jueves, 7 de enero de 2010

1 Corintios 4:8, Crecimiento espiritual y una confusión ¿Lo alcancé o todavía me falta?

El problema

Hay varios tipos de “confusiones” acechando por ahí. Una de ellas es pensar que somos lo que decididamente no somos. Estoy puede parecer muy evidente, pero puede ocurrir:

“8 Al parecer, ustedes ya son ricos, y tienen todo lo que pueden desear, y se sienten como reyes que nada necesitan de nosotros. ¡Ojalá fueran reyes de verdad, para que nosotros tuviéramos parte en su reino!”
1 Corintios 4:8

Por lo visto, había un autoengaño muy importante en esa comunidad.

Pero hay algo más sutil, parecido quizás a lo anterior pero distinto. Ocurre cuando Dios está estableciendo algo en nosotros, o cuando empieza a llamarnos fuertemente la atención sobre algún tema, y ese algo aún no ha llegado a su completa madurez.

Dios empieza a llamarnos la atención sobre algo nuevo. Nuestro espíritu es impactado, y también nuestra alma; nos emocionamos con esa nueva verdad, nos entusiasmamos con lo que significa y con lo que se puede llegar a hacer en términos del avance del reino de Dios. Leemos algunos libros, escuchamos unas cuantas predicaciones, asistimos a algunas conferencias y empezamos ya a creer y practicar lo aprendido.

Hasta ahí va todo bien.

Pero después las cosas no funcionan exactamente como nos dijeron; a veces tenemos resultados y a veces no. Intentamos, pero más de una vez no podemos. Deberíamos sentir paz y gozo, pero no están tan presentes como debieran. Los cinco pasos, los siete métodos y las diez frases poderosas parecen haber perdido su eficacia al tiempo. ¿Qué pasó?

Cuidado que no me estoy refiriendo acá a exageraciones doctrinales, que suelen presentarse de manera muy impactante (es decir, emocionante; netamente apuntadas al alma) y que decididamente no pueden funcionar (por más “testimonios asombrosos” que amontonen) porque no están encauzadas en los principios divinos ni tienen el genuino respaldo del Espíritu.

Me refiero a verdades bíblicas y a aplicaciones de esas verdades; es decir, a algo válido y genuino en sí mismo.

Pues bien, creo que muchas veces nos suele pasar que cuando recibimos algo, y hemos tenido alguna capacitación en eso, pensamos que ya lo dominamos, y que conocemos todo lo que hay que conocer sobre eso. Si se trata de alguna verdad poderosa para transformar vidas, nos entusiasmamos pensando cuánto bien para los otros podemos hacer, y en nuestro entusiasmo creemos que ya podemos aplicarlo eficazmente.

Pero la verdad es que, generalmente, aun nos estará faltando mucho más por aprender y practicar, mucho más por caminar con Dios en esa verdad antes de que podamos decir que la dominamos.

Personalmente, no creo que esté necesariamente mal aplicar una verdad al poco tiempo de recibirla. Al fin y al cabo, la iglesia del libro de Hechos predicó, ministró e hizo misiones con mucha menos revelación y conocimiento de lo que nosotros tenemos hoy, ¡y Dios la respaldó! Es más, creo que es un gran error del liderazgo cuando se impide a los cristianos jóvenes (y no tan jóvenes) ejercitar sus dones y ministerios. Claro, debe estar correctamente encauzado y supervisado.

4 Pero los que tuvieron que salir de Jerusalén anunciaban la buena noticia por dondequiera que iban.
Hechos 8:4

Que yo sepa, no hubo ninguna ordenación de evangelistas y misioneros antes de que tuvieran que salir corriendo de Jerusalén, pero fueron ellos los primeros que expandieron el evangelio más allá de Jerusalén y antes de que el primer líder de la iglesia, Pedro, tuviera la visión misionera (¡si es que alguna vez llegó a tenerla completamente!).

Pero al mismo tiempo, es necesario que seamos plenamente conscientes del nivel de revelación y “práctica” que tenemos en ese campo en particular.

Haber recibido una unción especial no me hace experto; me habilita para empezar a ministrar en ella, pero aun necesitará ser perfeccionada. Haber leído dos o tres libros sobre un tema tampoco me hacen un experto; probablemente sí pueda (y deba) empezar a hacer algo sobre el tema, pero todavía me falta mucho. Leer unos diez o veinte libros más… ¡tampoco me hacen un experto!, solo me dan un poco más de avance en el camino; está bien, pero hay que seguir caminando.

