domingo, 30 de septiembre de 2018

580. De Gálatas a Efesios: de la religión a la comunión – VIII, el futuro mesiánico


Isaías 49:8-13 RVC
8 Así ha dicho el Señor: «En el momento favorable te responderé; en el día de salvación te ayudaré. Yo te protegeré, y tú representarás mi pacto con el pueblo, para que restaures la tierra y heredes las propiedades asoladas;
9 para que digas a los presos, a los que están en tinieblas: “Salgan de ahí; déjense ver”. En los caminos y en todas las alturas tendrán pastos y allí serán alimentados.
10 No tendrán hambre ni sed, ni los agobiará el sol ni el calor, porque quien les tiene misericordia los guiará y los llevará a manantiales de aguas.
11 Yo convertiré todos mis montes en caminos, y mis calzadas serán levantadas.
12 Estos que ven aquí vendrán de lejos; estos otros vendrán del norte y del occidente, y aquellos otros vendrán de la tierra de Sinim.»
13 Ustedes, los cielos, ¡canten alabanzas! Y tú, tierra, ¡canta de alegría! ¡Que prorrumpan los montes en alabanzas! ¡El Señor ha consolado a su pueblo, y se ha compadecido de sus pobres!

Este es uno de los muchos pasajes sobre el Reino venidero que encontramos en Isaías, quizás el libro que más en detalle lo describe. Pero esto lo encontramos inserto en el tema más general que estamos viendo en los capítulos 48 y 49, que enfocamos desde el punto de vista del éxodo de la Religión a la Fe, del reino babilónico al Reino de Dios, a la Iglesia ideal que vemos en Efesios.

Debemos recordar que la Iglesia tal como la conocemos hoy es en un sentido un paso intermedio; es el Reino de Dios, lo representa en la Tierra, tiene Su autoridad, pero no es todavía la plenitud de ese reino. Falta eso que los judíos esperaban aunque sin una visión muy clara, que Isaías describe abundantemente y que llamamos también el Reino Milenial.

En este momento que la Tierra enfrenta los cataclismos cada vez más severos las promesas de restauración se hacen cada vez más brillantes y necesarias para no caer en el desánimo ni perder la esperanza.

Todas las promesas tienen que ver con la Iglesia y se han cumplido en parte con ella, pero cualquiera puede darse cuenta de que no en su plenitud, y la verdad es que si miramos a la Tierra, para muchos cristianos no se han cumplido prácticamente nunca. Ya existen a nivel espiritual, y eso no es menos real, al contrario. Pero es necesario también saber lo que vendrá, por algo está escrito.

La interpretación evangélica tradicional ha circunscripto el Milenio a Israel, pero lo cierto es que el Israel que leemos en la Biblia ya no existe ni existirá más. Claro, no me estoy refiriendo a la nación, sino al camino de salvación; por supuesto que la nación seguirá existiendo, y también muchas naciones de la Tierra que hoy tenemos, pero ya todas las promesas quedaron incorporadas a la Iglesia, y los israelitas serán totalmente incorporados a ella durante el tiempo de los juicios. El Milenio “no” cumple las promesas dadas a Israel, cumple las promesas dadas a la Iglesia, a la que Israel se unirá. La Iglesia no termina con el arrebatamiento, aunque sí se produce un cambio muy radical.

¿Cuál es el sentido de estas promesas?

En varias oportunidades he hablado de Benjamín Solari Parravicini, un profeta vernáculo de Argentina. No es un profeta evangélico, no puedo decir que sea cierto todo lo que dijo, no estaría tan seguro de quién realmente lo inspiró, pero entiendo algunas cosas que las he podido comprobar y vivir en mi nación. Primero, Dios nunca deja a los pueblos sin un testimonio, aunque sea a través de profetas medio extraños; porque como tiene promesas para las naciones es necesario que la gente de esas naciones camine en ellas, aunque no lo conozcan y aunque no lleguen a ser salvos. Quién realmente lo inspiró no es demasiado relevante porque nada ocurrirá en el mundo espiritual sin que el Espíritu Santo lo permita. Y las mezclas, bueno, las podemos entresacar.

