jueves, 26 de octubre de 2017

303. ¿Es más espiritual usar palabras hebreas?

Hechos 21:37-40 RVC
37 Cuando estaban por meter a Pablo en la fortaleza, éste le dijo al tribuno: «¿Me permites decirte algo?» Y el tribuno respondió: «¿Sabes griego?
38 ¿Acaso no eres tú aquel egipcio sedicioso, que hace poco se sublevó y llevó al desierto a cuatro mil sicarios?»
39 Pablo le dijo: «No. Soy judío, y nací en Tarso de Cilicia, que no es una ciudad insignificante. Te ruego que me permitas hablar al pueblo.»
40 El tribuno se lo permitió. Entonces Pablo, de pie en las gradas, hizo una señal con la mano al pueblo, para que se callaran. En cuanto hubo silencio, les dijo en arameo:

1 Corintios 9:20-22 RVC
20 Entre los judíos me comporto como judío, para ganar a los judíos; y, aunque no estoy sujeto a la ley, entre los que están sujetos a la ley me comporto como si estuviera sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley.
21 Entre los que no tienen ley, me comporto como si no tuviera ley, para ganar a los que no tienen ley (aun cuando no estoy libre de la ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo).
22 Entre los débiles me comporto como débil, para ganar a los débiles; me comporto como todos ante todos, para que de todos pueda yo salvar a algunos.

Hechos 2:3-11 RVC
3 Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos.
4 Todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu los llevaba a expresarse.
5 En aquel tiempo vivían en Jerusalén judíos piadosos, que venían de todas las naciones conocidas.
6 Al escucharse aquel estruendo, la multitud se juntó, y se veían confundidos porque los oían hablar en su propia lengua.
7 Estaban atónitos y maravillados, y decían: «Fíjense: ¿acaso no son galileos todos estos que están hablando?
8 ¿Cómo es que los oímos hablar en nuestra lengua materna?
9 Aquí hay partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto y Asia.
10 Están los de Frigia y Panfilia, los de Egipto y los de las regiones de África que están más allá de Cirene. También están los romanos que viven aquí, tanto judíos como prosélitos,
11 y cretenses y árabes, ¡y todos los escuchamos hablar en nuestra lengua acerca de las maravillas de Dios!»

Génesis 3:9-10 RVC
9 Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde andas?»
10 Y él respondió: «Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, pues estoy desnudo. Por eso me escondí.»


Algo bueno que ha traído el movimiento mesiánico es el “redescubrimiento” de las raíces judías del Evangelio; después de cientos de años de “pensamiento griego” dentro de la Iglesia, resultaba muy importante recordar que el contexto original de buena parte de la revelación bíblica, desde Génesis hasta los primeros capítulos de Hechos, es principalmente el Medio y Cercano Oriente, desde mitad de Éxodo en adelante, principalmente Israelita, y desde la deportación Asiria de las tribus del Norte, principalmente judío. Leer todo eso con “lentes griegas” ha sido un error.

Dentro de este movimiento hay iglesias que se identifican culturalmente más con Israel y adoptan formas, palabras y tradiciones propias, sin comprometer el mensaje de salvación sino incorporando parte de su riqueza histórica.

Pero también tenemos otras corrientes a las que bien podríamos definir como “judaizantes modernos” que comienzan a “exigir” determinadas costumbres y ordenanzas a todos los cristianos como parte de la salvación, o al menos, para ser un “cristianos de primera categoría”, siendo los puramente “gentiles”, cristianos de segunda categoría. Y una de las “manifestaciones” de esto es usar toda una serie de palabras hebreas en sus escritos.

Aclaro que no estoy hablando en contra del idioma hebreo, ni de ningún idioma porque de hecho me gusta estudiar otras lenguas y desearía tener mucho tiempo para hacerlo… ¡aunque no lo tengo! Pero cuando hablo en castellano, a un público hispanoparlante, procuro hacerlo con el mejor y más claro uso posible de nuestro idioma, que es por demás de rico. Si usara palabras en un idioma extraño para mis oyentes, ¿mejoraría eso la comprensión de lo que digo o la dificultaría? Obviamente, lo segundo. Bueno, debo confesar que a veces utilizo palabras que no son muy frecuentes en el habla hispana, es verdad, pero finalmente pertenecen a nuestro idioma y no están demasiado lejos de la comprensión del lector.

Ahora bien, ¿cómo habló Dios a los hombres? ¿Usó palabras extrañas a sus oídos o usó las palabras que ellos podían entender? He puesto unos cuantos pasajes bíblicos para ilustrar este tema y podría poner muchísimos, es más, ¡podría poner la Biblia entera! Podemos empezar con Adán; es obvio en el relato que Adán y Dios se entendían perfectamente, ¡el Señor habló con las palabras que Adán podía entender!

A partir de Adán, podemos seguir el rastro de todos los hombres y mujeres que recibieron palabras del Señor en la Biblia, desde Adán, el primero, hasta Juan, el último, ¡y todos entendieron! En ninguna parte vemos que Dios hablara y la gente quedara sin comprender, a no ser sueños que necesitaban interpretación o alguna oportunidad en que Dios “habló” a través de pueblos enemigos de lenguaje difícil.

En el pasaje de Hechos 21 lo vemos a Pablo hablando en griego y en arameo, según cuál fuera su público, y logrando la comprensión tanto del tribuno como de los judíos… de ahí a que le hicieran caso es otra historia, pero entendieron perfectamente. En I Corintios 9 Pablo expone su llamado misionero: a cada cultura le “hablaría” conforme pudiera entender. En Hechos 2 la iglesia es “oficialmente” inaugurada en una multitud de idiomas, precisamente los idiomas maternos, del corazón, de todos aquellos que estaban allí; ¿por qué no simplemente predicar en arameo, si todos también podían entenderlo? A lo largo de toda la Biblia, Dios habló de la mejor manera que las personas podían entender, de principio a fin; y el ejemplo máximo es el mismo Hijo de Dios, Jesucristo, quien no solo habló el idioma de su pueblo, sino que se hizo en todo como ellos y como nosotros.

Entonces, si TODA LA BIBLIA nos muestra a Dios hablando en el idioma, e incluso con los conceptos e ideas que la gente de cada tiempo podía entender, ¿por qué se les ha metido en la cabeza a algunos cristianos hoy que entremezclar palabras hebreas en sus escritos resulta más “espiritual”?

Ahora bien, yo no estoy en contra del uso de palabras hebreas, de hecho, aunque mi propio contexto cultural es “monolingüe”, mucha gente viven naturalmente en  contextos “multilingües”, por lo que para ellos es natural mezclar palabras y expresiones de varios idiomas; y es lógico que en iglesias orientada hacia la cultura israelita se usen palabras hebreas, pero eso no pasa entre la mayoría de los cristianos hispanoparlantes (y supongo que también entre los hablantes de otros idiomas) por lo que tales escritos resultan a la larga difíciles de leer y de sentido críptico, dejando la impresión de que la forma de hablar de Dios es “difícil”, lo cual lleva necesariamente al corolario de que hacen falta “maestros iluminados” para entender la Biblia, de que “yo, cristiano común y corriente” no puedo entenderla por mí mismo y de que debo necesariamente seguir a tales maestros, y olvidarme de buscar a Dios yo. En esencia, EXACTAMENTE EL MISMO ENGAÑO de todas las religiones y sectas a lo largo de estos dos mil años.

Yo no estoy diciendo que todos los que entremezclen palabras hebreas en sus escritos estén pensando exactamente esto, es más, probablemente no, pero la consecuencia de escritos artificialmente difíciles es necesariamente esa, por más de que no se busque.

La sabiduría de Dios es más alta de lo que los hombres llegaremos jamás a comprender por toda la eternidad, pero es tan accesible que el más sencillo puede entrar en ella. Las religiones cristianas siempre han terminado oscureciendo la comprensión de la Biblia y “cerrándola” hacia algunos pocos “elegidos”… ¡ellos mismos, claro! La iglesia católica durante siglos prohibió la Biblia, hoy no, pero de todas formas se pone ella misma por encima de La Palabra, por lo que en definitiva es lo mismo. Las iglesias de la tradición Protestante han permitido y fomentado la lectura de la Biblia, pero indirectamente, con el desarrollo del pensamiento teológico y los grandes teólogos, han supeditado su comprensión a las palabras de los “más sabios”. En la actualidad, muchas iglesias mal llamadas apostólicas ponen las palabras de (supuestos) apóstoles y profetas por encima de la comprensión sencilla de la Biblia. Y como corolario, cierta rama desviada del movimiento mesiánico entremezcla palabras hebreas y conceptos extraños en el discurso para que, de nuevo, se haga difícil de entender y requiera aprender una especie de lenguaje especial y distinto.

¡Como si Dios no tuviera el poder ni la capacidad para hablar a cada pueblo con sus propias palabras! ¡Como si el Espíritu Bendito no hubiera hecho provisión para que cada idioma del mundo tuviera ya las palabras y expresiones que necesita para anunciar la Buenas Nuevas! ¡Como si la encarnación del Cordero hubiera sido sólo “por la mitad”, para algunos sí y para otros no!

1 Corintios 14:10-11 RVC
10 No hay duda de que en el mundo hay muchos idiomas, y que ninguno de ellos carece de significado.
11 Pero si yo no sé lo que significan las palabras, seré como un extranjero para el que habla, y el que habla será como un extranjero para mí.

Dicho esto, vuelvo a remarcar que es muy importante el estudio de los idiomas originales en la comprensión bíblica, pero al momento de hablar, y especialmente cuando tenemos que anunciar el Evangelio y ayudar a nuestros hermanos más jóvenes, ¡usemos las palabras que ellos puedan entender! Vendrá el momento en que todos los idiomas del mundo, pasados y presentes (y futuros) nos encontraremos en Su Presencia y tendremos una eternidad para conocer la riqueza de cada uno. Al usar determinadas palabras extrañas a nuestro idioma estamos “diciendo” que nuestras palabras no son lo suficientemente “santas y puras”, con lo que estamos metiendo en el “habla evangélica” palabras que suenan extrañas a los oídos del mundo, que precisamente no es muy favorable a Israel, ¿por qué introducir esa separación cultural innecesaria, cuando Dios mismo nunca lo hizo? Ya el Evangelio tiene demandas muy duras para la sociedad del presente, no es necesario que lo hagamos artificialmente más difícil.



