domingo, 14 de diciembre de 2014

Ezequiel 34 4ª parte: hacia un nuevo liderazgo y nuevas relaciones entre hermanos

Ezequiel 34.17-25
17“Yo, el Señor, digo: Escuchen, ovejas mías: Voy a hacer justicia entre los corderos y los cabritos. 18¿No les basta con comerse el mejor pasto, sino que tienen que pisotear el que queda? Beben el agua clara, y la demás la enturbian con las patas. 19Y mis ovejas tienen que comer el pasto que ustedes han pisoteado y beber el agua que ustedes han enturbiado. 20Por eso yo, el Señor, les digo: Voy a hacer justicia entre las ovejas gordas y las flacas. 21Ustedes han alejado a empujones a las débiles, las han atacado a cornadas y las han hecho huir. 22Pero yo voy a salvar a mis ovejas. No dejaré que las sigan robando. Voy a hacer justicia entre las ovejas. 23Voy a hacer que vuelva mi siervo David, y lo pondré como único pastor, y él las cuidará. Él será su pastor. 24Yo, el Señor, seré su Dios, y mi siervo David será su jefe. Yo, el Señor, he hablado. 25Voy a hacer una alianza con ellas, para asegurarles una vida tranquila. Haré desaparecer las fieras del país, para que mis ovejas puedan vivir tranquilas en campo abierto y dormir en los bosques.


Aquí hay un cambio importante, aunque lógico y necesario. En este pasaje ya no se enfoca en un liderazgo abusador sino en las propias relaciones entre hermanos, en las actitudes de abuso que se generan ahora por pequeñas diferencias de poder. Es lógico que este tipo de relaciones se dieran en la comunidad porque eso mismo habían recibido durante generaciones y su cultura y sus almas fueron moldeadas en consecuencia. Por otro lado, se trata de un tipo de relaciones muy comunes a la naturaleza caída y no completamente regenerada hasta ahora en ningún movimiento cristiano, por lo que tampoco deberíamos echar toda la culpa al liderazgo. Sea causa, sea consecuencia o sea más probablemente, ambas, el panorama del pueblo refleja (¿o es reflejado por?) la realidad del liderazgo, y llega a ser parte de él.

Es por demás común este fenómeno y se ha escrito mucho al respecto; y aquel que ha podido tener alguna experiencia en trabajo social lo puede afirmar desde su propia vivencia. Desde un punto de vista estrictamente espiritual, sabemos que tiene que ver directamente con los diseños del infierno para pervertir el liderazgo (objetivo estratégico) y las relaciones entre hermanos (objetivo principal, y de donde surge el liderazgo en sí), y que por lo tanto está más o menos implícito y explícito en la naturaleza caída.

El capítulo 34 funciona como una unidad temática porque su contenido es relativamente diferente al anterior y al siguiente; así que la presencia, extensión y ubicación de este texto puede interpretarse válidamente en relación al resto (especialmente a lo anterior) y puede dar alguna idea de lo que el Espíritu quiso decir con este arreglo particular.

Primero, el texto “aparece”. Esto es, el interés divino en todo el capítulo no está puesto principalmente en el liderazgo sino en el pueblo, ya que el primero es visto en función de lo que ha hecho con el segundo. Pero Dios no se queda solamente con la crítica y el duro juicio hacia los malos pastores sino que también expone la realidad de la propia comunidad y el juicio que recibirán los que se aprovechan de sus hermanos.

Así como está, el pasaje sienta una posición particular frente a las posiciones “estructuralistas extremas” en lo social tan propias de nuestra realidad latinoamericana: el sujeto no es un mero recipiente inerte, sin responsabilidad, perfectamente moldeable según las condiciones sociales, políticas y económicas que le son impuestas. Si es sujeto de juicio es porque tiene responsabilidad individual en lo que hace con su propia vida, y si va a ser juzgado es porque bien podría haber hecho algo distinto a lo que hizo.

