domingo, 29 de julio de 2018

556. El justo por la fe vivirá


Gálatas 3:11 RVC
11 Y es evidente que por la ley ninguno se justifica para con Dios, porque «El justo por la fe vivirá»;

Romanos 1:17 RVC
17 Porque en el evangelio se revela la justicia de Dios, que de principio a fin es por medio de la fe, tal como está escrito: «El justo por la fe vivirá.»

Ese famoso pasaje que aparece en Romanos y Gálatas constituye un resumen de la doctrina de justificación por fe: la novedad del mensaje de Jesucristo era que las personas no tenían que acumular buenas obras para ser aceptados por Dios. ¿Novedad? En realidad no, desde el momento en que Dios cubre a Adán y Eva con pieles de un animal sacrificado quedó en claro que todo era por gracia, por un favor inmerecido, por el sacrificio de alguien más. Pero la mala interpretación de la Ley y la propia naturaleza humana habían desdibujado esa realidad.

Cuando rastreamos este pasaje lo encontramos primeramente en el Antiguo Testamento, de boca del profeta Habacuc:

Habacuc 2:4 RVC
4 Aquel cuya alma no es recta, es arrogante; pero el justo vivirá por su fe.

¿Cuándo dijo esto Habacuc? No sabemos mucho del profeta, pero por las indicaciones del texto podemos suponer que vivió en el reino de Judá al tiempo que el imperio babilónico amenazaba a todos los pueblos de la región, pero antes de que Judá cayera definitivamente bajo su dominio.

Habacuc 1:2-4 RVC
2 ¿Hasta cuándo, Señor, te llamaré y no me harás caso? ¿Hasta cuándo clamaré a ti por causa de la violencia, y no vendrás a salvarnos?
3 ¿Por qué permites que vea yo iniquidad? ¿Por qué me haces espectador del mal? ¡Sólo veo destrucción y violencia! ¡Ante mis ojos surgen pleitos y contiendas!
4 Por eso tu ley carece de fuerza, y la justicia no se aplica con verdad. Por eso los impíos asedian a los justos, y se tuerce la justicia.

Esta es la queja del profeta cuando ve la amenaza que se cierne.

Habacuc 1:5-6 RVC
5 «Miren entre las naciones, y vean, y asómbrense. Yo voy a hacer en sus días algo, a lo que ustedes no darán crédito, aunque se les cuente.
6 Estoy por hacer que vengan los caldeos, un pueblo cruel y tenaz que recorre toda la tierra para adueñarse de los territorios de otros pueblos.

¡Y la respuesta del Señor no resulta muy alentadora! En efecto, lo que Habacuc veía habría de venir, y Babilonia sería el instrumento de juicio del Señor.

Habacuc 1:12-13 RVC
12 Tú, Señor, eres un Dios santo. Tú existes desde el principio; ¡no nos dejes morir! Tú, Señor, eres nuestra Roca; ¡no hagas que este pueblo nos juzgue y nos castigue!
13 Si por la pureza de tus ojos no soportas ver el mal ni los agravios, ¿por qué soportas ver a quienes nos desprecian? ¿Por qué callas cuando los impíos destruyen a quienes son más justos que ellos?

Esto resultaba terrible para el profeta, ¿por qué el Señor permitiría eso?

Habacuc 2:1 RVC
1 Decidí mantenerme vigilante. Decidí mantenerme en pie sobre la fortaleza. Decidí no dormir hasta saber lo que el Señor me iba a decir, y qué respuesta daría a mi queja.

Evidentemente lo que estaba pasando, y Dios estaba permitiendo, resultaba demasiado extraño para Habacuc. Es verdad que la nación había pecado y el castigo de Dios era justo, pero, ¿usar a una nación tan cruel? Hacía poco tiempo que se habían librado definitivamente de Asiria, por cierto más cruel y sanguinaria que Babilonia, ¿y ahora venía otra amenaza?

Veamos la actitud de Habacuc: no se rebeló contra Dios, no aceptó sin más el designio divino que no alcanzaba a entender, y no se fue frustrado a su casa creyendo que finalmente Dios no le explicaría el por qué. Se quedó esperando una respuesta, decidido a no dejar de insistir hasta que la obtuviera. ¡Eso es un buen ejemplo! Cuando las cosas parecen demasiado extrañas, cuando toda la teología que aprendimos no “funciona”, nada mejor que permanecer delante del Señor insistiendo hasta obtener la respuesta. Siglos después, Santiago diría:

Santiago 1:5 RVC
5 Si alguno de ustedes requiere de sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios se la da a todos en abundancia y sin hacer ningún reproche.

No obtenemos todas las respuestas que quisiéramos en el momento que lo deseamos, pero no hay límites para recibir sabiduría divina, entendimiento del Señor.

Santiago 1:6 RVC
6 Pero tiene que pedir con fe y sin dudar nada, porque el que duda es como las olas del mar, que el viento agita y lleva de un lado a otro.

Pedir con fe es la actitud que tuvo Habacuc: no iba a dejar de estar atento, no iba a “dormirse” en relación a su queja, no iba a abandonar su puesto profético hasta que no recibiera la respuesta. Notemos: “recibir la respuesta”, no inventar una, no llegar a conclusiones lógicas, no andar preguntando por ahí; solo un camino, esperar a recibir la respuesta de Dios, el tiempo que sea.