Recibir alguna ministración especial del Espíritu no me hace un “Ungido infalible”; simplemente es una preparación. Recibir revelaciones especiales no me dan necesariamente la capacidad para aplicarlas, o no necesariamente en el presente.

Definitivamente ¡todo tiene su tiempo!

Es nuestra alma, aun no del todo regenerada, la que nos suele jugar la mala pasada y hacernos creer o bien que ya estamos listos para el “estrellato” o bien que aun no podemos hacer nada con lo que tenemos. Y la realidad suele estar entre medio de ambos extremos: sí es muy posible que podamos empezar a hacer algo con lo que ya recibimos pero todavía necesita ser desarrollado por lo que nuestro alcance va a ser modesto aun.

Y si, en realidad, todavía no lo alcancé, sino que necesito crecer más en eso que recibí, significa que tengo que preocuparme por hacerlo; buscar más revelación, recibir más guía de hermanos experimentados en el tema, leer más. Siempre resulta válido el ejemplo de Pablo:

“12 No quiero decir que ya lo haya conseguido todo, ni que ya sea perfecto; pero sigo adelante con la esperanza de alcanzarlo, puesto que Cristo Jesús me alcanzó primero. 13 Hermanos, no digo que yo mismo ya lo haya alcanzado; lo que sí hago es olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante, 14 para llegar a la meta y ganar el premio celestial que Dios nos llama a recibir por medio de Cristo Jesús.
15 Todos los que ya poseemos una fe madura, debemos pensar de esta manera.”
Filipenses 3:12-15a

Aquí también podemos encontrar otro error frecuente de pensar que ya no necesitamos aprender más sobre dicho tema, solo ejercitarlo. Así es como nos encontramos con siervos de Dios que han causado un impacto en su tiempo pero hoy siguen ministrando verdades y formas que ya no funcionan, o que fueron superadas hace rato. Lo que estuvo bien entonces, necesita perfeccionarse y crecer hoy, porque los tiempos cambian y ¡porque Dios no respalda a mediocres! La experiencia en sí misma no enseña, solo refuerza conductas. Para aprender algo nuevo necesitamos la “teoría” que viene del cielo, a través de algún hermano, libro y directamente del Espíritu.



Algunas ideas para aplicar

Resumiendo, ¿qué podemos hacer?

Se me ocurren algunas cosas… ¡y no pretendo que sea la solución definitiva!

Lo primero y principal es recordar que la vida cristiana es la vida dependiente del Espíritu, pero no para llevarle todo lo que se nos ocurre para que lo haga prosperar, sino más bien al revés: para recibir todo lo que él tiene planificado para que nosotros lo hagamos funcionar. Entonces, si aprendemos a caminar a cada momento escuchando la voz del Espíritu y obedeciéndolo, nos evitaremos muchos, pero muchísimos, problemas. Esta es, quizás, la verdad más simple y poderosa del caminar cristiano, ¡y la que siempre necesitamos que nos recuerden!

Luego, en relación al tema específico, lo principal que se me ocurre es que tenemos que tener siempre presente la idea de proceso: estamos en un proceso, no llegamos todavía, aun nos falta mucho, todavía hay mucho por aprender y recibir del Padre. Cuando este principio está firmemente arraigado en nosotros, vamos a tener siempre la actitud de buscar lo nuevo, de crecer, de no conformarnos.

En relación con lo anterior, entender que parte fundamental de la naturaleza de Dios es el crecimiento, el perfeccionamiento constante. Si así es Dios, no podemos ser menos nosotros. Creo que la mediocridad y el conformismo ofenden al Creador. Personalmente, creo también que Dios mismo es crecimiento constante; ahora bien, ¿cómo es posible que alguien perfecto y completo a su vez siga crezca? Bien, esto daría lugar a una larga discusión teológica y ¡no tengo los argumentos suficientes para ella! Dejemos que el Espíritu nos muestre toda la verdad.

Otra herramienta poderosa es relacionarlo todo con lo que pasa en el ámbito profesional “secular”. En el mejor de los casos, un profesional necesita 6 años de intenso estudio para recibirse, y luego le hacen falta unos cuantos años más para adquirir la práctica necesaria. Y esto por no hablar de los grados siguientes de Máster, Doctorado y Postdoctorado. Entonces, si así ocurre en la sociedad, ¿será menos con las cosas santas de Dios? Creo que no, más bien, pienso que el Señor tiene tiempos incluso más largos.

