domingo, 2 de diciembre de 2012

Ezequiel 34 1ª parte: consecuencias de un mal liderazgo

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL TEXTO

Es interesante la metáfora del pastor y las ovejas. Estamos acostumbrados a ella por su desarrollo neotestamentario, pero evidentemente viene de más atrás. Desde el inicio muestra una clara diferenciación entre líderes y seguidores, y veremos por qué. Pero también prepara, desde el inicio, la respuesta al caótico escenario planteado, porque el modelo de líder por excelencia para el pueblo de Israel no era otro que David, el pastor. Y sin dudas va forjando en sus primeros oyentes la esperanza de lo que ocurriría en el futuro; la venida del Mesías, el definitivo Pastor.

Ezequiel 34.1-2 DHH
1El Señor se dirigió a mí, y me dijo: 2“Tú, hombre, habla en mi nombre contra los pastores de Israel, y diles: ‘Esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se cuidan a sí mismos! Lo que deben cuidar los pastores es el rebaño.

Una de las mayores tragedias de todos los tiempos es la crisis del liderazgo. No es nada extraño, sin embargo, porque este problema comenzó, ni más ni menos, en el huerto del Edén, cuando Adán falló en cumplir cabalmente su rol de conducción, y se corrió de su posición. De ahí en más, todos los liderazgos fracasaron en mayor o menor medida.

La situación expuesta en este capítulo es una, por cierto lamentable, aplicación de este principio en la historia de Israel. Como Israel es tipo de la iglesia del Nuevo Testamento, vale el ejemplo para nosotros hoy. Entre paréntesis, digamos que “pastores” se aplica frecuentemente en el Antiguo Testamento para designar a los líderes civiles de la nación, antes que a los espirituales, aunque también los incluye. De hecho, quizás la principal vinculación con el liderazgo espiritual debamos buscarla en la responsabilidad que se suponían tenían los líderes civiles en cumplir y hacer cumplir la ley de Dios así como en colaborar en llevar el pueblo hacia él. Por ello, cuando hagamos el paralelo con el liderazgo actual de la iglesia se debe entender en un sentido amplio. No sería para nada descabellado pensar en un paralelo con las autoridades civiles, aunque no voy a hablar sobre eso en lo que sigue.

Para empezar, debemos entender que había una situación muy particular en la nación y su liderazgo. No se debería aplicar esto a cualquier liderazgo cristiano que nos caiga antipático, sino a aquellos que se encuadren dentro de la realidad mencionada. Como el texto aparece, en cierto sentido, “desconectado” del contexto inmediato (que parece más bien un compilado de profecías), cobra cierta “atemporalidad”, es decir, se refuerza la posibilidad de entenderlo y aplicarlo en diversas circunstancias (aunque su origen haya sido fuertemente histórico). Creo que esta disposición especial del Espíritu al armar el libro de Ezequiel debería permitirnos utilizar este pasaje en diversas situaciones y debería animarnos a aplicarlo en nuestra realidad.

Las primeras palabras dan la indicación de que se trata de un mensaje profético claro y directo; no hay simbolismos aquí (como son frecuentes en las profecías) sino metáforas que son tan claras (entonces y ahora) que casi dejan de serlo: los pastores son el liderazgo y el rebaño es el pueblo. Dios tiene un mensaje muy fuerte para decir y no va a andar con rodeos, no está ocultando nada ni dejando una interpretación futurista. Evidentemente, esto es muy serio, por lo que deberíamos prestarle atención y no dejarlo pasar.

Los principales destinatarios del mensaje son los pastores, es decir, el liderazgo. Y éste recibe una caracterización particular: se preocupaba sólo por sí mismo y no por el pueblo. Es decir, estaba alterada la función primordial de todo liderazgo: cuidar de otros. Todo lo que siga será consecuencia de esto.

Suele ser difícil reconocer explícitamente a un liderazgo que no cuida de sus liderados en nuestro ámbito; fundamentalmente para los cristianos inmaduros (¿y quién no lo ha sido?... ¡o no lo continúa siendo!). A veces es muy claro, pero generalmente no lo es tanto: muchas acciones se justifican con “teologías” y “discursos” adecuadamente armados, de manera que los liderados terminan “naturalizando” el descuido de sus líderes. Otras veces, al estar tan acostumbrado al pésimo liderazgo que abunda en nuestra sociedad, con que solo nos tiren unas migajas nos conformamos. Otras veces podemos sentir que “algo anda mal” pero sin atinar a entender qué, ni mucho menos, la causa. Frecuentemente nos echaremos la culpa a nosotros, a Satanás o a la sociedad (porque esta clase de liderazgo suele construir una “muralla de protección” entorno suyo, condenando al juicio divino todo atisbo de crítica).

Un liderazgo que no cuida de los suyos se puede distinguir a través de sus hechos y de sus consecuencias sobre la gente (¡incluso nosotros, si estamos en ese espacio), pero esto requiere un poco de tiempo, y no tener una conciencia obnubilada por los mensajes justificatorios que bloquean el entendimiento. También es posible escuchar las palabras y descifrar lo que hay detrás, pero esto requiere una importante capacidad de análisis y, sobre todo, un profundo conocimiento bíblico (algo tremendamente escaso entre los que hoy se llaman cristianos), y, además, siempre es relativamente fácil engañar con las palabras (aunque quien conoce puede ver cuando no se está predicando el verdadero evangelio). Estas dos capacidades deben ser desarrolladas por los cristianos, no tienen sustituto ni hay excusas, pero el proceso requiere tiempo, ¡y no deberíamos caer en trampas durante el!