Por otro lado, si la actitud de estas personas de entre el pueblo es debida a su “propia naturaleza” o la han adquirido a consecuencia de los ejemplos que vivieron o bien éstos exacerbaron o “desataron” lo que había de por sí en su naturaleza, no lo podemos sacar claramente de este pasaje, sino que tenemos que recurrir a otros textos (que por cierto existen en la Palabra de Dios), o bien a la propia experiencia. Lo que sí podemos afirmar con seguridad es que el sujeto tiene su propia cuota de responsabilidad, y, por ende, de posibilidad de cambio.

Segundo, el texto es “breve” en relación con la crítica anterior. Una interpretación posible es que hay una diferencia de responsabilidad (que es obvia) entre el liderazgo y el “pueblo”, y que si bien a este último también le compete, no tiene sobre sí la mayor parte. El Dios Justo no va a dejar de juzgar, pero sin dudas hará diferencia entre uno y otro. Un pasaje más o menos relacionado con esto es Lucas 12:47,48;

47“El criado que sabe lo que quiere su amo, pero no está preparado ni lo obedece, será castigado con muchos golpes. 48Pero el criado que sin saberlo hace cosas que merecen castigo, será castigado con menos golpes. A quien mucho se le da, también se le pedirá mucho; a quien mucho se le confía, se le exigirá mucho más.

De esta manera el capítulo también pone un límite a las posiciones que sobreenfatizan la responsabilidad individual y desconocen las implicancias del contexto, muy típicas de las interpretaciones anglosajonas y también muy extendidas en muchos círculos evangélicos; si bien nunca deja de existir, tiene un límite, y el hecho de que haya personalidades que por pura gracia divina puedan superar contextos muy difíciles y lograr maravillosas obras para el reino de Dios, no significa que esto deba ser la regla para toda la comunidad.

Otra interpretación posible, que no resta autoridad a la anterior pero que la matiza un poco, es que, simplemente, una vez que se ha dicho todo lo que se dijo sobre el obrar de Dios en relación a un liderazgo que abusa de sus liderados, basta solo “actualizar” el mensaje hacia todo el pueblo para que todo el contenido de lo primero se aplique a lo segundo. Entonces, de acuerdo al principio de la economía (que podemos ver en las páginas de las Escrituras), no será necesario repetir todo lo anterior sino simplemente mencionar su aplicación y algunas diferencias significativas.

Así, no deja de tener la principal responsabilidad el liderazgo, pero el pueblo también puede ser culpable de los mismos pecados, aunque en otro nivel.

Tercero, el texto está después de la exhortación hacia los pastores y antes de la promesa de restauración. Podemos interpretar que la ubicación refuerza lo anterior: la admonición será primero para el que tuvo la mayor responsabilidad. Este es un patrón reconocible en las páginas bíblicas; lo encontramos desde el inicio en Génesis 3, cuando Dios juzga primero a la serpiente, luego a Eva y por último a Adán. Por otro lado, la actitud de los líderes resultaba mucho más “visible” y opresiva que la del pueblo entre sí, y requería que Dios la tratara primero.

De esta forma, el Espíritu Santo, a través de la estructura del texto, nos está enseñando a “exhortar” adecuadamente a la iglesia (suponiendo que el que lo haga tenga la autoridad moral y la justicia necesaria como para hacerlo con genuino respaldo divino): no debe ser una exhortación “masiva” dirigida a “todos”, porque en ese “todos” los principales implicados quedan como “ocultos” y su importante cuota de responsabilidad queda diluida en una difusa responsabilidad colectiva, muy pesada para el pequeño e indefenso, muy liviana para el de conciencia cauterizada. Y tampoco debe olvidarse de los “pequeños” que, las más de las veces, sacan provecho cuando pueden del que es más “pequeño” que ellos. Cada uno su parte, en el orden adecuado y con el énfasis adecuado.

Yo, el Señor, digo: Escuchen, ovejas mías: …” “Yo, el Señor” es una expresión repetida en todo el capítulo, y pone una nota muy fuerte al comienzo de cada sección; una y otra vez el Señor está aclarando que toma cartas en el asunto, él, y no un mediador. El tema sigue siendo serio.