Habacuc 2:2a RVC
2 Y el Señor me respondió, y me dijo: …

¡Y la respuesta no se hizo esperar! No sabemos cuánto tiempo pasó entre el pedido de Habacuc y la respuesta, pero por lo que leemos en el texto, no debió ser mucho. De todas formas, llegó.

Habacuc 2:2-4 RVC
2 Y el Señor me respondió, y me dijo: «Escribe esta visión. Grábala sobre unas tablillas, para que pueda leerse de corrido.
3 La visión va a tardar todavía algún tiempo, pero su cumplimiento se acerca, y no dejará de cumplirse. Aunque tarde, espera a que llegue, porque vendrá sin falta. No tarda ya.
4 Aquel cuya alma no es recta, es arrogante; pero el justo vivirá por su fe.

Habacuc 2:7-8 RVC
7 »¿No habrán de levantarse de pronto tus deudores, y al despertar te harán temblar, y serás para ellos botín de guerra?
8 Tú has despojado de sus bienes a muchas naciones; por eso todos los otros pueblos te despojarán. Y es que tú has derramado mucha sangre, has cometido muchos robos en la tierra y en las ciudades, y contra todos sus habitantes.

La nación opresora sería finalmente destruida, aunque no inmediatamente; aún faltaría un tiempo.

A partir de ese mensaje Habacuc recibe una nueva revelación de Dios:

Habacuc 3:3 RVC
3 ¡Dios viene de Temán! ¡El Santo viene del monte de Parán! ¡Su gloria cubre los cielos! ¡La tierra se llena con su alabanza!

Y puede concluir con otro famoso pasaje, que es una clara manifestación de fe:

Habacuc 3:17-19 RVC
17 Aunque todavía no florece la higuera, ni hay uvas en los viñedos, ni hay tampoco aceitunas en los olivos, ni los campos han rendido sus cosechas; aunque no hay ovejas en los rediles ni vacas en los corrales,
18 yo me alegro por ti, Señor; ¡me regocijo en ti, Dios de mi salvación!
19 Tú, Señor eres mi Dios y fortaleza. Tú, Señor, me das pies ligeros, como de cierva, y me haces andar en mis alturas. Al jefe de los cantores. Sobre instrumentos de cuerda.

Romanos y Gálatas enseñan claramente que la nueva vida en Cristo es por fe; en realidad siempre fue así la vida en Dios, desde el principio, pero la revelación más completa y clara la recibimos con Él. Cuando Pablo utiliza el pasaje “El justo por la fe vivirá” está diciendo que la vida eterna se obtiene por fe, pero esa frase “nace” de una manera más “humilde”: la fe era necesaria para permanecer firmes ESPERANDO la liberación del Señor y confiando en Su protección mientras tanto. La fe está unida a la dimensión temporal: esperar; la fe está unida a la aflicción y el juicio divino; la fe está unida a los planes de Dios que trascienden la vida de las personas y las generaciones.

Así, cuando Pablo puede elevar este concepto hacia nuestra posición de justicia delante de Dios, no se “olvida” de sus orígenes; nuestra fe en Dios, la misma fe en Cristo que nos hace justos, es también la fe en Sus Palabras, es confiar y esperar mientras Sus planes se ejecutan, aunque parezca que todo está “al revés”.

En cierto sentido, Habacuc se parece a Melquisedec, que “aparece de la nada” y de quien no se sabe luego nada más; y con eso se constituyó en un tipo de Jesucristo. Aquí el profeta se nos presenta sin más información personal, y con ello el Espíritu le está dando un sentido más trascendente a sus palabras de fe, aunque tuvieron una aplicación en su momento para Babilonia, nos sirven en realidad a todos en todos los tiempos.


Danilo Sorti


555. Avalando la obra de los nuevos líderes


Hechos 8:14-17 RVC
14 Los apóstoles que estaban en Jerusalén se enteraron de que en Samaria se había recibido la palabra de Dios, y enviaron a Pedro y a Juan.
15 Cuando éstos llegaron, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo,
16 porque el Espíritu aún no había descendido sobre ninguno de ellos, ya que sólo habían sido bautizados en el nombre de Jesús.
17 En cuanto les impusieron las manos, recibieron el Espíritu Santo.

Los capítulos 6 a 8 de Hechos son, en cierto sentido, la “historia” de los diáconos. Claro, sólo aparecen dos y en pocos episodios, pero el foco del libro cambia de los apóstoles hacia los nuevos líderes, que cumplirían un rol fundamental en llevar el Evangelio más allá de las fronteras judías.

En el capítulo 7 Esteban enfrenta persecución y martirio, con lo cual se desata una persecución mayor, que expulsa a muchos fuera de Jerusalén. Nunca más la iglesia jerosolimitana sería la misma, pero el mundo ganó el Evangelio gracias a eso. Con todo lo maravilloso que era esa iglesia, en la economía de Dios convenía desarmarla para que muchos más llegaran a la salvación.

Y es precisamente uno de estos diáconos helenistas el responsable del primer salto transcultural de la iglesia: fue a Samaria y predicó allí. Había una enemistad enorme entre judíos y samaritanos, por razones históricas, incluso los apóstoles vieron con mucho recelo que Jesús se atreviera a hablar con una samaritana, pero esa siembra que había hecho el Señor algunos años atrás, ahora dio una enorme cosecha mediante el testimonio de Felipe.

