miércoles, 16 de mayo de 2018

491. El Sermón del Monte – III Bienaventurados los juzgados y aprobados


Isaías 40:10 RVC
10 ¡Miren! Dios el Señor viene con poder, y su brazo dominará. ¡Miren! Ya trae con él su recompensa; ya le precede el galardón.

Dios viene con Su galardón, eso es lo que empiezan diciendo las Bienaventuranzas: el Señor se sentó a juzgar y ha decidido traer Su recompensa, aunque no sería todavía política como esperaban.

¿Qué significa el 9 y qué es una “bienaventuranza”? ¿Qué nos dice el Espíritu a través de eso y qué podemos esperar?


a)     El nueve

En lo que sigue estoy haciendo un resumen de la página de God’s Kingdom Ministries, en la sección sobre el significado bíblico de los números, referido al número nueve (https://www.gods-kingdom-ministries.net/teachings/books/the-biblical-meaning-of-numbers/chapter-2-numbers-1-10/).

“El número nueve habla de la ‘visitación’ de Dios. Este es un hebraísmo que representa a Dios como un investigador ‘visitando’ a una persona, ciudad o nación para analizar los corazones, reunir evidencia y ‘ver’ de primera mano, por así decirlo, la verdad de un asunto. Es muy parecido a un caso judicial divino donde la evidencia se descubre y se presenta al juez para su juicio.”

Lucas 19:43-44 RVC
43 Porque van a venir sobre ti días, cuando tus enemigos levantarán un cerco a tu alrededor, y te sitiarán.
44 Y te destruirán por completo, a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no te diste cuenta del momento en que Dios vino a visitarte.»

Para los creyentes tiene una connotación positiva, en cuanto Dios los visita para liberar o salvar. Sin embargo, para los incrédulos es algo negativo, porque son visitados para juicio. Uno de los roles de Jesús fue el de “inspeccionar” el fruto que Israel estaba dando, como también Juan lo preanunció:

Mateo 3:10 RVC
10 El hacha ya está lista para derribar de raíz a los árboles; por tanto, todo árbol que no dé buen fruto será cortado y echado en el fuego.

Mateo 7:19 RVC
19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.

Pero esta visitación sirvió también para “escribir” la ley de Dios en el corazón de Sus discípulos y alinearlos a la voluntad de Dios, por lo que esta visitación también fue para salvación y bendición.

Jesús cumplió la función de “abogado” mientras estuvo en esta Tierra, pero al irse dejó al Espíritu Santo:

Juan 14:16 RVC
16 Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Consolador, para que esté con ustedes para siempre:

Juan 16:7-11 DHH
7 Pero les digo la verdad: es mejor para ustedes que yo me vaya. Porque si no me voy, el Defensor no vendrá para estar con ustedes; pero si me voy, yo se lo enviaré.
8 Cuando él venga, mostrará claramente a la gente del mundo quién es pecador, quién es inocente, y quién recibe el juicio de Dios.
9 Quién es pecador: el que no cree en mí;
10 quién es inocente: yo, que voy al Padre, y ustedes ya no me verán;
11 quién recibe el juicio de Dios: el que gobierna este mundo, que ya ha sido condenado.

En el versículo 8 se usa un verbo griego que significa “condenar” o “juzgar” de acuerdo a las evidencias reunidas durante la investigación. Para el mundo esta evidencia los convencerá de pecado, pero para los creyentes será una prueba de rectitud.

Jesús juzgó a la gente de su tiempo y los pocos que lo aceptaron recibieron la promesa de otro Consolador, que al venir en Pentecostés daría inicio al tiempo de visitación de la Era Pentecostal, que concluirá con la segunda venida de Cristo.

Para aquellos pecadores condenados por la Ley, el Espíritu Santo representa el abogado que los lleva hacia la liberación mediante Cristo, es el que lo presenta claramente y el que guía a los arrepentidos, y cuando atraviesan la Puerta, es también quien sigue operando la santificación, esto es, que seamos progresivamente transformados en “justos” al purificarnos de nuestras malas obras.

Los frutos del Espíritu son nueve y nos muestran la evidencia del cambio de carácter en los que están siendo santificados.

En 1 Corintios 12:8-10 se habla de nueve dones “del Espíritu”, que son las operaciones de poder distribuidas a los creyentes, herramientas sobrenaturales que sirven para dar testimonio a los incrédulos y llevarlos a los pies de Cristo, y para perfeccionar a los creyentes.

“El juicio del Espíritu Santo tiene un efecto diferente sobre los creyentes y los incrédulos. Puede condenar o liberar. Pero su objetivo principal es exponer la evidencia … El Consolador es el Abogado de un creyente pero testifica como un testigo contra el incrédulo.”

La novena vez que aparece el nombre de Abraham se encuentra en Génesis 17:24

Génesis 17:24 RVC
24 Abrahán tenía noventa y nueve años de edad cuando circuncidó la carne de su prepucio.

“Así como Abraham tuvo que recibir la circuncisión corporal para dar a luz al hijo de la promesa, así también debemos recibir la circuncisión del corazón para traer a luz nuestra promesa de hijo: el Hijo varón, Cristo en ti, el Heredero de la Promesa. La razón por la que Abraham tuvo que esperar hasta que cumplió 99 años fue porque el 99 indica estar de acuerdo con Dios. El valor numérico de la palabra hebrea amén es precisamente 99. Los hombres dicen "amén" para indicar que están de acuerdo con lo que se ha dicho o hecho.”