En la sección anterior el Señor está diciendo que él mismo va a encargarse de cuidar a las ovejas, de rescatarlas, reunirlas, alimentarlas, darles descanso, sanarlas y cuidarlas. Pero luego de este proceso viene también el juicio entre las ovejas, que es parte del cuidado. Restaurar la comunidad de creyentes, proceso en el que un nuevo y emergente liderazgo está involucrado, y al que muchos otros están siendo llamados, no implica solamente, como dijimos arriba, solucionar lo más grande, también hay que extirpar todas las raíces que quedan entre el pueblo (nosotros, claro).

Voy a hacer justicia entre los corderos y los cabritos”. Explica lo que vinimos diciendo. Cuando leemos un poco de la historia de la época, vemos que las ovejas y las cabras pastaban juntas, pero se guardaban por separado, y las primeras eran más valiosas. La imagen era muy clara para los oyentes, y a nosotros nos recuerda la parábola de la cizaña y el trigo (Mateo 13) y del juicio de las naciones (Mateo 25): aquello que está junto, que se desarrolla junto, que comparte los mismos cuidados, recursos o espacio, que a veces puede parecer igual, pero que no es lo mismo y que será separado en un tiempo de juicio. Este tiempo de juicio puede ser el juicio escatológico, al que estamos acostumbrados en las interpretaciones tradicionales de dichos pasajes, pero no creo que signifique eso aquí, y no creo que debamos seguir interpretando esos pasajes únicamente en un sentido futurista. Hay algo que nos dicen para el aquí y ahora.

Cuando hay juicio, hay separación; viceversa, si está habiendo una separación, es que hay un juicio. En realidad, está empezando el juicio, la separación es una primera etapa y el principio aparece tan temprano como en la época de Noé, o cuando cuando el Señor iba a castigar a Sodoma, y continúa en toda la Biblia hasta llegar al último libro cuando el Señor dice:

Apocalipsis 18.4
     4     Oí otra voz del cielo, que decía:
“Salgan de esa ciudad, ustedes que son mi pueblo,
para que no participen en sus pecados
ni los alcancen sus calamidades;

A veces no entendemos las “separaciones” que hace el Señor, los procesos pueden ser bastante extraños y, aparentemente, sin nada que ver con un propósito divino: peleas, divisiones, líderes que acosan a determinado grupo de hermanos hasta echarlo de la iglesia, hastío espiritual y sensación de vacuidad que lleva a los creyentes a irse de un lugar, etc., etc. Aparentemente, nada “espiritual” ni mucho menos... pero en realidad sí.

Sea como fuere, Dios lo hace. De todas formas, no necesariamente esta “separación” tiene que ser física, y probablemente más de una vez no lo sea; al fin y al cabo, Dios no siempre necesita tener a la gente en “rediles separados” para darle a cada uno lo que merecen sus obras.

¿No les basta con comerse el mejor pasto, sino que tienen que pisotear el que queda? Beben el agua clara y la demás la enturbian con las patas. Y mis ovejas tienen que comer el pasto que ustedes han pisoteado y beber el agua que ustedes han enturbiado.”

De los malos líderes dijimos más arriba que capturaban todos los recursos disponibles y los aprovechaban ellos y sus camarillas; de las “cabras” diremos que hacen algo parecido: aprovechan su posición, su poder, su fuerza o, simplemente, su agresividad, para conseguir los mejores recursos, tratar de abarcar lo más posible, y dejar el resto “turbio”, “sucio”, para que no pueda ser disfrutado por el resto. La imagen no es la de un legítimo deseo de progreso y esfuerzo de superación, sino más bien la de aprovechar alguna posición ventajosa para capturar recursos o posiciones (más allá del propósito divino) y estorbar el crecimiento de los otros.

