Números 14:1-4 RVC
1 Toda esa noche la congregación comenzó a
gritar y llorar.
2 Todos los hijos de Israel se quejaron
contra Moisés y Aarón, y toda la multitud les dijo: «¡Cómo quisiéramos haber
muerto en Egipto, o morir en este desierto!
3 ¿Para qué nos ha traído el Señor a esta
tierra? ¿Para morir a filo de espada, y para que nuestras mujeres y nuestros
niños sean tomados prisioneros? ¿Acaso no sería mejor que regresáramos a
Egipto?»
4 Y unos a otros se decían: «Designemos un
capitán, y volvámonos a Egipto.»
Este no es un tema nuevo, de hecho, ha sido
predicado hasta el cansancio. La negativa del pueblo que había salido de Egipto
en pagar el precio de la libertad, de conquistar un territorio prometedor
aunque peligroso, resultó en 40 años de pérdida de propósito, de “dar vueltas”
por el desierto, con el único y expreso objetivo de morir allí mismo, para que
una nueva generación sí pudiera entrar.
Se ha escrito hasta el cansancio sobre este
tema y los paralelos que podemos establecer con la vida individual, con
nuestras propias decisiones, son, dolorosamente, muchos. A medida que vamos
teniendo más años encima, más ocasiones encontramos en las que nos hemos
comportado de la misma manera.
Un conocido escritor evangélico popularizó el
término “complejo de langosta” para explicar el evidente complejo de
inferioridad que tenía todo el pueblo, precisamente porque ante los gigantes
que había en cierto sector del territorio, ellos se veían como “langostas”
(obviamente, una exageración).
Pero, como tantas veces, nuestro análisis
teológico ha estado casi siempre teñido del enfoque erróneo que se metió hace
siglos en el cristianismo, esto es, ver solo la dimensión individual (que por
cierto está y es muy importante, quizás la principal) pero olvidar la dimensión
comunitaria, o en todo caso, circunscribirla al ámbito de la congregación
local.
Lo cierto es que un análisis superficial
muestra que la decisión NO FUE de una persona, ni siquiera de uno solo de los
espías, sino que fue una decisión ABRUMADORAMENTE MAYORITARIA de todo un pueblo
que fácilmente podía rondar los 2.000.000 de personas (algunos dicen que más).
La decisión fue genuinamente individual, porque unos pocos no adhirieron a
ella, pero a la vez fue genuinamente nacional, con una unanimidad que pocas
veces encontramos en la historia de Israel.
Casi cada uno de ellos prefirió la
“comodidad” de una esclavitud que había pasado hacía pocos años pero que ya
empezaban a idealizar como “pasado tolerable y hasta bueno”, y casi cada uno de
ellos temió avanzar hacia un futuro que implicaba lucha y esfuerzo, pero que
les daría la libertad. Prefirieron ser esclavos antes que pagar el precio de la
libertad, y sobre esto también se ha escrito mucho.
Cualquier parecido con nuestra historia reciente
no tiene nada de casual. Por eso la Palabra de Dios está Viva, porque tiene la
capacidad única de hablar en cada tiempo y en cada nueva circunstancia, no se
“agota” nunca, y este tema creo que es uno de los mejores ejemplos que podemos
tener.
En Israel toda esa vieja generación tuvo que
morir. Los 12 espías que fueron a explorar y dieron malos informes no fueron
elegidos por Dios, sólo les dijo lo que tenían que hacer y ellos mismos
eligieron a gente de autoridad, líderes conocidos cada uno de sus tribus, que,
en promedio constaban de unas 170.000 personas (algunas más, otras menos). Esto
significa que había suficiente gente como para elegir pero no tanta como para
no ser conocidos por todos. Era el “mejor” liderazgo, y, por cierto, no podían
ser muy viejos ya que tendrían que enfrentar los rigores y peligros de una
exploración larga por territorio enemigo.
Pero estos “jóvenes” resultaron ser el viejo
liderazgo. Aparentaban ser el “nuevo” pero no lo eran. ¿Hace falta que explique
la comparación con nuestra realidad política, social, institucional y hasta
eclesiástica?
Pero no le echemos tanta culpa, el pueblo los
eligió bajo un sistema mucho más democrático que el que tenemos hoy. No eran
diferentes los unos de los otros.
De paso, no es casualidad que el texto que
relata la elección, la exploración y el informe malo se encuentre en el
capítulo 13 de Números.
Conocemos la historia. Tuvieron que pasar 40
años, es decir, toda una generación tuvo que morir, todo el viejo liderazgo,
incluidos los “jóvenes viejos”, tuvieron que morir y ese fue su propósito a
partir de allí: dar vueltas hasta morir. ¡Qué lindo objetivo que les dio el
Señor!
Afortunadamente no estamos en esos tiempos y
no necesitamos dar vueltas 40 años… porque venimos dando vueltas como nación
desde hace más de 200… Y ha sido una decisión estrictamente individual y
estrictamente nacional. ¿Cuándo “morirá” este “viejo” liderazgo que ya lleva
más de 200 años?
El asunto que tenemos que plantearnos
seriamente en este tiempo, como individuos y como nación, es, primero, si tanto
que hemos escuchado predicar sobre este texto sirvió para algo. ¿Cambiamos en
algo? Si a la hora de elegir preferimos los “ajos y las cebollas” de Egipto,
decididamente lo que entró por un oído salió por el otro.
Por supuesto, mucha gente en la nación aún no
ha conocido este relato, pero lo vive a diario. Deberíamos procurar que lo
conozcan. Nada hay más revolucionario que la Biblia, por eso en el ambiente
“progre” se esfuerzan por mostrarla como retrógrada y mentirosa. Pero sabemos
que todas nuestras vicisitudes fueron escritas allí para que las entendamos y
las superemos. Tengo la confianza en Dios que estos tiempos que vienen servirán
para “matar” de una buena vez al “viejo” liderazgo para que surja uno realmente
nuevo.
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario