domingo, 24 de enero de 2010

1 Corintios 13:13, La fe, la esperanza y el amor: las principales virtudes cristianas

“13 Tres cosas hay que son permanentes: la fe, la esperanza y el amor; pero la más importante de las tres es el amor.”

I Corintios 13:13

Tan importante como este pasaje es entender su contexto inmediato. El apóstol estaba hablando sobre los dones espirituales, su correcto uso, su aplicación al ministerio de la iglesia; es decir, lo que tenía que ver directamente con el servicio al Señor. En el medio de esa sección (capítulos 12 al 14) hace un paréntesis (capítulo 13) para hablar sobre el amor:

“12 … Yo voy a enseñarles un camino mucho mejor”
I Corintios 12:31b

El servicio y la actividad estaban bien, pero había algo muy superior, que no restaba importancia a lo anterior, sino que lo ubicaba en su correcto lugar; y esto es el amor. Al final del capítulo 13 amplía el concepto y establece prioridades: la fe, la esperanza y el amor.

Existen varias listas de virtudes cristianas, y se podría hablar mucho sobre ellas, pero creo que en este momento el Espíritu quiere que nos centremos sobre estas tres, y que, según entiendo, son las principales, porque las otras enraízan necesariamente en ellas.


LA FE, LA ESPERANZA Y EL AMOR EN EL FIN DE LOS TIEMPOS

En la medida en que más nos acercamos hacia el fin de los tiempos, más se aceleran los cambios, no me refiero a los sociales, sino del Espíritu. La corriente del Espíritu está por “tomar la delantera” en este sentido, cuando la iglesia se termine de despojar de la religiosidad institucionalizada, veremos una fluidez como nunca la hubo en toda su historia.

Y en este tiempo siento que el Espíritu nos llama a volvernos fuertemente a los principios fundamentales del carácter y de nuestra relación con el Padre. No puedo decir que ya los tenga, estoy en el camino como tantos otros.

El trabajo para el Señor, el ministerio tanto dentro de la iglesia como en el “mercado”, las grandes obras que podamos hacer; son todas cosas secundarias, en realidad, simples consecuencias, y es necio de nuestra parte concentrarnos en ellas o pensar que ellas constituyen el fundamento de la vida cristiana. No son más que el producto de lo que hay en nosotros, y si lo que hay en nosotros no es genuino, entonces no son más que “apariencia de piedad”, y no sirven para construir el reino.

Lo verdaderamente importante es algo menos llamativo, hasta “oculto” en el interior de la persona, pero visible espiritualmente. La fe, la esperanza y el amor se manifiestan en nuestro obrar y hablar, pero no suelen ser inmediatamente apreciables. Se requiere el discernimiento espiritual para verlas y para “medir” las propias. Sin embargo, hacia el final de los tiempos nos guiaremos por ellas, seremos cada vez más capaces de ver en lo espiritual y valorar a las personas (y a nosotros mismos) por lo que realmente hay en el corazón. Es decir, seremos cada vez más capaces de ver lo que Dios ve.

“ … yo conozco hasta el fondo la mente y el corazón … “ Apocalipsis 2:22

Entonces dejaremos de preocuparnos tanto por “hacer” cosas “grandes” o llamativas, y dejaremos de asombrarnos por títulos y currículos; los hermanos, y de entre ellos, los ministros del evangelio, serán juzgados y pesados de acuerdo a su corazón y no de acuerdo a los hechos externos. Esto provocará un cambio radical en nuestras estructuras de iglesia, en los seminarios, en la forma toda de hablar y comportarnos. El mover en el Espíritu será tan fuerte y la visión espiritual será tan clara, que algunos de los que tienen “nombre” pero no tienen verdaderamente fe, esperanza y amor, simplemente no podrán ni presentarse.

