lunes, 19 de agosto de 2019

706. ¡Hay un futuro glorioso para Argentina! (no, no voté a FF) – I


Lucas 7:18-23 RVC
18 Los discípulos de Juan fueron a contarle todas estas cosas. Entonces Juan llamó a dos de sus discípulos,
19 y los envió a Jesús para que le preguntaran: «¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?»
20 Aquellos fueron a ver a Jesús, y le dijeron: «Juan el Bautista nos ha enviado para que te preguntemos si eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro.»
21 En ese mismo momento, Jesús sanó a muchos que tenían enfermedades, plagas y espíritus malignos, y a muchos ciegos les dio la vista.
22 Entonces Jesús les respondió: «Vuelvan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres se les anuncian las buenas noticias.
23 ¡Bienaventurado el que no tropieza por causa de mí!»


Es muy difícil hablar de Argentina sin vivir en Argentina y sin conocer a fondo el espíritu argentino, y mucho menos los propósitos de Dios para Argentina. Con todo, me sigue asombrando la extrema amnesia histórica de propios y extranjeros. Dios no se ha olvidado de la nación, nada está fuera de control y aunque el infierno tiene sus diseños sobre el país, que está intentando llevar a cabo, el Cielo sigue gobernando.

Hay mucho para decir, trataré de no extenderme demasiado en cada artículo por lo que decidí hacerlo por partes. La nación hoy debe desembarazarse del manto de temor que cayó sobre ella y ver el sol que está a punto de asomar por el horizonte, pero sin dormirse o distraerse en sus propios asuntos.

Lo primero que quiero recordar es la historia de Juan el Bautista. En ocasiones escribí sobre él, Jesús mismo dio testimonio de que no había profeta más importante en todo el Antiguo Pacto, un hombre santo, conocedor de las promesas y las profecías, y del tiempo en que estaban viviendo, tiempo de cumplimiento de las promesas mesiánicas. Totalmente apartado del mundo y sin ninguna preocupación ni siquiera por su propia vida, consagrado a su misión, santo si podía haberlo en ese tiempo. Con toda claridad escuchaba la voz del Espíritu Santo y obedeció una “locura”: anunciar la inminente llegada del Mesías, y lo vio, lo bautizó y testificó de Él. Pero en un momento dudó.

A pesar de todas las señales, las cosas no estaban pasando como esperaban: Roma seguía gobernando, la nación no estaba aceptando a Jesús y encima, resultó ser un pacifista que rechazaba todo tipo de intervención armada liberadora. Yahveh había dado palabras durante siglos y no parecían cumplirse. Pero 2.000 años después podemos ver que el Señor tenía planes mucho mayores, para llevar salvación a pueblos que ni existían en ese momento.

El punto central es que, a pesar de conocer tan bien las promesas divinas y de haber visto la manifestación del poder de Dios, Juan dudó, es decir, desconfió de la veracidad de Dios. Eso mismo estamos viviendo en este momento en Argentina.

Durante décadas el Espíritu ha traído promesas y palabras de bendición sobre la nación. Y por lo menos desde 2.001, cuando la iglesia se levantó en medio de un país en llamas, la oración y el clamor de los fieles no ha dejado de subir delante del Trono. El año de 2.015 fue un año de muchísima oración, y en respuesta el Señor cambió el curso de la historia permitiendo que subiera al poder MM. Marzo de 2.018 marcó un reavivamiento de la oración por el país, y los meses anteriores a las PASO, aún más. ¿Puede ser que Dios no haya escuchado? ¿Podrá ser que se haya olvidado de Sus promesas sobre la nación? Dios, que es paciente y lento para enojarse, ¿tan rápido pudo haber cambiado de opinión?

El fundamento de todo lo que existe radica en que Dios es Dios y no puede dejar de serlo. Hasta el más acérrimo ateo podría entender esa verdad. ¡No se ha olvidado de Sus promesas! Somos nosotros los que lo hicimos, los que permitimos que un manto (satánico) de temor cayera y oscureciera nuestra capacidad de pensar. El Dios que ha estado avivando a Su pueblo a la oración, ¿hará oídos sordos a ella?

No, porque Dios no cambia, Sus promesas no han cambiado y no nos espera un futuro desastroso. Juan el Bautista, a pesar de conocer tan bien las profecías, fue confundido por la condición en que se encontraba (preso). A veces, en medio de la más profunda oscuridad, solamente podemos tener una palabra, una promesa, pero eso solo, “nada más” que una promesa dada por Dios, tiene más sustento que todo el Universo:

Mateo 24:35 RVC
35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

¡Y Argentina tiene muchísimas palabras proféticas de bendición!

Quizás en este momento para muchos que están leyendo solo haya una densa nube oscura con el fantasma de Venezuela en diciembre, pero si ese es el caso, las palabras del Señor tienen mucho más poder y fuerza que eso. Debemos creerlas, debemos ponerlas en acción y avanzar en esta lucha que no es humana sino espiritual.


Danilo Sorti




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