Danilo Sorti


302. Jeremías 1: el resumen profético y el anuncio de juicio

Jeremías 1:11-16 RVC
11 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo: «¿Qué ves tú, Jeremías?» Yo dije: «Veo una vara de almendro.»
12 El Señor me dijo: «Has visto bien. Me estoy apresurando a poner mi palabra por obra.»
13 Por segunda vez la palabra del Señor vino a mí, y me dijo: «¿Qué es lo que ves?» Y yo dije: «Veo una olla que hierve; y está orientada hacia el norte.»
14 El Señor me dijo: «Desde el norte va a desatarse el mal sobre todos los habitantes de esta tierra.
15 Yo, el Señor, te digo que estoy convocando a todas las familias de los reinos del norte. Y ellos vendrán, y cada uno plantará su campamento a la entrada de las puertas de Jerusalén, y alrededor de todas sus murallas, y contra todas las ciudades de Judá.
16 Dictaré mi sentencia contra todos los que me dejaron y quemaron incienso a dioses extraños, por causa de toda su maldad, y porque adoraron a la obra de sus manos.

Casi todo el libro de Jeremías se desarrolla en el contexto del juicio: juicio anunciado y juicio ejecutado. Vez tras vez el pueblo no quiso creer y trataron de eliminar al profeta, para así eliminar el mensaje del profeta ¡como si eso pudiera hacer callar la voz de Dios!

Desde el inicio del ministerio profético de Jeremías, que duró varias décadas y que produjo un extenso libro, en pocos versículos el Señor anunció Su plan: como Juez se sentaría a dictar sentencia y juzgar a Su pueblo por toda la maldad que cometieron.

Este era el núcleo del mensaje, y aquello que los israelitas no estaban dispuestos a aceptar de ninguna forma, incluso luego de que Jerusalén hubiera sido destruida. Todo lo que este mensaje implicaba fue desarrollado durante los años de la predicación profética de Jeremías, pero aquí aparece resumido; de esta “síntesis” se podían sacar todas las consecuencias.

Este mensaje es el mensaje para hoy; los juicios del Padre se están desatando sobre la tierra y no son sólo los juicios a través de la naturaleza, sino también a través de la guerra:

Apocalipsis 6:4 RVC
4 Salió entonces otro caballo, éste de color rojo, y al que lo montaba se le dio una gran espada, junto con el poder de adueñarse de la paz de la tierra y de hacer que los hombres se mataran unos a otros.

Lo que nos está diciendo hoy esta palabra profética es lo siguiente:

Hay un juicio que viene directamente de Dios, y Él ya no lo va a detener más. Desde Adán hasta ahora el mundo nunca hizo la voluntad del Señor, hubo tiempos de mucha perversión, como en los días de Noé y de Lot, hubo tiempos de mucha ignorancia y de pecado a causa de ella, hubo tiempos en los que el Evangelio se expandió rápidamente, y hay un tiempo de apostasía y rechazo de Dios sin precedentes, que es hoy. A lo largo de los últimos miles de años Dios siempre tuvo buenas razones para descargar Sus juicios sobre la tierra, pero Su paciencia esperó por la conversión del pecador y la extensión del mensaje del Evangelio hacia toda la humanidad. Ahora el pecado ya ha subido a Su presencia y no habrá más paciencia.

Hay guerra que se va a desatar, no solamente los juicios a través de la naturaleza. Esta guerra viene “del norte”, pero qué significa exactamente esa expresión es un tema que debe aclararse proféticamente. La interpretación evangélica tradicional, venida de la teología norteamericana, siempre ha identificado al “norte” con su enemigo geopolítico. Desde la parte del mundo de donde estoy escribiendo, es por demás de claro que “el norte” incluye no solo a dicha potencia sino a todas las potencias en pugna, y que finalmente la guerra será entre todas ellas, más allá de quién sea la que “encienda la mecha”. De todas formas, el Espíritu está trayendo palabras específicas al respecto por lo que no pienso añadir más a lo que ya está diciendo.

Como sea, hay una guerra y hay una identificación del enemigo, de la nación o coalición de naciones de donde viene la destrucción; naciones que el Señor mismo preparó para este momento, tal como ocurrió con Babilonia, que había sido un poderoso imperio siglos antes del tiempo de Jeremías, que había sido derrotado y subyugado durante mucho tiempo, y que resurgió durante un breve tiempo precisamente para cumplir el castigo de Dios sobre Israel y las otras naciones.

Quizás lo más “duro” de digerir para el pueblo de Jerusalén, y también hoy, es el hecho de que Dios mismo está trayendo a los enemigos y permitiéndoles cumplir con su propósito. Ellos no lo piensan así, por supuesto, y no son “actores voluntarios” en el drama, ellos están pensando en destruir y conquistar para hacer crecer su imperio. Buena parte del libro de Jeremías trata con este asunto, los rebeldes del pueblo jurando y perjurando que “Dios no puede hacer eso”, y el profeta diciendo una y otra vez “Dios lo va a hacer”. No es diferente hoy.

“Dictaré mi sentencia contra todos los que me dejaron y quemaron incienso a dioses extraños, por causa de toda su maldad, y porque adoraron a la obra de sus manos.” Esta es la razón del juicio, entonces y hoy; aunque en la actualidad se trata de algo mucho más sofisticado que en el pasado, en esencia o se adora y sirve a Dios o se adora y sirve a otros dioses, y no hay más. Estos pueden tomar miles de nombres distintos, pueden disfrazarse detrás de la ciencia y el progreso humano, o de ideologías políticas, o incluso del cuidado del medio ambiente; a veces pueden tomar vestiduras “casi” cristianas, pero sea como sea, no son el Dios verdadero. En aquel entonces era más “fácil” de diferenciar: si la gente abandonaba al Señor se volcaba a la idolatría de los dioses de la región. Hoy la “oferta” de dioses es mucho mayor y mucho más sofisticada, pero sigue siendo el mismo principio.

Pero aquí Dios está hablando a Su pueblo, no a los pueblos paganos. Estos últimos también sufrirían bajo la mano de Nabucodonosor y más adelante en el libro hay palabras para ellos, a veces con promesas de restauración. Sin embargo, lo más extenso del mensaje está dirigido a Israel, el pueblo del Señor, que lo había abandonado. Esa es la misma realidad hoy; por un lado tenemos la iglesia más tradicional que desde hace tiempo ya ha mezclado su mensaje con idolatría y enseñanzas de hombres que llegan a ser más importantes que el mensaje bíblico. Por otro lado, tenemos las iglesias que vivieron la Reforma, pero que luego se volcaron a la política y el humanismo. Otras, habiendo recibido la revelación de la Palabra prefirieron refugiarse en una Letra sin Espíritu. Y finalmente tenemos a las iglesias que tuvieron el derramamiento del Espíritu como ninguna en los siglos precedentes, pero que terminaron en el satánico evangelio de la prosperidad, con todas sus variantes. Con esto prácticamente se ha completado la apostasía, falta solo la “frutilla del postre” que vendrá en breve.

A este pueblo Dios juzgará en primer lugar, aunque, tal como en el caso de Jeremías, ese juicio no está separado del juicio a las naciones. Todo juicio de Dios es para purificación y restauración, pero eso implica que muchos sean cortados de Su pueblo porque ya no pueden arrepentirse. A Jeremías le tocó anunciar la primera parte, la del juicio, y muy poco de la segunda. A muchos hoy Dios está levantando con ese mismo mensaje; es el mensaje profético más difícil y el que más difícilmente resulta aceptado, si acaso. Pero viene directamente del Trono y es el momento. ¡Señor, danos el valor para hablar y no callar!



Danilo Sorti


301. ¿Trauma o amor? ¿Qué nos motiva? ¿Con qué intensidad?

1 Corintios 13:1-3 RVC
1 Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal resonante, o címbalo retumbante.
2 Y si tuviera el don de profecía, y entendiera todos los misterios, y tuviera todo el conocimiento, y si tuviera toda la fe, de tal manera que trasladara los montes, y no tengo amor, nada soy.
3 Y si repartiera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y entregara mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.

El muy conocido capítulo de I Corintios 13 es el “Himno al amor” de Pablo, pero muchas veces se olvida que está inserto en una extensa sección de la carta en donde se habla sobre los dones espirituales y el servicio cristiano (los capítulos 12 al 14), y el mismo capítulo 13 comienza hablando precisamente sobre dones.

El versículo 1 se refiere al don de lenguas en su “máxima” expresión: no solo lenguas angélicas sino también humanas. El versículo 2 habla del don de profecía y, asociado a él, el don de conocimiento también a un grado sumo; podría interpretarse que “entendiera todos los misterios” sería una especie de discernimiento espiritual, algo diferente a la profecía y al conocimiento. Continúa con el don de fe expresado a lo máximo. El versículo 3 muestra el don de la pobreza voluntaria al grado de desprenderse de absolutamente todo, y luego el don de martirio o sufrimiento al extremo de ofrecerse voluntariamente a la muerte.

En resumen, tenemos aquí 6 o 7 dones espirituales (según como lo entendamos) cuya manifestación en una persona nos haría considerarla sumamente espiritual y consagrada, más que otros dones como el de liderazgo o enseñanza o evangelismo.

Pues bien, en medio de esta sección sobre el ministerio cristiano según los dones, la más grande en toda la Biblia sobre el tema, Pablo deja en claro que la verdadera motivación para ejercer los dones, y por extensión, cualquier servicio cristiano, es el amor. La manifestación gloriosa y espectacular de un don no reemplaza la motivación fundamental del amor; aunque parezca ser lo más consagrado y sacrificial posible, aunque brinde un gran “mérito espiritual” delante de la congregación.

