A pesar de que Dios había sido muy claro en
la Ley de Moisés con respecto a no hacer “acepción de personas”, Israel seguía
pensando que el Señor hacía algo así con ellos en medio de las otras naciones.
Incluso los primeros cristianos no la tenían clara:
Hechos 10:34-35 RVC
34 Entonces Pedro empezó a hablar, y dijo:
«En verdad comprendo ahora que Dios no hace acepción de personas,
35 sino que a él le agrada todo aquel que le
teme y hace justicia, sea de la nación que sea.
Recién unos
cuántos años después del derramamiento de Pentecostés y de la
incorporación de los samaritanos Pedro, como representante “oficial” de esa
primera iglesia, tuvo la revelación indubitable de que los gentiles podían
entrar en la iglesia sin hacerse judíos. Evidentemente, se trataba de un
pensamiento tan arraigado en la cultura judía que la irrupción del Vino Nuevo
no logró modificar sino hasta después de unos cuantos años, y con bastante
dificultad.
El concepto de que “Dios no hace acepción de
personas” está relacionado con el hecho de la salvación y la incorporación a la
iglesia, y aquí significa que todos pueden entrar en el Reino sin hacerse
culturalmente judíos. PERO esta puerta de gracia abierta a todos implica que
ellos entrarán desde “distintos caminos”, es decir, de distintas herencias,
tradiciones, culturas, cada una con características diferentes, por lo que
llegar a la misma meta, que es Cristo, implicará, en un sentido, caminos
“diferentes” para cada uno; el Espíritu deberá tratar de manera personalizada,
culturalmente adaptada. Una misma puerta de salvación, una misma meta, pero
“distintas sendas” en el mismo Camino para alcanzarla.
Romanos 2:5-11 RVC
5 Pero por la obstinación y dureza de tu
corazón, vas acumulando ira contra ti mismo para el día de la ira, cuando Dios
revelará su justo juicio,
6 en el cual pagará a cada uno conforme a sus
obras.
7 Dios dará vida eterna a los que,
perseverando en hacer el bien, buscan gloria, honra e inmortalidad;
8 pero castigará con ira a los que por
egoísmo se rebelan y no obedecen a la verdad, sino a la injusticia.
9 Habrá sufrimiento y angustia para todos los
que hacen lo malo, en primer lugar para los judíos, pero también para los que
no lo son.
10 En cambio, habrá gloria, honra y paz para
todos los que hacen lo bueno, en primer lugar para los judíos, pero también
para los que no lo son;
11 porque ante Dios todas las personas son
iguales.
De nuevo, este Dios que no hace diferencia
entre personas y conforme a una MISMA LEY, “pagará a cada uno conforme a sus
obras”, por lo que, ya sea el castigo o la recompensa, será “diferente” para
cada uno, precisamente, “conforme a sus obras”, sean de injusticia o sean en
Cristo. Hay muchos testimonios, ya sea del infierno como del cielo, en los que
el Espíritu muestra que los castigos y las recompensas son diferentes, aunque
el infierno es infierno dondequiera que se esté y el cielo es cielo por más que
uno viva en una carpa debajo de un árbol.
Gálatas 2:6-10 RVC
6 Los que tenían fama y reputación de ser
algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción
de personas), no me comunicaron nada nuevo.
7 Por el contrario, como vieron que me había
sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la
circuncisión
8 (pues el que actuó en Pedro para el
apostolado de los judíos, actuó también en mí para con los no judíos),
9 y como reconocieron la gracia que me había
sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos
dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros
fuéramos a los no judíos, y ellos a los judíos.
10 Solamente nos pidieron que nos acordáramos
de los pobres; lo cual también procuré hacer con diligencia.
Aquí tenemos dos “formatos” de apóstol, muy
distintos, ambos con la misma autoridad y construyendo el mismo Reino, y
comisionados por el mismo Dios que no hace diferencias de personas. Igual
posición pero distinta comisión, igual mensaje pero distintos enfoques.
Comisionados por el mismo Dios pero con ámbitos de ministerio diferentes.
De nuevo, el hecho de “no hacer acepción de
personas” implicó ministerios que resultaron muy diferentes.
Efesios 6:7-9 RVC
7 Cuando sirvan, háganlo de buena gana, como
quien sirve al Señor y no a los hombres,
8 sabiendo que cada uno de nosotros, sea
siervo o libre, recibirá del Señor según lo que haya hecho.
9 Ustedes, los amos, hagan lo mismo con sus
siervos. Ya no los amenacen. Como saben, el Señor de ellos y de ustedes está en
los cielos, y él no hace acepción de personas.
Amos y siervos vivían realidades sociales muy
distintas en ese entonces, aunque fueran cristianos. La esclavitud nunca fue el
diseño de Dios pero era una realidad social que no cambiaría fácilmente, así
que, en el mientras tanto, el Dios que se manifiesta en la REALIDAD sin ningún
tipo de “idealismo impracticable” ordena que haya un trato justo en las
relaciones. Esto mejoraría muchísimo la situación de los esclavos con amos
cristianos, pero no cambiaría el hecho de la esclavitud (todavía). Un mismo
trato justo ordenado por un Dios que no hace diferentes entre personas seguiría
significando realidades sociales distintas (aunque mucho menos de lo que
hubiera sido sin la ley de Dios).