Sin duda, lo más inmediato es el discernimiento; un don espiritual especialmente desarrollado en algunos, pero disponible para todos. La iglesia ha carecido en gran manera de discernimiento (y no estoy diciendo nada nuevo) y ha sufrido bajo toda clase de malos liderazgos. Es hora de que lo pida desesperadamente hasta que lo reciba y que lo utilice sin temor ni queriendo ser más buena que Dios mismo.

Escuchando las palabras, observando los hechos y sus consecuencias y, sobre todo, ejerciendo el discernimiento, podemos ver a los líderes que están más preocupados por cuidar de sí mismos que del pueblo de Dios. Por lo pronto, dos reflexiones les caben a los tales: “¡Ay!”, porque viene un juicio muy severo, y “Lo que deben cuidar … es el rebaño”, porque el Padre quiere que asuman su verdadera función para no recibir el juicio.

Retomemos algo de más arriba. Aquí se está hablando del liderazgo, por lo que todo lo que se diga debe ser puesto en el contexto más amplio de las realidades y principios del liderazgo. Aquí también se está presentando una situación extrema; es probable que todo el liderazgo actual sea culpable aunque sea en una parte de un poco de esto, ¡no hemos llegado aún a la perfección! Por lo tanto, si yo tengo algún rol de liderazgo, ¡algo para mí hay seguro!

El “¡Ay!” se aplica por no cuidar a los liderados, aunque esto sea hecho de manera más o menos inconciente, involuntariamente. Es decir que yo puedo tener muy buenas intenciones, pero si en algo no estoy cumpliendo mi rol, hay una medida de juicio sobre mí, pero no para destrucción (como sí ocurre en los casos extremos), sino para llevarme a reflexionar y cambiar. Especialmente estoy pensando en muchos líderes jóvenes que se han criado recibiendo alimento adulterado de sus mayores, y replican modelos corrompidos y dañinos (para otros, para ellos, ¡y para Dios!). Si hay verdaderamente buena voluntad, siempre está dispuesto el Señor a ayudarnos a corregir lo deficiente.


Ezequiel 34.3-4

3Ustedes se beben la leche, se hacen vestidos con la lana y matan las ovejas más gordas, pero no cuidan el rebaño. 4Ustedes no ayudan a las ovejas débiles, ni curan a las enfermas, ni vendan a las que tienen alguna pata rota, ni hacen volver a las que se extravían, ni buscan a las que se pierden, sino que las tratan con dureza y crueldad.

Este pasaje refuerza la idea de los versículos anteriores y la amplía.

“Leche y miel” sirven para indicar, en el contexto del Viejo Testamento, la bendición de Dios, la prosperidad y la abundancia. En un sentido más básico, “leche” es algo que el rebaño produce. Entonces, la idea que transmite puede ser la de aprovecharse de los frutos (lo producido) de la gente: su dinero, bienes, talentos, tiempo. Un liderazgo egoísta saca provecho de todo lo que la gente tiene.

La leche es producida por las ovejas (y por las hembras de todos los mamíferos) y tiene el propósito de ser consumida por otro. Siguiendo la metáfora, se trata de algo que naturalmente los hermanos van a dar (como dijimos: dinero, bienes, talentos, tiempo) pero que es tomado de manera exagerada, desconsiderada, hasta abusiva.

Pero hay algo más, terrible. La leche es el alimento de los pequeños corderitos, la generación nueva, los hijos. Este liderazgo, al tomar desproporcionadamente de lo que producen las ovejas, les está quitando literalmente el alimento a las futuras generaciones, por lo que estas crecerán desnutridas, débiles o directamente morirán (lo podemos relacionar con el tema del aborto espiritual, como fue tratado en otro artículo). Al tomar el tiempo de los hermanos les resta tiempo para cuidar adecuadamente de sus hijos (naturales y espirituales), al tomar exageradamente de su dinero deja a sus hijos con necesidades (y con toda la secuela de problemas y peleas que esto produce), al “tomar” sus dones y talentos, les dificulta ministrarles a sus hijos la herencia espiritual.

Pero esto no es lo mismo que Dios dice en 1 Timoteo 5.17-18, “17Los ancianos que gobiernan bien la iglesia deben ser doblemente apreciados, especialmente los que se dedican a predicar y enseñar. 18Pues la Escritura dice: “No le pongas bozal al buey que trilla.” Y también: “El trabajador tiene derecho a su paga.” ” Evidentemente, hay un límite entre un salario justo (que de ninguna manera la Biblia afirma que tenga que ser un sueldo de hambre) y expoliar a los hermanos. El exitismo de la sociedad y de algunos segmentos de la iglesia ha vuelto “natural” que el líder principal de una gran iglesia (y su familia cercana y un grupo selecto de amigos) vivan en gran abundancia, mientras el resto se las arregla como puede. No estoy en contra de la prosperidad, pero Dios no nos llamó a construirnos mundos personales fastuosos en medio de una sociedad tremendamente necesitada.