Bueno, en esencia tenemos a un joven líder, con un “formato cultural” distinto al de los líderes establecidos, que comienza una obra “por su cuenta”. Ya había sido reconocido por el liderazgo primero, pero nadie lo había mandado para que comience una iglesia allí. Sin embargo, cuando empezó a predicar, confrontando el poder de Simón el mago, se levantó una gran cosecha.

Normalmente los predicadores aprovechan esto para hablar del pecado de Simón, que históricamente recibió el nombre de “simonía” (comprar los cargos eclesiásticos, práctica muy común en el catolicismo del medioevo), pero nos perdemos algo fundamental: ¿qué hizo el liderazgo establecido y reconocido?

Pedro y Juan, los líderes de la iglesia en ese momento, fueron a ver qué pasaba. ¿Qué NO HICIERON?

·         No frenaron la obra aduciendo que los samaritanos no podían convertirse.
·         No intentaron judaizarlos.
·         No increparon a Felipe por haber hecho algo “sin permiso”.
·         No se desentendieron del asunto.

Simplemente reconocieron que, dados los frutos de milagros y salvación, la obra era de Dios, y oraron para que recibieran el bautismo del Espíritu Santo, y así estuvieran más firmes en su fe.

Con sus hechos ellos avalaron plenamente la obra que el Espíritu estaba haciendo a través de Felipe, ministrando lo que él no había podido hacer.

Así, tenemos una enseñanza importante: el liderazgo establecido había reconocido en el capítulo 6 a estos nuevos líderes seleccionados por el pueblo y que daban suficientes muestras de capacidad y santidad.

No intentaron torcer su obra, no lo desautorizaron, no capturaron a los hermanos “para sí”; todo lo contrario, la bendijeron libremente al orar para que fueran llenos del Espíritu Santo. Eso es lo que deben hacer los líderes establecidos con la obra de los nuevos.

Claro, estos nuevos líderes, por todo el proceso que vimos en otros artículos, realmente estaban haciendo la obra de Dios, por eso Dios mismo la respaldaba. Y si Dios lo hacía, ¿por qué no ellos? Así lo hicieron y la obra siguió creciendo.

Aquí tenemos una importante enseñanza de aval intergeneracional, y debemos prestarle atención en nuestro ámbito. Que el Señor nos dé la gracia para hacerlo.


Danilo Sorti


554. Resolviendo problemas en el liderazgo: función, personas y resultado – V


Hechos 6:5-7 RVC
5 Esta propuesta fue del agrado de todos los creyentes, y eligieron a Esteban, que era un varón lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, un prosélito de Antioquía.
6 Luego los llevaron ante los apóstoles, y oraron por ellos y les impusieron las manos.
7 Conforme crecía el conocimiento de la palabra del Señor, se multiplicaba también el número de los discípulos en Jerusalén, y aun muchos de los sacerdotes llegaron a creer.


“Esta propuesta fue del agrado de todos los creyentes” es la frase clave que cualquier líder querría escuchar, pero en los artículos anteriores vimos que se puede llegar a ese resultado por dos vías, una ilegítima, intentando manipular, lo cual finalmente no va a dar resultado con el verdadero pueblo de Dios, o una legítima, haciendo las cosas bien, que es la única forma que da resultado con la comunidad del Espíritu.

Rápidamente son elegidos siete, y no sabemos si fueron esa cantidad por dirección de los apóstoles o porque simplemente eran siete los que había y podían llenar  los requisitos. Quiero hacer esta salvedad por el asunto que a veces de habla de los “doce”, como si fuera un número “mágico” al que hay que llegar sí o sí en un grupo de liderazgo. Es evidente que el “12” ocupa un lugar importante en el orden divino, pero no siempre encontramos “doces” en los equipos de liderazgo que aparecen en la Biblia y no deberíamos forzar ese número. ¿Cuántos son necesarios para tal o cual labor? Deberemos escuchar al Espíritu y movernos en consecuencia.

No hace falta que enfaticemos el valor de los equipos de trabajo; aquí precisamente nos encontramos con uno; pero tampoco debemos desconocer las veces que en la Biblia nos encontramos con “uno” solo. Sencillamente, no hay respuestas fáciles a “cuántos” deben ser, y aunque creo que hay una serie de principios que nos determinan el número, la realidad es que deben ser los que el Espíritu llame y finalmente estén dispuestos.

Otra cosa importante es notar que los siete elegidos son “helenistas”, precisamente el grupo que estaba siendo desatendido. De nuevo tenemos aquí un ejemplo maravilloso de integración, precisamente hoy cuando el falso discurso de la “igualdad” e “integración”, con su dialecto particular, el “inclusivés”, seduce a nuestros jóvenes prometiendo solucionar con palabras lo que es un problema del corazón humano. Pronto se darán cuenta que, con palabras “inclusivas”, serán víctimas de nuevas y mayores formas de segregación.

No, aquí no tenemos palabras bonitas, tenemos hechos concretos, que se vuelven más maravillosos aún cuanto más breve es el relato de los mismos, más desprovisto de excusas o consideraciones, sin ningún “adorno” o atisbo de autopromoción.