Esto es muy común en el ámbito “secular”, creo que cualquiera podría estar pensando en un par de ejemplos de su vida cotidiana ahora mismo. Y también es común en determinados ámbitos de iglesia.

Creo que la imagen de las “cabras” aquí podría aplicarse a los que estando adentro no son de Cristo, sino más bien, se aprovechan de los “crédulos y mansos” hermanos. Tampoco hace falta que abundemos demasiado en el tema, porque en la Biblia, especialmente en el Nuevo Testamento, se explica muy bien esto. Por alguna razón, permanecen adentro y nadie los “saca”. En realidad, esta es una función propia del liderazgo, pero ¿cómo podría hacerlo si, en el fondo, son muy parecidos a ellos y tampoco tienen discernimiento espiritual? Como son más astutos, siempre van a tratar de acomodarse al lado del pastor o los líderes principales, adulándolos, siéndoles útiles, especialmente en los “trabajos sucios”, siendo sumamente fieles al “siervo del Señor”.

Acaparan las posiciones en la iglesia, y se ocupan de criticar por detrás a los santos. Y suelen tener un discurso seductor y engañoso, procurando la “misericordia cristiana y el perdón” cuando son confrontados. En verdad, hay gente dentro de la iglesia que debería ser descubierta, confrontada y echada de la comunidad. Tener más misericordia que el Señor sólo ha servido para destruir el Cuerpo de Cristo. Por supuesto, no deberíamos hacer esto sin un claro discernimiento, ¿cuándo es el tiempo? ¿cuándo arrancar una mata de cizaña puede descalzar también una mata de trigo? Pero, finalmente, hay que hacerlo.

A los hermanos fieles muchas veces les han quedado “las sobras”, los restos sucios de lo que otros aprovecharon: ministerios desarmados, personas abusadas espiritualmente, los malos testimonios que han cundido en la sociedad y de los que luego deben hacerse cargo ellos (mientras los que hicieron el desastre sienten “de repente” el llamado misionero para irse lo más lejos posible).

Dios dice basta a todo ello, pero no entendamos este “basta” en un sentido espiritualizado; es cierto que Dios mismo se encargará de ajustar cuentas con ellos, y veremos cómo terminan. Sin embargo, este “basta” es también también para el pueblo genuino de Dios, que habiendo llegado el tiempo del juicio, esto es, cuando el Señor le da a cada uno lo que le corresponde, primero en el ámbito espiritual, recibieron la autoridad para juzgar y deben ejercitarla. Así es, el juicio, ahora y desde una perspectiva cristiana, que completa el mensaje de Ezequiel, también debe ser ejecutado por los hijos de Dios.

Por eso yo, el Señor, les digo: Voy a hacer justicia entre las ovejas gordas y las flacas.”

El juicio no es solamente entre los que son de “distinta especie”, las ovejas y las cabras, los salvos y los que aparentan; sino también entre los de “una misma especie”: los santos, algunos no tanto... ¡Y aquí nadie se queda afuera! Aún los santos fieles necesitan ser perfeccionados, y aún amando a Cristo de verdad y queriendo hacer el bien, cometemos injusticias que implican alguna especie de abuso hacia los hermanos, alguna ofensa, algún descuido, alguna falta. Es necesario que el Señor corrija eso. Estaría bueno si nos damos cuenta a tiempo.

En función de lo que dice más adelante, quizás debiéramos aplicar esta imagen a la diferencia entre cristianos carnales y espirituales, y los conflictos que surgen entre ellos, como más adelante Pablo lo aclara en sus cartas.

Ustedes han alejado a empujones a las débiles, las han atacado a cornadas y las han hecho huir.”

Hay dos acciones, una un poco más sutil (“empujones”) otra más directa (“cornadas”); de nuevo aparece la imagen del abuso de poder de uno sobre otro. Puede ser crítica, puede ser un “descollar” con los propios dones y una especie de autopromoción (a veces inconsciente), pueden ser acciones contundentes para quitar de un lugar a un cristiano débil, esto es, que no está haciendo todo bien y que no está dejando un buen testimonio, porque necesita ser fortalecido y enseñado (distinto es el caso de un falso cristiano, aunque pueden parecerse desde afuera).

