Isaías 48:14-16 RVC
14 »Júntense todos ustedes, y escuchen:
¿Quién de ellos puede anunciar estas cosas? Aquel a quien yo, el Señor, amo,
cumplirá mi voluntad en Babilonia, y descargará su brazo sobre los caldeos.
15 Soy yo quien ha hablado; soy yo quien lo
llamó y lo hizo venir; por lo tanto, sus acciones serán prosperadas.»
16 Acérquense a mí y escuchen esto. Desde un
principio no he hablado en secreto; yo estaba allí desde que esto se hizo
realidad, y ahora el Señor y su espíritu me han enviado.
Dios, quien nos libra de las estructuras
religiosas, es quien habla y quien nos anuncia lo que habrá de venir. ¡Cuántos
conflictos ha provocado esta verdad tan simple! Los cristianos más viejos
recuerdan las duras controversias que hubo, durante décadas, cuando el Espíritu
comenzó a levantar profetas. Aún hoy, no todos reconocen el ministerio
profético (lo refiero en un sentido amplio), e incluso los que lo reconocen
muchas veces han llegado a “recortar” su función, y creo que todos tenemos algo
de culpa ahí: aceptamos que un profeta hable sobre cual o tal tema, pero no
prestamos atención (o directamente no aceptamos) si habla sobre otro, o bien,
esperamos que si un profeta va a hablar sobre tal cosa debe tener determinados
requisitos (cuando Dios se complace especialmente en usar a Sus siervos más
humildes…).
Cualquier estructura religiosa “necesita”
limitar la voz de Dios, sea negando que Él hable hoy o bien “encorsetando” lo
que puede o no puede decir, o restringiendo los profetas “válidos” a un grupito
seleccionado.
Cuidado, no pensemos esto sólo en términos
del ministerio profético, exactamente lo mismo podemos aplicar a la voz de Dios
en el interior de cada cristiano. Es más, diría que el principal campo de
batalla del Espíritu de Religión no tiene tanto que ver con los profetas, ya
que al fin y al cabo siempre puede levantar unos cuantos falsos por ahí, sino
con engañar al creyente para que no busque, o no escuche, o no pueda discernir
claramente la voz de Dios en su propio interior, o crea que Dios no puede
hablarle a él directamente.
Siempre ha habido un serio conflicto al
respecto y los Espíritus de Religión despliegan una y otra vez diversas
estrategias para impedir, primero, que los creyentes escuchen lo que el
Espíritu les está hablando hoy, y hacer callar, segundo, a los profetas.
Isaías 48:17-19 RVC
17 Así dice el Señor, tu Redentor, el Santo
de Israel: «Yo soy el Señor tu Dios, cuya enseñanza es provechosa, y que te
dirige por el camino que debes seguir.
18 Si hubieras prestado atención a mis
mandamientos, tu paz habría fluido como un río, y tu justicia sería como las
olas del mar;
19 tu descendencia, tus renuevos, serían
incontables como los granos de arena, y su nombre nunca sería erradicado ni
borrado de mi presencia.»
“Si hubieras…” es una de las cosas más
dolorosas que una persona puede escuchar, pero la realidad es que todos tenemos
que enfrentarnos con unos cuantos “si hubieras…”. Esto es, ni más ni menos, que
reconocer nuestra parte de responsabilidad en la situación que nos toca vivir.
Aclaremos: someterse a un cristianismo religioso (y no necesariamente con
estatuas de ídolos) produce consecuencias terribles en lo espiritual, en lo
emocional, en las relaciones sociales y familiares, y hasta en la salud. Es sorprendente
como podemos estar tan cegados por el engaño de una estructura religiosa que
terminemos viviendo con un montón de problemas y lleguemos a justificarlos y
hasta aceptarlos.
Cuidado, no es para nada gratis vivir un
cristianismo religioso, para nada. Cuando leemos Gálatas, el pasaje “paralelo”
a este capítulo, no se nos expone demasiado acerca de las consecuencias de
vivir bajo un sistema religioso, porque en realidad los Evangelios hablan
abundantemente de ello: la mayoría de lo que Jesús denuncia tiene que ver con
eso.
Obviamente, la consecuencia final es la
esterilidad, tanto espiritual como económica como social, y al final puede
conducir a la muerte espiritual. No hermanos, no “cualquier” cristianismo es
bueno y no “cualquier” iglesia lo es. Que el Señor pueda sacar fieles de
cualquier lugar es a causa de Su soberanía y poder, pero eso no significa con
que debamos conformarnos con “cualquier lugar” una vez que nuestros ojos hayan
sido abiertos. Y esto lo vemos en el mandato que sigue:
Isaías 48:20-22 RVC
20 ¡Salgan de Babilonia! ¡Huyan de entre los
caldeos! ¡Anuncien esto con voces de alegría! ¡Denlo a conocer, difúndanlo
hasta los últimos rincones de la tierra! ¡Digan que el Señor ha redimido a
Jacob, su siervo!
21 Ellos no tuvieron sed cuando él los llevó
a través del desierto, cuando hizo que brotara para ellos agua de la piedra,
cuando hendió la peña y las aguas fluyeron.
22 El Señor ha dicho: «No hay paz para los
malvados».
Esta promesa tuvo un primer cumplimiento
histórico. Tendrá un segundo cumplimiento, mucho más dramático aún durante el
tiempo de la tribulación. Tiene un cumplimiento parcial a lo largo de estos más
de dos milenios que lleva escrito el pasaje, cuando somos llamados a salir de
un sistema babilónico, o incluso de una ciudad física condenada a la
destrucción.
Aquí hay un tema largo para hablar y no voy a
hacerlo en este artículo, pero digamos para resumir que Dios mismo los llevó a
Babilonia y allí los mantuvo durante un tiempo largo, porque quería tratar con
ellos y formarlos. No debemos ignorar que lo mismo puede ocurrir perfectamente
hoy, por más que no me resulte agradable ni reconocerlo ni decirlo: el Señor
puede llevarnos o permitir que estemos en “Babilonia”, porque allí quiere hacer
unas cuantas cosas con nosotros, quiere disciplinarnos, formarnos, enseñarnos,
generar relaciones, usarnos para abrir los ojos de otros, etcétera. Pero en
algún momento vendrá el llamado a salir.
Y así como Dios mismo cuidó a Su pueblo en
esa salida, un nuevo éxodo, también Él se encarga de cuidarnos cuando somos
llamados a salir.
El capítulo concluye con una advertencia para
los gestores de esos sistemas religiosos: «No hay paz para los malvados», pero
lo mismo se aplica para todo aquel que lo acepta y lo abraza.
Creo que estamos en un tiempo en el que ya no
podemos conformarnos más con esos sistemas, no pretendo hablar de parte de Dios
pero me parece que ya no hay más tiempo para permanecer en ellos, ya no, dada
la urgencia de la hora.
Hemos visto lo que produce el sistema
religioso, no permanezcamos más en él.
Danilo Sorti
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