domingo, 21 de febrero de 2010

Cómo obtener revelación espiritual 1º

LA IMPORTANCIA DE LA REVELACIÓN

Necesitamos vivir en revelación. No fuimos creados para movernos en otro ambiente y, sin ninguna duda, no podremos mantenernos ni crecer en la fe, ni mucho menos generar un impacto positivo en los que nos rodean, si no estamos en dicho ambiente. El cristianismo “del alma”, ya sea de tipo intelectual (basado en el conocimiento) o emocional (basado en sensaciones y experiencias) podrá haber servido (más o menos) antes, pero, al avanzar de los tiempos, Dios no va a aceptar otra cosa que no sea un caminar cristiano revelacional. Si antes se podía manifestar en determinados odres, cada vez menos lo va a hacer hoy. Nada, sino la genuina revelación del Espíritu, es lo que el Señor quiere darnos; y las comunidades de fe que no avancen hacia ella se quedarán, lamentablemente, fuera de la protección de la “nube” de Dios (como los israelitas en el desierto).

¿A qué me refiero con “revelación”? Antes que nada, no me estoy refiriendo a la revelación bíblica que fue dada una vez y para siempre (Judas 3) y a la cual no se le puede añadir nada más (Apocalipsis 22:18).

3 Queridos hermanos, he sentido grandes deseos de escribirles acerca de la salvación que tanto ustedes como yo tenemos; pero ahora me veo en la necesidad de hacerlo para rogarles que luchen por la fe que una vez fue entregada al pueblo santo.
Judas 3

18 A todos los que escuchan el mensaje profético escrito en este libro, les advierto esto: Si alguno añade algo a estas cosas, Dios le añadirá a él las calamidades que en este libro se han descrito. 19 Y si alguno quita algo del mensaje profético escrito en este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que en este libro se han descrito.
Apocalipsis 22:18,19

Es más, sea lo que sea que se llame “revelación”, ya vamos sabiendo que ¡de ningún modo podrá contradecir a la Palabra escrita!

Cuando hablamos de “revelación”, nos estamos refiriendo a la palabra “rhema”, es decir, a la palabra directamente dicha por el Espíritu a nuestro espíritu. Está directamente basada en la palabra logos (palabra escrita; la Biblia). Podemos usar la palabra en sentido equivalente al de profecía, porque viene directamente de Dios, pero quizás sea más específico usarla como “luz espiritual”, entendimiento especial y profundo que recibimos de alguna parte de la Palabra escrita y que nos sirve para aplicar a nuestra vida o a la iglesia o sociedad donde nos movemos.

Se ha dicho que la iglesia de este tiempo es una iglesia profética (por lo menos, debe serlo). Creo que parte de lo que tal expresión significa es que debe vivir en revelación, porque también tiene a su alcance la posibilidad de hacerlo. Este tipo de comunicación tan directa con Dios está disponible para todos los creyentes en esta era:

13 Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que van a suceder.
Juan 16:13

Comparar:

17 ‘Sucederá que en los últimos días, dice Dios,
derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad;
los hijos e hijas de ustedes
comunicarán mensajes proféticos,
los jóvenes tendrán visiones,
y los viejos tendrán sueños.
18 También sobre mis siervos y siervas
derramaré mi Espíritu en aquellos días,
y comunicarán mensajes proféticos.
Hechos 2:17,18

5 Yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas extrañas; pero preferiría que comunicaran mensajes proféticos; esto es mejor que hablar en lenguas, a menos que se interprete su significado de tal manera que sirva para edificación de la iglesia.
I Corintios 14:5

Conocemos estos pasajes, se han predicado a los largo de los siglos, y, de alguna forma, se han vivido también. Sin embargo, en este tiempo deben alcanzar la plenitud de su manifestación, como nunca antes ocurrió.

La revelación hace que la Palabra de Dios sea viva en nosotros, sea aplicable como una espada precisa para una labor precisa y con resultados maravillosos. La mera información (conocimiento mental de la Palabra) no alcanza el poder de la revelación porque deja a nuestra mente limitada el entendimiento y aplicación del arma poderosa de la Palabra y le “quita” en cierto sentido esta función a Dios.


