lunes, 25 de noviembre de 2019

740. Limpiando el pecado en el campamento – V, el problema es real, pero nada que no se pueda solucionar


Josué 7:10-12 RVC
10 El Señor le respondió a Josué: «¿Por qué estás con el rostro en el suelo? ¡Levántate!
11 Israel ha pecado. Ha quebrantado el pacto que yo le ordené, y además ha tomado lo que le prohibí tomar. Han robado, han mentido, y han guardado entre sus pertenencias lo robado.
12 Por eso los hijos de Israel no podrán vencer a sus enemigos. Es más, cuando se enfrenten a ellos, huirán; Y es que han quedado bajo maldición. Si no destruyen la maldición que está entre ustedes, no volverán a saber de mí.

Bueno Josué, basta de tanta actuación; el problema es real y la amenaza es cierta, de ningún modo hay que subestimar el asunto, pero no se trata de nada que no se pueda arreglar.

El Señor está exponiendo aquí lo que dijimos al principio de esta serie de artículos, en qué consistía el pecado que había sido realizado por un hombre. Notemos algo que nuestra cosmovisión occidental individualista nos dificulta mucho ver: el pecado de uno, en el contexto de un proyecto nacional, hacía culpable a todo el pueblo. Nosotros no lo entendemos así, hemos sido formados durante siglos para entender las cosas de manera individual, y por eso una “nación” para nosotros no es más que un grupo de individuos, con cierta relación entre sí, la mínima indispensable, quizás una “bolsa de gatos” a veces, pero no mucho más que eso.

El concepto bíblico es muy diferente: la nación tenía identidad propia y constituía un valor muy por encima del individuo; si el pecado de uno hacía responsable a todos es porque todos estaban muy unidos en el proyecto común de construir y llegar a ser propiamente una nación. No podemos entender completamente a Dios ni Sus propósitos ni menos aún Su obrar en estos últimos tiempos donde la dispensación de la Iglesia tal como la conocemos está dejando de ser para retomar el programa “pausado” hace 2.000 años en relación con las naciones, si no volvemos a una comprensión de las naciones tal como figura en la Palabra. No se trata de que simplemente Dios se acomodó a la cosmovisión de esa gente, ¡el Señor la validó plenamente en ese aspecto! Nuestra cosmovisión es la deficiente y no importa cuán profunda y extendida esté, simplemente, debemos cambiarla.

No voy a profundizar en la visión de las naciones y su importancia para Dios en este artículo, solo volveré a indicar que es necesario que cambiemos nuestra visión tradicional (especialmente los evangélicos) porque no vamos a entender lo que Dios está haciendo ahora, e incluso nos vamos a oponer a Sus planes y terminaremos quedando a un costado del Reino por nuestra ignorancia y necedad. Sé que muchos “adoran” la enseñanza teológica recibida por sus “grandes y aprobados maestros” del pasado, que tantas “medallas” tienen en su haber, pero por alguna extraña razón, al Señor le gusta mucho traer nuevas revelaciones por intermedio de “pequeños y revoltosos” discípulos que resultan imprescindibles para los tiempos nuevos.

Bueno, si Yahveh estaba enojado por el pecado de Acán, creo que más aún por la actuación de Josué; “Por eso los hijos de Israel no podrán vencer a sus enemigos. Es más, cuando se enfrenten a ellos, huirán; Y es que han quedado bajo maldición. Si no destruyen la maldición que está entre ustedes, no volverán a saber de mí.” No hace falta aclarar nada más.

Pero aquí tenemos el “GRAN PERO” de Dios, aquello que diferencia la voz de Dios de la voz de los falsos dioses o de los que falsamente pretenden hablar en Su nombre. Por más terrible que sea el juicio que amenaza a Su pueblo, hay una solución. Esto siempre es así, únicamente no se cumple cuando ya una sociedad se vuelve irredimible, en un caso extremo.

Josué 7:13-15 RVC
13 Así que levántate, consagra al pueblo, y dile: “Purifíquense para mañana, porque el Señor y Dios de Israel dice: ‘Hay maldición entre ustedes, y no podrán vencer a sus enemigos hasta que esa maldición sea destruida.’”
14 Para mañana, todos deben presentarse por tribus, y la tribu que el Señor elija se acercará y presentará a sus familias; entonces la familia que el Señor elija se acercará y presentará a sus casas, y la casa que el Señor elija se acercará y presentará a los varones,
15 y el que tenga en su poder lo que está bajo maldición deberá ser quemado con todas sus posesiones, pues ha quebrantado el pacto del Señor y ha cometido un gran pecado en Israel.»

Aunque hoy no hacemos tales procedimientos (afortunadamente, sino el fuego de la plaza pública no alcanzaría a apagarse…) no se trataba de nada desconocido para ellos. Cuidado, no hay que pensar que era algo cotidiano, como la falsa publicidad de la Leyenda Negra aplicada a la Inquisición española y a España en general lo ha hecho ver. Es gracioso comprobar como cada año los muertos por la inquisición van aumentando de a millones…

No era algo habitual, estaba reservado para casos extremos, pero era algo conocido; el procedimiento estipulado para tratar con un grave problema que públicamente debía quedar expuesto. El problema, por más grave que haya sido, tenía una solución concreta, realizable y conocida. De nuevo, no había ninguna “sorpresa” aquí, ya sabían lo que tenían que hacer, el Señor simplemente se los recordó.

Debían ser precisos en buscar el pecado, la causa, y extirparla públicamente, para que no se repitiera. Nosotros estamos acostumbrados al arrepentimiento y sabemos que en Cristo nuestros pecados, como individuos y naciones, han sido perdonados. Pero aquí tenemos algo más, había que hacer un acto público, concreto, que implicara extirpar el pecado nacional.

Eran otros tiempos, no tenían ellos el Espíritu Santo como nosotros que nos permite cambiar cuando nos arrepentimos, la gente no cambiaba fácilmente entonces… y tampoco ahora. El arrepentimiento del corazón era seguido de actos; a ellos se les instruía sobre una serie de sacrificios rituales, hacer restitución o algún otro tipo de rito. En las páginas del Nuevo Testamento el cambio de vida debía ser la señal más notoria, pero también había gestos como quemar los libros de magia (o ídolos, como sigue ocurriendo), el bautismo en sí mismo, y otras cosas. No se trata de que un acto externo reemplace el cambio interno o de que agregue algo de valor al mismo, en realidad, se trata de realizar actos de justicia externos que demuestren el cambio interno y lo sellen.

Como hoy sabemos que nuestra lucha es primeramente espiritual, los actos proféticos inspirados a los profetas del Señor resultan una herramienta muy poderosa para producir cambios en el reino de las tinieblas.


Danilo Sorti


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