domingo, 22 de septiembre de 2019

725. La oración de Daniel – VI, Dios está dispuesto a perdonar


Daniel 9:9-10 RVC
9 Pero tú, Señor y Dios nuestro, eres un Dios misericordioso, que sabe perdonar, a pesar de que nos hemos rebelado contra ti
10 y no hemos obedecido tu voz; ¡no hemos obedecido las leyes que tú, Señor y Dios nuestro, nos propusiste por medio de tus siervos los profetas.

¿Qué es lo que Dios está dispuesto a perdonar? Tengamos en cuenta que estas palabras vienen luego de 70 años de juicio sobre la tierra de Israel; “perdonar” aquí no significaba evitar el castigo, porque ya había sido desatado sobre ellos, sino retirarlo, disminuirlo. Es la misma idea que encontramos hacia el fin de los tiempos:

Mateo 24:22 RVC
22 Si aquellos días no fueran acortados, nadie sería salvo, pero serán acortados por causa de los escogidos.

Si Israel no comenzaba a volver, desaparecía como nación. Si en los postreros tiempos, que son estos, la magnitud del juicio no es “acortada”, no quedaría más ser humano sobre la Tierra. Entonces, cuando oramos por el perdón en medio de los juicios que ya están anunciados y vienen siendo profetizados, no lo hacemos para evitarlos porque eso es imposible, sino para que la misericordia divina se manifieste en medio de ellos y sean “acortados”, disminuidos en su magnitud.

Aquí es donde muchos cristianos “tropiezan” porque siguen entendiendo el mundo en términos de “todo o nada” y no pueden ver tanto la necesidad e inevitabilidad del juicio como la posibilidad de misericordia en medio de ellos. También aquí muchos se desaniman; la visión de las desgracias por venir les resulta tan catastrófica que pierden las fuerzas para confiar en la protección y la misericordia divina en medio de ellas.

Propiamente Daniel está pidiendo en esta oración por el fin del juicio, que consistía en la pérdida de su territorio, el exilio. Israel tenía una consciencia de nación muy fuerte, que nosotros hemos perdido. Si fuera por la relativa comodidad económica y seguridad, la situación en la que vivían podía ser incluso mejor de lo que sería repoblar Israel. De hecho, no fueron tantos los que volvieron a su patria, y la cantidad de judíos dispersos que había durante el tiempo de Jesús (y hasta el día de hoy) así lo atestigua. Sinceramente, para muchos de nosotros esta oración penitencial no tendría demasiado sentido, porque no tenemos el entendimiento de la importancia de la nacionalidad según Dios. De Israel debía venir el Salvador, pero cada nación que el Señor ha pensado y creado tiene dones maravillosos que compartir con el resto del mundo.

Otro elemento de análisis que debemos notar es que la oración de Daniel tiene alrededor de 260 palabras en hebreo, en la Versión Reina Valera Contemporánea son 491 palabras, es decir, algo que puede pronunciarse en cinco minutos, más o menos. Es evidente del contexto que esta no pudo ser la oración original sino que Daniel está resumiendo algo mucho más largo, sentido y probablemente “desordenado”. Por ello, cada palabra que vemos en las frecuentes enumeraciones que aparecen en realidad está resumiendo mucho más que fue dicho.

Así que, volviendo al texto, cuando el profeta comienza esta sección reconociendo la capacidad de Dios para tener misericordia y perdonar, lo está haciendo sobre una serie de hechos concretos, retomando lo que vimos en los versículos 5 y 6. Esto es:

·         “nos hemos rebelado contra ti”, es decir, una acción consciente de ir en contra de las leyes y propósitos divinos.
·         “no hemos obedecido tu voz”, implica haber escuchado y luego desechado.
·         “no hemos obedecido las leyes que tú, Señor y Dios nuestro”, la palabra “nuestro” aquí resulta importante porque no se trata de un dios ajeno o “nuevo”, sino del Dios de sus antepasados, el que los formó como nación, el que intervino en la historia, el que tuvo cuidado de ellos.
·         “nos propusiste por medio de tus siervos los profetas.”, aquí tenemos a las leyes “actualizadas”, ya no como fueron dichas siglos antes, sino traídas al aquí y ahora de Israel, de tal forma que pudiera entenderlas muy fácilmente, además de que se referían a su realidad concreta del tiempo en que fueron dichas.

