viernes, 19 de diciembre de 2014

1ª Samuel 8: el gobierno de la Iglesia y la estructura piramidal

El problema de la forma de gobierno dentro de la iglesia es histórico, aunque era más bien un debate de tiempos pasados o de algunas iglesias; porque el avance actual del personalismo, escudado detrás de la reforma apostólica, ha "desdibujado" el tema.

Para tratar el tema desde una perspectiva bíblica se pueden buscar muchos pasajes, uno de ellos que resulta bastante clave es el de 1ª Samuel 8, porque nos muestra un proceso de transición, en el que se decidió buena parte de la historia de Israel. Del mismo modo, la estructura de gobierno de la iglesia ha determinado, directa e indirectamente, buena parte de la historia de ella.

Este debate se inscribe en un proceso más general de "deconstrucción" de un evangelio individualista que "invisibiliza" la dimensión grupal, política, de gobierno, y que por ello ha resultado funcional al sector "dominante" y cómodo al "dominado". Normalmente estos temas son catalogados de "poco espirituales", pero entonces, ¿por qué ocupan tanto espacio en la Biblia?

Cuando Dios sacó al pueblo de Israel de Egipto y lo introdujo en la tierra de Canaán no le dió un rey enseguida. El modelo de gobierno era de tipo federal; cada tribu mantenía mucha autonomía y había un líder, levantado y respaldado expresamente por Dios que se encargaba de guiar al pueblo, especialmente en momentos difíciles. Este sistema requería que la gente tuviera la suficiente responsabilidad como para buscar a Dios y obedecer sus leyes sin tener un poder humano central que se lo exigiera.

De la historia del libro de Jueces vemos que pocas veces funcionó; porque "... cada cual hacía lo que bien le parecía" (Jueces 21:25). La causa que presenta el escritor del libro es que "... no había rey en Israel..." El problema de que no hubiera rey era básicamente que Israel no aceptaba el reinado del Señor sobre ellos, por eso no había rey... aunque el Rey estaba entre ellos.

Nunca pudieron aceptar el reinado de Dios sobre ellos, y por consiguiente, Dios nunca (o muy pocas veces) fue verdaderamente su rey. Entonces cobra pleno sentido la queja del escritor de Jueces: "No había rey en Israel".

Luego de varios siglos de vivir en la anarquía, la situación comienza a mejorar de mano de Samuel, pero al final de sus días el pueblo termina de poner el "moño" a su rebeldía al pedir un rey humano en vez de alguien levantado por el Señor.

"Al hacerse viejo, Samuel nombró caudillos de Israel a sus hijos. Su primer hijo, que se llamaba Joel, y su segundo hijo, Abías, gobernaban en Beerseba. Sin embargo, los hijos no se comportaron como su padre, sino que se volvieron ambiciosos, y se dejaron sobornar, y no obraron con justicia. Entonces se reunieron todos los ancianos de Israel y fueron a entrevistarse con Samuel en Ramá, para decirle: “Tú ya eres un anciano, y tus hijos no se portan como tú; por lo tanto, nombra un rey que nos gobierne, como es costumbre en todas las naciones.”" (1º Samuel 8.1-5, DHH)

Samuel había sido un buen caudillo. Su nacimiento fue obra de Dios; desde antes de su concepción estuvo en Sus planes, y muy temprano en su infancia comenzó a manifestarse proféticamente, con una palabra contundente.

Pero, así como Elí no pudo pasar su herencia espiritual ni educar y controlar adecuadamente a sus hijos, tampoco pudo Samuel. Esto, por sí solo, es una enseñanza enorme, y bien vale que meditemos en ella y busquemos sabiduría en el Espíritu. Pero por ahora nos interesa el panorama general: sin mucho discernimiento espiritual en esta ocasión, Samuel pone a sus hijos de líderes (una especie de "sucesión monárquica") y la experiencia falla. No existe en el relato noticia de otro líder que estuviera surgiendo, como en el caso de Josué con Moisés, y, por lo visto, a nadie se le ocurrió convocar a un tiempo de ayuno y oración en el pueblo para que Dios mismo levantara otro líder.

Es triste, Samuel fue un muy buen líder, pudo llevar al pueblo en medio de una transición de épocas y hacerse cargo de un estado de anarquía espiritual y social generalizado; pero no pudo hacer una transición. En esencia, es lo mismo que pasó en la época de los caudillos: Dios se compadecía de su pueblo, levantaba un líder militar, lo ayudaba mientras vivía, pero luego todo volvía a ser como antes o peor, y cuando hubo un intento de "sucesión" como en el caso de Gedeón, resultó desastroso. En ningún momento leemos que algún caudillo formara nuevos líderes conforme al corazón de Dios (bueno, en realidad, casi ninguno de ellos lo fue tampoco). Pero tampoco seamos tan duros con ellos, porque la historia se remonta al final de los tiempos de Josué:

"Mientras él vivió, los israelitas mantuvieron el culto al Señor; y también mientras vivieron los ancianos que sobrevivieron a Josué, que habían visto todos los grandes hechos del Señor en favor de Israel. Pero murió Josué, a la edad de ciento diez años, y lo enterraron en su propio terreno de Timnat-sérah, que está al norte del monte de Gaas, en los montes de Efraín. Murieron también todos los israelitas de la época de Josué. Y así, los que nacieron después no sabían nada del Señor ni de sus hechos en favor de Israel." (Jueces 2.7-10, DHH)

¿Cómo es posible que se levantara una generación que no conocía nada de lo que Dios había hecho, si expresamente en la Ley Mosaica el Señor le manda a Moisés que los padres debían enseñar a sus hijos? Pues, sencillamente, ¡porque no lo hicieron! Y antes de criticarlos a ellos, pensemos que hacemos nosotros hoy, ocupados profesionales cristianos del siglo XXI, tratando de desarrollar carreras exitosas "para testimonio" y ministrar en las cosas de la iglesia "para servir al Señor", mientras dejamos algunas migajas de tiempo para nuestros hijos y familias.

Dejando de lado preguntas incómodas, ni Josué ni los ancianos establecieron una tradición de sucesión espiritual; no fueron capaces de identificar líderes emergentes que estuvieran siendo formados por el Señor, no los tuvieron al lado suyo y no les confirieron su autoridad y liderazgo frente al pueblo. Moisés lo hizo con Josué, pero eso no se repitió en los siglos siguientes.

Samuel hizo las cosas bien en su vida, pero falló al final en un aspecto muy clave: la transición del liderazgo espiritual, y cayó en el "familiarismo". Hoy en día diríamos que esto está "institucionalizado" en muchas iglesias, simplemente se acepta que el liderazgo pasará del pastor a alguno de sus hijos. ¿Habremos vuelto a la época monárquica? Ser hijo del súper ungido del Señor no garantiza absolutamente nada. Lo vimos en el caso de Samuel y lo vemos a diario en nuestras iglesias.

Conocemos lo que pasó después, pero detengámonos un momento antes de avanzar. ¿Qué hubiera pasado si Samuel hubiera hecho una transición espiritual del liderazgo, si cuando veía que ya sus fuerzas flaqueaban hubiera orado para que el Señor levantara a otro líder santo? En el relato bíblico no se critica a Samuel, pero eso no significa que su conducta haya sido correcta. Pudo haber sigo un siervo fiel en muchos aspectos, pero en este no. Un "pequeño" error de una persona de peso espiritual trajo consecuencias que duraron siglos. Es cierto que después el Señor revirtió la situación y apareció un David que se convirtió en tipo de Jesucristo, y que recibió promesas que durarán por la eternidad, pero esto es porque Dios es Dios y tiene el poder de restaurar cualquier situación en algo más glorioso que el modelo original. ¡Gloria sea a su nombre por siempre, porque su amor, poder y sabiduría sobrepasan todos los errores y pecados humanos!

Cuán delicado es estar en una posición de autoridad espiritual, y cuán delicado es el momento de la transición. Es triste que la vejez de muchos líderes de Dios sea un momento de desorientación y vergüenza, que genere problemas para el futuro y que destruya parte de lo que construyó en vida. Que Dios nos de la sabiduría para corrernos a tiempo, que nunca nos apeguemos al poder y reconocimiento más que a Dios y que entendamos que no somos indispensables en nada, simplemente el Señor nos ha invitado a participar en Su obra por un tiempo.

Los hijos tenían "la vaca atada"; todo les fue relativamente fácil, las cosas funcionaban sin mucho esfuerzo y no necesitaron nunca esforzarse demasiado por buscar a Dios. No aprovecharon todo lo que recibieron y su carácter no fue transformado por el Espíritu, en consecuencia, aunque sabían la "forma" de hacer las cosas, tenían "nombre" y un camino ya hecho, no tenían la cualidad moral necesaria para hacerlo.

Pero en el relato hay otra parte tan importante como la primera: el pueblo. Ellos podían haber reflexionado en lo que estaba justo delante de sus ojos, y razonar que con un rey pasaría exactamente lo mismo que ahora estaba pasando con Samuel. Es más, si con Samuel, un hombre santo que escuchaba la voz divina, un profeta, pasaba eso, ¿qué no pasaría con una autoridad "civil", que no tuviera las mismas credenciales espirituales?

Además, decir "como es costumbre en todas las naciones" significaba que ellos conocían lo que pasaba con las sucesiones monárquicas en "todas las naciones", esto es, las intrigas, guerras, matanzas, incompetencia de los sucesores, que ocurría. Ellos sabían exactamente lo que estaban buscando, y aún así lo eligieron.

Por otra parte, conocían cuán bueno había sido cuando Dios levantaba un líder; tenían vivos todavía el recuerdo de Moisés y de Josué, y el de Samuel en su mejor época.

Un rey, según ellos, les iba a garantizar mayor seguridad, mejor defensa, más orden interno. Pero todo esto Dios se lo podía dar, y se lo había dado en el pasado reciente. Sin embargo, prefirieron una autoridad humana a tener que estar siempre dependiendo de escuchar la voz de Dios, tener que buscarlo continuamente, enfrentarse a las decisiones "impredecibles" del Señor, a tener que coordinarse entre ellos, a tener que consensuar, a depender de la voluntad del pueblo... En definitiva, el proyecto democrático de Dios había fracasado.

"Queremos ser como las otras naciones". Ellas funcionan mejor, tienen más orden, solucionan mejor sus problemas. Y era cierto, pero porque nunca pudieron entender y aceptar el modelo divino.

"Samuel, disgustado porque le pedían que nombrara un rey para que los gobernara, se dirigió en oración al Señor; pero el Señor le respondió: “Atiende cualquier petición que el pueblo te haga, pues no es a ti a quien rechazan, sino a mí, para que yo no reine sobre ellos. Desde el día en que los saqué de Egipto, hasta el presente, han hecho conmigo lo mismo que ahora te hacen a ti, pues me han abandonado para rendir culto a otros dioses. Así pues, atiende su petición; pero antes adviérteles seriamente de todos los privilegios que sobre ellos tendrá el rey que los gobierne.”" (1º Samuel 8.6-9, DHH)

El Señor muestra claramente la intención del corazón del pueblo. Samuel podía entender que sus hijos no hicieran las cosas bien, y podía entender que el pueblo no los quisiera, pero tenía el suficiente discernimiento como para entender que un rey no era la solución.

