domingo, 22 de diciembre de 2019

752. Guerra espiritual sobre naciones: cuando las potestades son derrotadas en los aires


Apocalipsis 12:7-9 RVC
7 Después hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón, y el dragón y sus ángeles también lucharon,
8 pero no pudieron vencer, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo.
9 Así fue expulsado el gran dragón, que es la serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás, y que engaña a todo el mundo. Él y sus ángeles fueron arrojados a la tierra.

Apocalipsis relata los eventos del fin de esta era presente. Es la “conclusión” de la palabra profética y nos muestra los eventos últimos en una serie de escenas que pueden parecer inconexas si no se conoce el mensaje profético del resto de los libros de la Biblia.

El episodio que narran estos versículos aún no sucedió, sin embargo, en un sentido parcial, es algo que ocurre a veces sobre las naciones. Es más, este suceso futuro será la culminación de sucesos parciales que vienen ocurriendo de tiempo en tiempo.

El Adversario tiene distintos “reinos”, uno de ellos está en los aires, lo que llamamos el “segundo cielo”, y se interpone entre nosotros y el Cielo de Dios, el “tercer cielo”.

Efesios 2:1-2 RVC
1 A ustedes, él les dio vida cuando aún estaban muertos en sus delitos y pecados,
2 los cuales en otro tiempo practicaron, pues vivían de acuerdo a la corriente de este mundo y en conformidad con el príncipe del poder del aire, que es el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.

Cada reino tiene, en cierto sentido, funciones específicas, y el que corresponde “al aire”, al segundo cielo, es el que domina sobre los otros (del mar, inframundo, etc.) por su “ubicación” estratégica (aunque entendemos que es un lugar espiritual más que físico) y sobre los hombres se encarga de establecer sistemas de pensamiento, lo que llamamos la “cultura” de una sociedad en un sentido antropológico, movimientos sociales y, obviamente, estructuras políticas y de gobierno.

No las puede crear por sí mismo, solo pervierte los diseños y los tiempos de Dios, que están “escritos” o señalados en las estrellas, de donde viene el gran interés de los poderosos de todos los siglos por la astrología.

Desde esa posición estratégica es que puede gobernar con mucha autoridad e influencia, operando como un manto espiritual que cubre las mentes de naciones enteras, un velo que impide ver la luz, que frena tanto las oraciones que “ascienden” como las respuestas que “descienden” de lo Alto.

Hay ocasiones, en los momentos de intensa lucha espiritual, cuando la opresión de este manto de tinieblas puede incluso sentirse físicamente.

Cuando Dios comienza a ejecutar Su juicio sobre estas estructuras de maldad lo hace “en los aires”. Allí es cuando se produce la batalla decisiva, y a nivel terrenal, humano, puede no verse demasiado cambio. Es decir: mientras se está librando una guerra que, si se pudiera ver, haría palidecer absolutamente a las más osadas películas o relatos épicos del cine y la literatura; sobre la tierra, social y políticamente, las cosas están relativamente tranquilas. Es, propiamente, espiritual.

Pero ¿qué pasa cuando las potestades que dominan una nación pierden sus posiciones en los ámbitos espirituales? Ahí la cosa se pone realmente complicada…

Vamos a interpretar el texto de Apocalipsis de manera “parcial” aplicado a estos tiempos. Si las potestades pueden ser expulsadas de los cielos de una región gracias a la victoria angélica, es porque hubo una batalla espiritual terrena que les dio el poder para vencer:

Apocalipsis 12:10-11 RVC
10 Entonces oí una fuerte voz en el cielo, que decía: «¡Aquí están ya la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo! ¡Ya ha sido expulsado el que día y noche acusaba a nuestros hermanos delante de nuestro Dios!
11 Ellos lo vencieron por la sangre del Cordero y por la palabra que ellos proclamaron; siempre estuvieron preparados a entregar sus vidas y morir.

Las batallas en los aires no son eventos desconectados del mundo físico: los ángeles son fortalecidos cuando los hijos de Dios oran, proclaman la Palabra, aplican la sangre de Cristo y viven vidas consagradas y sacrificiales. Como resultado, las potestades espirituales son derrocadas de los lugares altos, y con ello los cielos se abren para que la revelación y la manifestación de Dios desciendan libremente. Hay un precio a pagar, no el que ya pagó Cristo, sino el de hacernos “uno con Él”.

Pero cuando no pueden sostener su posición en los lugares espirituales no les queda más que descender:

Apocalipsis 12:12 RVC
12 ¡Alégrense por eso, ustedes los cielos! ¡Alégrense ustedes, que los habitan! ¡Pero ay de ustedes, los que habitan la tierra y el mar! El diablo ha llegado a ustedes lleno de ira, porque sabe que le queda poco tiempo.»

Paradójicamente, el preludio de la victoria definitiva es una intensificación en la lucha. Ahora los poderes espirituales de alto rango, no los demonios comunes que pueden infectar a personas y sociedades sino principados mucho más poderosos y estratégicos, descienden y toman sus posiciones controlando o poseyendo personas claves, tomando dominio completo de sus acciones y con una furia mucho mayor, porque saben bien que ya están derrotados y próximos a ser echados a lugares desiertos, o encarcelados.

El asunto es que mientras están “arriba” permanecen escondidos, son muy difíciles de identificar y pueden dominar a una u otra persona con facilidad, además de tener absoluto control sobre la cultura y la sociedad. Pero cuando están “abajo” sólo pueden hacerlo a través de personas claves. Eso no quiere decir que no sean capaces de un gran daño, incluso superior, sino que están usando recursos débiles, personas, que rápidamente se desgastan, que pueden ser muertas o atacadas con enfermedades, expuestas o desautorizadas socialmente. Además, están mucho más “cerca” para ser identificados por los intercesores, se han vuelto visibles por más que estén escondidos detrás de personas.