No es difícil imaginar cómo Daniel recordaba hechos específicos de la historia nacional, del pueblo, de sus reyes, de sus sacerdotes. Hay que tener en cuenta que no solamente venía de una familia noble, sino que había estado ya durante décadas en el gobierno del imperio, por lo que tuvo acceso no solo a la historia reciente del mismo sino también a la historia de todos los pueblos conquistados, y desde diversos puntos de vista. Esta oración que se resume en algunos párrafos contuvo en su formulación original mucha historia, mucho de qué arrepentirse, pero también, sobre eso mismo, mucho sobre lo cual aplicar la misericordia divina.

Daniel solo podía verlo hacia el futuro, pero nosotros tenemos hoy la realidad de Cristo, quien llevó sobre sí todos los pecados, no solo los “individuales”, de cada persona, sino de todas las naciones. No es un futuro medio nebuloso como era para Israel, es una realidad viva. Por eso, con confianza, podemos aplicar la misericordia demostrada en Cristo para que el juicio sobre nuestras naciones sea disminuido.


Danilo Sorti


724. La oración de Daniel – V, reconociendo la vergüenza en que se vive


Daniel 9:7-8 RVC
7 Tuya, Señor, es la justicia, y nuestra es la vergüenza, vergüenza que hoy llevan todos en Judá, todos los habitantes de Jerusalén, todo israelita, cercano y lejano, todos los que, por rebelarse contra ti, viven ahora en los países adonde los echaste.
8 Señor, nuestra es la vergüenza, y de nuestros padres, príncipes y reyes, porque todos hemos pecado contra ti.

Sobre la vergüenza hemos hablado en otra oportunidad; hay unos conceptos importantes que se pueden repasar en dicho artículo (https://cristianoseiglesias.blogspot.com/2017/09/263-los-sentimientos-basicos-de-la.html). Podemos rastrear la vergüenza desde el mismo Huerto, cuando el hombre se esconde de Dios. El que nos cubre con su luz de gloria es el Espíritu; cuando somos expuestos, descubiertos, es cuando el Espíritu se retira y somos conscientes de nuestras obras desvergonzadas.

Es muy importante comparar esta oración de Daniel con el texto de Jeremías, precisamente porque estaba leyendo ese libro al momento de ser conmovido con la palabra profética de los 70 años.

Jeremías 6:11-15 RVC
11 Por tanto, la ira del Señor se me escapa; ya estoy cansado de contenerme. Voy a derramarla sobre los niños en la calle, lo mismo que sobre las reuniones de jóvenes, porque serán hechos cautivos el marido y la mujer, el viejo y el anciano.
12 Voy a extender mi mano contra los habitantes de la tierra; y sus casas, sus propiedades, y hasta sus mujeres, pasarán a otras manos. —Palabra del Señor.
13 »Y es que todos ellos son mentirosos y avaros. Todos, desde el más chico hasta el más grande, desde el profeta hasta el sacerdote.
14 Se les hace fácil sanar la herida de mi pueblo con sólo decir “¡Paz, paz!” ¡Pero no hay paz!
15 ¿Acaso se han avergonzado de sus actos repugnantes? ¡Claro que no! ¡Ni siquiera saben lo que es tener vergüenza! Por eso, cuando yo los castigue, caerán muertos entre los muertos.» —Palabra del Señor.

El pueblo ya había perdido toda capacidad de avergonzarse, tal como vemos hoy en buena parte de nuestros países; ya ni hay vergüenza, sino que a los cuatro vientos publican su “orgullo” de lo que deberían sentir profundo pesar. Todo tipo de inmoralidad es publicitada como algo bueno, mientras que la vida santa es ridiculizada. Los mentirosos, ladrones, corruptos, estafadores no solamente niegan impunemente sus actos sino que también se vuelven a postular descaradamente, ¡y la gente los vota! Los más pobres maldicen a los ricos y a los políticos, pero ellos también aprovechan cada pequeña oportunidad para sacar provecho.

Para peor, incluso entre el pueblo que se llama cristiano vemos la misma falta de vergüenza:

Jeremías 3:2-5 RVC
2 »Levanta los ojos, y mira a las alturas. ¿En dónde no te has prostituido? Te sentabas a esperarlos junto a los caminos, como un beduino en el desierto, y con tus prostituciones y con tu maldad contaminaste la tierra.
3 Por eso se han retrasado las lluvias, y no han llegado las lluvias tardías. Tienes la facha de una ramera; ¡no sabes lo que es tener vergüenza!
4 ¡Y todavía me llamas “Padre mío, amor de mi juventud”!
5 ¡Todavía me dices “¿Vas a estar enojado todo el tiempo? ¿Siempre vas a guardarme rencor?” Y mientras estás hablando, ¡cometes cuantas maldades puedes!»

