Ezequiel
34.17-25
17“Yo,
el Señor, digo: Escuchen, ovejas mías: Voy a hacer justicia entre
los corderos y los cabritos. 18¿No
les basta con comerse el mejor pasto, sino que tienen que pisotear el
que queda? Beben el agua clara, y la demás la enturbian con las
patas. 19Y
mis ovejas tienen que comer el pasto que ustedes han pisoteado y
beber el agua que ustedes han enturbiado. 20Por
eso yo, el Señor, les digo: Voy a hacer justicia entre las ovejas
gordas y las flacas. 21Ustedes
han alejado a empujones a las débiles, las han atacado a cornadas y
las han hecho huir. 22Pero
yo voy a salvar a mis ovejas. No dejaré que las sigan robando. Voy a
hacer justicia entre las ovejas. 23Voy
a hacer que vuelva mi siervo David, y lo pondré como único pastor,
y él las cuidará. Él será su pastor. 24Yo,
el Señor, seré su Dios, y mi siervo David será su jefe. Yo, el
Señor, he hablado. 25Voy
a hacer una alianza con ellas, para asegurarles una vida tranquila.
Haré desaparecer las fieras del país, para que mis ovejas puedan
vivir tranquilas en campo abierto y dormir en los bosques.
Aquí hay un cambio
importante, aunque lógico y necesario. En este pasaje ya no se
enfoca en un liderazgo abusador sino en las propias relaciones entre
hermanos, en las actitudes de abuso que se generan ahora por pequeñas
diferencias de poder. Es lógico que este tipo de relaciones se
dieran en la comunidad porque eso mismo habían recibido durante
generaciones y su cultura y sus almas fueron moldeadas en
consecuencia. Por otro lado, se trata de un tipo de relaciones muy
comunes a la naturaleza caída y no completamente regenerada hasta
ahora en ningún movimiento cristiano, por lo que tampoco deberíamos
echar toda la culpa al liderazgo. Sea causa, sea consecuencia o sea
más probablemente, ambas, el panorama del pueblo refleja (¿o es
reflejado por?) la realidad del liderazgo, y llega a ser parte de él.
Es por demás común este
fenómeno y se ha escrito mucho al respecto; y aquel que ha podido
tener alguna experiencia en trabajo social lo puede afirmar desde su
propia vivencia. Desde un punto de vista estrictamente espiritual,
sabemos que tiene que ver directamente con los diseños del infierno
para pervertir el liderazgo (objetivo estratégico) y las relaciones
entre hermanos (objetivo principal, y de donde surge el liderazgo en
sí), y que por lo tanto está más o menos implícito y explícito
en la naturaleza caída.
El capítulo 34 funciona
como una unidad temática porque su contenido es relativamente
diferente al anterior y al siguiente; así que la presencia,
extensión y ubicación de este texto puede interpretarse válidamente
en relación al resto (especialmente a lo anterior) y puede dar
alguna idea de lo que el Espíritu quiso decir con este arreglo
particular.
Primero, el texto
“aparece”. Esto es, el interés divino en todo el capítulo no
está puesto principalmente en el liderazgo sino en el pueblo, ya que
el primero es visto en función de lo que ha hecho con el segundo.
Pero Dios no se queda solamente con la crítica y el duro juicio
hacia los malos pastores sino que también expone la realidad de la
propia comunidad y el juicio que recibirán los que se aprovechan de
sus hermanos.
Así como está, el
pasaje sienta una posición particular frente a las posiciones
“estructuralistas extremas” en lo social tan propias de nuestra
realidad latinoamericana: el sujeto no es un mero recipiente inerte,
sin responsabilidad, perfectamente moldeable según las condiciones
sociales, políticas y económicas que le son impuestas. Si es sujeto
de juicio es porque tiene responsabilidad individual en lo que hace
con su propia vida, y si va a ser juzgado es porque bien podría
haber hecho algo distinto a lo que hizo.