Santiago 2:1 RVC
1 Hermanos míos, ustedes que tienen fe en
nuestro glorioso Señor Jesucristo, no deben hacer diferencias entre las
personas.
Santiago trata muy extensamente la relación
entre ricos y pobres, aunque más bien se trata de cómo la iglesia se relaciona
con estos dos grupos. No podemos leer Santiago aparte de las palabras de Jesús,
que habló extensamente sobre el tema, y tampoco podemos leer las palabras de
Jesús fuera del contexto de la Ley Mosaica, muy detallada en esta cuestión.
Allí encontramos lo mismo: una misma ley para todos, y precisamente para
asegurarse de que fuera igual para todos es que Dios hace especial atención en
los pobres y desamparados, para asegurarse de que recibieran el mismo trato
justo.
Los primeros cristianos entendieron este
principio y lo pusieron en práctica:
Hechos 2:44-45 RVC
44 y todos los que habían creído se mantenían
unidos y lo compartían todo;
45 vendían sus propiedades y posesiones, y
todo lo compartían entre todos, según las necesidades de cada uno.
Para asegurarse de que todos pudieran tener
condiciones de vidas dignas, los recursos económicos se repartían según las
necesidades, es decir, DE MANERA DIFERENTE para cada uno.
Bueno, podríamos hablar mucho más sobre el
tema pero creo que la idea central nos queda clara: UNA MISMA LEY no significa
necesariamente que nos pasará lo mismo. Veamos una ilustración más:
1 Corintios 12:4-7 RVC
4 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero
el Espíritu es el mismo.
5 Hay diversidad de ministerios, pero el
Señor es el mismo.
6 Hay diversidad de actividades, pero Dios,
que hace todo en todos, es el mismo.
7 Pero la manifestación del Espíritu le es
dada a cada uno para provecho.
Una misma ley, un mismo principio del obrar
divino, produce resultados distintos.
La razón por la cual los sistemas políticos
que se presentan como “igualitarios” y falsamente “sociales” atraen tanto a las
personas porque prometen “lo mismo” para todos. El siglo XX primero y estas
pocas décadas del XXI, después, se han encargado de demostrar que eso “igual”
en el mejor de los casos es pobreza: esos sistemas no funcionaron, no funcionan
pero siguen atrayendo con su canto de sirena. Eso no podría ocurrir si los
seres humanos no tuviéramos ese deseo oculto en nuestro corazón. Ahora bien,
¿es un deseo de justicia, es decir, de igualdad justa? Si lo fuera, desearíamos
tener las mismas oportunidades pero aceptaríamos las diferencias de resultados
(por supuesto, bajo las mismas oportunidades y leyes justas para todos,
situación que tampoco existe en el mundo actual), pero cuando deseamos “tener
lo mismo” en realidad tenemos envidia y pereza en nuestro interior; no estamos
deseando la justicia que permita que bajo una misma ley cada uno pueda
desarrollarse.
Claro que el tema es mucho más complejo, pero
esta ilustración social nos viene bien para ir al plano espiritual: ¿qué pasa
cuando Dios “no hace lo mismo” conmigo de lo que hace con otro? ¿Por qué Dios
“me trata distinto”? ¿Por qué al otro sí y a mí no? La conclusión más fácil es
que “Dios no me quiere” (que fue la conclusión a la que primero arribó Lucero
para rebelarse), o al menos “Dios no tiene mucho interés en mí”, o “Dios tiene
favoritos”, o “Dios nos abandonó, se olvidó de nosotros”.
Vemos que el trato es distinto sobre
nosotros, o al menos, nos parece distinto, probablemente porque no conozcamos
bien la realidad de los que “llegaron”. Pero aunque así lo fuera, partimos
todos de realidades distintas y tenemos llamados distintos, en contextos
también distintos, por lo que es necesario que Dios obre de maneras diferentes
si es que quiere llevarnos a la misma imagen de Cristo, con las
particularidades que Él mismo pudo en cada uno.
Efesios 4:4-7 RVC
4 Así como ustedes fueron llamados a una sola
esperanza, hay también un cuerpo y un Espíritu,
5 un Señor, una fe, un bautismo,
6 y un Dios y Padre de todos, el cual está
por encima de todos, actúa por medio de todos, y está en todos.
7 Pero a cada uno de nosotros se nos ha dado
la gracia conforme a la medida del don de Cristo.
Las condiciones de igualdad producen
resultados distintos, pero aunque nos vaya “peor” que a otros, el amor de Dios
es el mismo. ¡Dios no es comunista! Él quiere un desarrollo único y glorioso
para cada uno de Sus hijos, muchos se quedan a mitad de camino y no alcanzan
todo lo que son llamados a lograr, y por eso PARECE que Dios hace diferencias,
pero somos nosotros los que las hacemos, y luego le echamos la culpa al Señor.
Así que, cuando el Adversario venga con su
más poderosa tentación: “Dios no te ama, no está muy interesado en vos, Él
tiene a sus favoritos, fíjate cómo lo trata a Fulano…”, podremos entender el
por qué de esas diferencias y rechazar exitosamente esa tentación.
Danilo Sorti