El escenario que muestra Apocalipsis 12 resulta especialmente complicado porque para ese momento la iglesia fiel y entrenada ya no se encuentra en la Tierra, a no ser algunos que el Señor envía para comisiones especiales, y Sus ángeles, además, la cantidad de demonios manifestados es muy superior a la actual. Pero en este tiempo la iglesia, es decir, los hijos fieles que componen el Cuerpo de Cristo, no necesariamente las instituciones que tienen el cartel de “Iglesia”, sigue estando, por lo que el poder del Espíritu Santo no se ha ido y cualquier manifestación satánica está limitada.

Aunque la situación se ha vuelto mucho más difícil, esta iglesia fiel puede fácilmente detectar los espíritus obrando y anularlos. Cuando eso ocurre, las personas dominadas por ellos quedan confundidas, impotentes, cometen errores y terminan presas del “terror del Señor”, un temor que las lleva a huir por sí solas. Ahora bien, dado que la guerra sigue siendo espiritual, netamente espiritual y no humana, la función primordial de la Iglesia fiel será “traer” la manifestación de Dios a la Tierra, a su propia tierra, a su nación.

Tengamos en cuenta esto: si los principados y potestades fueron expulsados de un área del segundo cielo por la intervención de los ángeles, lo mismo les pasará cuando esos ejércitos angélicos desciendan a la tierra, cuando la misma presencia del Señor lo haga. No hay que claudicar, al contrario, reforzar el combate espiritual porque la victoria está más cerca, la misma desesperación del Adversario lo indica.

Entonces, cuando en lo natural vemos que determinadas personas en poder toman decisiones muy rápidas, furiosas, aparentemente sin mucha lógica humana, sabremos qué ha estado pasando en los aires…

Apocalipsis 12:13-17 RVC
13 Cuando el dragón se dio cuenta de que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.
14 Pero a la mujer se le dieron las dos alas de la gran águila para que volara a su lugar en el desierto, donde es alimentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo, para estar a salvo de la serpiente.
15 Entonces la serpiente arrojó mucha agua por la boca, para que la mujer fuera arrastrada como por un río.
16 Pero la tierra vino en su ayuda, pues abrió su boca y se tragó el río que el dragón había arrojado por su boca.
17 Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer y se fue a luchar contra el resto de sus descendientes, es decir, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.

De nuevo, este pasaje se aplica a la Iglesia de los tiempos de los juicios de Dios sobre la Tierra, pero tiene principios actuales. Es obvio que el ataque será contra los santos y fieles, porque los principados saben bien quiénes los han derrotado. Los hombres y mujeres que están siendo usados por ellos en estos tiempos, sin embargo, todavía no, por lo que la persecución no será tan intensa ni enfocada, sino más bien de forma indirecta, en relación con determinados valores y principios cristianos (lo estamos viendo de sobra…), pero existirá, en mayor o menor medida.

Hay una Iglesia fiel que es protegida sobrenaturalmente, mientras que hay otra Iglesia más “dispersa” que tiene que enfrentar un ataque más duro. No pretendo juzgar la santidad de unos y otros, Dios ha prometido proteger a Sus hijos en medio de las pruebas y debemos mantenernos fieles y en comunión, obedientes a Su voz de alerta y dirección para escapar a tiempo, para tomar las posiciones correctas y avanzar con sabiduría en la batalla. Si no lo hacemos sufriremos pérdida, pero con todo, cualquier daño terrenal es compensado en Su presencia. Finalmente todos seremos purificados, no importa lo chambones que hayamos sido…

Cuando los principados satánicos están perdiendo una batalla reagrupan todas sus tropas y lanzan un ataque concertado, con todas sus fuerzas disponibles. Recordemos que para ese momento muchos de sus soldados habrán sido capturados y encarcelados (anulados en su poder), por lo que debe exponer sus altos cargos, como en una partida de ajedrez, donde las piezas más importantes se reservan para el final. Agota sus recursos lanzándolos a una batalla frontal donde saben que sufrirán un rápido desgaste. Toma acciones muy rápidas para tratar de ocupar posiciones perdidas con velocidad y generar un “efecto shock”, pero en esa rapidez deja muchos huecos desprotegidos y a la vez alerta rápidamente a sus adversarios, incluso levanta la ira de muchos que, en condiciones más moderadas, le hubieran brindado un tibio apoyo o aunque sea una indiferencia cómplice. Son acciones desesperadas para “golpear” a su adversario (¡nosotros, por si alguien no se enteró todavía!) hasta noquearlo y dejarlo rendido… el problema es que el “adversario” cuenta con el apoyo del Rey de Reyes y Señor de Señores, y cuando no logra destruirlo, se levanta con mucha más decisión y convicción que antes…

Este es el panorama de la batalla espiritual y creo que no hace falta aclarar más. Es necesario que con más fervor traigamos la presencia del Señor a nuestro suelo, para que sea concluida con rapidez.


Danilo Sorti


751. No claudicar, no abandonar


Lucas 18:1-8 RVC
1 Además, Jesús les contó una parábola en cuanto a la necesidad de orar siempre y de no desanimarse.
2 Les dijo: «En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a nadie.
3 En esa misma ciudad había también una viuda, la cual acudía a ese juez y le pedía: “Hazme justicia contra mi adversario.”
4 Pasó algún tiempo, y el juez no quiso atenderla, pero después se puso a pensar: “Aunque no temo a Dios ni respeto a nadie,
5 esta viuda me molesta tanto que voy a hacerle justicia, no sea que siga viniendo y me agote la paciencia.”»
6 Dijo entonces el Señor: «Presten atención a lo que dijo el juez injusto.
7 ¿Acaso Dios no les hará justicia a sus elegidos, que día y noche claman a él? ¿Se tardará en responderles?
8 Yo les digo que sin tardanza les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?»