Este pasaje nos enseña algo muy interesante, porque nos muestra la voluntad permisiva de Dios. El hecho de que permita o tolere algo no significa que sea su perfecta voluntad. Suele ser una excusa muy frecuente pensar o decir que, porque Dios se manifiesta en nosotros, o nos bendice, o hace milagros, o se manifiestan sus dones, entonces estamos haciendo todo bien. Es más, ni aún una respuesta positiva a nuestras oraciones es indicación de que estamos haciendo bien.

Hay un tiempo en el que el Señor contiende, pero finalmente va a "ceder" y a permitir que los hombres cosechen todo el fruto de lo que sembraron.

En el relato, los ancianos del pueblo (las máximas autoridades, que expresaban la voluntad del pueblo) se enfocan en la persona de Samuel y sus hijos; pero en realidad estaban criticando un modelo de gobierno divino. La crítica a los verdaderos líderes puestos por Dios sigue siendo crítica a Dios mismo. En un tiempo de revisión de los liderazgos y modelos de gobierno de la iglesia, nunca hay que olvidarse de eso. Aún con los errores que suponemos había cometido Samuel y vimos más arriba, su liderazgo seguía el modelo divino y tenía su respaldo. La solución no era atacar los fundamentos de su liderazgo sino buscar una transición conforme el propósito de Dios.

El Señor expone la iniquidad generacional del pueblo, la raíz de pecado que se había transmitido a lo largo de generaciones y que nunca había sido extirpada. La historia es muy importante, y no deberíamos desdeñar sus enseñanzas, al contrario, si podemos entender bien lo que Dios dijo aquí, podemos aplicar lo mismo en el presente, y procurar cortar con las raíces generacionales de pecado.

Finalmente Dios concedió un modelo de gobierno distinto, pero dejando en claro que no era su propósito, sino sólo su permiso.

Acá vale una aclaración. Siglos antes, el Señor le había dicho a Moisés:

"“Si cuando hayan entrado en el país que el Señor su Dios les va a dar, y lo hayan conquistado y vivan en él, dicen: ‘Queremos tener un rey que nos gobierne, como lo tienen todas nuestras naciones vecinas’," (Deuteronomio 17.14, DHH)

Y luego continúa enumerando los principios básicos de conducta que debía tener el monarca.

Ahora bien, podemos interpretar esto como que Dios está respaldando la monarquía, pero eso sería ir en contra del contexto del Pentateuco y de lo que claramente dice el pasaje de 1ª Samuel. Simplemente, Él ya sabía lo que iba a pasar, conocía lo obstinado que era su pueblo y reglamentó el proceso para que fuera lo "menos malo" posible.

Aún en medio de todo esto, es maravilloso ver como Dios respeta nuestra voluntad, como permite al hombre ajustar su propio destino, aunque no sea el correcto, pero sin dejar de advertir. Pero no es sencillo acostumbrarse a un Dios así, ¡no queremos manejar nuestra propia libertad!

La clave de por qué no quería Dios que hubiera un rey está en la última frase: "adviérteles seriamente de todos los privilegios que sobre ellos tendrá el rey". ¡Nunca fue el propósito divino que un hombre se levantara por encima de los otros para acaparar recursos y privilegios. Nunca fue ese el modelo de gobierno que Él pensó.

Fijémonos cuánto le importa a Dios este asunto. El pueblo quería un gobierno humano centralizado que les diera "orden y seguridad", y el Señor les advierte que el precio de eso sería la libertad y la dignidad. Con el correr de los siglos suponemos que la situación mejoró algo, pero no demasiado.

Dios había tratado de hacer libre a su pueblo, pero vez tras vez ellos quisieron hacerse esclavos; no entendieron el propósito divino, no estuvieron dispuestos a pagar el precio de su libertad, no quisieron correr riesgos, minimizaron la institucionalización del abuso de poder que ocurriría con una monarquía, no valoraron la dignidad que tenían.

"Entonces Samuel comunicó la respuesta del Señor al pueblo que le pedía un rey. Les dijo: —Esto es lo que les espera con el rey que los va a gobernar: Llamará a filas a los hijos de ustedes, y a unos los destinará a los carros de combate, a otros a la caballería y a otros a su guardia personal. A unos los nombrará jefes de mil soldados, y a otros jefes de cincuenta. A algunos de ustedes los pondrá a arar sus tierras y recoger sus cosechas, o a fabricar sus armas y el material de sus carros de combate. Y tomará también a su servicio a las hijas de ustedes, para que sean sus perfumistas, cocineras y panaderas. Se apoderará de las mejores tierras y de los mejores viñedos y olivares de ustedes, y los entregará a sus funcionarios. Les quitará la décima parte de sus cereales y viñedos, y la entregará a los funcionarios y oficiales de su corte. También les quitará a ustedes sus criados y criadas, y sus mejores bueyes y asnos, y los hará trabajar para él. Se apropiará, además, de la décima parte de sus rebaños, y hasta ustedes mismos tendrán que servirle. Y el día en que se quejen por causa del rey que hayan escogido, el Señor no les hará caso." (1º Samuel 8.10-18, DHH)

El panorama de los versículos es por demás de claro; el sistema monárquico avanzaría sobre las familias, las posesiones, los recursos económicos y aún sus propias vidas, todo en nombre del bienestar común. Además, generaría un grupo privilegiado por encima del pueblo. Y para peor, Dios les promete que NO va a hacer nada para revertirlo.

El sistema monárquico que ellos querían se apoderaría de sus recursos y controlaría hasta sus propias vidas. Impondría sus propios proyectos, sus propios planes y reduciría al pueblo a la servidumbre.

Notemos que todo lo que Samuel está nombrando aquí no estaba ocurriendo todavía, que a pesar de todos los conflictos que había tenido Israel, conservaban su dignidad, la capacidad de decidir, su propia libertad y recursos que habían heredado cuando se conquistó la tierra. No pudieron ver ni valorar eso.

"Pero el pueblo, sin tomar en cuenta la advertencia de Samuel, respondió: —No importa. Queremos tener rey, para ser como las otras naciones, y para que reine sobre nosotros y nos gobierne y dirija en la guerra. Después de escuchar Samuel las palabras del pueblo, se las repitió al Señor, y el Señor le respondió: —Atiende su petición y nómbrales un rey. Entonces Samuel ordenó a los israelitas que regresaran, cada uno a la ciudad de donde venía." (1º Samuel 8.19-22, DHH)

¡No sirvió de nada la advertencia! Esto se parece a muchas cosas que decimos, sabiendo que no producirán cambio. Aún más, el Espíritu mismo nos manda muchas veces a hablar sabiendo que no habrá respuesta, para que conste ante la gente como justicia y advertencia.

¿Qué es lo que el pueblo quería? Ser como los demás, no resultar "extraños", acomodarse al sistema, a las "cosas como son", hacer lo que "le funciona al otro". Alguien que ponga orden, no asumir el propio compromiso. Alguien que les diga qué hacer. Alguien que los proteja. Las mismas razones por las que se sostienen los gobiernos actualmente, a pesar de la tremenda crisis de representatividad. Y cuando empiezan a ser cuestionados, salen corriendo a buscar enemigos (reales o imaginarios), o incluso realizar "acciones de falsa bandera". Se trata de mantener al pueblo lo suficientemente asustado como para que acepte un gobierno abusivo e incompetente.

Samuel presenta la respuesta ante el Señor y obtiene su aprobación. Todos vuelven a sus casas y el resto de la historia la conocemos. Muchos tuvieron que sufrir y morir, a lo largo de los siglos, por los pecados y abusos de los reyes israelitas. Al final, les pasó lo mismo que a los egipcios bajo el gobierno de José: terminaron todos transformados en esclavos.

Hasta aquí el relato bíblico. ¿Y por casa como andamos?

El modelo de iglesia que se ha establecido como "exitoso" en las últimas décadas resulta fuertemente personalista, con un líder carismático que terminó acaparando todo el poder de decisión, el manejo de los recursos, el reconocimiento público, y la única "palabra autorizada" para dirigir a la iglesia. El "pueblo" (que precisamente se comporta como "pueblo", como una masa) se alegra con los éxitos del líder, saca de sus recursos para aumentar su prosperidad y para construir su "pequeño imperio eclesiástico".

La estructura de gobierno actual, tanto de las iglesias grandes como de las pequeñas, tiene muchas similitudes a lo que dice este capítulo. Y vuelvo a decir que hay muchos más pasajes que hablan sobre el tema. Un líder ocupa una posición "monárquica", concentrando el poder de decisión y los recursos, la capacidad de liderazgo y la única palabra autorizada para poner "orden" en la congregación. Finalmente todo va a depender de él, y de su camarilla, que recibe a discreción parte de los privilegios y recursos del líder.

Esta es la estructura piramidal que genera el espíritu de religión, la estructura de control humano que recrea el modelo del reinado. ¡Y la iglesia sí lo quiere! No vemos que sea seriamente cuestionada, no vemos que haya un movimiento masivo de creyentes hacia otro modelo de iglesia (así como tampoco vemos un movimiento masivo de no creyentes hacia dentro de ese tipo de iglesia); simplemente se lo acepta como la forma "divina" de gobierno. Y no podría esperarse más de una cristiandad incapaz de leer y estudiar la Biblia.

No se aceptan proyectos distintos al proyecto del líder, las actividades y los espacios "válidos" para "servir al Señor" están ya determinados por la estructura del liderazgo y prácticamente no hay otra cosa que se acepte fácilmente como "genuino servicio al Señor". Cualquier otra visión es rápidamente condenada como "di – visión". Normalmente no sabemos cuánto gana el pastor, ni suelen mostrarse los libros de cuenta indicando en qué se gastó el dinero y, extrañamente, la familia pastoral y ciertos amigos empiezan a prosperar económicamente de manera rápida. Nada diferente a lo que planteó Samuel.

Pero si un Samuel se levantara para condenar esa situación, ¿le ocurriría algo distinto a la respuesta que recibió Samuel? No.

¡Vaya panorama! Una cristiandad atrapada en una estructura religosa piramidal cuasi monárquica, incapaz de ver o siquiera desear algo distinto. ¿Qué podemos hacer?

Lo primerísimo es alabar a Dios porque no estamos en la época del Antiguo Pacto. Jesucristo ya ha venido y ha vencido sobre todo espíritu de religión, nos dió las armas y la sabiduría para pelear contra él y no tenemos que repetir ninguna historia, simplemente aprender de ella y cambiarla.

Lo segundo es quitar este sistema de nosotros, y eso puede ser doloroso. Requiere un proceso que puede ser largo de trabajo del Espíritu Santo, sacando a luz nuestro amor a la religión y nuestro deseo (oculto o manifiesto) de ocupar nosotros mismos la punta de un pequeño imperio humano. Aquí hace falta también guerra espiritual.

