domingo, 31 de enero de 2010

1 Timoteo 2:1-2, autoridades civiles desde una perspectiva cristiana: peligros actuales

1 Ante todo recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias a Dios por toda la humanidad. 2 Se debe orar por los que gobiernan y por todas las autoridades, para que podamos gozar de una vida tranquila y pacífica, con toda piedad y dignidad.
I Timoteo 2:1-2

Es cierto que el Nuevo Testamento no nos dice (directamente) cómo debe ser el gobierno de una nación, así como tampoco habla expresamente sobre muchas otras cosas, pero eso no implica que los principios que rigen dichas cosas no se encuentren claramente expresados en sus páginas. Así, a lo largo de la historia (pasada y presente) se han desarrollado actividades, organizaciones, sistemas de gobierno, incluso posturas filosóficas y teológicas, tanto dentro de la iglesia como en las sociedades que han sido influidas fuertemente por el cristianismo. Por supuesto que todas dichas estructuras, al ser humanas, han tenido, tienen y tendrán errores, y serán por tanto perfectibles.

A veces sus errores fueron graves, y trajeron descrédito a la Palabra de Dios, de la cual tomaban principios, pero esto solo es hasta que se entiende claramente la diferencia. Otras veces, la iglesia confundió lo que era solo una aplicación de determinados principios bíblicos con “el perfecto propósito de Dios plasmado en una institución”, y apoyó sin reservas algún tipo de régimen político o sistema de gobierno o sistema de valores de una sociedad determinada.

Otras veces, yéndose al otro extremo, rechazó absolutamente todo lo que tuviera que ver con “política” (aunque la iglesia misma haga mucha política puertas adentro), sociedad o cultura por considerar que nada de Dios puede fluir allí. Estos dos extremos, que presenté de manera excesivamente resumida, han sido muy funcionales a los planes del Adversario, porque alejan al Pueblo de Dios de participar de manera activa, constructiva y crítica en los asuntos de la vida civil. No es nada nuevo, lo mismo pasó cuando el cristianismo fue declarado religión “oficial” del imperio romano: hubo algunos que se emocionaron tanto que no pudieron ver errores en lo que el gobierno de entonces hacía, otros rechazaron absolutamente la vinculación con el poder civil y se fueron a las ermitas, y otros, finalmente, permanecieron en las ciudades, pero manteniendo una posición crítica sobre el accionar de las autoridades.

Todo el mundo está entrando en una etapa difícil de la historia, quizás podamos llamarla “la recta final” antes de la venida de Cristo (aunque pueda demorar todavía unas cuantas décadas), pero lo cierto es que claramente entramos en una etapa de juicios sin precedentes a la vez que de oportunidades también sin precedentes. El Espíritu Santo está haciendo una obra, de nuevo, sin precedentes en la sociedad a través de los cambios que está permitiendo (aquí hay un tema muy largo que merecería varios artículos propios) y también dentro del Pueblo de Dios. Para el tema que estoy tratando, basta que nos enfoquemos en lo que tiene que ver con el Evangelio del Reino, que expandió nuestra visión mucho más allá de las paredes de la congregación local, y que “validó” el ministerio que los santos ejercen fuera de ella, y, como corolario, renovó el interés de la iglesia por las “cosas seculares”.

Entonces, yendo al tema del título, la Biblia tiene muchos principios que se aplican al área del gobierno de una nación, no porque exista un “sistema de gobierno que haya descendido del cielo” (solamente cuando Cristo regrese), ni porque pueda haber “instituciones infalibles”, sino porque los sistemas de gobierno pueden adoptar principios bíblicos para su funcionamiento y, en el mejor de los casos, buscar la dirección divina para sus decisiones. Por las dudas, ¡el modelo del Antiguo Testamento no es la autoridad hoy!

Hemos criticado mucho a la iglesia norteamericana por la idolatría hacia su propio sistema de gobierno y de funcionamiento social. Personalmente, creo que la mayoría de nuestros hermanos del norte tienen “anteojeras” puestas en este aspecto y conocen muy poco de la verdadera realidad del resto del mundo. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer lo que tiene de bueno, no por ser “su” sistema, sino por la aplicación de principios bíblicos que hace. Pero no quiero abundar demasiado en esto porque habría mucho por hablar y analizar, y hay muchos elementos en juego, muy complejos. Quiero concentrarme en el sistema de gobierno que hoy predomina en todo el mundo, aunque más en lo formal que en la práctica: la democracia.

Tal como se enseña, la democracia se originó en las Polis griegas, pero si analizamos más de cerca su nacimiento, no resulta muy prometedor: ¡era solo para los “ciudadanos”!, y en la práctica, no para todos. Si seguimos su historia a lo largo del tiempo encontramos un rastro de sangre, aunque menor que el de las dictaduras.

