domingo, 28 de febrero de 2010

Cómo obtener revelación espiritual 2º

EL PROPÓSITO DE DIOS

Creo que uno de los grandes “dilemas” de la teología práctica de los cristianos es si entendemos a Dios como una especie de “máquina” que está “obligada” a cumplir determinadas leyes o como un ser con voluntad y decisión propia, que respeta su palabra pero que no está atado a ninguna manipulación.

Quizás la primer frase resulta chocante, pero cuando analizamos determinados mensajes se vuelve muy real: “haga esto y Dios va a hacer lo otro”. Sí, claro que hay promesas y que el Padre respeta sus promesas, pero también hay condiciones a esas promesas y, por otro lado, que haya determinadas promesas en la Palabra no significa que necesariamente se vayan a aplicar (o a ser potencialmente realizables) en mi vida en un momento particular. Quizás muchas veces pecamos de “presunción de fe”, que parece fe verdadera pero que no es más que mi propia voluntad disfrazada de espiritualidad.

La revelación viene con un propósito.

19 Señor, todas estas maravillas las has hecho en atención a tu siervo, según lo quisiste y para darlas a conocer
1º Crónicas 17:19

11 Así como uno se aprieta el cinturón alrededor de la cintura, así tuve a todo el pueblo de Israel y a todo el pueblo de Judá muy unidos a mí, para que fueran mi pueblo y dieran a conocer mi nombre, y fueran mi honor y mi gloria …
Jeremías 13:11

12 También les di a conocer mis sábados, que debían ser una señal entre ellos y yo, y un recuerdo de que yo, el Señor, los había consagrado para mí.
Ezequiel 20:12

9 Los discípulos le preguntaron a Jesús qué quería decir aquella parábola. 10 Les dijo: “A ustedes Dios les da a conocer los secretos de su reino; pero a los otros les hablo por medio de parábolas, para que por más que miren no vean, y por más que oigan no entiendan
Lucas 8:9,10

26 Les he dado a conocer quién eres, y aún seguiré haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y para que yo mismo esté en ellos.”
Juan 17:26

23 Al mismo tiempo quiso dar a conocer en nosotros la grandeza de su gloria, pues nos tuvo compasión y nos preparó de antemano para tener parte en ella.
Romanos 9:23

Según vemos, distintos momentos de la revelación bíblica vinieron con un propósito, a personas determinadas con funciones determinadas y objetivos específicos del Padre. Ahora bien, no es que Dios escatime su revelación en este tiempo, porque su naturaleza es ser un Padre generoso y porque además dice:

27 Pero ustedes tienen el Espíritu Santo con el que Jesucristo los ha consagrado, y no necesitan que nadie les enseñe, porque el Espíritu que él les ha dado los instruye acerca de todas las cosas, y sus enseñanzas son verdad y no mentira.
1 Juan 2:27

Pero también dice:

1 Hermanos míos, no haya entre ustedes tantos maestros, pues ya saben que quienes enseñamos seremos juzgados con más severidad
Santiago 3.1

2 “Solo a ustedes he escogido
de entre todos los pueblos de la tierra.
Por eso habré de pedirles cuentas
de todas las maldades que han cometido.”
Amós 3:2

Y no solo tiene que ver con la responsabilidad, sino también con la capacidad de asimilar lo revelado:

12 “Tengo mucho más que decirles, pero en este momento sería demasiado para ustedes.
Juan 16:12

Dios pone límites a la revelación que vuelca en determinado momento; aunque muchas veces esos límites tienen que ver más con las personas que la reciben que con el deseo del Padre, Dios sabe hasta cuando mostrarse y voluntariamente no avanza más allá dando aquello que no podría ser recibido, o que no podría ser entendido, o que se usaría mal o que simplemente se perdería. Puede haber muchos propósitos distintos y puede ser que no alcancemos a comprenderlos en esta vida; con todo, la actitud que deberíamos tener, según creo, es la que expresó Moisés:

29 Hay cosas que no sabemos: esas pertenecen al Señor nuestro Dios; pero hay cosas que nos han sido reveladas a nosotros y a nuestros hijos para que las cumplamos siempre: todos los mandamientos de esta ley.
Deuteronomio 29:29

En este pasaje vemos que la revelación que acababan de recibir los israelitas (en el sentido de la Ley mosaica) tenía un propósito práctico: era lo que debían obedecer; lo que ellos tenían que y podían hacer en ese momento histórico particular. Claramente quedaban cosas ocultas, misterios por develar (muchos de los cuales serían develados a lo largo de la historia y, más acabadamente, en Jesucristo), pero eso estaba en la órbita de la soberanía divina y permanecía oculto, al menos por ese tiempo.

