miércoles, 19 de febrero de 2020

754. ¿Dispuestos a pagar el precio de la libertad?


Números 14:1-4 RVC
1 Toda esa noche la congregación comenzó a gritar y llorar.
2 Todos los hijos de Israel se quejaron contra Moisés y Aarón, y toda la multitud les dijo: «¡Cómo quisiéramos haber muerto en Egipto, o morir en este desierto!
3 ¿Para qué nos ha traído el Señor a esta tierra? ¿Para morir a filo de espada, y para que nuestras mujeres y nuestros niños sean tomados prisioneros? ¿Acaso no sería mejor que regresáramos a Egipto?»
4 Y unos a otros se decían: «Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto.»

Este no es un tema nuevo, de hecho, ha sido predicado hasta el cansancio. La negativa del pueblo que había salido de Egipto en pagar el precio de la libertad, de conquistar un territorio prometedor aunque peligroso, resultó en 40 años de pérdida de propósito, de “dar vueltas” por el desierto, con el único y expreso objetivo de morir allí mismo, para que una nueva generación sí pudiera entrar.

Se ha escrito hasta el cansancio sobre este tema y los paralelos que podemos establecer con la vida individual, con nuestras propias decisiones, son, dolorosamente, muchos. A medida que vamos teniendo más años encima, más ocasiones encontramos en las que nos hemos comportado de la misma manera.

Un conocido escritor evangélico popularizó el término “complejo de langosta” para explicar el evidente complejo de inferioridad que tenía todo el pueblo, precisamente porque ante los gigantes que había en cierto sector del territorio, ellos se veían como “langostas” (obviamente, una exageración).

Pero, como tantas veces, nuestro análisis teológico ha estado casi siempre teñido del enfoque erróneo que se metió hace siglos en el cristianismo, esto es, ver solo la dimensión individual (que por cierto está y es muy importante, quizás la principal) pero olvidar la dimensión comunitaria, o en todo caso, circunscribirla al ámbito de la congregación local.

Lo cierto es que un análisis superficial muestra que la decisión NO FUE de una persona, ni siquiera de uno solo de los espías, sino que fue una decisión ABRUMADORAMENTE MAYORITARIA de todo un pueblo que fácilmente podía rondar los 2.000.000 de personas (algunos dicen que más). La decisión fue genuinamente individual, porque unos pocos no adhirieron a ella, pero a la vez fue genuinamente nacional, con una unanimidad que pocas veces encontramos en la historia de Israel.

Casi cada uno de ellos prefirió la “comodidad” de una esclavitud que había pasado hacía pocos años pero que ya empezaban a idealizar como “pasado tolerable y hasta bueno”, y casi cada uno de ellos temió avanzar hacia un futuro que implicaba lucha y esfuerzo, pero que les daría la libertad. Prefirieron ser esclavos antes que pagar el precio de la libertad, y sobre esto también se ha escrito mucho.

Cualquier parecido con nuestra historia reciente no tiene nada de casual. Por eso la Palabra de Dios está Viva, porque tiene la capacidad única de hablar en cada tiempo y en cada nueva circunstancia, no se “agota” nunca, y este tema creo que es uno de los mejores ejemplos que podemos tener.

En Israel toda esa vieja generación tuvo que morir. Los 12 espías que fueron a explorar y dieron malos informes no fueron elegidos por Dios, sólo les dijo lo que tenían que hacer y ellos mismos eligieron a gente de autoridad, líderes conocidos cada uno de sus tribus, que, en promedio constaban de unas 170.000 personas (algunas más, otras menos). Esto significa que había suficiente gente como para elegir pero no tanta como para no ser conocidos por todos. Era el “mejor” liderazgo, y, por cierto, no podían ser muy viejos ya que tendrían que enfrentar los rigores y peligros de una exploración larga por territorio enemigo.

Pero estos “jóvenes” resultaron ser el viejo liderazgo. Aparentaban ser el “nuevo” pero no lo eran. ¿Hace falta que explique la comparación con nuestra realidad política, social, institucional y hasta eclesiástica?

Pero no le echemos tanta culpa, el pueblo los eligió bajo un sistema mucho más democrático que el que tenemos hoy. No eran diferentes los unos de los otros.

De paso, no es casualidad que el texto que relata la elección, la exploración y el informe malo se encuentre en el capítulo 13 de Números.

Conocemos la historia. Tuvieron que pasar 40 años, es decir, toda una generación tuvo que morir, todo el viejo liderazgo, incluidos los “jóvenes viejos”, tuvieron que morir y ese fue su propósito a partir de allí: dar vueltas hasta morir. ¡Qué lindo objetivo que les dio el Señor!

Afortunadamente no estamos en esos tiempos y no necesitamos dar vueltas 40 años… porque venimos dando vueltas como nación desde hace más de 200… Y ha sido una decisión estrictamente individual y estrictamente nacional. ¿Cuándo “morirá” este “viejo” liderazgo que ya lleva más de 200 años?

El asunto que tenemos que plantearnos seriamente en este tiempo, como individuos y como nación, es, primero, si tanto que hemos escuchado predicar sobre este texto sirvió para algo. ¿Cambiamos en algo? Si a la hora de elegir preferimos los “ajos y las cebollas” de Egipto, decididamente lo que entró por un oído salió por el otro.

Por supuesto, mucha gente en la nación aún no ha conocido este relato, pero lo vive a diario. Deberíamos procurar que lo conozcan. Nada hay más revolucionario que la Biblia, por eso en el ambiente “progre” se esfuerzan por mostrarla como retrógrada y mentirosa. Pero sabemos que todas nuestras vicisitudes fueron escritas allí para que las entendamos y las superemos. Tengo la confianza en Dios que estos tiempos que vienen servirán para “matar” de una buena vez al “viejo” liderazgo para que surja uno realmente nuevo.


Danilo Sorti



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