A muy grosso modo, el sistema democrático permite aplicar importantes principios bíblicos: la posibilidad de que todos (por lo menos, los que quieran y puedan) tengan injerencia en el gobierno de una nación: con su voz, su voto y su participación, que haya que rendir cuentas de lo que se hace, que se pueda elegir a los más capaces para las distintas funciones, que las decisiones se discutan en consejos. Sin embargo, tal como los analistas políticos vienen advirtiendo desde hace años, la democracia no funciona sin una participación voluntaria, consciente y responsable de las sociedades, y eso está escaseando mucho. Como consecuencia, “democracia” se va vaciando de contenido, y hasta comienza a significar algo malo para muchos.

El retiro de los ciudadanos de su participación en el gobierno de una nación, unido a la muy creciente crisis generalizada en toda la sociedad, origina el caldo de cultivo perfecto para regímenes totalitarios. La historia está repleta de ejemplos, no muy alejados en el tiempo; y el presente, en nuestro continente, nos trae peligrosas sombras. No es nada nuevo, la Biblia lo muestra. El ejemplo máximo se encuentra en la ascensión del Anticristo:

1 Vi subir del mar un monstruo que tenía siete cabezas y diez cuernos. En cada cuerno tenía una corona, y en las cabezas tenía nombres ofensivos contra Dios. 2 Este monstruo que yo vi, parecía un leopardo; y tenía patas como de oso, y boca como de león. El dragón le dio su poder y su trono, y mucha autoridad. 3 Una de las cabezas del monstruo parecía tener una herida mortal; pero la herida fue curada, y el mundo entero se llenó de asombro y siguió al monstruo. 4 Adoraron al dragón porque había dado autoridad al monstruo, y adoraron también al monstruo, diciendo: "¿Quién hay como este monstruo, y quién podrá luchar contra él?"

5 También se le permitió al monstruo decir cosas arrogantes y ofensivas contra Dios, y tener autoridad durante cuarenta y dos meses. 6 Y así lo hizo; habló contra Dios, y dijo cosas ofensivas contra él y su santuario y contra los que están en el cielo. 7 También se le permitió hacer guerra contra el pueblo santo, hasta vencerlo; y se le dio autoridad sobre toda raza, pueblo, lengua y nación. 8 A ese monstruo lo adorarán todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no están escritos, desde la creación del mundo, en el libro de la vida del Cordero que fue sacrificado.
Apocalipsis 13:1-8

El “mar” son las multitudes sin dirección, en estado de caos (de hecho, la imagen recuerda el caos del “mar primitivo”, en el pensamiento de los primeros lectores). Es muy sorprendente el paralelismo cuando vemos algunas manifestaciones en tomas aéreas por televisión.

Supongo que no estoy diciendo nada que ningún analista político sepa, pero creo que tenemos un cierto peligro en Latinoamérica en este aspecto. Y no solo el problema es quién “triunfe” en una confrontación, sino que el camino va a estar, de nuevo, regado de sangre, tal como ya vivimos en nuestra historia.

La iglesia es la que tiene LA LLAVE para evitar esto, a través de la oración. Es alentador ver como en algunos conflictos recientes que hemos pasado, el pueblo de Dios pudo revertir la situación a través de sus oraciones (por supuesto, esto no sale en los medios, pero los hijos de Dios lo saben). Sin embargo, se trató de situaciones “visibles”, mediáticas, fácilmente reconocibles como tales. Cuidado que aquí no estoy diciendo que la solución adoptada en cada caso haya sido la mejor o la que Dios quería, pero por lo menos se evitaron conflictos mucho mayores.

Empero, hay otros procesos más profundos y ocultos que, creo, se están gestando, y no son fácilmente visibles para el ciudadano común, solo para los analistas expertos e historiadores, por lo que se requiere de una importante dosis de discernimiento y un oído atento a la voz del Espíritu. El peligro es que los santos sean tomados por sorpresa y sea ya demasiado tarde para evitar el problema.

La herramienta por excelencia de la iglesia es la oración. En algunos lugares los cristianos tratan de llegar al poder de una nación, formando partidos que al final pueden resultar “sectarios” porque son “para cristianos”, y un gobierno debe ser, desde el inicio, para todos, sean cristianos o “anticristianos”. Una cosa es comprometer los valores propios para quedar bien ante la sociedad, como hizo Pilatos en el caso de Jesucristo, pero eso no implica que no se deba gobernar para todos, ¿acaso el Padre “no hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos”? (Mateo 5:45) Lo que quiero decir es que pretender llegar al poder político para, desde ahí, cambiar la nación, es una estrategia muy pobre e implica un gran desconocimiento de cómo funcionan las cosas. No digo que esté mal y que no pueda ser útil, pero si ese es nuestro principal enfoque, estamos errados. Nada tiene tanto poder como la oración, ¡NADA! Los destinos de una nación no los deciden los políticos ni los grupos de presión, sino los intercesores en sus cámaras secretas.