El número nueve “representa el juicio y el trabajo del Espíritu Santo en nuestras vidas para llevarnos a un completo acuerdo con Dios. Cuando toda la creación llega a un acuerdo, las cuatro criaturas vivientes dicen "¡Amén!" (Ap. 5:14). “

“El "bautismo de fuego" del Espíritu Santo es la contrapartida de los últimos días al bautismo en agua en los días de Noé. La principal diferencia es que el agua destruyó toda carne, mientras que el bautismo de fuego del Espíritu destruye "la carne", es decir, la carnalidad en el hombre. El agua mató en los días de Noé; pero el fuego de Dios trae vida. Cada uno representa el Espíritu de diferentes maneras, porque cada uno condena al mundo del pecado y la justicia de una manera diferente.”

“El "fuego" puede ser doloroso para nuestra carne, pero da vida a nuestro espíritu. El propósito de la obra de juicio del Espíritu Santo, entonces, es llevar a todos los hombres al arrepentimiento.”

Retomando el tema de las bienaventuranzas, el hecho de ser nueve y cómo fueron dichas indican, entre otras cosas, el trabajo que estuvo haciendo el Espíritu en esos oyentes, y el trabajo que seguiría haciendo a partir de allí, que se manifestaría en hechos (lo cual es el “fruto” de la fe, como indica Santiago al decir que la fe está muerta si no va acompañada de obras), indican que Dios descendió a visitar a Sus santos y decidió que ya era el tiempo de que recibieran al Enviado, y que el tiempo de bendición y “bienaventuranza” había comenzado ya para los fieles.

El mensaje es, por tanto, pasado porque tenemos un juicio divino que dictaminó recompensa, presente (continuamente presente) porque todos los que estaban viviendo así ya merecían la recompensa que el Padre había determinado, y futuro en lo “temporal” y en lo escatológico, porque todos los que decidieran creer y vivir así se harían acreedores de las mismas recompensas, y porque cuando nuevamente Dios descendiera a visitar a Su Pueblo y pudiera comprobar la plenitud de los frutos del Espíritu que manifiestan las Bienaventuranzas, decidiría traer la Plenitud de Su Reino (tal como está profetizado).


b)    Las bienaventuranzas

“Bienaventurado”: μακάριος, makários; “supremamente bendecido; por extensión afortunado, bien librado” (Strong), “feliz, dichoso, afortunado” (Tuggy). El género literario de las bienaventuranzas, “macarismo”, está desarrollado en toda la Biblia y podemos encontrar alrededor de cien en ambos Testamentos.

El sentido es bastante claro, pero debemos entender que no siempre el “bienaventurado” es aquel a quien la vida le sonríe:

Job 5:17 RVC
17 »¡Dichoso aquél a quien Dios corrige! Así que agradece la corrección del Todopoderoso.

Proverbios 3:11-12 RVC
11 Hijo mío, no desdeñes la corrección del Señor; no te sientas mal cuando te reprenda.
12 El Señor corrige al que ama como lo hace el padre con su hijo amado.

Hebreos 12:5-6 RVC
5 y ya han olvidado la exhortación que como a hijos se les dirige: «Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda;
6 porque el Señor disciplina al que ama, y azota a todo el que recibe como hijo.»

Precisamente estos “bienaventurados” que estaban escuchando el mensaje de Jesús no eran los “ganadores del modelo” socio político económico de aquel entonces (y poco ha cambiado en dos milenios…), pero lo eran porque Dios estaba trabajando con ellos. Desde esa perspectiva, todo el sufrimiento de muchos de nosotros y de nuestras naciones oprimidas cobra un nuevo sentido. Mientras que a los ricos la Biblia les dice:

Santiago 5:3-5 RVC
3 Su oro y su plata están llenos de moho, y ese mismo moho los acusará, y los consumirá como el fuego. Ustedes acumulan riquezas, ¡hasta en los últimos tiempos!
4 Pero claman contra ustedes los sueldos que, con engaños, no han pagado a los que trabajaron levantando sus cosechas. ¡Y el clamor de esos trabajadores ha llegado a los oídos del Señor de los ejércitos!
5 Aquí en la tierra, ustedes han vivido rodeados de placeres, y lo único que han logrado es engordar para el día de la matanza.

A los mansos, aquellos que no van a organizar una revolución armada ni revueltas ni protestas callejeras, el Señor les promete la Tierra como herencia.

Si con las bienaventuranzas estás esperando alguna bendición material, quizás te veas frustrado (al menos en parte). Pero si estás esperando una recompensa eterna, jamás serás desilusionado.

Las Bienaventuranzas son paradojas, no son lógicas desde el punto de vista humano, menos aún desde el punto de vista del “imperio”, que gobernaba en ese entonces, que deseaban ardientemente muchos judíos recuperar, y que había sido establecido por el oscuro Nimrod hacía ya muchos siglos. Son profundamente políticas y sociales porque van en contra del sistema establecido, pero son profundamente humanas y espirituales a la vez, por lo que es tan equivocado interpretarlas solo de una u otra forma; abarcan todas las dimensiones del quehacer de los hombres y mujeres.

¿Qué es lo que nos prometen? ¿A quiénes van dirigidas? ¿Cómo nos acomodamos a ellas? Lo charlaremos en un próximo artículo.