Aún los dones más “espirituales”, los más sacrificiales, los que implican una entrega absoluta del ser, del tiempo, de los intereses, de las posesiones o de la propia vida, sin amor, no son nada.

Pero en la iglesia siempre ha habido una “fascinación” (precisamente “fascinación”, ¡encantamiento!) hacia los dones y una extrema incapacidad para discernir los frutos, tanto en otros como en nosotros.

¿Qué nos motiva a servir? Puede ser el sentido de culpa, puede ser “cumplir con el deber” que en esencia es terminar satisfaciendo nuestro propio yo, puede ser obtener nuestra identidad o reconocimiento a través de lo que hacemos… incluso puede ser algo peor:

Filipenses 1:15-17 RVC
15 A decir verdad, algunos predican a Cristo por envidia y por pelear; pero otros lo hacen de buena voluntad.
16 Unos anuncian a Cristo por pelear, y no con sinceridad, pues creen que así añaden aflicción a mis prisiones;
17 pero otros lo hacen por amor, y saben que estoy aquí para defender al evangelio.

Aunque parezca mentira, puede haber motivaciones muy incorrectas.

Cuando nos motiva el amor no significa que haremos todo perfecto, ni que no cometeremos errores; significa que Dios está en el asunto, que Él está respaldando y subsanando problemas. Es más, hasta es preferible una obra que tenga muchos errores pero hecha con genuino amor y voluntad de obedecer a Dios que una obra “técnica” y teológicamente adecuada pero sin amor, sólo con el “oficio” (como le llaman), porque ni se puede mejorar ni Dios está allí.

Con el tiempo aprendemos muy bien a ocultar nuestra verdadera motivación, ante los otros y ante nuestros propios ojos, por lo que necesitamos que el Espíritu Santo saque lo que verdaderamente hay, pero eso no suele ser agradable, por lo que también necesitamos una gran dosis de humildad. ¿Estamos dispuestos?

Ese proceso solo es posible cuando entendemos que nuestro valor lo determina Dios y no la “grandeza” o resultados de nuestra obra; no tiene más mérito el que se ofrece voluntariamente como mártir, porque eso es un don, ni el que ora 25 horas por día, ni el que vende todo porque eso también es un don, ni el que sabe cada punto y cada coma de la Biblia. Todo eso puede ser muy bueno o no, dependiendo de la motivación. Debo renunciar a juzgarme a mí mismo conforme a mis criterios de espiritualidad, y debo rechazar todo juicio de mis hermanos o conocidos, aunque eso implique más de una vez que se me cierren puertas.

Sólo Dios me juzga y más vale hacer algo pequeño por amor que algo grande sin amor porque Dios no está allí. Y esto es que yo no decido lo que hago por amor, es la voz de Dios la que me guía y yo por amor obedezco, aunque resulte muy “poco espiritual”. Y si Dios me manda a no hacer nada, ¡pues no lo hago!

El amor no se fabrica, es solo una respuesta a la voz de Dios, hacer algo por amor es hacer lo que el Espíritu me susurra. Dios me da de Su amor y mi respuesta de amor es lo que Él puede recibir, no puedo yo generar amor, solo puedo devolver lo que he recibido. Él está dispuesto a darme enormes cantidad de amor, ¿estoy dispuesto a devolverlas?



Danilo Sorti


300. Vivir el ahora: clave para el reino de las tinieblas sabiendo que su fin se acerca

Isaías 22:8-13 RVC
8 Las defensas de Judá quedaron al descubierto. Ese día ustedes dirigían la mirada hacia el arsenal en la casa del bosque,
9 y vieron multiplicarse las brechas en la ciudad de David; recogieron las aguas del estanque inferior,
10 contaron las casas de Jerusalén y las derribaron para reforzar la muralla;
11 hicieron un foso entre los dos muros para el agua del estanque viejo, pero sin la menor consideración para el que lo hizo y le dio forma.
12 Ese día Dios, el Señor de los ejércitos, los convocó al llanto y al lamento, a raparse el cabello y a vestirse de cilicio;
13 pero ustedes prefirieron gozar y divertirse, matar vacas y degollar ovejas, comer carne y beber vino. Y decían: «Comamos y bebamos, que mañana moriremos.»

1 Corintios 15:32-34 RVC
32 Pero ¿de qué me serviría, desde el punto de vista humano, haber luchado en Éfeso contra fieras? Si los muertos no resucitan, ¡entonces «comamos y bebamos, que mañana moriremos»!
33 No se dejen engañar: las malas compañías corrompen las buenas costumbres;
34 así que vuelvan en sí y vivan con rectitud, y no pequen, porque algunos de ustedes no conocen a Dios. Y esto lo digo para que sientan vergüenza.

Génesis 3:4-6 RVC
4 Entonces la serpiente le dijo a la mujer: «No morirán.
5 Dios bien sabe que el día que ustedes coman de él, se les abrirán los ojos, y serán como Dios, conocedores del bien y del mal.»
6 La mujer vio que el árbol era bueno para comer, apetecible a los ojos, y codiciable para alcanzar la sabiduría. Tomó entonces uno de sus frutos, y lo comió; y le dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió.

Lucas 4:5-7 RVC
5 Entonces el diablo lo llevó a un lugar alto, y en un instante le mostró todos los reinos del mundo,
6 y le dijo: «Yo te daré poder sobre todos estos reinos y sobre sus riquezas, porque a mí han sido entregados, y yo puedo dárselos a quien yo quiera.
7 Si te arrodillas delante de mí, todos serán tuyos.»

En todos estos pasajes aparece el Tentador, a veces explícitamente, a veces encubiertamente, pero el mensaje es siempre el mismo, aunque parezcan cuatro situaciones muy distintas: vive el aquí y ahora, disfruta el hoy y no te preocupes por el mañana.

El pueblo de Israel, al verse amenazado por el ejército enemigo, preparó las defensas lo mejor que pudo, pero reconociendo su inferioridad, se dedicó a festejar y comer su “última cena” antes de ser destruidos; “sin la menor consideración para el que lo hizo y le dio forma”, es decir, Dios. No tuvieron en cuenta a su Creador, no quisieron arrepentirse, no se volvieron a Él, por lo que solo les quedaba un muy breve presente para disfrutar, y después, ¡la destrucción!

Mucho tiempo después Pablo utilizaría el mismo refrán en otro contexto, ¿por qué tantos sufrimientos, por qué tanto esfuerzo y tanto exponer la vida a la muerte? Si no hubiera resurrección, una vida eterna, una vida nueva en un mundo nuevo, ¿qué sentido tendría? Sólo valdría disfrutar el presente y nada más. Evidentemente, en aquel entonces ya algunos enseñaban eso, y dentro de la iglesia, de acuerdo a lo que dice en el versículo 34. Por demás de evidentemente hoy muchos lo siguen enseñando de la mano del evangelio de la prosperidad, que centra la vida cristiana en el presente y desdibuja o simplemente “olvida” el futuro y la vida eterna, ¡y ni que hablar del juicio!

Pero en el fondo es el mismo y viejo engaño de la serpiente: “no morirán”; y esa era una palabra en el futuro, un evento por venir; no sabemos si Adán y Eva lo entendieron así en un primer momento, es difícil que ellos no hubieran tenido una clara comprensión de qué implicaba “morir” en las palabras de Dios, si caminaban con Él todas las tardes, pero aunque así haya sido, la tentación tuvo mucho de “presente”: un deseo vivo que se encendió y que buscaba satisfacción inmediata, versus un evento futuro y, ahora, “incierto”.

El mismo patrón, cuatro mil años después, pero con resultados muy distintos. De nuevo una satisfacción en el presente: “Yo te daré poder sobre todos estos reinos y sobre sus riquezas”, ¡pero si Jesucristo YA LO TENÍA! Sólo había que pasar el proceso; doloroso y difícil, pero perfectamente delimitado, y luego recibiría la recompensa. La inmediatez de la tentación satánica no pudo ante Aquel que podía ver la eternidad. Ese mismo Espíritu fue el que luego inspiró a Pablo, y a tantos otros cristianos.

La tentación “necesita” funcionar en el presente, en lo inmediato, en el “llame ya… y le regalaremos…”. Los propósitos de Dios son muy diferentes, es cierto que Él hace milagros y señales para darse a conocer, pero dejando de lado esos eventos que tienen objetivos muy específicos, Su forma de actuar es en el tiempo, en procesos (de hecho, aún llegar a recibir un milagro es un proceso), en el futuro. La sociedad actual vive en el presente extremo, en la inmediatez, y la tentación (que viene del Tentador) de trasladar ese mismo “principio de vida” al mensaje cristiano y a la vida de iglesia es muy fuerte.

Cuando dejamos de mirar hacia el futuro, cuando dejamos de valorar adecuadamente las promesas futuras, para esta vida pero principalmente para la vida venidera, estamos entrando en territorio enemigo, sencillamente nos exponemos a recibir cualquier mensaje “inmediatista”, que seguramente no vendrá de Dios. Y así, una muy bien armada teología “del presente” nos llevará de narices hacia un futuro ardiente (el infierno), además de que tampoco nos dará en el presente lo que buscamos.

¿Pero Dios no vive en el presente? De hecho Él está en un “eterno presente” si lo miramos en relación con nuestro tiempo, que no es el Suyo. Es más, toda la Biblia es “presente”, todo el mensaje de Dios y el mandato a Sus hijos está TOTALMENTE COMPROMETIDO con el presente y exigiendo una responsabilidad muy grande por ese presente.

Lucas 22:15-16 RVC
15 Entonces les dijo: «¡Cómo he deseado comer con ustedes esta pascua, antes de que padezca!
16 Porque yo les digo que no volveré a comerla hasta su cumplimiento en el reino de Dios.»

