el Señor les ha entregado la ciudad.
17 Y será destruida en honor al Señor, con todo lo que hay en ella. Solamente quedará con vida Rajab la ramera y los que estén en su casa, porque ella escondió a los hombres que enviamos a reconocer el lugar.
18 Y ustedes, tengan cuidado de no caer bajo condenación. No toquen ni tomen nada de lo que está bajo maldición, para que el campamento de Israel no sea destruido y perturbado.
19 Todo lo que sea de plata y oro, y los utensilios de bronce y de hierro, se consagrarán al Señor y entrarán en su tesoro.»

Los enemigos del Evangelio han difundido la imagen de un Dios violento e injusto en su destrucción, exactamente como es su propio dios. Lo cierto es que la “guerra santa” que Dios mandó a Israel estaba muy claramente circunscripta a determinadas naciones y tenía reglas muy precisas. En otra oportunidad hablé sobre el tema, pero la realidad de esas sociedades era que se habían vuelto ya irredimibles, y el Señor, que es misericordioso pero de ninguna manera consciente el pecado ni tolera la maldad, decidió acabar con esos pueblos antes de que lentamente lo hicieran ellos consigo mismos.

La instrucción de “no tocar” nada del tesoro y consagrarlo al Señor puede no ser totalmente comprendida para nosotros hoy, más si vemos que en el resto de las conquistas no pasó lo mismo. Probablemente tuviera el sentido de los primeros frutos consagrados a Dios, y creo que así es. Pero no me resultaría extraño pensar que también había una cuestión espiritual asociada: dado que esas culturas estaban tan infectadas de demonios, sus objetos materiales no resultarían una excepción, y quizás el único lugar posible donde contenerlos sería en la misma presencia del Señor (recordemos que ellos no tenían la revelación más perfecta dada en Cristo).

Notemos algo: toda la sociedad fue condenada a la destrucción porque ya era irredimible, pero una persona y su familia no, fueron salvos e integrados a Israel. Aunque la sociedad no pudiera ser ya recuperada, todavía podía haber individuos que sí.

En ese escenario, y con tan claras instrucciones, Acán y sus hijos cometen un pecado muy grosero: una desobediencia directa a una orden de Josué, más aún sabiendo que venía de parte de Dios y conociendo ellos mejor que nosotros los peligros espirituales que escondían esos objetos. Acán era un soldado maduro y, podemos suponer, experimentado; tenía un estatus social importante, debía ser alguien conocido en su tribu, la más grande de Israel.

La Biblia es muy clara en afirmar que ese pecado era un pecado de todo Israel, no el de un hombre y su familia (que necesariamente debían saber lo que él había hecho y callaron). Dios estaba formando un pueblo nuevo, que solo cuatro décadas atrás era una masa embrutecida de esclavos, y no podía dejar pasar un hecho tan notorio.

Volvamos a leerlo: “Pero los hijos de Israel cometieron una grave falta porque Acán…”. La falta de uno (y su familia cercana) fue suficiente como para castigar a un pueblo que podía estar rondando los 2.000.000 de personas. Con Dios no se juega.

¿Qué está, hoy, “bajo maldición”? Es interesante rastrear la palabra, uno se encuentra con pasajes como los siguientes:

1 Corintios 16:22 RVC
22 Si alguno no ama al Señor, quede bajo maldición. ¡El Señor viene!

Gálatas 1:8 RVC
8 Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, les anuncia otro evangelio diferente del que les hemos anunciado, quede bajo maldición.

Gálatas 3:10 RVC
10 Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues está escrito: «Maldito sea todo aquel que no se mantenga firme en todas las cosas escritas en el libro de la ley, y las haga.»

Así que no se trata solamente de pecados “graves” o groseros, de actos ostensiblemente perversos. Por supuesto que se aplica en tales situaciones, pero también se aplica en estas otras, aparentemente más sutiles.

Mientras Acán “tomó” objetos materiales, nosotros podemos fácilmente “tomar” identidades espirituales sujetas a maldición, con lo cual nos hacemos culpables nosotros mismos y acarreamos maldición a todo el pueblo de Dios, con lo que el Reino se ve estorbado en su avance.

El llamado de este pasaje es a considerar la seriedad de mis acciones individuales como cristiano: para Dios no soy “uno más”. Prueba de ello está en que leemos tres antepasados de su genealogía: ellos mantenían su sistema de registros genealógicos, nadie era “uno más”, cada uno tenía identidad e historia propia.