Por otro lado, si la
actitud de estas personas de entre el pueblo es debida a su “propia
naturaleza” o la han adquirido a consecuencia de los ejemplos que
vivieron o bien éstos exacerbaron o “desataron” lo que había de
por sí en su naturaleza, no lo podemos sacar claramente de este
pasaje, sino que tenemos que recurrir a otros textos (que por cierto
existen en la Palabra de Dios), o bien a la propia experiencia. Lo
que sí podemos afirmar con seguridad es que el sujeto tiene su
propia cuota de responsabilidad, y, por ende, de posibilidad de
cambio.
Segundo, el texto es
“breve” en relación con la crítica anterior. Una interpretación
posible es que hay una diferencia de responsabilidad (que es obvia)
entre el liderazgo y el “pueblo”, y que si bien a este último
también le compete, no tiene sobre sí la mayor parte. El Dios Justo
no va a dejar de juzgar, pero sin dudas hará diferencia entre uno y
otro. Un pasaje más o menos relacionado con esto es Lucas 12:47,48;
47“El
criado que sabe lo que quiere su amo, pero no está preparado ni lo
obedece, será castigado con muchos golpes.
48Pero el criado que sin saberlo hace
cosas que merecen castigo, será castigado con menos golpes. A quien
mucho se le da, también se le pedirá mucho; a quien mucho se le
confía, se le exigirá mucho más.
De esta
manera el capítulo también pone un límite a las posiciones que
sobreenfatizan la responsabilidad individual y desconocen las
implicancias del contexto, muy típicas de las interpretaciones
anglosajonas y también muy extendidas en muchos círculos
evangélicos; si bien nunca deja de existir, tiene un límite, y el
hecho de que haya personalidades que por pura gracia divina puedan
superar contextos muy difíciles y lograr maravillosas obras para el
reino de Dios, no significa que esto deba ser la regla para toda la
comunidad.
Otra
interpretación posible, que no resta autoridad a la anterior pero
que la matiza un poco, es que, simplemente, una vez que se ha dicho
todo lo que se dijo sobre el obrar de Dios en relación a un
liderazgo que abusa de sus liderados, basta solo “actualizar” el
mensaje hacia todo el pueblo para que todo el contenido de lo primero
se aplique a lo segundo. Entonces, de acuerdo al principio de la
economía (que podemos ver en las páginas de las Escrituras), no
será necesario repetir todo lo anterior sino simplemente mencionar
su aplicación y algunas diferencias significativas.
Así, no
deja de tener la principal responsabilidad el liderazgo, pero el
pueblo también puede ser culpable de los mismos pecados, aunque en
otro nivel.
Tercero, el
texto está después de la exhortación hacia los pastores y antes de
la promesa de restauración. Podemos interpretar que la ubicación
refuerza lo anterior: la admonición será primero para el que tuvo
la mayor responsabilidad. Este es un patrón reconocible en las
páginas bíblicas; lo encontramos desde el inicio en Génesis 3,
cuando Dios juzga primero a la serpiente, luego a Eva y por último a
Adán. Por otro lado, la actitud de los líderes resultaba mucho más
“visible” y opresiva que la del pueblo entre sí, y requería que
Dios la tratara primero.
De esta
forma, el Espíritu Santo, a través de la estructura del texto, nos
está enseñando a “exhortar” adecuadamente a la iglesia
(suponiendo que el que lo haga tenga la autoridad moral y la justicia
necesaria como para hacerlo con genuino respaldo divino): no debe ser
una exhortación “masiva” dirigida a “todos”, porque en ese
“todos” los principales implicados quedan como “ocultos” y su
importante cuota de responsabilidad queda diluida en una difusa
responsabilidad colectiva, muy pesada para el pequeño e indefenso,
muy liviana para el de conciencia cauterizada. Y tampoco debe
olvidarse de los “pequeños” que, las más de las veces, sacan
provecho cuando pueden del que es más “pequeño” que ellos. Cada
uno su parte, en el orden adecuado y con el énfasis adecuado.
“Yo,
el Señor, digo: Escuchen, ovejas mías: …” “Yo, el Señor”
es una expresión repetida en todo el capítulo, y pone una nota muy
fuerte al comienzo de cada sección; una y otra vez el Señor está
aclarando que toma cartas en el asunto, él, y no un mediador. El
tema sigue siendo serio.