Dios había revelado algo con un propósito y esperaba la respuesta de los receptores. No dice que no debían seguir buscando más de Dios (¡eso se contradeciría con la naturaleza divina!), sino que debían empezar a poner en práctica lo que habían recibido.

Como vimos, la revelación implica siempre una responsabilidad. Quizás Dios no nos pida muchas cuentas de lo que sabemos intelectualmente, pero sin duda que sí nos pedirá cuenta de lo que se nos haya sido revelado, y como creo que no hay conocimiento “solamente teórico” para Dios, toda revelación tiene que tener consecuencias prácticas. No responder de acuerdo a lo recibido, además de no agradar a nuestro Señor y dificultar sus propósitos para nuestras vidas, va a frenar revelaciones posteriores, y puede atraer juicio divino.

Más allá de todo lo que podamos y debamos hacer nosotros (que tiene que ver con lo que sigue), en última instancia será la voluntad divina la que determine qué se mostrará y qué se ocultará (al menos, por un tiempo), y también a quién o quiénes se mostrará y a quién o quiénes se ocultará. Por tanto, no cabe ningún tipo de orgullo ni engreimiento, porque:

7 Pues, ¿quién te da privilegios sobre los demás? ¿Y qué tienes que Dios no te haya dado? Y si él te lo ha dado, ¿por qué presumes, como si lo hubieras conseguido por ti mismo?
1 Corintios 4:7

Cuando dejamos de “competir” por tener más “revelación” o “nivel espiritual” y empezamos a compartir lo que tengamos (mucho o poco) y recibir con corazón abierto lo que le haya sido dado a otro (también mucho o poco) entramos en un nuevo nivel de crecimiento y manifestamos la humildad de Dios. Y entonces, verdaderamente entonces, se abren puertas de revelación superiores a todas las anteriores.


ACTITUD Y PREPARACIÓN

10 Pero mientras aquellas cinco muchachas fueron a comprar aceite, llegó el novio, y las que habían sido previsoras entraron con él en la boda, y se cerró la puerta.
Mateo 25.10

Más allá del significado escatológico de este pasaje, entrar a la intimidad con el Señor significa entrar en el lugar de revelación. Creo que también podríamos interpretar genuinamente este versículo en ese sentido. Había un momento, indefinido todavía para ellas, en el cual llegaría el Señor y podrían estar con él (y recibir sus palabras); les tocaba a ellas estar preparadas para cuando ocurriera.

1 Estaré atento y vigilante,
como lo está el centinela en su puesto,
para ver qué me dice el Señor
y qué respuesta da a mis quejas.
Habacuc 2:1

8 Moisés les respondió:
—Esperen a que reciba yo instrucciones del Señor en cuanto a ustedes.
Números 9:8

Aunque no es el mejor ejemplo, también Balaam entendió este principio:

1 Entonces Balaam le dijo:
—Constrúyeme aquí siete altares, y prepárame siete becerros y siete carneros.
2 Balac hizo lo que Balaam le dijo, y entre los dos sacrificaron un becerro y un carnero en cada altar.
3 Luego Balaam le dijo a Balac:
—Quédate junto al sacrificio, mientras voy a ver si el Señor viene a encontrarse conmigo. Luego te comunicaré lo que él me dé a conocer.
Y Balaam se fue a una colina desierta, 4 donde Dios se le apareció. …
Números 23:1-4

Hay mucho más que se podría decir sobre la preparación. Se podría hablar sobre el ayuno, por ejemplo, sobre el sacrificio, la alabanza, etcétera, etcétera. Cuando nos preparamos para recibir palabra de Dios, ¡él acude a la cita! Por supuesto, la revelación que nos de será la que él considera importante, y no necesariamente la que estamos esperando nosotros.