¿Qué hacer, entonces cuando empezamos a recibir algo nuevo? Personalmente, trataría de aplicarlo lo más pronto posible, es decir, lo más pronto que el Señor me indicara a hacerlo. Siempre dentro de los límites que él me mostrara y, si fuera posible, con la adecuada supervisión de un hermano más experimentado.

Acá juega un rol fundamental el cuerpo de Cristo, y fundamentalmente, la comunidad local de creyentes; debería haber mentores espirituales que nos guíen y ámbitos en los cuales podamos empezar a ministrar. Se vuelve más complicado el tema cuando nuestras comunidades de la fe son disfuncionales y no es posible tener una contención y libertad adecuadas. Si este es el caso, lo único que puedo decir es que necesitamos el doble de comunión con el Señor y el doble de cuidado en escuchar su voz y obedecerlo, personalmente, no creo que debamos enterrar nuestros dones y llamados porque no haya un liderazgo capaz de pastorearlos adecuadamente. Al fin y al cabo, delante del trono de Cristo el que va a tener que rendir cuentas de sí mismo es: ¡uno mismo! Con todo, nunca hay que desestimar la importancia y la necesidad de estar en comunión y en sujeción unos con otros.

5 De la misma manera, ustedes los jóvenes sométanse a la autoridad de los ancianos. Todos deben someterse unos a otros con humildad, porque:
“Dios se opone a los orgullosos,
pero ayuda con su bondad a los humildes.”
I Pedro 5:5

Al mismo tiempo que trataría de comenzar a aplicar lo que estoy recibiendo, también cuidaría los tiempos de Dios y empezaría a pensar a largo plazo; es decir, sería conciente de que el desarrollo pleno de lo que Dios está empezando está todavía en el futuro, y que ese futuro puede demorar años. Pero mientras tanto, mi responsabilidad sería capacitarme, prepararme, crecer en eso, para estar verdaderamente listo cuando llegue el momento. Debería empezar a utilizar lo que Dios me dio en el ámbito apropiado pero, más que nada, debería pensar en crecer y capacitarme en eso (vuelvo a decir, tanto estudiando e investigando sobre el tema, como buscando directamente en el Señor).

Dios siempre cumplirá sus promesas; cuando nos da dones, ministerios, llamados, unciones, también nos promete algo para el futuro: un campo de misión, una plataforma de ministerio, la capacidad para llegar a mucha gente, etc. Llegado el tiempo, las condiciones se van a dar, las oportunidades van a estar, pero, ¿vamos a estar preparados nosotros para tomarlas? Dios nos promete y cumple, sí, pero si no pudo encontrar en nosotros la preparación adecuada, no va a permitirnos entrar en la “tierra prometida”. ¡Qué triste es que llegue el momento esperado durante años y no estemos preparados para aprovecharlo! ¡Qué triste es que, llegado el tiempo, nos encontremos con muchas puertas abiertas y no sepamos qué hacer con ellas! Es parecido a lo que les pasó a las cinco jóvenes insensatas de Mateo 25.

En definitiva, se requiere paciencia, ¡así como Dios es enormemente paciente con nosotros! A muchos de los cristianos occidentales nos resulta sorprendente (y terriblemente inquietante) las veces que aparece la palabra “paciencia” en las Escrituras. Como ejemplo:

25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.
Romanos 8:25

4 Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.
Romanos 15:4

4 Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias,
2 Corintios 6:4

22 Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
Gálatas 5:22-23

11 Pero tú, hombre de Dios, huye de estas cosas y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. 12 Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.
1 Timoteo 6:11-12

11 Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, 12 a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.
Hebreos 6:11-12

13 Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo 14 diciendo: “De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente". 15 Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa.
Hebreos 6:13-15

36 pues os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
Hebreos 10:36

1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,
Hebreos 12:1

3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. 4 Pero tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.
Santiago 1:3-4

2 Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos;
Apocalipsis 2:2

De alguna forma o de otra, estos pasajes tienen que ver con el crecimiento cristiano, y el poder desarrollar un don, ministerio o llamado se encuentra dentro de el, claro está.