LO QUE NO ES REVELACIÓN

Quizás sea innecesario, pero aclaremos algo de lo que “revelación” no es.

La revelación (entendimiento espiritual sobre una verdad bíblica) no puede nunca estar en contradicción con la Palabra escrita, como se dijo más arriba. Podrá haber una contradicción aparente si lo que estamos entendiendo con nuestra mente sobre la Biblia no es exactamente lo que Dios está diciendo, pero en ese caso, con mayor estudio, oración y búsqueda, el entendimiento intelectual llegará a alinearse con el revelacional. También puede haber discordancia cuando la exposición doctrinal humana está mezclada con falsas enseñanzas. Vale la misma aclaración que antes.

Es cierto que quienes defienden fervientemente el conocimiento revelacional suelen menospreciar, subvalorar o, por lo menos, ignorar, la importancia del conocimiento intelectual (del alma). Vale la pena recordar que el alma humana, con todas sus funciones no fue un invento de Satanás, ¡Dios la hizo!, y si la hizo él, no puede ser mala, al contrario. Por lo tanto, ¡debe ser usada! y usada bien. El problema es cuando el alma predomina por sobre el espíritu, pero en su debido lugar es una poderosa herramienta en manos de Dios.

La revelación tampoco es un entendimiento “esotérico” de los “misterios ocultos” de la Biblia. No pretende hacerle decir a un pasaje algo completamente distinto a lo que dice. De hecho, la revelación puede muy bien ser sobre verdades sencillas y simples. Pretender buscar siempre algún sentido recóndito y arcano en los pasajes proféticos no es revelación, es simplemente afán por la novedad. Si el Espíritu da esa clase de revelación, bienvenida sea; pero si no la da, bienvenido sea también. Lo repito, porque suele confundirse “revelación” con “interpretación novedosa”; recibir revelación sobre algo no implica necesariamente interpretar ese pasaje como nunca nadie lo hizo antes. Puede que sí pero puede que no.

La revelación no es falsa revelación. En la medida que todavía nos falte crecer en el discernimiento espiritual, es muy fácil que el enemigo introduzca falsas revelaciones. De hecho, unas cuantas cosas que uno ha escuchado por ahí no suenan ser muy verdaderas.

Pero el peligro de las falsas revelaciones no debe hacernos rechazar el hecho de que el Espíritu nos quiere dar las verdaderas. Es más, la mejor (y quizás, la única válida) forma de combatir el peligro de las falsas es difundir el entendimiento de cómo funcionan y se reciben las verdaderas y llevar a la comunidad de los hermanos a vivir recibiendo verdadera revelación. Cualquier otra alternativa menor dejará siempre alguna brecha abierta.

Y, lo más importante de todo, la revelación no se compra en las librerías cristianas ni se recibe en un seminario o desde un púlpito. La revelación, entendida tal y como la definimos antes, solamente la puedo recibir directamente del Espíritu. Todo lo anterior (libros, seminarios, predicaciones, etc.) puede ser muy bueno y es necesario; pueden ser vehículo de la revelación y / o ponernos en el lugar correcto y en el momento preciso para recibirla. Pero la revelación propiamente dicha es un acto del Espíritu a nuestro espíritu.


UN ACTO DE GRACIA

Pablo oró:

Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, al glorioso Padre, que les conceda el don espiritual de la sabiduría y se manifieste a ustedes, para que puedan conocerlo verdaderamente. DHH

Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor. NVI

Efesios 1:17

En este texto se usa revelación en un sentido de comprensión profunda, espiritual, que nos permite conocer verdaderamente a Dios. Y ése es otro aspecto fundamental de la revelación: nos lleva a “entender cómo es Dios”.

