lunes, 19 de agosto de 2019

705. Cristo por encima de todo


Apocalipsis 17:14 RVC
14 Pelearán contra el Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y a los que están con él se les llama “elegidos” y “fieles”.»

Todo el Nuevo Testamento se esfuerza por mostrarnos a Cristo. Aunque en realidad toda la Biblia lo hace, es allí donde lo podemos ver ya claramente y sin velos. La conclusión de todo es Cristo venciendo sobre todos los poderes del mal, que hacia el final de los tiempos habrán cristalizado en el sistema del Anticristo y terminarán siendo derrotados por completo. En realidad, ya estaban derrotados desde la cruz, pero se les había permitido vivir a fin de ser usados como instrumentos involuntarios para castigar a los hijos de condenación pero más que nada, para perfeccionar a los llamados para salvación.

Y así tenemos este paradigma de conflicto espiritual, de guerra constante entre dos reinos, con un final preanunciado pero con batallas que deben ser peleadas y ganadas aquí y ahora. ¿Quién es realmente Cristo en esta, nuestra y su, guerra?

No podríamos intentar dar una imagen completa de Él a menos que escribiéramos muchos libros, y cuando hubiéramos terminado de hacerlo nos daríamos cuenta de que ¡apenas habríamos comenzado! Pero podemos hacernos una idea desde algún punto de vista, en este caso, el contexto de estas últimas batallas que estamos librando.

Filipenses 2:9-11 RVC
9 Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre.

No hay “problema” en aceptar a un Dios que está por encima de todo pero es “lejano”, hasta los incrédulos podrían convivir con ese pensamiento, pero por “lejano” deja de tener injerencia en este mundo dado a los hombres. El verdadero problema es el Dios Hombre, el Hijo del hombre, sentado sobre TODO lo de esta Tierra y el Universo entero.

El éxito de Satanás, cuyo poder es el engaño y la mentira, reside en hacernos creer que hay algo sobre lo cual Jesucristo no tiene poder o no tiene al menos la última palabra. Eso solo es posible porque en nuestra mente esas áreas no las hemos reconocido conscientemente como pertenecientes a Cristo. Es decir, la raíz del pecado en nosotros (bueno, una de las tantas, pero quizás una de las más fundamentales) consiste en que ese y este tema no lo hemos sometido a Cristo, o no lo hemos reconocido a Él como su Señor.

¿Es Señor de mi nación? Si en mi ser interior no lo he reconocido clara y absolutamente como tal, cuando hablen los políticos tendré miedo, o mi principal preocupación será a quién votar o para quién hacer campaña. Menos aún me dedicaré seriamente a orar por ella, ¿por qué hacerlo, si al fin y al cabo todo dependerá de las decisiones de los dirigentes humanos…?

¿Es Señor de mi vida? Si me estoy ocupando tanto con mis propias fuerzas por lograr esto o aquello, por cambiar o por alcanzar algo, o bien, si ya me he dado por vencido en esto o aquello, o en el cambio que deseo lograr, ¡realmente no lo puse a Él como Señor! Sigo siendo yo, y la verdad que resulto un “señor” muy incapaz… Por supuesto, tampoco oraré con verdadera fe y pasión.

¿Es Señor de mi familia? ¿Es Señor sobre la educación? ¿Es Señor sobre la economía? Podríamos seguir a lo largo de muchos, muchos párrafos enumerando área tras área, incluso muchas desconocidas o que ni se nos ocurriría tener en cuenta, ¿es Señor de mis compras diarias? ¿es Señor de las mesas de un bar a fin de que podamos conseguir un lugar adecuado para sentarnos? ¿es el Señor de las plantas de mi jardín, deberé preguntarle a Él qué plantar?... en definitiva, si ha sido puesto sobre TODO, ¿qué es “todo”? O, mejor dicho, ¿creemos de verdad que lo está sobre todo, a fin de que en todo confiemos en Él y lo busquemos en oración?

Génesis 1:26-27 RVC
26 Entonces dijo Dios: «¡Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza! ¡Que domine en toda la tierra sobre los peces del mar, sobre las aves de los cielos y las bestias, y sobre todo animal que repta sobre la tierra!»
27 Y Dios creó al hombre a su imagen. Lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó.

El hombre fue creado para estar “sobre todo” lo que hay en esta Tierra, y no nos cuesta entender eso porque está grabado en nuestro interior. “Podemos lograrlo” es la frase común en este siglo, aunque no deja de tener mucho de mentira…. El hecho es que el ser humano fue hecho para dominar sobre todo, por lo cual no debería resultarnos difícil entender que el Hombre Perfecto, Jesucristo, que recuperó todo lo que nosotros habíamos perdido, sea genuinamente quien tenga derecho sobre todo.