Lo tercero es hacer precisamente lo mismo que Samuel: advertir proféticamente sobre este sistema (no necesita ser un profeta reconocido uno para hacerlo, es más, creo que hasta los no cristianos podrían hacerlo bastante bien...). No sé cuánto servirá eso, pero si no se produce cambio, por lo menos deja la puerta abierta a que Dios pueda traer su juicio. También hace falta guerra espiritual.

Y luego algo muy práctico: ¡salir de Babilonia!, es decir, dejar de aportar para ese sistema, no apoyarlo económicamente con nuestras ofrendas, no dedicarle tiempo, no alabarlo ni recomendarlo. Quiero ser cuidadoso en esto y en todo, nada de lo que digo debería ser hecho sin una clara guía, paso por paso, del Espíritu Santo, por ello, lo primero que uno debería hacer es ajustar el oído para escuchar la voz de Dios, muy claramente. Creo que a veces más vale posponer una decisión o un cambio hasta que estén dadas determinadas condiciones.

Pero quiero aclarar que inevitablemente llega un momento en que tenemos que irnos de determinadas iglesias. No debemos sobreespiritualizar el tema: sencillamente, no podremos tener ya más comunión con determinadas estructuras.

Por supuesto, llegar a una situación así va de la mano de una tremenda pérdida de la verdad bíblica, de un absoluto descuido de la oración y la comunión con el Señor y de una aceptación impía de patrones humanos. Así que el cambio es bastante más grande y amplio de simplemente ir a otra iglesia o formar una distinta. Es un proceso, pero debe ser empezado.

Siempre requiere fe avanzar hacia algo nuevo, pero este cambio significará recuperar nuestra libertad espiritual, nuestro tiempo y recursos, nuestra dignidad como personas y llegar a estar disponibles para lo que Dios quiera usarnos, sin tener que someternos a "buenos proyectos" humanos. Claro, el precio es escuchar a Dios en cada momento y estar dispuestos a obedecerle.

Supongo que esto será, al final de los tiempos, uno de los elementos decisivos que dividirán a la iglesia apóstata de la iglesia santa. Y creo que ese proceso está en pleno y rápido desarrollo hoy. Hay un precio que pagar por nuestra libertad espiritual, pero vale la pena.


Danilo Sorti
Diciembre de 2014





domingo, 14 de diciembre de 2014

Ezequiel 34 4ª parte: hacia un nuevo liderazgo y nuevas relaciones entre hermanos

Ezequiel 34.17-25
17“Yo, el Señor, digo: Escuchen, ovejas mías: Voy a hacer justicia entre los corderos y los cabritos. 18¿No les basta con comerse el mejor pasto, sino que tienen que pisotear el que queda? Beben el agua clara, y la demás la enturbian con las patas. 19Y mis ovejas tienen que comer el pasto que ustedes han pisoteado y beber el agua que ustedes han enturbiado. 20Por eso yo, el Señor, les digo: Voy a hacer justicia entre las ovejas gordas y las flacas. 21Ustedes han alejado a empujones a las débiles, las han atacado a cornadas y las han hecho huir. 22Pero yo voy a salvar a mis ovejas. No dejaré que las sigan robando. Voy a hacer justicia entre las ovejas. 23Voy a hacer que vuelva mi siervo David, y lo pondré como único pastor, y él las cuidará. Él será su pastor. 24Yo, el Señor, seré su Dios, y mi siervo David será su jefe. Yo, el Señor, he hablado. 25Voy a hacer una alianza con ellas, para asegurarles una vida tranquila. Haré desaparecer las fieras del país, para que mis ovejas puedan vivir tranquilas en campo abierto y dormir en los bosques.


Aquí hay un cambio importante, aunque lógico y necesario. En este pasaje ya no se enfoca en un liderazgo abusador sino en las propias relaciones entre hermanos, en las actitudes de abuso que se generan ahora por pequeñas diferencias de poder. Es lógico que este tipo de relaciones se dieran en la comunidad porque eso mismo habían recibido durante generaciones y su cultura y sus almas fueron moldeadas en consecuencia. Por otro lado, se trata de un tipo de relaciones muy comunes a la naturaleza caída y no completamente regenerada hasta ahora en ningún movimiento cristiano, por lo que tampoco deberíamos echar toda la culpa al liderazgo. Sea causa, sea consecuencia o sea más probablemente, ambas, el panorama del pueblo refleja (¿o es reflejado por?) la realidad del liderazgo, y llega a ser parte de él.

Es por demás común este fenómeno y se ha escrito mucho al respecto; y aquel que ha podido tener alguna experiencia en trabajo social lo puede afirmar desde su propia vivencia. Desde un punto de vista estrictamente espiritual, sabemos que tiene que ver directamente con los diseños del infierno para pervertir el liderazgo (objetivo estratégico) y las relaciones entre hermanos (objetivo principal, y de donde surge el liderazgo en sí), y que por lo tanto está más o menos implícito y explícito en la naturaleza caída.

El capítulo 34 funciona como una unidad temática porque su contenido es relativamente diferente al anterior y al siguiente; así que la presencia, extensión y ubicación de este texto puede interpretarse válidamente en relación al resto (especialmente a lo anterior) y puede dar alguna idea de lo que el Espíritu quiso decir con este arreglo particular.

Primero, el texto “aparece”. Esto es, el interés divino en todo el capítulo no está puesto principalmente en el liderazgo sino en el pueblo, ya que el primero es visto en función de lo que ha hecho con el segundo. Pero Dios no se queda solamente con la crítica y el duro juicio hacia los malos pastores sino que también expone la realidad de la propia comunidad y el juicio que recibirán los que se aprovechan de sus hermanos.

Así como está, el pasaje sienta una posición particular frente a las posiciones “estructuralistas extremas” en lo social tan propias de nuestra realidad latinoamericana: el sujeto no es un mero recipiente inerte, sin responsabilidad, perfectamente moldeable según las condiciones sociales, políticas y económicas que le son impuestas. Si es sujeto de juicio es porque tiene responsabilidad individual en lo que hace con su propia vida, y si va a ser juzgado es porque bien podría haber hecho algo distinto a lo que hizo.

Por otro lado, si la actitud de estas personas de entre el pueblo es debida a su “propia naturaleza” o la han adquirido a consecuencia de los ejemplos que vivieron o bien éstos exacerbaron o “desataron” lo que había de por sí en su naturaleza, no lo podemos sacar claramente de este pasaje, sino que tenemos que recurrir a otros textos (que por cierto existen en la Palabra de Dios), o bien a la propia experiencia. Lo que sí podemos afirmar con seguridad es que el sujeto tiene su propia cuota de responsabilidad, y, por ende, de posibilidad de cambio.

Segundo, el texto es “breve” en relación con la crítica anterior. Una interpretación posible es que hay una diferencia de responsabilidad (que es obvia) entre el liderazgo y el “pueblo”, y que si bien a este último también le compete, no tiene sobre sí la mayor parte. El Dios Justo no va a dejar de juzgar, pero sin dudas hará diferencia entre uno y otro. Un pasaje más o menos relacionado con esto es Lucas 12:47,48;

47“El criado que sabe lo que quiere su amo, pero no está preparado ni lo obedece, será castigado con muchos golpes. 48Pero el criado que sin saberlo hace cosas que merecen castigo, será castigado con menos golpes. A quien mucho se le da, también se le pedirá mucho; a quien mucho se le confía, se le exigirá mucho más.

De esta manera el capítulo también pone un límite a las posiciones que sobreenfatizan la responsabilidad individual y desconocen las implicancias del contexto, muy típicas de las interpretaciones anglosajonas y también muy extendidas en muchos círculos evangélicos; si bien nunca deja de existir, tiene un límite, y el hecho de que haya personalidades que por pura gracia divina puedan superar contextos muy difíciles y lograr maravillosas obras para el reino de Dios, no significa que esto deba ser la regla para toda la comunidad.

Otra interpretación posible, que no resta autoridad a la anterior pero que la matiza un poco, es que, simplemente, una vez que se ha dicho todo lo que se dijo sobre el obrar de Dios en relación a un liderazgo que abusa de sus liderados, basta solo “actualizar” el mensaje hacia todo el pueblo para que todo el contenido de lo primero se aplique a lo segundo. Entonces, de acuerdo al principio de la economía (que podemos ver en las páginas de las Escrituras), no será necesario repetir todo lo anterior sino simplemente mencionar su aplicación y algunas diferencias significativas.

Así, no deja de tener la principal responsabilidad el liderazgo, pero el pueblo también puede ser culpable de los mismos pecados, aunque en otro nivel.

Tercero, el texto está después de la exhortación hacia los pastores y antes de la promesa de restauración. Podemos interpretar que la ubicación refuerza lo anterior: la admonición será primero para el que tuvo la mayor responsabilidad. Este es un patrón reconocible en las páginas bíblicas; lo encontramos desde el inicio en Génesis 3, cuando Dios juzga primero a la serpiente, luego a Eva y por último a Adán. Por otro lado, la actitud de los líderes resultaba mucho más “visible” y opresiva que la del pueblo entre sí, y requería que Dios la tratara primero.

De esta forma, el Espíritu Santo, a través de la estructura del texto, nos está enseñando a “exhortar” adecuadamente a la iglesia (suponiendo que el que lo haga tenga la autoridad moral y la justicia necesaria como para hacerlo con genuino respaldo divino): no debe ser una exhortación “masiva” dirigida a “todos”, porque en ese “todos” los principales implicados quedan como “ocultos” y su importante cuota de responsabilidad queda diluida en una difusa responsabilidad colectiva, muy pesada para el pequeño e indefenso, muy liviana para el de conciencia cauterizada. Y tampoco debe olvidarse de los “pequeños” que, las más de las veces, sacan provecho cuando pueden del que es más “pequeño” que ellos. Cada uno su parte, en el orden adecuado y con el énfasis adecuado.

Yo, el Señor, digo: Escuchen, ovejas mías: …” “Yo, el Señor” es una expresión repetida en todo el capítulo, y pone una nota muy fuerte al comienzo de cada sección; una y otra vez el Señor está aclarando que toma cartas en el asunto, él, y no un mediador. El tema sigue siendo serio.

En la sección anterior el Señor está diciendo que él mismo va a encargarse de cuidar a las ovejas, de rescatarlas, reunirlas, alimentarlas, darles descanso, sanarlas y cuidarlas. Pero luego de este proceso viene también el juicio entre las ovejas, que es parte del cuidado. Restaurar la comunidad de creyentes, proceso en el que un nuevo y emergente liderazgo está involucrado, y al que muchos otros están siendo llamados, no implica solamente, como dijimos arriba, solucionar lo más grande, también hay que extirpar todas las raíces que quedan entre el pueblo (nosotros, claro).

Voy a hacer justicia entre los corderos y los cabritos”. Explica lo que vinimos diciendo. Cuando leemos un poco de la historia de la época, vemos que las ovejas y las cabras pastaban juntas, pero se guardaban por separado, y las primeras eran más valiosas. La imagen era muy clara para los oyentes, y a nosotros nos recuerda la parábola de la cizaña y el trigo (Mateo 13) y del juicio de las naciones (Mateo 25): aquello que está junto, que se desarrolla junto, que comparte los mismos cuidados, recursos o espacio, que a veces puede parecer igual, pero que no es lo mismo y que será separado en un tiempo de juicio. Este tiempo de juicio puede ser el juicio escatológico, al que estamos acostumbrados en las interpretaciones tradicionales de dichos pasajes, pero no creo que signifique eso aquí, y no creo que debamos seguir interpretando esos pasajes únicamente en un sentido futurista. Hay algo que nos dicen para el aquí y ahora.