¿Para qué necesitamos revelación? Para lo que estuvimos mencionando anteriormente: para llegar a ser lo que Dios quiere que seamos y a vivir como Dios quiere que vivamos. Eso sólo se logra conociendo verdaderamente a Dios, pero

“Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen.”
I Corintios 1:21

Entonces la sabiduría humana, por sí sola, no nos sirve; ni aún la sabiduría humana aplicada a las cosas espirituales. Sólo el recibir la sabiduría de Dios (lo que estamos llamando revelación) nos puede llevar al conocimiento de él. Y conocerlo, equivalente a “mirarlo”, es importante porque:

“Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor.”
II Corintios 3:18

Entonces, necesitamos el conocimiento intelectual, “humano”, pero también necesitamos el conocimiento “revelacional”, aquel tipo de conocimiento que llega hasta lo profundo de nuestro espíritu y produce cambios desde allí.

La sabiduría asequible a nuestra mente se puede obtener, claro está, con nuestras propias fuerzas, aunque el Espíritu puede dárnosla también abundantemente. La revelación solo puede venir de Dios, y por ello, es un acto de gracia soberana.

La sabiduría espiritual de Dios es por gracia. Pablo lo entendió cuando dijo:

… Nosotros no nos guiamos por la sabiduría humana, sino que confiamos en la gracia de Dios.
II Corintios 1:12

Pero la gracia, mejor dicho, aceptar la gracia, entender la gracia y vivir en la gracia, requiere mucha humildad, porque si es por gracia, entonces no puedo hacer nada y no puedo dar nada a cambio, solo recibir. Sin embargo, no es imposible vivir en la gracia, al contrario, ¡es maravilloso!, porque solo la gracia libera y trae paz. Todos nosotros podemos vivir y crecer en la gracia en la medida que nos vayamos animando a “probarla”.

Al ser un acto de gracia, depende de la voluntad divina:

16 Así pues, no depende de que el hombre quiera o se esfuerce, sino de que Dios tenga compasión.
Romanos 9:16

Un ejemplo fundamental es lo que pasó con los profetas de la antigüedad:

10 Los profetas estudiaron e investigaron acerca de esta salvación, y hablaron de lo que Dios en su bondad iba a darles a ustedes. 11 El Espíritu de Cristo hacía saber de antemano a los profetas lo que Cristo había de sufrir y la gloria que vendría después; y ellos trataban de descubrir el tiempo y las circunstancias que señalaba ese Espíritu que estaba en ellos. 12 Pero Dios les hizo saber que lo que ellos anunciaban no era para ellos mismos, sino para bien de ustedes. Ahora pues, esto es lo que les ha sido anunciado por los mismos que les predicaron el evangelio con el poder del Espíritu Santo que ha sido enviado del cielo. ¡Estas son cosas que los ángeles mismos quisieran contemplar!
I Pedro 1:10-12

No les fue revelado lo que sí se nos mostró a nosotros:

23 Volviéndose a los discípulos, les dijo a ellos solos:"Dichosos quienes vean lo que ustedes están viendo; 24 porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver estoque ustedes ven, y no lo vieron; quisieron oir esto que ustedes oyen, y no lo oyeron."
Lucas 10:23-24

Así como en la revelación bíblica hubo tiempos, también los hay con nosotros.

Entonces, la revelación no se puede forzar porque es un acto soberano de Dios, pero hay ciertas condiciones a tener en cuenta que nos pueden colocar en el lugar y momento adecuado para que Dios nos hable si es su voluntad hacerlo, ¡y creo que el Señor quiere darnos mucha más revelación de lo que solemos pedir!

Hay algunos pasajes que nos muestran algunos ejemplos de “ámbitos” especiales que Dios quiso usar para traer revelación:

2 “Baja a la casa del alfarero y allí te comunicaré un mensaje.”
Jeremías 18:2

1 Luego oí una voz que me decía: “Tú, hombre, ponte de pie, que te voy a hablar.”
Ezequiel 2:1

7 Vayan pronto y digan a los discípulos: ‘Ha resucitado, y va a Galilea para reunirlos de nuevo; allí lo verán.’ Esto es lo que yo tenía que decirles.
Mateo 28:7

4 Cuando todavía estaba con los apóstoles, Jesús les advirtió que no debían irse de Jerusalén. Les dijo:
—Esperen a que se cumpla la promesa que mi Padre les hizo, de la cual yo les hablé.
Hechos 1:8

Por supuesto, no tenemos que pensar en hacer un “culto del lugar” o la postura, como Dios es soberano, puede hablar como, cuando y a quién quiere. Pero hay aspectos que permiten que su Espíritu pueda fluir libremente; todos ellos influyen al ponernos en el lugar correcto para escuchar la voz de Dios, y a su vez son influidos por esa misma voz cuando viene. Por supuesto, no obligan a Dios para que nos hable, ¡aunque de hecho él desea ardientemente hacerlo!