Por supuesto que Dios siempre tiene un resto fiel, que lo ama de corazón y que no participa de esas obras, y ese remanente no es pequeño en Sudamérica, pero tampoco son la mayoría, por cierto.

Ya casi no hay capacidad de vergüenza, la sociedad ha cauterizado su consciencia… pero no al límite. Una vez que el juicio vino, Jeremías pudo decir:

Lamentaciones 3:45 RVC
45 Entre los paganos hiciste de nosotros motivo de vergüenza y de rechazo.

Los problemas que pasamos como nación, las humillaciones que sufrimos, no son producidas por los políticos corruptos ni por las presiones internaciones, por más reales que estas sean. En vez de procurar el “escape hacia adelante”, debemos primero arrepentirnos y reconocer la vergüenza a la que Dios mismos nos ha expuesto para ver si nos arrepentimos.

Daniel reconoció la situación de profunda humillación nacional, pero ni nuestros pueblos ni la iglesia de nuestras naciones lo hace. Oramos por restauración, oramos para que el Señor levante políticos decentes, oramos en contra de las iniquidades que destruyen nuestras sociedades, y todo eso está muy bien, pero no reconocemos nuestra vergüenza.

La idea central aquí es reconocer que el Señor ha sido justo con el castigo, que el pueblo todo es culpable, fue avergonzado en su orgullo, y que eso ocurrió exclusivamente por su pecado. Notemos que Daniel hace una enumeración:

·         “Nuestra”, de todo el pueblo
·         “todos en Judá”
·         “todos los habitantes de Jerusalén”
·         “todo israelita”
·         “cercano y lejano”
·         “todos los que … viven en los países…”
·         “Nuestra”
·         “de nuestros padres”
·         “… príncipes”
·         “… y reyes”
·         “todos”

De nuevo nos encontramos con una enumeración tal como en los versículos anteriores. Aquí aparecen once palabras o expresiones que refuerzan la idea y dan la noción de algo abarcador.

Nadie de Judá está libre: sea de donde sea, trabaje en lo que sea, venga del linaje que sea. Nadie en Jerusalén escapa a la vergüenza: la capital, orgullo de la nación, está desolada, destruida. Ningún israelita, viva donde vida, en cualquier país. Ni los mayores, ni los gobernantes y principales, ni los importantes ni los ignorados. Nadie. Pero hay que reconocerla, no revolcarse en ella, no excusarse echándole la culpa a otro.

Isaías 27 es el capítulo que “corresponde” al libro de Daniel, por su orden en nuestro Antiguo Testamento, y sugestivamente comienza diciendo:

Isaías 27:1 RVC
1 Cuando llegue ese día, el Señor castigará con su grande y poderosa espada al leviatán esa serpiente escurridiza y tortuosa; ¡matará a ese dragón que está en el mar!

Pero en la Tanaj ocupa el lugar número 35, y la idea que cierra el capítulo es:

Isaías 35:10 RVC
10 Y los redimidos del Señor volverán. Vendrán a Sión entre gritos de infinita alegría. Cada uno de ellos tendrá gozo y alegría, y desparecerán el llanto y la tristeza.

La restauración después del castigo por el orgullo, pero sobre esto hablaremos más adelante.

La justicia de Dios, entonces, juzga el pecado exponiendo en primer lugar al pueblo a la vergüenza, y precisamente sentirla es el primer paso para la restauración. Ser avergonzado no implica necesariamente reconocer la profundidad del pecado, implica darse cuenta de que algo está mal, que uno se encuentra desprotegido y “en falta”, al menos en cierto sentido. Es el primer paso para entender la profundidad de la maldad en la que se ha vivido y comenzar la conversión. Nosotros mismos debemos sentirnos avergonzados como Daniel, por nuestro pecado, nuestra indiferencia y por el pecado de nuestras naciones. Esta es la obra del Espíritu Santo y cuando respondemos adecuadamente, el Espíritu puede volver y comenzar a actuar en una nación rebelde.


Danilo Sorti


jueves, 19 de septiembre de 2019

723. La oración de Daniel – IV, en qué consistió el pecado


Daniel 9:5-6 RVC
5 Hemos pecado, hemos hecho lo malo, hemos sido impíos y rebeldes; ¡nos hemos apartado de tus leyes y mandamientos!
6 No obedecimos a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes y a nuestros padres, y a todo el pueblo de la tierra.