¡Jesús no fue ajeno al presente y lo vivió e incluso lo disfrutó mientras pudo! Pero:

Hebreos 12:2 RVC
2 Fijemos la mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo que le esperaba sufrió la cruz y menospreció el oprobio, y se sentó a la derecha del trono de Dios.

El poder de la esperanza en Dios, del futuro que Él ha preparado es mucho mayor. Necesitamos vivir en ese futuro, en el tiempo de Dios.


Danilo Sorti


lunes, 16 de octubre de 2017

299. Jeremías 1: la misión de arrancar para plantar

Jeremías 1:10 RVC
10 Date cuenta de que este día te he puesto sobre naciones y reinos, para que arranques y destruyas, para que arruines y derribes, para que construyas y plantes.»

Dentro del llamado de Jeremías que leemos en el capítulo 1 hay muchos conceptos que podemos entender, que los podamos creer y vivir completamente es otro asunto, pero al menos podemos comprenderlos bien. Sin embargo, las últimas palabras de este versículo resultan más difíciles. En realidad resultan difíciles de “entender” porque resultan difíciles de aceptar, porque son bastante extrañas a nuestros oídos.

Como cristianos estamos acostumbrados a la dimensión del amor y la misericordia de Dios, y de hecho esa ha sido la forma principal en la que el Señor se reveló al mundo a partir de la obra de Cristo, por lo que es muy fácil olvidarse de las otras facetas de lo que Dios es, pero es un hecho que Dios tiene el poder para cambiar las cosas y lo hace:

Daniel 2:21a RVC
21 Tú cambias los tiempos y las edades, y a unos reyes los pones y a otros los quitas. …

Hebreos 10:8-9 RVC
8 Al decir primero: «No quieres ni te agradan sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos ni expiaciones por el pecado» (cosas que se ofrecen según la ley),
9 y luego añadir: «Aquí estoy, para hacer tu voluntad», quita lo primero para establecer esto último.

Además de eso, si vemos el mundo natural también es un hecho de que todos los seres vivos mueren, de que los espacios y escenarios de la vida cambian, de que todo es dinámico y este dinamismo significa que hay cosas que ya no estarán más en el futuro, y que en su lugar aparecerán otras nuevas.

Estos cambios pueden ser más drásticos, como en los tiempos del diluvio, cuando Dios barrió con una civilización y una raza híbrida que los ángeles caídos habían formado, o cuando acabó con Sodoma y Gomorra, o cuando, de mano de los israelitas, acabó con muchos de los pueblos que habitaban Canaán.

Dios crea y Dios también destruye, Él tiene el derecho de hacerlo con el mundo natural y con las civilizaciones humanas:

Jeremías 18:7-10 RVC
7 »En cualquier momento puedo decir, de algún pueblo o reino, que lo voy a arrancar, derribar, o destruir.
8 Pero si ese pueblo o reino se aparta de su maldad, contra la cual hablé, yo desistiré del daño que había pensado hacerles.
9 »En cualquier momento puedo también decir, de algún pueblo o reino, que lo voy a edificar y plantar.
10 Pero si ese pueblo o reino hace lo malo ante mis ojos, y no me obedece, yo dejaré de hacerles el bien que había pensado hacerles.

Esto es algo difícil de aceptar y es un argumento que utilizan muchos ateos en contra de la bondad de Dios… aunque esos mismos ateos generalmente no tienen reparos en que una mujer decida sobre la vida del ser humano que lleva en su vientre. Pero Dios tiene el derecho y la justicia perfecta para hacerlo, y la misión de Jeremías tenía que ver con eso, principalmente con el hecho de “destruir”, o mejor dicho, de “anunciar la destrucción” de un sistema de cosas, de una sociedad y una cultura que tenía ya unos cuanto siglos de historia; del mundo que ellos conocían.

En una oportunidad leí que el profeta “invita a llorar y lamentarse” por el fin de un sistema de cosas, y eso principalmente hizo Jeremías, por eso en su llamamiento Dios dice “arrancar”, “destruir”, “arruinar”, “derribar”. No puede haber algo nuevo si no se quita lo viejo, y llega un momento en que lo viejo, o mejor dicho, una buena parte de lo viejo, la mayor parte, ya no puede ser restaurada ni utilizada en la edificación de lo nuevo, hay que eliminar todo. Parte de la misión de Jeremías consistía en “construir” y “plantar”, aunque no era lo principal.

De la misma forma, el llamado de muchos profetas y mensajeros de Dios hoy tiene que ver con eso. Es cierto que en un sentido general, debemos “arrancar” la vieja vida, la vieja naturaleza, para que se desarrolle la nueva; eso corresponde a lo más básico del discipulado. Pero hoy estamos en el momento en que Dios está anunciando que Él destruirá el actual sistema de cosas, para poder establecer Su nuevo sistema.

¿Qué significa esto exactamente? ¿Qué es lo que se arranca, qué es lo que se purifica, qué es lo que queda? Hay muchas preguntas específicas que Dios está respondiendo hoy a través de Sus profetas; no voy a profundizar en ese tema, solamente diré que creo que la interpretación evangélica tradicional de que luego de la tribulación de los siete años queda absolutamente todo destruido puede tener algunos matices, aunque definitivamente, si queda algo, no será mucho.

Pero no es mi tema aquí. El asunto es que muchos profetas hoy son llamados a anunciar la destrucción de un sistema, con todo lo que eso significa y con todo el rechazo que genera, especialmente de los que aún están aferrados a una visión “evangelística” del Evangelio, de paz, bendición, restauración y sanidad. Eso corresponde a un tiempo del obrar de Dios, pero también hay otro tiempo, muy distinto, y el llamamiento de Jeremías lo confirma.

Si ese es tu llamado, no dudes; simplemente mantenete escuchando la voz del Señor a cada momento para decir Sus palabras; aún Jeremías tuvo mensajes de restauración, y creo yo que ningún verdadero profeta puede carecer de ellos, aunque lo principal de su mensaje sea el juicio y la destrucción.

Hermanos, que el Señor nos de la sabiduría y las palabras adecuadas.


Danilo Sorti


298. Jeremías 1: el llamado de Jeremías y el llamado de muchos profetas hoy

Jeremías 1:4-10 RVC
4 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
5 «Antes de que yo te formara en el vientre, te conocí. Antes de que nacieras, te santifiqué y te presenté ante las naciones como mi profeta.»
6 Yo dije: «¡Ay, Señor! ¡Ay, Señor! ¡Date cuenta de que no sé hablar! ¡No soy más que un muchachito!»
7 Pero el Señor me dijo: «No digas que sólo eres un muchachito, porque harás todo lo que yo te mande hacer, y dirás todo lo que te ordene que digas.
8 No temas delante de nadie, porque yo estoy contigo y te pondré a salvo.» —Palabra del Señor.
9 Y el Señor extendió su mano, me tocó la boca y me dijo: «Yo, el Señor, he puesto mis palabras en tu boca.
10 Date cuenta de que este día te he puesto sobre naciones y reinos, para que arranques y destruyas, para que arruines y derribes, para que construyas y plantes.»


Probablemente estos sean los versículos que más se han predicado del libro de Jeremías, ¡porque son casi los únicos que no hablan de juicio y problemas! En un artículo anterior analizamos el contexto en el cual Jeremías es llamado: nació de un linaje sujeto al juicio divino desde hacía siglos, en un territorio que había pasado por los mismo, y ahora él tenía que anunciar el juicio irrevocable que estaba por caer.

El llamado de Jeremías ha inspirado a muchas generaciones a lo largo de los siglos, pero probablemente no haya habido otra generación como la presente a la cual se aplique con tanta precisión.

¡Qué maravillosa sabiduría de Dios que antes de empezar con los mensajes de juicio, que ocuparían muchos años por delante, se muestra a Jeremías como el Señor de la eternidad, el que ya tiene todo previsto de antemano! ¿Por qué digo esto? «Antes de que yo te formara en el vientre, te conocí. Antes de que nacieras, te santifiqué y te presenté ante las naciones como mi profeta.» El Dios de los espíritus ya había preparado a Jeremías, en el tiempo “kairos”, en Su tiempo eterno, para la misión que recibiría porque había conocido su disposición y el amor de su corazón.

Nada mejor que empezar una misión que sería tan terriblemente “terrenal” con una perspectiva eterna. Nosotros hoy no necesitamos menos que eso, en un mundo que se ha vuelto igual de “terrenal” y concentrado en sus cosas materiales. Y también necesitamos este “vistazo” al mundo espiritual para no quedarnos exageradamente anclados a la tierra.

La dificultad extrema del ministerio de Jeremías y de nuestro servicio hoy requiere que podamos escuchar la voz del Padre anunciándonos Sus propósitos desde la eternidad, y que la escuchemos más de una vez. Quién sabe cuántas veces Jeremías habría recordado esas palabras del Padre, en medio de los rigores de su misión. Desde el principio de los tiempos hay una misión preparada para nosotros, en la eternidad, presentada ya en el mundo espiritual, tal como lo revela el Señor aquí… por eso es que también desde el principio de nuestra vida terrenal hay un designio satánico preparado para cortar ese ministerio, y por eso de las luchas y dificultades que experimentamos desde el mismo vientre de nuestra madre.

Pero el llamado del Señor no es una comisión de un general del ejército, que no se puede replicar ni cuestionar, sino todo lo contrario, ¡qué diferente que es Dios a nuestras estructuras humanas! Nada menos que Él, EL GENERAL SUPREMO, no tiene problemas en atender a las dudas y cuestionamientos de Sus soldados. Él no es como nosotros.

