miércoles, 16 de octubre de 2019

730. La oración de Daniel – XI, y la respuesta fue…


Daniel 9:24-27 RVC
24 »Se ha concedido a tu pueblo y a la santa ciudad un plazo de setenta semanas para poner fin a sus pecados y transgresiones, para que expíen su iniquidad y establezcan la justicia de manera perdurable, y para que sellen la visión y la profecía, y unjan al Santo de los santos.
25 Así que debes saber y entender que, desde que se emitió la orden para restaurar y edificar a Jerusalén, y hasta que llegue el Mesías Príncipe, transcurrirán siete semanas, y sesenta y dos semanas más, y luego se volverá a reconstruir la plaza y la muralla. Serán tiempos angustiosos.
26 Después de las sesenta y dos semanas se le quitará la vida al Mesías, sin que él intervenga en esto, y el pueblo de un príncipe que está por venir destruirá la ciudad y el santuario. El fin vendrá como una inundación, y habrá destrucción hasta que la guerra termine.
27 Durante una semana, ese príncipe confirmará su pacto con muchos, pero a la mitad de la semana suspenderá los sacrificios y las ofrendas. Después de muchas cosas repugnantes vendrá el destructor, hasta que llegue el fin y caiga sobre el desolador lo que está determinado que le sobrevenga.»

Este texto profético resulta harto conocido para cualquier cristiano interesado en escatología, así que para nosotros, que ya estamos casi en esos tiempos, es un pasaje que tiene un gran valor por sí mismo. Pero, ¿era esa la respuesta que estaba esperando Daniel? ¡No!

Lo más interesante que tenemos al concluir este maravilloso capítulo 9 de Daniel es darnos cuenta de que la respuesta “no tenía nada que ver” con la petición que estaba haciendo. ¡Y es que Dios sigue siendo Dios, no se trata de ninguna especie de supercomputadora que, si seguimos el procedimiento correcto, nos dirá la información que requerimos! El Señor nos dará la respuesta que Él necesita que tengamos… y en un sentido muy dramático, la que realmente estamos necesitando.

Daniel quería saber qué pasaría con su pueblo y la verdad es que no hacía falta que el Señor le dijera eso porque ya lo había dejado por escrito setenta años antes: los israelitas volvería y Jerusalén sería reconstruida. Una “no respuesta” de Dios es una respuesta en sí misma; quiere decir que Él ya habló, y eso se mantendrá firme. Por supuesto, nos conoce bien, así que no nos trata a todos por igual y más de una vez nos volverá a repetir lo que ya nos dijo, para ver si de una buena vez lo creemos.

Daniel estaba pidiendo por el retorno de Israel, ¿o no? Bueno, la verdad es que no exactamente, Daniel estaba mucho más preocupado por la causa del exilio: el pecado de la nación. En el fondo sabía que si regresaba una nación pecadora, tarde o temprano volvería a ser expulsada de su tierra, como en efecto ocurrió varios siglos después. El profeta estaba muy bien enfocado en su pedido, pero la respuesta no era fácil, implicaba eventos que todavía estaban muy lejos de su comprensión, de hecho, eventos que recién en este tiempo estamos entendiendo de manera relativamente adecuada, y no muchos cristianos aún.

La respuesta que aparentemente “no tenía nada que ver” tenía muchísimo que ver.

“… desde que se emitió la orden para restaurar y edificar a Jerusalén, … y luego se volverá a reconstruir la plaza y la muralla.” En medio de los eventos futuros el ángel le aclara que efectivamente Jerusalén, el corazón de la nación, será reconstruida. Pero el tema central eran los pecados del pueblo y hacia eso se enfoca: “para poner fin a sus pecados y transgresiones, para que expíen su iniquidad y establezcan la justicia de manera perdurable, y para que sellen la visión y la profecía, y unjan al Santo de los santos.”

Sin dudas el Señor responderá a los corazones sinceros que claman humillados por los pecados de sus naciones, pero la respuesta puede no ser ni tan clara ni tan agradable como uno esperaría; “Serán tiempos angustiosos … se le quitará la vida al Mesías … el pueblo de un príncipe que está por venir destruirá la ciudad y el santuario. El fin vendrá como una inundación, y habrá destrucción hasta que la guerra termine.”

No voy a entrar aquí en los eventos escatológicos descritos porque son muy conocidos; ocurrieron en la historia de Israel y ocurrirán en futuro próximo. La respuesta comienza en el versículo 24 anunciando el fin del pecado y el establecimiento de una sociedad justa bajo el gobierno del Santo. Pero aclara que el proceso para llegar a eso no será fácil, y no le dice el tiempo que demoraría.

Dios intervendrá y el Espíritu está hablando claramente sobre los sucesos por venir, en el mundo y sobre nuestras naciones; Él no tratará con el problema de la corrupción o la anomia, se encargará de extirpar del pecado de nuestras tierras, pero el proceso tampoco será fácil; lo indican las profecías y lo preanuncia el mensaje recibido por Daniel. Parecerá que estamos derrotados, pero Dios seguirá al control e intervendrá sobrenaturalmente. El panorama que vio Daniel era “imposible de superar” desde el punto de vista humano, pero el Señor le garantizaba la victoria.

Yahveh respondió afirmativamente al clamor de Su pueblo, lo salvó y anunció que lo purificaría de pecado, y que eso ocurriría aún a pesar de su rechazo. La respuesta era mucho más de lo que Daniel podía entender en ese momento, ¡Dios sobrepasó las expectativas del profeta! Pero no era fácil sobrellevar esas palabras.

Aquí concluye esta serie de artículos: el Espíritu Santo nos ha mostrado a través de Su Palabra cómo pedir por nuestras naciones y nos ha dado la convicción de que seremos escuchados. Ahora somos desafiados a recibir la respuesta: ¿aceptaremos las palabras que nos sean dichas aunque no sean fáciles de sobrellevar?


Danilo Sorti


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