Este pasaje lo analizamos en el artículo anterior: Daniel reconoce toda la vastedad del pecado del pueblo, no hay algo “general”, no está metiendo “todo dentro de la misma bolsa”, simplemente. Pero vale la pena rescatar algo más: leyes, mandamientos y profetas.

“Leyes y mandamientos” pueden parecer sinónimos, pero hay algunas diferencias. Quizás la aclaración que hagamos aquí no sea demasiado necesaria porque ya está implícita en el sentido general del texto, pero si el Espíritu Santo se ocupó en dejarla en claro, vale la pena prestarle atención.

La palabra que se traduce por “leyes” es: מִצְוָה, mitsvá, mandamiento. El diccionario VINE dice: “Este nombre aparece 181 veces en el Antiguo Testamento. Se encuentra por primera vez en Génesis 26:5, donde mitswah es sinónimo de joq («estatuto») y de tôrah («ley»): «Porque Abraham obedeció mi voz y guardó mi ordenanza, mis mandamientos, mis estatutos y mis instrucciones».

“En el Pentateuco, Dios es siempre el Dador del mitswah : «Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os mando hoy, para que viváis y seáis multiplicados, y para que entréis y toméis posesión de la tierra que Jehová juró dar a vuestros padres. Acuérdate de todo el camino por donde te ha conducido Jehová tu Dios estos cuarenta años por el desierto, con el fin de humillarte y probarte, para saber lo que estaba en tu corazón, y si guardarías sus mandamientos, o no» (Deuteronomio 8:1-2). El «mandamiento» puede ser una prescripción («haréis») o una proscripción («no haréis»). Los mandamientos se dieron al alcance del oído de los israelitas (Éxodo 15:26; Deuteronomio 11:13), quienes los debían «hacer» (Levítico 4:2ss) y «guardar» (Deuteronomio 4:2; Salmos 78:7). Cualquier incumplimiento significaría un rompimiento del pacto (Números 15:31), transgresión (2 Crónicas 24:20) y apostasía (1 Reyes 18:18).”

Claramente aquí se habla de los mandamientos divinos, la ley moral, la relación del hombre con Dios

La palabra que se traduce por “mandamientos” es: מִשְׁפָּט, mishpát, “propiamente veredicto (favorable o desfavorable) pronunciado judicialmente, especialmente sentencia o decreto formal (humano o de la ley divina [del participante], individual o colectivo), incluido el acto, lugar, la demanda, el crimen, y la pena; justicia, incluye el derecho o privilegio del participante (estatutorio o acostumbrado), e incluso estilo” (Diccionario Strong).  

Según el Diccionario VINE, “El término tiene dos acepciones principales; la primera se relaciona con las funciones de un juez: escuchar una causa y emitir un veredicto justo. Uno de varios ejemplos de este uso está en Eclesiastés 12:14: «Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala».

“Mishpat puede referirse también a los «derechos» de alguna persona (Éxodo 23:6). Esta segunda acepción tiene varios matices: relación equitativa entre realidad y expectativa (Génesis 18:19: primera vez que se usa el término); dictamen judicial (Deuteronomio 17:9); exposición de la causa del acusado (Números 27:5); y reglamento establecido (Éxodo 21:1).”

Aquí la connotación es legal, no se refiere tanto a la relación del hombre con Dios sino de los hombres entre sí, de la justicia y el derecho en la nación.

Finalmente, “profeta” es: נָבִיא, nabí, que aparece unas “309 veces en el hebreo bíblico, en todos los períodos.” (dicc. VINE).

Mientras que las seis expresiones de esta sección se refieren a distintas dimensiones del pecado, “formas” y áreas en las que se manifiesta, aquí se aclara cuáles fueron los puntos de referencia violados:

·         La ley divina que ordena la correcta relación del hombre con Dios, que abre los cielos y permite la manifestación del Reino en la Tierra.
·         La ley “humana”, que mantiene las relaciones sociales correctas y resuelve las injusticias.
·         La voz de los mensajeros de Dios, que alertan sobre el camino desviado de Su pueblo y lo llaman al arrepentimiento.

El pecado no es algo abstracto o filosófico, por más que tenga, si se quiere, una “dimensión filosófica”. Podemos escribir, y se ha hecho, literalmente toneladas de libros acerca del pecado, o de algunas de sus manifestaciones, filosofando todo lo que queramos en ellos. No voy a negar que eso tenga cierta utilidad. Pero eso NO ES el pecado. En su forma más básica, el pecado es la violación de la ley divina; en su aspecto espiritual, es el principio de soberbia que anidó en nuestros corazones por el veneno de la serpiente y que se manifiesta luego en miles de formas diferentes.

