lunes, 25 de noviembre de 2019

737. Limpiando el pecado en el campamento – II, el momento más peligroso es después de una victoria grande


Josué 7:1-2 RVC
1 Pero los hijos de Israel cometieron una grave falta porque Acán, que era de la tribu de Judá, tomó de lo que estaba bajo maldición, y el Señor se enojó contra todo el pueblo. Acán era hijo de Carmi, nieto de Zabdi y bisnieto de Zeraj.
2 Poco después, Josué envió a varios hombres de Jericó a Hai, que está junto a Bet Avén, al oriente de Betel. Les dijo: «Vayan y hagan un reconocimiento de la tierra de Hai.» Y ellos fueron a reconocer el terreno.

La Biblia está repleta de “obviedades” que, por serlo, se nos escapan. Cuántas veces habré leído este pasaje sin darme cuenta de una de ellas: los escenarios del versículo 1 y el 2 son completamente distintos, se trata de “dos eventos” totalmente desconectados entre sí, que fueron escritos juntos luego de que todos los sucesos que se narran a continuación ocurrieran. Para Josué, era una misión como tantas, no había consultado al Señor, era un “día normal” y feliz, porque venían de una gran victoria, habían obedecido en lo imposible y vieron ese milagro increíble, la fe de Israel estaba en su punto más alto, habían sido obedientes, el Señor los protegió en medio de la batalla, sus enemigos fueron completamente derrotados, Rahab había sido rescatada con éxito, sabían qué estrategia utilizar para la conquista… ¿qué podía salir mal…?

Recuerdo haber leído hace tiempo ya que el momento más peligroso ocurría luego de una gran victoria, porque las personas se confiaban, entraban en la autocomplacencia y creían tener ya todas las estrategias y conocimiento necesario para seguir venciendo. En esencia, no se trata nada más y nada menos que del “viejo y querido” orgullo que nos espera en la esquina para asaltarnos cuando más desprevenidos estamos. Habrá victorias que el Adversario ya no podrá impedir, pero inmediatamente después se pondrá a trabajar para asestarnos una gran derrota.

Sin embargo, en el resto del capítulo vamos a ver también lo contrario: el aprendizaje generado luego de una gran derrota y el mismo principio de “fracaso por orgullo” después de una victoria aplicado a los enemigos de Dios. Hay principios que son válidos para todos, y tanto pueden llevarnos a un fracaso como a la derrota de los enemigos del Reino.

En 2018 Microsoft fue la 3° empresa más grande en valor de mercado, más allá de todo lo que podamos decir de ella, evidentemente hay cosas que hacen bien. Una de ellas es el proceso de “velar al muerto”, como lo llaman, una vez terminado un proyecto. Cuando el producto ya salió al mercado, se reúne todo el equipo que trabajó en él y evalúan el proceso y los resultados. Todos sabemos que no siempre tuvo “éxito” en lo que hizo, recuerdo el sistema operativo Vista, luego del más famoso XP. En la práctica, al menos por estas tierras, fue un desastre: demasiado engorroso, terminaba siendo un “insulto”, algo pensado para débiles mentales que no sabían cómo apretar una tecla. Pero luego vinieron otros mejores. Una empresa tan grande, con tanta información disponible no había tenido en cuenta algunas cuestiones básicas y cometió un gran error, pero lo solucionaron. El proceso de “velar al muerto” dio resultado.

No hacer una correcta evaluación de lo que pasó es la antesala del fracaso, pero cuidado, no se trata de un simple análisis humano o seguir pasos formales. En cierto sentido ellos ya habían aprendido una estrategia: estudiar el territorio antes, enviar espías, recabar información y después decidir; es decir, no estamos con gente improvisada o poco conocedora el tema sino todo lo contrario. Josué era un hombre de guerra desde su juventud, probablemente tuviera para ese momento al menos unos 60 años (aunque en la famosa novela homónima lo mostraran más joven por razones obvias…), toda esa generación, nacida en el desierto, estaba acostumbrada a luchar, conocía de estrategia, se habían preparado durante años para ese momento.

Todo esto nos debe poner una enorme nota de advertencia: si aún ellos se equivocaron, ¿qué nos queda para la mayoría de nosotros?

Pero cuidado; ellos no fracasaron humanamente, aplicaron muy bien lo que ya sabían, siguieron el “protocolo” correcto, como hoy se acostumbra: un “protocolo” para todo. La raíz del fracaso fue espiritual: no tuvieron en cuenta esa dimensión, no tuvieron en cuenta a Dios y Su santidad, a pesar de que durante más de cuarenta años el Señor mismo había estado tratando con ellos en ese tema. Fácilmente, la lucha dejó de ser “espiritual” para volverse “natural”. Fue algo más o menos como decir: “Bueno Dios, ya nos enseñaste cómo hacerlo, así que ahora podemos seguir solos”.

Humanamente no tenían forma de saber lo que había pasado con Acán, solo una revelación divina podía mostrarles dónde estaba el error y ellos no la buscaron. Como consecuencia, siguieron adelante con sus ojos “velados”, lo que les impidió poder evaluar correctamente la fortaleza del enemigo. Pero en realidad el problema fue mucho más grave: siguieron adelante acarreando pecado no resuelto, con lo que Dios mismo se volvió su Enemigo. Y es que Hai ocupa aquí un rol secundario, realmente el problema no fue entre Israel y Hai, sino entre Israel y Dios, la ciudad a conquistar es solo un instrumento, y dependió de la restauración de la santidad el obtener luego la victoria.

Resumiendo, luego de una gran victoria viene un momento muy peligroso; pensar que “ya sabemos cómo” y no consultar fielmente a Dios hasta que Él hable es la antesala del fracaso, y el verdadero problema no es con los “enemigos” sino con Dios mismo.


Danilo Sorti


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