lunes, 25 de noviembre de 2019

739. Limpiando el pecado en el campamento – IV, una hermosa actuación…


Josué 7:6-10 RVC
6 Entonces Josué se rasgó la ropa, y tanto él como los ancianos de Israel se echaron polvo sobre la cabeza e inclinaron su rostro hasta el suelo delante del arca del Señor, hasta que cayó la tarde.
7 Y Josué exclamó: «¡Ay, Señor, Señor! ¿Por qué permitiste que el pueblo cruzara el Jordán? ¿Acaso fue sólo para entregarnos en manos de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Hubiera sido mejor que nos quedáramos al otro lado del Jordán!
8 ¡Ay, Señor! ¿Qué puedo decir, ahora que Israel ha sido derrotado y que salió huyendo de sus enemigos?
9 Cuando lo sepan los cananeos y todos los pueblos que habitan esta tierra, vendrán y nos rodearán, y nos borrarán de la tierra. Y entonces, ¿qué vas a hacer con tu gran fama?»
10 El Señor le respondió a Josué: «¿Por qué estás con el rostro en el suelo? ¡Levántate!


Uno diría que después de esta muestra de arrepentimiento y de estas palabras tan sentidas el Señor tendría compasión de Su pueblo, pero la verdad es que lo único que lograron fue enfurecerlo más. “¡Basta de tanta escena, muchachos! ¡Esto no se resuelve así!”

De verdad que podemos ser muy melodramáticos a veces. En el versículo anterior todo el pueblo se había desanimado y ahora lo vemos postrado y humillado, llorando “a moco tendido” como diríamos por acá. ¿No era un poco exagerado…?

Vimos en el artículo anterior que, materialmente, la derrota no significaba mucho para Israel, realmente era un resultado “remontable” con un buen análisis y un cambio de estrategia. Humanamente hablando, no había razón para sentirse así; ¡cuánto más si ellos contaban con el recurso espiritual de un Dios a quien buscar y consultar! Creo que esto, tanto o más que la desobediencia de Acán, exasperó al Señor. Toda la actuación que hicieron era parte del “protocolo” del lamento, de una gran humillación, propiamente, de una catástrofe nacional; ellos lo sabían perfectamente, era algo propio de su cultura, ¡y no era para tanto!

Pero veamos como la situación sacó a relucir creencias erróneas respecto de Dios.

“Entonces Josué se rasgó la ropa, y tanto él como los ancianos de Israel se echaron polvo sobre la cabeza e inclinaron su rostro hasta el suelo delante del arca del Señor, hasta que cayó la tarde.” Bueno, empezamos bien, tendrían que haberlo buscado antes de la batalla, no después de la derrota, pero por lo menos se dieron cuenta del error.

“Y Josué exclamó: «¡Ay, Señor, Señor! ¿Por qué permitiste que el pueblo cruzara el Jordán? ¿Acaso fue sólo para entregarnos en manos de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Hubiera sido mejor que nos quedáramos al otro lado del Jordán!” ¡Y vuelve la burra al trigo! Durante cuarenta años, los que salieron de Egipto y hasta que murieron en el desierto añoraron con volver a su tiempo de esclavitud, tan rápido se les habían borrado de la mente los sufrimientos de la opresión. No podemos criticarlos en absoluto, la historia reciente de nuestros propios pueblos demuestra EXACTAMENTE LO MISMO: la gente prefiere un par de mendrugos de pan seguros que los desafíos de la libertad y de tener que esforzarse por ganarse el pan. La buena noticia es que “el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” (Filipenses 1:6), cueste lo que cueste. Lo hizo con Israel, lo hará con nosotros. Dios nunca los llevó para atrás, en todo caso, los que obstinadamente fueron incrédulos no pudieron avanzar hacia lo nuevo, pero no volvieron.

Esta nueva generación no conocía de primera mano la vida en Egipto y no quería volver allí, sí conocía la vida en el desierto, así que su único “lugar seguro” para regresar era ese. Qué frustrante debió ser para el Señor, luego de haber trabajado durante 40 años para formar una generación de fe, con la capacidad para ver más allá y avanzar hacia un mundo nuevo prometido, encontrarse con lo mismo que había desechado en sus padres.

Pero el gran problema, más que en esta reacción propiamente humana y hasta cierto punto comprensible, era el concepto erróneo que tenían de ese Dios que se les había manifestado durante décadas.