Daniel no va hacia las “profundidades filosóficas” del pecado, lo expone de manera sencilla: violación de leyes divinas y humanas, rechazo de los profetas.

Nuestras naciones son terriblemente culpables de todo esto. Hace rato que dejaron de oír la voz de Dios, aún nuestras mejores iglesias tienen que esforzarse por mantener estándares de santidad “aceptables”. La sociedad se burla de las normas divinas, han hecho una norma de “progreso y prestigio social” burlarse de la Palabra de Dios y de la vida santa, lo han transformado incluso en algo moralmente malo a sus ojos, ¡hasta los cristianos dejan de lado muchos mandamientos por considerarlos “pasados de moda”!

La consecuencia lógica e inmediata de lo anterior ha sido violar toda ley humana. Es gracioso ver como los pueblos iberoamericanos protestan por la corrupción de sus gobernantes pero no alcanzan a ver la relación que hay entre perder el temor a Dios y perder todo respeto a los hombres. Si “no hay Dios” que castigue, ¿por qué respetar las leyes humanas? El actual avance de las leyes “progresistas” que se intenta lograr en nuestros países es el “epítome” de este proceso. No hace falta ilustrar las consecuencias de la pérdida de respeto por las leyes humanas en nuestras naciones porque abundan más allá de lo que se pueda llegar a contar.

Y la “frutilla del postre” es el rechazo a los “profetas” (aquellos que llaman la atención sobre lo que está mal), no ya por una sociedad encallecida en su pecado, sino por la misma iglesia. De esto puedo dar cuenta porque ha sido mi historia casi desde mis primeros años de creyente. ¡Qué lindas predicaciones tenemos todos los domingos sobre la buena vida cristiana, cómo alcanzar las metas, cómo ser prosperados, las maravillas de Cristo o incluso la extensión del Evangelio y la conquista de naciones! Todo eso es válido y necesario, pero, ¿alguien se acuerda que estamos en una sociedad extremadamente corrupta y pecadora, que necesita desesperadamente arrepentirse y convertirse, cristianos incluidos? Muy pocos, si acaso.

El corolario resulta claro: no sólo debemos reconocer estos puntos de referencia violados, sino volvernos a ellos y clamar para que así sea en nuestras naciones. No será muy popular entre las “masas” pero sí entre los creyentes fieles.


Danilo Sorti


722. La oración de Daniel – III, las dimensiones de la maldad


Daniel 9:4 RVC
4 Y ésta fue mi oración al Señor mi Dios; ésta fue mi confesión: Señor, Dios grande y digno de ser temido, que cumples tu pacto y tu misericordia con los que te aman y cumplen tus mandamientos:

Daniel no utilizó simplemente una “fórmula penitencial”, se humilló profundamente, por consiguiente, su oración fue una manifestación natural de la actitud del corazón. De nuevo, los cristianos hoy podemos tener un problema con todo esto porque el contexto de humillación se nos ha vuelto extraño, es más, lo consideramos “pasado de moda”, propio del Antiguo Testamento, como algo que no tiene que nada ver con la dispensación de este tiempo. Eso es una señal de cuánto nos hemos apartado del verdadero Evangelio, y de lo mal preparados que estamos para los juicios que se avecinan y para clamar por la misericordia del Padre.

La oración tal como aparece en la versión hebrea tiene unas 260 palabras y abarca 16 versículos, y es plenamente penitencial en su contenido. Podemos entender bien todas las palabras e ideas que expresa, pero el objetivo de este artículo no es hacer una exégesis que, por lo demás, estaría mucho mejor realizada en algún buen comentario bíblico, sino actualizar su significado para la realidad de nuestros países hoy; nosotros necesitamos hacer la oración cambiando “Israel” por Argentina, Bolivia, México, Brasil, etcétera. No es una mera formalidad, es una brecha en el mundo espiritual que se abre. ¿Para qué sirve la teología, para qué sirve conocer la Palabra? Para los teólogos o profesores bíblicos será su forma de ganarse el pan, para muchos (esperamos que todos) será la forma de crecer espiritualmente y eso está muy bien, pero si finalmente no podemos “traer el Reino” a esta Creación corrompida, ¿para qué tanto esfuerzo?

Cada expresión de esta oración tiene sentido en función de su propósito general.