Esta es una de mis áreas más flojas, debo reconocer, y vez tras vez el Espíritu Santo tiene que exhortarme al respecto, así que simplemente voy a escribir de lo que el Señor me da en este pasaje, no de mi experiencia…

Pero empecemos con un “manto de piedad”, si el Señor mismo ve la necesidad de esta parábola es porque no soy el único caso (mal de muchos, consuelo de tontos… en fin…). Estoy entendiendo cada día más el tremendo poder de la oración, y con esto no quiero dejar de lado las acciones que tenemos que hacer legítimamente en el mundo material, muchísimo tiempo ha habido una dicotomía estéril dentro del cristianismo entre “obras” y “fe”. Sabemos que el ámbito que está sobre todo es el espiritual, y allí debemos empezar, pero estamos en un mundo material que es donde deben ocurrir las cosas; somos seres de carne y hueso, no ángeles, no espíritus, así que nos toca este mundo. Pero el orden es: primero lo espiritual, luego lo natural, no al revés.

Y en ese ámbito Satanás sabe muy bien que es débil, su poder no se compara con el poder de Dios. Por supuesto es muchísimo más poderoso que cualquiera de nosotros, pero incapaz delante de Dios. Por ellos, su principal arma es el desánimo, y esto es porque las cosas en el mundo material no ocurren en los “mismos tiempos” que en el espiritual. Podemos leer muchas profecías en la Biblia respecto de lo que Dios iba a hacer como si ya hubiesen ocurrido y sin embargo sucederían siglos después.

Si Jesús contó la parábola es porque hacía falta y lo sigue haciendo. El desánimo, tan “sencillito” y poco rimbombante, es uno de nuestros peores enemigos. Allí, escondido bajo ropajes modestos, este espantoso demonio obtiene cómodamente sus victorias sobre nosotros, que estamos preocupados por los “temas más grandes”.

“En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a nadie.” Es la introducción adecuada para la gran mayoría de nuestras autoridades políticas y judiciales. Por qué hemos llegado a tenerlas es otro tema, pero fundamentalmente, “gracias” a esa perversa teología (católica y evangélica) que nos dice que “estas cosas tienen que pasar” y que “no debemos meternos en política porque es sucia”.

Bien, el asunto es que la introducción no nos deja absolutamente nada de donde agarrarnos: a Dios ni lo reconoce ni lo respeta, por lo que no podemos apelar a Su Palabra, y a la ley humana, otro tanto. Exactamente igual a la gente que hoy tenemos en el gobierno. Y para peor no se trata de un hombre rico y sano que tiene una demanda, se trata de una indefensa, pobre y débil viuda. Deberíamos ubicarnos en el contexto cultural de la época para entender el estado de vulnerabilidad e indefensión de una persona así; sin recursos económicos, sin poder social, sin capacidad de participación activa en la comunidad, mucho peor que la mayoría de los que podemos leer este artículo. La situación casi que no podía ser más descorazonadora.

Para un juez que no reconoce nada más que su propio interés (igualito a los nuestros…), ¿qué provecho había en hacerle justicia a esta mujer? De ella no podía obtener ningún favor, y seguramente su pleito era contra alguien más poderoso y con más recursos que ella, de quien sí podría obtener favores. Otra vez, la ecuación resultaba imposible.

Y, efectivamente, pasó el tiempo sin que hubiera respuesta. Pero luego sucedió algo impensado:

“Aunque no temo a Dios ni respeto a nadie, esta viuda me molesta tanto que voy a hacerle justicia, no sea que siga viniendo y me agote la paciencia.”»

¿Y qué pasó aquí? La parábola es, como recurso literario, una comparación en forma de “cuentito”, ¿qué poder había en esta mujer? Es que un impío y anómico sólo reconoce su naturaleza humana, creyendo ser fuerte se vuelve extremadamente débil porque carece de la fortaleza superior que brinda la Ley de Dios e incluso de la fortaleza inferior (pero en cierto sentido, fortaleza) que brinda el respeto a la ley humana (que en los mejores casos tiene bastante de la ley divina). Su naturaleza humana débil queda expuesta a cualquier naturaleza, y por eso, esta viuda, carente de todo poder humano, con el simple “poder” de su presencia logró torcer su voluntad.

Ahora bien, notemos que en la parábola la viuda NO ESTÁ ORANDO. Jesús la usa como una comparación, pero “no hay” oración allí, solo acción humana, nada más. Y esa acción fue suficiente para conseguir justicia en el peor de los contextos… sólo un poco más malo que el nuestro…

Su “bienestar humano” resultaba lo más valioso que tenía, y una pobre viuda podía perturbarlo, así que, por simple egoísmo, resolvió su caso. Y entonces el Maestro dijo:

“Dijo entonces el Señor: «Presten atención a lo que dijo el juez injusto.”

De nuevo, NO HAY ORACIÓN AQUÍ, sólo acción humana. Y si esa acción perseverante obtuvo resultado, ¿no lo obtendrá la petición constante ante un Juez Justo? El Señor realiza una comparación absurda para resaltar la importancia de perseverar en la oración.

Aquí, sin embargo, es donde se nos levantan un sinnúmero de argumentos. De alguna manera se nos ha enseñado que la oración debe ser algo semi mágico, que obtenga respuestas inmediatas y si eso no pasa es que está “mal hecha”, o bien que “Dios no escucha porque está enojado conmigo”, o algo por el estilo.