Danilo Sorti


490. El Sermón del Monte – II Preparen el camino del Señor


Isaías 40:3-5 RVC
3 Una voz clama en el desierto: «Preparen el camino del Señor; enderecen en el páramo una calzada a nuestro Dios.
4 Que todo valle sea enaltecido; que se hunda todo monte y collado; que se enderece lo torcido y que lo áspero se allane.
5 Se manifestará la gloria del Señor, y la humanidad entera la verá. La boca del Señor ha hablado.»

Este mensaje fue el inicio de la predicación de Juan el Bautista, llamando a los hombres al arrepentimiento. Sin embargo, hay más que eso; se presenta una justicia que trae igualdad entre los hombres, que suaviza las actitudes ásperas, que corrige lo erróneo, que levanta al humilde y humilla al orgulloso. ¿Tiene algo que ver con la predicación de Jesús?

Jesús había comenzado a predicar antes del mensaje registrado en Mateo 5, sin embargo lo primero que nos dejó el Espíritu en el primer Evangelio son esas palabras, por lo que “oficialmente”, el inicio de todo Su mensaje deberíamos considerarlo ahí. Pero no hay nada de “arrepentimiento” o “conversión”.

a)     Las Bienaventuranzas como fundamento

Mateo 5:3-12 RVC
3 «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4 »Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
5 »Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
6 »Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
7 »Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos serán tratados con misericordia.
8 »Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
9 »Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 »Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
11 »Bienaventurados serán ustedes cuando por mi causa los insulten y persigan, y mientan y digan contra ustedes toda clase de mal.
12 Gócense y alégrense, porque en los cielos ya tienen ustedes un gran galardón; pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes.

Por empezar “no podría” haberlos, porque ya el camino había sido preparado por Juan el Bautista, a pesar de que inevitablemente la predicación de Jesús tenía también un fuerte llamado al arrepentimiento. Pero si está “al principio”, uno podría pensar que debería cumplir una función “introductoria” o preparatoria. ¿De qué forma?

b)    ¿Quiénes son los bienaventurados?

Evidentemente, de una muy distinta a la de Juan, todavía plenamente bajo las formas del Antiguo Pacto. Proféticamente Isaías 40 anuncia la manifestación de la gloria de Dios, que comenzamos a ver a partir de Mateo, y esa gloria se manifiesta en un pueblo bendecido y lleno del gozo del Espíritu. Ese pueblo se construye a partir de las Bienaventuranzas, no de leyes o mandatos. Pero entendamos bien a quiénes habla:

·         A los pobres en espíritu (humildes)
·         A los que lloran
·         A los mansos
·         A los que procuran justicia
·         A los misericordiosos
·         A los de limpio corazón (de intenciones sinceras y puras)
·         A los pacificadores
·         A los perseguidos por la justicia de Dios

Sí, el Nuevo Pueblo se fundamenta en la bendición comprehensiva de Dios (la bienaventuranza), pero no es para cualquiera, es para los que han amado y seguido a Dios cuando las cosas no iban bien. Jesús está hablando a gente que no veía a Dios trayendo ricas bendiciones o liberaciones, sino más bien lo contrario; a pesar de servirlo, las cosas sucedían “al revés”. A ellos, los fieles sufrientes, Jesús les anuncia la nueva época. No es a todos, no es a todos “los pobres”, como algunas teologías definen, aunque entre ellos hay relativamente muchos que caen bajo esa descripción (difícilmente un rico lo haga).

Con ellos se funda un nuevo Reino, ellos son las piedras que lo construyen, y deberemos reconocer que Dios es “exclusivo”, es decir, no todos están adentro sino aquellos que han demostrado su fe y su amor con obras, tal como algunas décadas después se encargaría Santiago de explicar.

La Ley les decía qué tenían que hacer, pero la Gracia les aseguraba que había recompensa por su esfuerzo, aunque estrictamente hablando no fuera merecida, ya que hacer el bien es lo que nos corresponde por deber. ¿Cómo era posible esto?

c)     La obra del Espíritu

Aunque la revelación más plena del Espíritu no vendría sino hasta un tiempo después, eso no significa que no estuviera obrando desde el principio, y estos que podían vivir así eran también los que habían escuchado Su voz.

Hay algo más, el número “nueve” en las nueve Bienaventuranzas, en un paralelo con los frutos del Espíritu, aunque la relación “uno a uno” puede no ser tan evidente a primera vista. En ambos tenemos algo que “surge” de la persona, aunque aquí el enfoque tiene un poco más que ver con la actitud hacia lo que le ocurre.

Una relación posible es la que muestro a continuación, aunque algunas pueden parecer medio forzadas. Como sea, si consideramos que en realidad “los” frutos no son más que diferentes manifestaciones de “un” fruto por excelencia que es el amor, puede no ser tan necesario que nos preocupemos demasiado por compararlos.

·         Bienaventurados los pobres en espíritu – la raíz de todo lo que dice, el amor, que no es amor a sí mismo u orgullo – porque de ellos es el reino de los cielos.
·         Bienaventurados los que lloran – el fruto del gozo, los que lloran “en Dios” porque no pierden la fe – porque ellos recibirán consolación.
·         Bienaventurados los mansos – el fruto de la mansedumbre – tiene la promesa de heredar la tierra
·         Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia – el fruto de la bondad – tiene la promesa de que se cumplirán sus propósitos, serán saciados.
·         Bienaventurados los misericordiosos – el fruto de la benignidad – tiene como promesa recibir lo mismo, serán tratados con misericordia.
·         Bienaventurados los de limpio corazón – el fruto del dominio propio, que los mantiene siempre apartados del pecado – porque ellos verán a Dios.
·         Bienaventurados los pacificadores – el fruto de la paz – tiene la promesa de ser llamados hijos de Dios.
·         Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia – el fruto de la paciencia, porque se mantienen pacientemente en medio de la persecución – porque de ellos es el reino de los cielos.
·         Bienaventurados serán ustedes cuando por mi causa los insulten y persigan, y mientan y digan contra ustedes toda clase de mal – el fruto de la fe, que les permite ver más allá de los sufrimientos presentes – Gócense y alégrense, porque en los cielos ya tienen ustedes un gran galardón; pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes.