Jeremías no dudó del llamamiento y en esencia no lo rechazó, sino que planteó las dificultades prácticas para llevarlo a cabo, las cuales eran muy reales en esa sociedad: no tenía un lenguaje adecuado, no sabía hablar en público y era demasiado joven como para ser tenido en cuenta. Esas mismas dificultades se están repitiendo hoy mismo exactamente en muchos hermanos que son llamados en contextos similares como el de Jeremías para llevar mensajes también similares. ¿Por qué Dios uso a ese Jeremías? No me refiero al Jeremías que leemos al final del libro, ya afirmado en su rol, completamente lleno del fuego del espíritu, sino a ése, el jovencito. Quizás la explicación la podamos encontrar en las palabras de Pablo:

1 Corintios 1:26-29 DHH
26 Hermanos, deben darse cuenta de que Dios los ha llamado a pesar de que pocos de ustedes son sabios según los criterios humanos, y pocos de ustedes son gente con autoridad o pertenecientes a familias importantes.
27 Y es que, para avergonzar a los sabios, Dios ha escogido a los que el mundo tiene por tontos; y para avergonzar a los fuertes, ha escogido a los que el mundo tiene por débiles.
28 Dios ha escogido a la gente despreciada y sin importancia de este mundo, es decir, a los que no son nada, para anular a los que son algo.
29 Así nadie podrá presumir delante de Dios.

Y entre los corintios abundaban las manifestaciones proféticas, tal como podemos leer más adelante en la carta.

Pero se me ocurre que otra de las razones tenía que ver con el hecho de que al ser joven todavía no se había contaminado con las estructuras y pensamientos de su sociedad, de hecho SUMAMENTE corrompidos, por lo que tenía la libertad de decir “sin filtros” y sin procurar ser “políticamente correcto” las palabras que el Señor le dijera. ¡Qué cosa tan terrible es que a medida que nos ponemos más viejos nos vamos volviendo tan “políticos” en decir las cosas, siendo que Dios llamó a profetas que no lo eran!

La respuesta del Señor a Jeremías, en el versículo 6, fue que no se mirara a él mismo sino a Aquel que lo estaba comisionando, y quien pondría las palabras y las acciones en Su profeta. Es lo mismo para nosotros, cuando somos comisionados, no una vez, no únicamente al principio, sino vez tras vez, con cada nuevo desafío. Y de paso, nos recuerda que no tenemos que decir lo que nos parece bien, lo que aprendimos, lo que nos dijo el pastor o el apóstol o el profeta o el patriarca o vara a saber qué título, SON SOLAMENTE SUS PALABRAS.

Pero nadie puede decir Sus Palabras sin la protección de Dios, mucho menos en este tiempo. Así como vino el llamado, vino la promesa: “No temas delante de nadie, porque yo estoy contigo y te pondré a salvo.» —Palabra del Señor.” Y esta última expresión, “Palabra del Señor”, cierra el asunto. No hay más, no hay mayor autoridad, no hay mayor poder y no hay nada que se le pueda agregar. Esa es la confianza que tenemos que tener, y por supuesto, el llamado y la promesa que debemos recibir.

Dios pone literalmente Sus Palabras en boca de Jeremías, y la gente de ese entonces no lo reconoció, salvo quizás unos pocos, pero eso no cambió el hecho. Lo mismo hoy, no esperes mucho reconocimiento, pero eso no altera el llamamiento.

“Date cuenta de que este día te he puesto sobre naciones y reinos, para que arranques y destruyas, para que arruines y derribes, para que construyas y plantes.” La autoridad que recibimos al recibir la Palabra de Dios puede ser tremenda. Satanás y muchos buenos cristianos, líderes inclusive, van a tratar de minimizar este hecho. El jovencito Jeremías no podía tener una dimensión cabal de lo que estaba escuchando en ese momento, solo después, con el tiempo. Pero nuestra palabra, siendo las Palabras de Dios, es vida o muerte para las naciones; es el mensaje de salvación, de advertencia, de protección, de corrección que en estos tiempos, que son los últimos. No hay mucho tiempo y no habrá muchas más palabras que irán a las naciones, aunque son muchos los Jeremías que el Señor está levantando hoy, son pocos si los comparamos con la magnitud de la obra que resta. Pero así como un solo profeta fue suficiente para Jerusalén en ese tiempo, así es suficiente lo que el Señor levante hoy.

Apocalipsis 10:9-11 RV1995
9 Fui donde el ángel, diciéndole que me diera el librito. Y él me dijo: «Toma y cómelo; te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel».
10 Entonces tomé el librito de la mano del ángel y lo comí. En mi boca era dulce como la miel, pero cuando lo hube comido amargó mi vientre.
11 Él me dijo: «Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes».

A esta altura, Juan ya era un profeta y siervo del Señor maduro, próximo a partir de esta tierra; podríamos decir que estaba “al final” del camino que estaba empezando Jeremías, pero la palabra que recibe es una continuación de la de Jeremías y una exhortación para nosotros: sigue siendo necesario profetizar sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes, tal como Jeremías. Y no debemos olvidar que la primera y principal profecía que debemos llevar es el mensaje de Jesucristo, que trae vida o muerte, protección o juicio.

¡Señor, que sean levantados Tus Jeremías en este tiempo, aquellos que no se han contaminado con las filosofías y cuestiones de una iglesia somnolienta y desorientada! ¡Señor, levanta a los jóvenes llenos del fuego de Tu Espíritu, aquellos que no temen perder sus títulos ni posiciones! ¡Aviva, Señor, Tu obra en medio de los tiempos!


Danilo Sorti


297. Aunque seas la burra de Balaam, ¡predica!

Hechos 4:31 RVC
31 Cuando terminaron de orar, el lugar donde estaban congregados se sacudió, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de Dios sin ningún temor.

Lucas 19:40 RVC
40 Pero Jesús les dijo: «Si éstos callaran, las piedras clamarían.»

Números 22:28 RVC
28 Entonces el Señor hizo que el asna hablara, y ésta le dijo a Balaam: «¿Y yo qué te he hecho? ¿Por qué me has azotado tres veces?»


La iglesia de Jerusalén tiene algunas características muy distintivas. Por cierto no fue perfecta, y el Señor tuvo que permitir una dura persecución para que cumplieran con el mandato misionero; pero por otro lado, varias de las características que vemos allí no las hemos encontrado muy frecuentemente entre el pueblo de Dios, especialmente el amor y el fervor de TODA LA CONGREGACIÓN en anunciar las Buenas Nuevas.

Ese fervor tuvo, sin embargo, un contexto. Notemos que en el pasaje de Hechos, fue el mismo Espíritu el que lo insufló; no fue ningún discurso motivacional, no fue ningún clima creado luego de tres días de conferencia, no fue ningún predicador profesional, porque los apóstoles no lo eran; sólo fue el Bendito Espíritu. Claro, se le dio libertad para hacerlo.

Si leemos la historia para atrás y para delante de ese momento, vemos que Israel se encontraba en una situación crítica; no tenía tiempo. Aunque ellos no lo sabían, sería destruida como país en el año 70 y dejaría de existir como tal por casi 1.900 años; no había tiempo; era urgente que el mensaje fuera anunciado. Esa urgencia y enfoque tuvo Jesucristo, quién fácilmente podía haber predicado en otros lugares y conseguido muchísimos más conversos, y eso fue lo que pasó cuando anduvo por las zonas fronterizas. Jerusalén, tal como había rechazado al Mesías, habría de rechazar finalmente a Sus seguidores, incluso la iglesia misma sería prontamente contaminada con el legalismo y finalmente no podría abandonar el “formato” judío del Evangelio, a pesar de que en Hechos 15 claramente reconocen que no era necesario para alcanzar la salvación.

El Señor sabía que el tiempo de Israel, y especialmente de Jerusalén, era breve. Y por eso derramó un fervor evangelístico como no lo vemos en ninguna otra parte de Hechos, y casi que de la historia de la Iglesia.

En ese contexto sucedió que TODOS FUERON LLENOS Y TODOS PREDICARON. Ahora bien, cuando avanzamos un poco más y leemos las epístolas, entendemos que no todos tienen el don de evangelismo; según los que han estudiado el tema, alrededor del 10 % de los cristianos nomás, y después de conocer durante mucho tiempo la vida de iglesia, puedo afirmar que sería totalmente inútil que más cristianos lo tuvieran, ¡inevitablemente se perdería la cosecha por faltar obreros que sanaran y discipularan a los nuevos! Pero esto no es una verdad absoluta, y la prueba la tenemos ahí, en Hechos 4.

Cuando el tiempo es escaso y la necesidad apremiante, es necesario que todos, tengan o no tengan el don, prediquen el Evangelio, y el mismo Espíritu que derrama uno u otro don, puede perfectamente en algún momento capacitar a todos para que prediquen el Evangelio sin temor, y lo hace.

Pues bien, ese tiempo está llegando. Con esto no quiero decir que todos debieran ser evangelistas, ni tampoco pretendo indicar qué es lo que deberían anunciar, pero sí creo que el Espíritu está llamando fuertemente a TODOS LOS SUYOS a que proclamen sin temor la Palabra. Algunos evangelizarán, otros enseñarán, otros aconsejarán, otros profetizarán, otros animarán, otros proclamarán el Evangelio con sus hechos, otros lo proclamarán en los aires, hacia los principados y potestades, a través de sus oraciones, en fin, todo lo que se hace genuinamente en el servicio del Señor no es más (¡ni menos!) que una proclamación de la Palabra.

Aquellos cristianos de Jerusalén, recién convertidos, no se detuvieron a analizar cuál era su nivel de santidad y conocimiento antes de predicar, ¡simplemente lo hicieron! Cuidado hermanos, todos ellos eran fieles y fervorosos, y estaban en el camino de la santificación, aunque recién hubieran comenzado a dar sus primeros pasos… no eran cristianos hipócritas y mañosos; yo no estoy hablando a estos últimos. Pero ellos, fieles en lo que tenían, y aún con muchas cosas por cambiar en sus vidas, no se detuvieron en sus deficiencias ni ignorancias, lo que tenían, lo que sabían, no más pero tampoco menos, eso dieron.

Ese es un mensaje para hoy; el tiempo es escaso, no ya para una ciudad o un país, ¡sino para todo el mundo! Hermano, lo que tengas, ¡dalo!, no lo retengas por temor, no te consideres menos; Dios ha comenzado a desatar Sus juicios sobre la tierra, ¿no habrá de proteger a Sus escogidos que están anunciando el mensaje de la última hora? Sin duda que te harán la guerra, pero, en el propósito del Señor, no te vencerán. Y aún aquellos que deban entregar sus vidas, no partirán mucho tiempo antes de lo que lo haremos el resto.