Jesús no se preocupa en analizar ninguno de esos argumentos ni explica (casi) por qué debemos perseverar, solo dice que debemos hacerlo y punto. Allí es donde aparece la fe; hay perseverancia porque hay fe y sin fe las intenciones de oración mueren rápido.

Ahora, en el resto de la Biblia encontramos muchas razones de por qué tenemos que perseverar, en realidad el Espíritu Santo no nos ha dejado sin entendimiento. Pero lo importante aquí es que cuando el Señor nos exhorta a la perseverancia, no se preocupa en explicarnos los motivos espirituales que la hacen necesaria, simplemente nos dice que tengamos la fe necesaria como para seguir orando, y no se centra en la oración sino en el destinatario, Dios Padre.

No podemos reducir el vastísimo tema de la oración a un solo pasaje, pero podemos recibir la exhortación: perseveremos.

Cuando nuestras realidades personales y nacionales parecen imposibles, y cuando no hay nadie a quién recurrir, sigamos orando y confiando. Cuando los enemigos son imposibles, sigamos orando y confiando. Cuando Satanás avanza como un río incontenible, sigamos orando y confiando. Cuando no entendemos “qué está pasando allá arriba”, sigamos orando y confiando. Cuando no veamos nada bueno aquí abajo, sigamos orando y confiando.

Y si puedo decir esto no es porque sea el mejor ejemplo en lo personal, sino porque he visto y oído ya muchos testimonios que dan fe del poder de la oración enfocada y perseverante, sobre personas y sobre naciones, y los creo.


Danilo Sorti


750. No, no puedes dejarlo…


Romanos 11:29 RVC
29 Porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables.

Siempre es peligroso pretender hacer una doctrina de un solo versículo o pasaje, de hecho no se puede hacer. Pero hay muchos pasajes que están resumiendo verdades que son explicadas en diferentes partes a lo largo de la Palabra, y este es el caso: Dios no cambia, no cambia en Sus planes ni en Sus diseños, y por eso, sus dones y llamamiento resultan “irrevocables”.

Esa palabra aparece dos veces solamente en el Nuevo Testamento, y es: ἀμεταμέλητος, ametaméletos; irrevocable, no hay que arrepentirse, no lamentable, sin cambio de propósito. No “hacemos doctrina” de este pasaje, pero expresa bien cómo Dios actúa.

Cuidado, entendamos bien una cosa, esto no es lo mismo que podemos leer, por ejemplo, en Génesis:

Génesis 6:6 RV1960
6 Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón.

La palabra “arrepentirse” aquí tiene varios significados, relacionados con lamentar o compadecer. Pero, de cualquier forma, cuando Dios decide destruir a casi toda esa civilización, no les quita a los sobrevivientes los dones y el llamado que le había otorgado a su fundador, Adán:

Génesis 9:1 RVC
1 Dios bendijo a Noé y a sus hijos, y les dijo: «Reprodúzcanse y multiplíquense: ¡llenen la tierra!

Dios lamentó profundamente el estado al que había llegado Su creación y acabó con todo lo corrompido, pero no revocó ni el llamado ni los dones que les había dado. Y esto nos introduce en el aspecto más terrible de Romanos 11:29; dado que Dios “no revoca”, ¿qué pasa cuando los que recibieron los dones se corrompen gravemente?

“Los Generales de Dios” es un libro maravilloso que recoge las historias de los primeros líderes de los avivamientos de finales del siglo XIX y principios mitad del siglo XX. Roberts Liardon, su autor, muestra una gran capacidad de investigación histórica y, por sobre todo, una sinceridad pasmosa: esos hombres que constituyen el “fundamento” humano del movimiento evangélico pentecostal del siglo XX son retratados en toda su grandeza y en toda su debilidad; exactamente, son retratados como SERES HUMANOS imperfectos en manos de un Dios perfecto, algo de lo que las biografías suelen adolecer.

Y uno de los personajes que así resulta presentado es William Branham. No voy a resumir aquí las 40 páginas de apretada síntesis, pero si pueden conseguir el libro será muy provechoso. Digamos que, de origen muy pobre, su vida estuvo rodeada de milagro tras milagro, y finalmente Dios lo levanta con una unción de milagros sorprendente; sanidades, resurrecciones, incluso juicio sobre los incrédulos siguieron a todas sus campañas, comenzando en junio de 1933.

En 1948 sufre un colapso nervioso debido al exceso de trabajo y contrata a Gordon Lindsay como administrador de campaña. Hicieron un muy buen equipo, Lindsay predicaba y Branham ministraba sanidad. Tengamos en cuenta que no había recibido educación y apenas podía hablar bien.

“Pero Branham se negó a reconocer el valor de Lindsay. Por el contrario, lo acusó, lo culpó, y hasta cierto punto, lo abandonó. Creo firmemente que el Señor había ordenado a Lindsay que ayudara a Branham porque este no podía ayudarse a sí mismo. Por lo tanto, creo que separarse de Lindsay fue un gran error de Branham, y la causa por la cual este cayó luego en serios errores doctrinales.” Afirma el autor.

Branham se rodeó de obsecuentes y comenzó su declive, recordemos, él no tenía estudios ni capacidad para organizar un ministerio tan grande ni mucho menos para enseñar la Palabra. Terminó predicando herejías: no hay infierno eterno, la mujer es la semilla de la serpiente y de menor valor que un animal, el hombre podía divorciarse las veces que quisiera y casarse de nuevo, las iglesias protestantes eran la Ramera de Apocalipsis y la católica, la Bestia, negó la Trinidad… Pero su don de sanidad permanecía, y de esa manera la gente terminaba siendo engañada, atraída por el don y enseñada en el error.

