viernes, 14 de diciembre de 2018

654. ¿Qué modelo de liderazgo?


Mateo 16:18 RVC
18 Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no podrán vencerla.

Cuando Jesús habló de “iglesia” ya dijo mucho. Dos mil años después a nosotros se nos pierden unas cuantas cosas, porque la palabra “iglesia” ha adquirido otros significados distintos a los que tuvo originalmente, y dentro de ese conjunto amplio y muchas veces contradictorio de sentidos se nos han perdido unas cuantas cosas, entre ellas, el modelo de liderazgo de la iglesia.

En otra oportunidad hablé acerca de la etimología de “iglesia” y de cómo aludía a una organización bien conocida en el mundo griego, la asamblea de los ciudadanos griegos, en el hebreo, la sinagoga e incluso en el romano, una asamblea de ciudadanos similar a la griega, bajo sus propias leyes. Todas esas asambleas funcionaban bajo una ley, tenían restricciones para entrar y participar, y todas admitían un funcionamiento democrático, aunque con un liderazgo. ¿Por qué, entonces, la iglesia adquirió una estructura verticalista tantas veces opresiva?

Por diversas razones muy propias de la naturaleza humana. Pero ha habido marchas y contramarchas en ese sentido, y comunidades más pequeñas o no tanto intentaron gobiernos más democráticos, que también terminaron fallando, generando nuevas estructuras piramidales. El culto a los apóstoles, patriarcas, obispos, “paters” o, lo más reciente, “querubines”, demuestra como las estructuras piramidales se re-crean fácilmente.

Preguntar: ¿Cuál es el modelo de liderazgo?, termina siendo un error porque no hay “un” modelo. La palabra que usamos, “iglesia” debería darnos una base democrática con limitaciones: no todos podían participar, sólo los que cumplían los requisitos. El modelo de Jesús es bien claro: empieza llamando a Sus discípulos y pidiéndoles que lo acompañaran para ir delegando progresivamente más responsabilidades en ellos hasta que finalmente se va y los deja a cargo. Muchos de los pastores que conozco jamás podrían llegar a tal nivel de delegación.

Lo mismo vemos en Pablo: formaba una comunidad y luego se iba. Podía volver y nombrar autoridades de entre ellos, podía enviar gente de su equipo apostólico para que liderara por un tiempo o cumpliera una función. Se esperaba que los hermanos crecieran y asumieran más responsabilidades.

La democracia al estilo político no funciona en la iglesia porque hace falta nivel de madurez espiritual, al que no todos llegan, o no al mismo tiempo, por lo que no pueden todos decidir todo. Sin embargo, todos tienen algún ámbito de decisión y autoridad que debe ser respetado, y acrecentado a medida que crecen en autoridad espiritual (¡no en vejez dentro de la organización!). Esto también es raro; buena parte del liderazgo que conozco sencillamente avasalla la autoridad de los hermanos sin siquiera darse cuenta de ello, es algo instalado en la mayoría de las iglesias.

Aunque sea pequeña, a cada uno se le ha dado esa porción de autoridad, por Dios, no por la iglesia, que no tiene nada para dar y por lo tanto tampoco puede darlo (es claro…), simplemente reconocer y confirmar lo que Dios ya ha establecido. Y esa porción de autoridad debe ser respetada, a menos que circunstancias excepcionales (normalmente pecado de la persona) requieran lo contrario.

Pero a medida que los hermanos crecen en la fe (en cualquier iglesia o grupo sano ocurrirá tal cosa, y si no ocurre, bueno, yo consideraría seriamente la posibilidad de irme de allí) se puede hacer realidad el mandato de “someternos los unos a los otros”, la autoridad de los hermanos más crecidos se reconoce y puede llegar un momento en que se establezca una estructura mucho más horizontal en el liderazgo, entre los hermanos crecidos.

Nuestra tradición latina es bien verticalista, y lo mismo repetimos en la iglesia. Está de más decir que es algo que el Espíritu debe cambiar, pero tenemos muchos acostumbrados a la autoridad a los que amenaza cualquier ascenso de otro. También está de más decir que eso es pecado.

Cuando el verdadero modelo de liderazgo de la iglesia es restaurado, ni una democracia política ni una estructura vertical y autoritaria (que erróneamente algunos llaman “teocracia”, sin definir nunca que quiere decir exactamente esa palabra), entonces el odre se vuelve adecuado para que el Vino Nuevo se derrame.


Danilo Sorti



653. El pacto migratorio mundial y los propósitos de Dios


Hechos 2:3-6 RVC
3 Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos.
4 Todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu los llevaba a expresarse.
5 En aquel tiempo vivían en Jerusalén judíos piadosos, que venían de todas las naciones conocidas.
6 Al escucharse aquel estruendo, la multitud se juntó, y se veían confundidos porque los oían hablar en su propia lengua.


En estos días unos 150 países acaban de firmar el Pacto Migratorio Mundial de la ONU. Ya se ha publicado bastante en las redes al respecto, y ya conocemos cuáles son las verdaderas intenciones del sistema mundial detrás de la ONU. Falta ver, en la práctica, qué significa realmente ese pacto y cuánto pasa de los papeles a los hechos. Como siempre, tenemos declaraciones engorrosas y llenas de principios que pueden quedar más en los papeles que en la realidad.

¿Qué se pretende con este pacto? Toda afluencia masiva de migrantes, especialmente cuando vienen de una cultura muy distinta, genera caos y disturbios en un primer momento, y luego reacomodamientos sociales que no son menos caóticos en general. Dado que muchos migrantes serán de países islámicos, terroristas infiltrados vendrán con todos ellos, y de esa forma podrán ser usados por el sistema mundial para combatir el cristianismo en occidente. Además, aduciendo el “respeto por la minorías”, se intentará promulgar leyes o reglamentaciones cada vez más restrictivas hacia los cristianos. Caos como excusa para aumentar el control y “minorías” como excusa para limitar a las mayorías cristianas, además de unos cuantos terroristas funcionales, ¡la mezcla perfecta para el NOM!... ¿O para Dios?