Cuando hay juicio, hay separación; viceversa, si está habiendo una separación, es que hay un juicio. En realidad, está empezando el juicio, la separación es una primera etapa y el principio aparece tan temprano como en la época de Noé, o cuando cuando el Señor iba a castigar a Sodoma, y continúa en toda la Biblia hasta llegar al último libro cuando el Señor dice:

Apocalipsis 18.4
     4     Oí otra voz del cielo, que decía:
“Salgan de esa ciudad, ustedes que son mi pueblo,
para que no participen en sus pecados
ni los alcancen sus calamidades;

A veces no entendemos las “separaciones” que hace el Señor, los procesos pueden ser bastante extraños y, aparentemente, sin nada que ver con un propósito divino: peleas, divisiones, líderes que acosan a determinado grupo de hermanos hasta echarlo de la iglesia, hastío espiritual y sensación de vacuidad que lleva a los creyentes a irse de un lugar, etc., etc. Aparentemente, nada “espiritual” ni mucho menos... pero en realidad sí.

Sea como fuere, Dios lo hace. De todas formas, no necesariamente esta “separación” tiene que ser física, y probablemente más de una vez no lo sea; al fin y al cabo, Dios no siempre necesita tener a la gente en “rediles separados” para darle a cada uno lo que merecen sus obras.

¿No les basta con comerse el mejor pasto, sino que tienen que pisotear el que queda? Beben el agua clara y la demás la enturbian con las patas. Y mis ovejas tienen que comer el pasto que ustedes han pisoteado y beber el agua que ustedes han enturbiado.”

De los malos líderes dijimos más arriba que capturaban todos los recursos disponibles y los aprovechaban ellos y sus camarillas; de las “cabras” diremos que hacen algo parecido: aprovechan su posición, su poder, su fuerza o, simplemente, su agresividad, para conseguir los mejores recursos, tratar de abarcar lo más posible, y dejar el resto “turbio”, “sucio”, para que no pueda ser disfrutado por el resto. La imagen no es la de un legítimo deseo de progreso y esfuerzo de superación, sino más bien la de aprovechar alguna posición ventajosa para capturar recursos o posiciones (más allá del propósito divino) y estorbar el crecimiento de los otros.

Esto es muy común en el ámbito “secular”, creo que cualquiera podría estar pensando en un par de ejemplos de su vida cotidiana ahora mismo. Y también es común en determinados ámbitos de iglesia.

Creo que la imagen de las “cabras” aquí podría aplicarse a los que estando adentro no son de Cristo, sino más bien, se aprovechan de los “crédulos y mansos” hermanos. Tampoco hace falta que abundemos demasiado en el tema, porque en la Biblia, especialmente en el Nuevo Testamento, se explica muy bien esto. Por alguna razón, permanecen adentro y nadie los “saca”. En realidad, esta es una función propia del liderazgo, pero ¿cómo podría hacerlo si, en el fondo, son muy parecidos a ellos y tampoco tienen discernimiento espiritual? Como son más astutos, siempre van a tratar de acomodarse al lado del pastor o los líderes principales, adulándolos, siéndoles útiles, especialmente en los “trabajos sucios”, siendo sumamente fieles al “siervo del Señor”.

Acaparan las posiciones en la iglesia, y se ocupan de criticar por detrás a los santos. Y suelen tener un discurso seductor y engañoso, procurando la “misericordia cristiana y el perdón” cuando son confrontados. En verdad, hay gente dentro de la iglesia que debería ser descubierta, confrontada y echada de la comunidad. Tener más misericordia que el Señor sólo ha servido para destruir el Cuerpo de Cristo. Por supuesto, no deberíamos hacer esto sin un claro discernimiento, ¿cuándo es el tiempo? ¿cuándo arrancar una mata de cizaña puede descalzar también una mata de trigo? Pero, finalmente, hay que hacerlo.

A los hermanos fieles muchas veces les han quedado “las sobras”, los restos sucios de lo que otros aprovecharon: ministerios desarmados, personas abusadas espiritualmente, los malos testimonios que han cundido en la sociedad y de los que luego deben hacerse cargo ellos (mientras los que hicieron el desastre sienten “de repente” el llamado misionero para irse lo más lejos posible).

Dios dice basta a todo ello, pero no entendamos este “basta” en un sentido espiritualizado; es cierto que Dios mismo se encargará de ajustar cuentas con ellos, y veremos cómo terminan. Sin embargo, este “basta” es también también para el pueblo genuino de Dios, que habiendo llegado el tiempo del juicio, esto es, cuando el Señor le da a cada uno lo que le corresponde, primero en el ámbito espiritual, recibieron la autoridad para juzgar y deben ejercitarla. Así es, el juicio, ahora y desde una perspectiva cristiana, que completa el mensaje de Ezequiel, también debe ser ejecutado por los hijos de Dios.

Por eso yo, el Señor, les digo: Voy a hacer justicia entre las ovejas gordas y las flacas.”

El juicio no es solamente entre los que son de “distinta especie”, las ovejas y las cabras, los salvos y los que aparentan; sino también entre los de “una misma especie”: los santos, algunos no tanto... ¡Y aquí nadie se queda afuera! Aún los santos fieles necesitan ser perfeccionados, y aún amando a Cristo de verdad y queriendo hacer el bien, cometemos injusticias que implican alguna especie de abuso hacia los hermanos, alguna ofensa, algún descuido, alguna falta. Es necesario que el Señor corrija eso. Estaría bueno si nos damos cuenta a tiempo.

En función de lo que dice más adelante, quizás debiéramos aplicar esta imagen a la diferencia entre cristianos carnales y espirituales, y los conflictos que surgen entre ellos, como más adelante Pablo lo aclara en sus cartas.

Ustedes han alejado a empujones a las débiles, las han atacado a cornadas y las han hecho huir.”

Hay dos acciones, una un poco más sutil (“empujones”) otra más directa (“cornadas”); de nuevo aparece la imagen del abuso de poder de uno sobre otro. Puede ser crítica, puede ser un “descollar” con los propios dones y una especie de autopromoción (a veces inconsciente), pueden ser acciones contundentes para quitar de un lugar a un cristiano débil, esto es, que no está haciendo todo bien y que no está dejando un buen testimonio, porque necesita ser fortalecido y enseñado (distinto es el caso de un falso cristiano, aunque pueden parecerse desde afuera).

Puede ser más difícil ver el proceso, pero es sencillo el resultado: las hacen huir. Las obligan a irse de la iglesia, se “adueñan” de la congregación de Cristo. Y luego las critican por “alejarse del Señor”. El “negocio” parece redondo: ellos se mantienen “dentro” de la iglesia autorizada, con los líderes y la estructura que (antes) Dios bendijo y aprobó, los otros se fueron, por lo tanto abandonaron al Señor, ellos se quedaron, por lo tanto “están bien” espiritualmente. Su posición se refuerza, mientras que los otros se sienten “expulsados de la gracia” habiendo querido hacer las cosas bien. ¡Qué problema! Pero no para el Señor.

Pero yo voy a salvar a mis ovejas. No dejaré que las sigan robando. Voy a hacer justicia entre las ovejas.”

Este es el “basta” del Señor. Este es el momento de la salvación, cuando Dios interviene para cambiar las cosas. ¿Por qué pasó lo que pasó, por qué se “demoró” el Señor? Algo de eso hablamos antes; podríamos presentar una serie de razones, pero lo más importante en este momento es que ha llegado el tiempo en el que las cosas cambiarán.

Éste es el mensaje de esperanza, escrito desde hace siglos, pero que se actualiza cada tanto, cuando llega el momento del juicio y de la recompensa a cada uno según sus obras. Es importante que las promesas sean conocidas y creídas, pero también es importante saber, por palabra rhema, cuándo son los tiempos y las ocasiones del Señor.

Según entiendo, al momento de escribir esto puedo decir que ahora es el tiempo. ¿A nivel masivo, como un movimiento claramente visible? No lo sé, probablemente no todavía, pero sí para los cristianos fieles que tomen la palabra. Y es que la llegada del tiempo depende, en mucho, de la fe de los santos. Es decir, si los santos pueden creer esto, tomar la promesa y la autoridad de Dios, y aplicar su poder aquí y ahora, esta promesa se cumplirá con poder. Está disponible, y quizás en otras épocas no, pero también es un llamado.

Dios va a hacer justicia; acerquémonos a Su justicia para que ella se aplique a nosotros.

El hecho de estar “afuera” de la iglesia es, en realidad, una construcción psicológica. Nadie puede echar a un hijo de Dios fuera de la iglesia ni de la cobertura del Señor (la única “cobertura” genuina, el resto son “aplastamientos humanos”), sólo de una congregación, y en la medida que los cristianos creen que tal o cual congregación es el Cuerpo de Cristo, y que “fuera” no hay nada, sólo entonces han tenido éxito en expulsarlos. Pero cuando entienden que ellos son el Cuerpo de Cristo, y que hay muchos hermanos con los cuales sí pueden tener comunión, y que ellos son los que tienen la autoridad genuina (no los que mantienen el nombre de lo que Dios hizo en el pasado), y que el Señor está mucho más cerca de ellos que de los otros, entonces pasan a estar “adentro”, genuinamente “adentro”, y se dan cuenta que los otros hace rato que están, genuinamente, “afuera”.

Dios se levanta con juicio, con castigo, pero principalmente con revelación para con sus hijos fieles. Dios quita el espíritu de robo espiritual, Dios protege sus riquezas espirituales (dones, gracias, comunión, ministerio, revelación), se las devuelve, y multiplicadas.

Voy a hacer que vuelva mi siervo David, y lo pondré como único pastor, y él las cuidará. Él será su pastor. Yo, el Señor, seré su Dios, y mi siervo David será su jefe. Yo, el Señor, he hablado.”

Este pasaje es clave; retoma lo que había dicho en el párrafo anterior con otro enfoque: antes el Señor mismo se presenta como el Pastor, ahora es David, que, a la luz del Nuevo Testamento, es tipo de Cristo. Pero también es el líder humano (como Cristo lo es de hecho) y puede ser una tipología del nuevo liderazgo que el Señor va a levantar. Y entre ellos se establece una armonía.

Cristo es el líder de este tiempo. Ahora bien, casi cualquier iglesia a lo largo de la historia ha afirmado que Cristo es su líder, pero también casi cualquier iglesia a lo largo de la historia ha colocado una serie de estructuras y personas entre Cristo y el resto de los hermanos. En la práctica siempre se ha dicho y se sigue diciendo una cosa, con los hechos casi nunca se ha cumplido.

Sí, Cristo es el líder, pero los pastores o apóstoles son sus “únicos emisarios autorizados”; entonces, escuchar y obedecer la voz de ellos es lo mismo que escuchar y obedecer la voz de Cristo. Creo que esta historia ya la conocemos...

