domingo, 30 de septiembre de 2018

575. De Gálatas a Efesios: de la religión a la comunión – III: “Yo soy Dios, y nadie hay fuera de mí”


Isaías 48:11-13 RVC
11 Lo hice por mí, por causa de mí mismo, para que mi nombre no sea profanado, pues no daré a ningún otro mi honra.
12 »Jacob, yo te he llamado; Israel, escúchame: Sólo yo soy el primero, y sólo yo soy el último.
13 Con mi propia mano establecí la tierra; con la palma de mi mano derecha medí los cielos y, cuando los llamé, juntos se presentaron ante mí.

Desde Génesis hasta Apocalipsis uno de los hilos conductores de toda la Biblia es la idolatría: la rebelión y el pecado del hombre en realidad es una manifestación de su idolatría, desde el momento en que aceptó a otro “dios”, es decir, que decidió aceptar como autoritativas las palabras de “otro”, cayó en la idolatría. Israel, en el tiempo que se escribió este capítulo de Isaías, estaba saliendo de la más baja idolatría en que había caído, y a primera vista parecería que nuestra comparación con la religión no tiene mucho que ver, pero ya vimos que hay Espíritus de Religión encargados de torcer la Palabra para impedir que los creyentes vean lo nuevo que está haciendo el Espíritu Santo hoy, y al llevarlos “al pasado” les hacen ver en realidad un recorte idealizado de ese pasado, para que terminen basando su justicia en algún tipo de dogma extrabíblico y en diversas “buenas obras”, con lo cual ellos mismos, o algún dogma, termina convirtiéndose en un ídolo que reemplaza a Dios.

Hay una “buena” noticia: los tiempos en los que vivimos harán que eso sea cada vez más difícil porque ya no pueden los hombres hacer “obras” sin el auxilio del Espíritu, con lo que no les quedarán muchas opciones: o volverse a Dios o volcarse a una forma de idolatría o extremismo cada vez más manifiesto.

Bueno, el hecho es que “religión” e idolatría termina siendo lo mismo, aún cuando esa forma de religión no llegue a caer en la adoración a santos o cosas por el estilo. Todo el proceso que Israel había pasado era para que reconociera a Dios, único y diferente a todos, soberano y con todo el derecho a hacer lo que quiera. Es obvio que ese mismo aprendizaje es el que tendrá que transcurrir toda la humanidad en breve, pero antes de que eso pase, la Iglesia de Cristo fiel debe terminar de entenderlo; necesariamente la iglesia poderosa del último gran avivamiento tiene que ser la que conozca perfectamente a Su Dios y le dé el lugar único que merece. En ese proceso estamos todos, no se trata simplemente de “fenómenos mundiales” en los cuales tenemos poco y anda que hacer sino todo lo contrario, a la vez que es mundial porque abarca a todo el Cuerpo de Cristo en este tiempo (y a toda la humanidad un poco más tarde) es perfectamente individual porque tiene que ver conmigo, aquí y ahora. Creo que eso es lo que Dios quiere dar a entender cuando se refiere al pueblo de Israel como “Jacob” o “Israel”, tratándolo como si fuera un individuo.

El significado de los versículos que leímos más arriba es claro, pero yo tengo un problema aquí tratando de explicar lo que quiero decir, porque cualquier cristiano fiel al que uno le pregunte si cree que Dios está por encima de todo, que es el único, todopoderoso, soberano, etcétera, inevitablemente va a decir “¡¡SÍ!!”. Pero del dicho al hecho…

Aquellos que hemos creído y que ya venimos caminando con el Señor desde hace tiempo sabemos estas cosas y hasta podemos dar clases de ello, el asunto es: ¿con qué profundidad las vivimos? ¡Alto ahí! No nos apresuremos a dar ninguna respuesta: seguro que hay un nivel de profundidad mayor al que no hemos accedido todavía.

Es claro que cuando hablamos de un cristianismo sumido en una forma de “religión” Dios es reemplazado por algún ídolo sutil, que “lleva” su mismo nombre, pero que “no es” Dios. Pienso en este momento en la experiencia de algunos cristianos que vivieron durante años con un cristianismo “religioso”, pero que en determinado momento tuvieron ese “encuentro” con el Señor, esa confrontación espiritual donde Dios mismo “se hizo” vivo para ellos, y se dieron cuenta de que en realidad estuvieron creyendo en una forma distorsionada de “Dios”, religiosa al fin, oscurecida por ídolos muy bien camuflados (y no estoy hablando de la idolatría a los santos).

El único remedio es que el Señor se dé a conocer, con todo Su poder, Su justicia y Su bondad.

Isaías 48:14-15 RVC
14 »Júntense todos ustedes, y escuchen: ¿Quién de ellos puede anunciar estas cosas? Aquel a quien yo, el Señor, amo, cumplirá mi voluntad en Babilonia, y descargará su brazo sobre los caldeos.
15 Soy yo quien ha hablado; soy yo quien lo llamó y lo hizo venir; por lo tanto, sus acciones serán prosperadas.»

Ese mismo Dios es el que levantó un conquistador para Babilonia, la que parecía inexpugnable. Y los judíos tuvieron un serio problema con eso: ¿cómo era posible que Dios utilizara a ese pagano de Ciro para cumplir Su voluntad? Pero lo hizo, y con ello reveló “lo nuevo” que estaba ocurriendo y que su estructura religiosa les impedía ver.

Herramientas y procedimientos que no “caben” en los moldes aceptados, eso es lo que hace el Espíritu. Por supuesto, no estoy hablando de las exageraciones que a veces ocurren de la mano de líderes mundanos que meten cualquier cosa dentro de la iglesia y luego le dicen a sus miembros “¡no hay que ser religioso!”. La diferencia entre uno y otro puede ser confusa para el que está bajo el influjo de los Espíritus de Religión.

Babilonia es claramente simbólico, no solo se refiere a esa Babilonia que existió entonces sino también a la estructura religiosa de dominación, el engaño religioso unido al poder terrenal. Con ello, este pasaje es varias veces profético: por un lado, anunció lo que Ciro iba a hacer, por otro, lo que cabalmente cumplió Jesucristo en la cruz, y también lo que hará al fin de los tiempos cuando la Babilonia actual termine por ser destruida, y con ella el Espíritu de la Religión; pero también se refiere al juicio (parcial) sobre los sistemas babilónicos en la actualidad, y me atrevería a decir, a lo que ocurrirá al final de los tiempos entre los hijos fieles.

Gálatas es la Palabra que “destruye” a Babilonia, entonces y ahora. Y debemos participar en esa “destrucción”, que hoy es espiritual, claramente espiritual.


Danilo Sorti




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