Puede ser más difícil ver el proceso, pero es sencillo el resultado: las hacen huir. Las obligan a irse de la iglesia, se “adueñan” de la congregación de Cristo. Y luego las critican por “alejarse del Señor”. El “negocio” parece redondo: ellos se mantienen “dentro” de la iglesia autorizada, con los líderes y la estructura que (antes) Dios bendijo y aprobó, los otros se fueron, por lo tanto abandonaron al Señor, ellos se quedaron, por lo tanto “están bien” espiritualmente. Su posición se refuerza, mientras que los otros se sienten “expulsados de la gracia” habiendo querido hacer las cosas bien. ¡Qué problema! Pero no para el Señor.

Pero yo voy a salvar a mis ovejas. No dejaré que las sigan robando. Voy a hacer justicia entre las ovejas.”

Este es el “basta” del Señor. Este es el momento de la salvación, cuando Dios interviene para cambiar las cosas. ¿Por qué pasó lo que pasó, por qué se “demoró” el Señor? Algo de eso hablamos antes; podríamos presentar una serie de razones, pero lo más importante en este momento es que ha llegado el tiempo en el que las cosas cambiarán.

Éste es el mensaje de esperanza, escrito desde hace siglos, pero que se actualiza cada tanto, cuando llega el momento del juicio y de la recompensa a cada uno según sus obras. Es importante que las promesas sean conocidas y creídas, pero también es importante saber, por palabra rhema, cuándo son los tiempos y las ocasiones del Señor.

Según entiendo, al momento de escribir esto puedo decir que ahora es el tiempo. ¿A nivel masivo, como un movimiento claramente visible? No lo sé, probablemente no todavía, pero sí para los cristianos fieles que tomen la palabra. Y es que la llegada del tiempo depende, en mucho, de la fe de los santos. Es decir, si los santos pueden creer esto, tomar la promesa y la autoridad de Dios, y aplicar su poder aquí y ahora, esta promesa se cumplirá con poder. Está disponible, y quizás en otras épocas no, pero también es un llamado.

Dios va a hacer justicia; acerquémonos a Su justicia para que ella se aplique a nosotros.

El hecho de estar “afuera” de la iglesia es, en realidad, una construcción psicológica. Nadie puede echar a un hijo de Dios fuera de la iglesia ni de la cobertura del Señor (la única “cobertura” genuina, el resto son “aplastamientos humanos”), sólo de una congregación, y en la medida que los cristianos creen que tal o cual congregación es el Cuerpo de Cristo, y que “fuera” no hay nada, sólo entonces han tenido éxito en expulsarlos. Pero cuando entienden que ellos son el Cuerpo de Cristo, y que hay muchos hermanos con los cuales sí pueden tener comunión, y que ellos son los que tienen la autoridad genuina (no los que mantienen el nombre de lo que Dios hizo en el pasado), y que el Señor está mucho más cerca de ellos que de los otros, entonces pasan a estar “adentro”, genuinamente “adentro”, y se dan cuenta que los otros hace rato que están, genuinamente, “afuera”.

Dios se levanta con juicio, con castigo, pero principalmente con revelación para con sus hijos fieles. Dios quita el espíritu de robo espiritual, Dios protege sus riquezas espirituales (dones, gracias, comunión, ministerio, revelación), se las devuelve, y multiplicadas.

Voy a hacer que vuelva mi siervo David, y lo pondré como único pastor, y él las cuidará. Él será su pastor. Yo, el Señor, seré su Dios, y mi siervo David será su jefe. Yo, el Señor, he hablado.”

Este pasaje es clave; retoma lo que había dicho en el párrafo anterior con otro enfoque: antes el Señor mismo se presenta como el Pastor, ahora es David, que, a la luz del Nuevo Testamento, es tipo de Cristo. Pero también es el líder humano (como Cristo lo es de hecho) y puede ser una tipología del nuevo liderazgo que el Señor va a levantar. Y entre ellos se establece una armonía.

