Mateo 16:18 RVC
18 Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre
esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no podrán vencerla.
Cuando Jesús habló de “iglesia” ya dijo
mucho. Dos mil años después a nosotros se nos pierden unas cuantas cosas,
porque la palabra “iglesia” ha adquirido otros significados distintos a los que
tuvo originalmente, y dentro de ese conjunto amplio y muchas veces
contradictorio de sentidos se nos han perdido unas cuantas cosas, entre ellas,
el modelo de liderazgo de la iglesia.
En otra oportunidad hablé acerca de la
etimología de “iglesia” y de cómo aludía a una organización bien conocida en el
mundo griego, la asamblea de los ciudadanos griegos, en el hebreo, la sinagoga
e incluso en el romano, una asamblea de ciudadanos similar a la griega, bajo
sus propias leyes. Todas esas asambleas funcionaban bajo una ley, tenían
restricciones para entrar y participar, y todas admitían un funcionamiento
democrático, aunque con un liderazgo. ¿Por qué, entonces, la iglesia adquirió
una estructura verticalista tantas veces opresiva?
Por diversas razones muy propias de la
naturaleza humana. Pero ha habido marchas y contramarchas en ese sentido, y
comunidades más pequeñas o no tanto intentaron gobiernos más democráticos, que
también terminaron fallando, generando nuevas estructuras piramidales. El culto
a los apóstoles, patriarcas, obispos, “paters” o, lo más reciente,
“querubines”, demuestra como las estructuras piramidales se re-crean
fácilmente.
Preguntar: ¿Cuál es el modelo de liderazgo?,
termina siendo un error porque no hay “un” modelo. La palabra que usamos,
“iglesia” debería darnos una base democrática con limitaciones: no todos podían
participar, sólo los que cumplían los requisitos. El modelo de Jesús es bien
claro: empieza llamando a Sus discípulos y pidiéndoles que lo acompañaran para
ir delegando progresivamente más responsabilidades en ellos hasta que
finalmente se va y los deja a cargo. Muchos de los pastores que conozco jamás
podrían llegar a tal nivel de delegación.
Lo mismo vemos en Pablo: formaba una
comunidad y luego se iba. Podía volver y nombrar autoridades de entre ellos,
podía enviar gente de su equipo apostólico para que liderara por un tiempo o
cumpliera una función. Se esperaba que los hermanos crecieran y asumieran más responsabilidades.
La democracia al estilo político no funciona
en la iglesia porque hace falta nivel de madurez espiritual, al que no todos
llegan, o no al mismo tiempo, por lo que no pueden todos decidir todo. Sin
embargo, todos tienen algún ámbito de decisión y autoridad que debe ser
respetado, y acrecentado a medida que crecen en autoridad espiritual (¡no en
vejez dentro de la organización!). Esto también es raro; buena parte del
liderazgo que conozco sencillamente avasalla la autoridad de los hermanos sin
siquiera darse cuenta de ello, es algo instalado en la mayoría de las iglesias.
Aunque sea pequeña, a cada uno se le ha dado
esa porción de autoridad, por Dios, no por la iglesia, que no tiene nada para
dar y por lo tanto tampoco puede darlo (es claro…), simplemente reconocer y
confirmar lo que Dios ya ha establecido. Y esa porción de autoridad debe ser
respetada, a menos que circunstancias excepcionales (normalmente pecado de la
persona) requieran lo contrario.
Pero a medida que los hermanos crecen en la
fe (en cualquier iglesia o grupo sano ocurrirá tal cosa, y si no ocurre, bueno,
yo consideraría seriamente la posibilidad de irme de allí) se puede hacer
realidad el mandato de “someternos los unos a los otros”, la autoridad de los
hermanos más crecidos se reconoce y puede llegar un momento en que se
establezca una estructura mucho más horizontal en el liderazgo, entre los
hermanos crecidos.
Nuestra tradición latina es bien
verticalista, y lo mismo repetimos en la iglesia. Está de más decir que es algo
que el Espíritu debe cambiar, pero tenemos muchos acostumbrados a la autoridad
a los que amenaza cualquier ascenso de otro. También está de más decir que eso
es pecado.
Cuando el verdadero modelo de liderazgo de la
iglesia es restaurado, ni una democracia política ni una estructura vertical y
autoritaria (que erróneamente algunos llaman “teocracia”, sin definir nunca que
quiere decir exactamente esa palabra), entonces el odre se vuelve adecuado para
que el Vino Nuevo se derrame.
Danilo Sorti