En la
sección anterior el Señor está diciendo que él mismo va a
encargarse de cuidar a las ovejas, de rescatarlas, reunirlas,
alimentarlas, darles descanso, sanarlas y cuidarlas. Pero luego de
este proceso viene también el juicio entre las ovejas, que es parte
del cuidado. Restaurar la comunidad de creyentes, proceso en el que
un nuevo y emergente liderazgo está involucrado, y al que muchos
otros están siendo llamados, no implica solamente, como dijimos
arriba, solucionar lo más grande, también hay que extirpar todas
las raíces que quedan entre el pueblo (nosotros, claro).
“Voy
a hacer justicia entre los corderos y los cabritos”. Explica lo que
vinimos diciendo. Cuando leemos un poco de la historia de la época,
vemos que las ovejas y las cabras pastaban juntas, pero se guardaban
por separado, y las primeras eran más valiosas. La imagen era muy
clara para los oyentes, y a nosotros nos recuerda la parábola de la
cizaña y el trigo (Mateo 13) y del juicio de las naciones (Mateo
25): aquello que está junto, que se desarrolla junto, que comparte
los mismos cuidados, recursos o espacio, que a veces puede parecer
igual, pero que no es lo mismo y que será separado en un tiempo de
juicio. Este tiempo de juicio puede ser el juicio escatológico, al
que estamos acostumbrados en las interpretaciones tradicionales de
dichos pasajes, pero no creo que signifique eso aquí, y no creo que
debamos seguir interpretando esos pasajes únicamente en un sentido
futurista. Hay algo que nos dicen para el aquí y ahora.
Cuando hay
juicio, hay separación; viceversa, si está habiendo una separación,
es que hay un juicio. En realidad, está empezando el juicio, la
separación es una primera etapa y el principio aparece tan temprano
como en la época de Noé, o cuando cuando el Señor iba a castigar a
Sodoma, y continúa en toda la Biblia hasta llegar al último libro
cuando el Señor dice:
Apocalipsis
18.4
4 Oí
otra voz del cielo, que decía:
“Salgan de esa ciudad, ustedes que son mi pueblo,
para que no participen en sus pecados
ni los alcancen sus calamidades;
A veces no
entendemos las “separaciones” que hace el Señor, los procesos
pueden ser bastante extraños y, aparentemente, sin nada que ver con
un propósito divino: peleas, divisiones, líderes que acosan a
determinado grupo de hermanos hasta echarlo de la iglesia, hastío
espiritual y sensación de vacuidad que lleva a los creyentes a irse
de un lugar, etc., etc. Aparentemente, nada “espiritual” ni mucho
menos... pero en realidad sí.
Sea como
fuere, Dios lo hace. De todas formas, no necesariamente esta
“separación” tiene que ser física, y probablemente más de una
vez no lo sea; al fin y al cabo, Dios no siempre necesita tener a la
gente en “rediles separados” para darle a cada uno lo que merecen
sus obras.
“¿No
les basta con comerse el mejor pasto, sino que tienen que pisotear el
que queda? Beben el agua clara y la demás la enturbian con las
patas. Y mis ovejas tienen que comer el pasto que ustedes han
pisoteado y beber el agua que ustedes han enturbiado.”
De los malos
líderes dijimos más arriba que capturaban todos los recursos
disponibles y los aprovechaban ellos y sus camarillas; de las
“cabras” diremos que hacen algo parecido: aprovechan su posición,
su poder, su fuerza o, simplemente, su agresividad, para conseguir
los mejores recursos, tratar de abarcar lo más posible, y dejar el
resto “turbio”, “sucio”, para que no pueda ser disfrutado por
el resto. La imagen no es la de un legítimo deseo de progreso y
esfuerzo de superación, sino más bien la de aprovechar alguna
posición ventajosa para capturar recursos o posiciones (más allá
del propósito divino) y estorbar el crecimiento de los otros.
Esto es muy
común en el ámbito “secular”, creo que cualquiera podría estar
pensando en un par de ejemplos de su vida cotidiana ahora mismo. Y
también es común en determinados ámbitos de iglesia.