Ya hace unos cuantos años el Dr. Ralph Winter desarrollaba un panorama histórico del avance del Reino de Dios a lo largo de los últimos 4.000 años de historia. Allí se muestra algo muy claro para todos los que conocen aunque sea un poco de misiones: Dios tiene un corazón misionero, y para Él, la salvación de las personas y de las naciones tiene mucho más valor que nuestra comodidad, prosperidad y aún nuestras propias vidas. Si Él entregó a Su propio Hijo para bajar a esta Tierra dejando de lado Su gloria, sufrir y morir por nosotros, ¿acaso va a pedirnos algo menor? También es claro a lo largo tanto de la historia de Israel como de la Iglesia que el Pueblo de Dios pocas veces hizo misiones voluntariamente; más bien el Mensaje se extendió de manera “azarosa”: Israel en Egipto testificó a sus vecinos, y unos cuantos se unieron al pueblo; una muchacha esclava le testifica a Naamán y este es sanado de su lepra, la nación es llevada en cautiverio y la Palabra comienza a ser conocida por todo el imperio, de donde vendrían siglos después unos sabios trayendo los presentes necesarios para que el Hijo de Dios pudiera huir a Egipto y vivir allí hasta el tiempo de regresar a Israel. Los cristianos en Jerusalén estaban viviendo un avivamiento maravilloso y una comunión que pocas veces se ha visto en la historia de la Iglesia, pero el Señor envía una persecución y los desparrama a todos, y así el Evangelio comienza a extenderse, y durante tres siglos las persecuciones continúan extendiendo y purificando a la Iglesia. Roma, finalmente cristiana, no se preocupa por hacer misiones más allá de sus fronteras y Dios permite que los bárbaros los conquisten, para ser luego ganados para el Evangelio. Más tarde serán los vikingos y un poco más tarde los nórdicos se transformarán en fervientes cristianos. Más cerca en el tiempo las iglesias reconocen su labor misionera y comienza el movimiento misionero más grande a nivel mundial de la historia, primero con los cristianos del Norte, luego con los del Sur y hoy con los del Este; incluso las iglesias de países cerrados, en donde corren peligro de muerte, son conscientes de que deben enviar misioneros, los cuales salen en condiciones similares a las del primer siglo.

Pero buena parte de la iglesia no tiene esta visión, y así el Señor permite crisis económicas, catástrofes ambientales o políticas, guerras, presiones sociales; salen tanto cristianos llevando el mensaje como muchos inconversos buscando una vida mejor. Qué ocurre con los migrantes lo vemos en las noticias (que muestran solo un pequeño recorte de la realidad) y en nuestros propios países. ¿Hay un plan global secreto aquí? Por supuesto. ¿Pero no está Dios por encima de ello? ¡POR SUPUESTO!

Allí en Jerusalén se reunían judíos de todo el imperio, digamos que ese primer grupo no necesitaba “ir” a hacer misiones, porque las misiones habían venido a su casa. ¿Qué fue necesario? Una iglesia preparada, purificada, en oración; un liderazgo adecuado, en calidad y cantidad, búsqueda del Señor y el Espíritu hizo el resto. Como resultado, muchos de esos “migrantes ocasionales” se encontraron con lo que no habían ido a buscar. Esa misma historia se ha repetido muchas veces. Yo mismo soy descendiente de italianos, y mientras en la patria de mis abuelos los cristianos evangélicos son muy pocos, en toda América (del Sur y del Norte, claro…) somos millones. Y podríamos decir lo mismo de los descendientes de españoles y otros tantos.

La inmigración representa un serio desafío que las naciones hoy, especialmente en Latinoamérica, no están preparadas para afrontar. Pero nada se resiste al poder del Evangelio. Si nos asusta lo que está pasando en Europa, entendamos que allí casi no tenemos iglesias que puedan testificar adecuadamente a los migrantes, pero la realidad aquí es distinta.

Nadie dice que una afluencia masiva de migrantes sea fácil. Por otro lado, no es esperable tal cosa en nuestros países por el momento (siempre tratan de ir a Europa o a EEUU) aunque a medida que aumenten las catástrofes naturales podemos suponer que eso comience. Además, tenemos promesas bien claras del Señor, desde hace años, que nuestra tierra será “refugio a las naciones”, entonces, ¿de qué nos asustamos?

Cuáles sean las herramientas que Dios utilice para traer a la gente de otros lados, es secundario. Lo que debe importarnos es el poder que tenemos y el mandato misionero. Mejor aún: para muchos no hará falta salir al campo, el campo misionero viene aquí. Se requiere que la iglesia esté preparada y se reenfoque en testificar a los que vendrán. Algunas lo están haciendo, falta mucho todavía. El Evangelio es irresistible, por más que tengamos un diseño del NOM en un sentido, Dios dará vueltas eso para traer salvación a muchos, y nosotros somos Sus agentes.

Algo más: les dejo el link del análisis del Dr. Winter, a partir de la página 117 del libro, vale la pena leerlo: http://www.recursosmisioneros.com/resources/MM_4$C2$BA_edicion.pdf


Danilo Sorti



652. ¡Cuánto nos ama Dios que nos disciplina para purificarnos!


Juan 3:16 RVC
16 »Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.

1 Juan 3:1 RVC
1 Miren cuánto nos ama el Padre, que nos ha concedido ser llamados hijos de Dios. Y lo somos. El mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él.

Juan, al que Jesucristo mismo apodó “hijo del trueno”, pudo tener una revelación tan profunda del amor de Dios que no deja de plasmarla en todos sus escritos. Hoy, al igual que hace unos 6.000 años en el Huerto, ese amor es duramente cuestionado por una humanidad que decidió apartarse de Su Creador y desobedecer Sus leyes, para después echarle en cara que los “dejó abandonados” y que permite que pasen tantas cosas malas…. Como acostumbran decir hoy: “el chiste se cuenta solo”.

