jueves, 29 de octubre de 2020

780. El 15 y un nuevo camino – VIII, Salmo 125

Salmos 125:1-5 RVC

Cántico gradual.

1 Los que confían en el Señor son semejantes al monte Sión, que jamás se mueve, que siempre está en su lugar.

2 Son también semejantes a Jerusalén que está rodeada de montes: ¡la protección del Señor rodea a su pueblo desde ahora y para siempre!

3 Jamás se impondrá el cetro de los impíos sobre el país de los justos, para que los justos no caigan en la maldad.

4 Señor, bendice a los que hacen el bien, a los que son de recto corazón.

5 Pero castiga, Señor, a los que se apartan de ti; ¡recházalos junto con los malhechores! ¡Que haya paz en Israel!

 Los que han logrado superar estas pruebas hasta ahora llegan a esta posición de firmeza y seguridad: no pueden ser movidos y saben que tendrán la victoria al final. Corresponde al don de gobierno en su firmeza y seguridad.

 Hay un cierto paralelo con el Salmo 122, porque también se refiere a Jerusalén y viene luego de dos Salmos de “clamor”. Hay una secuencia con el 124: luego de reconocer la protección del Señor en siete “momentos” o circunstancias progresivamente más difíciles entiende que los fieles “son hechos” como el monte Sión, que claramente es más que un lugar físico sino más bien un lugar espiritual.

 No solo se trató de la protección del Señor sino que llegaron a entender que Él había cambiado su propia naturaleza y que les había dado una firmeza inconmovible. No empezó así este camino de 15, pero en el sexto escalón alcanzan la firmeza necesaria para el gobierno, la estabilidad de la ciudad de gobierno, la protección divina de Sus ungidos, la victoria que viene de Él, la bendición sobre los de corazón recto y finalmente la paz.

 Aunque no aparece tan claramente como un Salmo de gobierno, indica las condiciones básicas necesarias para ejercerlo, que vienen luego de la prueba. Es un Salmo comunitario en cierto sentido, los 4 primeros son más individuales, a partir del 124 el enfoque pasa a ser grupal y en parte comunitario.

 “Los que confían en el Señor son semejantes al monte Sión, que jamás se mueve, que siempre está en su lugar.” Comienza con la confianza firme en no ser movido de su posición, no ser empujado a cambiar o dejar de ser, claramente, a abandonar al Señor o caer de su posición en Su presencia. Siglos después Pedro diría:

 1 Pedro 3:12-13 RVC

12 Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos están atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está en contra de los que hacen el mal.»

13 ¿Quién podrá hacerles daño, si ustedes siguen el bien?

 Sión ha llegado a ser el lugar donde Dios está, el ámbito de Su presencia, un lugar físico que luego fue entendido como un lugar espiritual, aquello que hoy llamaríamos “estar sentados en lugares celestiales con Cristo”. El Salmo nos expresa la seguridad de que no seremos removidos de allí por nada, y eso nos recuerda a Romanos 8:31-39.

 Es a partir de esa presencia que se puede luego recibir el derecho a gobernar, o mejor dicho, la unción para hacerlo. Allí es donde están Sus diseños que luego se pueden traer a la tierra.

 “Son también semejantes a Jerusalén que está rodeada de montes: ¡la protección del Señor rodea a su pueblo desde ahora y para siempre!”

 La imagen es similar con una variante; no es solo firme sino que rodeada de una alta protección, como montañas, que es el Señor mismo.

 El tema de la protección del Señor, dicho directa o indirectamente, es una constante en todos los Salmos graduales excepto, digamos, en los últimos, en donde ya se da por sobreentendida esta protección. “En el camino”, la idea que expresan estos Salmos, la protección resulta especialmente crítica.

 Reconocerla, en sus múltiples dimensiones, es algo fundamental en el proceso del camino, y no se logra “de una vez y para siempre”, sino que estamos viendo distintas etapas en donde aparecen nuevas dimensiones de ese cuidado.

 En esta sexta etapa del camino, el Salmista puede decir:

 “Jamás se impondrá el cetro de los impíos sobre el país de los justos, para que los justos no caigan en la maldad.”