Creo que la
imagen de las “cabras” aquí podría aplicarse a los que estando
adentro no son de Cristo, sino más bien, se aprovechan de los
“crédulos y mansos” hermanos. Tampoco hace falta que abundemos
demasiado en el tema, porque en la Biblia, especialmente en el Nuevo
Testamento, se explica muy bien esto. Por alguna razón, permanecen
adentro y nadie los “saca”. En realidad, esta es una función
propia del liderazgo, pero ¿cómo podría hacerlo si, en el fondo,
son muy parecidos a ellos y tampoco tienen discernimiento espiritual?
Como son más astutos, siempre van a tratar de acomodarse al lado del
pastor o los líderes principales, adulándolos, siéndoles útiles,
especialmente en los “trabajos sucios”, siendo sumamente fieles
al “siervo del Señor”.
Acaparan las
posiciones en la iglesia, y se ocupan de criticar por detrás a los
santos. Y suelen tener un discurso seductor y engañoso, procurando
la “misericordia cristiana y el perdón” cuando son confrontados.
En verdad, hay gente dentro de la iglesia que debería ser
descubierta, confrontada y echada de la comunidad. Tener más
misericordia que el Señor sólo ha servido para destruir el Cuerpo
de Cristo. Por supuesto, no deberíamos hacer esto sin un claro
discernimiento, ¿cuándo es el tiempo? ¿cuándo arrancar una mata
de cizaña puede descalzar también una mata de trigo? Pero,
finalmente, hay que hacerlo.
A los
hermanos fieles muchas veces les han quedado “las sobras”, los
restos sucios de lo que otros aprovecharon: ministerios desarmados,
personas abusadas espiritualmente, los malos testimonios que han
cundido en la sociedad y de los que luego deben hacerse cargo ellos
(mientras los que hicieron el desastre sienten “de repente” el
llamado misionero para irse lo más lejos posible).
Dios dice
basta a todo ello, pero no entendamos este “basta” en un sentido
espiritualizado; es cierto que Dios mismo se encargará de ajustar
cuentas con ellos, y veremos cómo terminan. Sin embargo, este
“basta” es también también para el pueblo genuino de Dios, que
habiendo llegado el tiempo del juicio, esto es, cuando el Señor le
da a cada uno lo que le corresponde, primero en el ámbito
espiritual, recibieron la autoridad para juzgar y deben ejercitarla.
Así es, el juicio, ahora y desde una perspectiva cristiana, que
completa el mensaje de Ezequiel, también debe ser ejecutado por los
hijos de Dios.
“Por
eso yo, el Señor, les digo: Voy a hacer justicia entre las ovejas
gordas y las flacas.”
El juicio no
es solamente entre los que son de “distinta especie”, las ovejas
y las cabras, los salvos y los que aparentan; sino también entre los
de “una misma especie”: los santos, algunos no tanto... ¡Y aquí
nadie se queda afuera! Aún los santos fieles necesitan ser
perfeccionados, y aún amando a Cristo de verdad y queriendo hacer el
bien, cometemos injusticias que implican alguna especie de abuso
hacia los hermanos, alguna ofensa, algún descuido, alguna falta. Es
necesario que el Señor corrija eso. Estaría bueno si nos damos
cuenta a tiempo.
En función
de lo que dice más adelante, quizás debiéramos aplicar esta imagen
a la diferencia entre cristianos carnales y espirituales, y los
conflictos que surgen entre ellos, como más adelante Pablo lo aclara
en sus cartas.
“Ustedes
han alejado a empujones a las débiles, las han atacado a cornadas y
las han hecho huir.”
Hay dos
acciones, una un poco más sutil (“empujones”) otra más directa
(“cornadas”); de nuevo aparece la imagen del abuso de poder de
uno sobre otro. Puede ser crítica, puede ser un “descollar” con
los propios dones y una especie de autopromoción (a veces
inconsciente), pueden ser acciones contundentes para quitar de un
lugar a un cristiano débil, esto es, que no está haciendo todo bien
y que no está dejando un buen testimonio, porque necesita ser
fortalecido y enseñado (distinto es el caso de un falso cristiano,
aunque pueden parecerse desde afuera).
