domingo, 6 de octubre de 2019

726. La oración de Daniel – VII, el amor de Dios exige Su justicia


Daniel 9:11-15 RVC
11 Todo Israel ha transgredido tu ley; se apartó de ti para no obedecerte. ¡Por eso nos han sobrevenido la maldición y el juramento escritos en la ley de Moisés, tu siervo, porque contra ti hemos pecado!
12 Y tú has cumplido tus advertencias contra nosotros, y contra los jefes que nos gobernaron y trajeron tan grande mal sobre nosotros. ¡Nunca antes se hizo bajo el cielo lo que se ha hecho contra Jerusalén!
13 Todo este mal nos ha sobrevenido, tal y como está escrito en la ley de Moisés. No hemos implorado tu favor, Señor y Dios nuestro; no nos apartamos de la maldad ni entendimos tu verdad.
14 Por eso tú, Señor, observaste nuestra maldad y la hiciste volverse contra nosotros, porque tú, Señor y Dios nuestro, eres justo en todo lo que haces, y nosotros no obedecimos tu voz.
15 Ahora pues, Señor y Dios nuestro, que con gran poder sacaste de Egipto a tu pueblo y te ganaste el renombre que hoy tienes: ¡hemos pecado, hemos actuado con impiedad!

El mundo de hoy tiene un gran “problema” con la justicia divina, no puede tolerar a un Dios que lo discipline. No hace falta pensar mucho para darse cuenta de que se trata del pensamiento adolescente llevado a la “edad adulta” (digamos…). Algunos intentan racionalizar el asunto tratando de demostrar lógicamente que un Dios de amor no puede, o no podría si existiera, castigar tan duramente. En el fondo todos entienden que el amor, para ser verdaderamente amor, debe ser justo, y por lo tanto, hay un momento en que el castigo se vuelve inevitable.

Toda la oración de Daniel está en el marco de la penitencia por la nación; es una oración “nacional”, lo cual implica que las personas también estaban afectadas. Daniel está reconociendo que los sucesos que afectaron a su pueblo fueron perfectamente justos, por lo que ellos debían arrepentirse.

¡Qué difícil es hoy para las personas, cristianos incluidos, reconocer que las cosas que nos pasan como país tienen una causa primera y fundamental en nuestros pecados! ¡Qué fácil es echarle la culpa a los políticos, a los poderes extranjeros, a la izquierda, al neomarxismo cultural, al NOM! ¡Qué fácil es hacer guerra espiritual contra principados! Pero qué difícil es empezar por reconocer la justicia del castigo recibido.

“Todo Israel ha transgredido tu ley; se apartó de ti para no obedecerte.” Esa es la causa, y la consecuencia fue: “Por eso nos han sobrevenido la maldición y el juramento escritos en la ley de Moisés”. La Ley que Dios ha establecido para las naciones ya sabemos cuál es; cuando vemos las consecuencias que describe esa Ley es porque ha sido transgredida.

“Todo Israel ha transgredido tu ley; se apartó de ti para no obedecerte.” Resume lo que ha estado diciendo antes: nadie está exento de pecado y cada uno tiene su propia parte, grande o pequeña, en el mal total.

“Por eso nos han sobrevenido la maldición y el juramento escritos en la ley de Moisés”. Todas las naciones tienen ya una ley escrita en la Biblia, no importa que la crean o no, que la reconozcan públicamente o no o siquiera que la conozcan. Las desgracias que les ocurren a nuestras naciones no son diferentes a las que allí fueron anunciadas, actualizadas a los tiempos modernos pero las mismas en esencia. La maldición aquí es una imprecación pública y el juramento se refiere al compromiso asumido por Israel en obedecer al Señor. Dios lo dijo y ellos se comprometieron, pero rompieron el pacto, ¿les suena conocido eso? Falta de compromiso con la palabra, está a la orden del día en nuestros países; la sociedad se lo exige a los políticos, pero dentro de ella misma no cumplen su palabra unos con otros. También el juicio viene por eso, cuando ya no queda ley moral ni respeto a Dios por lo que es, al menos debe quedar un pacto, pero es claro que rápidamente se pierde también.

“Y tú has cumplido tus advertencias contra nosotros”. El ser humano, nosotros incluidos, fácilmente se ha burlado de Dios, el escritor de Eclesiastés ya habló sobre el tema:

Eclesiastés 8:11 DHH
11 porque al no ejecutarse en seguida la sentencia para castigar la maldad, se provoca que el hombre solo piense en hacer lo malo.

Esta “dispensación” de gracia es así, propiamente los hombres son llamados al Reino por amor, y aunque nunca dejó de haber juicio sobre las personas, la paciencia divina ha sido lo más “larga” posible durante esta era. Pero siempre ha habido un límite; mientras hay un tiempo de gracia las personas muy rápidamente se olvidan de los juicios históricos (incluso los de la historia reciente) y terminan viviendo descontroladamente. Eso también es, en sí mismo, una prueba de parte de Dios para la gente de toda esta época, si estarán dispuestos a seguirle por lo que Él es y no por temor.

Pero finalmente el juicio llega porque el Señor no va a permitir que el hombre destruya Su Tierra ni va a permitir que las naciones con las que Él tiene propósitos se vuelvan irredimibles. Recibir el juicio de Dios, cuando se ha tenido la advertencia de que tal cosa podría ocurrir, es también señal de misericordia divina.