Y ahora hablemos de los cristianos hipócritas y mañosos: ¿eres uno de ellos? Bueno, ¿no estás conforme con la vida que has llevado hasta ahora? En Dios hay poder de restauración. ¿Te has arrepentido y recibiste la liberación de Dios? ¡Entonces predica! ¿Qué mensaje tienes? Quizás nada más que tus propios errores, pero te aseguro que son los de muchos otros, que necesitan escuchar que en Dios sigue habiendo restauración. No tienes que dar el mensaje florido y exitista que anunciabas antes de caer, no tienes que anunciar grandezas, simplemente testifica que en Dios hay restauración para cualquiera que se acerque a Él. ¡Te aseguro que ese mensaje es uno de los más útiles que hace falta predicar hoy!

Hermano, ¿crees que eres duro como una piedra para entender? Bueno, ¡pero las piedras también estaban dispuestas a alabar! ¿Piensas que no eres mejor que la burra de Balaam? ¡Pero el Señor habló a través de ella! Entonces, de una burra a otra burra, ¡recibe esta exhortación!


Danilo Sorti


296. Jeremías 1: un profeta rescatado de en medio del juicio para anunciar juicio… ¡hoy!

Jeremías 1:1-3 RVC
1 Palabras de Jeremías hijo de Hilcías, que era uno de los sacerdotes de Anatot, en territorio de Benjamín.
2 Jeremías recibió palabra del Señor en el año decimotercero del reinado de Josías hijo de Amón, rey de Judá.
3 También la recibió en los días de Joacín hijo de Josías, rey de Judá, y hasta finales del undécimo año de Sedequías hijo de Josías, rey de Judá; es decir, hasta el mes quinto de la cautividad de Jerusalén.


Jeremías es un libro tremendamente actual. Probablemente no sea muy predicado ni leído entre los cristianos, pero debería serlo, porque sus palabras “encajan” perfectamente en la realidad presente del Pueblo de Dios y del mundo. Jeremías vivió “en pequeño” lo que el mundo está por vivir “en grande”. Para que no nos hagamos vanas esperanzas, ni seamos sorprendidos por lo que va a ocurrir, ni por la dureza del corazón de inconversos y (supuestos) conversos, necesitamos imperiosamente devorar las palabras de este libro, que en verdad nos amargarán el vientre, como le pasó a Juan, pero que nos harán muy bien al alma y al espíritu.

Antes de leer Jeremías hay que ubicarlo en el contexto del juicio inminente e irreversible, no como un profeta para cambiar el futuro inmediato, como lo fueron otros, sino como una guía para atravesar el tiempo de juicio y sobrevivir. Pero Jeremías fue especialmente “preparado” para ese tiempo de juicio, tal como muchos de nosotros hoy, y entender sus traumáticos orígenes y su crucial misión de seguro puede traer gran sanidad a muchos cristianos hoy y enfocarlos en sus propias misiones para este tiempo, que en muchos casos no serán muy diferentes a las del mismo Jeremías.

¡Jeremías tenía muy buenas razones para sentirse humillado por su historia y por la gente de su región!

La historia de Jeremías empieza con uno de sus menos ilustres antepasados:

1 Samuel 2:27-36 RVC
27 Un día, un hombre de Dios fue a visitar a Elí, y le dijo: «Así ha dicho el Señor: Cuando tus antepasados vivían en Egipto, en la tierra del faraón, ¿no es verdad que me manifesté a ellos con toda claridad?
28 Yo escogí a tu padre de entre todas las familias de Israel, para que fuera mi sacerdote y presentara sobre mi altar las ofrendas, y quemara incienso, y llevara el efod delante de mí. Además, le di a sus descendientes todas las ofrendas de los hijos de Israel.
29 ¿Por qué han pisoteado los sacrificios y las ofrendas que pedi al pueblo ofrecerme en el tabernáculo? ¿Por qué has respetado más a tus hijos que a mí, y los has dejado engordar con las mejores ofrendas que me da mi pueblo Israel?
30 Por todo esto, el Señor Dios de Israel te dice: Yo prometí que tu familia y los descendientes de tu padre estarían siempre a mi servicio; pero hoy te digo que esto se acabó, porque yo honro a los que me honran, y humillo a los que me desprecian.
31 Ya está cerca el día en que tu poder y el de tus descendientes llegará a si fin; ninguno de ellos llegará a viejo.
32 Tu familia caerá en desgracia, mientras que a Israel lo colmaré de bienes. Ya lo he dicho: Ninguno de tus descendientes llegará a viejo.
33 A cualquiera de tus hijos que yo no aparte de mi altar, tú lo verás para llenarte de dolor. Todos tus descendientes morirán en plena juventud.
34 Como señal de lo que te he dicho, tus dos hijos, Jofní y Finés, morirán el mismo día.
35 Pero levantaré un sacerdote que me sea fiel, y que haga lo que a mí me agrada. Yo haré que no le falten descendientes, y estará delante de mi ungido todos los días de su vida.
36 El que haya sobrevivido en tu familia, irá y se arrodillará delante de él, y le rogará que le dé una moneda de plata y un bocado de pan, y que lo ocupe en algún trabajo entre los sacerdotes para tener qué comer.»

La historia sigue con la derrota en batalla, la captura del Arca, la muerte de los hijos de Elí y del mismo Elí. Samuel cobra relevancia por encima de los sacerdotes durante ese tiempo y éstos, los descendientes de Elí que continuaron, no aparecen en el relato bíblico durante ese tiempo.

Décadas después, cuando David huía de Saúl, nos encontramos con este otro episodio:

1 Samuel 22:16-20 RVC
16 Pero el rey dijo: «Puedes estar seguro, Ajimélec, que tú y toda la familia de tu padre morirán.»
17 Y dirigiéndose el rey a los guardias que lo rodeaban, les ordenó: «¡Maten a los sacerdotes del Señor! También ellos le son fieles a David, pues sabían que él huía de mí, y no me lo hicieron saber.» Pero los guardias se negaron a cumplir la orden de matar a los sacerdotes del Señor,
18 así que el rey llamó a Doeg y le dijo: «Ven y mátalos tú mismo.» Y Doeg arremetió contra ellos, y ese mismo día mató a ochenta y cinco sacerdotes que vestían efod de lino.
19 Luego entró en Nob, donde vivían los sacerdotes, y mató a hombres, mujeres y niños de pecho, y hasta mató bueyes, asnos y ovejas. A todos los mató a filo de espada.
20 Pero Abiatar, que era uno de los hijos de Ajimélec hijo de Ajitob, logró escapar y fue en busca de David.

Imposible no escuchar aquí los ecos del mensaje profético dado a Elí.

La historia sigue su curso, David muere y se suscita un problema por la sucesión al trono. Abiatar se pone del lado equivocado, y cuando asciende Salomón:

1 Reyes 2:26-27 RVC
26 Luego, el rey le ordenó al sacerdote Abiatar: «Regresa a Anatot, tu tierra. Mereces la muerte, pero no te mataré hoy porque has llevado el arca del Señor, nuestro Dios, en presencia de David, mi padre, y porque sufriste junto con él las mismas aflicciones.»
27 Así fue como Salomón quitó a Abiatar del sacerdocio en el templo del Señor, con lo que se cumplió su palabra contra los descendientes de Elí, como lo había afirmado en Silo.

Jeremías venía de una familia sacerdotal “fracasada”, que acarreaba una terrible maldición generacional, que había visto desgracias en su historia, y que además vivía en el territorio de Benjamín, la tribu que fue prácticamente destruida por las otras por haber protegido a un grupo de perversos (la historia se encuentra en Jueces 19 – 21), y que luego es reconstruida con mujeres raptadas de sus familias. ¡Imagínense cuánto trabajo hubieran tenido los psicólogos durante generaciones con esa gente!

Posteriormente Benjamín lleva al rey Saúl al poder, que también fracasó de manera estrepitosa, y junto con él, muchos de su tribu.

A toda esa historia hay que agregarle las “idas y vueltas” de Israel a lo largo de los siglos siguientes, y en progresivo e inexorable deterioro moral que ya estaba llegando a su colmo. En ese contexto nace y crece Jeremías.

En cierto sentido tenemos una historia que no es muy diferente a la de muchos cristianos del presente: no tienen nada de que enorgullecerse si miran a su familia y antepasados; no hay demasiadas cosas buenas que sacar de su propia comunidad, y desde que eran niños hasta el presente sólo han conocido degradación moral, problemas y progresiva decadencia. ¿Acaso Dios puede sacar algo bueno DE AHÍ?

Pues sí, EXACTAMENTE DE AHÍ Dios sacó a Jeremías, quien recibió palabras de la misma Boca del Altísimo.

Podemos hacer una extensa lista de las cosas que Jeremías probablemente no tuvo, y de aquellas que tuvo que soportar; pero en medio de tanta oscuridad Él tuvo un corazón fiel, profundamente celoso por Dios, y fue recompensado con una misión única, desarrollada en el contexto más difícil del que tenemos registro.

Jeremías “vivió” en una familia y una tierra marcada desde hacía siglos por el juicio y el castigo de Dios (a causa de los pecados); podía haberse transformado en un rebelde contra Dios, podía haberse sumido en la autocompasión o en un tremendo complejo de inferioridad e incapacidad; pero no pasó nada de eso. Jeremías pudo ver a Dios por encima de la historia que a su familia y a la gente de la región le había tocado vivir, entendió que todo lo que había pasado allí fue por consecuencia de los pecados, y fácilmente pudo recibir y predicar con ardor el mensaje hacia toda la nación, ¡precisamente porque sabía cuán terrible era apartarse de Dios!

Jeremías mismo estaba bajo la “maldición” de Elí… pero el Señor transformó esa maldición en la plataforma de su ministerio.

