viernes, 12 de diciembre de 2014

Mateo 23: hipocresía religiosa, falsos pastores, falso liderazgo y falsos seguidores! (1º)


Realmente hay mucho escrito en la Biblia sobre los falsos líderes, los mentirosos que llevan al pueblo de Dios por caminos equivocados; tanto, que sorprende su éxito sostenido a lo largo de 20 siglos de cristianismo y especialmente en las últimas décadas. Bueno, en realidad, no sorprende tanto; la Biblia ha permanecido cerrada para el pueblo; durante siglos porque no podían acceder a ella, y hoy porque, sencillamente, no la leen. ¡Hay tanto para hacer y tantas distracciones en qué entretenerse, que no queda tiempo más que para algunas "píldoras de religión" de vez en cuando o mensajes televisados a la noche.

Es difícil hablar sobre el liderazgo con los cristianos que no estén fundamentados en la Biblia, normalmente lo consideran una blasfemia. Pero dada la crisis actual es necesario, imperioso, que abran sus ojos y escapen del sistema religioso evangélico en el que se encuentra la mayoría de la iglesia.

Pero esto no se trata de simplemente exponer las quejas y heridas recibidas de malos pastores (y las hay muchas), porque en ese caso estaríamos aportando para los propósitos del Adversario. Se trata más bien de leer con sinceridad el texto bíblico y entender sus descripciones y advertencias.

El capítulo 23 de Mateo hace un resumen muy interesante desnudando la hipocresía religiosa de entonces y de ahora. Haríamos muy bien en prestar atención y estar prevenidos.


"Después de esto, Jesús dijo a la gente y a sus discípulos: “Los maestros de la ley y los fariseos enseñan con la autoridad que viene de Moisés. Por lo tanto, obedézcanlos ustedes y hagan todo lo que les digan; pero no sigan su ejemplo, porque ellos dicen una cosa y hacen otra." (Mateo 23.1-3, DHH)


Jesús no tuvo ningún problema en enseñar sobre el tema, aunque sabía que esto le iba a costar la vida. No es la primera vez en los evangelios que leemos las críticas del Señor dirigidas a los líderes religiosos; críticas mucho mayores que las que puedan aparecer sobre las prostitutas y cobradores de impuestos de la época. Está claro qué es lo que aborrecía más que nada sobre la tierra.

¿Por qué razón difícilmente escuchemos predicaciones al respecto, o bien, si las escuchamos están directamente dirigidas a tal o cual "contrincante ministerial" del pastor? En el fondo, no es difícil entender que de una u otra manera, todos están dentro del mismo sistema; no pueden criticar lo que ellos hacen, o están pretendiendo hacer. El evangelio no es política; en un sistema democrático los políticos van a tratar de conciliar intereses y posiciones, procurando que nadie resulte ofendido; y es lo que corresponde (el problema no está ahí, sino en lo que desean los distintos grupos sociales; ése debería ser el foco de atención de los cristianos). En la iglesia existe una "regla" de medida, y no puede haber "manejo político" que escape a ella (esto no quiere decir que se puede ofender gratuitamente, como algunos hacen en nombre de la "verdad y la sinceridad").

El evangelio implica "jugarse" el todo por el todo. Conocemos el ejemplo de Jesús:

Juan 6.66-67 DHH

66Desde entonces, muchos de los que habían seguido a Jesús lo dejaron, y ya no andaban con él. 67Jesús les preguntó a los doce discípulos:

—¿También ustedes quieren irse?

No le importaba tener una multitud de gente que ofrende, es más, no le importaba que aún los 12 se fuera. No negoció con el evangelio, no rebajó sus demandas.

Un verdadero ministro de Cristo no va a dejar de advertirnos sobre la hipocresía y la falsedad religiosa en nuestras iglesias, es su obligación hacerlo. Si nos ofende escuchar estos mensajes, probablemente sea porque nosotros también tenemos esa misma hipocresía y falsedad en nuestro corazón. Si no nos arrepentimos de ella, seremos inevitable presa de los falsos líderes.

En este pasaje el Señor está "solucionando" un problema por demás de común: ¿cómo conducirnos con los líderes cuya vida no está de acuerdo con la Palabra? La respuesta es simple: diferencien entre las palabras y las obras; repiten lo que dice la Biblia, aunque no lo cumplan, por lo tanto hay que saber qué imitar y qué no. Pero, ¿será así de fácil...?