No es raro escuchar en la iglesia que el “hombre de Dios tiene la visión de Dios para este lugar”, lo que en otras palabras significa que nadie más la tiene y que si estás en este lugar, debés obedecer dicha visión. Y si te vas... te encontrás con lo mismo!

A veces es más sutil, no se dice tan abiertamente pero en la práctica no prospera ningún proyecto ni ninguna idea que no haya surgido del pastor (o de su camarilla cercana). Es lo mismo.

Creo que nos hemos fascinado con las palabras y nos olvidamos de analizar fríamente los hechos; sería todo tan claro si los viéramos. No importa que con la boca se diga una cosa si los hechos demuestran lo contrario. Y tampoco importan mucho las elaboradas justificaciones que se presentan para tales hechos. Es más, creo que no es necesario ni prudente pedirlas.

Si en la práctica toda decisión, todo “lugar de autoridad”, toda palabra autorizada viene de una sola persona (o de un grupo reducido), tenemos a alguien que está ocupando el lugar de Cristo. Si lo hace por ignorancia o por mala voluntad, consciente o inconscientemente, será otro tema del que deberá ocuparse quién pueda (es decir, alguien a quien el tal líder pueda escuchar).

De nuevo aquí nos encontramos con un equilibrio difícil: la Biblia deja claramente una cierta estructura de autoridad dentro de la iglesia; un modelo anárquico o absolutamente democrático no es el patrón bíblico; pero tampoco el modelo pseudo monárquico de las iglesias de este tiempo. Sería largo de hablar, pero creo que Dios ha dejado distintos espacios de autoridad dentro de su reino, distintos límites y áreas de influencia; y ellas deben ser reconocidas y respetadas.

Reconocidas” es una palabra clave: la autoridad espiritual se reconoce (por personas espirituales) y se acepta; cuando se generan conflictos, problemas constantes y malestares, habría que revisar si es que realmente hay autoridad espiritual o simplemente posiciones usurpadas.

Volvamos al pasaje. Si Cristo es el único pastor, la conclusión es muy simple: de él vienen todas las indicaciones. Así nomás. El problema es que podamos y queramos escuchar la voz de Cristo, para recibir sus instrucciones directamente. No voy a desarrollar el tema, pero no suele ser tan sencillo como parece; por el hecho mismo de la sencillez del concepto nuestras estructuras religiosas se rebelan y buscan crear toda una serie de sistemas para “tener la seguridad” de que se está escuchando la voz de Cristo, cuando en realidad en lo que deberíamos esforzarnos es en aprender a discernir su voz.

Esto último es un tema no menor, pero bastante esquivado hasta ahora; implica un cambio de enfoque radical de la forma de hacer iglesia: en vez de preocuparnos por las estructuras y formas de iglesia que tenemos que armar, por los programas y proyectos, por las líneas de autoridad y procurar que todos “sigan la visión”, el principal objetivo pasa a ser preocuparnos por escuchar ajustadamente la voz de Cristo, discernirla claramente, obedecerla y ajustar todas nuestras actividades a sus indicaciones.

En vez de ver quién tiene más autoridad, de armar esquemas jerárquicos y procurar el disciplinamiento de la gente, discernir cuándo alguien está obrando según el propósito divino y organizarnos según él, sin importar por medio de quién viene la revelación. Por supuesto que hay orden y “jerarquía”, pero tienen una forma muy distinta al orden y jerarquía humanas.

Esto implica una reestructuración radical de la iglesia, pero lo bueno es que podemos empezar ahora mismo; aplicándolo nosotros, cada uno. Seguramente todos escuchamos, al menos de vez en cuando, la voz de Cristo y la obedecemos, pero también seguramente todos tenemos unas cuantas (¡muchas!) áreas en las que no, y ahí debemos avanzar. Probablemente nuestra actividad de iglesia sea de acuerdo a los programas establecidos y no cuestionemos la autoridad de ellos; probablemente nuestro trabajo secular sea conforme a los cánones aceptados para la profesión u oficio, pero no los confrontamos con la voz del Espíritu, y un largo, largo, etcétera. Y quizás no hemos desarrollado conscientemente ni le hemos pedido con insistencia al Señor que nos dé el discernimiento para reconocer su voz de otras voces. Bueno, hay bastante para trabajar.

Hacer esto implica “cumplir” la promesa del pasaje de Ezequiel. Porque si Dios va a poner un nuevo pastor, ¡las ovejas tienen que obedecerlo, claro! Pero creo que, acostumbradas como estaban a escuchar a un pastor humano, no tienen su oído ajustado para escuchar al Pastor Divino. La transición, el cambio de situación de lo que vinimos diciendo en los artículos anteriores de la serie, implica poder escuchar y obedecer directamente al Pastor puesto por Dios, no cambiar un líder humano por otro. Es decir, no se soluciona buscando de iglesia en iglesia donde está el mejor pastor (aunque suele ser necesario también); se soluciona buscando primero la voz de EL Pastor, y luego obedeciendo su guía.

Y aquí vamos al tema del liderazgo humano, porque es claro que Dios establece una estructura de líderes dentro de su pueblo, existen rangos y áreas de autoridad y también jerarquías. La clave de todo esto es si dicha estructuración vino de alguna “buena idea” humana o bien del reconocimiento de la autoridad dada por el Espíritu en cada uno. Repito, lo segundo solo funciona con un verdadero discernimiento espiritual.

Los líderes humanos que ahora Dios levantan siguen el modelo de “David”, Cristo en nuestro análisis neotestamentario. Habría mucho para hablar de su ejemplo, no pretendo hacerlo aquí, simplemente rescatar el enfoque: son como Cristo, tienen su autoridad, siguen el modelo bíblico. A ellos hay que seguir, a ellos hay que escuchar (y obedecer en la medida que sus palabras sean confirmadas por el Espíritu en nuestros espíritus). Ellos merecen nuestros recursos, es decir, ofrendas, diezmos, tiempo, oración, bienes materiales, reconocimiento (todo en la medida que el Espíritu lo muestre, claro).

Debemos dejar de destinar nuestros recursos a un sistema religioso que sabemos que está mal, ¡somo cómplices de él si ofrendamos y destinamos tiempo! Participamos de sus mismos pecados y nos hacemos acreedores de sus mismos juicios, por más que tengamos discernimiento de que no están haciendo bien. Hay muchas buenas obras de Dios y muchos genuinos ministros que necesitan tus ofrendas y diezmos, prefiero destinarlos a ellos antes que colaborar en la construcción de “pequeños imperios personales” de algunos superapóstoles.

Primero, debemos seguir al Líder puesto por Dios: Cristo. Segundo, escuchar a los que cuentan con su aprobación para liderar a su pueblo. Tercero, debe haber una correcta armonía entre ambos.

Algo dije más arriba; ser un líder conforme al corazón de Dios implica (entre otras muchas cosas) reconocer la voz de Dios y someterse a ella, aunque dicha voz venga de mano del más “humilde hermanito”. Implica aceptar que hay Alguien que puede corregir lo que yo digo. Implica que no voy a tener todo el panorama ni toda la visión de conjunto; no voy a “dominar el asunto”. Implica la actitud de Juan el Bautista: llevar a la gente a aprender a escuchar, creer y obedecer la voz de Cristo, de tal manera que “menguamos” nosotros en nuestra visibilidad y “autoridad”.

Voy a hacer una alianza con ellas, para asegurarles una vida tranquila. Haré desaparecer las fieras del país, para que mis ovejas puedan vivir tranquilas en campo abierto y dormir en los bosques.”

Este pasaje comienza una idea que se desarrollará en un próximo artículo. El Señor está empezando a mostrar la consecuencia de este cambio de situación. Contrasta con el panorama desolador de los primeros versículos del capítulo y es el marco de las bendiciones que vendrán.

Una vez que Dios haya hecho la separación, una vez venido el juicio, arreglada la vida en la comunidad y restablecido el correcto liderazgo, entonces viene la bendición, que comienza con un nuevo pacto, una nueva alianza y continúa con las promesas.

Ese es el proceso, no hay otro, no podemos saltearlo ni alterarlo. Estamos en una época donde se busca desesperadamente la bendición, por un atajo que no lleva a ningún lugar. Peor aún, se predica y se enseña sobre el atajo, no sobre el camino. Para llegar a la promesa de este versículo, es necesario hacer el recorrido anterior. No sirve quedarse en la mitad, tampoco “casi llegar”. Hay que concluir todo el proceso.

Creo que muchos hijos de Dios están desparramados todo a lo largo del camino, pero sin llegar. No pueden quedarse allí. No basta con haberse dado cuenta, con haber salido de un sistema si no se llega al Pastor Divino y a los líderes que él ha puesto. No existe la “anarquía cristiana”, no basta con solo “reunirse en las casas” sin un liderazgo conforme al corazón de Dios.

La promesa es una nueva alianza. Por supuesto, ya hemos recibido la Nueva Alianza establecida por Cristo, pero aquí puede tener también un sentido más particular; un nuevo pacto que Dios hace con un grupo de sus hijos, dentro de El Pacto que él ya ha establecido. Y la primer y principal promesa de este nuevo pacto tiene que ver con todo lo que se vino diciendo más arriba: Dios va a quitar de esta nueva comunidad a las fieras; a los falsos líderes, a los abusadores, a los falsos hermanos; va a restablecer la genuina comunión entre hermanos, la verdadera familia de Dios.

La iglesia, la comunidad de los salvos, aquí en la tierra, las congregaciones particulares, serán nuevamente lugares seguros. No quiere decir que no haya problemas, sino que no tendremos que cuidarnos de lobos feroces agazapados entre sus bancas y líderes abusadores; todos serán santos, no entrará lo inmundo; habrá seguridad en el pueblo, las intenciones serán puras, las actividades, programas y proyectos serán para la gloria de Dios. Todo lo que se haga será edificante, no habrá abuso espiritual, existirá la genuina ayuda y amor; se podrá confiar en aquellos que vemos por primera vez.

Los malos y falsos no podrán entrar porque, o bien no soportarán la presencia de Dios en su pueblo, o bien serán descubiertos enseguida, o bien recibirán un duro juicio de Dios. No habrá “fieras”, nadie que haga mal, que busque sus propios fines egoístas.

¿Verdad que esto prácticamente no existe hoy dentro de lo que se llama iglesia? Pero existirá en el pueblo nuevo que Dios está formando, y no en la iglesia espiritual en el cielo, sino aquí y ahora. Allí comenzará a cumplirse la promesa de Apocalipsis:

Apocalipsis 21.27
27pero nunca entrará nada impuro, ni nadie que haga cosas odiosas o engañosas. Solamente entrarán los que tienen su nombre escrito en el libro de la vida del Cordero.

Todo lo que ha mostrado el Espíritu sobre la iglesia en las últimas páginas de Apocalipsis debe comenzar a cumplirse aquí, antes de que llegue su perfección.