El niño pequeño no puede entender cuando su padre le prohíbe algo, o cuando lo obliga a hacer lo que no le gusta, o incluso cuando recibe alguna nalgada. Pero sabe que es para su bien. El adolescente, cuando recién ha inaugurado el pensamiento lógico formal y se abrió ante un mundo de comprensión abstracta, cree que ya lo sabe todo y que puede entenderlo todo (bueno, el que no haya cometido ese pecado que tire la primera piedra…), por lo tanto cuestiona los límites y la disciplina que le imponen sus padres, docente y Dios mismo. De nuevo, “el chiste se cuenta solo”…

Pero dado que en este siglo tanto se ha extendido la estructura mental de rebeldía contra Dios, que está asociada al orgullo y tremenda insensatez de pensar que “podemos entenderlo todo y juzgarlo todo”, es necesario que volvamos a recordar algunas verdades respecto de la justicia de Dios.

1 Juan 3:2 RVC
2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Pero sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él porque lo veremos tal como él es.

Romanos 8:19 RVC
19 Porque la creación aguarda con gran impaciencia la manifestación de los hijos de Dios.

Creo que si rastreamos los escritos y las enseñanzas cristianas de estos 2.000 años podremos encontrar mucho que se ha dicho respecto de las bendiciones y el estado de salvación que Dios tiene para nosotros, de lo que disfrutaremos en el Cielo con Su presencia, de nuestra responsabilidad como criaturas de honrar al Creador y de que finalmente todo sea sujeto a Él. Eso es cierto, pero cuando busco en mi “registro mental” predicaciones o textos enseñando lo que haremos nosotros como iglesia ya redimida y santificada luego de que este paréntesis de maldad haya pasado sobre la Tierra, no encuentro mucho, si acaso algo. Parece que todo se resume en ser santificados y disfrutar de una vida justa en comunión con Él. Eso es maravilloso, y de hecho tanto como para opacar cualquier otra actividad. Pero es incompleto y como tal nos deja con un serio problema para entender por qué nos pasan aquí unas cuantas cosas.

Brevemente digamos que Adán fue puesto para cumplir una misión sobre la Tierra, que Israel era consciente de su rol aquí sobre la Tierra y que la Iglesia no canceló las enseñanzas del Antiguo Pacto sino que las terminó de completar. Dios está continuamente activo y trabajando en Su creación, y no ha hecho seres a Su imagen para que estén ociosos y simplemente disfrutando de Él y adorándolo, sino para que también cumplan un rol muy importante.

Sobre eso no tenemos mucho escrito, pero podemos hacer inferencias en base a lo ya revelado. La Iglesia, los santos de todos los tiempos, tendrán un rol muy importante en la creación, y el arrebatamiento con la subsecuente transformación y encuentro con Cristo no se trata de un “rescate de última hora” para evitar que Satanás se zampe a los cristianos de un solo bocado (cosa que jamás podría hacer, de hecho, el mismo Anticristo no puede aparecer hasta que no se vaya la Iglesia fiel), y ni siquiera es (primariamente) una forma de que evite los juicios que vendrán. Es la preparación de los santos que ya han sido perfeccionados para que, junto con el resto de ellos, administren la Creación tal como fue el diseño original. El “mientras tanto” que conocemos como la tribulación y gran tribulación, es la purificación de la humanidad, para eliminar a todos los que se han corrompido irremediablemente y continuar con una raza dispuesta a seguirle.

Por eso debemos ser purificados; para ser dignos de estar en Su presencia y para ser dignos de administrar las maravillas de un mundo venidero (tanto terrenal como celestial) del que prácticamente no tenemos idea.

1 Juan 3:3-10 RVC
3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
4 Todo aquel que comete pecado, quebranta también la ley, pues el pecado es quebrantamiento de la ley.
5 Y ustedes saben que él apareció para quitar nuestros pecados, y en él no hay pecado.
6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no lo ha visto, ni lo ha conocido.
7 Hijitos, que nadie los engañe, el que hace justicia es justo, así como él es justo.
8 El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto se ha manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo.
9 Todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios.
10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, ni ama a su hermano, tampoco es de Dios.

El pecado es algo tan horrible que debe ser extirpado de nosotros. Cuando nos operan somos anestesiados para no sentir dolor, pero en realidad ya veníamos con problemas y dolores, mucho más si hubiéramos tenido un accidente. Luego viene un tiempo de convalecencia o rehabilitación, que puede no ser fácil. Sin embargo, sabemos que la operación es para nuestro bien. Sin duda, una operación implica un daño, una “agresión” a nuestro cuerpo físico, pero nos sometemos voluntariamente porque el resultado será mejor que nuestro actual estado. Lo mismo pasa con el trato de Dios.

1 Corintios 11:32 RVC
32 pero si somos juzgados por el Señor, somos disciplinados por él, para que no seamos condenados con el mundo.

Hebreos 12:5-11 RVC
5 y ya han olvidado la exhortación que como a hijos se les dirige: «Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda;
6 porque el Señor disciplina al que ama, y azota a todo el que recibe como hijo.»
7 Si ustedes soportan la disciplina, Dios los trata como a hijos. ¿Acaso hay algún hijo a quien su padre no discipline?
8 Pero si a ustedes se les deja sin la disciplina que todo el mundo recibe, entonces ya no son hijos legítimos, sino ilegítimos.
9 Por otra parte, tuvimos padres terrenales, los cuales nos disciplinaban, y los respetábamos. ¿Por qué no mejor obedecer al Padre de los espíritus, y así vivir?
10 La verdad es que nuestros padres terrenales nos disciplinaban por poco tiempo, y como mejor les parecía, pero Dios lo hace para nuestro beneficio y para que participemos de su santidad.
11 Claro que ninguna disciplina nos pone alegres al momento de recibirla, sino más bien tristes; pero después de ser ejercitados en ella, nos produce un fruto apacible de justicia.

Los primeros cristianos tenían las referencias del Antiguo Pacto cuando leían esto:

Zacarías 13:8-9 RVC
8 »Sucederá entonces que en toda la tierra las dos terceras partes serán destruidas, y se perderán; pero la tercera parte quedará con vida. —Palabra del Señor.
9 »Entonces echaré al fuego esa tercera parte, y los fundiré como se funde la plata; ¡los probaré como se prueba el oro! Ellos invocarán mi nombre, y yo les responderé con estas palabras: “Ustedes son mi pueblo”, y ellos me dirán: “El Señor es nuestro Dios.”»