A primera vista la respuesta parece ser que uno debería creer y obedecer todo lo que dicen, aunque no hacer lo que hacen. Pero la práctica nos ha enseñado que eso no funciona. ¿De verdad Jesús estaba diciendo eso?

No podemos negar que aún los más desviados dicen cosas verdaderas en sus predicaciones, con el solo hecho de leer la Biblia ya están anunciando la verdad. ¡Hasta el mismo Satanás dice la verdad a veces! No hay que olvidar que la mentira, para que sea verdaderamente mentira, debe contener la mayor cantidad de verdad posible, porque si fuera absolutamente todo mentira, nadie la creería. Construir una sociedad o un grupo de personas que acepte las mentiras más profundas le significa al Adversario un programa de mucho tiempo, muchas generaciones incluso, para introducir y afianzar de manera lenta y progresiva los distintos escalones de engaño.

Entonces podemos ver que decir "algo" de verdad dista mucho de decir "toda" la verdad, o en su sentido absoluto, "la" verdad. ¿Jesús estaba diciendo que debían creer a todo lo que ellos dijeran?

En la forma de hablar del Señor, y especialmente en el contexto literario bien "judío" de Mateo, son frecuentes las hipérboles o exageraciones; incluso las connotaciones irónicas; por lo que no sería raro que "hacer caso" significara "también tengan cuidado". Por supuesto, no olvidemos que las Escrituras no estaban extendidas entonces como ahora, ni tampoco la mayoría de la gente sabía leer, por lo que una parte importante de lo que decían debía incluir la lectura de la Palabra; a eso sí debían hacer caso.

Cuando seguimos leyendo el resto del capítulo, en el que probablemente Mateo agrupe varios discursos sobre el mismo tema dichos en diferentes oportunidades por el Maestro, resulta obvio que todos los hechos que critica tienen un "discurso" correlacionado. Por todo esto, creo que deberíamos tomar las palabras de estos versículos como una advertencia a, primero y antes que nada, no imitar sus hechos; y segundo, a analizar sus palabras. No nos olvidemos que Jesús dice "enseñan con la autoridad que viene de Moisés" (literalmente, "en la cátedra de Moisés se sientan"); no tienen autoridad en sí mismos, sólo es derivada y en la medida que se mantengan fieles a ella. Esta es la actitud que deberíamos tener hacia muchos de nuestros "grandes apóstoles" actuales, para empezar, porque luego el Espíritu dirá otras cosas en el resto del Nuevo Testamento.


4Atan cargas tan pesadas que es imposible soportarlas, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo. (Mateo 23.4 DHH)


Si los primero tres versículos constituyen la introducción de la enseñanza, este hace la aclaración de la realidad espiritual de lo que sigue. El espíritu con que estaban operando entonces y con el que siguen operando ahora los falsos líderes es el de la religión, cuya primer y más visible consecuencia es el agobio de las personas bajo cargas pesadísimas, que ningún hombre puede llevar por sí mismo. En donde veamos cristianos agobiados, "aplastados" bajo un sistema, incapaces de moverse con libertad, como el viento (tal como el Señor dice en Juan 3), ahí está el espíritu de religión obrando y ahí están sus fieles mensajeros hablando "en nombre del Señor" (¿o del "señor"?). Esto ha llegado a estar tan naturalizado y justificado teológicamente que la mayoría de los cristianos reaccionaría muy ofendidos si uno se los dijera. Si no me creen, hagan la prueba (pero traten de tener una puerta para escapar cerca).

Y de paso, este versículo nos aclara perfectamente los anteriores, ¿por qué los religiosos profesionales de su época (y de esta) viven hipócritamente? Sencillo, porque "su" doctrina es imposible de practicar; porque Dios no está en ella y no hay ningún poder divino para vivirla. Ante esta situación, por demás de común tanto entonces como hoy, existen dos reacciones comunes: o bien se apartan de ese sistema y se quedan a un costado, sumergidos en la maldad o tratando de buscar a un Dios que no es el de esa enseñanza, sin mucho éxito; o le encuentran la "veta" económica y social al asunto y siguen con el juego. Estos son los religiosos profesionales, que necesariamente van a llevar una vida hipócrita porque no van a poder vivir lo que predican.