Y al comenzar a ver claramente la fe, la esperanza y el amor en los corazones, empezaremos a notar claramente cuando están “flojos” en nosotros y cuando se fortalecen; y reorientaremos nuestras actividades para alimentarlos continuamente. Veremos que mucho dentro de nosotros va a cambiar, y por consecuencia van a cambiar muchas de nuestras acciones. Poco va a importar cuan “visible” o importante a los ojos humanos sean las actividades que hagamos para el Señor, y literalmente nos vamos a mover “como viendo al Invisible”.

Nuestra conducta no será entendible a los ojos humanos. A veces pareceremos excesivamente misericordiosos y pacientes, y a veces excesivamente duros y cortantes; pero al final quedará en claro la sabiduría de nuestro obrar. Creo que algo de esto quiso decir Jesús en Juan 3:8

“8 El viento sopla por donde quiere, y aunque oyes su ruido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así son también todos los que nacen del Espíritu.”

Nuestro alimento espiritual va a cambiar mucho. Al igual que ocurre en occidente, en la iglesia se come todavía mucha “comida chatarra”, pero cuando comencemos a ver claramente nos volveremos más y más selectivos. Las predicaciones, las reuniones, los libros, las emisiones radiales, serán juzgadas con mayor severidad espiritual; solo se aceptará aquello que alimente a nuestro espíritu, y que desarrolle en nosotros la fe, la esperanza y el amor.

Creo que este principio espiritual está por demás de claro en las muchas reglas sobre los alimentos que encontramos en el Pentateuco. Dios no solamente quería un pueblo sano, y que supiera distinguir entre lo santo y lo profano; si interpretamos “alimento” en sentido espiritual, Dios estaba diciendo que no podían permitir que cualquier palabra alimentara sus almas y espíritus.

Finalmente, se establecerán firmemente en todo el cuerpo de Cristo, a la par que muchas otras virtudes se estarán también desarrollando.


LA FE

Me gusta la definición de fe de Oral Roberts: “Cuando ve al invisible puede hacer lo imposible”. Creo que lo resume maravillosamente.

La fe no es presunción de fe. Me explico, no se trata de idear algún buen plan y después creer con todas mis fuerzas que Dios lo tiene que bendecir. Se trata de escuchar primero la voz de Dios hablando y moverse luego en esa dirección, por fe en esa voz. El ministerio que puede escuchar la voz de Dios, por excelencia, es el profético, y Pablo anhelaba que todos profetizaran, lo cual significa que todos podían escuchar claramente la voz del Espíritu. ¡Y lo vamos a hacer!

Creo que Pablo no se refiere en este texto específicamente a la clase de fe que puede obrar grandes cosas (lo que técnicamente llamaríamos el “don de fe”), aunque no lo descarte, sino más bien a la fe básica para la vida de todo cristiano. De hecho, todo en la vida del creyente requiere fe; no es solamente para conseguir el “supermilagro”.

Pero la fe viene de Dios, es decir, de poder escuchar y ver al Padre moviéndose. Para que haya fe, debe haber una relación estrecha con él. Y esta relación solo puede nacer del amor.

Se ha predicado mucho sobre la fe, y se sigue haciendo. Pero creo que deberemos cambiar algunos enfoques importantes para alcanzar el tipo de fe necesaria para el fin de los tiempos.


EL AMOR

Según entiendo, el amor está antes que la fe. Todo espíritu recibe testimonio del Espíritu, solo que muchas veces la mente racional lo niega y disfraza los hechos, pero en el mundo espiritual, que tiene supremacía por sobre el natural, las cosas son distintas a como lo interpreta la mente. Dependerá de la respuesta de aceptación (amor) o rechazo (temor) hacia Dios que luego la mente humana diga que “cree” o que “no cree” en Dios.

Lo bueno es que, como alguien escribió una vez, “el amor es una decisión”. Entonces, puedo decidir en mi espíritu amar a Dios; cuidado, no en mi alma, por lo que es necesario atravesar la barrera que esta impone para darle libertad al espíritu de reaccionar ante el llamado amoroso del Padre.