Daniel 9:4 RVC
4 Y ésta fue mi oración al Señor mi Dios; ésta fue mi confesión: Señor, Dios grande y digno de ser temido, que cumples tu pacto y tu misericordia con los que te aman y cumplen tus mandamientos:

El Señor es el dueño legítimo de todo, los antiguos podían comprender esta expresión de una forma especial, era un tiempo en el que los “señores” dominaban abiertamente la sociedad. No es que hoy sea muy diferente, solo que están más camuflados y la mayoría de las personas no los reconoce como tales ni tiene idea de su poder y capacidad de control. De ahí que la expresión “Señor de señores y Rey de reyes” constituía un superlativo de su gran poderío, en un tiempo en que señores y reyes muchas veces se creían “dioses”.

No solo es grande sino también digno de ser temido. El temor del Señor es un tema recurrente en el Antiguo Testamento y olvidado en los cristianos contemporáneos, por eso los juicios que vienen se encargarán de “reinstaurar” ese temor santo. La revelación del amor ha confundido a muchos pensando que ya no hay razón para temer, pero lo cierto es que si no somos perfeccionados en nuestro amor hacia Dios (que es entrega, dedicación, obediencia), entonces más vale que temamos. El mundo perdió el temor a Dios porque la Iglesia lo perdió primero. Es necesario recuperarlo.

Pero notemos que aunque nos encontramos bajo el Antiguo Pacto, la confianza en la misericordia divina está presente. Dios no es “caprichoso”, no actúa según se le dé la gana en cada momento, él es perfectamente predecible, es más, podemos estar seguros de que así como son de ciertas las leyes de la física que regulan nuestro universo, y aún más sólida que ellas, es la forma de actuar del Señor. Es imposible que no deje de cumplir Su pacto con los que le aman y obedecen, es imposible que deje de mostrarles misericordia. El problema siempre ha sido si realmente encuentra a tales personas en una nación. Una cosa es reconocerlo como Dios y temerle, otra distinta es reconocer la firmeza de Sus palabras, y otra muy diferente, amarlo y obedecerlo.

Cuando Daniel comienza su confesión ya está presupuesto que hay un pueblo en el exilio que se ha vuelto de todo corazón a Su Dios.

Daniel 9:5 RVC
5 Hemos pecado, hemos hecho lo malo, hemos sido impíos y rebeldes; ¡nos hemos apartado de tus leyes y mandamientos!

De nuevo, no se trata de palabras bonitas para una oración penitencial; Daniel sabía exactamente el contenido de cada una de ellas, él sabía cuáles habían sido los horribles pecados cometidos por el pueblo. ¿Lo sabemos nosotros? No es algo para decir a la ligera, en rigor, conviene que cada uno de ellos sea presentado ante el altar espiritual, delante de Dios. El arrepentimiento, ni bajo el Antiguo Pacto ni bajo el Nuevo, fue algo “abstracto” sino bien concreto.

Hechos 2:36-38 RVC
36 »Sépalo bien todo el pueblo de Israel, que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Cristo.»
37 Al oír esto, todos sintieron un profundo remordimiento en su corazón, y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: «Hermanos, ¿qué debemos hacer?»
38 Y Pedro les dijo: «Arrepiéntanse, y bautícense todos ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados les sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo.

¿Se imaginan la escena? Pedro les está diciendo en sus propias caras que eran culpables de haber matado nada menos que al Enviado de Dios. La convicción de pecado que sintieron estas personas no tiene nada que “envidiarle” a la convicción de pecado que sentía Daniel, es más, yo creo que fue mucho más profunda. De hecho, el castigo sobre Israel por haber rechazado al Mesías duró alrededor de 27 veces más que el exilio.

Daniel 9:5-6 RVC
5 Hemos pecado, hemos hecho lo malo, hemos sido impíos y rebeldes; ¡nos hemos apartado de tus leyes y mandamientos!
6 No obedecimos a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes y a nuestros padres, y a todo el pueblo de la tierra.

Veamos las palabras por orden:

·         “Hemos pecado”, חָטָא; kjatá; errar, perder el objetivo, fallar en dar el blanco, ofender, ser culpable, pecar contra Dios, el prójimo o sí mismo. También se usa con el significado de hacer compensación, pagar el daño, purificar algo.

·         “hemos hecho lo malo”, עָוָה, avá; actuar perversamente, agobiar, cometer iniquidad, hacer inicuamente, hacer iniquidad, mal, maldad, pecar, pervertir, torcer, trastornar.

·         “hemos sido impíos”, רָשַׁע, rashá; cometer maldad, condenar, hacer maldad, impíamente, impiedad, injusticia, inquietar, maldad, violar un pacto, incurrir en culpabilidad, ser dado a la impiedad, dejar que alguien sea condenado.