Por supuesto, existe otra posición intermedia, los que siguen engañados con ese sistema, creyendo que es la verdad y tratando de vivirla, fracasando una y otra vez (lo cual en el fondo, también es vivir una vida inconsecuente con lo que se predica) pero intentándolo infructuosamente. Y, por supuesto, tampoco podemos "encasillar" tan tajantemente a todas las personas en uno u otro modelo. Pero, sea por esta razón o la otra, la consecuencia será que no pueden vivir lo que creen, lo que predican, o lo que no creen pero piensan que deberían creer.

El evangelio de la religión, que ha sido susurrado diligentemente por los demonios de la religión al oído de teólogos, pastores, maestros, apóstoles, profetas y evangelistas a lo largo de siglos, NO se puede vivir, y cuando se lo intenta, el resultado es quedar agobiado bajo una carga imposible de llevar. ¿Quién de nosotros puede decir que está completamente libre de él? Absolutamente NADIE.

Quiero recalcar la dimensión espiritual del asunto; durante mucho tiempo leí muy buenos comentarios al respecto hablando de lo malo, perverso y ruines que eran estos fariseos, y de cómo debían arrepentirse y cambiar... exactamente el mismo espíritu que el de los fariseos pero con otro color; y peor aún, porque en lo que los critiquemos nos condenamos a nosotros, porque seguro que algo de eso en algún momento hacemos. Ante nosotros tenemos a los principados de más alto rango de todos, los más importantes, los más sutiles, aquellos que no se van a espantar con ninguna reprensión de demonios, ni con prolongados ayunos; los que se sientan a nuestro lado para disfrutar de las reuniones de la iglesia, los que toman mate con nosotros cuando leemos la Biblia, los que comparten sus "conocimientos" con los teólogos y maestros cuando enseñan. ¡Y no estoy exagerando en nada, al contrario!

NUNCA hasta ahora la iglesia a podido vencerlos, inevitablemente, inexorablemente, sin absolutamente ninguna posibilidad de escapar, todo movimiento del Espíritu ha sucumbido tarde o temprano ante ellos. ¿Podremos hacer algo mejor en el final de los tiempos?

Pero cuando nuestros ojos son abiertos es sorprendente que sea tan fácil detectarlos, tan sencillo darse cuenta. Basta escuchar unas pocas palabras para sentir el "gusto" del espíritu que traen. En esta enseñanza, Mateo resume las herramientas de discernimiento espiritual que Jesús les da a sus discípulos  para no dejarse engañar. En el resto del Nuevo Testamento, el Espíritu se encargará de ampliar y completar lo que fue dicho bajo el Antiguo Pacto y resumido en los Evangelios.

Pero nos estamos olvidando de algo. No solamente hay "cargas pesadas", seguidas de agobio, pesadez, frustración, impotencia, sentido de fracaso; estas cargas son preparadas por alguien y "puestas" sobre los hombros de otro. Los religiosos profesionales han llegado a incorporar la doctrina demoníaca y desarrollar la habilidad de transmitirla eficazmente, tanto es así, que literalmente "ponen" la carga sobre otro. No debemos pensar que este sea un proceso cien por ciento consciente, basta solo una apertura a los espíritus de religiosidad para que ellos se encarguen del resto.

El liderazgo implica muchas cosas, una de ellas es que hay una influencia de alguien (el líder) sobre otro (el liderado); la visión de Jesús es que esta influencia debía ser de servicio, cuando se corrompe, se transforma en explotación. Y, literalmente, los cristianos han terminado en más de una ocasión "explotando" bajo la carga de la religión (y me estoy refiriendo a la "religión evangélica"; no soy católico y no me toca a mí hablar de ellos).

La descripción de síntomas y signos sirve para hacer un diagnóstico. Es el primer paso para hallar una solución.



5Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar en la frente y en los brazos porciones de las Escrituras escritas en anchas tiras, y ponerse ropas con grandes borlas. 6Quieren tener los mejores lugares en las comidas y los asientos de honor en las sinagogas, 7y desean que la gente los salude con todo respeto en la calle y que los llame maestros. (Mateo 23.5-7)


El tipo de religiosidad con el que está tratando Jesús además de hipócrita es "publicitaria" (usando términos actuales): se muestra exageradamente; es más, no se trata de una simple promoción, ni incluso de una (tan común) publicidad engañosa para conseguir una venta (o gente que ofrende los domingos); la esencia de su accionar depende de la aprobación de los demás. El conjunto de acciones tienen que ver con ello, diríamos (siguiendo nuestro tradición psicologista) que su "salud mental" depende de la aprobación de sus "actos religiosos".

Antes de empezar a criticar a diestra y siniestra, tengamos en cuenta que el ser humano necesita para la sana constitución de su psiquis la aprobación de los otros; en un principio (y durante bastante tiempo) estos otros significativos son los padres; y sabemos de cuántos y cuántos traumas se generan cuando no hay aprobación o incluso cuando existiendo, no se hace manifiesta. Luego aparecen los maestros, jefes, conyugue, hijos, determinados líderes, hasta que llega a idealizarse en un "súper yo" que nos habla desde la conciencia diciéndonos qué esta bien y qué está mal; el "otro" pasa a ser alguien abstracto (de paso, eso puede llegar ser un terreno amplio y espacioso para los demonios), pero nunca termina de "aislarse" completamente de la gente.

Esto es natural, el problema está en quién termina siendo la voz autorizada para aprobar o rechazar mi conducta, pensamientos e intenciones. Pablo lo dejó en claro:

3En cuanto a mí respecta, muy poco me preocupa ser juzgado por ustedes o por algún tribunal humano. Ni siquiera yo mismo me juzgo. 4Sin embargo, el que mi conciencia no me acuse de nada no significa que yo por esto sea inocente. Pues el que me juzga es el Señor. 5Por lo tanto, no juzguen ustedes nada antes de tiempo; esperen a que el Señor venga y saque a la luz lo que ahora está en la oscuridad y dé a conocer las intenciones del corazón. Entonces Dios dará a cada uno la alabanza que merezca. (1 Corintios 4.3-5)

Aún Jesús dijo:

15Ustedes juzgan según los criterios humanos. Yo no juzgo a nadie; 16pero si juzgo, mi juicio está de acuerdo con la verdad, porque no juzgo yo solo, sino que el Padre que me envió juzga conmigo. (Juan 8.15-16)

En el contexto de lo que venimos diciendo, "juzgar" se refiere a emitir un juicio de valor sobre determinadas acciones; es decir, aprobar o rechazar. Y está claro que el único que puede juzgar con verdad es Dios. Y si quedara alguna duda, Jeremías dijo mucho tiempo antes:


9      “Nada hay tan engañoso y perverso
como el corazón humano.
¿Quién es capaz de comprenderlo?
10    Yo, el Señor, que investigo el corazón
y conozco a fondo los sentimientos;
que doy a cada cual lo que se merece,
de acuerdo con sus acciones.”
(Jeremías 17.9-10)

Y podríamos seguir durante un rato muy pero muy largo demostrando con la Palabra que mi propio corazón, mi propio yo o "súper yo" o "híper yo" o como queramos llamarlo NO está habilitado para ser juez de mí mismo. Mucho menos otra persona.

Esto no quiere decir, claro está, que no deberíamos tener sistemas judiciales (la Biblia es clara al respecto) ni juzgar correctamente entre hermanos (también habla sobre eso) ni analizarnos a nosotros mismos; significa que el criterio último de todo juicio debe venir del Juez de toda la tierra; que él debe inspirar justicia en los tribunales, cuando juzgamos entre hermanos y aún cuando nos "juzgamos" a nosotros mismos. Una cosa es juzgar acciones, hechos concretos, aún conductas manifiestas y otra las intenciones y la vida espiritual.

Ahora bien, el problema de los versículos que leímos más arriba era el tipo de religiosidad que necesita de la aprobación de los demás. Si está claro que ellos no pueden ser la correcta vara de medida, ¿por qué tanto empeño en buscarlos?

A más de uno se le ocurriría pensar que, para un hijo de Dios que conoce a su Dios, es por demás de absurdo estar dependiendo de la aprobación de los demás, que necesariamente (o al menos, casi exclusivamente) se va a basar en obras fácilmente visibles y "evaluables", y si estamos hablando de "las masas" (los "muchos") no podemos pensar en que discernirán elaborados discursos teológicos o meritorias acciones de renuncia; en definitiva, el accionar es "político" en el sentido burdo de la palabra.