Para poder esperar los tiempos de Dios, a la vez que vamos trabajando con paciencia y humildad en lo que hayamos sido llamados, necesitamos ser sanos de todo activismo, es decir, de creer que valemos por lo que hacemos. Y esto sigue contaminando mucho a la iglesia todavía, por lo que no resulta tan fácil de lograr. A su vez, tenemos que entender plenamente el valor de la paciencia (es decir, “esperar hasta que”) y reconocerla como una virtud que Dios aprecia mucho, y que tiene gran recompensa.

La necesidad en el mundo es cada vez mayor, sí, es cierto; hay pocos obreros, es verdad, siempre fue así; no podemos esconder la luz debajo de un cajón, ¡amén! Pero tampoco podemos hacer la obra hasta que no estemos completamente preparados y hayamos recibido la orden divina de partida, porque sino el resultado será peor que si no se hubiera hecho nada. Y ejemplos, con nombre y apellido, conocemos todos.

No hay que olvidar que siempre debe haber una orden divina para comenzar a desarrollar un ministerio, sea “pequeño” o “grande”, y si pretendemos comenzar algo significativo, esta orden debe ser lo más clara posible. Qué bueno es cuando puede ser como en el caso de Pablo:

1 En la iglesia que estaba en Antioquia había profetas y maestros. Eran Bernabé, Simón (al que también llamaban el Negro), Lucio de Cirene, Menahem (que se había criado junto con Herodes, el que gobernó en Galilea) y Saulo. 2 Un día, mientras estaban celebrando el culto al Señor y ayunando, el Espíritu Santo dijo: “Sepárenme a Bernabé y a Saulo para el trabajo al cual los he llamado.”
3 Entonces, después de orar y ayunar, les impusieron las manos y los despidieron.
Hechos 13:1-3

Aunque esta no fue la primera vez que recibió el llamado, aclaremos. Pero más de una vez, Dios utiliza métodos más “directos”:

4 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
5 Antes de darte la vida, ya te había yo escogido;
antes de que nacieras, ya te había yo apartado;
te había destinado a ser profeta de las naciones.”
6 Yo contesté:
“¡Ay, Señor! ¡Yo soy muy joven y no sé hablar!”
7 Pero el Señor me dijo:
“No digas que eres muy joven.
Tú irás a donde yo te mande,
y dirás lo que yo te ordene.
8 No tengas miedo de nadie,
pues yo estaré contigo para protegerte.
Yo, el Señor, doy mi palabra.”
Jeremías 1:4-8

Y, de paso, el Espíritu Santo advierte a los otros:

49 Juan le dijo:
—Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre; y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros.
50 Jesús le contestó:
—No se lo prohíban, porque el que no está contra nosotros, está a nuestro favor.
Marcos 9:49,50

Y para volver a recalcar algo que se dijo más arriba, ¡qué bueno es cuando todo este proceso puede desarrollarse en la comunión de los hermanos! ¡Qué bueno es cuando hay mentores que nos pueden acompañar en el camino! ¡Qué bueno es cuando hay líderes que no pretenden adueñarse de nuestros ministerios sino que pueden ayudarnos a desarrollarlos conforme al propósito específico de Dios para nuestras vidas, y ordenarlos en el todo del cuerpo! ¡Qué Dios nos conceda siempre la bendición de estar en y formar una comunidad así!


Empezamos planteando la confusión entre “lo tengo ya” versus “estoy en proceso”. Esta confusión no está en el espíritu, sino en el alma. Creo que si simplemente mantenemos siempre la noción de “estoy en proceso” cometeremos muchos menos errores y cambiaría mucho nuestra forma de predicar y ministrar; ¡y seríamos más humildes! Al fin y al cabo, ¿cuándo se “termina” el proceso? ¿Cuándo podemos decir que ya “lo tenemos”? ¿Cuándo, de este lado del sol, podemos decir que “ya somos”? Bien, ¡NUNCA! Entonces, SIEMPRE seguiremos en proceso. Y si seguimos en proceso, SIEMPRE tendremos algo nuevo para aprender y SIEMPRE podremos equivocarnos… y SIEMPRE necesitaremos que el Espíritu esté con nosotros… y de paso, arregle algunos problemitas que generamos…

¿Lo tengo ya? ¿Lo alcancé? ¡No, para nada! ¡Caramba! ¡Sigo necesitando desesperadamente del Señor!

Danilo Sorti
Enero 2010





Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprima aquí para enviarnos su ofrenda.
🙏