Como sea, las Buenas Nuevas comienzan con el Espíritu, comienzan con palabras de consuelo y con promesas de bendición; y no tenemos los “mandamientos” propiamente dichos sino luego de esta sección, que nos da la seguridad y la fortaleza para esforzarnos en el camino de la fe.

Esto es una enseñanza, es decir, no me refiero a las Bienaventuranzas de manera individual, sino al hecho de comenzar con ellas; no es posible ningún cambio sin antes haber recibido el amor y las promesas de Dios. Otro camino es religión, es intentar hacer las cosas con la fuerza propia.

Los “pobres de espíritu” son los que, entre otras cosas, reconocen que no tienen la fortaleza por sí mismos si no la reciben de Dios, y eso está disponible, por lo que somos invitados a ir allí, a reconocer lo que Él ya ha dicho de nosotros, ya ha puesto a nuestra disposición y ya ha preparado para nuestro futuro si permanecemos fieles. Sólo allí empieza el verdadero cambio, ese es el fundamento de lo que enseñemos, y es una clave para determinar cuáles son los hijos de Satanás infiltrados: ellos no pueden recibir ninguna de estas promesas porque ya han sido condenados. ¡Pero nosotros somos hijos de la Luz!

Danilo Sorti


489. El Sermón del Monte – I ¡Consuelen a mi pueblo!


Isaías 40:1-2 RVC
1 El Dios de ustedes dice: «Consuelen a mi pueblo; ¡consuélenlo!
2 ¡Hablen al corazón de Jerusalén! ¡Díganle a voz en cuello que ya se ha cumplido su tiempo, que su pecado ya ha sido perdonado; que ya ha recibido de manos del Señor el doble por todos sus pecados.»

Mateo 5:1-2 RVC
1 Cuando Jesús vio a la multitud, subió al monte y se sentó. Entonces sus discípulos se le acercaron,
2 y él comenzó a enseñarles diciendo:

Pretender escribir algo “nuevo” sobre el Sermón del Monte es un verdadero problema, reservado solo para los más expertos teólogos, ¡hay tanto escrito ya! Pero lo bueno es que no necesariamente tenemos que decir “algo nuevo”, sino que podemos contar las verdades eternas con las palabras de hoy, y eso le facilita al Espíritu Santo “hacer viva” Su Palabra para los hombres y mujeres del presente. Que el Señor nos dé la gracia para eso.


a)     Isaías y los libros de la Biblia

Hace un tiempo escuché que los capítulos de Isaías pueden ser un “paralelo” con los libros de la Biblia: hay 66 libros e Isaías tiene la misma cantidad de capítulos. El libro de Mateo es el número 40, precisamente el capítulo de Isaías que marca un cambio radical en el libro, ¡oh casualidad…? Al presente no he analizado en detalle los otros capítulos, pero lo cierto es que aquí tenemos un paralelo evidente.

Isaías 40 anuncia el tiempo de consuelo y de perdón, el mismo tiempo que Jesús vino a traer sobre la Tierra, con sus hechos y con sus enseñanzas, que Mateo se encarga de mostrar ordenadamente en 5 “sermones” principales, siendo el primero el más largo y el más conocido y “apreciado” por los cristianos.

b)    ¿“Leyes” que traen consuelo y libertad?

Ahora bien, ¿por qué relaciono el pasaje de Isaías que habla de “consuelo” con las palabras de este sermón? Al fin y al cabo, una lectura rápida del mismo nos puede dejar la impresión de que se trata de un nuevo “sistema de leyes”, mejor que el anterior pero leyes al fin. En parte es cierto, pero una lectura un poco más profunda nos muestra que aquí tenemos mucho más que simplemente “un nuevo conjunto de leyes”; en esencia este mensaje reenfoca la vida espiritual de los oyentes y les quita la pesada carga que los religiosos de la época habían puesto sobre sus hombros, tema que Jesús desarrollará incisivamente en Mateo 23.

Esa carga no era tener que servir a Dios, ¡eso es un problema para los occidentales modernos, no para ellos! La carga consistía en servirlo mediante un sistema de mandamientos imposibles de sobrellevar, que en vez de liberar al hombre lo oprimían cada vez más, y lo dejaban frustrado ante un Dios extremadamente exigente, lejano e “incomprensivo” frente a las debilidades humanas. Frente a esa “caricatura” de Dios que habían hecho los religiosos de la época (y no podían hacer nada distinto porque en realidad no lo conocían), Jesús trae el consuelo de una piedad (una práctica religiosa) real, posible, deseable y agradable, junto con la revelación de un Dios “lógico”, que conoce la naturaleza humana y que no está interesado en ningún tipo de religiosidad ostentosa, sino en el corazón.