Cristo es el líder de este tiempo. Ahora bien, casi cualquier iglesia a lo largo de la historia ha afirmado que Cristo es su líder, pero también casi cualquier iglesia a lo largo de la historia ha colocado una serie de estructuras y personas entre Cristo y el resto de los hermanos. En la práctica siempre se ha dicho y se sigue diciendo una cosa, con los hechos casi nunca se ha cumplido.

Sí, Cristo es el líder, pero los pastores o apóstoles son sus “únicos emisarios autorizados”; entonces, escuchar y obedecer la voz de ellos es lo mismo que escuchar y obedecer la voz de Cristo. Creo que esta historia ya la conocemos...

No es raro escuchar en la iglesia que el “hombre de Dios tiene la visión de Dios para este lugar”, lo que en otras palabras significa que nadie más la tiene y que si estás en este lugar, debés obedecer dicha visión. Y si te vas... te encontrás con lo mismo!

A veces es más sutil, no se dice tan abiertamente pero en la práctica no prospera ningún proyecto ni ninguna idea que no haya surgido del pastor (o de su camarilla cercana). Es lo mismo.

Creo que nos hemos fascinado con las palabras y nos olvidamos de analizar fríamente los hechos; sería todo tan claro si los viéramos. No importa que con la boca se diga una cosa si los hechos demuestran lo contrario. Y tampoco importan mucho las elaboradas justificaciones que se presentan para tales hechos. Es más, creo que no es necesario ni prudente pedirlas.

Si en la práctica toda decisión, todo “lugar de autoridad”, toda palabra autorizada viene de una sola persona (o de un grupo reducido), tenemos a alguien que está ocupando el lugar de Cristo. Si lo hace por ignorancia o por mala voluntad, consciente o inconscientemente, será otro tema del que deberá ocuparse quién pueda (es decir, alguien a quien el tal líder pueda escuchar).

De nuevo aquí nos encontramos con un equilibrio difícil: la Biblia deja claramente una cierta estructura de autoridad dentro de la iglesia; un modelo anárquico o absolutamente democrático no es el patrón bíblico; pero tampoco el modelo pseudo monárquico de las iglesias de este tiempo. Sería largo de hablar, pero creo que Dios ha dejado distintos espacios de autoridad dentro de su reino, distintos límites y áreas de influencia; y ellas deben ser reconocidas y respetadas.

Reconocidas” es una palabra clave: la autoridad espiritual se reconoce (por personas espirituales) y se acepta; cuando se generan conflictos, problemas constantes y malestares, habría que revisar si es que realmente hay autoridad espiritual o simplemente posiciones usurpadas.

Volvamos al pasaje. Si Cristo es el único pastor, la conclusión es muy simple: de él vienen todas las indicaciones. Así nomás. El problema es que podamos y queramos escuchar la voz de Cristo, para recibir sus instrucciones directamente. No voy a desarrollar el tema, pero no suele ser tan sencillo como parece; por el hecho mismo de la sencillez del concepto nuestras estructuras religiosas se rebelan y buscan crear toda una serie de sistemas para “tener la seguridad” de que se está escuchando la voz de Cristo, cuando en realidad en lo que deberíamos esforzarnos es en aprender a discernir su voz.

Esto último es un tema no menor, pero bastante esquivado hasta ahora; implica un cambio de enfoque radical de la forma de hacer iglesia: en vez de preocuparnos por las estructuras y formas de iglesia que tenemos que armar, por los programas y proyectos, por las líneas de autoridad y procurar que todos “sigan la visión”, el principal objetivo pasa a ser preocuparnos por escuchar ajustadamente la voz de Cristo, discernirla claramente, obedecerla y ajustar todas nuestras actividades a sus indicaciones.