“¿Por qué permitiste que el pueblo cruzara el Jordán?” Es sutil el cambio de palabras, Dios no lo “permitió”, Él mismo los llevó, había propósito y planes para todo el camino, no lo hicieron ellos, no fue la “voluntad permisiva” de Dios. Josué perdió de vista el cuadro general: el Señor estaba desarrollando un plan muy grande, y si esto era así, ¿se iba a frustrar acaso por una sola derrota?

“¿Acaso fue sólo para entregarnos en manos de los amorreos, para que nos destruyan?” Aquí ya estamos un poco más complicados: parece que Yahveh tenía otros propósitos ocultos, quería llevar a Israel a Canaán para que fuera destruido allí… Bueno, si estuviéramos en este tiempo podríamos decirle que dejara de mirar tantas telenovelas que le pican el cerebro, pero no existían en ese entonces. ¿Cómo podía llegar a pensar así de Dios, después de todo lo que había hecho y él mismo había visto en su vida? Josué no nació en el desierto, fue testigo tanto de la esclavitud de Egipto como de los poderosos hechos de liberación como de los muchos milagros en el yermo. Estuvo al lado de Moisés, por lo que participó de manera directa de todas las revelaciones que recibió; no había nadie en Israel en ese momento que conociera mejor a Yahveh que Josué… pero por lo visto, todavía le faltaba una “vuelta de tuerca” en el asunto…

“¿Qué puedo decir, ahora que Israel ha sido derrotado y que salió huyendo de sus enemigos? Cuando lo sepan los cananeos y todos los pueblos que habitan esta tierra, vendrán y nos rodearán, y nos borrarán de la tierra.” Bueno, el temor aquí es comprensible, por cierto que los enemigos resultaban formidables. Esto nos lleva a considerar una verdad obvia pero fácilmente olvidada: cuando un proyecto empieza por fe y obediencia, debe seguir hasta el final por esa misma fe y obediencia. Con todo, está asumiendo un hecho que no resultaba tan fácil de que ocurriera, cuando seguimos leyendo Josué nos encontramos que hubo una coalición contra Israel pero solo después de la victoria de Hai y la unión con Gabaón, que fue cuando el resto de las ciudades estados comprendieron realmente el peligro que significaba.

Ahora bien, Josué asume que “ellos” los borrarían de la tierra. De nuevo, Dios no está en el asunto; casi “no estuvo” cuando cruzaron el Jordán, se “desentendió” del resultado de la batalla y por cierto “tampoco” estaría cuando ciertísimamente vinieran a destruirlos. Entonces, ¿por qué concluye su oración diciendo “¿qué vas a hacer con tu gran fama?”? Si esto no es un intento de manipular a Dios, entonces no tengo idea de qué otra cosa pueda ser. Es decir, ¡no resulta para nada creíble que de verdad Josué se estuviera preocupando por la fama del Señor! ¡Estaba muerto de miedo, digámoslo!

Necesitamos una explicación de cómo alguien como Josué tenía un concepto tan erróneo de Dios, pero no es necesario ahondar en ella para reconocernos a nosotros mismos allí. Un Dios en cierto sentido “caprichoso”, cuyos caminos resultaban “misteriosos e incomprensibles”, que no se sabía cómo iba a actuar y que por sobre todo, no estaba interesado en ese pueblo llamado Israel. No solo tenemos algo teológicamente inválido desde todo punto de vista, para nosotros con nuestra revelación más perfecta a través de Cristo, pero también para ellos. Tenemos algo “lógicamente” inválido; aunque no tuvieran las palabras y las promesas de ese Dios, ¿acaso invertiría tanto tiempo y dedicación en liberar y formar a un pueblo para dejarlo abandonado en la primera circunstancia? Es más, ¿había sido ese el primer error del pueblo, como para que fuera el último y definitivo? Por cierto que no, ¡decididamente no! ¡Vaya si tenía una larga lista de errores, y Dios siguió siendo fiel a pesar de esos!

Bueno, creo que ya le dimos demasiadas vueltas al asunto: Josué e Israel se olvidaron de todo eso y fueron embargados por el desánimo, y punto. Así que la enseñanza de todo esto es que el desánimo de una derrota hace olvidar muchísima historia de victorias, y por cierto, saca a luz unas cuántas creencias erróneas que tenemos respecto del Señor.

Israel había tenido muchos fracasos en el desierto, y derrotas también, pero de todas el Señor lo libró, y aunque tuvo que pasar por la corrección, aquí estaba, una nación nueva, fortalecida y con propósito. Una simple derrota no iba a detener su avance, es más, sería el punto de partida de una seguidilla de victorias que vendrían un poco más tarde.


Danilo Sorti


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