Danilo Sorti
Diciembre de 2014


viernes, 12 de diciembre de 2014

Mateo 23: hipocresía religiosa, falsos pastores, falso liderazgo y falsos seguidores! (1º)


Realmente hay mucho escrito en la Biblia sobre los falsos líderes, los mentirosos que llevan al pueblo de Dios por caminos equivocados; tanto, que sorprende su éxito sostenido a lo largo de 20 siglos de cristianismo y especialmente en las últimas décadas. Bueno, en realidad, no sorprende tanto; la Biblia ha permanecido cerrada para el pueblo; durante siglos porque no podían acceder a ella, y hoy porque, sencillamente, no la leen. ¡Hay tanto para hacer y tantas distracciones en qué entretenerse, que no queda tiempo más que para algunas "píldoras de religión" de vez en cuando o mensajes televisados a la noche.

Es difícil hablar sobre el liderazgo con los cristianos que no estén fundamentados en la Biblia, normalmente lo consideran una blasfemia. Pero dada la crisis actual es necesario, imperioso, que abran sus ojos y escapen del sistema religioso evangélico en el que se encuentra la mayoría de la iglesia.

Pero esto no se trata de simplemente exponer las quejas y heridas recibidas de malos pastores (y las hay muchas), porque en ese caso estaríamos aportando para los propósitos del Adversario. Se trata más bien de leer con sinceridad el texto bíblico y entender sus descripciones y advertencias.

El capítulo 23 de Mateo hace un resumen muy interesante desnudando la hipocresía religiosa de entonces y de ahora. Haríamos muy bien en prestar atención y estar prevenidos.


"Después de esto, Jesús dijo a la gente y a sus discípulos: “Los maestros de la ley y los fariseos enseñan con la autoridad que viene de Moisés. Por lo tanto, obedézcanlos ustedes y hagan todo lo que les digan; pero no sigan su ejemplo, porque ellos dicen una cosa y hacen otra." (Mateo 23.1-3, DHH)


Jesús no tuvo ningún problema en enseñar sobre el tema, aunque sabía que esto le iba a costar la vida. No es la primera vez en los evangelios que leemos las críticas del Señor dirigidas a los líderes religiosos; críticas mucho mayores que las que puedan aparecer sobre las prostitutas y cobradores de impuestos de la época. Está claro qué es lo que aborrecía más que nada sobre la tierra.

¿Por qué razón difícilmente escuchemos predicaciones al respecto, o bien, si las escuchamos están directamente dirigidas a tal o cual "contrincante ministerial" del pastor? En el fondo, no es difícil entender que de una u otra manera, todos están dentro del mismo sistema; no pueden criticar lo que ellos hacen, o están pretendiendo hacer. El evangelio no es política; en un sistema democrático los políticos van a tratar de conciliar intereses y posiciones, procurando que nadie resulte ofendido; y es lo que corresponde (el problema no está ahí, sino en lo que desean los distintos grupos sociales; ése debería ser el foco de atención de los cristianos). En la iglesia existe una "regla" de medida, y no puede haber "manejo político" que escape a ella (esto no quiere decir que se puede ofender gratuitamente, como algunos hacen en nombre de la "verdad y la sinceridad").

El evangelio implica "jugarse" el todo por el todo. Conocemos el ejemplo de Jesús:

Juan 6.66-67 DHH

66Desde entonces, muchos de los que habían seguido a Jesús lo dejaron, y ya no andaban con él. 67Jesús les preguntó a los doce discípulos:

—¿También ustedes quieren irse?

No le importaba tener una multitud de gente que ofrende, es más, no le importaba que aún los 12 se fuera. No negoció con el evangelio, no rebajó sus demandas.

Un verdadero ministro de Cristo no va a dejar de advertirnos sobre la hipocresía y la falsedad religiosa en nuestras iglesias, es su obligación hacerlo. Si nos ofende escuchar estos mensajes, probablemente sea porque nosotros también tenemos esa misma hipocresía y falsedad en nuestro corazón. Si no nos arrepentimos de ella, seremos inevitable presa de los falsos líderes.

En este pasaje el Señor está "solucionando" un problema por demás de común: ¿cómo conducirnos con los líderes cuya vida no está de acuerdo con la Palabra? La respuesta es simple: diferencien entre las palabras y las obras; repiten lo que dice la Biblia, aunque no lo cumplan, por lo tanto hay que saber qué imitar y qué no. Pero, ¿será así de fácil...?

A primera vista la respuesta parece ser que uno debería creer y obedecer todo lo que dicen, aunque no hacer lo que hacen. Pero la práctica nos ha enseñado que eso no funciona. ¿De verdad Jesús estaba diciendo eso?

No podemos negar que aún los más desviados dicen cosas verdaderas en sus predicaciones, con el solo hecho de leer la Biblia ya están anunciando la verdad. ¡Hasta el mismo Satanás dice la verdad a veces! No hay que olvidar que la mentira, para que sea verdaderamente mentira, debe contener la mayor cantidad de verdad posible, porque si fuera absolutamente todo mentira, nadie la creería. Construir una sociedad o un grupo de personas que acepte las mentiras más profundas le significa al Adversario un programa de mucho tiempo, muchas generaciones incluso, para introducir y afianzar de manera lenta y progresiva los distintos escalones de engaño.

Entonces podemos ver que decir "algo" de verdad dista mucho de decir "toda" la verdad, o en su sentido absoluto, "la" verdad. ¿Jesús estaba diciendo que debían creer a todo lo que ellos dijeran?

En la forma de hablar del Señor, y especialmente en el contexto literario bien "judío" de Mateo, son frecuentes las hipérboles o exageraciones; incluso las connotaciones irónicas; por lo que no sería raro que "hacer caso" significara "también tengan cuidado". Por supuesto, no olvidemos que las Escrituras no estaban extendidas entonces como ahora, ni tampoco la mayoría de la gente sabía leer, por lo que una parte importante de lo que decían debía incluir la lectura de la Palabra; a eso sí debían hacer caso.

Cuando seguimos leyendo el resto del capítulo, en el que probablemente Mateo agrupe varios discursos sobre el mismo tema dichos en diferentes oportunidades por el Maestro, resulta obvio que todos los hechos que critica tienen un "discurso" correlacionado. Por todo esto, creo que deberíamos tomar las palabras de estos versículos como una advertencia a, primero y antes que nada, no imitar sus hechos; y segundo, a analizar sus palabras. No nos olvidemos que Jesús dice "enseñan con la autoridad que viene de Moisés" (literalmente, "en la cátedra de Moisés se sientan"); no tienen autoridad en sí mismos, sólo es derivada y en la medida que se mantengan fieles a ella. Esta es la actitud que deberíamos tener hacia muchos de nuestros "grandes apóstoles" actuales, para empezar, porque luego el Espíritu dirá otras cosas en el resto del Nuevo Testamento.


4Atan cargas tan pesadas que es imposible soportarlas, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo. (Mateo 23.4 DHH)


Si los primero tres versículos constituyen la introducción de la enseñanza, este hace la aclaración de la realidad espiritual de lo que sigue. El espíritu con que estaban operando entonces y con el que siguen operando ahora los falsos líderes es el de la religión, cuya primer y más visible consecuencia es el agobio de las personas bajo cargas pesadísimas, que ningún hombre puede llevar por sí mismo. En donde veamos cristianos agobiados, "aplastados" bajo un sistema, incapaces de moverse con libertad, como el viento (tal como el Señor dice en Juan 3), ahí está el espíritu de religión obrando y ahí están sus fieles mensajeros hablando "en nombre del Señor" (¿o del "señor"?). Esto ha llegado a estar tan naturalizado y justificado teológicamente que la mayoría de los cristianos reaccionaría muy ofendidos si uno se los dijera. Si no me creen, hagan la prueba (pero traten de tener una puerta para escapar cerca).

Y de paso, este versículo nos aclara perfectamente los anteriores, ¿por qué los religiosos profesionales de su época (y de esta) viven hipócritamente? Sencillo, porque "su" doctrina es imposible de practicar; porque Dios no está en ella y no hay ningún poder divino para vivirla. Ante esta situación, por demás de común tanto entonces como hoy, existen dos reacciones comunes: o bien se apartan de ese sistema y se quedan a un costado, sumergidos en la maldad o tratando de buscar a un Dios que no es el de esa enseñanza, sin mucho éxito; o le encuentran la "veta" económica y social al asunto y siguen con el juego. Estos son los religiosos profesionales, que necesariamente van a llevar una vida hipócrita porque no van a poder vivir lo que predican.

Por supuesto, existe otra posición intermedia, los que siguen engañados con ese sistema, creyendo que es la verdad y tratando de vivirla, fracasando una y otra vez (lo cual en el fondo, también es vivir una vida inconsecuente con lo que se predica) pero intentándolo infructuosamente. Y, por supuesto, tampoco podemos "encasillar" tan tajantemente a todas las personas en uno u otro modelo. Pero, sea por esta razón o la otra, la consecuencia será que no pueden vivir lo que creen, lo que predican, o lo que no creen pero piensan que deberían creer.

El evangelio de la religión, que ha sido susurrado diligentemente por los demonios de la religión al oído de teólogos, pastores, maestros, apóstoles, profetas y evangelistas a lo largo de siglos, NO se puede vivir, y cuando se lo intenta, el resultado es quedar agobiado bajo una carga imposible de llevar. ¿Quién de nosotros puede decir que está completamente libre de él? Absolutamente NADIE.

Quiero recalcar la dimensión espiritual del asunto; durante mucho tiempo leí muy buenos comentarios al respecto hablando de lo malo, perverso y ruines que eran estos fariseos, y de cómo debían arrepentirse y cambiar... exactamente el mismo espíritu que el de los fariseos pero con otro color; y peor aún, porque en lo que los critiquemos nos condenamos a nosotros, porque seguro que algo de eso en algún momento hacemos. Ante nosotros tenemos a los principados de más alto rango de todos, los más importantes, los más sutiles, aquellos que no se van a espantar con ninguna reprensión de demonios, ni con prolongados ayunos; los que se sientan a nuestro lado para disfrutar de las reuniones de la iglesia, los que toman mate con nosotros cuando leemos la Biblia, los que comparten sus "conocimientos" con los teólogos y maestros cuando enseñan. ¡Y no estoy exagerando en nada, al contrario!

NUNCA hasta ahora la iglesia a podido vencerlos, inevitablemente, inexorablemente, sin absolutamente ninguna posibilidad de escapar, todo movimiento del Espíritu ha sucumbido tarde o temprano ante ellos. ¿Podremos hacer algo mejor en el final de los tiempos?

Pero cuando nuestros ojos son abiertos es sorprendente que sea tan fácil detectarlos, tan sencillo darse cuenta. Basta escuchar unas pocas palabras para sentir el "gusto" del espíritu que traen. En esta enseñanza, Mateo resume las herramientas de discernimiento espiritual que Jesús les da a sus discípulos  para no dejarse engañar. En el resto del Nuevo Testamento, el Espíritu se encargará de ampliar y completar lo que fue dicho bajo el Antiguo Pacto y resumido en los Evangelios.