Pero cuidado, Dios sigue siendo soberano y de voluntad independiente, por lo que tampoco está sujeto a nuestra preparación para hablarnos:

1 Moisés cuidaba las ovejas de su suegro Jetró, que era sacerdote de Madián, y un día las llevó a través del desierto y llegó hasta el monte de Dios, que se llama Horeb. 2 Allí el ángel del Señor se le apareció en una llama de fuego, en medio de una zarza. Moisés se fijó bien y se dio cuenta de que la zarza ardía con el fuego, pero no se consumía. 3 Entonces pensó: “¡Qué cosa tan extraña! Voy a ver por qué no se consume la zarza.”
4 Cuando el Señor vio que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: …
Éxodo 3:1-4

No sabemos qué hizo Moisés durante 40 años en el desierto, pero no hay nada en el texto que nos de la impresión de que estuviera preparándose concientemente para recibir la revelación divina. Por supuesto, Dios supo que ya estaba listo y por eso se manifestó, pero, por la respuesta que más adelante daría Moisés, él no lo consideraba así.

Dios puede manifestarse en el momento que parece inadecuado, cuando humanamente no están dadas las condiciones; así como puede no manifestarse cuando humanamente parece que están dadas las condiciones. Lo único realmente importante en todo esto es que ¡Papá sabe cuando hacerlo!

La preparación, y me refiero a la preparación guiada por el Espíritu, es importante y necesaria. Pero al Padre le interesa por sobre todo el corazón; las “prácticas religiosas” por sí solas no pueden “manipular” a Dios:

1 El Señor me dijo:
“Grita fuertemente, sin miedo,
alza la voz como una trompeta;
reprende a mi pueblo por sus culpas,
al pueblo de Jacob por sus pecados.
2 Diariamente me buscan
y están felices de conocer mis caminos,
como si fueran un pueblo que hace el bien
y que no descuida mis leyes;
me piden leyes justas
y se muestran felices de acercarse a mí,
3 y, sin embargo, dicen:
‘¿Para qué ayunar, si Dios no lo ve?
¿Para qué sacrificarnos, si él no se da cuenta?’
El día de ayuno lo dedican ustedes a hacer negocios
y a explotar a sus trabajadores;
4 el día de ayuno lo pasan en disputas y peleas
y dando golpes criminales con los puños.
Un día de ayuno así, no puede lograr
que yo escuche sus oraciones.
5 Creen que el ayuno que me agrada
consiste en afligirse,
en agachar la cabeza como un junco
y en acostarse con ásperas ropas sobre la ceniza?
¿Eso es lo que ustedes llaman ‘ayuno’,
y ‘día agradable al Señor’?
6 Pues no lo es.
Isaías 58:1-6

Por encima de cualquier práctica o preparación, la principal preparación consiste en tener un corazón humilde y sensible a la voz del Padre, en caminar cada día de su mano, en limpiarnos con el poder del Espíritu de nuestros pecados, en procurar amarlo y obedecerlo, en recibir antes que nada su amor y su gracia.

En el antiguo pacto Dios se manifestaba cuando había un sacrificio, tipo de los sacrificios vivos del nuevo pacto. Pero el primero de todos los sacrificios es el amor:

3 Y si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y aun si entrego mi propio cuerpo para tener de qué enorgullecerme, pero no tengo amor, de nada me sirve.
I Corintios 13:3

Dios requiere un corazón humilde, quebrantado, sencillo, desesperado por él, lleno de amor. En un sentido general, Dios no puede dejar de responder a la humildad:

6 Pero Dios nos ayuda más con su bondad, pues la Escritura dice: “Dios se opone a los orgullosos, pero trata con bondad a los humildes”
Santiago 4:6

La fe también es fundamental: la fe en que Dios me ama, en que soy muy valioso para él, en que él quiere y puede hablarme.

Es necesario que los “aires encima mío” sean limpiados para que venga la revelación, esto es, limpiarme por la sangre del Cordero de toda iniquidad, maldición y pecado.

La revelación viene sobre corazones obedientes, porque una revelación dada a alguien que no está dispuesto a obedecer traería condenación.

Junto a la obediencia va la santidad.