“¡Nunca antes se hizo bajo el cielo lo que se ha hecho contra Jerusalén!” No, las palabras de Dios no son broma. No es el reto de un padre enojado que rápidamente se olvida del asunto. Es algo muy serio, pero no tiene que ver con la “furia de Su enojo”; tiene que ver con el proceso necesario para corregir a un pueblo en extremo desviado.

Notemos bien esto: cuando Dios tiene propósitos con una nación puede someterla a un juicio terrible, peor del que ocurriría en un país “normal”. Pero luego resulta que, “milagrosamente”, el pueblo resurge, es prosperado y nadie se explica cómo pudo pasar eso.

Por eso, tengamos cuidado con desechar y condenar a las naciones que están bajo juicio, incluso a la nuestra; ni tampoco pensemos que lo terrible de la situación actual será el estado definitivo. Por supuesto que se requiere de un proceso de arrepentimiento, pero si Dios está permitiendo un gran juicio es porque sabe que puede haber luego una gran conversión.

“Todo este mal nos ha sobrevenido, tal y como está escrito en la ley de Moisés.” Esta es una de las ideas principales de la sección; ya todo había sido anunciado. Probablemente Daniel pensara en Deuteronomio 28 y otros pasajes paralelos, en los que detalladamente el Señor anunciaba lo que vendría por la desobediencia. Nada que no haya sido escrito ya, pero todo “olvidado” por la sociedad. Dios es un Dios de la historia, y uno de los principales logros del Adversario consiste en borrar e incluso cambiar la historia. Buena parte de las profecías para las naciones ya fueron dichas.

“No hemos implorado tu favor”, es decir que, en medio del juicio, tampoco reconocieron su pecado ni se volvieron a Dios, no buscaron al único que podía ayudarlos, y por eso el castigo se agravó. No buscar a Dios en medio del castigo es grave. Tengamos en cuenta que aún cuando una sociedad que fuera otrora creyente se desvíe y llegue a renegar expresamente de su Creador, siempre persiste la memoria histórica; este proceso lo estamos viendo hoy en occidente. Con sus burlas y críticas siguen manteniendo viva la consciencia de Dios; cuando las cosas se pongan realmente difíciles y todos sus esquemas anti Dios fallen, ¿quién más queda sino Él? “Ateo hasta que el avión empieza a caer”, decía Facundo Cabral…

Pero cuando esto no ocurre, ya no hay más nada que hacer con esa gente, ha sido condenada, es irredimible, y buena parte de Israel cayó en esa situación. Notemos bien: esos no volvieron del exilio, ni probablemente sobrevivieron a la conquista, a lo mejor terminaron perdidos entre las naciones, habiendo perdido su identidad y su cultura.

Por eso luego dice: “no nos apartamos de la maldad ni entendimos tu verdad.” Realmente, no lograron “entender”, que aquí tiene un significado más profundo que simplemente “escuchar”, se trata de “compenetrarse” con una verdad. Para algunos de nosotros resulta difícil entender como “no entendieron”, y en este momento de mi vida casi que me he resignado a “no entender” cómo es posible que “no entiendan”, simplemente lo acepto, aunque en el fondo creo que no llegan a entender nunca porque, sencillamente, no quieren. Pablo diría algo parecido siglos después:

2 Timoteo 3:7 RVC
7 que siempre están aprendiendo y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad.

“Por eso tú, Señor, observaste nuestra maldad y la hiciste volverse contra nosotros”, indica otra dimensión del juicio, aquella que precisamente puede hacernos dudar de que se trate de un juicio divino: hacer “volver” la maldad de las personas sobre sí mismas, permitirles recibir las plenas consecuencias de sus actos. Pero eso también es un juicio divino, lo que sucede es que cuando por misericordia Dios no permite que ocurra, o al menos que se demore en el tiempo, las personas no son conscientes de tal dilación.

“eres justo en todo lo que haces” es la conclusión de Daniel, reconocer que el castigo recibido no tuvo absolutamente nada de injusticia de parte de Dios. ¿Somos capaces de reconocer eso sobre nuestras naciones, es decir, que el “ser nacional”, del cual formamos parte inevitable, ha merecido y merece el juicio que está recibiendo?

El versículo 15 concluye esta sección de confesión y abre las puertas a lo que viene cuando dice: “que con gran poder sacaste de Egipto a tu pueblo y te ganaste el renombre que hoy tienes”. Daniel apela a la historia, esa misma historia que condenaba irremediablemente a Israel y que gritaba a los cuatro vientos la justicia de su castigo, es la que sienta las bases de la esperanza.

Recordemos: la oración nace con una nota de esperanza, Daniel revisó las profecías de Jeremías y llegó a la conclusión de que el tiempo del juicio ya se había cumplido, de lo cual podemos deducir que probablemente tuviera más de ochenta años, quizás cercano a los noventa. Daniel había transcurrido todo ese tiempo, aunque fuera en la corte del rey y en una posición privilegiada pero no exenta de peligros, en el exilio, en tierra extranjera, rodeado de idolatría. Había llegado a conocer en profundidad la historia perversa de su nación, vio con sus propios ojos el poder del Eterno, durante décadas había orado al Señor pidiendo la restauración de Israel. Este clamor registrado en el capítulo 9 no lo “toma por sorpresa”, probablemente era parte de su pan diario.

Pero ahora algo había cambiado porque había llegado el momento decisivo, y la misericordia y los hechos portentosos de Dios en el pasado constituían la más firme seguridad de salvación. Precisamente, por haber librado a Su pueblo de Egipto. Daniel entendió que ahora vendría un segundo exilio, de vuelta a la Tierra Prometida.


Danilo Sorti


No hay comentarios:

Publicar un comentario