Pero nos estamos olvidando de algo. No solamente hay "cargas pesadas", seguidas de agobio, pesadez, frustración, impotencia, sentido de fracaso; estas cargas son preparadas por alguien y "puestas" sobre los hombros de otro. Los religiosos profesionales han llegado a incorporar la doctrina demoníaca y desarrollar la habilidad de transmitirla eficazmente, tanto es así, que literalmente "ponen" la carga sobre otro. No debemos pensar que este sea un proceso cien por ciento consciente, basta solo una apertura a los espíritus de religiosidad para que ellos se encarguen del resto.

El liderazgo implica muchas cosas, una de ellas es que hay una influencia de alguien (el líder) sobre otro (el liderado); la visión de Jesús es que esta influencia debía ser de servicio, cuando se corrompe, se transforma en explotación. Y, literalmente, los cristianos han terminado en más de una ocasión "explotando" bajo la carga de la religión (y me estoy refiriendo a la "religión evangélica"; no soy católico y no me toca a mí hablar de ellos).

La descripción de síntomas y signos sirve para hacer un diagnóstico. Es el primer paso para hallar una solución.



5Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar en la frente y en los brazos porciones de las Escrituras escritas en anchas tiras, y ponerse ropas con grandes borlas. 6Quieren tener los mejores lugares en las comidas y los asientos de honor en las sinagogas, 7y desean que la gente los salude con todo respeto en la calle y que los llame maestros. (Mateo 23.5-7)


El tipo de religiosidad con el que está tratando Jesús además de hipócrita es "publicitaria" (usando términos actuales): se muestra exageradamente; es más, no se trata de una simple promoción, ni incluso de una (tan común) publicidad engañosa para conseguir una venta (o gente que ofrende los domingos); la esencia de su accionar depende de la aprobación de los demás. El conjunto de acciones tienen que ver con ello, diríamos (siguiendo nuestro tradición psicologista) que su "salud mental" depende de la aprobación de sus "actos religiosos".

Antes de empezar a criticar a diestra y siniestra, tengamos en cuenta que el ser humano necesita para la sana constitución de su psiquis la aprobación de los otros; en un principio (y durante bastante tiempo) estos otros significativos son los padres; y sabemos de cuántos y cuántos traumas se generan cuando no hay aprobación o incluso cuando existiendo, no se hace manifiesta. Luego aparecen los maestros, jefes, conyugue, hijos, determinados líderes, hasta que llega a idealizarse en un "súper yo" que nos habla desde la conciencia diciéndonos qué esta bien y qué está mal; el "otro" pasa a ser alguien abstracto (de paso, eso puede llegar ser un terreno amplio y espacioso para los demonios), pero nunca termina de "aislarse" completamente de la gente.

Esto es natural, el problema está en quién termina siendo la voz autorizada para aprobar o rechazar mi conducta, pensamientos e intenciones. Pablo lo dejó en claro:

3En cuanto a mí respecta, muy poco me preocupa ser juzgado por ustedes o por algún tribunal humano. Ni siquiera yo mismo me juzgo. 4Sin embargo, el que mi conciencia no me acuse de nada no significa que yo por esto sea inocente. Pues el que me juzga es el Señor. 5Por lo tanto, no juzguen ustedes nada antes de tiempo; esperen a que el Señor venga y saque a la luz lo que ahora está en la oscuridad y dé a conocer las intenciones del corazón. Entonces Dios dará a cada uno la alabanza que merezca. (1 Corintios 4.3-5)

Aún Jesús dijo:

15Ustedes juzgan según los criterios humanos. Yo no juzgo a nadie; 16pero si juzgo, mi juicio está de acuerdo con la verdad, porque no juzgo yo solo, sino que el Padre que me envió juzga conmigo. (Juan 8.15-16)

En el contexto de lo que venimos diciendo, "juzgar" se refiere a emitir un juicio de valor sobre determinadas acciones; es decir, aprobar o rechazar. Y está claro que el único que puede juzgar con verdad es Dios. Y si quedara alguna duda, Jeremías dijo mucho tiempo antes:


9      “Nada hay tan engañoso y perverso
como el corazón humano.
¿Quién es capaz de comprenderlo?
10    Yo, el Señor, que investigo el corazón
y conozco a fondo los sentimientos;
que doy a cada cual lo que se merece,
de acuerdo con sus acciones.”
(Jeremías 17.9-10)

Y podríamos seguir durante un rato muy pero muy largo demostrando con la Palabra que mi propio corazón, mi propio yo o "súper yo" o "híper yo" o como queramos llamarlo NO está habilitado para ser juez de mí mismo. Mucho menos otra persona.

Esto no quiere decir, claro está, que no deberíamos tener sistemas judiciales (la Biblia es clara al respecto) ni juzgar correctamente entre hermanos (también habla sobre eso) ni analizarnos a nosotros mismos; significa que el criterio último de todo juicio debe venir del Juez de toda la tierra; que él debe inspirar justicia en los tribunales, cuando juzgamos entre hermanos y aún cuando nos "juzgamos" a nosotros mismos. Una cosa es juzgar acciones, hechos concretos, aún conductas manifiestas y otra las intenciones y la vida espiritual.

Ahora bien, el problema de los versículos que leímos más arriba era el tipo de religiosidad que necesita de la aprobación de los demás. Si está claro que ellos no pueden ser la correcta vara de medida, ¿por qué tanto empeño en buscarlos?

A más de uno se le ocurriría pensar que, para un hijo de Dios que conoce a su Dios, es por demás de absurdo estar dependiendo de la aprobación de los demás, que necesariamente (o al menos, casi exclusivamente) se va a basar en obras fácilmente visibles y "evaluables", y si estamos hablando de "las masas" (los "muchos") no podemos pensar en que discernirán elaborados discursos teológicos o meritorias acciones de renuncia; en definitiva, el accionar es "político" en el sentido burdo de la palabra.

El que debe aprobar o reprobar mis acciones no es otro que Dios, ni siquiera yo mismo. El "pequeño" problema es que para ello necesitamos llegar a un nivel de comunión tal que verdaderamente "caminemos" junto con el Padre, como Enoc, escuchando y dialogando cada momento, recibiendo su aprobación o su corrección.

Cuando nuestra "espiritualidad", nuestra relación con Dios, termina dependiendo de la aprobación o rechazo de los demás (sean las "masas ignorantes" o el más culto y santo de los líderes espirituales), estamos en serios problemas: sencillamente, no estamos escuchando a Dios, no podemos discernir su voz, y nuestra fe es simplemente una religión manipulada (por las masas o por algún líder, en el fondo es lo mismo). Y por más "correcta" y acertada que sea esa aprobación (si es que pudiera serlo), si no depende de Dios, no sirve para el reino DE Dios.

Creo que ninguno de nosotros puede decir en este momento que está absolutamente libre de este pecado, y si simplemente nos abrazamos y lloramos juntos por eso, no solucionamos nada. Más vale, reconozcámoslo y empecemos a tomar las decisiones y las acciones para revertirlo (que consiste en acercarnos a Dios, escuchar su voz y aceptarla como verdad).

Volviendo al tema del liderazgo hipócrita, digo lo mismo que más arriba; esto nos sirve de diagnóstico (por supuesto, hace falta discernimiento), permite identificar a los que están actuando bajo los principios y principados expuestos y de quienes debemos tener cuidado. Y no seguir su juego por supuesto, porque donde hay un liderazgo que necesita la aprobación de los demás para sus propósitos, hay un "pueblo" (una "masa", diría yo) que necesita tener a alguien a quién aprobar para sentir algo trascendente a ellos mismos.

Hasta aquí estuvimos hablando en un sentido psicológico de la aprobación, pero por supuesto existe otro sentido mucho más básico y material: dinero, poder, influencia. La aprobación de los otros permite conseguir dinero de ellos, permite tener influencia sobre ellos y, en definitiva, aumenta el poder de los que están siendo aprobados. Y creo que no hace falta que expliquemos mucho esto, es muy simple.

En la medida que no tengo la bendición de Dios (porque no estoy en verdadera comunión con él ni le obedezco), que el poder del Espíritu no se manifiesta en mí y que no puedo lograr una influencia voluntaria sobre los demás, inevitablemente necesitaré obtener todo eso de otro modo.

La actuación religiosa logra influencia sobre las "masas", como dijimos antes. Claro que cualquiera diría que eso es generalizar mucho, y es verdad. No todos se dejan engañar por ella, pero si vemos que existen variadas formas de actuaciones religiosas, nos daremos cuenta de que la mayoría sí se deja engañar en alguna medida.

Jesús está hablando a la gente, la parte "necesaria" de esta actuación. Dios ha dado una cuota de poder y autoridad a absolutamente toda persona en esta tierra, y dado que esto es así, los poderosos siempre se han preocupado por lograr engañar a las personas a lo largo de los milenios; ¿para qué engañar a alguien si ese alguien no tiene absolutamente ningún poder, si no hay nada que pueda hacerme o darme?

El Señor está "desarmando" el circo al abrir los ojos de los "espectadores", otro tanto tenemos que hacer nosotros, ¡empezando por nosotros mismos!

Por otro lado, esta situación genera una atadura del alma, de unos hacia otros, que es necesario romper con la autoridad de Cristo. Literalmente unos están dependiendo de otros, y llega a haber una fuerte conexión entre líder y liderados, pero que no proviene del Espíritu Santo. Algunos pueden pensar que es una unidad maravillosa, y hasta dar gracias a Dios por ella. De hecho, se pueden hacer muchas cosas así, construir grandes obras, edificar ministerios, hacer muchas actividades en el nombre de Cristo. Puede haber un gran avance de la congregación así, y podemos creer que es debido a la bendición de Dios. Podemos llegar a construir un enorme edificio para el reino de Dios... con el inconveniente de haberlo hecho en el terreno equivocado.

Es decir, las cosas "pueden funcionar" a los ojos humanos de esta manera, puede haber mucha actividad e incluso el Espíritu puede manifestarse por pura misericordia, pero lo que se haya hecho, ¿habrá sido para el reino de Dios o para el pequeño reino de algunos líderes humanos?

Volviendo al texto bíblico, Jesús dice que "aman" los primeros asientos en las cenas y las primeras sillas en las sinagoga; es decir, el primer lugar, tener un puesto visible en las actividades tanto sociales como religiosas. Dicho de una manera más sutil, ser conocidos y apreciados en el mundo social, político o cultural así como en el mundo religioso. Deberíamos ser cuidadosos y reconocer que existe muchos llamados genuinos para ministrar en el mundo, en las diversas actividades sociales, políticas, culturales, etc.; y que a medida que pase el tiempo, estos aumentarán y la iglesia se moverá hacia una integración plena con "el mundo", pero esta vez no para ser absorbida por él sino para cumplir el propósito que todavía está pendiente: fermentarlo con la levadura del reino. Y también deberíamos reconocer que existen llamados genuinos a "tener visibilidad" en distintos ámbitos, y que Dios concede a algunos los "primeros lugares".

Pero está claro, muy claro, que existe una gran diferencia entre aquel que llega por voluntad divina y el que llega trepando, engañando y pisoteando. El que llega por propósito no "ama" los primeros lugares, es más, probablemente no los quiera; sólo ama cumplir la voluntad del Padre. El otro, ama desesperadamente el lugar, la posición, el nombre. Podemos darnos cuenta de eso.