Quizás sería bueno clarificar este tema y llega a acuerdos explícitos sobre cuál es el nivel de salario digno, cómo se rinde cuentas de ello y cómo debería aumentar el salario en la medida que la iglesia crece y los hermanos prosperan. Para mí, la función de liderazgo tiene el equivalente funcional en nuestra sociedad del rol de un profesional, por lo que me parece que la lógica de remuneración debería asemejarse a lo que se esperaría que recibiera un profesional a medida que se crezca en su carrera. El “éxito” de un líder espiritual consiste, primero y antes que nada, en cumplir el propósito de Dios, y la bendición viene de él, tenga mucha gente o no tenga a nadie (al fin y al cabo, Jesús se quedó solo con doce en determinado momento de su ministerio, y en el momento más crucial, completamente solo). Si su sustento viene de la iglesia (es decir, está a tiempo completo, lo cual no creo que deba ser siempre) debería haber una lógica clara y proporcional a la bendición de los hermanos: su “éxito” estará medido (en buena parte) por el “éxito” de los hermanos, en la medida que los unos prosperen, debería prosperar él también.

Le hace mucho bien al Cuerpo de Cristo cuando los hermanos que tienen un sentir de ganar dinero y vivir bien se dedican a desarrollar empresas (lícitas) y pueden aportar con generosidad para la obra, y no tratan de “espiritualizar” su verdadera vocación metiéndose en un campo que no es el suyo. Quizás algunos líderes, qué tiene vocación de construir empresas, debieran dedicarse a hacer eso y no armar una “empresa iglesia”.

Hasta no hace mucho, nuestras teologías enseñaban que “ser espiritual” y “servir a Dios” era casi igual a estar tiempo completo en las actividades de la iglesia. Aún hoy se enseña en muchos lugares, si no explícitamente, sí implícitamente. Esto hace que muchos que bien podrían dedicarse mitad de tiempo a un trabajo secular, y con eso desarrollar un testimonio poderosísimo en el mundo de las profesiones, el comercio, la educación, la política y mostrar a los hermanos cómo servir al Señor por medio de sus trabajos (lo que es el propósito específico del Padre para LA MAYORÍA de los cristianos) se ubiquen en una posición “100 % iglesia” en la que no van a ser bendecidos, que va a generar una sobrecarga económica a la congregación, que va a tensionar a su familia, que va a propiciar conflictos y sospechas, que va a tensionar la correcta predicación del mensaje, que va a generar un pobre testimonio (cuando no negativo) hacia la sociedad, etc., etc. Y que a la larga puede generar un síndrome en tal liderazgo como el que se desarrolla en este capítulo de Ezequiel.

“… se hacen vestidos con la lana …”, da una idea similar a la de la primera expresión. También se trata de algo que la oveja produce, pero aquí es algo más “cercano” al cuerpo del animal, a sus necesidades físicas. Al quitarle la lana, se la deja sin abrigo, expuesta a las inclemencias del tiempo. Antes se les había sacado lo que normalmente estaba destinado a otro (aunque en exceso), ahora se les saca lo que también puede ser sacado, pero con un costo mayor para el animal. Y si el animal sufre, está claro que sus crías también. Comparándola con la expresión anterior, hay una gradación en el nivel de rapiña.

Como “protección de las inclemencias del tiempo”, la metáfora nos remite a la protección del ataque diario de las fuerzas del Adversario, esto es; se les quita (o no se les da) las “líneas de defensa”, por lo que sufren una serie de conflictos, “robos”, pérdidas que bien podrían ser evitados. Sería largo desarrollar esto, pero esto ocurre cuando no se les enseña a estar protegidos por la sangre de Cristo, cuando no hay hermanos maduros orando por los hermanos (sino solo por el liderazgo, sus necesidades y proyectos), cuando no se les enseña a vivir en santidad (lo que espantaría a algunos grandes y corruptos diezmadores), cuando no se les enseña sobre la realidad del mundo espiritual satánico (lo que espanta a los “necios exitistas”), etc.

“… y matan las ovejas más gordas …” es la culminación de la gradación. Cuando toda la extracción anterior no basta para satisfacer la codicia, se llega a “matar” espiritualmente a los hermanos, esto es, agotándolos al máximo y extrayéndoles lo más posible, aún con el pretexto de destinarlo a la “obra”, que más que la obra de Dios puede terminar siendo la construcción del propio imperio del líder. Hay algunos casos, más extremos pero existentes, en que falsos líderes abusan física y emocionalmente de los hermanos. Todo esto lleva casi seguro a la “muerte espiritual” de los así dañados (y, por supuesto, de sus descendientes).


Es claro el texto al decir “las ovejas más gordas”. No cualquiera es blanco de tal expolio, sino el que más tiene para ofrecer, sea en dones, talentos naturales, dinero, tiempo o bienes. El proceso suele comenzar con acercamientos de parte del liderazgo y ofrecimientos de cargos o ámbitos de ministerio, el liderazgo le ofrece “su amistad” y probablemente una serie de hermosas profecías de éxito y prosperidad… con la condición de que continúen “apoyando la obra” y luego continúa con una “extracción” exagerada.