Ellos sabían que el proceso de purificación no era chiste. Pero era necesario. Lo es. Tanto nos ama Dios como para purificarnos por el fuego de las pruebas. Muchísimo le costó ver a Su Hijo sufrir y morir, mucho más de lo que podemos comprender. Pero lo mismo vale para nosotros: mucho le duele tener que someternos a pruebas y sufrimientos, pero lo que viene después, no solo en relación con una santidad personal sino funcional hacia la Creación, es tan, pero tan glorioso e importante que vale la pena. Por ahora, avanzamos por fe hacia ese futuro que todavía no vemos.


Danilo Sorti


651. El amor ardiente por el Señor


1 Reyes 19:9-10 DHH
9 Al llegar, entró en una cueva, y allí pasó la noche. Pero el Señor se dirigió a él, y le dijo: haces aquí, Elías?
10 Él respondió: sentido mucho celo por ti, Señor, Dios todopoderoso, porque los israelitas han abandonado tu alianza y derrumbado tus altares, y a filo de espada han matado a tus profetas. Solo yo he quedado, y me están buscando para quitarme la vida.

1 Reyes 19:9-10 RVC
9 Buscó una cueva donde pasar la noche, y allí el Señor le dijo: «¿Qué haces aquí, Elías?»
10 Y Elías respondió: «Es muy grande mi amor por ti, Señor, Dios de las ejércitos. Los israelitas se han olvidado de tu pacto, han destruido tus altares, han matado a tus profetas, ¡y sólo quedo yo! Pero me andan buscando para quitarme la vida.»

¿Por qué es importante que recordemos y NOS RECORDEMOS estos ejemplos de celo ardiente por el Señor? Porque vivimos en la época de Laodicea, donde precisamente lo que menos abunda es ese amor profundo y comprometido:

Apocalipsis 3:15 RVC
15 »“Yo sé todo lo que haces, y sé que no eres frío ni caliente. ¡Cómo quisiera que fueras frío o caliente!

Es difícil darse cuenta de algo cuando toda la corriente social va en una misma dirección. Por eso es que tenemos a la Palabra y al Espíritu Santo, para no ir en esa misma dirección. Realmente debería sentarme a leer en qué consiste ese amor ardiente que incluso pocas personas en el registro bíblico han alcanzado. Precisamente, tenemos un registro abundante de relativamente pocas personas en la Biblia por esa misma razón.

Elías es un ejemplo. Su consagración y su pasión por el Señor lo llevó a enfrentar grandes peligros y realizar acciones que cambiaron la historia de una nación, con un gobierno incluso más pagano de los que hoy tenemos (¡eso ya es mucho decir!). Ese amor ardiente permitió que una comunicación estrechísima con el Señor de tal forma que pudo saber Su voluntad y llevarla a cabo.

No fue perfecto, tuvo miedo, huyó de Jezabel, propiamente dicho no cumplió con dos de las comisiones que Dios le dio en Horeb, pero cambió la historia de una nación y fue una de las dos personas que no vieron muerte.

No tenemos mucho registrado de Enoc; no era necesario que supiéramos su historia completa todavía. Pero podemos extrapolar el ejemplo de Elías y suponer que en medio de esa generación malvada, genéticamente corrupta, moralmente desquiciada, fue tan fiel como Elías y amó tanto a Dios que ya no soportó tenerlo lejos de Su presencia y se lo llevó a una edad de poco más de un tercio de lo que podían vivir (como si fuera hoy entre los 25 y 30 años). De paso, eso explica por qué algunas personas fieles y llenas de la presencia del Señor parten jóvenes de esta Tierra.

No siempre el amor ardiente nos va a llevar a las cumbres de las victorias terrenales. De hecho Elías mismo no lo estuvo la mayor parte del tiempo.

Salmos 69:1-8 RVC
Al músico principal. Sobre Lirios. Salmo de David.
1 Sálvame, oh Dios, porque las aguas me han llegado hasta el cuello.
2 Me encuentro hundido en profundo pantano, y no hallo dónde poner el pie. He caído en aguas abismales, y me cubre la corriente.
3 Ya me canso de llamar; ronca está mi garganta; mis ojos desfallecen en espera de mi Dios.
4 Son más los que me odian sin motivo, que los cabellos de mi cabeza. Son muy poderosos mis enemigos, los que sin razón quieren destruirme. ¿Acaso he de pagar lo que no he robado?
5 Tú, mi Dios, sabes que soy un insensato; mis pecados no son para ti un secreto.
6 Señor, Dios de los ejércitos y Dios de Israel, ¡no permitas que por mi culpa sean avergonzados los que en ti confían! ¡No permitas que por mi culpa sean confundidos los que te buscan!
7 Por ti he sido objeto de insultos; ¡mi rostro se ha cubierto de confusión!
8 Soy un extraño para mis propios hermanos; ¡los hijos de mi madre me desconocen!

Aquí tenemos otra de las tantas experiencias de David. No la estaba pasando para nada bien, su índice de popularidad tenía valores negativos, y además, sabía que se había mandado unas cuantas macanas. Sin embargo:

Salmos 69:9 RVC
9 Y es que mi amor por tu casa me consume; ¡caen sobre mí los insultos de los que te ofenden!

Ese amor ardiente por el Señor es lo que el Espíritu Santo nos inspira. Es también lo que nos motiva a vivir vidas justas. Pretender ser buenos para ganar algún mérito delante de Dios es, no solamente inútil, sino hasta pernicioso. ¡Sencillamente no podemos serlo, no hay fuerza suficiente en nosotros como para lograrlo! Eso es precisamente lo que inspira el Espíritu de la Religión, el más pernicioso y difícil de combatir, el que ha vencido siempre a la Iglesia hasta ahora.

Pero el amor nos hace amar lo que Dios ama y odiar lo que Dios odia, y el cambio ocurre de manera natural, además de que solo el amor nos permite mantenernos perfectamente conectados con el Señor para recibir el auxilio de Su Espíritu. Y ser reconocido por el Señor:

Juan 2:17 RVC
17 Entonces sus discípulos se acordaron de que está escrito: «El celo de tu casa me consume.»