En vez de ver quién tiene más autoridad, de armar esquemas jerárquicos y procurar el disciplinamiento de la gente, discernir cuándo alguien está obrando según el propósito divino y organizarnos según él, sin importar por medio de quién viene la revelación. Por supuesto que hay orden y “jerarquía”, pero tienen una forma muy distinta al orden y jerarquía humanas.

Esto implica una reestructuración radical de la iglesia, pero lo bueno es que podemos empezar ahora mismo; aplicándolo nosotros, cada uno. Seguramente todos escuchamos, al menos de vez en cuando, la voz de Cristo y la obedecemos, pero también seguramente todos tenemos unas cuantas (¡muchas!) áreas en las que no, y ahí debemos avanzar. Probablemente nuestra actividad de iglesia sea de acuerdo a los programas establecidos y no cuestionemos la autoridad de ellos; probablemente nuestro trabajo secular sea conforme a los cánones aceptados para la profesión u oficio, pero no los confrontamos con la voz del Espíritu, y un largo, largo, etcétera. Y quizás no hemos desarrollado conscientemente ni le hemos pedido con insistencia al Señor que nos dé el discernimiento para reconocer su voz de otras voces. Bueno, hay bastante para trabajar.

Hacer esto implica “cumplir” la promesa del pasaje de Ezequiel. Porque si Dios va a poner un nuevo pastor, ¡las ovejas tienen que obedecerlo, claro! Pero creo que, acostumbradas como estaban a escuchar a un pastor humano, no tienen su oído ajustado para escuchar al Pastor Divino. La transición, el cambio de situación de lo que vinimos diciendo en los artículos anteriores de la serie, implica poder escuchar y obedecer directamente al Pastor puesto por Dios, no cambiar un líder humano por otro. Es decir, no se soluciona buscando de iglesia en iglesia donde está el mejor pastor (aunque suele ser necesario también); se soluciona buscando primero la voz de EL Pastor, y luego obedeciendo su guía.

Y aquí vamos al tema del liderazgo humano, porque es claro que Dios establece una estructura de líderes dentro de su pueblo, existen rangos y áreas de autoridad y también jerarquías. La clave de todo esto es si dicha estructuración vino de alguna “buena idea” humana o bien del reconocimiento de la autoridad dada por el Espíritu en cada uno. Repito, lo segundo solo funciona con un verdadero discernimiento espiritual.

Los líderes humanos que ahora Dios levantan siguen el modelo de “David”, Cristo en nuestro análisis neotestamentario. Habría mucho para hablar de su ejemplo, no pretendo hacerlo aquí, simplemente rescatar el enfoque: son como Cristo, tienen su autoridad, siguen el modelo bíblico. A ellos hay que seguir, a ellos hay que escuchar (y obedecer en la medida que sus palabras sean confirmadas por el Espíritu en nuestros espíritus). Ellos merecen nuestros recursos, es decir, ofrendas, diezmos, tiempo, oración, bienes materiales, reconocimiento (todo en la medida que el Espíritu lo muestre, claro).

Debemos dejar de destinar nuestros recursos a un sistema religioso que sabemos que está mal, ¡somo cómplices de él si ofrendamos y destinamos tiempo! Participamos de sus mismos pecados y nos hacemos acreedores de sus mismos juicios, por más que tengamos discernimiento de que no están haciendo bien. Hay muchas buenas obras de Dios y muchos genuinos ministros que necesitan tus ofrendas y diezmos, prefiero destinarlos a ellos antes que colaborar en la construcción de “pequeños imperios personales” de algunos superapóstoles.

Primero, debemos seguir al Líder puesto por Dios: Cristo. Segundo, escuchar a los que cuentan con su aprobación para liderar a su pueblo. Tercero, debe haber una correcta armonía entre ambos.

Algo dije más arriba; ser un líder conforme al corazón de Dios implica (entre otras muchas cosas) reconocer la voz de Dios y someterse a ella, aunque dicha voz venga de mano del más “humilde hermanito”. Implica aceptar que hay Alguien que puede corregir lo que yo digo. Implica que no voy a tener todo el panorama ni toda la visión de conjunto; no voy a “dominar el asunto”. Implica la actitud de Juan el Bautista: llevar a la gente a aprender a escuchar, creer y obedecer la voz de Cristo, de tal manera que “menguamos” nosotros en nuestra visibilidad y “autoridad”.