La aplicación de esto es que deberíamos ser cuidadosos en aceptar ofrecimientos para el servicio; siempre deberíamos tener una convicción muy clara de parte del Espíritu, y no movernos sino. A veces puede ser prudente comprometernos con algo menor o solo durante un plazo determinado; recordemos que incluso en el Nuevo Testamento se recomienda que los líderes sean puestos a prueba antes de asumir definitivamente su cargo, por lo que no está mal que los hermanos “pongan a prueba” la calidad del liderazgo antes de asumir compromisos mayores. Por otro lado, el proceso mencionado en el párrafo anterior no necesariamente es manipulatorio, de hecho puede ser de Dios, pero como es algo que muy fácilmente se utiliza de manera corrupta, uno debería ser muy prudente en aceptarlo.

En resumen, tenemos “tres niveles” de abuso, donde en vez de cuidar de los otros, sacan el mayor provecho posible. La aplicación es muy simple: reconocer cuando algo de esto está ocurriendo (en nosotros o en otros) y salir de ese ámbito, excepto que haya una voz muy clara del Espíritu para no hacerlo o que no haya un lugar mejor a donde ir (bastante frecuente en muchas ciudades).

De acuerdo a lo que he vivido, a lo que he visto, a lo que he estudiado, y a lo que entiendo de parte del Espíritu, NO RECOMIENDO A NADIE QUE SE QUEDE A QUERER CAMBIAR LA SITUACIÓN. Repito, si es algo de lo que has sido víctima y te estás dando cuenta de ello, ¡SALÍ INMEDIATAMENTE! Llegará el momento en la historia de la iglesia de los últimos tiempos, y ya viene, en que como individuos y como iglesias deberemos confrontar y dictaminar juicio (siempre proféticamente de parte del Señor) sobre los corruptos, para preparar la iglesia que recibirá al Amado. Habrá una separación muy clara, llegará el tiempo en que el liderazgo “rapaz” no podrá soportar la presencia del Espíritu dentro del verdadero Cuerpo de Cristo y se ubicará en la iglesia apóstata. De hecho, las aflicciones y conflictos en relación con esto que estamos pasando son la preparación para tal momento, son las heridas que nos darán la autoridad para rechazar a los que se dicen ser y no son. Pero el momento de la confrontación no es cuando apenas estoy viendo mi condición, sino luego que haya sido completamente sanado y restaurado. Mientras tanto, debo ir al desierto para encontrarme con Dios.

“… pero no cuidan el rebaño” es la consecuencia lógica y la contracara necesaria de lo que se dijo en el v. 2; “cuidar de sí mismos” implica “no cuidar el rebaño”, que es la verdadera función del pastor. La relación parece demasiado obvia; no es posible hacer las dos cosas a la vez porque se trata de objetivos contrapuestos, ya que en realidad, uno implica hacer la voluntad de Dios y el otro, la voluntad del Adversario, y como lo aclaró Jesús tiempo después, “13Ningún sirviente puede servir a dos amos; porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas.” Lucas 16.13 Psicológicamente, que el líder “se cuide a sí mismo” no es más que una manifestación de temor, inseguridad y avaricia, pero para el Padre eso es pecado.

Esto debería hacernos reflexionar sobre nuestras motivaciones. Siempre es más fácil ver “la paja en el ojo ajeno” que “la viga en el nuestro”. Es cierto que no debemos continuar siendo tan inocentes como cuerpo de Cristo, porque hemos permitido que muchos lobos con piel de oveja hagan destrozos, y que muchas “ovejas confundidas” también. Pero no es menos cierto que el mismo espíritu que vemos en esas personas también está en el resto de los hermanos (causa y consecuencia), por lo que difícilmente alguno de nosotros esté totalmente libre. A su vez, deberíamos pedir discernimiento para entender las verdaderas motivaciones de los líderes que nos ministran; ya que lo que recibamos, y aceptemos, es lo que vamos a transmitir más adelante. Sería cómico si no fuera trágico ver que en esta época en la que tanto se conoce y se habla de la importancia de la alimentación para la salud del cuerpo (de hecho, personalmente trabajo en algo que tiene que ver con el tema) se descuida profundamente la implicancia de la alimentación del alma (lo que se recibe de los medios de “incomunicación” masiva, lo que se lee, lo que se escucha y se dice) como si nada de eso pudiera afectar la salud de nuestra psiquis (que directamente se relaciona con la de nuestro espíritu). Por extensión, los creyentes tampoco cuidan lo suficiente aquello que reciben en sus espíritus (creo que muchos ni siquiera alcanzan a discernir que hay “algo espiritual” más allá de las palabras humanas), como si eso no fuera a producir salud o enfermedad espiritual en ellos.

¿En qué consiste este “no cuidar”? Ezequiel menciona seis características, y no creo por casualidad sean “seis”.

“… no ayudan a las ovejas débiles …”, esto es, a la que está cansada por el viaje, o ha tenido que pasar por un gran esfuerzo, o cualquier otra situación que la haya dejado débil. Referido a la iglesia (la comunidad de los creyentes), se trata de los hermanos que pasan por períodos de grandes luchas o incluso esfuerzos físicos, que suelen dejar a la persona más debilitada y voluble emocionalmente, lo que puede llegar a afectar a su espíritu; también podríamos pensar, tomando el Nuevo Testamento, en los débiles en la fe y en los nuevos.