El que debe aprobar o reprobar mis acciones no es otro que Dios, ni siquiera yo mismo. El "pequeño" problema es que para ello necesitamos llegar a un nivel de comunión tal que verdaderamente "caminemos" junto con el Padre, como Enoc, escuchando y dialogando cada momento, recibiendo su aprobación o su corrección.

Cuando nuestra "espiritualidad", nuestra relación con Dios, termina dependiendo de la aprobación o rechazo de los demás (sean las "masas ignorantes" o el más culto y santo de los líderes espirituales), estamos en serios problemas: sencillamente, no estamos escuchando a Dios, no podemos discernir su voz, y nuestra fe es simplemente una religión manipulada (por las masas o por algún líder, en el fondo es lo mismo). Y por más "correcta" y acertada que sea esa aprobación (si es que pudiera serlo), si no depende de Dios, no sirve para el reino DE Dios.

Creo que ninguno de nosotros puede decir en este momento que está absolutamente libre de este pecado, y si simplemente nos abrazamos y lloramos juntos por eso, no solucionamos nada. Más vale, reconozcámoslo y empecemos a tomar las decisiones y las acciones para revertirlo (que consiste en acercarnos a Dios, escuchar su voz y aceptarla como verdad).

Volviendo al tema del liderazgo hipócrita, digo lo mismo que más arriba; esto nos sirve de diagnóstico (por supuesto, hace falta discernimiento), permite identificar a los que están actuando bajo los principios y principados expuestos y de quienes debemos tener cuidado. Y no seguir su juego por supuesto, porque donde hay un liderazgo que necesita la aprobación de los demás para sus propósitos, hay un "pueblo" (una "masa", diría yo) que necesita tener a alguien a quién aprobar para sentir algo trascendente a ellos mismos.

Hasta aquí estuvimos hablando en un sentido psicológico de la aprobación, pero por supuesto existe otro sentido mucho más básico y material: dinero, poder, influencia. La aprobación de los otros permite conseguir dinero de ellos, permite tener influencia sobre ellos y, en definitiva, aumenta el poder de los que están siendo aprobados. Y creo que no hace falta que expliquemos mucho esto, es muy simple.

En la medida que no tengo la bendición de Dios (porque no estoy en verdadera comunión con él ni le obedezco), que el poder del Espíritu no se manifiesta en mí y que no puedo lograr una influencia voluntaria sobre los demás, inevitablemente necesitaré obtener todo eso de otro modo.

La actuación religiosa logra influencia sobre las "masas", como dijimos antes. Claro que cualquiera diría que eso es generalizar mucho, y es verdad. No todos se dejan engañar por ella, pero si vemos que existen variadas formas de actuaciones religiosas, nos daremos cuenta de que la mayoría sí se deja engañar en alguna medida.

Jesús está hablando a la gente, la parte "necesaria" de esta actuación. Dios ha dado una cuota de poder y autoridad a absolutamente toda persona en esta tierra, y dado que esto es así, los poderosos siempre se han preocupado por lograr engañar a las personas a lo largo de los milenios; ¿para qué engañar a alguien si ese alguien no tiene absolutamente ningún poder, si no hay nada que pueda hacerme o darme?

El Señor está "desarmando" el circo al abrir los ojos de los "espectadores", otro tanto tenemos que hacer nosotros, ¡empezando por nosotros mismos!

Por otro lado, esta situación genera una atadura del alma, de unos hacia otros, que es necesario romper con la autoridad de Cristo. Literalmente unos están dependiendo de otros, y llega a haber una fuerte conexión entre líder y liderados, pero que no proviene del Espíritu Santo. Algunos pueden pensar que es una unidad maravillosa, y hasta dar gracias a Dios por ella. De hecho, se pueden hacer muchas cosas así, construir grandes obras, edificar ministerios, hacer muchas actividades en el nombre de Cristo. Puede haber un gran avance de la congregación así, y podemos creer que es debido a la bendición de Dios. Podemos llegar a construir un enorme edificio para el reino de Dios... con el inconveniente de haberlo hecho en el terreno equivocado.