“Cuatro veces el Espíritu Santo le había dicho a Lindsay que Branham iba a morir, y que él debía advertirle. Pero Lindsay no lograba atravesar la barrera de obsecuentes que rodeaban a Branham. Finalmente, cuando pudo acercarse a él, sin ser anunciado, Lindsay intentó razonar con Branham, y le preguntó: "¿Por qué no trabajas donde Dios quiere que trabajes, y manifiestas el don que Dios te ha dado? ¡Quédate con eso! No trates de meterte en este otro ministerio". Branham simplemente respondió: "Pero yo quiero enseñar". Tenía un increíble don de sanidad. Pero dado que su conocimiento bíblico no podía compararse con su don, se convirtió en un desastre doctrinal.” Sentencia el autor.

Tal como se le había profetizado, terminó sus días en un accidente automovilístico, en el que también su mujer murió, pero aún agonizante como estaba, le pidió a su hijo que pusiera su mano sobre el cuerpo de su esposa, ¡y esta revivió! Seis días después, él murió.

Los dones y el llamamiento son irrevocables, si Dios lo da, no lo quita, pero si Sus criaturas se desvían, ¡ay de ellas! Así pasó con la civilización antediluviana, y así pasó con este hombre que hacía milagros sorprendentes… y con tantos otros.

Pero estos son casos “límite”, el fin de un proceso, luego de que Dios haya advertido muchas veces. La gran mayoría de nosotros no nos encontramos en esta situación. Probablemente (digamos, ¡seguro que sí!) hayamos tenido que pasar unos cuantos dolores de cabeza por nuestra tozudez y desobediencia, quizás hayamos sido humillados, o hayamos perdido mucho de lo que construimos, o no hayamos alcanzado nuestros objetivos; se trata de Dios trabajando con nuestro carácter, son nuestros “pequeños diluvios”, nuestros “pequeños accidentes”, diseñados para “destruir” algo que está mal en nosotros, pero no a nosotros mismos. ¿Qué hacemos luego de ellos?

Juan 21:15-19 RVC
15 Cuando terminaron de comer, Jesús le dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?» Le respondió: «Sí, Señor; tú sabes que te quiero.» Él le dijo: «Apacienta mis corderos.»
16 Volvió a decirle por segunda vez: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?» Pedro le respondió: «Sí, Señor; tú sabes que te quiero.» Le dijo: «Pastorea mis ovejas.»
17 Y la tercera vez le dijo: «Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres?» Pedro se entristeció de que la tercera vez le dijera «¿Me quieres?», y le respondió: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te vestías e ibas a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos y te vestirá otro, y te llevará a donde no quieras.»
19 Jesús dijo esto, para dar a entender con qué muerte glorificaría a Dios. Y dicho esto, añadió: «Sígueme».

Pedro había fallado muy mal ante Jesús, lo negó tres veces, a pesar de que era evidente para todos que se trataba de uno de Sus discípulos más cercanos. Luego de la resurrección Pedro seguía sin poder perdonarse y decide volver a su antiguo oficio. “Bueno, Señor, esto estuvo muy bueno, realmente sé que eres el Hijo de Dios y que vas a traer salvación a todo el mundo, ahí tenés a los otros apóstoles y discípulos que no te negaron, ellos pueden hacer un trabajo mucho mejor que el mío, yo ya estoy descalificado, así que, gracias por todo, nos vemos en el Cielo.” No sé si realmente pensó o dijo eso, pero no debió haber estado muy lejos. Veamos el lado positivo: no fue rebelde, reconoció su error, ¡es un gran avance, a comparación de los dos primeros ejemplos!

Pero Jesús le había dicho que él sería quien abriría las puertas del Reino y no pensaba cambiar de opinión; el arrepentimiento de Pedro permitió la restauración y el reencauzamiento en su comisión. Y así, “abrió las puertas” a judíos, samaritanos y gentiles.

Gálatas 6:1-2 DHH
1 Hermanos, si ven que alguien ha caído en algún pecado, ustedes que son espirituales deben ayudarlo a corregirse. Pero háganlo amablemente; y que cada cual tenga mucho cuidado, no suceda que él también sea puesto a prueba.
2 Ayúdense entre sí a soportar las cargas, y de esa manera cumplirán la ley de Cristo.

Hay algunos límites, claro;

1 Juan 5:16-17 DHH
16 Si alguno ve que su hermano está cometiendo un pecado que no lleva a la muerte, debe orar, y Dios dará vida al hermano, si se trata de un pecado que no lleva a la muerte. Hay un pecado que lleva a la muerte, y por ese pecado no digo que se deba orar.
17 Toda maldad es pecado; pero hay pecado que no lleva a la muerte.

No vamos a discutir sobre “pecados mortales”, en realidad no creo que aquí se refiera exactamente a una “lista” específica de ellos, sino al espíritu del que peca.

Concluyendo; los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables. En Romanos Pablo se refiere a Israel, a pesar de su pecado y del tiempo que estaría fuera de la voluntad divina, nada quita su propósito original y no existe tal “reemplazo” como a veces se enseña. Cuando llegue el tiempo, será reencauzada en su diseño, Dios no quita Su llamado. Y por eso, tampoco lo quita de mí, a pesar de mis pecados y errores, aunque espera mi arrepentimiento.

No, no puedo dejar mi llamado, no puedo abandonar lo que me fue dado, necesitaré ser restaurado (y a lo mejor varias veces) y la gente deberá entender que la misericordia de Dios me ha dado otra oportunidad. Y de paso, ¿podré entender yo que esa misma misericordia le está dando una nueva oportunidad a otros tantos? Es cierto, hay un límite, pero también es cierto que hay muchos que aún están dentro de esa esfera de misericordia.