“38 Vigilen y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil.», Marcos 14.38 NVI, diciéndolo Jesús a sus discípulos (que todavía no habían recibido el Espíritu Santo aunque habían estado tres años con el Maestro); lo cual aplica a los que todavía se manejan según la naturaleza humana, las buenas intenciones del hombre no transformado, los que no han sido todavía fortalecidos en cuerpo, alma y espíritu por el Santo.

“3Lo que era imposible para la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne,” Romanos 8.3 RVR95. Débiles son también los que se manejan por la ley y no por la gracia. Tenemos muchas formas de ley en nuestros ámbitos evangélicos: la proliferación de “pactos”, el énfasis excesivo en los diezmos como forma “automática” de obtener la bendición, el “rito” de “ir a la iglesia” y otras más.

“1Reciban bien al que es débil en la fe, y no entren en discusiones con él.” Romanos 14.1. Débiles son también los que están muy aferrados a determinadas interpretaciones y opiniones que, si bien no dejan de tener un fundamento bíblico, reciben una importancia exagerada en desmedro de otros principios bíblicos más fundamentales. Dicho de otra forma, que tienen esquemas de pensamiento “chiquitos”, cerrados y fuertemente dogmáticos; que pretenden explicar y encasillar todo lo que ocurra en su mundo. Aquí hay cuestiones propias de la inmadurez cristiana y a veces de estructuras de pensamiento no del todo correctas, que requieren la obra del Espíritu en la persona.

Los débiles en la fe, y los que están atravesando por momentos de debilidad por diversas razones, requieren perseverancia, capacidad para soportar, ¡aguantar sus críticas hacia nosotros!, soportar que nos hagan pasar vergüenza y a veces, ¡por mucho tiempo! Pero no hay que olvidar que el Señor tiene propósitos con ellos: “26Hermanos, deben darse cuenta de que Dios los ha llamado a pesar de que pocos de ustedes son sabios según los criterios humanos, y pocos de ustedes son gente con autoridad o pertenecientes a familias importantes. 27Y es que, para avergonzar a los sabios, Dios ha escogido a los que el mundo tiene por tontos; y para avergonzar a los fuertes, ha escogido a los que el mundo tiene por débiles.28Dios ha escogido a la gente despreciada y sin importancia de este mundo, es decir, a los que no son nada, para anular a los que son algo. 29Así nadie podrá presumir delante de Dios.” 1 Corintios 1.26-29. Ellos son una parte importante del propósito de Dios para este tiempo.

Pero en la época de Ezequiel, “débiles” tenía significados más concretos tomados de la realidad del Viejo Testamento, que no debemos perder de vista.

“42 Pero cuando llegaban los animales más débiles, no colocaba las ramas. Así los animales débiles eran para Labán y los robustos eran para Jacob.” Génesis 30.42 NVI. Débiles son los que pueden dejar poca descendencia, los que tienen poca fuerza para producir. En este sentido, “débiles” son los de pocos recursos, pocas fuerzas o talentos para trabajar, pocos dones (al menos, manifestados).

“18de cómo te salió al encuentro en el camino y, sin ningún temor de Dios, te desbarató la retaguardia de todos los débiles que iban detrás de ti, cuando tú estabas cansado y sin fuerzas.” Deuteronomio 25.18 RVR95. Débiles son los que van a la retaguardia, atrás de los otros: atrás en revelación, atrás en alcanzar las cosas materiales, atrás en entendimiento, atrás en santidad, o en lo que fuera. Pero “débiles” son también los débiles físicamente, de hecho, los que iban “atrás” durante las jornadas del desierto lo hacían porque estaban más cansados o debilitados que el resto. Ya dijimos que la debilidad física se relaciona con una mayor susceptibilidad emocional y con una mayor susceptibilidad espiritual (tiene que ver con lo que pasa durante el ayuno). Las técnicas de “lavado de cerebro” que utilizan algunas sectas justamente inducen debilidad física para quebrar la voluntad (poca comida, poco sueño, mucho ejercicio físico).

Este pasaje también nos da una clave interesante: los débiles son los que más fácilmente puede atacar el enemigo, son los más expuestos porque no están en los lugares más seguros ni tienen fuerzas para pelear. Un mensaje, una idea o una persona que “impacte” en un momento de debilidad puede establecerse y perdurar por mucho tiempo.

“15 Algunos fueron nombrados para que se hicieran cargo de los prisioneros, y con la ropa y el calzado del botín vistieron a todos los que estaban desnudos. Luego les dieron de comer y de beber, y les untaron aceite. Finalmente, a los que estaban débiles los montaron en burros y los llevaron a Jericó, la ciudad de las palmeras, para reunirlos con sus hermanos. Después, aquellos hombres volvieron a Samaria.” 2º Crónicas 28.15 NVI. Los débiles son los que, por su condición, necesitan que los lleven. Tienen dificultades para moverse por sí mismos, y necesitan ser cargados. Esto se puede referir a necesidades físicas concretas y también a necesidades espirituales, en que se les dificulta poder buscar a Dios por sí mismos, o poder avanzar hacia una mayor profundidad, o poder ir cambiando sus ideas naturales por las celestiales.

Y sin duda tendríamos mucho más para hablar, pero baste esto para darnos cuenta de que “débiles” es un término muy amplio, y que de alguna manera, en una u otra área, en mayor o menor medida, ¡casi todos entramos bajo su categoría! No será así, sin embargo, en la iglesia del último tiempo.

