Lucas 24:16 RV1995
16 Pero los ojos de ellos estaban velados, para
que no lo reconocieran.
Lucas 24:16 NTV
16 Pero Dios impidió que lo reconocieran.
Es extraño, pero los discípulos que volvían
de Jerusalén a Emaús, en lo que había sido su Pascua más triste, no pudieron
reconocer al Maestro con el que habían pasado tanto tiempo. Tampoco lo
reconocieron a lo largo del camino que hicieron juntos, que bien podía haber
sido de una o dos horas (o quizás más). Es claro todo a lo largo del ministerio
del Señor que no estaba buscando ningún tipo de publicidad multitudinaria, pero
también aparece en el relato un principio de incredulidad:
Lucas 24:17-25 RVC
17 Se veían tan tristes que Jesús les
preguntó: «¿De qué tanto hablan ustedes?»
18 Uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le
respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha
sucedido en estos días?»
19 «¿Y qué ha sucedido?», preguntó Jesús. Y
ellos le respondieron: «Lo de Jesús de Nazaret, que ante Dios y ante todo el
pueblo era un profeta poderoso en hechos y en palabra.
20 Pero los principales sacerdotes y nuestros
gobernantes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.
21 Nosotros teníamos la esperanza de que él
habría de redimir a Israel. Sin embargo, ya van tres días de que todo esto
pasó.
22 Aunque también nos han dejado asombrados
algunas mujeres de entre nosotros, que fueron al sepulcro antes de que
amaneciera.
23 Como no hallaron el cuerpo, han venido a
decirnos que tuvieron una visión, en la que unos ángeles les dijeron que él
vive.
24 Algunos de los nuestros fueron al
sepulcro, y encontraron todo tal y como las mujeres lo dijeron, pero a él no lo
vieron.»
25 Entonces Jesús les dijo: «¡Ay, insensatos!
¡Cómo es lento su corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
Ellos no creían (tampoco los once, debemos
reconocerlo) las promesas de las profecías ni las palabras de Jesús, tampoco
habían comprendido claramente su misión ni el testimonio de las mujeres (y sí,
eran machistas…). Y como no creyeron, no estaban preparados todavía para
reconocer a este “nuevo Cristo” que estaba ante sus ojos. Hubieran corrido para
hacerlo rey…
Jesús tuvo que ministrarles durante varias
horas, no solamente para que sus ojos fueran abiertos, sino para que
entendieran la verdadera naturaleza de Su misión. Y tuvieron que llegar a
Emaús, para que después tuvieran que volver a Jerusalén, ya cansados, para
contar el testimonio sin “emociones humanas”. Y allí se encuentran con los
discípulos, relatan lo que habían vivido, escuchan el testimonio de Pedro, y en
ese ambiente de fe Jesús mismo puede aparecerse y darles una revelación más
plena.
La fe es lo que nos permite ver al Señor
obrando, pero no deja de ser un don de Dios. El Señor necesitó avivar la
pequeña llamita de fe que había en el corazón de esos dos antes de mostrarse de
una manera más plena. Pero para el que no cree, la revelación le es cerrada;
literalmente, no puede ver por más que tenga al mismo Señor ante sus ojos.
Esta es una verdad muy terrible de las
Escrituras: el que rechaza el testimonio de la Palabra, esa voz suave del
Espíritu, no podrá entender luego las obras de Dios, es más, el mismo Señor se
encargará de impedir que lo haga, al menos hasta que no haya pasado por un
proceso.
Isaías 6:8-13 RVC
8 Después oí la voz del Señor, que decía: «¿A
quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?» Y yo respondí: «Aquí estoy yo. Envíame
a mí.»
9 Dijo entonces: «Ve y dile a este pueblo:
“Oigan bien, pero no entiendan; vean bien, pero no comprendan.”
10 Entorpece el corazón de este pueblo.
Cierra sus oídos, y ciega sus ojos. Que no vea con sus ojos ni oiga con sus
oídos, ni entienda con su corazón, para que no se convierta ni sea sanado.»
11 Yo dije: «¿Hasta cuándo, Señor?» Y él
respondió: «Hasta que las ciudades se queden asoladas y sin habitantes; hasta
que no haya nadie en las casas, y la tierra quede hecha un desierto;
12 hasta que el Señor haya expulsado a la
gente y los lugares abandonados se hayan multiplicado en el país.
13 Y si aún queda en el país la décima parte
de sus habitantes, éste volverá a ser destruido. Pero la simiente santa será
como el roble y como la encina, que después de cortados aún queda el tronco.»
Isaías fue enviado a un pueblo que no quería
escuchar, que se había apartado del Señor a pesar de que aún no había caído en
la profundidad del pecado que relata Jeremías. Tanto es así que Dios mismo se
lamenta: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?” Y porque no había
escuchado antes, no había aceptado Su Ley y las palabras que en ella estaban
escritas, vendría el juicio, pero sus mentes estaban cerradas, por lo que las
palabras de Isaías no tendrían mucha utilidad en el presente sino para las
generaciones futuras.