El amor es, quizás, lo menos racional y explicable que tengamos los seres humanos, por lo que hay que derribar algunas barreras de racionalidad y lógica que la cultura occidental ha establecido en nuestras almas para que pueda fluir libremente.

El amor se conecta directamente con Dios y permite que su vida fluya libre y abundantemente, a la vez que es lo único que genuinamente satisface el corazón de Papá. Sin amor no tiene ningún sentido pretender predicar a millones, evangelizar a otros tantos o construir enormes templos. Con amor, aun el más ignorado en la sociedad va a dejar una huella indeleble en la eternidad. ¡Cómo cambia esto la perspectiva de nuestras acciones!

Por algo dice:

“29 Jesús le contestó:
—El primer mandamiento de todos es: ‘Oye, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. 30 Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.’ 31 Pero hay un segundo: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ Ningún mandamiento es más importante que estos.”
Marcos 12:29-31

El amor es un recibir y dar constante, siempre en crecimiento, nunca agotándose, y siempre produciendo más y más fruto verdadero.

Cuando nuestros ojos espirituales (del cuerpo de Cristo en la tierra) sean abiertos a la realidad del amor, realmente no querremos nada más; aun las más grandes oportunidades de ministerio casi nos parecerán un estorbo para disfrutar de la comunión con el Padre. De nuevo, ¡como cambia esto nuestra perspectiva! Creo que en vez de pelearse por ocupar un lugar dentro de la iglesia, los hermanos se van a pelear… ¡por no ocuparlo!

El amor cambiará muchísimas cosas en nosotros. Nos dará una humildad tan grande que seremos capaces de honrar la imagen de Dios incluso en el peor pecador. Seremos capaces de aprender de todos, aún de los más pequeños. Los métodos y las estrategias de acercamiento y evangelización van a perder mucha de su importancia porque el fluir de amor y humildad que habrá en nosotros bastará para atraer aún a los más diferentes en cultura y cosmovisión a nosotros.

El amor va a desatar también el más grande celo santo y osadía divina jamás vistos en la iglesia. Por amor haremos cosas increíbles, nos meteremos en las mismas “cuevas” de los brujos y satanistas sin ningún temor para rescatarlos del hoyo. ¡Y Dios nos va a respaldar! Las puertas de los poderosos del mundo se van a tener que abrir, y el Espíritu nos protegerá sobrenaturalmente. Veremos milagros asombrosos, hechos sin ninguna intención de aparentar u obtener fama propia, sino solo por amor.

Y el amor ¡nunca cesará!


LA ESPERANZA

La esperanza es lo que nos sostiene en medio de las pruebas. Las pruebas y dificultades son inevitables para todos, pero la iglesia ha tratado en vano de ocultarlas detrás de teologías extremistas. Si la esperanza ha de ser una virtud de los últimos tiempos, ¡es porque las pruebas y dificultades estarán presentes como nunca! Pero verdaderamente se cumplirá que “en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).

La esperanza nos permitirá creer cuando no hay posibilidades, amar a los que nadie puede amar, esforzarnos cuando nadie más lo haga. La esperanza (enfocada no tanto en el presente, sino principalmente en la vida venidera) nos permitirá negarnos cuando hacerlo signifique solo pérdida. Nos mantendrá en el camino cuando se transforme en el más difícil. Nos dará gozo cuando no haya ningún motivo para tenerlo.

La esperanza sostiene al igual que la fe y el amor. Quizás parezca un poco más “egoísta”, porque de alguna manera está enfocada en nosotros, pero así también nos hizo el Señor. Es genuino que esperemos una recompensa, y el hombre verdaderamente espiritual no es un felpudo de los demás, ni de los “caprichos divinos”. Es un ser pleno que así como puede amar plenamente y con todo lo que es, también espera desarrollarse él plenamente y recibir su recompensa perfecta.