Es decir, las cosas "pueden funcionar" a los ojos humanos de esta manera, puede haber mucha actividad e incluso el Espíritu puede manifestarse por pura misericordia, pero lo que se haya hecho, ¿habrá sido para el reino de Dios o para el pequeño reino de algunos líderes humanos?

Volviendo al texto bíblico, Jesús dice que "aman" los primeros asientos en las cenas y las primeras sillas en las sinagoga; es decir, el primer lugar, tener un puesto visible en las actividades tanto sociales como religiosas. Dicho de una manera más sutil, ser conocidos y apreciados en el mundo social, político o cultural así como en el mundo religioso. Deberíamos ser cuidadosos y reconocer que existe muchos llamados genuinos para ministrar en el mundo, en las diversas actividades sociales, políticas, culturales, etc.; y que a medida que pase el tiempo, estos aumentarán y la iglesia se moverá hacia una integración plena con "el mundo", pero esta vez no para ser absorbida por él sino para cumplir el propósito que todavía está pendiente: fermentarlo con la levadura del reino. Y también deberíamos reconocer que existen llamados genuinos a "tener visibilidad" en distintos ámbitos, y que Dios concede a algunos los "primeros lugares".

Pero está claro, muy claro, que existe una gran diferencia entre aquel que llega por voluntad divina y el que llega trepando, engañando y pisoteando. El que llega por propósito no "ama" los primeros lugares, es más, probablemente no los quiera; sólo ama cumplir la voluntad del Padre. El otro, ama desesperadamente el lugar, la posición, el nombre. Podemos darnos cuenta de eso.

Que la gente los llamen "maestros" es su otro deleite. Pero claro, esto ya fue escrito en los evangelios, es difícil que un cristiano hoy sea tan evidente en su hipocresía, normalmente vamos a disimular más... Sin embargo, sigue siendo claro cuando hay deseo de recibir títulos de respecto, especialmente aquellos que aluden a un gran conocimiento o virtud espiritual del que los lleva.

Veámonos un poco; el Señor nos ha dado dones y bien puede ser que algunos de ellos tengan que ver con el liderazgo (Jesús habla de la enseñanza, pero podrían ser otros), y no está mal que deseemos ejercitarlos dentro de la comunidad de los santos; pero puede ser que el Espíritu disponga otra cosa ¿y, por un tiempo corto o largo, no se nos permita "tener" un ministerio en la congregación. ¿Podemos aceptar desarrollarlo de manera "informal", sin "reconocimiento oficial"? A veces tener (o mantener) un ministerio en una congregación determinada implica sacrificar algunos principios de nuestra fe; aceptar un manejo turbio del dinero, "ocultar" a un líder hipócrita (adúltero, mentiroso, ladrón), aceptar una declaración doctrinal que sabemos que tiene principios incorrectos, aceptar un manejo de iglesia que frena el mover del Espíritu, etc. Pues bien, en este caso se aplica lo que Jesús está diciendo: ¿amamos más nuestro título o posición (es decir, que nos "llamen maestros") o amamos más la verdad de Dios, y al Dios de la Verdad?

¡Cuántos cristianos nos encontramos con estas decisiones! ¿Cuál es el límite? Ningún ministerio es perfecto, ningún líder lo es, nosotros tampoco. El discernimiento a veces no llega enseguida, y Dios lo permite así en sus propósitos; pero cuando llega, es decir, cuando el Espíritu nos empieza a mostrar que estamos (o vamos a estar) participando de una situación que a él no le agrada y que implica hipocresía religiosa (al menos según lo que podemos entender en ese momento), ¿cuál será la decisión? De ella puede depender que entremos en el camino de los fariseos de Mateo 23 o en el de los bienaventurados de Mateo 5.

Y dicho sea de paso, hay un tiempo en el que a los hipócritas religiosos parece que todo les va bien, mientras que a los santos fieles no. Es parte de la prueba.


8“Pero ustedes no deben pretender que la gente los llame maestros, porque todos ustedes son hermanos y tienen solamente un Maestro. 9Y no llamen ustedes padre a nadie en la tierra, porque tienen solamente un Padre: el que está en el cielo. 10Ni deben pretender que los llamen guías, porque Cristo es su único Guía. 11El más grande entre ustedes debe servir a los demás. 12Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido. (Mateo 23.8-12)


Esto versículos son de verdad problemáticos, porque inevitablemente, tarde o temprano, todas las estructuras de liderazgo cristiano terminan asumiendo alguno de estos títulos de alguna manera. Son tan sencillos en su significado que explicarlos puede oscurecerlos y tergiversarlos, más que aclararlos; y creo que es lo que ocurre. Intentemos hacer algo de lo primero sin caer en lo segundo, ¡y que el Señor nos ayude!