Este pasaje es tan importante que todos los
Evangelios y Hechos lo citan:
Mateo 13:10-15 RVC
10 Los discípulos se acercaron y le
preguntaron: «¿Por qué les hablas por parábolas?»
11 Él les respondió: «Porque a ustedes se les
concede entender el misterio del reino de los cielos, pero a ellos no.
12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará,
y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo poco que tiene se le quitará.
13 Por eso les hablo por parábolas: porque
viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.
14 De manera que en ellos se cumple la
profecía de Isaías, que dijo: “Ustedes oirán con sus oídos, pero no entenderán;
y verán con sus ojos, pero no percibirán.
15 Porque el corazón de este pueblo se ha
endurecido; con dificultad oyen con los oídos, y han cerrado sus ojos; no sea
que con sus ojos vean, y con sus oídos oigan, y con su corazón entiendan Y se
vuelvan a mí, Y yo los sane.”
Marcos 4:11-12 RVC
11 Él les respondió: «A ustedes se les
concede entender el misterio del reino de Dios; pero a los que están afuera
todo se les dice por parábolas,
12 para que “viendo, vean y no entiendan; y
oyendo, oigan y no comprendan; no sea que se conviertan y sus pecados les sean
perdonados”.»
Lucas 8:10 RVC
10 Y él les respondió: «A ustedes se les
concede conocer los misterios del reino de Dios, pero a los otros se les habla
en parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
Juan 12:37-40 RVC
37 Y a pesar de que había hecho tantas
señales ante ellos, no creían en él;
38 para que se cumpliera la palabra del
profeta Isaías, que dijo: «Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a
quién se ha revelado el brazo del Señor?»
39 Por esto no podían creer, pues Isaías
también dijo:
40 «Cegó los ojos de ellos, y endureció su
corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se
conviertan, y yo los sane.»
Hechos 28:24-27 RVC
24 Algunos concordaban con lo que Pablo
decía, pero otros no creían.
25 Y como no se pusieron de acuerdo, al
retirarse Pablo les dijo: «Bien habló el Espíritu Santo a nuestros padres por
medio del profeta Isaías, cuando dijo:
26 »“Ve a este pueblo, y dile: Ustedes oirán,
pero no entenderán; Verán, pero no percibirán.
27 Porque su corazón se ha endurecido, Y sus
oídos son incapaces de oír. Han cerrado sus ojos, para no ver ni oír, ni
entender bien; para que no se conviertan y yo los sane.”
Si un pasaje se repite tantas veces debemos
prestarle MUCHÍSIMA ATENCIÓN. El Espíritu Santo es muy prudente con las
palabras en Su Palabra, por lo que si se ha ocupado en que esta misma idea se
repita tantas veces (y en realidad más, si tomamos profecías paralelas) es
porque resulta muy importante en el contexto en que fue dicha: en todos los
casos del Nuevo Testamento refiriéndose a la Evangelización, al testimonio de
las Buenas Nuevas.
Notemos que no se dice ANTES de que el
mensaje haya sido anunciado, sino después, y más bien luego de bastante tiempo
que se vino predicando de distintas formas. No me interesa aquí profundizar en
las implicaciones teológicas de esta enseñanza sino en su faceta práctica, de
hecho, es una enseñanza muy estratégica. Veamos que dijo Pablo a continuación de
haber citado a Isaías:
Hechos 28:28 RVC
28 »Por lo tanto, deben saber que a los no
judíos se les envía esta salvación de Dios, y ellos sí oirán.»
Pablo decidió terminar su obra entre los
judíos de Roma. Por supuesto, no se trataba de que nunca más predicaría a
judíos, ni de que algunos de estos no seguirían creyendo, simplemente cambió el
foco de su atención.
Jesucristo hizo algo parecido con las
multitudes: les enseñaba por parábolas porque realmente no estaban muy
interesadas en convertirse, sino en recibir alguno de los beneficios de un
“milagrero”. Solo los que tuvieran una verdadera búsqueda espiritual finalmente
las entenderían.
Parte de lo que necesitamos saber para ser efectivos
en este último tiempo, donde queda tanto por hacer y tan poco tiempo, es saber
lo que NO TENEMOS que hacer, es decir, saber cuándo es el momento para dejar de
insistir y simplemente dirigirnos a otras personas. Un gran problema del
“buenismo” evangélico de las décadas pasadas es justamente que podemos pasarnos
años y años predicando a la misma gente que ya ha rechazado el Evangelio. Por
supuesto, no me estoy poniendo en lugar del Espíritu y no pretendo decir cuándo
es “suficiente”, pero evidentemente hay un momento en que lo es, al menos, para
el anuncio oral. En el texto de Isaías era necesario que viniera un duro
castigo para que creyeran, y eso finalmente ocurrió: el castigo vino, muchos
fueron destruidos, pero también muchos creyeron y formaron un nuevo Israel.
Que el Señor nos de sabiduría, y, de paso,
que no caigamos nosotros en un caso de incredulidad así, porque tampoco hará
excepciones en su forma de tratarnos…
Danilo Sorti