·         “… y rebeldes”, מָרַד, marád; rebelar, rebelde

·         nos hemos apartado de tus leyes y mandamientos”, סוּר, sur; apartarse, desviarse del camino, cesar, dejar, escapar, partir, torcer, perecer, rebelarse.

·         No obedecimos a tus siervos los profetas”, שָׁמַע, shamá; oír diligentemente, escuchar, prestar atención, entender, por extensión, obedecer.

No es casual que se usen seis expresiones que denotan “pecado” desde distintos puntos de vista, más allá de las connotaciones de cada una, se refieren a todas las dimensiones del pecado humano; todas ellas deben estar incluidas en el arrepentimiento, todas ellas deben ser presentadas ante el Señor, ahora con la sangre del Cordero como recate:

·         Errar en el camino, el griego “jamartía”, errar al blanco, fallar en alcanzar todo lo que la nación debe ser.

·         Hacer voluntariamente el mal, como parte de la constitución propia de la persona, con el deseo expreso de ello.

·         Quebrantar el pacto de bendición del Señor, moverse fuera de el.

·         Rebelarse directamente en contra de ese pacto y luchar en contra de que los propósitos del Señor sean establecidos.

·         Apartarse de toda ley y ordenanza divinas, aún de las leyes naturales, de lo más básico.

·         Por último, desobedecer las voces de alerta que el Señor envía, y esto en cuatro “niveles”:

o   Desobedecen las autoridades principales (políticas, legales) de la nación, con lo que la maldad se vuelve “ley”.
o   Desobedecen los formadores de opinión, los líderes sociales principales, y el pecado resulta “bien visto” en la sociedad.
o   Desobedecen los mayores, las generaciones pasadas, por lo que ya se transforma en algo cultural, “tradicional”.
o   Desobedece todo el pueblo, con lo que se masifica y se hace común.


¿No están incluidas todas estas dimensiones de pecado en nuestras naciones? ¡Claro que sí! Pues todas ellas debemos presentarlas delante del Señor, en el Espíritu debemos “ir” hacia todos esos lugares para iluminar con la Luz de Cristo y arrepentirnos de toda maldad cometida allí. No es menos que eso lo que hace falta.


Danilo Sorti


720. La oración de Daniel – I, el tiempo preciso


Nunca como en este tiempo tenemos que hacer nuestras las palabras de Daniel. En otro artículo dije que el mundo y muchos cristianos viven ya en una expectativa “escatológica” falsa, pensado que finalmente todo será destruido y mientras unos se dedican con todas sus fuerzas a embriagarse de placeres, los otros procuran vivir aislados del mundo y en el mejor de los casos trayendo almas al Señor, pero sin acertar a entender plenamente los tiempos.

Es necesario entender que aún en medio de los juicios hay misericordia, que de hecho los grandes juicios del Padre todavía no llegaron pero que incluso cuando estén aquí Su Mano no se retirará del todo de la Tierra, y especialmente de aquellos que durante esos días se vuelvan a Él.

Sí, todavía hay tiempo para la oración de Daniel, no solamente es necesario que la repitamos, ¡es urgente! Aún Dios tiene mucho para hacer con nuestras naciones, aunque sea en un tiempo breve. Clamemos junto con él.

Daniel 9:1-2 RVC
1 Darío hijo de Asuero, que era de la nación de los medos, llegó a ser rey de los caldeos. En el primer año
2 de su reinado yo, Daniel, logré entender en los escritos el número de años que el Señor había anunciado al profeta Jeremías: la desolación de Jerusalén habría de durar setenta años.

Fue durante ese mismo reinado de Darío que Daniel tuvo el episodio del foso de los leones. No sabemos si antes o después de esta revelación, personalmente creo que antes. El contexto aquí me sugiere un tiempo de relativa tranquilidad, cuando Daniel pudo ponerse a estudiar detenidamente el libro de Jeremías. Voy a hacer unas cuantas suposiciones en lo que sigue, pero quién sabe si la experiencia del foso no lo volvió a “despertar” espiritualmente; Daniel ya era grande, tenía un pasar económico muy bueno, prestigio social y un lugar acomodado en el reino, aunque no exento de problemas, como podemos leer. Su lugar ya no estaba en la lejana Jerusalén, de la que había sido arrancado cuando jovencito. Sus descendientes espirituales volverían siglos después a la tierra de Israel buscando al Mesías recién nacido.