El egoísmo es, de alguna forma, una desvirtuación de la esperanza. Debemos dejar el egoísmo, ¡pero debemos aferrar fuertemente la esperanza! Mucha mediocridad en el reino viene de la falta de esperanza, o lo que es lo mismo, de una esperanza pequeña. Hay mucho por esperar porque Dios nos ha prometido mucho. Mientras más conocemos y anhelamos las promesas de Dios, más crece nuestra esperanza y más abarca.

Los cristianos del fin de los tiempos alcanzarán a desarrollar una esperanza santa, muy firme y profunda, y por ella se moverán, y por ella enfrentarán las dificultades (muy grandes) que vendrán y por ella alcanzarán la victoria y recibirán la recompensa, tanto aquí (para que sea de testimonio a los que todavía no creen) como, fundamentalmente, cuando Cristo venga.

“13 Por eso, estén preparados y usen de su buen juicio. Pongan toda su esperanza en lo que Dios en su bondad les va a dar cuando Jesucristo aparezca.”
1 Pedro 1:13

“2 Queridos hermanos, ya somos hijos de Dios. Y aunque no se ve todavía lo que seremos después, sabemos que cuando Jesucristo aparezca seremos como él, porque lo veremos tal como es. 3 Y todo el que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, de la misma manera que Jesucristo es puro.”
1 Juan 3:2-3


ALGUNOS PASOS PARA DAR

Muchísimo más se podría decir de estos temas, y hay mucha gente que ha escrito maravillosamente sobre ellos. Pero, vuelvo a decir, siento que el Espíritu nos llama a que nos reenfoquemos especialmente sobre estas virtudes: la fe, la esperanza y el amor, porque “8 Si ustedes poseen estas cosas y las desarrollan, ni su vida será inútil ni habrán conocido en vano a nuestro Señor Jesucristo.” 2 Pedro 1:8

Pero esto primero debe ser soñado, por lo que creo que el Señor quiere que comencemos haciendo un ejercicio de imaginación: Si verdaderamente a él le agrada, antes que otra cosa, que se desarrollen las virtudes en mí y en mi comunidad de fe, ¿cómo sería eso? ¿Cómo sería mi vida manifestando esas virtudes? ¿En qué ámbitos se verían? ¿Qué son, en realidad? ¿Cómo puedo crecer en el conocimiento de ellas? ¿Me las puede dar Dios? Y luego, cuando esto empiece a arraigar en mí y en mis hermanos, ¿cómo sería la manifestación del Padre en un pueblo santo? ¿Qué tal si empezamos a pensar en cuántos milagros, señales y conversiones ocurrirían espontáneamente? ¡Nuestros enemigos no podrían ni arrimarse! ¡El Devorador de nuestros recursos y oportunidades no podría hincar ni un diente! Realmente ocurriría un avivamiento en toda la sociedad.

Pero esto (y mucho más) necesita ser primero soñado. Me parece que Dios nos está llamando a que empecemos a llenar nuestra imaginación con este material. No recuerdo donde leí que los sueños son el material que Dios usa para hacer realidad lo invisible; y es cierto.

Cuando los profetas en el Antiguo Pacto anunciaban una nueva realidad, lloraban antes la muerte del estado presente de cosas. No podía nacer un nuevo sistema espiritual si primero no moría el viejo, viciado y corrupto ya. De la misma forma, tenemos que “llorar” (hacer duelo) la muerte de un viejo sistema, que por ahí está todavía muy vivito y coleando, pero que inevitablemente va a tener que desaparecer al compás de los cambios tanto del Espíritu como incluso de la sociedad mundial. Ojalá que no seamos de los últimos que nos quedemos agarrados a los pedazos de madera flotantes…

Probablemente hayamos vivido un buen tiempo en el Señor y con los hermanos, quizás muchos años, pero Dios cambia, porque él es siempre nuevo y crea continuamente; y si algo se crea y se renueva, significa que también cambia. Y es bueno que nos abramos a lo nuevo de Dios.