Eso constituía un tremendo consuelo para los oyentes, y también lo es para muchos cristianos hoy que están encarcelados en algún tipo de religiosidad similar. Digo “encarcelados” en una jaula con muchos barrotes, y cada uno de ellos es un concepto o práctica religiosa que quita la verdadera libertad en Dios y nos impide acercarnos a Su gracia y amor. Esos barrotes fueron puestos uno a uno, al principio pensando que servirían de protección y seguridad, pero cuando quisimos darnos cuenta se transformaron en una cárcel de la que ya no pudimos salir, porque hacia donde nos moviéramos estábamos encerrados. Pues bien, Jesús se encargó de limarlos uno a uno.

Isaías habla del perdón, y lo que estaba pasando en ese tiempo es que los judíos se encontraban afligidos por todos los sufrimientos que tenían como nación. Habían concluido que Dios estaba enojados con ellos y por lo tanto debían “guardar Torá” perfectamente para apaciguarlo; se habían olvidado de la gracia que les manifestó durante toda su historia y se habían concentrado en obedecer una Ley “imposible”. Pero el perdón había llegado, no un perdón indulgente, no un cambio nacional “porque sí”; sino porque estaba ya el verdadero Cordero.

Cuando Jesús ve a la multitud y sube al monte para enseñar, comienza a traer esa liberación que se consumaría con Su sacrificio. Repito, no tenemos aquí unas buenas enseñanzas que podamos tomar e intentar vivir APARTE del resto de la revelación de los Evangelios, debemos unir necesariamente todas estas palabras al Espíritu Santo para que sean vivas.

El monte es simbólico y también algo muy práctico. Simbólico porque recuerda el lugar donde Moisés recibió la Ley y desde donde Dios se le manifestaba, pero también práctico porque desde arriba Su voz podía ser adecuadamente oída. Esta conjunción de “espiritual y terrenal” es la que tendremos en todo el escrito.

Cuando Jesús se puso en la posición de enseñar, “sus discípulos se le acercaron”, es decir, entendieron lo que estaba por pasar y fueron a buscar el alimento. Así también debemos hacer nosotros, cuando “Dios está por hablar”, ¡allí debemos estar! Porque Sus palabras son Vida, son más que simples sonidos con significado. Pero también Jesús había visto la necesidad de la multitud, y no pudo dejar de responder a ella. Cuando hay una necesidad grande, Jesucristo está involucrado con ella, ¡tampoco podemos desoír Su llamado!

c)     El amor de Dios revelado a través de una “nueva” ley

Mateo es el Evangelio más “judío” de los cuatro y no por casualidad fue puesto primero, ya que “conecta” muy bien la cultural, la forma de pensar y las esperanzas de Israel con lo nuevo que el Espíritu estaba comenzando. Desde esa perspectiva, lo más “entendible” para aquellos judíos era una enseñanza en el “formato de Ley”, tal como habían sido enseñados. Jesús les habló en este primer discurso de esa forma, aunque los que siguieron no tuvieron exactamente el mismo estilo.

Pero a través de una forma “vieja” trajo nuevas palabras, y resulta interesante “entresacar” esas expresiones que a veces “se nos pierden” cuando leemos de corrido el texto y, acostumbrados a leyes, nos hace pensar que tenemos nada más que otra ley:

·         “Bienaventurados”
·         “Gócense y alégrense”
·         “Ustedes son”
·         “he venido… para cumplir”
·         “Ustedes han oído… pero yo les digo”
·         “Pero yo les digo: Amen…”
·         “sean ustedes … como su Padre”
·         “Cuidado con hacer … sólo para que la gente los vea”
·         “No se preocupen por”
·         “¿Por qué … y no …”
·         “Pidan … busquen … llamen..”
·         “eso mismo hagan ustedes con ellos”
·         “Cuídense de…”

Aquí tenemos varias cosas. Por un Jesús empieza con expresiones propiamente de consuelo y regocijo, no de obligaciones sino de bendiciones, una ley no empieza así, ni tampoco son así las leyes y mandatos que inventamos nosotros. “Ustedes son” puede pasar desapercibida pero está dando identidad a un pueblo cuya identidad estaba en crisis, amenazada desde afuera y desde adentro. Esto es algo de lo más básico para cualquier persona, es constitutivo: la identidad asumida (sea o no consciente) determinará nuestras actitudes y nuestro “guión” entre los otros, y esto vale tanto para individuos como para naciones.

“He venido… para cumplir” es otra declaración fantástica: Jesús no está poniendo aquí ninguna carga, les está diciendo lo que Él va a hacer, la perfecta justicia que ellos anhelaban en Israel. Por otro lado los conecta con lo que ellos ya conocían y amaban: las enseñanzas de Moisés y los profetas, lo que les daba identidad y seguridad, que no sería “quitado”.

“Pero yo les digo” es otra expresión repetida y que los invitaba a reflexionar sobre prácticas religiosas aceptadas pero erróneas. “¿Por qué … y no …” tiene el mismo sentido: los invita a reflexionar, a pensar, no se trata de una lista de mandatos a la que no se le encuentra mucho sentido; Jesús invita durante todo el mensaje a que los oyentes piensen, y a través de esa acción, los dignifica y les da identidad: no son simples ovejas que deben moverse adónde los lleve el pastor, son seres humanos, creados a imagen de Dios, que pueden razonar y entender lo que deben hacer.