Jesús honró esas palabras de un pobre y despreciado, porque venían de un corazón ardiente de pasión que, justamente por esa pasión, pudo superar sus errores.

No tenemos más razón para vivir que el amor hacia Aquel que nos amó primero y que nos sigue amando con un amor indescriptible. No es sencillo de comprender Su amor perfecto unido a Su justicia perfecta. No lo parece a primera vista. Es más, muchos llegan a pensar exactamente lo contrario. Pero incluso los cristianos no solemos conocer la profundidad de ese amor, apenas vemos un poco más allá, y hasta ahí entendemos, es decir, “hasta ahí”, hasta donde vemos con un poquitito de fe, es que alcanza el amor de Dios para nosotros. La medida de Su amor es solo eso.

Pero Su amor está mucho más allá, en un límite que en realidad no existe y al que ni siquiera podemos aproximarnos. Como pobre comparación pensemos que el universo; la parte visible tiene unos 90.000.000.000 de años luz (un año luz equivale a 9.500.000.000 km), pero últimas estimaciones sugieren que podría ser unas 250 veces mayor, y continúa expandiéndose. No, no es infinito, sino no podría expandirse. Y Dios, que es infinito, resulta superior en tamaño al Universo. Como para ir haciéndonos una idea de la medida de Su amor…

¡Por supuesto que no lo entendemos, y por supuesto que a veces nos parecerá lo contario! ¿Puede un niño entender cuando su padre le dice que no, o cuando le impide seguir tomando refrescos o no le compra un juguete? No, tiene que crecer todavía. Bueno, entonces, ¿por qué nosotros sólo creemos que Dios es amor solamente si podemos entender ese amor?

Cuando somos liberados para creer en fe, vemos con ojos espirituales ese amor y en consecuencia nuestro amor se vuelve tan ardiente como el de estos personajes que leemos en la Biblia. Y allí Dios puede hacer cosas tremendas a través nuestro, pero solo como una consecuencia de ese amor.

¿Podemos crecer en amor? Sí, aceptando Su revelación del amor y decidimos amarlo con todo nuestro ser. No hay mayor razón para vivir, no hay otra cosa que valga la pena o que traiga fruto para la eternidad, no hay otra causa. Con ello el Espíritu enciende la chispa de ese amor.


Danilo Sorti


650. Éfeso: el modelo de Iglesia – XIII; la nueva vida en Cristo


Efesios 2:1-10 RVC
1 A ustedes, él les dio vida cuando aún estaban muertos en sus delitos y pecados,
2 los cuales en otro tiempo practicaron, pues vivían de acuerdo a la corriente de este mundo y en conformidad con el príncipe del poder del aire, que es el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.
3 Entre ellos todos nosotros también vivimos en otro tiempo. Seguíamos los deseos de nuestra naturaleza humana y hacíamos lo que nuestra naturaleza y nuestros pensamientos nos llevaban a hacer. Éramos por naturaleza objetos de ira, como los demás.
4 Pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó,
5 nos dio vida junto con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados (la gracia de Dios los ha salvado),
6 y también junto con él nos resucitó, y asimismo nos sentó al lado de Cristo Jesús en los lugares celestiales,
7 para mostrar en los tiempos venideros las abundantes riquezas de su gracia y su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
8 Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios;
9 ni es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie.
10 Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas.


Hay temas que nos resultan recurrentes en la vida cristiana. Cuando era más joven solía enojarme un poco cuando se repetían las cosas básicas. Después entendí que era necesario. Por supuesto, en general diría que escuchar exactamente lo mismo durante años no sirve de mucho, pero las mismas verdades desde distintos puntos de vista y con mayores profundidades resultan muy útiles.

Efesios 1 exalta la figura de Cristo. Aquí se mete más de lleno en Su obra, y con eso expone la naturaleza humana caída y la naturaleza divina en relación con ella. Conocemos a Dios en función de lo que hizo y hace por nosotros; toda la Biblia está en función de eso porque empieza con el inicio del drama humano y acaba con su resolución definitiva. Digamos que eso “nos es dado” conocer en este tiempo, al menos como verdades centrales, ¡pero Dios es mucho más! Para eso tendremos la eternidad, y ese será el conocimiento que seguiremos adquiriendo en una nueva Tierra bajo nuevos Cielos, pero ahora estamos metidos en este límite, y con eso nos basta y nos sobra…

“Vida” es una palabra clave en esta sección, en contraposición con “muerte”. Con ello nos remite al Huerto y a la advertencia: nuestra decisión de independencia nos desconectaría de la verdadera fuente de vida y nos llevaría inevitablemente a la muerte. De ahí “entra” la muerte porque vidas desconectadas de La Vida no pueden dar verdaderamente vida, sino que necesitan “consumirla” para seguir manteniéndose durante un tiempo. Eso lo vemos en el obrar de Satanás y los demonios: necesitan sacrificios continuamente, incluso comer carne humana, porque sino languidecen y pierden poder, no tienen la vida de Dios en sí mismos.

La obra de amor de Cristo es que recibimos la vida cuando todavía éramos malos, totalmente inmerecedores, literalmente “muertos en … delitos y pecados”. Ese amor incomprensible, del cual seguiremos cantando por los siglos de los siglos, es el que pudo ver en nosotros la imagen perdida del Creador y realizar la obra más increíble de todas para rescatarnos.

Allí está el centro del poder del Evangelio. No se trata de grandes milagros y maravillas, que propiamente son “señales”. No se trata de mover planetas o galaxias, que obedientemente cumplen las órdenes de su Creador. Se trata de restaurar lo que tiene voluntad propia, no merece ser restaurado ni lo desea, ni puede ser obligado. No puede haber nada más difícil que eso, y sin embargo el Señor tuvo éxito en lograrlo.

Este punto central es el fundamento de la Iglesia, aquello de lo que habla la epístola a los efesios. Y vuelvo sobre lo que comenté al principio. Como profesional me di cuenta que hay conceptos muy básicos de la profesión que pueden fácilmente perderse con el tiempo o con las diversas especializaciones que uno va adquiriendo. No se trata de que uno deba volver a sentarse en un aula universitaria para cursar las materias del primer año, sino de dar una nueva leída a viejos textos que no quedaron del todo comprendidos… o que fueron olvidados por las modas o las presiones del día a día. Pasa en el ámbito profesional y pasa en el ámbito cristiano.

