Lucas 7:18-23 RVC
18 Los discípulos de Juan fueron a contarle
todas estas cosas. Entonces Juan llamó a dos de sus discípulos,
19 y los envió a Jesús para que le
preguntaran: «¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?»
20 Aquellos fueron a ver a Jesús, y le
dijeron: «Juan el Bautista nos ha enviado para que te preguntemos si eres tú el
que ha de venir, o debemos esperar a otro.»
21 En ese mismo momento, Jesús sanó a muchos
que tenían enfermedades, plagas y espíritus malignos, y a muchos ciegos les dio
la vista.
22 Entonces Jesús les respondió: «Vuelvan y
cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los
leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los
pobres se les anuncian las buenas noticias.
23 ¡Bienaventurado el que no tropieza por
causa de mí!»
Es muy difícil hablar de Argentina sin vivir
en Argentina y sin conocer a fondo el espíritu argentino, y mucho menos los
propósitos de Dios para Argentina. Con todo, me sigue asombrando la extrema
amnesia histórica de propios y extranjeros. Dios no se ha olvidado de la
nación, nada está fuera de control y aunque el infierno tiene sus diseños sobre
el país, que está intentando llevar a cabo, el Cielo sigue gobernando.
Hay mucho para decir, trataré de no
extenderme demasiado en cada artículo por lo que decidí hacerlo por partes. La
nación hoy debe desembarazarse del manto de temor que cayó sobre ella y ver el
sol que está a punto de asomar por el horizonte, pero sin dormirse o distraerse
en sus propios asuntos.
Lo primero que quiero recordar es la historia
de Juan el Bautista. En ocasiones escribí sobre él, Jesús mismo dio testimonio
de que no había profeta más importante en todo el Antiguo Pacto, un hombre
santo, conocedor de las promesas y las profecías, y del tiempo en que estaban
viviendo, tiempo de cumplimiento de las promesas mesiánicas. Totalmente
apartado del mundo y sin ninguna preocupación ni siquiera por su propia vida,
consagrado a su misión, santo si podía haberlo en ese tiempo. Con toda claridad
escuchaba la voz del Espíritu Santo y obedeció una “locura”: anunciar la
inminente llegada del Mesías, y lo vio, lo bautizó y testificó de Él. Pero en
un momento dudó.
A pesar de todas las señales, las cosas no
estaban pasando como esperaban: Roma seguía gobernando, la nación no estaba
aceptando a Jesús y encima, resultó ser un pacifista que rechazaba todo tipo de
intervención armada liberadora. Yahveh había dado palabras durante siglos y no
parecían cumplirse. Pero 2.000 años después podemos ver que el Señor tenía
planes mucho mayores, para llevar salvación a pueblos que ni existían en ese
momento.
El punto central es que, a pesar de conocer
tan bien las promesas divinas y de haber visto la manifestación del poder de
Dios, Juan dudó, es decir, desconfió de la veracidad de Dios. Eso mismo estamos
viviendo en este momento en Argentina.
Durante décadas el Espíritu ha traído
promesas y palabras de bendición sobre la nación. Y por lo menos desde 2.001,
cuando la iglesia se levantó en medio de un país en llamas, la oración y el
clamor de los fieles no ha dejado de subir delante del Trono. El año de 2.015
fue un año de muchísima oración, y en respuesta el Señor cambió el curso de la
historia permitiendo que subiera al poder MM. Marzo de 2.018 marcó un
reavivamiento de la oración por el país, y los meses anteriores a las PASO, aún
más. ¿Puede ser que Dios no haya escuchado? ¿Podrá ser que se haya olvidado de
Sus promesas sobre la nación? Dios, que es paciente y lento para enojarse, ¿tan
rápido pudo haber cambiado de opinión?
El fundamento de todo lo que existe radica en
que Dios es Dios y no puede dejar de serlo. Hasta el más acérrimo ateo podría
entender esa verdad. ¡No se ha olvidado de Sus promesas! Somos nosotros los que
lo hicimos, los que permitimos que un manto (satánico) de temor cayera y
oscureciera nuestra capacidad de pensar. El Dios que ha estado avivando a Su
pueblo a la oración, ¿hará oídos sordos a ella?
No, porque Dios no cambia, Sus promesas no
han cambiado y no nos espera un futuro desastroso. Juan el Bautista, a pesar de
conocer tan bien las profecías, fue confundido por la condición en que se
encontraba (preso). A veces, en medio de la más profunda oscuridad, solamente
podemos tener una palabra, una promesa, pero eso solo, “nada más” que una
promesa dada por Dios, tiene más sustento que todo el Universo:
Mateo 24:35 RVC
35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán.
¡Y Argentina tiene muchísimas palabras
proféticas de bendición!
Quizás en este momento para muchos que están
leyendo solo haya una densa nube oscura con el fantasma de Venezuela en
diciembre, pero si ese es el caso, las palabras del Señor tienen mucho más
poder y fuerza que eso. Debemos creerlas, debemos ponerlas en acción y avanzar
en esta lucha que no es humana sino espiritual.
Danilo Sorti
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