Entonces, creo que es fundamental que nos despertemos a la oración, buscando aquellos motivos estratégicos que no están saliendo quizás por los medios pero que son fundamentales; principalmente por procesos que se van gestando en el tiempo. Hay planes estratégicos a nivel macro, sea de determinados políticos o de grupos de poder internacionales con intereses en la región, son diseños satánicos que se están implementando en lo oculto, y que esperan el momento de salir a luz. A veces los actores son conscientes de lo que hacen, otras veces son simples títeres de los poderes de las tinieblas.

Son procesos, no hechos puntuales. Hasta ahora hemos reaccionado como iglesia ante hechos puntuales, y fue un avance, porque antes ni siquiera lo hacíamos. Pero el Espíritu nos dice que ya es tiempo de que avancemos. Siempre ha habido intercesores que pudieron ver más allá y orar por lo que no era evidente, pero ahora es el tiempo de toda la iglesia, todos debemos (y es urgente) escuchar al Espíritu en este sentido.

Por ejemplo, no debemos orar simplemente durante las elecciones para que sea votado el “mejorcito”, debemos orar por lo menos un par de años antes, para que se formen estructuras partidarias sanas, para que se gesten candidatos potables, para que se armen equipos de gobierno adecuados, para que Dios ponga consejeros estratégicos (y, ¿por qué no?, a sus hijos en lugares claves), para que sean protegidos de atentados y trampas, para que no se formen alianzas impías.

Hay muchos más motivos, claro, pero este es bastante importante, porque una vez establecido un gobierno, hay tiempos que deberán ser respetados y que incluso Dios mismo respeta: en el funcionamiento de la democracia (y hasta ahora no tenemos nada que haya demostrado ser mejor) toda autoridad tiene su tiempo y solo excepcionalmente puede ser removida.


Algo más. Una situación me preocupa especialmente en la iglesia, porque es ella solamente la que puede cambiar los destinos de las naciones. Es que el mover apostólico de los últimos años, con lo cual estoy de acuerdo, ha transformado muchas veces a los apóstoles en pequeños monarcas sobre un reino de varias iglesias, con lo cual, obviamente, no concuerdo. No es nuevo, porque antes de que aparecieran ya los pastores se habían erigido muchas veces en esta posición.

Sin duda que al decir esto no hago justicia a los muchos apóstoles que de verdad tienen un corazón como el de Dios y que son una bendición de lo alto, pero, al igual que en el primer siglo, también tenemos “superapóstoles”:

19 Ustedes son muy sabios, pero soportan de buena gana a los locos,
20 y soportan también a aquellos que los obligan a servir, que los explotan, que los engañan, que los tratan con desprecio o que los golpean en la cara.
11 Me he portado como un loco, pero ustedes me obligaron a hacerlo. Porque ustedes son quienes debían hablar bien de mí, pues en nada valgo menos que esos superapóstoles. ¡Y eso que yo no valgo nada!
II Corintios 11:19-20; 12:11

Causa y consecuencia, muchos de los cristianos aceptan como natural una “situación monárquica” en el gobierno de la iglesia y extienden esa visión hacia la sociedad, por lo tanto, no les preocupa demasiado que las autoridades adopten posturas semejantes, y aún peor, las valoran. Por esta razón (y por muchas otras relacionadas, de las que sería largo hablar) tal iglesia difícilmente pueda orar por un cambio social hacia una mayor democracia, con los valores de la Biblia.


El Espíritu está haciendo una obra muy grande, en la sociedad y también en la iglesia. De la mano de estos cambios, más y más creyentes están saliendo del sistema “babilónico” de hacer iglesia hacia el modelo que Dios quiere, y estos son los que pueden escuchar la voz del Espíritu llamando a la oración. Mientras tanto, aquellos que hoy ya pueden escuchar lo que Él está diciendo a las iglesias, tienen una responsabilidad fundamental. Más se unirán con el tiempo, pero, ¡no queda mucho! En Dios, prácticamente no hay perspectivas sombrías que no puedan cambiarse si el pueblo en conjunto se humilla y busca su rostro, y, personalmente, tengo mucha esperanza en este sentido si la iglesia fiel se despierta.

Danilo Sorti
Enero 2010
 

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