El versículo 1 nos reenfoca en quiénes realmente somos, para que no nos creamos tan importantes. También nos enfoca en cuál es nuestra misión para los otros, los que (ahora) están afuera y son tan “indignos” como nosotros hace un tiempo atrás. Pone en perspectiva el verdadero poder transformador el Evangelio.

Ahora bien, Cristo es el que “desató” ese poder sobre la Tierra y nosotros tomamos la antorcha. También se nos olvida eso y tratamos de llevar el Evangelio en forma institucionalizada o política, y a veces, militar (pero mucho menos de lo que al progresismo le gusta decir). Hoy Latinoamérica asiste a un despertar de la Iglesia de Cristo sin precedentes. Hemos tenido momentos de avivamiento, momentos gloriosos, grandes predicadores, manifestaciones maravillosas. Pero no un movimiento continental, que además une a evangélicos y católicos pero no tiene nada que ver con el ecumenismo romano, y que viene de las bases, motivado por el Espíritu Santo y con una clarísima visión social. Sólo estamos en los inicios, y aunque no falta mucho para la venida de Cristo, veremos cosas increíbles todavía, ¡más vale que se abrochen los cinturones porque lo que viene es realmente vertiginoso!

Pero en medio de este despertar marchando hacia avivamiento, deberemos evitar el peligro de enfocarnos solamente en lo institucional o político; en realidad, toda esta avanzada del neomarxismo / progresismo no es más que una excusa que el Señor está utilizando para que Su poder transformador termine de ser anunciado a todas las personas. No combatimos políticos abortistas, traemos la vida sobre la muerte. No nos oponemos a la agenda LGBT financiada por Soros, exponemos el poder de la vida sobre la muerte. Que todo lo que hagamos (y deberemos hacer mucho) esté claramente enfocado en el centro del Evangelio: así como recibimos vida cuando estábamos muerto, debemos dar vida ahora que la muerte intenta avanzar sobre esta Tierra de promesas y de bendición.


Danilo Sorti


649. Santiago: la pobreza y la riqueza – XVI, seguimos discriminando…


Santiago 2:8-13 RVC
8 Bien harán ustedes en cumplir la ley suprema de la Escritura: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»;
9 pero si ustedes hacen diferencia entre una persona y otra, cometen un pecado y son culpables ante la ley.
10 Porque cualquiera que cumpla toda la ley, pero que falle en un solo mandato, ya es culpable de haber fallado en todos.
11 Porque el que dijo «No cometerás adulterio» también dijo «No matarás». Es decir, que alguien puede no cometer adulterio, pero si mata, ya ha violado la ley.
12 Hablen y vivan como quienes van a ser juzgados por la ley que nos da libertad,
13 pues a los que no tienen compasión de otros, tampoco se les tendrá compasión cuando sean juzgados, porque la compasión prevalece sobre el juicio.

En los artículos anteriores de la serie estuvimos hablando sobre el tema de la discriminación, que se re-crea en cada época, por más que se proclame lo contrario. No voy a volver sobre eso pero sí una reflexión: ¿qué significa verdaderamente “hacer diferencia”?

No hay que tomar la frase fuera de contexto, toda la carta indica bien a qué se refiere, porque lo cierto es que Dios SÍ HACE DIFERENCIAS, y dentro de la iglesia también debemos hacerlas. No se trata de las diferencias que plantea Santiago, en el amor, pero sí en la responsabilidad y autoridad que cada uno puede ocupar dentro del Cuerpo de Cristo. “No hacer diferencias” hay que entenderlo en el sentido de no hacer un juicio injusto, pero hay juicios justos, los que corresponden al esfuerzo y los méritos espirituales de cada uno, que son diferentes, y que implican por lo tanto distintos niveles de autoridad e influencia.

Desde el momento que leemos:

Lucas 6:12-13 RVC
12 Por esos días Jesús fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.
13 Al llegar el día, llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles, a saber:

Está claro que hay diferencias. Podríamos seguir mucho más, hablando sobre los dones y el ministerio particular de cada uno, o la disciplina dentro de la Iglesia. ¡Claro que hay diferencias! Pero no se trata de las diferencias basadas en el juicio injusto o pre-juicioso, sino basadas en los méritos de cada uno.

Desde este punto de vista, entonces, se está discriminando cuando tenemos dos candidatos a un cargo en la congregación pero elegimos al hijo de Fulano por ser Fulano (¡o viceversa!), o rechazamos a otro porque es más negrito (o blanquito, la discriminación por colores no es propiedad exclusiva de ninguna piel…) o por lo que sea que no tenga que ver con la guía del Espíritu. Volvamos al pasaje de Lucas: Jesús pasó toda la noche orando, y luego pudo tener la visión perfectamente clara de a quiénes Dios había elegido… ¡incluido Judas!

Lo mismo podríamos decir de los proyectos o ideas que se presentan en los grupos de trabajo, o a quiénes se decide apoyar o no, o todo lo que tiene que ver con la vida de iglesia y con la “diferenciación” que es correcta hacer.

De la misma manera, no tiene el mismo peso la palabra del hermano que recién llegó y arrastra todavía mucho de la forma de pensar de la vieja vida que el hermano maduro en Cristo; algunas estructuras de gobierno eclesiástico permiten que tengan la misma autoridad y al final los hermanos maduros terminan siendo humillados y criticados por los que todavía necesitan una buena horneada en el Espíritu… ¡Eso es discriminación!

Bueno, en definitiva, ¿quién y dónde puede hacer un juicio perfectamente justo? Solo Dios, claro. Y dado que nosotros no, es inevitable que tengamos alguna dosis de discriminación y que la suframos a su vez. Ahí necesitamos el amor para tolerar y la humildad para reconocer el error.

De paso, también hacemos juicios injustos cuando nos plegamos a las diversas olas de críticas que la oposición al que gobierna inicia con mensajes recortados y reproducibles (“memes”). Creo que los cristianos se han subido en masa a ese tren.

