Isaías 48:11-13 RVC
11 Lo hice por mí, por causa de mí mismo,
para que mi nombre no sea profanado, pues no daré a ningún otro mi honra.
12 »Jacob, yo te he llamado; Israel,
escúchame: Sólo yo soy el primero, y sólo yo soy el último.
13 Con mi propia mano establecí la tierra;
con la palma de mi mano derecha medí los cielos y, cuando los llamé, juntos se
presentaron ante mí.
Desde Génesis hasta Apocalipsis uno de los
hilos conductores de toda la Biblia es la idolatría: la rebelión y el pecado
del hombre en realidad es una manifestación de su idolatría, desde el momento
en que aceptó a otro “dios”, es decir, que decidió aceptar como autoritativas
las palabras de “otro”, cayó en la idolatría. Israel, en el tiempo que se
escribió este capítulo de Isaías, estaba saliendo de la más baja idolatría en
que había caído, y a primera vista parecería que nuestra comparación con la
religión no tiene mucho que ver, pero ya vimos que hay Espíritus de Religión
encargados de torcer la Palabra para impedir que los creyentes vean lo nuevo
que está haciendo el Espíritu Santo hoy, y al llevarlos “al pasado” les hacen
ver en realidad un recorte idealizado de ese pasado, para que terminen basando
su justicia en algún tipo de dogma extrabíblico y en diversas “buenas obras”,
con lo cual ellos mismos, o algún dogma, termina convirtiéndose en un ídolo que
reemplaza a Dios.
Hay una “buena” noticia: los tiempos en los
que vivimos harán que eso sea cada vez más difícil porque ya no pueden los
hombres hacer “obras” sin el auxilio del Espíritu, con lo que no les quedarán
muchas opciones: o volverse a Dios o volcarse a una forma de idolatría o
extremismo cada vez más manifiesto.
Bueno, el hecho es que “religión” e idolatría
termina siendo lo mismo, aún cuando esa forma de religión no llegue a caer en
la adoración a santos o cosas por el estilo. Todo el proceso que Israel había
pasado era para que reconociera a Dios, único y diferente a todos, soberano y
con todo el derecho a hacer lo que quiera. Es obvio que ese mismo aprendizaje
es el que tendrá que transcurrir toda la humanidad en breve, pero antes de que
eso pase, la Iglesia de Cristo fiel debe terminar de entenderlo; necesariamente
la iglesia poderosa del último gran avivamiento tiene que ser la que conozca
perfectamente a Su Dios y le dé el lugar único que merece. En ese proceso
estamos todos, no se trata simplemente de “fenómenos mundiales” en los cuales
tenemos poco y anda que hacer sino todo lo contrario, a la vez que es mundial
porque abarca a todo el Cuerpo de Cristo en este tiempo (y a toda la humanidad
un poco más tarde) es perfectamente individual porque tiene que ver conmigo,
aquí y ahora. Creo que eso es lo que Dios quiere dar a entender cuando se
refiere al pueblo de Israel como “Jacob” o “Israel”, tratándolo como si fuera
un individuo.
El significado de los versículos que leímos
más arriba es claro, pero yo tengo un problema aquí tratando de explicar lo que
quiero decir, porque cualquier cristiano fiel al que uno le pregunte si cree
que Dios está por encima de todo, que es el único, todopoderoso, soberano,
etcétera, inevitablemente va a decir “¡¡SÍ!!”. Pero del dicho al hecho…
Aquellos que hemos creído y que ya venimos
caminando con el Señor desde hace tiempo sabemos estas cosas y hasta podemos
dar clases de ello, el asunto es: ¿con qué profundidad las vivimos? ¡Alto ahí!
No nos apresuremos a dar ninguna respuesta: seguro que hay un nivel de
profundidad mayor al que no hemos accedido todavía.
Es claro que cuando hablamos de un
cristianismo sumido en una forma de “religión” Dios es reemplazado por algún
ídolo sutil, que “lleva” su mismo nombre, pero que “no es” Dios. Pienso en este
momento en la experiencia de algunos cristianos que vivieron durante años con
un cristianismo “religioso”, pero que en determinado momento tuvieron ese
“encuentro” con el Señor, esa confrontación espiritual donde Dios mismo “se
hizo” vivo para ellos, y se dieron cuenta de que en realidad estuvieron
creyendo en una forma distorsionada de “Dios”, religiosa al fin, oscurecida por
ídolos muy bien camuflados (y no estoy hablando de la idolatría a los santos).
El único remedio es que el Señor se dé a
conocer, con todo Su poder, Su justicia y Su bondad.
Isaías 48:14-15 RVC
14 »Júntense todos ustedes, y escuchen:
¿Quién de ellos puede anunciar estas cosas? Aquel a quien yo, el Señor, amo,
cumplirá mi voluntad en Babilonia, y descargará su brazo sobre los caldeos.
15 Soy yo quien ha hablado; soy yo quien lo
llamó y lo hizo venir; por lo tanto, sus acciones serán prosperadas.»
Ese mismo Dios es el que levantó un
conquistador para Babilonia, la que parecía inexpugnable. Y los judíos tuvieron
un serio problema con eso: ¿cómo era posible que Dios utilizara a ese pagano de
Ciro para cumplir Su voluntad? Pero lo hizo, y con ello reveló “lo nuevo” que
estaba ocurriendo y que su estructura religiosa les impedía ver.
Herramientas y procedimientos que no “caben”
en los moldes aceptados, eso es lo que hace el Espíritu. Por supuesto, no estoy
hablando de las exageraciones que a veces ocurren de la mano de líderes
mundanos que meten cualquier cosa dentro de la iglesia y luego le dicen a sus
miembros “¡no hay que ser religioso!”. La diferencia entre uno y otro puede ser
confusa para el que está bajo el influjo de los Espíritus de Religión.
Babilonia es claramente simbólico, no solo se
refiere a esa Babilonia que existió entonces sino también a la estructura
religiosa de dominación, el engaño religioso unido al poder terrenal. Con ello,
este pasaje es varias veces profético: por un lado, anunció lo que Ciro iba a
hacer, por otro, lo que cabalmente cumplió Jesucristo en la cruz, y también lo
que hará al fin de los tiempos cuando la Babilonia actual termine por ser
destruida, y con ella el Espíritu de la Religión; pero también se refiere al
juicio (parcial) sobre los sistemas babilónicos en la actualidad, y me
atrevería a decir, a lo que ocurrirá al final de los tiempos entre los hijos
fieles.
Gálatas es la Palabra que “destruye” a
Babilonia, entonces y ahora. Y debemos participar en esa “destrucción”, que hoy
es espiritual, claramente espiritual.
Danilo Sorti
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