“Cuidado con hacer … sólo para que la gente los vea” ilustra otro de los grandes temas de toda la sección: no se trata de una religiosidad de apariencias, sino del corazón; Dios no está interesado en lo externo. Con esto quitaba una pesada piedra de sus hombros, especialmente de aquellos que no podían cumplir con los ritos que les exigían. Hoy tenemos nuevos ritos y reglamentos, que también constituyen una carga pesada para algunos, especialmente los más pobres (al igual que entonces). Y hoy también es necesario volver sobre este mensaje en unas cuantas iglesias donde la frase “Dios mira el corazón y no la apariencia” se ha convertido en un latiguillo para vivir vidas pecaminosas “en lo externo” que en realidad reflejan un corazón igualmente pecador.


d)    Para uno y para todos

La Ley mosaica fue dada a Israel, era la “constitución nacional”, pero también fue dada a cada individuo; un breve análisis nos deja en claro que servía para ambos niveles, aunque también encontramos mandatos específicos para individuos, para autoridades y para la sociedad como un todo.

El Sermón del Monte ha sido interpretado históricamente desde un enfoque individual… bueno, en realidad, ha sido interpretado así por la teología que nos llegó desde el Norte, bien en consonancia con su propia cosmovisión individualista. No seamos tan duros; por supuesto que todo el mensaje se aplica a individuos, no es algo que “el otro” debe hacer, ¡yo tengo que hacerlo! No hay nada allí que no pueda y deba ser cumplido por el individuo.

Pero si nos quedamos con ese enfoque, ¿qué hacemos con todas las expresiones en plural que utiliza Jesús? En el texto de los capítulos 5 a 7, tal como lo leemos en la Versión Reina Valera Contemporánea, aparece 45 veces la palabra “ustedes”; todo el relato está dirigido a la comunidad, sea usando verbos en plural o usando el singular que en el contexto equivale a un plural. Las instrucciones de Jesús corresponden tanto para el individuo como para la comunidad que forman esos individuos. Es más, muchas de ellas tienen que ver precisamente con la vida en comunidad.

¿Es esto una  “constitución nacional” en el sentido de establecer cómo se organizaría funcionalmente un país? No, pero es la enunciación de los principios de vida que deberían regir cualquier nación que decidiera conformarse a la voluntad divina.

Por tanto, no podemos separar arbitrariamente estas normas de las leyes que deberían regir una comunidad o incluso una nación, o todo el mundo, según el diseño divino.


e)     Resumiendo

Se ha dicho que el Sermón del Monte es la fórmula pare tener un equilibrio mental y emocional perfecto, y lo creo. En cierto sentido, resume las enseñanzas del Señor en relación con la vida en comunidad y hacia Dios.

Pero es también una unidad, no una simple colección de buenos consejos; y tiene una autoridad que va más allá de las personas individualmente. Está ubicado al principio del Nuevo Testamento, y el Espíritu Santo no hace nada “por casualidad”; constituye una “piedra básica” de toda enseñanza cristiana, y por ello, es necesario volver cada tanto a él.

Concluyamos este artículo diciendo que no se trata de una mera exposición de leyes, y que no podemos pretender vivir lo que dice allí sin el poder para hacerlo, que Jesús revelaría tiempo después a Sus discípulos.


Danilo Sorti


488. Quién tiene la culpa: ¿el pueblo o el rey?


1 Samuel 8:18 RVC
18 El día que ustedes elijan su rey, lo van a lamentar; pero el Señor no les responderá.»

1 Samuel 12:11-12 RVC
11 Entonces el Señor envió a Yerubaal, a Barac, a Jefté y a mí, Samuel, y los libró del poder de todos los enemigos que los rodeaban, para que vivieran tranquilos.
12 Pero cuando ustedes vieron que Najás, el rey de los amonitas, venía a pelear contra ustedes, me dijeron: “Queremos que nos gobierne un rey”, cuando en realidad el rey de ustedes es Dios el Señor.

1 Samuel 12:25 RVC
25 Pero si insisten en hacer lo malo, tanto ustedes como su rey perecerán.»

Deuteronomio 28:36 RVC
36 »El Señor te llevará a ti, y al rey que hayas puesto para que te gobierne, a una nación que ni tú ni tus padres conocieron, y allá servirás a dioses ajenos de palo y de piedra.

Juan 19:15 RVC
15 Pero ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!» Pilato les dijo: «¿Y he de crucificar al Rey de ustedes?» Pero los principales sacerdotes respondieron: «No tenemos más rey que el César.»

Estamos en tiempos de crisis sobre todo el mundo, por lo que el rol de los gobernantes se hace cada vez más visible, cuestionado y frustrante. En la sociedad y también dentro de la Iglesia hay dos visiones o corrientes en relación con las autoridades, tanto civiles como espirituales; por un lado están aquellos que enfatizan en la responsabilidad individual y se esfuerzan para alcanzar cosas por ellos mismos, por otro están los que depositan toda esperanza y responsabilidad en los gobernantes, todo o la mayor parte de lo que uno pueda lograr depende fuertemente del liderazgo y no de uno mismo. Claro que estas son  expresiones “extremas” de posturas que pueden ubicarse en una línea continua entre uno y otro punto, pero resumen esquemáticamente dos amplios grupos.

El tema que nos interesa es que “teológicamente” se justifican ambas posturas. Es simple, la Biblia es un libro LARGO Y COMPLEJO para entenderlo, esto quiere decir que hay muchos versículos y si alguien quiere sacar unos cuantos para justificar algún punto de vista seguramente los va a encontrar. El asunto es si eso resulta el mensaje de TODA la Biblia o simplemente un arreglo para justificar mi propio punto de vista.

Dado que hoy estamos en el inicio de una crisis mundial sin precedentes, unida claro está a una fuerte crisis de liderazgo, debemos evitar algunos errores comunes que terminan encerrando a los cristianos en caminos sin salida. Entonces, o los líderes políticos y sociales son los principales responsables de los problemas que tenemos, o lo es la sociedad, o la responsabilidad es “mitad y mitad”. De la respuesta a esta pregunta depende mucho.