Entonces, tenemos dos ejercicios cuando nos enfrentemos a alguna situación o problema: preguntarnos si “¿el Señor es también señor sobre ESO?” Y luego, “si yo u otro ser humano afirma tener autoridad sobre tal tema, ¿no la tendrá el Hijo del Hombre?”

Mateo 28:18-20 RVC
18 Jesús se acercó y les dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.
19 Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
20 Enséñenles a cumplir todas las cosas que les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.» Amén.

El Dueño del mundo en los Cielos lo volvió a ganar en la Tierra, es lo que dijo a Sus discípulos y lo que Pablo explicó en Filipenses, aclarando cuál había sido el camino:

Filipenses 2:6-8 RVC
6 quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres;
8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

El camino que había recorrido el Cristo fue el de la cruz, no el del sufrimiento por sí mismo, sino el del esfuerzo y dolor enfocado, propiamente, el costo de una batalla, el de un soldado que cumple su misión aunque ello le cueste la vida. No fue dolor sin sentido, no fue “complejo de mártir”, no fue un error de estrategia, fue el propósito de un plan diseñado desde la eternidad.

Ese camino es el que lo transformó en Señor de todo, y es el mismo camino a través del cual recibimos autoridad sobre esta Tierra. Sí, Cristo lo ganó todo y completó todo sacrificio de sangre necesario, pero hay una parte que inevitablemente nos corresponde a fin de que ese poder sea real a través nuestro, y si eso no ocurre, Su Reino no terminará de ser establecido sobre la Tierra:

Colosenses 1:24 RVC
24 Ahora me alegro de lo que sufro por ustedes, y completo en mi cuerpo lo que falta de los sufrimientos de Cristo por la iglesia, que es su cuerpo;

Seguramente conocemos bien lo que implica aplicar la autoridad de Cristo a través de la oración y de las declaraciones proféticas, también a través de las otras disciplinas espirituales como el ayuno, la comunión, la lectura de la Palabra y más. Pero todo ello va teñido con una cuota de sufrimiento, que se nos hace realmente muy pesado cuando no le vemos el sentido, o simplemente pensamos que es una “venganza demoníaca”. Necesitamos recordar siempre que nada de lo que pasamos carece de sentido, sino, más bien, es parte del esfuerzo necesario para completar nuestra misión particular en esta guerra. ¿Somos conscientes de ello?

De la misma manera que Jesucristo no es en la práctica Señor de absolutamente todo para nosotros, tampoco es Señor de cada circunstancia por lo que hay “partes” de sufrimiento que no tienen sentido en función de Su Reino, situaciones que aparentemente no tienen nada que ver. Es claro que si sufrimos predicando el evangelio o profetizando lo hacemos por Cristo, no es tan claro cuando sufrimos en otras circunstancias, porque no estamos viendo que todo eso, entre otras cosas, nos está llevando a un carácter transformado a la semejanza de Cristo, lo cual nos asegura que podamos hacer efectiva en esta Tierra Su suprema autoridad, es decir, traer el Reino. Ni debemos sorprendernos de la cuota de sufrimiento que se nos es dada ni debemos pensarlo como algo sin sentido: es el camino que necesitamos recorrer.

El sufrimiento en sí mismo es una poderosísima arma de guerra espiritual porque el reino del Enemigo se cimenta sobre la noción de poder, conquista y bienestar, por lo que no es causalidad que la corrupción actual del Evangelio haga tanto énfasis en los mismos principios. Satanás quiso ser grande, y Cristo lo venció siendo el más pequeño de todos:

Mateo 18:4 RVC
4 Así que, cualquiera que se humilla como este niño es el mayor en el reino de los cielos;

Lucas 22:24-27 RVC
24 Además, los discípulos tuvieron una discusión en cuanto a quién de ellos sería el mayor.
25 Pero Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que tienen autoridad sobre ellas son llamados benefactores;
26 pero entre ustedes no debe ser así, sino que el mayor entre ustedes tiene que hacerse como el menor; y el que manda tiene que actuar como el que sirve.
27 Porque, ¿quién es mayor? ¿El que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿Acaso no es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.