Cuidado, todavía no estamos frente a la incorporación de gentiles a la comunidad de la iglesia, pero este fue el “primer” paso. Más adelante seguirían los samaritanos, de mano de uno de estos judíos helenistas, y luego, los gentiles. Así, esta situación particular, un “problema doméstico” que hubiera pasado como cualquier otro inconveniente de crecimiento, se transformó en la plataforma para que el Evangelio se extendiera a todo el mundo. ¿No es fantástico como Dios utiliza todas nuestras situaciones y errores como plataforma para extender Su Reino? ¿Cuánto tiempo y esfuerzo hubiera gastado un estratega de iglecrecimiento para lograr el “puente transcultural” a fin de que una iglesia tan afianzada en sus tradiciones judías como la de Jerusalén pudiera llegar a los paganos? Bueno, el Espíritu lo hizo bien sencillo: permitió que se generara un problema con la gente que Él ya había mandado y listo.

En el ámbito empresarial y del coaching se repite una y otra vez que un problema / crisis es también una oportunidad. Aquellos que están agobiados por una sucesión de problemas, o son por naturaleza pesimistas, no pueden ver esto. Generalmente los teólogos, aquellos que forman intelectualmente a los líderes, debido a su propia naturaleza, tienden a ser pesimistas y no pueden brindar herramientas adecuadas para aprovechar los problemas. NO POR CASUALIDAD Jesús eligió a Sus primeros apóstoles del mundo empresarial y profesional de Su época, Y NO DEL MUNDO TEOLÓGICO. De hecho, aquel que más cerca estaba de ese mundillo fue el que lo traicionó…

Claro que el proceso que llevaría a la salvación de los gentiles fue más largo, y no me parece probable que los apóstoles hubieran podido “verlo” en medio de la necesidad de solucionar el problema, por lo que debemos siempre mantenernos abiertos y con una actitud de fe, ¡Dios sabe lo que hace!, como dice una canción.

Integrar al núcleo del liderazgo a los judíos helenizados no debió ser fácil para los judíos cristianos de Jerusalén, pero no vemos absolutamente ninguna frase aquí que nos indique conflicto. Probablemente lo haya habido, pero nada que hubiera sido lo suficientemente significativo como para dejarlo registrado en Hechos.

¿Cuál fue el resultado de haber solucionado rápidamente el problema y haber integrado plenamente a la comunidad al grupo diferente? Es llamativo que inmediatamente después de la elección de los diáconos no se nos diga absolutamente nada de cómo se organizaron, o resolvieron los problemas, o se integraron al liderazgo, sino que el Espíritu nos muestra el resultado con los hechos que importaban: “Conforme crecía el conocimiento de la palabra del Señor, se multiplicaba también el número de los discípulos en Jerusalén, y aun muchos de los sacerdotes llegaron a creer.”

El poder espiritual que se liberó fue tan grande que no solamente muchos creyeron, sino que incluso los sacerdotes, que tan reticentes se habían mostrado, se abrieron a la fe. Eso no se dice en ningún pasaje anterior, y la única estrategia que nos menciona el Espíritu para que eso ocurriera fue:

·         Hacer justicia social (atender adecuadamente a los necesitados)
·         Multiplicar el liderazgo con gente capacitada espiritual y humanamente, conforme las necesidades crecían
·         Liberar a los encargados de proclamar la Palabra de funciones secundarias
·         Unir los “dos grupos” divididos de la comunidad de creyentes

Cuidado, no nos engañemos por la brevedad del relato, no se supone que nada de eso haya sido fácil, pero se pudo hacer.

Dijimos que la Iglesia no es una democracia, pero tampoco es una monarquía como parece que hoy muchos pastores intentan establecer. El liderazgo es delegado por el Señor, pero luego hay distintos niveles y ámbitos, y se supone que deban incorporarse progresivamente nuevos hermanos en él.

La comunidad no definió qué había que hacer, pero sí podía elegir a quiénes lo harían, aunque finalmente fue necesario un acto de “aprobación” u ordenamiento formal de los apóstoles. ¿Se trataba de un acto de aprobación o solamente de una comisión a los que ya habían sido elegidos? ¿O fueron las dos cosas? Este texto no nos brinda demasiados detalles y deberíamos recurrir a otros textos de las Escrituras para resolverlo, pero lo que podemos decir aquí es que los elegidos no comenzaron en sus funciones hasta no haber sido comisionados por los apóstoles. Finalmente, ellos tenían la autoridad delegada por el mismo Señor y debían darles su “aprobación”.

El ministerio apostólico es muy importante y tiene una cuota muy alta de autoridad. El problema de muchos de nuestros apóstoles modernos es que, sencillamente, fueron nombrados por hombres y no tienen verdadera autoridad apostólica. Hermanos, ni servimos a los “apóstoles” ni son nuestros dueños, servimos al Señor, escuchamos Su voz y lo obedecemos a Él. Cuando hay verdaderos apóstoles, son una enorme bendición, ¡pero no están por encima ni de la Biblia ni de Cristo ni del sacerdocio universal de todos los creyentes!

¡Cuántas cosas tenemos que aprender de estas breves palabras! Que el Señor grabe a fuego estas enseñanzas en nosotros.


Danilo Sorti


553. Resolviendo problemas en el liderazgo: cada don en su lugar – IV


Hechos 6:2-4 RVC
2 Entonces los doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No está bien que desatendamos la proclamación de la palabra de Dios por atender a las mesas.
3 Así que, hermanos, busquen entre todos ustedes a siete varones de buen testimonio, que estén llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, para que se encarguen de este trabajo.
4 Así nosotros podremos continuar orando y proclamando la palabra.»