Que la gente los llamen "maestros" es su otro deleite. Pero claro, esto ya fue escrito en los evangelios, es difícil que un cristiano hoy sea tan evidente en su hipocresía, normalmente vamos a disimular más... Sin embargo, sigue siendo claro cuando hay deseo de recibir títulos de respecto, especialmente aquellos que aluden a un gran conocimiento o virtud espiritual del que los lleva.

Veámonos un poco; el Señor nos ha dado dones y bien puede ser que algunos de ellos tengan que ver con el liderazgo (Jesús habla de la enseñanza, pero podrían ser otros), y no está mal que deseemos ejercitarlos dentro de la comunidad de los santos; pero puede ser que el Espíritu disponga otra cosa ¿y, por un tiempo corto o largo, no se nos permita "tener" un ministerio en la congregación. ¿Podemos aceptar desarrollarlo de manera "informal", sin "reconocimiento oficial"? A veces tener (o mantener) un ministerio en una congregación determinada implica sacrificar algunos principios de nuestra fe; aceptar un manejo turbio del dinero, "ocultar" a un líder hipócrita (adúltero, mentiroso, ladrón), aceptar una declaración doctrinal que sabemos que tiene principios incorrectos, aceptar un manejo de iglesia que frena el mover del Espíritu, etc. Pues bien, en este caso se aplica lo que Jesús está diciendo: ¿amamos más nuestro título o posición (es decir, que nos "llamen maestros") o amamos más la verdad de Dios, y al Dios de la Verdad?

¡Cuántos cristianos nos encontramos con estas decisiones! ¿Cuál es el límite? Ningún ministerio es perfecto, ningún líder lo es, nosotros tampoco. El discernimiento a veces no llega enseguida, y Dios lo permite así en sus propósitos; pero cuando llega, es decir, cuando el Espíritu nos empieza a mostrar que estamos (o vamos a estar) participando de una situación que a él no le agrada y que implica hipocresía religiosa (al menos según lo que podemos entender en ese momento), ¿cuál será la decisión? De ella puede depender que entremos en el camino de los fariseos de Mateo 23 o en el de los bienaventurados de Mateo 5.

Y dicho sea de paso, hay un tiempo en el que a los hipócritas religiosos parece que todo les va bien, mientras que a los santos fieles no. Es parte de la prueba.


8“Pero ustedes no deben pretender que la gente los llame maestros, porque todos ustedes son hermanos y tienen solamente un Maestro. 9Y no llamen ustedes padre a nadie en la tierra, porque tienen solamente un Padre: el que está en el cielo. 10Ni deben pretender que los llamen guías, porque Cristo es su único Guía. 11El más grande entre ustedes debe servir a los demás. 12Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido. (Mateo 23.8-12)


Esto versículos son de verdad problemáticos, porque inevitablemente, tarde o temprano, todas las estructuras de liderazgo cristiano terminan asumiendo alguno de estos títulos de alguna manera. Son tan sencillos en su significado que explicarlos puede oscurecerlos y tergiversarlos, más que aclararlos; y creo que es lo que ocurre. Intentemos hacer algo de lo primero sin caer en lo segundo, ¡y que el Señor nos ayude!

"Maestro" es un título que vuelve a usarse más adelante en el Nuevo Testamento, obviamente dirigido a una función y no a un título honorífico, como aquí parece decir, es más, como creo que deberían interpretarse los tres títulos presentados.

"Padre" es un poco más delicado, se usa en el Antiguo Testamento, en contextos que no son los actuales y que no deberíamos pretender replicar; Pablo lo usa en un sentido metafórico, pero queda por demás de claro que nunca lo pretendió como título para sí. Hoy suelo escuchar, con bastante sorpresa y desagrado, que las expresiones: "padre espiritual", "paternidad espiritual", "casa de paternidad" se usan muy alegremente. Asumo que de verdad nunca han leído la historia de Pablo y que no saben lo que REALMENTE significa ser "padre espiritual" de alguien. Probablemente manejen el concepto de paternidad que muchos hombres manejan hoy: simplemente "dejar la semillita" y, en el mejor de los casos, llevar dinero a casa para que el crío coma y se vista. Muy lejos de la verdadera paternidad.

Me parece que debería tenerse un temor santo antes de usar la palabra o permitir que se la apliquen a uno; hay que estar muy cerca del corazón del Padre para poder llegar a usarla con el cuidado que la usó Pablo.

"Guía" no lo escucho frecuentemente dentro del cristianismo bíblico, pero por ahí aparecen algunas expresiones parecidas; como por ejemplo: "el hombre que tiene la visión", "Dios le da la visión al pastor" (por consiguiente, es el único que la tiene y que la puede transmitir; otra forma más sutil de decir que es el "guía"), "todos deben seguir la visión del pastor" (por lo tanto, es el único guía autorizado).

Si bien ningún líder en su sano juicio se pondría en el lugar de Cristo, sí se colocan, de manera más o menos abierta, "debajo" de Cristo y "encima" del pueblo; no lo reemplazan pero son sus únicos "intérpretes autorizados". Finalmente, mirar la voluntad de Cristo, para la gente de la iglesia, no puede hacerse fuera de los "cristales del pastor". Es decir, reemplazan a Cristo en los hechos.

No deberíamos criticar demasiado a tales líderes;

23Pero cuando ustedes oyeron aquella voz que salía de entre las tinieblas, y vieron el monte en llamas, todos ustedes, los jefes de las tribus y los ancianos, vinieron a hablar conmigo 24y me dijeron: ‘Verdaderamente el Señor nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su poder, y hemos oído su voz, que salía de en medio del fuego. Hoy hemos comprobado que Dios puede hablar con los hombres sin que estos mueran. 25Sin embargo, ¿para qué exponernos a morir consumidos por este terrible fuego? Si volvemos a escuchar la voz del Señor nuestro Dios, moriremos; 26pues, ¿qué hombre hay que pueda escuchar la voz del Dios viviente hablando de en medio del fuego, como la hemos oído nosotros, sin que le cueste la vida? 27Mejor acércate tú, y escucha todo lo que el Señor nuestro Dios te diga, y ya luego nos dirás lo que te haya comunicado, y nosotros cumpliremos lo que se nos diga.’

28“Mientras ustedes me hablaban, el Señor estaba escuchando lo que decían, y entonces me dijo: ‘He oído todo lo que ha dicho este pueblo, y me ha parecido muy bien. 29¡Ojalá piensen siempre de la misma manera, y me honren y cumplan mis mandamientos todos los días, para que tanto ellos como sus hijos tengan siempre una vida dichosa! (Deuteronomio 5.23-29)

El resto de la historia la conocemos: tampoco le hicieron caso a Moisés. No quisieron pagar el precio de escuchar a Dios ellos mismos, no quisieron arriesgarse; era más fácil que otro lo hiciera. Lo mismo pasa ahora, si no más. ¿Qué deberían hacer los líderes ante una congregación que no quiere escuchar la voz de Dios, que no quiere pagar el precio; y que está, por el contrario, muy dispuesta a escuchar y obedecer a un hombre (mientras no sea muy exigente, claro)? Aquí hay una decisión ética muy importante, y es parecida a los planteos éticos que tienen los profesionales en sus trabajos.

La situación es en apariencia bastante conveniente: me van a escuchar a mí como líder, van a hacer lo que yo les diga; inconscientemente mi ego es alimentado, mi propia autoestima crece; tengo un grupo de apoyo, puedo confiar en que mis sueños se van a realizar, que habrá gente que los lleve a cabo, puedo contar con una base de ofrendas y diezmos, tengo un lugar "protegido" alrededor mío, y como puedo mantener a otros líderes, ellos van a ser fieles a mí y me van a ayudar con los casos difíciles, y hasta me van a cubrir en algunas cosas turbias que haga... ¡Es un negocio redondo, como decimos por acá!... Claro, para mí, no para el Señor.

La gente tiene a un "ídolo exitoso", y su propio éxito garantiza la aprobación divina y que es un guía verdadero, porque ellos mismos quieren alcanzar ese éxito (humano, visible), y por lo tanto, va a escuchar la voz de Dios, es aprobado en todo lo que hace y si se ponen lo suficientemente cerca de él, algo que lo que tiene se les va a pegar a ellos. Y no tienen que esforzarse en buscar a Dios ellos mismos, ni siquiera en leer la Biblia; basta con pagar regularmente su membresía (diezmos, ofrendas y pactos) y listo.

Bueno, está claro que estos párrafos son una exageración intencionada, pero creo que desnudan muchas de las motivaciones escondidas.

El modelo de liderazgo que propone Jesús es realmente revolucionario; no se basa en títulos que confieren autoridad, no se basa en posiciones de respeto y poder (humanos), no se basa en mantener una distancia con los liderados (literal y / o simbólica), ¡todo lo contrario! Es más, se basa en el servicio, genuino y no de palabras vacías, como tenemos en la actualidad. No depende de ninguna autopromoción, sino de la promoción divina. ¿Cuánto cuesta eso?

Primero, cuesta que mucha gente, acostumbrada al modelo de liderazgo del mundo, no va a entender, va a menospreciar y criticar al tal líder. Que probablemente se vayan de dicha iglesia (lo cual, créanme, es una gran bendición); que no pueda vivir tan fácilmente de los diezmos y ofrendas, y probablemente deba tener un trabajo extra, al menos los primeros años; que va a tener que mantener un ejemplo consecuente y una enseñanza contracorriente, y que va a tener que sostener a sus líderes en formación porque van a chocar con los mismos conflictos. Además, como no es un modelo difundido, va a tener que buscar constantemente al Señor para aprenderlo y ajustar su desempeño. Y la promoción va a venir de Dios, a través de los resultados, que requieren paciencia, y en los tiempos que el Señor quiera. ¡No es sencillo!

¿Y para la gente? Asumir que no hay un "superhombre" liderándolos, que si es de verdad "siervo" son ellos los que van a tener que tomar acciones y decisiones, que no van a tener un "modelo exitoso" en el cual reflejarse y al cual seguir, sino que van a tener que mirar solo a Cristo, que van a tener que desaprender su estructura mental de "seguidores". ¡Tampoco es sencillo!

Cómo dije más arriba, podemos criticar alegremente a partir de estos versículos, pero en realidad todo lo que dicen nos implica a todos sin excepción, y nos exige mirar unas cuantas ramas dentro de nuestros ojos.

En el último versículo citado, Jesús muestra la raíz del problema: el orgullo; la necesidad de autopromocionarse, de hacer la propia voluntad, de construir su propio mundo... porque no confiamos en que Dios pueda hacer algo mejor por nosotros que nosotros mismos, porque en el fondo no creemos que de verdad nos ame o se preocupe tanto por nosotros, porque nos hemos adherido a la rebelión de Satanás y por lo tanto supimos que Dios estaba enojado con nosotros, pero en vez de arreglar las cosas decidimos demostrarle que podíamos hacer algo bueno sin él. Esto es entendible cuando estamos lejos de Cristo, pero no cuando nos hemos acercado a él.


Danilo Sorti
diciembre de 2014