Pero nuestra tradición cristiana evangélica y en particular, Latinoamericana, usualmente ha desviado estas verdades al punto de transformar el cristiano en una especie de felpudo de la humanidad. De allí, de ese pensamiento “fundacional”, se derivaron las fuertes corrientes de pensamiento que dicen que el cristiano no debe participar en política o en asuntos sociales, o que debe resignarse a sufrir aún cuando tenga el poder de no hacerlo, o aceptar todo lo que haga el sistema mundo porque así, con su sufrimiento, agrada a Dios. Está claro que estos conceptos contradicen muchos pasajes de las Escrituras, y fundamentalmente, contradicen el señorío de Cristo.

Necesitamos reenfocar entonces qué tipo de sufrimiento y qué tipo de servicio es el que agrada a Dios como una ofrenda y libera un tremendo poder espiritual y cuál otro se trata de un engaño del Enemigo que nos mantiene sumidos en la desesperanza e inutilidad. Jesucristo es Señor aún sobre el dolor y el sufrimiento, y solamente Él tiene el derecho de decirnos cuándo debemos transitar ese camino y cuándo no. Y por cierto, cuando así sea, el resultado será glorioso.

No podemos traer todo el poder de Cristo sin nuestra parte en Sus sufrimientos, pero cuando lo hacemos de Su mano, como Esteban, aún las piedras son poca cosa comparadas con la gloria que se nos está revelando. Uno solo tuvo que enfrentar el más grande dolor solo, para que ninguno de nosotros debamos hacerlo.

Efesios 1:21 RVC
21 muy por encima de todo principado, autoridad, poder y señorío, y por encima de todo nombre que se nombra, no sólo en este tiempo, sino también en el venidero.

A medida que los cristianos occidentales nos vamos encontrando con desafíos cada vez más grandes y con poderes espirituales cada vez más temibles, nuestra fe es puesta a prueba: ¿también sobre ESO es Señor Jesucristo? De nuevo, ¿cuánto es “TODO”? Pues… ¡¡TODO!!

El mundo espiritual que hoy se está revelando con tanta furia no era demasiado ajeno a esos primeros cristianos. No lo “leemos” en las páginas del Nuevo Testamento sencillamente porque no era necesario escribirlo, ellos lo vivían todos los días y conocían perfectamente bien a todos esos principados y dioses, que, además, se les manifestaban visiblemente. Por eso ha costado tanto traer los conceptos de guerra espiritual en nuestros contextos urbanos occidentales, y por eso los espíritus malignos han ganado tanto territorio… hasta ahora. Cuando leemos las epístolas, Efesio y Colosenses especialmente, con esto en mente, descubrimos una nueva profundidad: ellos no necesitaban saber cómo se llamaban y qué hacían cada uno de esos poderes porque lo habían aprendido desde niños, necesitaban saber dónde estaba el poder para derrocarlos.

No importa cuántos sean hoy (y de hecho, son cada vez más los que están confluyendo o siendo liberados de sus prisiones), la victoria de Cristo sigue teniendo el mismo poder. La realidad es que a medida que nuevos poderes espirituales sean soltados sobre la Tierra, nuevas dimensiones del poder y la autoridad del Señor nos serán reveladas, ¡porque sabremos sobre quiénes más ha vencido! El ejercicio es reconocer cuáles son los nuevos desafíos que aparecen para identificar una nueva dimensión del poder de Cristo.

En base al poder que ha recibido es que somos llamados a extender Su Reino. En los cuatro evangelios se repite el mandato de llevar el mensaje y discipular naciones:

Mateo 28:18-19 RVC
18 Jesús se acercó y les dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.
19 Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

La suprema autoridad es la que lo habilita para darnos el mandato más grande y difícil de todos, pero también es la que nos garantiza el éxito final.

Marcos 16:15-18 RVC
15 Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura.
16 El que crea y sea bautizado, se salvará; pero el que no crea, será condenado.
17 Y estas señales acompañarán a los que crean: En mi nombre expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas,
18 tomarán en sus manos serpientes, y si beben algo venenoso, no les hará daño. Además, pondrán sus manos sobre los enfermos, y éstos sanarán.»

Por ese poder es que tenemos la autoridad sobre el mundo espiritual y el natural, ha sido transferido a nosotros.

Lucas 24:48-49 RVC
48 De esto, ustedes son testigos.
49 Yo voy a enviar sobre ustedes la promesa de mi Padre; pero ustedes, quédense en la ciudad de Jerusalén hasta que desde lo alto sean investidos de poder.»

Una de las cosas más importantes que tenemos que comprender en la extensión del Reino es que hemos sido llamados a ser testigos, es decir que resulta necesario que VEAMOS y EXPERIMENTEMOS el poder de Dios.