Puede ser
más difícil ver el proceso, pero es sencillo el resultado: las
hacen huir. Las obligan a irse de la iglesia, se “adueñan” de la
congregación de Cristo. Y luego las critican por “alejarse del
Señor”. El “negocio” parece redondo: ellos se mantienen
“dentro” de la iglesia autorizada, con los líderes y la
estructura que (antes) Dios bendijo y aprobó, los otros se fueron,
por lo tanto abandonaron al Señor, ellos se quedaron, por lo tanto
“están bien” espiritualmente. Su posición se refuerza, mientras
que los otros se sienten “expulsados de la gracia” habiendo
querido hacer las cosas bien. ¡Qué problema! Pero no para el Señor.
“Pero
yo voy a salvar a mis ovejas. No dejaré que las sigan robando. Voy a
hacer justicia entre las ovejas.”
Este es el
“basta” del Señor. Este es el momento de la salvación, cuando
Dios interviene para cambiar las cosas. ¿Por qué pasó lo que pasó,
por qué se “demoró” el Señor? Algo de eso hablamos antes;
podríamos presentar una serie de razones, pero lo más importante en
este momento es que ha llegado el tiempo en el que las cosas
cambiarán.
Éste es el
mensaje de esperanza, escrito desde hace siglos, pero que se
actualiza cada tanto, cuando llega el momento del juicio y de la
recompensa a cada uno según sus obras. Es importante que las
promesas sean conocidas y creídas, pero también es importante
saber, por palabra rhema, cuándo son los tiempos y las ocasiones del
Señor.
Según
entiendo, al momento de escribir esto puedo decir que ahora es el
tiempo. ¿A nivel masivo, como un movimiento claramente visible? No
lo sé, probablemente no todavía, pero sí para los cristianos
fieles que tomen la palabra. Y es que la llegada del tiempo depende,
en mucho, de la fe de los santos. Es decir, si los santos pueden
creer esto, tomar la promesa y la autoridad de Dios, y aplicar su
poder aquí y ahora, esta promesa se cumplirá con poder. Está
disponible, y quizás en otras épocas no, pero también es un
llamado.
Dios va a
hacer justicia; acerquémonos a Su justicia para que ella se aplique
a nosotros.
El hecho de
estar “afuera” de la iglesia es, en realidad, una construcción
psicológica. Nadie puede echar a un hijo de Dios fuera de la iglesia
ni de la cobertura del Señor (la única “cobertura” genuina, el
resto son “aplastamientos humanos”), sólo de una congregación,
y en la medida que los cristianos creen que tal o cual congregación
es el Cuerpo de Cristo, y que “fuera” no hay nada, sólo entonces
han tenido éxito en expulsarlos. Pero cuando entienden que ellos son
el Cuerpo de Cristo, y que hay muchos hermanos con los cuales sí
pueden tener comunión, y que ellos son los que tienen la autoridad
genuina (no los que mantienen el nombre de lo que Dios hizo en el
pasado), y que el Señor está mucho más cerca de ellos que de los
otros, entonces pasan a estar “adentro”, genuinamente “adentro”,
y se dan cuenta que los otros hace rato que están, genuinamente,
“afuera”.
Dios se
levanta con juicio, con castigo, pero principalmente con revelación
para con sus hijos fieles. Dios quita el espíritu de robo
espiritual, Dios protege sus riquezas espirituales (dones, gracias,
comunión, ministerio, revelación), se las devuelve, y
multiplicadas.
“Voy
a hacer que vuelva mi siervo David, y lo pondré como único pastor,
y él las cuidará. Él será su pastor. Yo, el Señor, seré su
Dios, y mi siervo David será su jefe. Yo, el Señor, he hablado.”
Este pasaje
es clave; retoma lo que había dicho en el párrafo anterior con otro
enfoque: antes el Señor mismo se presenta como el Pastor, ahora es
David, que, a la luz del Nuevo Testamento, es tipo de Cristo. Pero
también es el líder humano (como Cristo lo es de hecho) y puede ser
una tipología del nuevo liderazgo que el Señor va a levantar. Y
entre ellos se establece una armonía.