La definición que hicieron los apóstoles de su propio trabajo y del trabajo de los que serían seleccionados tiene que ver con los dones de cada uno. Como dijimos antes, al principio de una obra el ministerio según dones queda un poco de lado (un poco, no totalmente), pero si la obra ha de crecer, llega el momento en que necesariamente deben ubicarse las funciones en relación a los dones y llamados de cada uno.

Son distintas etapas, no se trata de que una esté mal y la otra bien, son momentos diferentes y hay que saber acomodarse a cada uno, y moverse cuando sea indicado.

Podemos decir que aquí tenemos la “semilla” de una doctrina, los dones espirituales, que principalmente Pablo se encargará de desarrollar después. Ubicar los ministerios según sus dones es el “ingrediente principal” en todo el proceso que leemos aquí, y el resultado fue más crecimiento y más manifestación del Señor.

Es fundamental que los líderes puedan ubicarse y ubicar a los hermanos de acuerdo a sus dones, y no de acuerdo a sus bonitos planes prediseñados. No he visto que esto ocurra frecuentemente, más bien se diseña un plan y se busca la gente para cada función, o se la fuerza allí; o bien se llama a voluntarios sin una claro análisis de sus dones.

Dijimos que este proceder conllevaba un “riesgo” para los apóstoles; mejor dicho, hubiera implicado un riesgo para cualquier liderazgo manipulador y exclusivista. Es claro; otros líderes aparecerían en escena, más aún, iban a ser líderes elegidos en buena medida por el pueblo, con lo que su “popularidad” y aceptación estaba garantizada. Y además iban a ocupar roles importantes, que los llevarían a estar en contacto continuo con mucha gente. La receta ideal para que unos cuantos de nuestros líderes actuales NO HAGAN lo que hicieron los apóstoles: perder “protagonismo”. De hecho, lo “perdieron”, porque Lucas le dedica espacio a dos de los diáconos: Esteban y Felipe.

No seamos tan críticos, hay un riesgo que sí es razonable: si un grupo de líderes ha sido capacitado y comisionado por el Señor para liderar una comunidad durante un tiempo determinado, no deberían ellos “correrse” de su lugar ni permitir que otros intenten “correrlos”. No hay orgullo allí, se trata de reconocer la capacidad y llamamiento propios, y actuar en consecuencia.

De nuevo, un adecuado entendimiento sobre dones trae luz: los apóstoles sabían perfectamente a qué habían sido llamados, es decir, la función que NO PODÍAN dejar de hacer. Dedicarse a la administración de ayuda era una función buena e importante, pero no constituía el centro de su llamamiento, así que cuando apareciera la gente adecuada, podían correrse de ese rol.

Para los recién comisionados diáconos, el razonamiento era al revés: ellos no podían correrse de su función de administración… bueno, no al menos durante un tiempo. En realidad vemos a dos de ellos testificando y extendiendo el Evangelio.

Esto debería enseñarnos dos cosas: la importancia de ministrar según dones y la flexibilidad necesaria que hay que tener.

Sin embargo, aquí los apóstoles no hacen énfasis en los dones, aunque eso se supone cuando se define la función a realizar. En cambio, el énfasis está puesto en que sean llenos del Espíritu Santo y de sabiduría (la Palabra viva, aplicada correctamente en la vida). Es imprescindible conocer los dones y los dones de nuestra gente si somos líderes, pero más importante aún es permanecer llenos del Espíritu Santo y de Palabra.

Así también deben elegirse los líderes. Recordemos: el contexto da por sentado determinados dones, pero enfatiza la vida espiritual de los llamados. ¡Cuántos dolores de cabeza nos ahorraríamos si hiciéramos eso! En algunos lugares se suelen mirar los dones antes que la vida espiritual para levantar ministros, y así se han introducido terribles perros en nuestras iglesias, mientras que los verdaderamente santos se quedan mirando desde afuera.

Cuando se definen adecuadamente las tareas no hay problema con la multiplicación de líderes porque ninguno “pisa” al otro: cada uno sabe lo que tiene que hacer, que es propio y diferente, y cada uno es genuinamente líder en su área.

Los apóstoles mantuvieron su rol de liderazgo delegando una parte del proceso de elección en los hermanos: “busquen” les dijeron, ¿y quiénes mejores que ellos para determinar quiénes los servirían?

Es interesante notar lo democrático y no democrático del proceso de elección. “Busquen” fue una palabra verdaderamente sabia y profundamente democrática. Pero luego los apóstoles oraron por ellos y les impusieron las manos.

No se trataba de una democracia contemporánea ni menos aún de una monarquía absolutista; se trata de un sistema en el que todos pueden participar de acuerdo a su nivel de madurez. Hay una responsabilidad que es sólo de los líderes, pero hay otros niveles que pueden ser compartidos.

Sobre esto seguiremos charlando en un próximo artículo.


Danilo Sorti


552. Resolviendo problemas en el liderazgo – III


Hechos 6:2 RVC
2 Entonces los doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No está bien que desatendamos la proclamación de la palabra de Dios por atender a las mesas.


En un artículo anterior nos detuvimos con los versículos 1 y 2 bastante tiempo para ver precisamente lo que NO HICIERON los apóstoles. La verdad es que ver lo que SÍ HICIERON hubiera sido mucho más rápido, pero, lamentablemente, no tan adecuado para estos tiempos...

Quiero rescatar algo a modo de resumen hasta aquí: no se entretuvieron en cuestiones personales, no anduvieron a la caza de culpables y no se desviaron del tema central, simplemente “fueron al grano”.