Si los líderes son los principales responsables entonces todo o al menos la mayor parte se soluciona cambiando a los líderes, eligiendo al “líder correcto”, u orando para que tomen las decisiones correctas. Está claro que nada de esto es incorrecto e incluso tenemos fundamento bíblico para cada una de estas acciones; el asunto es si podemos esperar que esto sea “la” solución o no.

Por otro lado, si la principal responsabilidad recae en el pueblo, enfocarse en el líder traerá pocas consecuencias prácticas; habrá que extender el Evangelio hacia toda la sociedad, pero como en realidad la mayor parte de la gente lo ha rechazado de alguna manera ya, no podemos esperar ninguna gran solución en el corto plazo.

Si la responsabilidad está repartida por partes iguales entonces no es tanto el esfuerzo que habrá que hacer hacia la sociedad para lograr un cambio sustancial.

Uno podría sentirse tentado a aceptar la tercera opción porque parece más “equitativa” y menos simplista, pero veamos bien qué dice la Palabra.

Dios había puesto en Israel un sistema bastante parecido a una democracia, no determinó que hubiera rey y no fue sino hasta unos cuantos siglos después de estar en Canaán que le permitió a Israel tenerlo, pero la historia que siguió después no fue, la mayor parte del tiempo, muy feliz en relación a los reyes que hubo. En los pasajes que cité al principio del artículo vemos dos cosas. Por un lado, Deuteronomio 28:36 nos muestra una situación de juicio que afectaría por igual al líder y a los liderados, I Samuel 12:25 nos dice lo mismo; no se establece aquí una diferencia entre “el pueblo” y “el rey” delante de Dios: el pecado iba a significar castigo para ambos.

Por otro lado, fue el pueblo el que quiso tener tal cosa como un rey, y no porque no hubiera algún tipo de autoridad sobre Israel, sino porque querían un formato de liderazgo más similar a lo acostumbrado, algo más “seguro” que depender de que Dios eligiera a quién sabe quién… y así les fue. Finalmente es el pueblo el que “elige” a sus autoridades, sea porque voluntariamente lo haga sea porque permite que otro elija por ellos, es decir, no hace nada significativo por impedirlo. El texto de Juan 19:15 le da una “vuelta de tuerca” más al asunto: aún un “invasor extranjero” podía ser muy conveniente para unos cuantos.

La decisión de las sociedades en el fondo es la misma decisión que toma cada persona individualmente, y consiste en aceptar a Dios o rechazarlo. En realidad, no hay muchas más decisiones posibles; cuando rechazamos a Dios no “elegimos” (en sentido absoluto) qué pecados cometeremos, simplemente quedamos a merced del Enemigo que nos llevará por donde quiera. Cuando elegimos a Dios tampoco “elegimos” qué bendiciones recibiremos: todas están disponibles y Dios las enviará conforme podamos recibir.

Cuando una sociedad rechaza a Dios, el Señor permite que el Adversario tome control (aunque siempre parcial), y no puede pretender que los líderes que reciba sean buenos.

Pero hay algo más. Cuando Dios forma a Israel le encarga expresamente que le obedezca para que le vaya bien:

Deuteronomio 28:1 RVC
1 »Si tú escuchas con atención la voz del Señor tu Dios, y cumples y pones en práctica todos los mandamientos que hoy te mando cumplir, el Señor tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra.

Este capítulo es el que mejor resume las bendiciones o maldiciones que vendrían por la obediencia o desobediencia del pueblo, aunque no es el único. En todos ellos Dios habla a Israel como nación y deposita en ellos, en el pueblo, la responsabilidad de seguirlo.

Levítico 26:3-4 RVC
3 »Si ustedes siguen mis decretos, y cumplen y practican mis mandamientos,
4 yo haré que llueva a tiempo, y que la tierra produzca, y que los árboles del campo den su fruto.

Éxodo 34:27 RVC
27 El Señor le dijo a Moisés: «Pon estas palabras por escrito, porque el pacto que he hecho contigo y con Israel tiene como base estas palabras.»

Dios hace un pacto con Israel, no con los líderes de Israel. Alguien podría decir que esto era así porque no había todavía un liderazgo centralizado, otro podría aducir que en realidad los que recibían primero estas palabras eran los líderes de tribus y cabezas de familias; y es probable que así fuera en parte, pero lo cierto es que las palabras que leemos aquí y en muchos otros pasajes se refieren a “Israel” como nación, y no van dirigidas a un futuro líder. Sea lo que fuere que hubiera de pasar en el futuro, Dios habló a una nación e hizo responsable a una nación de su propio destino, y aunque dejó instrucciones expresas para ese futuro rey que vendría, el énfasis mayor está puesto en la nación y no en el líder.

No es un dato menor lo que leemos en Deuteronomio 28 porque ese capítulo es la clave con que Israel entenderá luego toda su historia; el resto de los libros históricos y proféticos del Antiguo Testamento interpretará lo que está viviendo y lo que le va a suceder desde ese punto de vista.

Esdras 9:7 RVC
7 Desde los días de nuestros antepasados, y hasta hoy, hemos vivido en la maldad. Por eso nosotros, y nuestros reyes y sacerdotes, hemos sido entregados en manos de los reyes de otras naciones; nos han robado, nos han hecho prisioneros, y hasta le fecha la vergüenza no se aparta de nosotros.