Pero notemos algo: si las acciones de uno que llevaba el nombre de israelita resultaron tan serias como para acarrear maldición a todo Israel, es porque también las acciones de uno podían traer bendición a toda la nación. Al leer el capítulo veremos lo malo y como se solucionó, pero no perdamos de vista lo bueno que pudo haber sido y no fue.

No había ningún tipo de “bendición automática” por pertenecer a Israel, más bien un juicio más severo si fallaba; ¿por qué pensar que con los cristianos habría de ser distinto?

Gracias a Su misericordia estamos hoy en otros tiempos y nadie resulta lapidado por sus pecados en nuestros países, pero el texto nos sirve de advertencia: puede ser que nuestro pecado no sea descubierto, pero Dios, que sabe todas las cosas, no va a dejar de verlo y pedir cuentas.

En este tiempo donde la Iglesia se levanta a luchar por una sociedad libre de ideologías extrañas, por autoridades políticas justas y, más que nada y en primer lugar, por la salvación de las almas en medio de una sociedad cada vez más infestada de demonios, no podemos darnos el lujo de jugar con los “pecadillos” favoritos, porque todo el Cuerpo terminará resentido y fracasado. Así de importantes somos y tal es la responsabilidad concomitante.

Aprovechemos el tiempo para limpiarnos, para purificarnos con su agua y someter todo nuestro ser a Cristo. Es imprescindible si queremos ganar las batallas que se vienen.


Danilo Sorti



735. Aunque no vean agua, ¡caven pozos!


2 Reyes 3:10-19 RVC
10 Entonces el rey de Israel dijo: «¡Vaya! El Señor ha convocado a estos tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas.»
11 Pero Josafat dijo: «¿No hay por aquí algún profeta del Señor? ¡Podríamos consultarlo por medio de él!» Uno de los oficiales del rey de Israel respondió: «Por aquí está Eliseo hijo de Safat, que era ayudante de Elías.»
12 Y Josafat dijo: «En él habrá palabra del Señor.» Y los tres reyes fueron a verlo.
13 Pero Eliseo le dijo al rey de Israel: «¿Qué tengo yo que ver contigo? ¡Anda a ver a los profetas de tu padre y de tu madre!» Pero el rey de Israel le respondió: «No, no voy a ir con ellos. El Señor nos ha reunido a nosotros tres, para entregarnos en manos de los moabitas.»
14 Eliseo dijo entonces: «Juro por el Señor de los ejércitos, en cuya presencia me encuentro, que de no ser por el respeto que le debo al rey Josafat rey de Judá, a ti ni siquiera te dirigiría la mirada.
15 Pero, bueno, ¡tráiganme un tañedor!» Y mientras el tañedor tocaba, la mano del Señor vino sobre Eliseo,
16 quien dijo: «Así ha dicho el Señor: “Caven en este valle muchos estanques.”
17 Y el Señor también ha dicho: “Aunque ustedes no vean ningún viento, ni ninguna lluvia, este valle se llenará de agua, y beberán ustedes, y sus bestias y sus ganados.”
18 Esto, a los ojos del Señor, no es nada difícil; también va a poner a los moabitas en las manos de ustedes.
19 Y ustedes destruirán todas sus bellas ciudades fortificadas, y talarán todo árbol frondoso, cegarán todos los pozos, y sembrarán de piedras todos los campos arables.»


Hasta aquí un episodio bastante conocido: la situación era desesperante, confiaban en obtener la victoria pero estaban a las puertas de una derrota segura, con todo lo que eso significaba para sus respectivos pueblos, y nada que hacer… excepto consultar al Señor, pero tampoco eso era tan fácil.

La orden del profeta resultaba tan sorprendente como la promesa: debían cavar estanques, y no pocos, que serían llenados de agua sin tormenta ni lluvia, además, obtendrían una victoria aplastante sobre los moabitas. ¡Había que tener mucha fe para hacer y creer eso!

Dios respondió sobrenaturalmente de una manera perfectamente natural, a través de un aluvión que bajó desde Edom y llenó los estanques. Los moabitas al ver el agua piensan que es sangre y muy contentos van a saquear los despojos para caer directamente en las garras de la coalición.

