Romanos 9:13 DHH
13 … Así quedó confirmado el derecho que Dios
tiene de escoger, de acuerdo con su propósito, a los que quiere llamar, sin
tomar en cuenta lo que hayan hecho.
Desde el primer versículo de la Biblia hasta
el último queda claro que Dios es quien elige: eligió un lugar en el espacio
para crear la Tierra y eligió crear esta Tierra, y a partir de Adán, fue
eligiendo sucesivamente a distintas personas. Cada uno de los individuos a los
que el Señor confirió autoridad y una misión de los que leemos en la Biblia fue
elegido por Dios. Es cierto que a veces permitió que el pueblo tomara “sus”
propias decisiones, pero aún eso no escapó de la dirección divina. En el Nuevo
Testamento, la enseñanza sobre los dones espirituales y los ministerios termina
de completar el asunto de la elección divina: ellos tenían muy en claro que
Dios elegía autoridades y profetas, ahora entendían que también al “más
pequeño” de los hermanos para desarrollar una misión particular.
Siendo que resulta tan extremadamente clara e
ilustrada la doctrina de la soberanía divina para elegir a quién conferir
autoridad y responsabilidad, ¿por qué los cristianos seguimos comportándonos
como si una elección presidencial estuviera “fuera de control”?
Porque nos dejamos asustar por las voces de
los espíritus de temor, y no confiamos realmente en la soberanía y la bondad de
Dios.
Cuando Dios elige está “haciendo política”.
Elegir a Fulano y no a Mengano para un puesto, desde el presidente para abajo,
desde el apóstol hasta el servidor más humilde (aunque en el Reino el mayor es
el que sirve a todos), implica tomar una decisión política porque Fulano no va
a tener exactamente la misma visión ni los mismos intereses que Mengano. Durante
mucho tiempo la iglesia ha asumido una “neutralidad política” exagerada. Es
cierto que ni podemos ni debemos “casarnos” con ningún partido político o poder
estatal (la Iglesia Católica y las primeras Iglesias Protestantes nos dan
cuenta de ese error, pero también algunas megaiglesias modernas), pero nunca la
Biblia es neutral políticamente, jamás en sus páginas a Dios “le da lo mismo”
uno que otro; la Palabra de Dios tiene muchísimo que decir de política y en
cada momento histórico, hay determinada línea o partidos que están más cerca
que otros.
Desde hace varios años el Señor ha comenzado
a quitar el socialismo de Sudamérica. Permitió que gobernara durante décadas,
había cosas buenas allí a pesar de todo, pero terminó corrompiéndose y su fin
llegó. No se trata de un país, se trata de un fenómeno continental y nosotros
no seremos la excepción. No se trata de un “hartazgo popular”, se trata de la
soberanía divina.
¿Entonces por qué un resultado tan llamativo
en las PASO? En los artículos anteriores expliqué varias razones, pero ahora
quiero concentrarme en otra: nada saca a relucir más claramente lo que hay en
el corazón de las personas como el “éxito”. Mientras estamos en adversidad, o
tenemos que ganarnos la confianza, nos mantenemos humildes, “buenitos”,
conciliadores. Cuando tenemos poder y creemos que nadie podrá quitárnoslo, nos
damos a conocer tal cual somos. Dios ha permitido esto con el populismo
argentino. Pero notemos algo: nadie ganó todavía, nadie perdió, solo se
dirimieron candidatos en una elección donde siempre vota un porcentaje menor y
en donde la ciudadanía sabe que tiene “libertad” para expresar su descontento
sin que eso signifique algo definitivo, y además, con bastantes eventos
sospechados de fraude. Con tan poco ya salieron a luz muchas cosas…
Es necesario que sea así, es necesario que la
ciudadanía que todavía está entre dos aguas termine de ver cómo es el sistema
que Dios está quitando de Sudamérica. Hay un dicho: “el pez por la boca muere”,
y Carlos Ulanovsky editó en 1993 un libro titulado “El argentino por la boca
muere”, haciendo una actualización muy certera y permanente del dicho. Nomás
hay que darles un poco de “alas” y libertad para que hablen y ellos solitos
declaran quiénes son y cuáles son sus propósitos.
Es tristemente necesario que la grieta
termine de profundizarse (aunque debemos orar para que no haya violencia)
porque así nadie va a poder engañarse respecto de sí mismo ni respecto de otro,
y no podremos encarar un serio proceso de reconstrucción y “sanidad” social
hasta que hayamos tenido el correcto diagnóstico de la enfermedad.
En la medicina homeopática resulta muy
frecuente, cuando se empieza un tratamiento sobre una enfermedad crónica, que
al principio los síntomas se vuelvan a manifestar por uno poco de tiempo
exacerbados. Dios está haciendo eso, no está “tapando” ningún síntoma ni
ninguna enfermedad, está permitiendo que todo salga a luz, por un breve período
de tiempo, para que en el tiempo venidero nos dediquemos a curarla.
Y es que a más de la mitad de la sociedad,
que no está contenta con populismos perimidos, el Espíritu está diciéndoles
eso: no se olviden de lo que hay en el fondo de su país y que fue sembrado hace
más de 70 años (y a lo que ya se le acabó su tiempo, los "70 años”); no lo
ignoren como hicieron durante mucho tiempo y por lo cual he permitido que se
manifieste ahora; es necesario que lo traten y lo extirpen.
Tristemente, en el medio quedarán unos
cuantos de nuestros hermanos que no han permitido que el Espíritu penetrara el
“área política” de sus almas y por lo tanto fueron presa del engaño populista
(aclaremos que no es el único, y que el mismo error ocurre tanto “hacia la
izquierda” como “hacia la derecha”); muchos quedarán avergonzados, dando
vueltas en el desierto o mirando desde la orilla del Mar Rojo hacia Egipto con
nostalgia, sabiendo que no pueden ir allá pero sin atreverse a volver al
desierto. El Señor traerá a otros tantos, ¡no a la ideología de “centro” o
“centro derecha”!, sino a una visión más sensata del Reino de Dios, pero otros
serán quitados de la iglesia y eso es parte del doloroso proceso de separación
y purificación.
Los que ahora ríen, llorarán amargamente. Y
eso está escrito en la historia misma de Argentina. Es necesario este proceso,
pero enfoquémonos en lo que viene.
Danilo Sorti
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