Hermanos, debemos reconocer que Jeremías cumplió una función única y muy desagradable, pero extremadamente necesaria. Muy poco fue el fruto que pudo ver en su vida terrenal, y enfrentó muchos conflictos internos en relación con su misión; pero todo eso trajo fruto durante siglos a incontables cristianos, y más todavía, toda esa experiencia es la que hoy nos va a ayudar a completar la misión que nos queda, porque será hecha en un contexto similar al que tuvo que vivir el profeta.

Hoy tenemos una gran ventaja, además por supuesto de que vivimos bajo la gracia derramada por nuestro Señor Jesucristo; y es que todo lo que estamos enfrentando y por enfrentar en breve ya fue escrito, por lo que nada de eso nos tomará por sorpresa. Cobremos ánimo, hermanos, muy pronto nuestro Amado vendrá y recibiremos la recompensa de nuestro trabajo, pero todavía hay una obra por hacer, y Jeremías necesita decirnos unas cuantas cosas.


Danilo Sorti


295. El ministerio de las mujeres: ¿se aplica el pasaje de Gálatas 3:28?

Gálatas 3:24-28 RVC
24 De manera que la ley ha sido nuestro tutor, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe.
25 Pero al venir la fe, no estamos ya al cuidado de un tutor,
26 pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
27 Porque todos ustedes, los que han sido bautizados en Cristo, están revestidos de Cristo.
28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús.

Uno de los pasajes que se utiliza para permitir el ministerio público de las mujeres es Gálatas 3:28. El contraargumento que se utiliza es que no está hablando ahí del sacerdocio o ministerio. Veamos eso con más detalle.

El pasaje está hablando de la salvación, de ser hechos hijos de Dios lo cual necesariamente significa ser incorporados al, ahora nuevo, Pueblo de Dios. No hay tal cosa en la Biblia como ser verdaderamente salvo y estar “afuera” de la Iglesia, el Pueblo de Dios.

Habiendo sido salvos, estando incorporados en el Pueblo de Dios, somos hechos nuevas criaturas, por lo que las barreras de separación sociales son rotas porque todos estamos en una posición de igualdad ante el Padre. Notemos que las barreras que menciona Pablo aquí abarcan varias condiciones humanas y no solamente en relación con la salvación:

·         Judío o griego: las diferencias eran profundamente culturales, pero también espirituales; se suponía que los unos eran salvos, el Pueblo de Dios, y los otros no.
·         Esclavo o libre: las diferencias eran profundamente legales, uno tenía todos los derechos, el otro, legalmente, ninguno; también eran profundamente culturales, económicas, intelectuales, etc., aunque no en relación con la salvación.
·         Varón o mujer: la diferencia es de géneros, biológica, a la vez que profundamente social, cultural, económica; aunque tampoco en relación con la salvación.

De esta breve enumeración podemos concluir que Pablo está claramente hablando de las barreras que impedían a los distintos grupos sociales acceder a la salvación y, más que nada pertenecer al mismo Cuerpo de Cristo.

Ahora bien, ¿está hablando del ministerio público aquí? No, claro que no… ¿o sí?

El hecho de ser salvos implica automáticamente que pertenecemos a la Iglesia; quizás no necesariamente a una congregación, pero sí a la Iglesia, y eso es más que suficiente. ¿Qué implica ser salvo?

Mateo 23:8 RVC
8 Pero ustedes no busquen que los llamen “Rabí”, porque sólo uno es el Maestro de ustedes, y ése es el Cristo; y todos ustedes son hermanos.

Este es uno de los “pasajes prohibidos” para los predicadores; Jesús nunca se preocupó por establecer una jerarquía, ni mucho menos un orden de autoridad férreo, aunque sí dejó una estructura de responsabilidad (más que de “autoridad”); pero hizo mucho énfasis en el concepto de “hermanos”. Cuando uno ve el énfasis que se hace en el discurso de iglesia hoy en día está puesto en el concepto de “autoridad y obediencia”.  Entonces, hombres y mujeres son en principio hermanos en Cristo, reforzando la idea de Pablo, en un nivel de igualdad, de equivalencia.

1 Pedro 2:9 RVC
9 Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncien los hechos maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.

Estos hermanos, estos miembros del mismo Cuerpo, son “real sacerdocio”.

Apocalipsis 5:9-10 RVC
9 y entonaban un cántico nuevo, que decía: «Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste inmolado. Con tu sangre redimiste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación,
10 y para nuestro Dios los hiciste reyes y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra.»

“Reyes y sacerdotes” son, entonces todos los santos.

Vamos de nuevo a Gálatas 3:28; ¿no está hablando allí del ministerio público? No, está hablando de algo muy superior que engloba al ministerio público. Toda función de ministerio está englobada dentro de la situación de ser hecho “hijo de Dios”, si no hay diferencias en lo que es más importante y trascendente, ¿habrá diferencias en lo que es menor? El pasaje de Gálatas SÍ se aplica al ministerio de las mujeres… y a muchas cosas más.

¿Por qué no se hizo claramente efectivo durante el ministerio de Jesús y de la Iglesia neotestamentaria? Por la misma razón que TAMPOCO se hizo claramente efectiva la disolución de las barreras entre judíos y griegos y entre esclavos y libres durante ese tiempo: implicaban un proceso cultural, social, muy arraigado. De hecho, la manifestación plena de Gálatas 3:28 en la Tierra no ocurrirá hasta que Cristo venga a reinar, pero mientras tanto se supone que el Pueblo de Dios debe vivir en base a los principios del Reino y no del mundo.

Dios hizo “lo más”, anuló las barreras de separación entre pueblos, sexos y condición social, ¿seguiremos manteniéndolas voluntariamente dentro de la Iglesia?


Danilo Sorti


294. El ministerio de las mujeres: la extraña costumbre que tienen los cristianos de inventar pecados…

Mateo 15:9 DHH
9 De nada sirve que me rinda culto;
sus enseñanzas son mandatos de hombres.

Uno de los argumentos que se esgrimen contra el ministerio público femenino es el hecho de que no se menciona expresamente la ordenación de mujeres en el Nuevo Testamento, haciendo, claro está, una curva conveniente para soslayar 1 Timoteo 3. Bueno, pero asumamos que sea así, que no podemos encontrar referencias directas a la ordenación de mujeres. El asunto es: ¿eso implica que se la prohíbe?

Recuerdo que en la iglesia donde conocí al Señor, había una frase fundacional: “hablamos donde la Biblia habla, callamos donde la Biblia calla”. Por supuesto, la doctrina que enseñaban no la cumplía al pie de la letra, pero el concepto quedó grabado. Si la Biblia no prohíbe expresamente algo, ¿por qué habríamos de prohibirlo nosotros?

Yo sé que no hay una respuesta sencilla aquí, en la práctica “permitir o prohibir” algo que la Biblia no permite o prohíbe directamente tiene que ver con la aplicación de los principios bíblicos, pero eso nos conduce inmediatamente al asunto de quiénes están aplicando esos principios y nos encontramos con ¡nosotros!, seres imperfectos y con motivaciones no del todo correctas. Algunos, intentando solucionar ese problema, se “refugiarían” en eminentes y reconocidos teólogos, pero la práctica me ha enseñado a dudar también de esos “eminentes y reconocidos”. No quiero desmerecerlos ni desmerecer su trabajo, creo que hay muchos muy buenos, y otros tantos muy malos, pero aún los “muy buenos” hablaron conforme la luz que recibieron en su momento, que necesariamente era menor que la que tenemos ahora. Y, sea como sea, finalmente eran hombres.

Hay una costumbre arraigada en el pueblo cristiano, especialmente entre los maestros y líderes, de que cuanto más se escriba sobre un tema, cuanto más se rebusquen las interpretaciones exegéticas de los originales, y más comentarios se amontonen, más verdad es. Es decir, mientras más complicado sea un asunto, más cierto es… y más difícil de que otro pueda analizarlo también. El problema es que, si ese principio fuera cierto, ¿a quién le dejó la Palabra el Espíritu? Evidentemente no a toda la humanidad, sino a un grupúsculo selecto. No me parece que esté de acuerdo con la naturaleza divina.

Los fariseos de la época de Jesús hacían precisamente eso, donde no había mandamientos construyeron una superestructura de mandatos… y donde SÍ HABÍA mandamientos claros, simplemente los pasaron por alto. No le fue mejor a Pablo:

Colosenses 2:22-23 DHH
22 Todas estas reglas tienen que ver con cosas que se acaban con el uso, y solo son mandatos y enseñanzas de hombres.
23 Es verdad que tales cosas pueden parecer sabias, porque exigen cierta religiosidad y humildad y duro trato del cuerpo, pero son cosas que no honran a nadie, pues solo sirven para satisfacer los deseos puramente humanos.

De nuevo, la vieja costumbre de inventar mandatos donde no hay una regla clara y expresa. Podría ejemplificarlo con temas relacionados a la sexualidad, pero para no incomodar a nadie no lo voy a hacer.

Ahora bien, el hecho de que expresamente no se mencione el ordenamiento de mujeres al ministerio en la Biblia no es señal inequívoca de que las mujeres no puedan serlo. Tampoco se menciona expresamente la escuelita dominical, ni el ministerio de jóvenes, ni se habla de instrumentos musicales en el culto de la iglesia (razón por la cual en aquella iglesia donde me convertí estaban prohibidos), ni de sanidad interior, ni de publicar en Internet, ni de muchísimas otras cosas que hacemos y que Dios respalda.

Algunos concluyen que, cuando esto pasa, debemos buscar los principios bíblicos y de ahí fijar una posición. Estoy de acuerdo con eso, siempre y cuando entendamos que “fijar una posición” NO CREA NINGUNA DOCTRINA, simplemente expresa el entendimiento que un grupo de gente tiene sobre un tema en un momento dado. Es decir, no necesariamente es la verdad y no necesariamente tiene que ser creído por el resto de los cristianos. Un nuevo análisis puede mostrar algo distinto.