Cristo es el
líder de este tiempo. Ahora bien, casi cualquier iglesia a lo largo
de la historia ha afirmado que Cristo es su líder, pero también
casi cualquier iglesia a lo largo de la historia ha colocado una
serie de estructuras y personas entre Cristo y el resto de los
hermanos. En la práctica siempre se ha dicho y se sigue diciendo una
cosa, con los hechos casi nunca se ha cumplido.
Sí, Cristo
es el líder, pero los pastores o apóstoles son sus “únicos
emisarios autorizados”; entonces, escuchar y obedecer la voz de
ellos es lo mismo que escuchar y obedecer la voz de Cristo. Creo que
esta historia ya la conocemos...
No es raro
escuchar en la iglesia que el “hombre de Dios tiene la visión de
Dios para este lugar”, lo que en otras palabras significa que nadie
más la tiene y que si estás en este lugar, debés obedecer dicha
visión. Y si te vas... te encontrás con lo mismo!
A veces es
más sutil, no se dice tan abiertamente pero en la práctica no
prospera ningún proyecto ni ninguna idea que no haya surgido del
pastor (o de su camarilla cercana). Es lo mismo.
Creo que nos
hemos fascinado con las palabras y nos olvidamos de analizar
fríamente los hechos; sería todo tan claro si los viéramos. No
importa que con la boca se diga una cosa si los hechos demuestran lo
contrario. Y tampoco importan mucho las elaboradas justificaciones
que se presentan para tales hechos. Es más, creo que no es necesario
ni prudente pedirlas.
Si en la
práctica toda decisión, todo “lugar de autoridad”, toda palabra
autorizada viene de una sola persona (o de un grupo reducido),
tenemos a alguien que está ocupando el lugar de Cristo. Si lo hace
por ignorancia o por mala voluntad, consciente o inconscientemente,
será otro tema del que deberá ocuparse quién pueda (es decir,
alguien a quien el tal líder pueda escuchar).
De nuevo
aquí nos encontramos con un equilibrio difícil: la Biblia deja
claramente una cierta estructura de autoridad dentro de la iglesia;
un modelo anárquico o absolutamente democrático no es el patrón
bíblico; pero tampoco el modelo pseudo monárquico de las iglesias
de este tiempo. Sería largo de hablar, pero creo que Dios ha dejado
distintos espacios de autoridad dentro de su reino, distintos límites
y áreas de influencia; y ellas deben ser reconocidas y respetadas.
“Reconocidas”
es una palabra clave: la autoridad espiritual se reconoce (por
personas espirituales) y se acepta; cuando se generan conflictos,
problemas constantes y malestares, habría que revisar si es que
realmente hay autoridad espiritual o simplemente posiciones
usurpadas.
Volvamos al
pasaje. Si Cristo es el único pastor, la conclusión es muy simple:
de él vienen todas las indicaciones. Así nomás. El problema es que
podamos y queramos escuchar la voz de Cristo, para recibir sus
instrucciones directamente. No voy a desarrollar el tema, pero no
suele ser tan sencillo como parece; por el hecho mismo de la
sencillez del concepto nuestras estructuras religiosas se rebelan y
buscan crear toda una serie de sistemas para “tener la seguridad”
de que se está escuchando la voz de Cristo, cuando en realidad en lo
que deberíamos esforzarnos es en aprender a discernir su voz.
Esto último
es un tema no menor, pero bastante esquivado hasta ahora; implica un
cambio de enfoque radical de la forma de hacer iglesia: en vez de
preocuparnos por las estructuras y formas de iglesia que tenemos que
armar, por los programas y proyectos, por las líneas de autoridad y
procurar que todos “sigan la visión”, el principal objetivo pasa
a ser preocuparnos por escuchar ajustadamente la voz de Cristo,
discernirla claramente, obedecerla y ajustar todas nuestras
actividades a sus indicaciones.