Voy a hacer una alianza con ellas, para asegurarles una vida tranquila. Haré desaparecer las fieras del país, para que mis ovejas puedan vivir tranquilas en campo abierto y dormir en los bosques.”

Este pasaje comienza una idea que se desarrollará en un próximo artículo. El Señor está empezando a mostrar la consecuencia de este cambio de situación. Contrasta con el panorama desolador de los primeros versículos del capítulo y es el marco de las bendiciones que vendrán.

Una vez que Dios haya hecho la separación, una vez venido el juicio, arreglada la vida en la comunidad y restablecido el correcto liderazgo, entonces viene la bendición, que comienza con un nuevo pacto, una nueva alianza y continúa con las promesas.

Ese es el proceso, no hay otro, no podemos saltearlo ni alterarlo. Estamos en una época donde se busca desesperadamente la bendición, por un atajo que no lleva a ningún lugar. Peor aún, se predica y se enseña sobre el atajo, no sobre el camino. Para llegar a la promesa de este versículo, es necesario hacer el recorrido anterior. No sirve quedarse en la mitad, tampoco “casi llegar”. Hay que concluir todo el proceso.

Creo que muchos hijos de Dios están desparramados todo a lo largo del camino, pero sin llegar. No pueden quedarse allí. No basta con haberse dado cuenta, con haber salido de un sistema si no se llega al Pastor Divino y a los líderes que él ha puesto. No existe la “anarquía cristiana”, no basta con solo “reunirse en las casas” sin un liderazgo conforme al corazón de Dios.

La promesa es una nueva alianza. Por supuesto, ya hemos recibido la Nueva Alianza establecida por Cristo, pero aquí puede tener también un sentido más particular; un nuevo pacto que Dios hace con un grupo de sus hijos, dentro de El Pacto que él ya ha establecido. Y la primer y principal promesa de este nuevo pacto tiene que ver con todo lo que se vino diciendo más arriba: Dios va a quitar de esta nueva comunidad a las fieras; a los falsos líderes, a los abusadores, a los falsos hermanos; va a restablecer la genuina comunión entre hermanos, la verdadera familia de Dios.

La iglesia, la comunidad de los salvos, aquí en la tierra, las congregaciones particulares, serán nuevamente lugares seguros. No quiere decir que no haya problemas, sino que no tendremos que cuidarnos de lobos feroces agazapados entre sus bancas y líderes abusadores; todos serán santos, no entrará lo inmundo; habrá seguridad en el pueblo, las intenciones serán puras, las actividades, programas y proyectos serán para la gloria de Dios. Todo lo que se haga será edificante, no habrá abuso espiritual, existirá la genuina ayuda y amor; se podrá confiar en aquellos que vemos por primera vez.

Los malos y falsos no podrán entrar porque, o bien no soportarán la presencia de Dios en su pueblo, o bien serán descubiertos enseguida, o bien recibirán un duro juicio de Dios. No habrá “fieras”, nadie que haga mal, que busque sus propios fines egoístas.

¿Verdad que esto prácticamente no existe hoy dentro de lo que se llama iglesia? Pero existirá en el pueblo nuevo que Dios está formando, y no en la iglesia espiritual en el cielo, sino aquí y ahora. Allí comenzará a cumplirse la promesa de Apocalipsis:

Apocalipsis 21.27
27pero nunca entrará nada impuro, ni nadie que haga cosas odiosas o engañosas. Solamente entrarán los que tienen su nombre escrito en el libro de la vida del Cordero.

Todo lo que ha mostrado el Espíritu sobre la iglesia en las últimas páginas de Apocalipsis debe comenzar a cumplirse aquí, antes de que llegue su perfección.

Danilo Sorti
Diciembre de 2014




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