Danilo Sorti


749. El juicio de Dios sobre dos reyes: Nabucodonosor y Acab


No hay muchos ejemplos de líderes nacionales buenos en la Biblia, y precisamente Nabucodonosor y Acab es de lo peorcito que pudiéramos encontrar. El primero se comportaba como un niño caprichoso, con la diferencia de que era el soberano de un enorme imperio. Si quería rostizar algún enemigo al fuego, lo hacía, si quería eliminar ciudades y naciones, nadie se lo impedía. De Acab la Biblia dice:

1 Reyes 16:30 RVC
30 Ajab reinó veintidós años sobre Israel en Samaria, pero a los ojos del Señor sus hechos fueron peores que los de todos los que reinaron antes de él.

1 Reyes 21:25 RVC
25 (En realidad, ningún otro rey fue como Ajab. Incitado por Jezabel, su mujer, se entregó a hacer lo malo a los ojos del Señor.

Podríamos hacer todo el relato de estos dos reyes y sólo comprobaríamos lo dicho en esta breve introducción.

Así que, si tenemos dos candidatos seguros al juicio divino, son estos dos Y ese juicio vino, pero aquí está lo interesante. Veamos un episodio de la vida de Nabucodonosor. Este rey tuvo un sueño perturbador, que se narra en Daniel 4. El profeta se lo explica, se trataba de un juicio de “locura” que duraría 7 años y concluye con esta recomendación:

Daniel 4:27 RVC
27 Por lo tanto, acepte Su Majestad mi consejo y redima sus pecados impartiendo justicia, y sus iniquidades tratando a los oprimidos con misericordia, pues tal vez así su tranquilidad se vea prolongada.»

Dios le dio un tiempo prudencial, pero al rey esta advertencia le importó muy poco:

Daniel 4:29-32 RVC
29 Pero doce meses después, mientras éste se paseaba por el palacio real de Babilonia,
30 exclamó: «¿Acaso no es ésta la gran Babilonia, que con la fuerza de mi poder y para gloria de mi majestad he constituido como sede del reino?»
31 Todavía estaba hablando el rey cuando del cielo vino una voz, que decía: «A ti, rey Nabucodonosor, se te hace saber que el reino se te ha arrebatado.
32 Serás expulsado de entre los hombres, vivirás entre las bestias del campo, y te alimentarán como a los bueyes. Pasarán siete tiempos sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo es el señor del reino de los hombres, y que él entrega este reino a quien él quiere.»

Siete años vivió una especie de locura que lo dejó transformado en un “animal”. No creyó, se ensoberbeció y la sentencia se cumplió.

Al final todo termina bien:

Daniel 4:34-37 RVC
34 «Pero al fin del tiempo yo, Nabucodonosor, levanté los ojos al cielo y recobré la razón. Bendije entonces al Altísimo; alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y cuyo reino permanece por todas las edades.
35 Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; el Altísimo hace lo que él quiere con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra, y no hay quien pueda impedírselo, ni cuestionar lo que hace.
36 En ese mismo instante recobré la razón y la majestad de mi reino, junto con mi dignidad y mi grandeza, y mis gobernadores y mis consejeros acudieron a mí, y fui restablecido en mi reino y se me dio mayor grandeza.
37 Por eso yo, Nabucodonosor, alabo y engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos, y él puede humillar a los que se muestran soberbios.»

Gracias a que este orgulloso y sanguinario rey, del imperio más grande de su época, fue juzgado por Dios (porque había un profeta en su corte que podía interpretar los mensajes del Cielo), todos los pueblos de ese vasto imperio tuvieron, al menos, un testimonio del verdadero Dios. Nabucodonosor se convirtió en un predicador inesperado.

Años después, en una visión de los “cuatro grandes imperios terrenales”, se le muestra esto a Daniel:

Daniel 7:4 RVC
4 La primera parecía un león, pero tenía alas de águila. Yo la estuve mirando hasta que le arrancaron las alas, la levantaron del suelo y la hicieron pararse sobre sus patas, como los seres humanos. Entonces se le dio un corazón humano.

Nabucodonosor, al igual que su imperio, era una “bestia” para Dios (así son los “imperios” y los que los dirigen), pero llegó a ser humano. El rey despótico conoció al Dios justo pero misericordioso, y se humanizó él mismo. ¡Esto es maravilloso! Con todo, el juicio fue necesario y el rey no quiso evitarlo.

Veamos algo de la historia de Acab, acaso peor que Nabucodonosor porque él conocía el testimonio del verdadero Dios. Era también un “niño caprichoso” con mucho poder, y una esposa, Jezabel, propiamente “jezabélica”. Él quería un campito que estaba al lado de su palacio, pero la ley mosaica le impedía a su dueño venderlo. Haciendo pucheros, Acab vuelve a su palacio y cuando su esposa lo ve decide actuar. Envía cartas indicando una “puesta en escena” que debían hacer los ancianos de la ciudad donde vivía el dueño del campo, Nabot. La historia termina con Nabot y su familia muertos y Acab tomando “feliz” posesión del campo. Afortunadamente Acab tenía mucho menos poder que Nabucodonosor, porque su desprecio por la vida humana resultaba acaso superior.