Con esto no quiero decir que no haya habido algún proceso; el texto bíblico es breve pero entendemos que en realidad resume algo más largo. No sabemos qué pasó “entremedio”, pero lo que está relatado nos sugiere que no hubo dilaciones ni desvíos innecesarios.

Lo más importante aquí es que el Espíritu pudo guiar a los apóstoles hacia la causa fundamental del problema: una falla en la organización, un mal reparto de tareas. “Atender a las mesas” es traducido en otra versión por “administración”, y la idea es que la ayuda que la iglesia destinaba para las viudas no llegaba adecuadamente a este grupo.

¿Había sido una decisión incorrecta de los apóstoles asumir esta función? Me da la impresión que no, porque en un primer momento el liderazgo de la iglesia estaba constituido solamente por los 12. La función no consistía en simplemente servir la comida como haría un mozo en un restaurante, implicaba administrar dinero o bienes, y dado que es un asunto delicado, no hubiera sido prudente dejarlo en manos de recién convertidos, o de personas no reconocidas adecuadamente por la comunidad.

Es sabido que cuando un pastor se hace cargo de una iglesia pequeña, o comienza una nueva, debe cumplir muchas funciones, y no está adecuadamente preparado para todas. Con todo, así debe ser en los primeros tiempos. Llega el momento en que, si las cosas se hicieron bien, habrá líderes maduros preparados para asumir distintas responsabilidades, y allí será el momento de comenzar a delegar conforme el Espíritu lo guíe. Me parece que eso fue lo que pasó allí: el momento había llegado pero ellos no lo vieron a tiempo.

No haber visto la necesidad de un cambio a tiempo puso a toda la comunidad cerca de una división. De mi experiencia, y de todo lo que he leído, puedo decir que si hay algo que los seres humanos, y especialmente los líderes, MUY DIFÍCILMENTE logramos hacer es generar los cambios necesarios ANTES de que ocurran los problemas. Lo segundo más difícil es generar esos cambios luego de que los problemas hayan ocurrido…

Este afecto a dejar las cosas como están, no ver la necesidad de realizar modificaciones y temer a las situaciones que se generarían si lo hiciéramos, resulta algo muy humano, pero es también la raíz del Espíritu de la Religión, el principado que la iglesia cristiana no ha podido vencer adecuadamente hasta ahora en dos milenios. De hecho, la iglesia de Jerusalén siempre fue muy apegada a las formas judías, y con el correr del tiempo la volvemos a ver hacia el final del libro de los Hechos, pobre (¿qué pasó con todos los recursos que se repartieron generosamente al principio?) y religiosa, más preocupada por cuidar las apariencias que por recibir la enorme gracia que Dios había soltado por intermedio de Pablo entre las naciones. Como resultado de eso, no solo Pablo fue encarcelado, sino que en realidad les fue quitado y se les privó de recibir el vino nuevo que el Espíritu había derramado sobre él. La maravillosa iglesia de Jerusalén sucumbió ante el Espíritu de Religión.

Nada de eso había pasado al momento de ocurrir los sucesos de Hechos 6, pero no me extrañaría que en el trasfondo estuviéramos viendo los inicios del proceso, muy sutiles.

Como sea, la resistencia al cambio es algo muy humano, y a pesar de tener una comunión tan fluida con el Espíritu y moverse en lo sobrenatural, no fueron capaces de escuchar Su voz a tiempo como para realizar los cambios necesarios.

Pero una vez que el problema se presentó, lo pudieron resolver adecuadamente. Como dije antes, y es necesario repetir, no se entretuvieron buscando culpables ni sintiéndose ofendidos, fueron a la base del problema. Nosotros debemos hacer lo mismo. Es cierto que normalmente aparecen unas cuantas lenguas bien afiladas que nos despellejarán alegremente, pero debemos resistir la tentación de caer en ese jueguito.

Entonces, si ellos debían ocuparse de ese asunto (como de tantos otros) mientras la congregación era joven y relativamente pequeña, ese tiempo había pasado. De paso, entendemos por qué era importante restaurar el equipo original de 12: la iglesia tenía ya miles de miembros, por lo que las viudas debieron ser, por lo menos, varios cientos. Separar una parte del dinero recibido, definir cuánto se le daría a cada una, ir casa por casa llevándoles el dinero necesario para una o dos semanas (supongamos) debió ser un trabajo bastante arduo.

En un sentido, ellos debían hacerlo porque implicaba manejo de dinero y exigía responsabilidad; además de que cuidar a las viudas era parte de la responsabilidad común de todos. Definir, es decir, “poner límites” a su función (qué hacer y qué no hacer) probablemente no haya sido tan fácil. Pero llegó el momento en que tuvieron que enfrentarse con la pregunta de si debían seguir haciendo lo que hacían.

A medida que la comunidad crece es necesario que los ministerios se especialicen, dejar de hacer algo no necesariamente significa que eso nuca hubiera debido hacerse, probablemente quiera decir que ya sea tiempo de cambiar.

Este pasaje nos lleva inevitablemente al tema de los dones y la necesidad de que cada uno ministre conforme a lo que haya recibido. Cuando eso no se hace, surgen problemas. Las viudas de los judíos helenistas eran desatendidas, probablemente, porque no eran bien conocidas por los apóstoles, probablemente no fueran de su círculo de amigos y seguramente habían llegado hacía poco a Jerusalén. Como fuera, cualquier ministerio que se dedicara exclusivamente al tema no tendría esos problemas, pero en el fondo del corazón apostólico no se encontraba la administración sino la proclamación del mensaje, así que no lo iban a hacer bien, y como resultado algún problema aparecería.