Sea por lo que sea, el “débil” necesita algún tipo de ayuda, esto es, que otro haga algo por él. Y justamente es lo que estos pastores no estaban haciendo. Una forma fácil de determinar donde hay un ministerio de este tipo es identificando hermanos descuidados. Claro, uno debería ser prudente, siempre va ha haber hermanos debilitados, siempre va a haber necesidades y siempre habrá gente que rechace la ministración. El problema es cuando la mayoría de la comunidad (me refiero a la congregación) se encuentra en esa situación. Y dado que la mayoría de nosotros nos encontramos en mayor o menor medida en ese estado, esto tiene que ver con ¡todos! Dicho de otra forma, lo segundo más importante del ministerio (lo primero es, claro, amar, obedecer y adorar a Dios) no se está haciendo, o se está haciendo mal. Vuelvo a insistir en que muchos líderes jóvenes han aprendido eso de sus mayores y no son capaces de dar otra cosa, a menos que el Espíritu les enseñe. De nuevo, hay un error en la “teología creída y vivida” (que no necesariamente es la proclamada) que se enfoca hacia el éxito y la “conquista”; deberemos volver a aprender que estas cosas más humildes y poco espectaculares, cuidar a los débiles, tienen un gran mérito delante del Padre.

Pero hay algo más. Es interesante la revelación de Pablo, que resume mucho de la experiencia cristiana: “7 Para evitar que me volviera presumido por estas sublimes revelaciones, una espina me fue clavada en el cuerpo, es decir, un mensajero de Satanás, para que me atormentara. 8 Tres veces le rogué al Señor que me la quitara; 9 pero él me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.» Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. 10 Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” 2 Corintios 12.7-10 NVI. La “debilidad”, y aún la espiritual, es un ámbito en el cual el Señor puede trabajar. Al limitar nuestro orgullo, puede intervenir para modificar nuestro carácter en función del Suyo. Éste es uno de los principios fundamentales del crecimiento cristiano, que es negado en esta época de “éxito espiritual instantáneo” (es decir, no debería tener que pasar por sufrimientos) y de individualismo (“con mi propio esfuerzo puedo procurar todo lo que necesito para mi desarrollo espiritual”) y, por consiguiente, desaparece la necesidad de cuidado y el derecho a reclamarlo.

Cuidar a los débiles (y, repitámoslo, ¡los más problemáticos también!) no es una “molestia del ministerio”, ¡es la oportunidad para colaborar en la obra de Dios de formar el carácter de Cristo en los hermanos!, el principal objetivo del líder (porque toda bendición y conquista para el reino se fundamenta necesariamente en un carácter transformado); por supuesto, para que, con el tiempo, sean fortalecidos en Cristo y dejen de serlo. No hagamos tampoco una “teología de los débiles y pobrecitos”.

“17Jesús lo oyó, y les dijo: —Los que están sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.” Marcos 2.17. Hay que entender la sutil ironía del Maestro; los maestros de la ley que criticaban el accionar de Jesús para nada podían considerarse sanos, pero a sus ojos sí lo eran, y por ello, no había posibilidad de que se abrieran a la nueva ministración que Dios estaba trayendo. Los débiles, generalmente, reconocen que algo anda mal y buscan algún tipo de ayuda; por ello, el Señor puede obrar.

Es bueno darnos cuenta nuestra debilidad; no hay que hacer de eso una exposición pública, pero sí mantenernos abiertos y humildes ante el Señor y ante aquellos a quiénes él específicamente nos guíe para que nos ayuden durante una parte de nuestro peregrinaje.

Todo lo que dijimos para “las ovejas débiles” vale para las expresiones siguientes; podemos interpretarlas en un sentido como una extensión y profundización de lo que se dijo. Pero hay algunas ideas cualitativamente distintas que se pueden mencionar en cada caso.

“… ni curan a las enfermas”. La enfermedad es un paso más de la debilidad, el que está débil puede llegar a enfermar (porque sus defensas están bajas). Ahora interviene un organismo patógeno, un agente extraño que toma “control” del cuerpo. El debilitado puede recuperarse con una alimentación sana, con descanso y con un poco de cuidado. El enfermo probablemente no, necesita alguna medicina especial, es decir, una intervención externa más fuerte. Uno espera que el debilitado eventualmente se recupere, en cambio el enfermo, si no se trata, puede quedar con secuelas más o menos graves, o llegar a morir.

Aquí la imagen es más fuerte, la necesidad de cuidados, mayor, y existen posibilidades de que no se recupere (es decir, de que el esfuerzo invertido finalmente no de resultados). La debilidad ahora se transformó en enfermedad, porque pasó tiempo sin adecuada atención. Podemos interpretarlo de manera espiritual y hablar de una “enfermedad espiritual”: un pecado enraizado, una iniquidad adherida, una demonización (aunque no posesión si es verdadero cristiano), una herida (un fragmento del alma en cautividad). Creo que conocemos todo lo que esto significa, tanto para el hermano en cuestión como para su familia cercana y la “familia mayor” que es la iglesia. El tal será muy poco productivo en términos espirituales, aunque podrá rendir en términos de trabajo o de dinero. No sería raro que reciba una presión mayor, si se pretende que “produzca” para la obra.