Elías, ¡cuando no!, va a su encuentro:

1 Reyes 21:17-24 RVC
17 Pero la palabra del Señor vino a Elías el tisbita, y le dijo:
18 «Ve ahora mismo a Samaria, y busca al rey Ajab. Está en la viña de Nabot, pues ha ido a tomar posesión de ella.
19 Y vas a decirle lo siguiente: “Así ha dicho el Señor: ¿No es verdad que asesinaste a Nabot para quitarle lo que era suyo? Pues así ha dicho el Señor: En el mismo lugar donde los perros lamieron la sangre de Nabot, lamerán también tu propia sangre.”»
20 Pero Ajab le replicó a Elías: «¡Al fin me has encontrado, enemigo mío!» Y Elías respondió: «Te he encontrado porque te has hecho esclavo de la maldad, en la presencia misma del Señor.
21 Pero el Señor te dice: “Voy a castigarte. Voy a barrer hasta el último varón de tu palacio, sea libre o esclavo, como si fueran polvo.
22 Lo mismo que hice con la familia de Jeroboán hijo de Nabat, y con Basá hijo de Ajías, lo voy a hacer con tus descendientes, porque te has rebelado contra mí y has hecho pecar a mi pueblo, para provocar mi enojo.
23 En cuanto a Jezabel, tu mujer, yo, el Señor, declaro que los perros se la comerán en la muralla de Jezrel.
24 A cualquier descendiente tuyo que muera en la ciudad, se lo comerán los perros; y al que muera en el campo, se lo comerán las aves de rapiña.”»

Luego la Biblia aclara:

1 Reyes 21:25-26 RVC
25 (En realidad, ningún otro rey fue como Ajab. Incitado por Jezabel, su mujer, se entregó a hacer lo malo a los ojos del Señor.
26 Fue un rey despreciable, pues se fue en pos de los ídolos, a la manera de los amorreos, pueblo al que el Señor desterró de entre los israelitas.)

Pero lo sorprendente viene después:

1 Reyes 21:27-29 RVC
27 Después de que Ajab escuchó a Elías, se rasgó sus vestiduras reales, se vistió de cilicio, y ayunó; luego se acostó sobre cenizas, y allí durmió y anduvo humillado ante el Señor.
28 Entonces la palabra del Señor vino a Elías el tisbita, y le dijo:
29 «¿Ya viste cómo Ajab se ha humillado ante mí? Sólo por eso, y mientras viva, no le enviaré la desgracia que le había anunciado. Pero su hijo y sus descendientes sí la padecerán.»

El impío Acab alcanzó una misericordia, aunque sea, temporal. El peor rey de Israel evitó en vida un juicio terrible. No cambió, es claro, siguió “haciendo la misma” y terminó sus días desobedeciendo a Dios, definitivamente apartado de Él, pero en esta oportunidad escapó del juicio.

Y la verdad es que los dos relatos nos dejan con un sabor amargo; no hay grandezas o actos heroicos de fe, apenas arrepentimiento en oscuros personajes de corazones entenebrecidos, pero así son muchas de las autoridades que desfilan por nuestros países. De todas formas veamos algo; también muchos otros gobernantes malos aparecen en las páginas bíblicas y no alcanzaron el arrepentimiento ni aún en medio de los juicios divinos.

A muchos no les gusta cuando hablamos de juicio, a mí tampoco, pero estamos en ese tiempo y no nos queda más remedio que entender la dinámica de esos juicios, para saber qué hace Dios con los poderosos, cómo podemos orar y, fundamentalmente, cuándo no interponernos en medio de un juicio, o en todo caso, entender los tiempos y objetivos de dicho castigo y orar en consecuencia.

Por lo demás, creo que podemos ser mucho más sabios como para no necesitar que el Señor haga cosas parecidas con nosotros mismos.


Danilo Sorti



748. ¿Qué quiere decir una “iglesia profética”?


Creo que se ha generalizado un consenso según el cual los cristianos están de acuerdo en que la iglesia debe ser una voz profética; no se trata de un infeliz casamiento estado – iglesia ni de un “alejamiento del mundo” tipo ermitaño. Por supuesto, esto es “la iglesia”, cada cristiano como individuo es cien por ciento ciudadano de un país y tiene todo el derecho y la obligación de participar en la cosa pública.

Ahora bien, ¿qué es ser “profética”? Normalmente uno se imaginaría un grupo de cristianos malhumorados quejándose de todo, y cuando miramos a los profetas del Antiguo Testamento hay mucho de cierto allí, pero eso no es lo principal.

Damos un paso más y comprendemos que se trata de escuchar la voz de Dios, conocer Su Palabra y Sus diseños y darlos a conocer. Ahí estamos en una función más pedagógica, pero que no deja de ser profética porque no está enseñando una "teología sistemática” sino lo que es necesario que la sociedad sepa en un momento dado. Eso está más en el centro del asunto, pero no es todo.

Damos otro paso y entendemos que no solamente castigo es lo que anuncia un profeta, aunque la realidad indica que es un buen porcentaje. En el artículo anterior citábamos un episodio que enfrentó Josafat, y la palabra profética fue de victoria:

2 Crónicas 20:16-17 RVC
16 Mañana, cuando ellos suban por la cuesta de Sis, ustedes caerán sobre ellos. Los encontrarán junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel.
17 En este caso, ustedes no tienen por qué pelear. Simplemente quédense quietos, y contemplen cómo el Señor los va a salvar. Judá y Jerusalén, no tengan miedo ni se desanimen. ¡Salgan mañana y atáquenlos, que el Señor estará con ustedes!”»