Y no voy a hablar de las cosas que decimos de nuestros cónyuges, hijos y familiares porque ya hay muchos libros escritos al respecto…

Ahora bien, ¡qué fácil que es emitir un juicio injusto! Si hay un pecado que en este siglo de “profusión verborrágica” (muy poca de la cual resulta útil…) puede pasar perfectamente desapercibido y hasta ser ardientemente justificado, es la discriminación verbal, el juicio injusto con nuestras bocas, que inevitablemente nos llevará a un pensamiento injusto y terminará en acciones injustas. Lo que Santiago está dejando en claro es que se trata de un PECADO, y que aún el más mínimo pecado es suficiente para ser culpables.

Podemos suponer que los cristianos que leyeron esa carta estaban seguros de que su discriminación al seno de la congregación no resultaba nada demasiado importante y que, como ellos no mataban ni adulteraban ni hacían otras cosas semejantes, ya eran lo “suficientemente buenos” delante de Dios. Esta estructura de pensamiento suele ser muy común en el mundo y dentro de la iglesia también. En base a ella justificamos normalmente nuestros excesos de palabras y algunas de nuestras acciones.

El problema es que no se trata de “pecados” sino de EL PECADO que vive en nosotros, la raíz de pecado, no los frutos. Todos los hombres compartimos esa misma raíz, pero se manifiesta de formas muy distintas. Por supuesto que “no es lo mismo” uno que otro, y es cierto que hay personas más culpables que otras. Pero aún el más pequeño ya es una señal de nuestra naturaleza caída, ya es un rechazo a Dios y merece el juicio del infierno.

El “que falle en un solo mandato, ya es culpable de haber fallado en todos” se entiende solo de esa forma; en base a una naturaleza pecadora que se manifiesta de maneras diferentes. Esto podría ser un concepto básico pero creo que a muchos cristianos les cuesta todavía.

Santiago “toca apenas” algo que Pablo desarrolló mucho en Gálatas (hay una serie de artículos al respecto) sobre la libertad cristiana cuando dice: “Hablen y vivan como quienes van a ser juzgados por la ley que nos da libertad”, ya que a primera vista una ley no parece ser precisamente algo que nos de libertad sino más bien que nos restrinja. Lo cierto es que esa forma de pensar es muy propia del hombre caído y en especial de este siglo: toda ley es vista como una restricción, una limitación que hay que romper. El mensaje es tan fuerte y se graba de tan chiquitos que es algo prácticamente natural en todo hombre moderno.

Lo cierto es que una ley es lo que permite que ocurra algo. Sin la ley de gravedad no tendríamos universo, ni estrellas, ni planetas, ni vida. Claro que pone un límite, pero también permite. La clave, precisamente, de toda ley, es que PERMITE que ocurran las cosas de una manera en la que NO SE SALEN DE CONTROL.

Bueno, no voy a repetir lo que dije en relación con Gálatas, pero lo cierto es que aquí tenemos “otra” ley, que es en realidad la misma que Dios había comenzado a darle a Abraham, pero que Israel terminó entendiendo mal y a la que Jesucristo vino a perfeccionar. Santiago probablemente no esté escribiendo a creyentes judíos legalistas, más bien, es más seguro que los lectores estuvieran más influidos por una errónea comprensión de la gracia, muy parecida a la que tenemos hoy.

Pero en esa mezcolanza tenían también una impronta de la “ley” judía. La verdadera ley, si es que querían vivir así, es la de Cristo, y el resumen de ella es el amor, manifestado en una compasión práctica, que se expresa en hechos. Por encima de las ordenanzas está la práctica del amor, y esto lo escribe como una especie de “corolario” de esta sección en la que estuvo cuestionando la parcialidad de la congregación.

Riqueza y pobreza: Santiago nos llama a tener la verdadera riqueza espiritual, la obediencia a la Ley de Cristo.


Danilo Sorti


648. Santiago: la pobreza y la riqueza – XV, perder – perder o ganar – ganar


Santiago 2:1-4 RVC
1 Hermanos míos, ustedes que tienen fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no deben hacer diferencias entre las personas.
2 Puede darse el caso de que al lugar donde ustedes se reúnen llegue alguien vestido con ropa elegante y con anillos de oro, y llegue también un pobre vestido con ropa andrajosa.
3 Si ustedes reciben gustosos al que viste la ropa elegante, y le dicen: «Venga usted, siéntese aquí, que es un buen lugar», pero al pobre le dicen: «Tú, quédate allá de pie, o siéntate en el suelo»,
4 ¿acaso no están discriminando entre ustedes y haciendo juicios malintencionados?

En el artículo anterior de esta serie discutimos el asunto de la discriminación, pero todo el libro de Santiago lo estamos viendo desde el enfoque de la pobreza – riqueza en los planos espirituales y naturales. No hace falta decir que la discriminación es causa de pobreza en el que resulta discriminado, tanto en lo material como en lo emocional. Pero la contraparte es que al desechar a esos hermanos, espiritualmente resultan enormemente empobrecidos los que discriminan. No es una “negociación de ganar – ganar”, tampoco es un “juego de suma cero”, es un “perder – perder”.

¿Por qué habríamos de discriminar? Ya hablamos que en realidad todos tenemos alguna “oveja negra” a la que rechazamos. Los meses anteriores a este artículo han dejado en claro para toda Latinoamérica que los “abanderados de la tolerancia y la no discriminación” resultaron ser los más discriminadores y violentos, así que quedó claro frente a casi toda la sociedad que el discurso de la famosa “tolerancia” es una terrible hipocresía. Por más que sea obvio, digamos que la discriminación no se soluciona con un discurso “buenista”, lo único que logra es cambiar el objeto.