La Palabra nos sorprende cada tanto con alguno de estos episodios cuando el Señor responde de manera tan dramática; no siempre ocurren, es más, no siempre les ocurren a Sus fieles, ¡incluso más!, aquí tenemos a tres reyes de los cuales solo Josafat era digno de respeto ante el profeta, y por cierto, no podemos pensar que la mayoría de los soldados involucrados en esa avanzada fuera gente piadosa o algo por el estilo, así que tampoco le ocurren únicamente a los fieles. ¡Pero suceden!

Y esto viene a colación porque hace unos días el Espíritu Santo me estaba trayendo a memoria diversas palabras traídas por Sus mensajeros en estos últimos tiempos y me exhortaba a que, por fe, estemos preparados para esas “provisiones” sobrenaturales. Más bien, para ser convocados a ocupar lugares de gestión o gobierno de manera totalmente sobrenatural; sitios a los cuales no se nos hubiera imaginado que pudiéramos acceder, o para los que no contamos con las “calificaciones” necesarias.

No es ninguna novedad que el Señor se está encargando de mover todo lo que puede ser movido. Recuerdo hace más de dos décadas atrás haber escuchado predicar insistentemente sobre eso, que Dios conmovería todo lo que pudiera ser conmovido. Hoy es ese tiempo y sin dudas que está ocurriendo. En medio de tal conmoción, y aunque no lo parezca, el Señor mismo se está encargando de establecer Sus diseños en nuestras naciones para el fin de los tiempos, a fin de recoger la última gran cosecha.

Pues bien, Dios promoverá personas, quitará otras y veremos cambios muy grandes, y, tal como se está anunciando por boca de muchos mensajeros, establecerá un buen liderazgo en nuestras naciones. Son cambios rápidos, a veces drásticos. Son tiempos de extremos, pero el Espíritu Santo se está moviendo sobre las naciones y hay una madurez distinta sobre la gente.

Son tiempos de separación, el Señor viene anunciando juicio sobre muchos que serán literalmente cortados de esta tierra en nuestras naciones, y no falta mucho. Por eso debemos esforzarnos aún más en predicarles a nuestros enemigos, los que se están levantando con furia contra el pueblo del Señor, porque no saben cuán corto es el tiempo que les queda. De hecho, si el Señor ha permitido que se vuelvan así contra Su pueblo es porque le urge que escuchen el mensaje (que de buena gana no lo harían, sino solo en el contexto de una confrontación).

Entonces, aunque nada haga suponer que puedas acceder a un puesto de autoridad, aunque te hayan cerrado las puertas y te hayan puesto de patitas en la calle, aunque en este momento todos estén hablando en contra tuya, Dios tiene preparado algo que no imaginas, por lo que vos también tenés que prepararte en fe.

No es para todos; no todos están llamados a ocupar estos cargos y no todos los llamados han sido fieles o se han capacitado como para ser ubicados allí. Lamentablemente, en el caso de estos últimos los puestos serán ocupados por hijos de las tinieblas, o en todo caso, por “cercanos”. Pero aún hay un tiempo para llenar el candelero que todavía está vacío.

Algo más:

Daniel 9:25 RVC
25 Así que debes saber y entender que, desde que se emitió la orden para restaurar y edificar a Jerusalén, y hasta que llegue el Mesías Príncipe, transcurrirán siete semanas, y sesenta y dos semanas más, y luego se volverá a reconstruir la plaza y la muralla. Serán tiempos angustiosos.

El tiempo de la “reconstrucción” será angustioso, difícil. No seremos llamados a ocupar lugares claves para traer la “edad dorada” sobre la Tierra sino para administrar los “dolores de parto” (el que tiene oídos, que oiga). Seremos llamados a tomar decisiones “imposibles” desde el punto de vista humano, precisamente para que en ellas se manifieste la sabiduría de Dios y las personas lo reconozcan. Seremos llamados a batallas perdidas desde todo punto de vista humano, es más, no me extraña que seamos colocados en diversos puestos precisamente porque ningún hijo de las tinieblas quiera estar allí ya que “humanamente” no hay nada para hacer. Son lugares y momentos que sólo caminando en fe a cada paso podremos ocupar, ¡pero Dios traerá soluciones!

Hay mucho más para hablar sobre este tema, pero con esto es suficiente. Al que esté siendo llamado, el Espíritu mismo se encargará de instruirle sobre el resto.


Danilo Sorti