Por otra parte cuando efectivamente damos palabras de juicio, muchas veces (no todas, sin embargo) es un juicio condicional (lo mismo que las palabras de bendición, vale aclarar):

Isaías 38:1-6 RVC
1 Por esos días, Ezequías cayó gravemente enfermo. Entonces el profeta Isaías hijo de Amoz fue a visitarlo y le dijo: «Así dice el Señor: “Ordena tu casa, porque de esta enfermedad no saldrás con vida.”»
2 Ezequías se volvió hacia la pared, y oró al Señor.
3 Con lágrimas en los ojos le dijo: «Señor, recuerda por favor que me he conducido ante ti con verdad y con un corazón sincero, y que siempre he hecho lo que te agrada y apruebas.»
4 Entonces el Señor le habló a Isaías y le dijo:
5 «Ve y dile de mi parte a Ezequías: “Yo soy el Señor, el Dios de tu padre David. Ya he escuchado tu oración, y he visto tus lágrimas. Voy a añadirte quince años más de vida.
6 Yo te libraré de caer en las manos del rey de Asiria, y a esta ciudad la protegeré.

Ezequías ya no estaba haciendo las cosas tan bien como rey y Dios había dispuesto un sucesor. Había sido un buen rey así que el Señor no quería que fuera mal recordado ni que cayera en desgracia. Cuando se lo hizo saber evidentemente algo pasó en su corazón, hubo un arrepentimiento profundo y el Señor CAMBIÓ DE OPINIÓN, dándole nada menos que quince años más.

Así es mis queridos hermanos, si alguno de ustedes piensa que la “voz profética” de la Iglesia no debe “fallar” yo les digo que ojalá fallemos muchas veces, Dios quiera que NO SE CUMPLAN nuestras advertencias de juicio, que cuando anunciemos castigo sobre naciones y gobernantes eso finalmente no ocurra. Porque si, efectivamente, no ocurre, es que habremos cumplido lo más importante de nuestra misión. Generalmente no fallamos cuando anunciamos juicio, y no hay nada para alegrarse con eso. Con todo, es necesario tanto la voz de juicio como la voz de restauración. Y de paso, cuando leemos en los profetas que se dirigen a “Fulano” o “Mengano” o “Sultano”, podemos poner el nombre de nuestras autoridades allí y sería lo mismo; el profeta, cuando tiene un mensaje, lo dice con nombre y apellido, tanto ayer como hoy.

Hechos 11:27-30 RVC
27 Por aquellos días, unos profetas salieron de Jerusalén para visitar Antioquía.
28 Uno de ellos, llamado Agabo, se levantó para anunciar la hambruna que estaba por llegar a toda la tierra, y que el Espíritu le había dado a saber. Esto sucedió en los días del emperador Claudio.
29 Entonces los discípulos acordaron socorrer a los hermanos que vivían en Judea, según lo que cada uno tuviera,
30 y por medio de Bernabé y de Saulo enviaron ayuda a los ancianos.

Una breve aparición de Agabo en el Nuevo Testamento basta para recordarnos que el mismo tipo de ministerio profético del Antiguo sigue vigente, pero con más profundidad; las iglesias, actuando como un solo Cuerpo y obedeciendo la voz del Espíritu, colaboraron para intervenir en sucesos “mundiales”.

Pero hay un nivel más, por cierto también más delicado, en donde no se trata de “predecir” el futuro o lograr que Dios cambie de opinión, se trata de DETERMINAR el futuro. A ese nivel profético debemos llegar como Iglesia, pero exige una comunión también muy profunda con el Señor.

1 Reyes 17:1 RVC
1 Elías, un tisbita que vivía en Galaad, fue a decirle a Ajab: «Vive el Señor, Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que en los años que vienen no va a llover, y ni siquiera va a caer rocío, a menos que yo lo diga.»

Ahora bien, cuando leemos el final de la historia nos encontramos con esto:

1 Reyes 18:36 RVC
36 Cuando llegó el momento de ofrecer el sacrificio, Elías se acercó al altar y dijo: «Señor, Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, demuestra hoy que tú eres el Dios de Israel y que yo soy tu siervo, y que solamente hago lo que tú me has ordenado hacer.

¿Se lo ordenó Dios o lo decidió él? Dios le dio tanto la orden como la autoridad para hacerlo, por lo que genuinamente tanto lo hizo Dios como él. Lo cierto es que, quien lo estableció en la tierra, quien hizo efectiva la palabra de Dios (y se aguantó las consecuencias, claro…) fue Elías. Ese mismo espíritu profético, que estuvo también en Juan el Bautista es el que ha sido anunciado para estos tiempos; la iglesia que quiera cumplir el mandato de preparar el camino para el Mesías, tal como Juan, pero en Su segunda venida, no puede tener un espíritu distinto y si no lo tiene, tampoco puede dejar de “traer a realidad” los diseños espirituales, por su palabra… y aguantarse las consecuencias luego…

Veamos un ejemplo más claro:

Lucas 11:20 RVC
20 Pero si yo expulso a los demonios por el poder de Dios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a ustedes.

¿Quién expulsaba demonios, Dios o Jesús hombre? Veamos algo más:

Lucas 13:34-35 RVC
34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como junta la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
35 Pues bien, la casa de ustedes va a quedar desolada; y les digo que ustedes no volverán a verme hasta el día en que digan: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”»

¿Quién pronunció esta sentencia? ¿Dios o Jesús hombre (no el Cristo glorificado, sino el hombre)?

Este es el nivel al que sí o sí debe llegar la Iglesia fiel hoy, y, repito, no se trata ni de anunciar el futuro (mucho menos pretender adivinarlo) ni de evitar un juicio divino; se trata de establecer los diseños de Dios, que muchas veces serán sentencias de juicio pero que también serán acciones espirituales; es decir, así como hay autoridad para expulsar demonios de las personas, hay también para atar y expulsarlos de las instituciones, estructuras de poder, sociedades, etcétera. Todo esto TAMBIÉN ES PROFÉTICO.

Así que, cuando usamos la expresión “iglesia profética” entendamos todo lo que ellas significa.


Danilo Sorti