Esdras, el maestro de Israel considerado a veces como un “segundo Moisés”, dejó en claro el nivel de responsabilidad, haciendo un resumen de siglos de historia: “eso nosotros, y nuestros reyes y sacerdotes”. La responsabilidad no recaía solamente en el pueblo y de eso tenemos ejemplos sobrados en las historias de los reyes (la mayoría malos y que favorecían el pecado del pueblo). Pero la responsabilidad EMPEZABA por el pueblo. Además, si como vimos el liderazgo de alguna manera surge o es aceptado y seguido por el pueblo, finalmente no es algo muy diferente a él.

Esto es historia del Antiguo Testamento, y no vemos que en el Nuevo se hable demasiado de eso porque el enfoque es otro, ¡pero tampoco se lo da por anulado! El Nuevo Pacto es muy claro respecto de qué cosas quedan anuladas del Antiguo y cuáles son cambiadas o al menos pueden existir de diversas formas; pero no vuelve sobre lo que ya quedó establecido antes.

Algunos piensan que la gracia que Jesús manifestó cambió todo de tal manera que ahora ya no rige esta cuestión de la “justicia” o “injusticia” para que Dios bendiga o maldiga una nación, tal como expone Deuteronomio 28. Sin embargo no están entendiendo que la gracia de Dios es precisamente para que dejemos de pecar y hagamos justicia EN UN NIVEL MUCHO MAYOR del que los judíos podían alcanzar en ese tiempo. Deuteronomio 28 no fue anulado por Cristo, al contrario, se les dio a las personas el verdadero poder para cumplirlo.

El Nuevo Testamento nos da el poder y la guía para vivir vidas santas y hacer justicia, cuando llevamos eso a nivel nacional no puede haber sino bendición; lo contrario es también cierto.

Dicho esto, es también innegable la multitud de pasajes que se dirigen a los poderosos y a los líderes exhortándolos fuertemente a que hagan justicia.

Mateo 20:25-27 RVC
25 Entonces Jesús los llamó y les dijo: «Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones las dominan, y los poderosos les imponen su autoridad.
26 Pero entre ustedes no debe ser así. Más bien, aquel de ustedes que quiera hacerse grande será su servidor;
27 y aquel de ustedes que quiera ser el primero, será su esclavo.

Isaías 10:1-3 RVC
1 «¡Ay de los que dictan leyes injustas y emiten decretos opresivos!
2 Con ellos evitan la defensa de los pobres, y les niegan la justicia a los afligidos de mi pueblo; ¡despojan a las viudas y les roban a los huérfanos!
3 ¿Y qué van a hacer en el día del castigo? Y cuando venga de lejos la destrucción, ¿a quién recurrirán para que les ayude? ¿En dónde dejarán sus riquezas?

Salmos 58:1-2 RVC
1 Ustedes los jueces ¿en verdad hacen justicia? Ustedes, simples mortales, ¿juzgan con rectitud?
2 Más bien, en su corazón urden hacer el mal, y luego actúan con violencia en la tierra.

Y muchos, muchos más.

¿Entonces qué? ¿Tomaremos los pasajes que mejor se adecuen a nuestro pensamiento y con ellos haremos una doctrina, ya sea para poner toda la responsabilidad en el pueblo o para ponerla sobre los gobernantes de turno, o incluso para hacer una “mezcla” entre ambos? No, la respuesta no es tan simple.

Según entiendo yo, la principal responsabilidad Dios la ha puesto sobre el pueblo y no sobre los líderes. Esto no significa que los tales no tengan una responsabilidad mucho mayor que el pueblo EN EL CORTO PLAZO, sino que EN EL LARGO PLAZO, el gobierno o sistema de gobierno que haya sobre una sociedad será fruto de la justicia o injusticia que dicha sociedad haya sembrado.

Cualquier cambio de liderazgo será solo una solución momentánea porque el pecado de la nación inevitablemente “atraerá” más temprano que tarde un liderazgo perverso. La responsabilidad de fondo NO ESTÁ EN NINGÚN LÍDER sino en el pueblo. Si la nación se vuelve a Dios, Él permitirá que surjan buenos líderes y les dará el éxito; pero si hay pecado Él mismo se encargará de poner y sostener líderes malos que sean Su mazo de castigo.

Dicho esto, aquí y ahora la Iglesia tiene una función profética y de ningún modo podemos pasar por alto la responsabilidad del liderazgo actual, ni dejar de declarar la palabra de justicia conforme Dios nos guíe y no nuestra propia bronca o rechazo político (como la mayor parte de los mensajes que se leen por ahí…).

¿Esto es una responsabilidad “mitad y mitad”? Yo creo que no, se trata más bien de distintos ámbitos de responsabilidad, y, vuelvo a decir, que la mayor culpa siempre es del pueblo y no de los líderes. ¿Culpa de qué? De no buscar a Dios, de no obedecerlo, de no vivir en justicia, de no hacer justicia en su “ámbito pequeño” para que después se coseche justicia también en el ámbito nacional, de no orar por la nación, de no esforzarse por ella…

En la medida que la iglesia comienza a actuar así ENTONCES recibe la autoridad para proclamar la palabra profética sobre el liderazgo nacional.

Y una cosa más: ¡esto se trata de mí, de mi vida, de mi santidad, de mi caminar con Dios! Necesariamente todo cambio empieza por mí, no termina allí, pero no es verdadero cambio sino empieza allí.

Danilo Sorti