De nuevo, no tenemos que espiritualizar todo. Los “enfermos” también son, en nuestro ámbito, ¡los enfermos! Aquellos que están pasando por dolencias físicas, o tienen una incapacidad física o intelectual, o algún problema mental o psicológico. Ellos también necesitan cuidado. Está claro que no se le puede pedir a ningún líder que haga absolutamente todo lo que haya que hacer y se encargue de absolutamente todas las necesidades; ése ha sido el error en décadas pasadas. Un líder debe encargarse de que todo lo que haya para hacer se haga, y, en este caso, procurar que los necesitados reciban atención. Hay dones repartidos en el Cuerpo de Cristo que pueden encargarse de esto, siempre y cuando no se los esté “absorbiendo” en alguna función “mediática” e improductiva para el reino (me explico, en la construcción del “propio imperio” del líder).

En todo caso, aquellos que se encuentran en un nivel de vulnerabilidad y necesidad más extrema no son cuidados en este cuadro que está pintando Ezequiel. Nos sirve para reconocer dónde ocurre y estar alertas para no ser culpables nosotros de ello.

“… ni vendan a las que tienen alguna pata rota …” De nuevo, la imagen se agrava, porque una fractura en aquel entonces resultaba bastante grave (y hoy también, si no se cura), era señal casi segura de muerte, ya sea por una septicemia, o porque decididamente no iba a poder caminar bien y resultaría presa de algún depredador. Todo lo que dijimos antes se potencia. Esto requería una intervención decidida y urgente. Además, al animal habría que cargarlo durante un tiempo.

Esta oveja no podía caminar; lo cual simboliza a aquellos que ya no pueden seguir en el Camino. Están todavía en el “rebaño”, pero no seguirán con él cuando se mueva. Estos son los que necesitan “muletas” espirituales, que alguien se los “cargue al hombro”. El esfuerzo es bastante mayor, y el resultado, menos seguro. Con todo, hay dones y ministerios en la iglesia capaces de cumplir ese rol.

Yendo a otra interpretación, podemos pensar en aquellos que están en gran carencia y requieren que se les suministre durante un tiempo para sus necesidades físicas. Puede parecer un gran esfuerzo para la congregación, pero el único registro que tenemos en la historia de la iglesia cuando tal cosa ocurrió de manera que nadie pasaba necesidad, se corresponde con una situación de manifestación divina tal, que no hemos vuelto a ver todavía (aunque sí hacia la proximidad de la venida del Amado). “32Todos los creyentes, que eran muchos, pensaban y sentían de la misma manera. Ninguno decía que sus cosas fueran solamente suyas, sino que eran de todos. 33Los apóstoles seguían dando un poderoso testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y Dios los bendecía mucho a todos. 34No había entre ellos ningún necesitado, porque quienes tenían terrenos o casas, los vendían, y el dinero 35lo ponían a disposición de los apóstoles, para repartirlo entre todos según las necesidades de cada uno.” Hechos de los Apóstoles 4.32-35

“… ni hacen volver a las que se extravían …” De nuevo, la imagen se profundiza, ahora ya casi totalmente en el plano espiritual. Se trata de los que se apartaron, de los que “dejaron el rebaño”. No es generalmente fácil tratar con ellos, especialmente cuando han sido muy heridos. En realidad, requiere dones especiales (y una formación divina también especial). El “extraviado”, el que estuvo pero ya no está, ocupa un lugar muy importante en el corazón del Padre, quizás más que el que nunca conoció. Con todo, el “extraviado” o “descarriado” puede ser el que todavía está dando vueltas relativamente cerca del rebaño, o bien, va y viene.

“… ni buscan a las que se pierden…” culmina la gradación con aquel que decididamente se ha apartado, y no puede volver por sus propios medios. Las parábolas clásicas de Lucas 15 (la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido) enfatizan el amor de la Trinidad completa hacia los tales. Parece que Pablo estaba refiriéndose a ellos (o a algo parecido) cuando dijo: “19Hijos míos, otra vez sufro dolores de parto, hasta que Cristo se forme en ustedes.” Gálatas 4.19.

Estas dos imágenes son fuertemente espirituales, aunque uno podría pensar también en aquellos que se alejan geográficamente, y necesitan seguir siendo ministrados. Como dijimos, se trata quizás el ministerio más difícil; son los profundamente heridos por horribles pecados de la “iglesia”, son los volubles, que no saben lo que es asumir compromisos serios, son los ignorantes, a los que poco (y generalmente, mal) se les enseñó, son los que han caído en batalla, habiendo sido mortalmente heridos, los que se lanzaron imprudentemente a donde no debían, animados por mensajes facilistas, los que desobedecieron la voz del Espíritu y permanecieron donde no debían. Y los frutos de trabajar con ellos pueden ser muy escasos.

Una iglesia “próspera y de éxito” difícilmente quiera invertir recursos en estas personas. Me corrijo, ninguna iglesia que no tenga el “espíritu” de Cristo lo puede hacer, ¡solamente Dios puede ver y valorar ese trabajo!