 Otra versión lo traduce así:

 “El mal gobierno no siempre dominará en la tierra que Dios ha dado a su pueblo, no sea que su pueblo comience a practicar la maldad.”

 La pregunta, claro, es: “¿habrá justos en el país?” Estos justos “no son de fierro” como diríamos en el barrio, no tienen una capacidad de resistencia ilimitada; la constante presión de gobiernos impíos y corruptos inevitablemente termina por corromper a una sociedad. Sabemos que no a todos, pero sí a muchos.

 Estamos cansados de ver a (y vivir bajo) gobiernos impíos y nos preguntamos cuán cierto puede ser este pasaje, o se trata de una simple hipérbole literaria (figura que consiste en aumentar o disminuir exageradamente lo que se dice). De hecho, creo que nuestra lectura de la Biblia la realizamos con unos lentes que nos hacen ver hipérboles por todos lados… lo que traducido quiere decir: ¡no le estamos creyendo a Dios!

 Y no le creemos porque nos saltamos algunas “partecitas” claves, en este caso; “sobre el país de los justos”.

 Como este sexto Salmo de la serie corresponde al don redentor de gobierno, y es a la vez un número humano (no satánico, como a veces se malinterpreta), es claro que habla de gobierno aunque no todavía del gobierno a través del enviado del Señor (representado por David, en el Salmo 132, correspondiente al sexto de la segunda serie de siete en estos Salmos) pero sí del gobierno que los justos tienen actualmente.

 Ahora bien, la expresión que utiliza: “Jamás se impondrá” o “no siempre dominará” da a entender que muy probablemente no había en ese momento un gobierno justo. Recordemos, todavía estamos en la parte más “dura” del camino de quince etapas, pero estamos avanzando. Sí es cierto que hay un gobierno injusto pero eso no durará por siempre… si los justos siguen caminando y santificándose más, en este caso, por el Espíritu de Gracia.

 La protección del Señor indicada en este versículo no es “física” como en los dos anteriores, sino moral, y tiene que ver con el manejo de las circunstancias y los procesos humanos e “institucionales”, largos y aparentemente “fuera de control” pero no del control divino.

 El siguiente versículo dice:

 “Señor, bendice a los que hacen el bien, a los que son de recto corazón.”

 “Señor, haz bien a los hombres buenos, a los hombres de corazón sincero;”

 No basta con “ser buenos”, no es suficiente con ser santificados en el hombre interior para conducirse con rectitud si no se tiene la bendición de Dios. Sencillamente, no es por nuestras propias fuerzas, ni siquiera por las “propias fuerzas de un justo”, reconociendo, claro que la palabra “justo” aplicada a cualquiera de nosotros es muy pequeña a comparación del Único que es verdaderamente Justo.

 Necesitamos la bendición del Señor, Su protección, Su cuidado; en todo momento, siempre. Si solo nos quedamos con el versículo anterior y procuramos crecer en justicia, no vamos a lograr mucho en nuestros países.

 “Pero castiga, Señor, a los que se apartan de ti; ¡recházalos junto con los malhechores! ¡Que haya paz en Israel!”

 Y no puede haber bendición sobre los justos, los que han sido lavados por la Sangre del Cordero, si no hay castigo sobre los impíos, ¿cómo pueden “pasarla bien” los injustos y haber un sistema de justicia en la sociedad? ¡Es absolutamente imposible! Ese ha sido el error del buenismo evangélico (y cristiano en general): procurar crecer en justicia sin pedir que sean arrancados los impíos, sencillamente, es imposible que haya justicia y bendición en una nación si los impíos siguen teniendo poder.

 Estos impíos son los que se apartan del Señor, los que habiendo pertenecido al pueblo santo, o dicho en términos más modernos, habiendo conocido la verdad, escuchado el Evangelio, incluso habiendo nacido en una sociedad (relativamente) “cristiana”, lo rechazan. Están en la misma categoría que los “malhechores”, es decir, los que nunca conocieron.

 Probablemente esta distinción no sea muy significativa para nosotros hoy, solo ponernos en advertencia de que también podemos caer de la gracia, rechazar al Señor a pesar de haber caminado ya un trecho importante con Él.

 El próximo Salmo de esta serie, el número siete, nos traerá un cambio importante de enfoque.

 

 

Danilo Sorti

  




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