Ahora bien, ¿a qué viene todo esto? Pues al hecho de que entre sus profecías hay muchas sobre un futuro venturoso para la nación; Argentina ha pasado, y sigue pasando, por graves crisis, que por supuesto tienen que ver con los pecados del pueblo pero siempre con una fuerte “ayudita” externa. Y la nación se ha vuelto a levantar una y otra vez. ¿Cuánto influyeron las profecías de Parravicini en ello? No estoy hablando de los cristianos que tenemos las palabras y las promesas del Señor, estoy hablando de la nación, de los que conocen poco de Dios aunque lo suficiente como para prestar atención a esas profecías. No puedo asegurar cuánto, sería un estudio interesante de hacer, pero estimo que buena parte del ánimo y del espíritu que resurge en la nación en medio de las crisis y las terribles tormentas que asoman en el horizonte vienen de allí. Repito, no me refiero a los cristianos comprometidos, me refiero a la sociedad en general.

Bueno, ¿cuánto más entonces las promesas de la Biblia?

No estamos viviendo todavía en los tiempos terribles que vendrán, pero en medio de esos tiempos estas promesas serán una luz para los sobrevivientes. Hoy puede parecer extraño lo que digo, pero entonces no lo será, para nada.

Mientras tanto, estas promesas reflejan los lugares espirituales a los que somos llevados aquí y ahora cuando nos convertimos, aún viviendo en medio de la persecución, la necesidad y los cataclismos. Esos lugares de los que habla Efesios y que son un atisbo apenas de las glorias que tendremos en el cielo.

“En el momento favorable te responderé; en el día de salvación te ayudaré.” à hay un día en que el Señor se va a manifestar, pero la ayuda llegará sin falta para la nación.

“Yo te protegeré, y tú representarás mi pacto con el pueblo, para que restaures la tierra y heredes las propiedades asoladas” à en su sentido literal, se refiere aquí a la reconstrucción de la tierra luego de los cataclismos por venir.

“para que digas a los presos, a los que están en tinieblas: “Salgan de ahí; déjense ver” à esta es la iglesia escondida, perseguida, en el desierto tal como la muestra Apocalipsis; pero también se refiere a los que están presos espiritualmente hoy, en tinieblas espirituales y literalmente presos (en esos ámbitos), ellos también tienen libertad por medio de Cristo.

“En los caminos y en todas las alturas tendrán pastos y allí serán alimentados. No tendrán hambre ni sed, ni los agobiará el sol ni el calor, porque quien les tiene misericordia los guiará y los llevará a manantiales de aguas.” à Hambre y sed, calor agobiante, es lo que habrá en ese tiempo de juicio, y es lo que sienten hoy las personas que están presas espiritualmente: hambre y sed que procuran saciar con lo que no satisface realmente al espíritu, y desenfrenadamente buscan más y más pecado y perversión pensando que así lograrán tener esa paz anhelada. El calor, que no viene del sol sino de abajo, es lo que los mantiene continuamente alterados, cada vez más.

“Yo convertiré todos mis montes en caminos, y mis calzadas serán levantadas.” à un mundo destruido, sin caminos seguros, será reconstruido. Pero también, para el alma perdida, Cristo traza los caminos que debe seguir.

“Estos que ven aquí vendrán de lejos; estos otros vendrán del norte y del occidente, y aquellos otros vendrán de la tierra de Sinim.” à Los hijos de Dios reunidos. Israel comenzó a reunirse ya como una señal profética de lo que ocurrirá al final. Mientras tanto, en la Iglesia, el Cuerpo espiritual de Cristo, todos somos reunidos en ese mismo Cuerpo, y se completará esa unión cuando seamos levantados con Él.

“Ustedes, los cielos, ¡canten alabanzas! Y tú, tierra, ¡canta de alegría! ¡Que prorrumpan los montes en alabanzas! ¡El Señor ha consolado a su pueblo, y se ha compadecido de sus pobres!” à Esta es la promesa final, el canto de victoria sobre el mal y el pecado, sobre la destrucción, el hambre, la aridez y la necesidad, sobre la opresión del Adversario y de unos sobre otros, cuando los terribles juicios que todavía son futuros sean una negra historia que los escolares aprendan en sus clases, como algo lejano del pasado. Mientras tanto, ya somos partícipes de esa realidad espiritual cuando venimos a Cristo y cuando celebramos el cumplimiento de las promesas por venir.

Animémonos unos a otros con estas palabras.


Danilo Sorti




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