ELEMENTOS DEL AMBIENTE DE REVELACIÓN

El propósito de Dios

Dios tiene un plan en todo lo que hace y dice, un plan tanto a nivel de la creación toda como personal, para cada uno.

La revelación viene de acuerdo con los propósitos de Dios: los propósitos generales de su plan de redención, el tiempo y lugar en donde se encuentra la iglesia respecto de esos propósitos y los propósitos específicos para nosotros.

No hay revelación de cosas que se salgan o interfieran con los propósitos de Dios.


Actitud y preparación

Dios requiere un corazón humilde, quebrantado, sencillo, desesperado por él, lleno de amor. La fe es fundamental: la fe en que Dios me ama, en que soy muy valioso para él, en que él quiere y puede hablarme.

Es necesario que los “aires encima mío” sean limpiados para que venga la revelación, esto es, limpiarme por la sangre del Cordero de toda iniquidad, maldición y pecado.

La revelación viene sobre corazones obedientes, dispuestos a pagar el precio, porque una revelación dada a alguien que no está dispuesto a obedecer traería condenación.

La revelación viene en personas que se han preparado también para tener abiertos sus ojos y oídos espirituales (oración, ayuno, meditación, tiempo de paz y tranquilidad).


Conocimiento

El conocimiento (tanto de la Palabra como el “secular”) puede servir como una especie de “cimiento” para que la revelación pueda basarse. Mientras más conocemos de la Palabra, más tiene el Espíritu para sacar y avivar en los momentos de revelación.

A su vez, es claro que la revelación misma siempre aumenta nuestro conocimiento sobre la Palabra y la realidad.


Ambiente espiritual

Esto no se refiere tanto a nuestra preparación personal sino a los principados y fortalezas espirituales que batallen en contra nuestra. El ejemplo de Daniel es muy claro, porque frenaron la revelación que ya había salido del trono de Dios por 3 semanas.

La guerra espiritual que hagamos (y la que otros hagan) sobre los aires del lugar donde nos encontramos liberará el camino para que la revelación pueda correr libremente.

También hay que considerar las maldiciones y los principados que quieran atacarnos directamente a nosotros (porque un hombre que busca, y por ende, recibe, revelación es peligroso para el reino de las tinieblas) y guerrear contra ellos.

También se tiene en cuenta la influencia de las iniquidades y las bendiciones propias y generacionales.

Por otro lado, cuando viene la revelación, ésta batalla contra los principados y ayuda a despejar los aires.


La comunidad del pueblo de Dios

Mucha de la revelación que nosotros necesitamos no nos vendrá directamente a nosotros sino a través de nuestros hermanos, y viceversa.

Dios se manifiesta y se mueve libremente en la comunión y en el amor entre hermanos. La ministración mutua limpia “nuestros aires” para que luego podamos, individualmente, recibir revelación.

Y el ambiente cristiano que nos rodee va a influir en mucho de lo que pensamos, sentimos y hacemos, todo lo que tiene que ver con nuestra actitud y preparación.

A su vez, la revelación que viene sobre un creyente, siendo compartida y ministrada, va a bendecir a toda la comunidad.


Dinámica y características propias de la revelación

El modo en que Dios obra y nos habla y se manifiesta a nosotros es particular. Necesitamos conocerlo, aprender cómo, para abrir nuestro corazón a su forma de actuar sobre nosotros y no ponerle obstáculos.

Necesitamos ser sensibles al silbo apacible de la voz de su Espíritu, y aprender a ser obedientes a esa voz para que la revelación pueda continuar fluyendo.
 


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