Si aplicamos el concepto intuitivo de “hablar donde la Biblia habla y callar donde la Biblia calla”, sencillamente no podemos impedir la ordenación femenina.

El verdadero problema aquí es que, al igual que los fariseos de la época de Jesús, como nos cuesta obedecer los mandamientos que CLARA E INEQUÍVOCAMENTE Dios nos mandó, nos esforzamos en crear otros que parezcan “santos y sacrificiales” y que sí podamos obedecer. De hecho, es muy fácil para el hombre “obedecer” el “mandamiento” de impedir que la mujer participe en el ministerio público… ¿a qué hombre le gustaría que una mujer comente sus pecados hogareños, como hacemos nosotros con ellas?


Danilo Sorti


293. El ministerio de las mujeres: si Dios no lo respalda, ¿por qué hay fruto para vida eterna?

Mateo 7:15-20 RVC
15 »Cuídense de los falsos profetas, que vienen a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.
16 Ustedes los conocerán por sus frutos, pues no se recogen uvas de los espinos, ni higos de los abrojos.
17 Del mismo modo, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos.
18 El buen árbol no puede dar frutos malos, ni el árbol malo dar frutos buenos.
19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.
20 Así que ustedes los conocerán por sus frutos.

2 Pedro 2:12-14 RVC
12 Pero éstos hablan mal de cosas que no entienden; son como animales irracionales, que nacieron para ser presa de la destrucción. Por eso, su propia destrucción los destruirá,
13 y recibirán el castigo que merece su injusticia. Creen que el placer consiste en gozar de los deleites a plena luz del día. Son una vergüenza y una deshonra, pues mientras comen con ustedes se solazan en sus propios placeres.
14 Su mirada está cargada de adulterio, no se cansan de pecar, seducen a los pusilánimes, su corazón está habituado a la codicia; ¡son hijos de maldición!


Según puedo seguir varias discusiones en las redes, el ministerio femenino sigue siendo una piedra de tropiezo en diversas iglesias. No es raro encontrar largos escritos presentando las razones o supuestas razones bíblicas al respecto.

Bueno, por mucho escribir no necesariamente se tiene verdad, aunque es el espíritu de esta época que mientras más personas digan algo, y más fuerte lo digan, más “verdad” es. Muchos argumentos débiles no hacen un argumento fuerte.

Y ya que se trata de hombres escribiendo sobre el ministerio femenino, digamos de paso que es una cuestión “muy masculina” el hecho de “dejar sembrada la semillita” y desentenderse luego del asunto. Pues bien, hacer una afirmación teológica y “desentenderse” de las implicaciones de ella ¡es también muy propiamente masculino! Pero no es algo de lo cual deberíamos sentirnos orgullosos…

Jesús lo dijo bien claro en el pasaje de Mateo 7, el resto del Nuevo Testamento lo afirma en diversos lados y, en general, podemos seguir el mismo hilo de razonamiento en el Antiguo Testamento al afirmar que una característica distintiva de los falsos maestros, profetas, apóstoles, hermanos o lo que fuera, son sus frutos. Cuando “lo falso” no es fácil de descubrir en las palabras o no hay adecuado discernimiento, el análisis de las obras, de los hechos, no falla. La enseñanza es clara, creo que las palabras de Jesús casi no necesitan interpretación para poder entenderse adecuadamente. En esencia el Señor nos está llamando a analizar las consecuencias prácticas de una supuesta “buena doctrina” que alguien enseña. Si el maestro es falso, su vida inevitablemente lo expondrá. Hasta ahí estamos de acuerdo.

Ahora bien, si decimos que la Biblia no autoriza al ministerio femenino, entonces debemos concluir necesariamente que Dios NO VA A RESPALDAR a las mujeres que fungen como pastoras, evangelistas, profetas, apóstoles, etc. Como consecuencia de ello, dichas mujeres NO SON VERDADERAS LÍDERES ESPIRITUALES, por lo que caen en la categoría de “falsos maestros”, ya que no solamente no habrían sido llamadas a tales ministerios sino que además lo estarían ejerciendo en nombre de Dios, con lo cual añadirían a su pecado el de usar en vano Su nombre. Asunto complicado.

De lo anterior debe desprenderse NECESARIAMENTE que el Señor NO PUEDE RESPALDAR tales ministerios, por lo que no podrían estar haciendo una obra genuina. Pero si manifiestan dones y “pasan cosas”, ¿de dónde viene esa capacitación espiritual? El único lugar posible es del reino de las tinieblas. De ahí que la consecuencia necesaria de la supuesta no existencia del ministerio femenino público es que aquellas mujeres que sí lo ejercen están inspiradas directamente por Satanás, con lo cual no pueden producir fruto para el Reino de Dios sino todo lo contrario. Esto es, deberíamos esperar que de sus ministerios NO HUBIERA gente bendecida, ministrada, sanada, edificada, liberada, ni nada por el estilo.

Hermanos, quiero volver a remarcar esto: aquellos que tanto escriben en contra del ministerio femenino no son capaces de llegar hasta las últimas consecuencias de sus palabras. Hacen “bonitos razonamientos”, pero no se atreven a exponer sus implicancias prácticas. El hecho es que, si hay personas bendecidas y ministradas por ministerios femeninos públicos, si Dios se manifiesta, ENTONCES Dios los está respaldando. Los discípulos tuvieron un problema parecido:

Marcos 9:38-40 RVC
38 Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, pero se lo prohibimos, porque no es de los nuestros.»
39 Pero Jesús les dijo: «No se lo prohíban, porque nadie puede hacer un milagro en mi nombre, y luego hablar mal de mí.
40 El que no está contra nosotros, está a favor de nosotros.

El razonamiento que sigue Jesús aquí es “de atrás para adelante”: si los frutos son bueno, el árbol no puede ser mal (ya lo había dicho en Mateo 7).

Bien, más de uno dirá: “¡Pero hermano, si Dios usa a las mujeres en ministerios públicos es solamente por Su misericordia, no porque las respalde!”. Estamos de acuerdo con que dicho razonamiento, es decir, que Dios use a alguien por Su misericordia no porque lo merezca tiene bastante fundamento bíblico, aunque hay que indagar más en profundidad. Aceptemos por el momento que sea así. ¿Qué nos habilita para decir que Dios no hace lo mismo con los hombres? Finalmente, decir que Dios se manifiesta a través de ellas “por misericordia” no tiene ningún pasaje bíblico que lo respalde directamente, es un razonamiento, por lo tanto, nada me impide aplicar el mismo razonamiento a los hombres.

La realidad es que puedo dar, lamentablemente, muchos ejemplos de hombres A QUIENES DECIDIDAMENTE EL SEÑOR USA POR MISERICORDIA y nada más que por misericordia, porque sus frutos son desastrosos. Es más, si nos metemos a analizar en profundidad el tema de los frutos a lo largo de la historia de la Iglesia, son muchísimos más los hombres que han manifestado malos frutos y que lo siguen haciendo que las mujeres, por lo que habría muchas más razones para IMPEDIR el ministerio masculino que el femenino.

Por otro lado, el hecho de que Dios use a alguien “por misericordia” en realidad implica que esa persona SI HA RECIBIDO DONES.

Romanos 11:29 RVC
29 Porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables.

Este pasaje tiene un sentido más general que el de los dones espirituales o el llamado al ministerio, pero precisamente por eso, indica un principio del obrar de Dios. Si alguien tiene dones que lo capacitan para servir, es porque Dios se los ha dado; si Dios se manifiesta a través de alguien es porque Él decidió capacitarlo, por lo tanto, si Dios respalda ministerios femeninos es porque Dios les ha dado esos dones. Y no hay mejor ejemplo de este pasaje que Satanás mismo; ¿acaso Dios le retiró el poder y autoridad cuando cayó, sabiendo perfectamente lo que iba a hacer? No.

Volviendo al tema del ministerio femenino, es innegable que la realidad cultural y social de las mujeres en muchos lugares ponen límites prácticos que nos la voluntad de Dios pero que Él permite por la dureza del corazón de la gente:

Mateo 19:7-8 RVC
7 Le preguntaron: «Entonces, ¿por qué Moisés mandó darle a la esposa un certificado de divorcio y despedirla»?
8 Él les respondió: «Moisés les permitió hacerlo porque ustedes tienen muy duro el corazón, pero al principio no fue así.

No tengo dudas de que muchos hombres y muchas mujeres no serían capaces de recibir la ministración de una mujer ungida. Pero tengo menos dudas aún de que, después de dos mil años de cristianismo dominado casi exclusivamente por líderes hombres, no hemos hecho todo bien… por decirlo de una manera que sea poco humillante para el género…

Me gustaría poder encontrar alguno de los extensos escritos contra el ministerio femenino que ejemplifique adecuadamente como en la práctica Dios NO RESPALDA a mujeres. Hasta ahora no lo he leído.

Por supuesto que esto no quiere decir que porque sea mujer necesariamente su ministerio estará respaldado por Dios. También se aplica lo que dice 2 Pedro 2. También las mujeres necesitan buscar a Dios, también necesitan capacitarse, y no por ser ministros del Evangelio dejan de ser vasos más frágiles, es decir, menos preparadas para los rigores y luchas que implica el ministerio, por lo que necesitan el respaldo de los hombres. Pero yo quisiera que, aquellos que tanto hablan contra el ministerio femenino, sean conscientes de que pretenden limitar a las mujeres, que constituyen más del 50 % de la Iglesia, PRECISAMENTE en la última hora, cuando es más urgente que nunca en la historia completar la tarea de predicar el Evangelio.  Si están dispuestos a explicarle “cara a cara” al mismo Dios por qué en el momento en que más obreros hacen falta ellos pretenden impedir que más de la mitad del Cuerpo de Cristo ejercite sus dones, bueno, adelante pues.

Hermanos, tengamos mucho cuidado con nuestros “divertimentos teológicos” porque no son palabras inocentes.



Danilo Sorti