No soy psicólogo para profundizar en las raíces de la discriminación, más bien soy un observador práctico, y si lo enfoco de esa manera podría decir que, en el contexto “de iglesia” en el que está hablando Santiago, es decir, en la comunidad de los santos y más específicamente en las reuniones, la discriminación puede ocurrir debido a que tratar bien a un pobre (tanto en sentido económico como intelectual o en contactos o relaciones, o en cuánto “renombre” e influencia tiene en las iglesias) no nos reporta ningún beneficio directo: no podemos esperar que nos haga contactos provechosos, tampoco alguna conversación agradable o sobre los mismos temas que nos interesan a nosotros, probablemente nos cuente sus problemas o nos pida trabajo o dinero, seguramente tiene mal olor y le faltan algunos dientes.

En cambio, si tratamos bien a un rico es probable que podamos hacer algún buen negocio, u obtener una invitación a comer o a un congreso; si es una persona con muchas relaciones entre las iglesias nos abrirá puertas para predicar, si es alguien inteligente obtendremos información valiosa… ¿Está mal buscar esto? No, para nada, es más, son bendiciones del Señor que nos pueden estar esperando, ¿acaso en alguna parte de la Palabra dice que tengamos que tratar mal a un rico solo por serlo, o a un inteligente por la misma razón, o a una persona con muchas relaciones en las iglesias, o a un empresario, etcétera? No. Lo que nos dice es que no debemos hacer diferencias: tratar bien a todos, brindar oportunidades a todos.

Cuán valioso es para el “pobre”, tanto en lo económico como en lo emocional o relacional, que se le dé gratuitamente reconocimiento y aceptación, ¡y qué barato que es el reconocimiento y la aceptación! ¿Qué costo tiene para el que lo da? ¡Nada!, ¿por qué lo mezquinamos?

En realidad tiene un costo: nuestro orgullo. Brindar reconocimiento al que está “más abajo” que nosotros nos rebaja a nosotros mismos, en cambio, hacerlo al que está “más arriba” nos tracciona, en cierto, sentido más alto.

Un gesto de reconocimiento y aceptación, una palabra amable de estímulo y reafirmación, aunque es algo pequeño y no precisamente de lo que está hablando Santiago, es una “gota” de riqueza emocional que podemos dar gratuitamente, y que se suma a otras tantas para cambiar a personas que por su desesperanza no pueden ver las oportunidades ni las bendiciones que Dios tiene preparadas para ellos, ya sean pobres materialmente o emocionalmente o espiritualmente.

Santiago 2:5 RVC
5 Amados hermanos míos, escuchen esto: ¿Acaso no ha escogido Dios a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe y herederos del reino que él ha prometido a los que lo aman?

Invertir tiempo en los “pobres” puede no resultar muy redituable en el corto plazo, pero Dios ha puesto una promesa especial allí. Necesitamos creerla y practicarla, despojándonos del afán por las riquezas terrenales. Aclaro: “riquezas terrenales” puede significar la lucha del “día a día” que tenemos la mayoría de nosotros…

De nuevo la paradoja riqueza – pobreza con la que “juega” Santiago: pobres materialmente, ricos espiritualmente. ¡Cuidado! Dios los escogió, pero no significa que necesariamente lo sean, ¡los pobres no son mejores por ser pobres! Dios los ama, tiene un cuidado especial por ellos, pero no son automáticamente mejores. Solamente si aceptan la gracia divina pueden alcanzar esas riquezas prometidas.

Vivimos en un tiempo crítico a nivel mundial. Hay gente que prospera y hay gente que se empobrece, y a la mayoría de nosotros nos ha tocado (si es que no nos toca ahora mismo) pasar por momentos de pobreza: no hay mérito en ello, pero sí es la oportunidad para que adquiramos riquezas espirituales que de otra forma no tendríamos.

Así, los que tienen bienes de este mundo pueden compartir lo material con los pobres, que a su vez pueden compartir sus riquezas espirituales con ellos. Pablo habla de esto:

Romanos 15:26-27 DHH
26 Porque los de Macedonia y Acaya decidieron voluntariamente hacer una colecta y mandarla a los hermanos pobres de Jerusalén.
27 Lo decidieron voluntariamente, aunque, en realidad, estaban en la obligación de hacerlo, porque así como los creyentes judíos compartieron sus bienes espirituales con los no judíos, estos, a su vez, deben ayudar con sus bienes materiales a los creyentes judíos.

De esa forma:

2 Corintios 8:14-15 DHH
14 Ahora ustedes tienen lo que a ellos les falta; en otra ocasión ellos tendrán lo que les falte a ustedes, y de esta manera habrá igualdad.
15 Como dice la Escritura: le sobró al que había recogido mucho, ni le faltó al que había recogido poco.

Sin embargo, la discriminación que estaba ocurriendo en esa iglesia generaba esta paradoja:

Santiago 2:6-7 RVC
6 ¡Pero ustedes han despreciado a los pobres! ¿Acaso no son los ricos quienes los explotan a ustedes, y quienes los llevan ante los tribunales?
7 ¿Acaso no son ellos los que blasfeman contra el precioso nombre que fue invocado sobre ustedes?

¡Se terminaba favoreciendo precisamente a los opresores!

Esto no es nada raro, y hay mucho escrito “desde la izquierda” sobre el tema, a lo cual podríamos agregar que también dentro de esa misma izquierda ocurre eso. En definitiva, no se trata de una cuestión de orientación política, se trata del juego del poder, lo tenga quien lo tenga.

Esa es la cruel, pero justa, paradoja: cuando discriminamos de alguna forma al “pobre” (en dinero, en conocimiento, en contactos o relaciones, en fama) terminaremos inevitablemente favoreciendo al opresor; en lo económico y político, como expone Santiago, pero también en lo espiritual. Esto último ocurre cuando se rinden tantos honres y recursos a líderes espirituales que abusan del rebaño, ¡eso es tan común en las iglesias!

Cuando lo leemos se nos hace tan ridículo y obvio, pero cuando estamos metidos en ello se nos pasa completamente desapercibido. ¡Que el Señor abra nuestros ojos!

Bendecir al pobre es un “negocio” de ganar – ganar, así lo dispuso el Señor para que las riquezas materiales, emocionales y espirituales sean multiplicadas sobrenaturalmente, esa es la forma. Y por más que nos quede poco tiempo en la Tierra antes de que seamos llamados a Casa, son todavía necesarios los recursos para completar la obra del Evangelio.


Danilo Sorti