Una vez definida su función la mantuvieron delante de la comunidad. Aquí hay otro problema, porque la gente puede tener una expectativa del líder, pero cuando hay un cambio no siempre es bien recibido.  Ellos explicaron las causas: tenían una función principal y ya no podían descuidarla.

Así que la raíz del problema radicaba en una falla organizativa, y eso se solucionó, sin buscar culpables ni con “sed de castigo”.

Hechos 6:2-5a RVC
2 Entonces los doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No está bien que desatendamos la proclamación de la palabra de Dios por atender a las mesas.
3 Así que, hermanos, busquen entre todos ustedes a siete varones de buen testimonio, que estén llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, para que se encarguen de este trabajo.
4 Así nosotros podremos continuar orando y proclamando la palabra.»
5 Esta propuesta fue del agrado de todos los creyentes …

Entendamos aquí que el análisis del problema y la solución planteada fueron perfectamente entendibles y lógicos para los hermanos. Por más que esto significara un cambio importante en la comunidad (por varias razones), todos pudieron aceptarla.

Brindar este tipo de soluciones es maravilloso, es una cualidad inapreciable en cualquier líder. Resolver rápidamente un problema sin “sobrecargar” a los hermanos con problemas y culpas es una gran y escasa virtud.

Ellos presentaron el problema y la solución; esa parte del análisis (en realidad, de recibir la revelación divina de qué hacer) les correspondía a ellos, no al pueblo. Pero el pueblo podía y debía elegir a las personas que se harían cargo de la solución. Cada uno asumía su responsabilidad y participaba en la resolución del problema, de manera que tampoco los apóstoles terminaran siendo sobrecargados con ella.

¿Quién mejor que la misma comunidad para elegir a las personas que la representaran? Pero cuidado; esta es una comunidad santa, llena del Espíritu. Inmadura todavía, eso sí, pero con una innegable fidelidad al Señor. Esa comunidad eligió. Dudo mucho de que sea prudente hacer el mismo proceso en unas cuantas de nuestras iglesias actuales…

Ahora bien, aquí tenemos un cambio significativo en la Iglesia, no simplemente una “mejora administrativa”, ¿por qué? ¿Y por qué tantos líderes no son capaces de hacer el mismo cambio en sus iglesias?

Para adelantar digamos que tiene que ver con los celos y el miedo, pero eso lo charlaremos en un próximo artículo.


Danilo Sorti



551. Resolviendo problemas en el liderazgo – II


Hechos 6:1-7 RVC
1 En aquellos días el número de los discípulos iba en aumento, pero también comenzaron las murmuraciones de los griegos en contra de los hebreos, pues se quejaban de que en la distribución diaria de ayuda las viudas de los griegos no eran bien atendidas.
2 Entonces los doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No está bien que desatendamos la proclamación de la palabra de Dios por atender a las mesas.
3 Así que, hermanos, busquen entre todos ustedes a siete varones de buen testimonio, que estén llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, para que se encarguen de este trabajo.
4 Así nosotros podremos continuar orando y proclamando la palabra.»
5 Esta propuesta fue del agrado de todos los creyentes, y eligieron a Esteban, que era un varón lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, un prosélito de Antioquía.
6 Luego los llevaron ante los apóstoles, y oraron por ellos y les impusieron las manos.
7 Conforme crecía el conocimiento de la palabra del Señor, se multiplicaba también el número de los discípulos en Jerusalén, y aun muchos de los sacerdotes llegaron a creer.

Resolver problemas es una forma de alcanzar el liderazgo y es a la vez una de las actividades menos agradables para ellos. Hay muchísimos ejemplos del tema en toda la Biblia, y el Nuevo Testamento no es una excepción.

Ahora bien, cuando terminamos de leer el Viejo Testamento tenemos una estructura vertical, jerárquica, de gobierno. Cuando empezamos el Nuevo, vemos esa misma estructura, solo que ahora más grande y más opresiva, pero vemos al Maestro de Galilea iniciando una comunidad completamente distinta, de hermanos. El liderazgo que él mismo estableció fue plural en un principio, y aunque vemos a Pedro informalmente asumiendo la dirección y “voz cantante” del grupo, no había ningún título que lo distinguiera.

Ellos ya habían tenido que resolver un problema “menor” relacionado con el puesto que Judas dejó vacante, y ya habían enfrentado varios episodios de persecución, pero ahora los vemos con un problema interno, que tenía la potencialidad de convertirse en el primer gran cisma de la Iglesia pero se transformó en un increíble motor de crecimiento. Detengámonos aquí por un momento.

La historia es conocida; dado que muchos judíos iban a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés, cuando nace la iglesia había tanto judíos de “pura cepa” como judíos helenistas, muy probablemente venidos desde distintas partes del mundo. Es también muy probable que muchos de ellos se hubieran quedado en Jerusalén para crecer en la nueva fe que habían abrazado y vivir en esa nueva comunidad. No sabemos exactamente cuánto tiempo pasó, pero seguramente transcurrieron algunos años desde la predicación de Pentecostés y el suceso de Hechos 6, los suficientes como para que la iglesia creciera considerablemente y se organizara un sistema de ayuda a las viudas.