Juan 20:19-23 RVC
19 La noche de ese mismo día, el primero de la semana, los discípulos estaban reunidos a puerta cerrada en un lugar, por miedo a los judíos. En eso llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: «La paz sea con ustedes.»
20 Y mientras les decía esto, les mostró sus manos y su costado. Y los discípulos se regocijaron al ver al Señor.
21 Entonces Jesús les dijo una vez más: «La paz sea con ustedes. Así como el Padre me envió, también yo los envío a ustedes.»
22 Y habiendo dicho esto, sopló y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo.
23 A quienes ustedes perdonen los pecados, les serán perdonados; y a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados.»

Es Cristo, que demuestra las evidencias de Su poder sobre la muerte frente a Sus discípulos el que también los comisiona. El mayor poder manifestado es sobre la muerte porque eso implica el poder sobre todo el reino del Enemigo. No hay nada más que pueda detenernos que el miedo a la muerte, pero los que no temen, ¿de qué no son capaces?

¿Es Cristo Señor también sobre mis temores? Ese es el fundamento de todo el reino de Satanás sobre la Tierra, y es el ámbito de autoridad que tiene sobre nosotros. Podremos escribir libros enteros sobre la posición de Cristo por encima de cualquier poder que exista en la Creación, pero será finalmente inútil si eso no sirve para superar nuestros temores, especialmente aquellos que ni siquiera sabemos que tenemos.

Que Jesucristo sea Señor por sobre todo implica que no temeremos, y por lo tanto la principal arma del Enemigo queda inutilizada, por lo que nos volvemos guerreros extremadamente peligrosos para quienes el sufrimiento y la pérdida no es más que algo efímero que redunda en una ganancia mayor.

¿Cuánto más podemos hablar sobre el tema? Tan importante como conocer es ejercitar ese conocimiento, hacerlo “vivo”, ponerlo en acción.

Las disciplinas espirituales nos permiten vehiculizar la Palabra y el poder de Dios, los hacen vivos. Sin embargo, el Espíritu Santo trabaja de a poco con nosotros, conforme vamos siendo capaces de recibir (es decir, de entender y HACER) y también de acuerdo a lo que estamos dispuestos a escuchar. Si nuestra voluntad no desea abrirse a un tema en particular, será muy difícil para el Espíritu trabajar sobre eso. Pero cuando lo está, que es cuando está dispuesta a obedecer la guía específica del Ruah Hakodesh, entonces todo avanza mucho más rápido.

Hoy esto es necesario porque no podemos quedarnos con la revelación de poder y autoridad que hemos recibido tiempo atrás, ni mañana nos servirá la que tengamos ahora. Pero la revelación de Su autoridad no es nada diferente a la revelación de Él mismo. Concluyamos con una imagen más valiosa que muchas palabras:

Apocalipsis 1:10-18 RVC
10 En el día del Señor quedé bajo el poder del Espíritu, y detrás de mí oí una fuerte voz, parecida al sonido de una trompeta,
11 que decía: «Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a estas siete iglesias: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.»
12 Yo volví la mirada para ver de quién era la voz que hablaba conmigo, y al volverme vi siete candeleros de oro;
13 en medio de los siete candeleros vi a alguien, semejante al Hijo del Hombre, que vestía un ropaje que le llegaba hasta los pies, y que llevaba un cinto de oro a la altura del pecho.
14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como lana. Parecían de nieve. Sus ojos chispeaban como una llama de fuego.
15 Sus pies eran semejantes al bronce pulido, y brillaban como en un horno; su voz resonaba como el estruendo de un poderoso caudal de agua;
16 en su mano derecha llevaba siete estrellas, y de su boca salía una aguda espada de doble filo; su rostro era radiante, como el sol en todo su esplendor.
17 Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Pero él puso su mano derecha sobre mí, y me dijo: «No temas. Yo soy el primero y el último,
18 y el que vive. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre. Amén. Yo tengo las llaves de la muerte y del infierno.

Juan lo había visto en Su debilidad y humillación, en su absoluta falta de poder humano… o, mejor dicho, en la muestra de más absoluto poder de un Hijo del Hombre que pudiera haber sobre la Tierra. Ahora lo veía con el mismo poder, pero glorificado, de tal forma que toda Su autoridad de hacía visible. Hoy es el tiempo en que lo veamos así, no con un poder diferente al que exhibió en la cruz, sino con el mismo, pero de la forma en que necesitamos entenderlo como Vencedor por sobre cualquier poder o nombre que se nombre en la Tierra, en los Cielos o en los Infiernos.

Danilo Sorti




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