"Maestro" es un título que vuelve a usarse más adelante en el Nuevo Testamento, obviamente dirigido a una función y no a un título honorífico, como aquí parece decir, es más, como creo que deberían interpretarse los tres títulos presentados.

"Padre" es un poco más delicado, se usa en el Antiguo Testamento, en contextos que no son los actuales y que no deberíamos pretender replicar; Pablo lo usa en un sentido metafórico, pero queda por demás de claro que nunca lo pretendió como título para sí. Hoy suelo escuchar, con bastante sorpresa y desagrado, que las expresiones: "padre espiritual", "paternidad espiritual", "casa de paternidad" se usan muy alegremente. Asumo que de verdad nunca han leído la historia de Pablo y que no saben lo que REALMENTE significa ser "padre espiritual" de alguien. Probablemente manejen el concepto de paternidad que muchos hombres manejan hoy: simplemente "dejar la semillita" y, en el mejor de los casos, llevar dinero a casa para que el crío coma y se vista. Muy lejos de la verdadera paternidad.

Me parece que debería tenerse un temor santo antes de usar la palabra o permitir que se la apliquen a uno; hay que estar muy cerca del corazón del Padre para poder llegar a usarla con el cuidado que la usó Pablo.

"Guía" no lo escucho frecuentemente dentro del cristianismo bíblico, pero por ahí aparecen algunas expresiones parecidas; como por ejemplo: "el hombre que tiene la visión", "Dios le da la visión al pastor" (por consiguiente, es el único que la tiene y que la puede transmitir; otra forma más sutil de decir que es el "guía"), "todos deben seguir la visión del pastor" (por lo tanto, es el único guía autorizado).

Si bien ningún líder en su sano juicio se pondría en el lugar de Cristo, sí se colocan, de manera más o menos abierta, "debajo" de Cristo y "encima" del pueblo; no lo reemplazan pero son sus únicos "intérpretes autorizados". Finalmente, mirar la voluntad de Cristo, para la gente de la iglesia, no puede hacerse fuera de los "cristales del pastor". Es decir, reemplazan a Cristo en los hechos.

No deberíamos criticar demasiado a tales líderes;

23Pero cuando ustedes oyeron aquella voz que salía de entre las tinieblas, y vieron el monte en llamas, todos ustedes, los jefes de las tribus y los ancianos, vinieron a hablar conmigo 24y me dijeron: ‘Verdaderamente el Señor nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su poder, y hemos oído su voz, que salía de en medio del fuego. Hoy hemos comprobado que Dios puede hablar con los hombres sin que estos mueran. 25Sin embargo, ¿para qué exponernos a morir consumidos por este terrible fuego? Si volvemos a escuchar la voz del Señor nuestro Dios, moriremos; 26pues, ¿qué hombre hay que pueda escuchar la voz del Dios viviente hablando de en medio del fuego, como la hemos oído nosotros, sin que le cueste la vida? 27Mejor acércate tú, y escucha todo lo que el Señor nuestro Dios te diga, y ya luego nos dirás lo que te haya comunicado, y nosotros cumpliremos lo que se nos diga.’

28“Mientras ustedes me hablaban, el Señor estaba escuchando lo que decían, y entonces me dijo: ‘He oído todo lo que ha dicho este pueblo, y me ha parecido muy bien. 29¡Ojalá piensen siempre de la misma manera, y me honren y cumplan mis mandamientos todos los días, para que tanto ellos como sus hijos tengan siempre una vida dichosa! (Deuteronomio 5.23-29)

El resto de la historia la conocemos: tampoco le hicieron caso a Moisés. No quisieron pagar el precio de escuchar a Dios ellos mismos, no quisieron arriesgarse; era más fácil que otro lo hiciera. Lo mismo pasa ahora, si no más. ¿Qué deberían hacer los líderes ante una congregación que no quiere escuchar la voz de Dios, que no quiere pagar el precio; y que está, por el contrario, muy dispuesta a escuchar y obedecer a un hombre (mientras no sea muy exigente, claro)? Aquí hay una decisión ética muy importante, y es parecida a los planteos éticos que tienen los profesionales en sus trabajos.