Tenemos entonces un grupo grande de judíos helenistas, con costumbres ya distintas a los judíos de Jerusalén, que se habían quedado en la nueva comunidad pero que tuvieron que acomodarse a una nueva vida en esa populosa y conflictiva ciudad. En medio de tantos ajustes y cambios tan rápidos, empiezan a ser desatendidos por los líderes de la naciente iglesia.

Es muy probable que la sociedad tuviera cierto rechazo hacia ellos, que no se habían mantenido “tan puros”, que hablaban otros idiomas y que fueron a buscar mejor suerte en otros países. Ahora, una sombra de ese mismo rechazo asomada dentro de la iglesia. ¿Rechazo, descuido, descuido por un leve rechazo? La palabra griega se traduce por ser ignorado, ser desatendido, pasado por alto.

Este problema se entronca en la división mayor que existía entre los “hebreos” (judíos religiosos de Judea) y los “helenistas”. Los primeros considerarían como “mezclados” o “diluidos” a los otros, cuando no oportunistas y faltos de compromiso por no quedarse en Israel a defender la nación; los otros considerarían como “cabezaduras” o necios, además de “religiosos” a los primeros. Los segundos, que probablemente hubieran nacido en otro país, ya poseían otra cultura, otro idioma, otras costumbres, en una especie de síntesis. Y también cierto sentimiento de “no ser de aquí ni ser de allá”, como le suele pasar a los inmigrantes que han estado ya durante muchos años en un país.

Las diferencias entre ellos eran grandes y en realidad lo asombroso no es que haya surgido un problema, sino que no haya surgido antes. Ahora bien, ¿por qué pasó eso? Podríamos hacer varias y largas especulaciones acerca de las motivaciones más sutiles de los apóstoles, pero en el texto leemos “descuido” y quedémonos con eso. Por supuesto que siempre hay razones para el descuido, pero tampoco me parece que debiéramos exagerar las motivaciones psicológicas, primero porque es poco útil (¿para qué nos serviría? Difícilmente podríamos llegar a librarnos de todas y cada una de esas cuestiones) y segundo porque el énfasis es, precisamente, práctico: el servicio no se estaba realizando correctamente.

Habiendo empezado la murmuración, y con la conocida historia de las murmuraciones del pueblo de Dios en sus jornadas por el desierto, el fin de todo el proceso era absolutamente predecible: la joven iglesia se dividiría, demasiado temprano se formarían dos denominaciones y el testimonio hacia el mundo se vería seriamente afectado.

¿Qué NO HICIERON los apóstoles?

·         No intentaron “tapar” el problema.
·         No “sobornaron” a nadie para que se calle.
·         No se pusieron a buscar “culpables” ni mucho menos a criticarlos.
·         No se pusieron a perseguir a los “murmuradores sediciosos”.
·         No se pusieron a lamentarse ni a culparse unos a otros por la situación.
·         No le echaron la culpa a un subalterno.
·         No se quejaron por la falta de ofrendas “suficientes”.
·         No desviaron el foco de atención.
·         No rechazaron su responsabilidad.
·         No demoraron la solución del problema.
·         ¡No dejaron de hacerse cargo!

Evidentemente, ellos no eran “nosotros”…

La sucesión de los acontecimientos es tan simple y efectiva que hoy nos sorprende. No hicieron nada de lo que solemos hacer pero en cambio hicieron lo que tenían que hacer. El listado anterior bien podría constituir parte de un “manual de liderazgo” en el tiempo presente: exactamente todo lo necesario como para NO asumir la responsabilidad ni meterse en decisiones complicadas.

No voy a detallar todas estas acciones porque me llevaría varios artículos cada una, además, están tan adecuada y profusamente ilustradas en el ámbito eclesiástico y secular actual que no es necesario…

La enseñanza es bien clara: rapidez y directamente al grano, nada más.

¡Pero cuidado! Una vez que detectaron el problema y se dispusieron a solucionarlo, lo que NO HICIERON fue:

·         Dar una larga explicación para que después las cosas quedaran igual.
·         Sobrecargarse ellos con el trabajo.
·         Disculparse en público y decir que “tuvieran paciencia, ya se va a solucionar”.
·         Designar “a dedo” a quiénes se encargarían del trabajo.
·         Poner la responsabilidad sobre toda la comunidad.
·         Pedirles a las viudas afectadas que participaran en la solución.
·         Dejar una solución “indefinida”.
·         Iniciar un largo proceso para hallar la solución.
·         ¡No hicieron ninguna “apariencia” de solución!

De nuevo, otra lista muy apropiada para el liderazgo del siglo XXI acerca de cómo aparentar solucionar un problema sin hacerlo realmente.

Creo que hace falta que nos detengamos tanto en estas pocas frases debido a la carga de corrupción que tiene mucho del liderazgo en la actualidad. ¿Por qué no, mejor, reconocer el error y solucionarlo? El orgullo en el líder puede transformarse en una carga pesadísima.

Ni Pedro ni Juan, que eran los principales líderes en ese momento asumieron la solución, sino que fue algo grupal, conforme el principio que el Señor se esforzó por establecer. Tampoco la asumieron los doce solos, sino que hicieron partícipes a todo el pueblo porque el problema había llegado a ser de toda la comunidad.

En el versículo 2 nos encontramos con la raíz del problema, pero eso lo charlaremos en un artículo posterior.


Danilo Sorti