En vez de
ver quién tiene más autoridad, de armar esquemas jerárquicos y
procurar el disciplinamiento de la gente, discernir cuándo alguien
está obrando según el propósito divino y organizarnos según él,
sin importar por medio de quién viene la revelación. Por supuesto
que hay orden y “jerarquía”, pero tienen una forma muy distinta
al orden y jerarquía humanas.
Esto implica
una reestructuración radical de la iglesia, pero lo bueno es que
podemos empezar ahora mismo; aplicándolo nosotros, cada uno.
Seguramente todos escuchamos, al menos de vez en cuando, la voz de
Cristo y la obedecemos, pero también seguramente todos tenemos unas
cuantas (¡muchas!) áreas en las que no, y ahí debemos avanzar.
Probablemente nuestra actividad de iglesia sea de acuerdo a los
programas establecidos y no cuestionemos la autoridad de ellos;
probablemente nuestro trabajo secular sea conforme a los cánones
aceptados para la profesión u oficio, pero no los confrontamos con
la voz del Espíritu, y un largo, largo, etcétera. Y quizás no
hemos desarrollado conscientemente ni le hemos pedido con insistencia
al Señor que nos dé el discernimiento para reconocer su voz de
otras voces. Bueno, hay bastante para trabajar.
Hacer esto
implica “cumplir” la promesa del pasaje de Ezequiel. Porque si
Dios va a poner un nuevo pastor, ¡las ovejas tienen que obedecerlo,
claro! Pero creo que, acostumbradas como estaban a escuchar a un
pastor humano, no tienen su oído ajustado para escuchar al Pastor
Divino. La transición, el cambio de situación de lo que vinimos
diciendo en los artículos anteriores de la serie, implica poder
escuchar y obedecer directamente al Pastor puesto por Dios, no
cambiar un líder humano por otro. Es decir, no se soluciona buscando
de iglesia en iglesia donde está el mejor pastor (aunque suele ser
necesario también); se soluciona buscando primero la voz de EL
Pastor, y luego obedeciendo su guía.
Y aquí
vamos al tema del liderazgo humano, porque es claro que Dios
establece una estructura de líderes dentro de su pueblo, existen
rangos y áreas de autoridad y también jerarquías. La clave de todo
esto es si dicha estructuración vino de alguna “buena idea”
humana o bien del reconocimiento de la autoridad dada por el Espíritu
en cada uno. Repito, lo segundo solo funciona con un verdadero
discernimiento espiritual.
Los líderes
humanos que ahora Dios levantan siguen el modelo de “David”,
Cristo en nuestro análisis neotestamentario. Habría mucho para
hablar de su ejemplo, no pretendo hacerlo aquí, simplemente rescatar
el enfoque: son como Cristo, tienen su autoridad, siguen el modelo
bíblico. A ellos hay que seguir, a ellos hay que escuchar (y
obedecer en la medida que sus palabras sean confirmadas por el
Espíritu en nuestros espíritus). Ellos merecen nuestros recursos,
es decir, ofrendas, diezmos, tiempo, oración, bienes materiales,
reconocimiento (todo en la medida que el Espíritu lo muestre,
claro).
Debemos
dejar de destinar nuestros recursos a un sistema religioso que
sabemos que está mal, ¡somo cómplices de él si ofrendamos y
destinamos tiempo! Participamos de sus mismos pecados y nos hacemos
acreedores de sus mismos juicios, por más que tengamos
discernimiento de que no están haciendo bien. Hay muchas buenas
obras de Dios y muchos genuinos ministros que necesitan tus ofrendas
y diezmos, prefiero destinarlos a ellos antes que colaborar en la
construcción de “pequeños imperios personales” de algunos
superapóstoles.
Primero,
debemos seguir al Líder puesto por Dios: Cristo. Segundo, escuchar a
los que cuentan con su aprobación para liderar a su pueblo. Tercero,
debe haber una correcta armonía entre ambos.
Algo dije
más arriba; ser un líder conforme al corazón de Dios implica
(entre otras muchas cosas) reconocer la voz de Dios y someterse a
ella, aunque dicha voz venga de mano del más “humilde hermanito”.
Implica aceptar que hay Alguien que puede corregir lo que yo digo.