La situación es en apariencia bastante conveniente: me van a escuchar a mí como líder, van a hacer lo que yo les diga; inconscientemente mi ego es alimentado, mi propia autoestima crece; tengo un grupo de apoyo, puedo confiar en que mis sueños se van a realizar, que habrá gente que los lleve a cabo, puedo contar con una base de ofrendas y diezmos, tengo un lugar "protegido" alrededor mío, y como puedo mantener a otros líderes, ellos van a ser fieles a mí y me van a ayudar con los casos difíciles, y hasta me van a cubrir en algunas cosas turbias que haga... ¡Es un negocio redondo, como decimos por acá!... Claro, para mí, no para el Señor.

La gente tiene a un "ídolo exitoso", y su propio éxito garantiza la aprobación divina y que es un guía verdadero, porque ellos mismos quieren alcanzar ese éxito (humano, visible), y por lo tanto, va a escuchar la voz de Dios, es aprobado en todo lo que hace y si se ponen lo suficientemente cerca de él, algo que lo que tiene se les va a pegar a ellos. Y no tienen que esforzarse en buscar a Dios ellos mismos, ni siquiera en leer la Biblia; basta con pagar regularmente su membresía (diezmos, ofrendas y pactos) y listo.

Bueno, está claro que estos párrafos son una exageración intencionada, pero creo que desnudan muchas de las motivaciones escondidas.

El modelo de liderazgo que propone Jesús es realmente revolucionario; no se basa en títulos que confieren autoridad, no se basa en posiciones de respeto y poder (humanos), no se basa en mantener una distancia con los liderados (literal y / o simbólica), ¡todo lo contrario! Es más, se basa en el servicio, genuino y no de palabras vacías, como tenemos en la actualidad. No depende de ninguna autopromoción, sino de la promoción divina. ¿Cuánto cuesta eso?

Primero, cuesta que mucha gente, acostumbrada al modelo de liderazgo del mundo, no va a entender, va a menospreciar y criticar al tal líder. Que probablemente se vayan de dicha iglesia (lo cual, créanme, es una gran bendición); que no pueda vivir tan fácilmente de los diezmos y ofrendas, y probablemente deba tener un trabajo extra, al menos los primeros años; que va a tener que mantener un ejemplo consecuente y una enseñanza contracorriente, y que va a tener que sostener a sus líderes en formación porque van a chocar con los mismos conflictos. Además, como no es un modelo difundido, va a tener que buscar constantemente al Señor para aprenderlo y ajustar su desempeño. Y la promoción va a venir de Dios, a través de los resultados, que requieren paciencia, y en los tiempos que el Señor quiera. ¡No es sencillo!

¿Y para la gente? Asumir que no hay un "superhombre" liderándolos, que si es de verdad "siervo" son ellos los que van a tener que tomar acciones y decisiones, que no van a tener un "modelo exitoso" en el cual reflejarse y al cual seguir, sino que van a tener que mirar solo a Cristo, que van a tener que desaprender su estructura mental de "seguidores". ¡Tampoco es sencillo!

Cómo dije más arriba, podemos criticar alegremente a partir de estos versículos, pero en realidad todo lo que dicen nos implica a todos sin excepción, y nos exige mirar unas cuantas ramas dentro de nuestros ojos.

En el último versículo citado, Jesús muestra la raíz del problema: el orgullo; la necesidad de autopromocionarse, de hacer la propia voluntad, de construir su propio mundo... porque no confiamos en que Dios pueda hacer algo mejor por nosotros que nosotros mismos, porque en el fondo no creemos que de verdad nos ame o se preocupe tanto por nosotros, porque nos hemos adherido a la rebelión de Satanás y por lo tanto supimos que Dios estaba enojado con nosotros, pero en vez de arreglar las cosas decidimos demostrarle que podíamos hacer algo bueno sin él. Esto es entendible cuando estamos lejos de Cristo, pero no cuando nos hemos acercado a él.


Danilo Sorti
diciembre de 2014





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