“… sino que las tratan con dureza y crueldad” resume todo lo dicho anteriormente y muestra el verdadero espíritu que hay en este tipo de liderazgo. La Versión Reina Valera lo expone más literalmente: “…os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia.” Las palabras griegas implicadas dan una idea más fuerte; “enseñoreado” traduce una palabra cuya raíz primaria es: pisotear, también subyugar, destrozar. “Dureza” viene de una raíz, en desuso en esa época, que significa: romper, fracturar, y por extensión, severidad. “Violencia” viene de: vehemencia (en sentido negativo), dureza, fuerza. En definitiva, no creo que sea muy necesario pretender desagregar las implicancias exactas de las palabras porque la idea general es evidente. Es un trato desconsiderado, tiránico, que no tiene en cuenta las necesidades de los liderados, es más, que se aprovecha de ellos y los explota. Esto es la negación absoluta de lo que significa el liderazgo según el modelo divino, es, bajo la más clara revelación del Nuevo Testamento, el liderazgo bajo el modelo del infierno.

El amor y el cuidado se evidencian haciendo lo contrario a lo que muestra este pasaje; no se trata de palabras bonitas ni de mensajes de ánimo; son acciones concretas. Ésa es una clave importante, porque aquí no se mencionan los “dichos” de estos pastores (¿qué podrían decirle a una oveja?), sino sus hechos. Y los hechos son la clave para discernir lo que está ocurriendo. Vivimos en la época de la hipocresía suprema; cuando las palabras construyen mundos tan bonitos y seductores (por supuesto, con una importante “ayudita” de los poderes de las tinieblas) que cualquiera que “cierre los ojos” puede pensar que está casi en el paraíso. No es nada asombroso que el mismo espíritu se nos meta en la iglesia.

Cuando estábamos en la transición hacia el postmodernismo nos preocupaba mucho encontrar una explicación lógica de cómo estas disociaciones podían ocurrir en las personas, creo que ahora es un poco distinto: ¡lo damos por hecho! No quiero abundar mucho más en el tema, pero creo que esto es posible en buena medida por una muy fuerte influencia demoníaca sobre las mentes (aunque no necesariamente posesión) que genera un “desdoblamiento”, característico del citado postmodernismo. Pero, ¿qué es esto sino una afección psicológica masiva de toda una cultura enferma por haberse alejado de Dios? No debería resultar extraño para nadie, tenemos algunos ejemplos extremos cercanos en el tiempo, como el “embrujo” hitleriano sobre la Alemania nazi y otros mucho más modestos en nuestro continente que conocemos lo suficientemente bien como para necesitar mencionarlos…

En definitiva, no son las palabras, son las acciones. Y el conjunto de acciones que llegan a configurar un estado de cosas pueden ocurrir de manera muy sutil: basta con que al liderazgo en desarrollo se le vayan metiendo principios (aparentemente bíblicos) errados de manera que se desvíen del enfoque correcto, o, incluso, que entren en confusión y no puedan marcar claramente la línea, para que quede el camino “libre” para que las situaciones arriba presentadas ocurran.

Me explico, cuando, por ejemplo, la preocupación principal está en construir edificios o en organizar eventos (ambos válidos) se descuida el cuidado de los hermanos. Cuando los motivos se empiezan a corromper, y, por ejemplo, se pretende construir el imperio propio (adquirir fama y renombre en el “mundillo evangélico”) también resultan descuidados los hermanos. Y supongo que al lector se le podrán ocurrir unos cuantos ejemplos más… ¡y quizás alguno de su propia vida también!

Y aquí entramos en una aplicación muy interesante y perturbadora a la vez: podemos reconocer estos falsos líderes, pero, más importante aún, cuándo este espíritu está operando o influyendo al liderazgo, al mirar los hechos. Pero si empiezo a mirar los hechos de los otros, necesariamente tengo que considerar los míos. Y ello significa que, al discernir qué espíritu opera en los otros (lo cual debemos necesariamente hacer), ¡empiezo a discernir también cuáles son mis errores! Pero si no estoy dispuesto a presentar todos mis errores y pecados delante de Dios para que él los trate y corrija, debo obligatoriamente “cegarme” a mis hechos y, por extensión, a los de los otros. En definitiva, no voy a poder discernir los liderazgos deficientes y voy a seguir bajo estructuras dañinas si no estoy dispuesto a cambiar yo, ¡ambas cosas son inseparables!

Con todo, aún esto es una muestra de la misericordia divina, porque si no quiero ver mis errores, permaneceré en estructuras enfermas, y cuando la situación se vuelva más opresiva finalmente llegará el momento en que levante los ojos al cielo para clamar por liberación y Dios pueda manifestarse a mi vida. ¡Pero no es necesario que lleguemos a ese extremo! ¡Dios nos ha hecho más inteligentes que eso!

Entonces, no solamente nos sirve para distinguir el espíritu que opera en determinado liderazgo, y, repito, no podemos ser más misericordiosos que el Señor en pretender “tenerles paciencia”, sino que también nos sirven para discernir cuánto de ése mismo espíritu del mundo está en nosotros. Al fin y al cabo, ¿por qué razón terminaríamos aceptando a, o conformándonos con, tener un liderazgo tan deficiente si no es porque en nosotros está el mismo principio? ¿Por qué razón no nos preocuparíamos ni por orar para que el Señor corrija lo deficiente o, eventualmente, ponga líderes conforme a su corazón, si es que consideramos que “así está bien” o que “no puede ser de otra manera”? Sea por voluntad o sea simplemente por desesperanza, terminamos “comulgando” y sosteniendo una situación incorrecta.




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