Implica que no voy a tener todo el panorama ni toda la visión de
conjunto; no voy a “dominar el asunto”. Implica la actitud de
Juan el Bautista: llevar a la gente a aprender a escuchar, creer y
obedecer la voz de Cristo, de tal manera que “menguamos” nosotros
en nuestra visibilidad y “autoridad”.
“Voy
a hacer una alianza con ellas, para asegurarles una vida tranquila.
Haré desaparecer las fieras del país, para que mis ovejas puedan
vivir tranquilas en campo abierto y dormir en los bosques.”
Este pasaje
comienza una idea que se desarrollará en un próximo artículo. El
Señor está empezando a mostrar la consecuencia de este cambio de
situación. Contrasta con el panorama desolador de los primeros
versículos del capítulo y es el marco de las bendiciones que
vendrán.
Una vez que
Dios haya hecho la separación, una vez venido el juicio, arreglada
la vida en la comunidad y restablecido el correcto liderazgo,
entonces viene la bendición, que comienza con un nuevo pacto, una
nueva alianza y continúa con las promesas.
Ese es el
proceso, no hay otro, no podemos saltearlo ni alterarlo. Estamos en
una época donde se busca desesperadamente la bendición, por un
atajo que no lleva a ningún lugar. Peor aún, se predica y se enseña
sobre el atajo, no sobre el camino. Para llegar a la promesa de este
versículo, es necesario hacer el recorrido anterior. No sirve
quedarse en la mitad, tampoco “casi llegar”. Hay que concluir
todo el proceso.
Creo que
muchos hijos de Dios están desparramados todo a lo largo del camino,
pero sin llegar. No pueden quedarse allí. No basta con haberse dado
cuenta, con haber salido de un sistema si no se llega al Pastor
Divino y a los líderes que él ha puesto. No existe la “anarquía
cristiana”, no basta con solo “reunirse en las casas” sin un
liderazgo conforme al corazón de Dios.
La promesa
es una nueva alianza. Por supuesto, ya hemos recibido la Nueva
Alianza establecida por Cristo, pero aquí puede tener también un
sentido más particular; un nuevo pacto que Dios hace con un grupo de
sus hijos, dentro de El Pacto que él ya ha establecido. Y la primer
y principal promesa de este nuevo pacto tiene que ver con todo lo que
se vino diciendo más arriba: Dios va a quitar de esta nueva
comunidad a las fieras; a los falsos líderes, a los abusadores, a
los falsos hermanos; va a restablecer la genuina comunión entre
hermanos, la verdadera familia de Dios.
La iglesia,
la comunidad de los salvos, aquí en la tierra, las congregaciones
particulares, serán nuevamente lugares seguros. No quiere decir que
no haya problemas, sino que no tendremos que cuidarnos de lobos
feroces agazapados entre sus bancas y líderes abusadores; todos
serán santos, no entrará lo inmundo; habrá seguridad en el pueblo,
las intenciones serán puras, las actividades, programas y proyectos
serán para la gloria de Dios. Todo lo que se haga será edificante,
no habrá abuso espiritual, existirá la genuina ayuda y amor; se
podrá confiar en aquellos que vemos por primera vez.
Los malos y
falsos no podrán entrar porque, o bien no soportarán la presencia
de Dios en su pueblo, o bien serán descubiertos enseguida, o bien
recibirán un duro juicio de Dios. No habrá “fieras”, nadie que
haga mal, que busque sus propios fines egoístas.
¿Verdad que
esto prácticamente no existe hoy dentro de lo que se llama iglesia?
Pero existirá en el pueblo nuevo que Dios está formando, y no en la
iglesia espiritual en el cielo, sino aquí y ahora. Allí comenzará
a cumplirse la promesa de Apocalipsis:
Apocalipsis
21.27
27pero
nunca entrará nada impuro, ni nadie que haga cosas odiosas o
engañosas. Solamente entrarán los que tienen su nombre escrito en
el libro de la vida del Cordero.
Todo lo que
ha mostrado el Espíritu sobre la iglesia en las últimas páginas de
Apocalipsis debe comenzar a cumplirse aquí, antes de que llegue su
perfección.
Danilo Sorti
Diciembre de 2014
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