¿Y qué es lo nuevo de Dios? ¡Apenas si sé algo de ello! Pero eso es lo interesante: El Espíritu nos llama a llorar por lo viejo y alegrarnos por lo nuevo… antes de que sepamos completamente qué es lo nuevo. Es decir, Dios nos llama a un camino desconocido, que por el hecho de serlo, solo se puede transitar tomado de su mano, ¡vaya desafío! Pero así le gusta a Papá.

Como estamos viendo, el reino de Dios no es para cobardes. Pero esta palabra “cobardes” no se está refiriendo aquí a los que rehúyen de un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, sino a los que no quieren soltar su “ambiente seguro” (una posición, un grupo de amigos, una rutina conocida) para aventurarse a lo nuevo de Dios. Muchos pueden demostrar gran “valentía” al testificar, enfrentar adversarios o denunciar el pecado; está muy bien. Pero a la hora de renunciar a lo seguro, las cosas cambian. Pero nadie que no esté dispuesto a renunciar a todo lo que tenga puede ser discípulo de Cristo:

“23 Después les dijo a todos:
—Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame. 24 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la salvará.”
Lucas 9:23,24

“Perder la vida”, “olvidarse de sí mismo” implica también dejar nuestras áreas cómodas.

Avanzando, entonces, hacia el “área de incomodidad”, hay que dejar mucho equipaje antiguo (activismo, títulos, programas, enfoque en tener y prosperar, etc.) y ponerlo en un segundo plano, y empezar a tomar el nuevo equipaje, entre ello; fe, amor y esperanza.

La fe, la esperanza y el amor parecen virtudes “débiles” y hasta secundarias en el paradigma eclesiástico actual. No porque así lo diga expresamente, por supuesto, sino por lo que dice implícitamente. Cuando el enfoque principal está puesto en el liderazgo, actividades, proyectos, construcciones y eventos masivos, es que por detrás se subvalora la importancia de otras cualidades. Sin embargo,

“25 … lo que en Dios puede parecer una tontería, es mucho más sabio que toda sabiduría humana; y lo que en Dios puede parecer debilidad, es más fuerte que toda fuerza humana”.
I Corintios 1:25

Increíblemente, el mayor poder de transformación que verá el mundo de la mano de la iglesia del Amado no vendrá de las grandes estrategias ni las grandes planificaciones ni los grandes liderazgos, sino que la manifestación plena de Dios en su pueblo, produciendo fe, esperanza y amor, y todas las otras virtudes que nacen de ellas.


UNA ADVERTENCIA

“1 Por eso, mientras todavía contamos con la promesa de entrar en ese reposo de Dios, debemos tener cuidado, no sea que alguno de ustedes no lo logre. 2 Porque nosotros recibimos el anuncio de la buena noticia, lo mismo que ellos; pero a ellos no les sirvió de nada el oírlo, porque no se unieron por la fe con los que habían obedecido al mensaje.”
Hebreos 4:1

Hemos cometido muchos errores en nuestros mensajes dando promesas sin costo (la “gracia barata” de Bonhoeffer) y produciendo toda una generación de cristianos frustrados y, por consiguiente, hipócritas (porque si se quedan en un cristianismo que no les funciona, aparentando que sí, necesitan cierto nivel de hipocresía). Las promesas maravillosas que el Espíritu nos hace para el fin de los tiempos tienen costo, como se menciona en algunas partes más arriba.

Es verdad que hay una corriente del Espíritu que nos está llevando hacia allá, pero yo tengo la decisión de meterme o no (como la visión de Ezequiel); de amar, por consiguiente creer, y entonces obedecer, o de temer, entonces no creer y como consecuencia desobedecer.

En el lenguaje simbólico del Nuevo Testamento, la “Nueva Jerusalén” y “Babilonia” coexisten y se están desarrollando cada vez más, por lo que nuestras decisiones se tornan cada vez más trascendentes, ya que no podremos estar en un lugar intermedio. Pero “39 … nosotros no somos de los que se vuelven atrás y van a su condenación, sino de los que alcanzan la salvación porque tienen fe.” Hebreos 10:39

Danilo Sorti
Enero 2010




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