Apocalipsis 4:4 RVC
4 Alrededor del trono había
veinticuatro tronos, y en ellos estaban sentados veinticuatro ancianos,
vestidos de ropas blancas y con sendas coronas de oro en la cabeza.
Tradicionalmente hemos
interpretado este versículo como la iglesia gloriosa en el cielo, o bien
presente o bien después del arrebatamiento. Creo que es la interpretación
principal, y será un gran consuelo saber para nuestros hermanos que se
conviertan durante el período de la tribulación que sus hermanos arrebatados
están delante del Trono.
Sin embargo, creo que hay
también un cumplimiento parcial de esta visión profética aquí y ahora. Hace un
tiempo leí sobre eso y me impacto. Luego lo fui digiriendo lentamente hasta que
se me hizo claro: aquellos que en las siete cartas anteriores (capítulos 2 y 3)
son mencionados como los que vencen, son los que espiritualmente se encuentran
sentados en lugares celestiales, esto es, en sus tronos alrededor del Trono.
Hay una iglesia en la tierra hoy que está en ese lugar que vio Juan, en el
espíritu; es la iglesia de los santos fieles, los que han vencido no solamente
al mundo, sino a los problemas propios de la iglesia (que es de lo que tratan
los capítulos 2 y 3), es decir, a los espíritu de religión que hasta ahora han
terminado dominando siempre al Pueblo de Dios.
Esa iglesia que hoy está
espiritualmente en la corte celestial, ¿qué hace allí? Veamos, ¿quiénes están
una corte? ¡Pues los cortesanos! Ahhhh, claro… ¿y? Bueno, es que los cortesanos
son los consejeros del Rey, aquellos con los que habla y planifica, los que le
llevan las peticiones y necesidades, los que reciben las comisiones para
ejecutar en el reino; son los que están gobernando junto con el Rey. Cuando son
comisionados, actúan con la misma autoridad de su Señor. Cuando el Rey
planifica algo, son los que pueden introducir cambios en esos diseños. Son los
que conocen Sus anhelos profundos, se alegran con Sus alegrías y sufren con Sus
tristezas; son los que tienen el acceso directo a la Máxima Autoridad, sin
intermediarios (sólo el Cordero, por supuesto).
¿No resulta parecido a lo
que vemos en Laodicea? El Señor golpeando la puerta para compartir una cena con
sus hermanos… y quedándose afuera la mayoría de las veces. Pero si alguien abre
la puerta, tiene el privilegio de sentarse a la mesa con el Amado, ¿y qué
ocurre allí? Exactamente lo mismo que en la corte del Rey, tal como dijimos en
el párrafo anterior. La imagen es mucho más humilde porque está ocurriendo en
la tierra; la cena puede ser modesta, quizás unos fideos, un poco de pan y un
vaso de agua; la charla puede ser simple y las palabras sencillas; las
peticiones pueden parecer comunes… pero en el Cielo, esa misma escena es
COMPLETAMENTE DISTINTA. Un encuentro humilde en la tierra, una pequeña reunión,
quizás entre unos pocos cristianos perseguidos en el Medio Oriente, o unos
campesinos pobres, lo que fuera, en donde está el Señor y los Cielos permanecen
abiertos, es una reunión con el Rey en la Corte Celestial.
Los juicios de Apocalipsis
en rigor corresponden todavía para un tiempo futuro, muy próximo pero aún
futuro. Todavía es el tiempo de la Gracia, todavía los juicios (de este tiempo)
pueden ser evitados, o retenidos un tiempo, o acotados en su efecto, aunque no
por mucho más. Todavía hay mucho para hacer, muchísimo en muy poco tiempo.
Todavía hay mucho que legislar y decretar sobre personas, ciudades y naciones;
y eso todavía es responsabilidad del Cuerpo de Cristo sobre la tierra: la
iglesia sentada en lugares celestiales, ¿qué lugares? ¡El Trono de la Gracia!
Aún, y por poco tiempo más, la puerta de la gracia no se ha cerrado, ¡muchos
deben entrar por ella!
Pronto, tal como anuncian
los mensajeros del Señor, los últimos y terribles juicios de esta era,
inmediatamente antes del arrebatamiento, anunciarán el fin del tiempo de la
gracia, así que debemos apurarnos en terminar la obra.
¡Oh Señor, abre nuestros
ojos para ver donde nos has sentado!
Danilo Sorti