Y, por supuesto, la revelación viene en personas que se han preparado también para tener abiertos sus ojos y oídos espirituales (oración, ayuno, meditación, tiempo de paz y tranquilidad).

Un aspecto importante a mencionar es que la revelación viene de acuerdo a la capacidad de recibirla (entenderla, aceptarla, obedecerla) que tiene el creyente o la comunidad que la recibe, tal como se mencionó más arriba (Juan 14:12ss). No estaban todavía en condiciones de recibir mayores revelaciones porque necesitaban todavía crecer más espiritualmente y, por sobre todo, recibir el bautismo en el Espíritu Santo que los capacitaría para entender. No podían recibir todavía más revelación por una cuestión lógica de tiempo y madurez espiritual.

Distinto fue el caso de los corintios:

1 Yo, hermanos, no pude hablarles entonces como a gente madura espiritualmente, sino como a personas débiles, como a niños en cuanto a las cosas de Cristo. 2 Les di una enseñanza sencilla, igual que a un niño de pecho se le da leche en vez de alimento sólido, porque ustedes todavía no podían digerir la comida fuerte. ¡Y ni siquiera pueden digerirla ahora, 3 porque todavía son débiles! Mientras haya entre ustedes envidias y discordias, es que todavía son débiles y actúan con criterios puramente humanos.
I Corintios 3:1-3

Aquí el problema era otro: debían haber estado ya en condiciones de poder recibir una palabra más profunda, pero al no haber abandonado el pecado no habían podido llegar al nivel de madurez necesario. De todas formas, tampoco podían recibir una revelación más profunda.

Estos dos últimos aspectos tienen algunas consecuencias prácticas interesantes: la revelación, o mejor dicho, una revelación más profunda puede no venir debido a que aún no hemos alcanzado el grado de madurez necesario para “recibirla” (es decir, entenderla, aceptarla y obedecerla) y no porque Dios no tenga en su propósito dárnosla.

Si nos falta tiempo de crecimiento, eso se corrige ¡con tiempo! Es decir, no hay solución “mágica”, no hay atajos, no existe ningún abono que pueda acelerar el crecimiento de tal planta. Pero por cierto que, llegado el tiempo de madurez adecuado, la revelación vendrá. Esto es válido para muchos cristianos nuevos (y no tan nuevos) y vale la pena que no entiendan, para que no se carguen con culpas ni ansiedades innecesarias.

Si el problema de madurez no es tanto debido al poco tiempo de crecimiento sino debido a la persistencia en el pecar, el problema es otro. Puede resultar difícil discernir entre esto y lo anterior, porque precisamente la falta de madurez se manifiesta en mantener determinados pecados. La diferencia está en que en este caso el cristiano (o la comunidad entera) persiste en determinados pecados más allá del tiempo “aceptado” por Dios, o bien no quiere afrontar los desafíos a crecer que el Señor le está dando o, peor aún, está volviendo atrás.

No hay mucho para decir: el problema no es no recibir revelación, ¡eso es secundario! El problema es arreglar las cuentas con Dios, y para hacer eso casi no hace falta ninguna revelación nueva, basta simplemente vivir lo que ya se recibió antes y se descuidó. La nueva revelación comenzará a fluir abundantemente después.

El hecho de no recibir revelación pudiera estar indicando la necesidad de comenzar a arreglar las cuentas con Dios, es decir, funcionaría como un llamado de atención.

Hay un aspecto que es fundamental para recibir algo de Dios, y que nos abre puertas en los cielos aunque estemos flojos en todas las otras áreas: el hambre por Dios.

Junto con el hambre por la revelación de Dios, y aunque parezca contradictorio, aparece la paciencia.

Para concluir esta sección, vale lo mismo que para las otras: la revelación, una vez recibida, nos ayudará a desarrollar un corazón humilde, quebrantado, sencillo, desesperado por él, lleno de amor, con fe; limpiara los aires encima mío, me hará más obedientes, me preparará para recibir más revelación en el futuro, me ayudará a madurar y corregirá las áreas atrasadas de mi vida espiritual.

El cristiano individualmente, o la comunidad de creyentes como grupo, da un paso hacia Dios, y cuando Dios se acerca, nos ayuda a dar otro paso más de nuevo hacia él.
 

 

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