Aquello que leemos en relativamente pocos capítulos ocurrió durante décadas, es decir, la historia no fue tan sobresaltada y repleta de emociones como “está escrito”, probablemente haya sido mucho más monótona, dentro de lo “monótono” que puede ser la vida de un consejero real en un reino enorme lleno de gente y problemas… Digamos que el día a día estaba tan lleno de sucesos y tensiones que era fácil dejarse llevar por la corriente.

El episodio del foso bien pudo dar un giro en su vida y reavivar la preocupación por su patria. Así que, mientras se termina de sacar unos pelos de león que le habían quedado en la ropa, luego de pasar esa noche acurrucado en sus peludas almohadas, de repente un pasaje salta a la vista:

Jeremías 29:10-14 RVC
10 »Así ha dicho el Señor: “Cuando se cumplan los setenta años de Babilonia, yo iré a visitarlos, y les cumpliré mi promesa de hacerlos volver a este lugar.
11 Sólo yo sé los planes que tengo para ustedes. Son planes para su bien, y no para su mal, para que tengan un futuro lleno de esperanza.” —Palabra del Señor.
12 »Entonces ustedes me pedirán en oración que los ayude, y yo atenderé sus peticiones.
13 Cuando ustedes me busquen, me hallarán, si me buscan de todo corazón.
14 Ustedes me hallarán, y yo haré que vuelvan de su exilio, pues los reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde los arrojé. Yo haré que ustedes vuelvan al lugar de donde permití que se los llevaran.» —Palabra del Señor.

Evidentemente ya habían pasado alrededor de 70 años cuando Daniel lo lee. El texto estuvo “oculto” durante esos 70 años, demasiado tiempo, la vida completa de una generación, o, como se dice en lenguaje bíblico, la “vida de un rey”. Nada podía pasar antes y ninguna oración por la vuelta a la tierra iba a ser respondida antes, pero sí ahora. Todo cambio estaba cerrado durante esos años, pero el período ya había concluido, por lo que la puerta de la bendición se abría nuevamente.

Notemos bien esto: antes de que la oración de Daniel pudiera ser hecha, antes de que siquiera pudiera ser pensada, debió haber una palabra fundamental que la habilitara y un tiempo preciso, y probablemente, una serie de circunstancias personales que le permitieran al intercesor entender y tener la autoridad para orar.

Aunque la oración de Daniel es para todo tiempo y lugar, a la vez no es para cualquier tiempo y lugar. En todo momento puede ser hecha, pero sólo en circunstancias precisas puede ser cumplida; propiamente, en el tiempo de Dios. ¿Es válida esta oración hoy para nuestras naciones? Es decir, más allá de la necesidad siempre vigente de clamar por el arrepentimiento y el perdón, ¿hay un “tiempo kairos” para Iberoamérica? Sí lo hay, si recordamos que la oración de Daniel no fue respondida inmediatamente, sino que desató el proceso de cumplimiento.

¡Alto ahí! ¿No es que había una promesa divina? ¿Por qué Daniel tenía que orar para el cumplimiento de lo que Dios había dicho? ¿No iba a ocurrir de todas formas? Evidentemente, no, y este es uno de los grandes “misterios” revelados de la Palabra: Dios actúa junto con el hombre, especialmente, Sus santos, aquellos que comisionó para que pongan en acción Sus planes.

El corolario, en estos tiempos apocalípticos, es bastante difícil de aceptar: los grandes eventos que están ocurriendo y que vendrán, incluso aquellos que han quedado registrados en la Biblia, sin duda ocurrirán porque así está escrito pero también sin duda dependerán de las oraciones de los santos. Hemos leído durante siglos las profecías pensando que eran algo así como un “karma” sin entender que en realidad el Espíritu nos estaba mostrando el diario del futuro. ¿Es difícil de entender? Bueno, claro, estamos intentando sondear la mente de Dios, ¿alguien pensó que era sencillo?

Concluyamos esta primera parte con lo siguiente: cuando el Señor inspira a Sus mensajeros con determinadas palabras específicas para nuestras naciones, está indicando algo que solo Él puede hacer, y que va a hacer, pero que a la vez es perfectamente justo y está perfectamente ubicado en el contexto espiritual y material de cada nación. Nos anuncia lo por venir para que colaboremos con nuestra parte, orando como genuinos reyes sobre la Tierra para que el Rey cumpla Sus propósitos.

¿Hay promesas de bendición y protección, aún en medio de los juicios por venir? Sí, y es necesario que las activemos.


Danilo Sorti