Isaías 49:8-13 RVC
8 Así ha dicho el Señor: «En el momento
favorable te responderé; en el día de salvación te ayudaré. Yo te protegeré, y
tú representarás mi pacto con el pueblo, para que restaures la tierra y heredes
las propiedades asoladas;
9 para que digas a los presos, a los que
están en tinieblas: “Salgan de ahí; déjense ver”. En los caminos y en todas las
alturas tendrán pastos y allí serán alimentados.
10 No tendrán hambre ni sed, ni los agobiará
el sol ni el calor, porque quien les tiene misericordia los guiará y los llevará
a manantiales de aguas.
11 Yo convertiré todos mis montes en caminos,
y mis calzadas serán levantadas.
12 Estos que ven aquí vendrán de lejos; estos
otros vendrán del norte y del occidente, y aquellos otros vendrán de la tierra
de Sinim.»
13 Ustedes, los cielos, ¡canten alabanzas! Y
tú, tierra, ¡canta de alegría! ¡Que prorrumpan los montes en alabanzas! ¡El
Señor ha consolado a su pueblo, y se ha compadecido de sus pobres!
Este es uno de los muchos pasajes sobre el
Reino venidero que encontramos en Isaías, quizás el libro que más en detalle lo
describe. Pero esto lo encontramos inserto en el tema más general que estamos
viendo en los capítulos 48 y 49, que enfocamos desde el punto de vista del
éxodo de la Religión a la Fe, del reino babilónico al Reino de Dios, a la
Iglesia ideal que vemos en Efesios.
Debemos recordar que la Iglesia tal como la
conocemos hoy es en un sentido un paso intermedio; es el Reino de Dios, lo
representa en la Tierra, tiene Su autoridad, pero no es todavía la plenitud de
ese reino. Falta eso que los judíos esperaban aunque sin una visión muy clara,
que Isaías describe abundantemente y que llamamos también el Reino Milenial.
En este momento que la Tierra enfrenta los
cataclismos cada vez más severos las promesas de restauración se hacen cada vez
más brillantes y necesarias para no caer en el desánimo ni perder la esperanza.
Todas las promesas tienen que ver con la
Iglesia y se han cumplido en parte con ella, pero cualquiera puede darse cuenta
de que no en su plenitud, y la verdad es que si miramos a la Tierra, para
muchos cristianos no se han cumplido prácticamente nunca. Ya existen a nivel
espiritual, y eso no es menos real, al contrario. Pero es necesario también
saber lo que vendrá, por algo está escrito.
La interpretación evangélica tradicional ha
circunscripto el Milenio a Israel, pero lo cierto es que el Israel que leemos
en la Biblia ya no existe ni existirá más. Claro, no me estoy refiriendo a la
nación, sino al camino de salvación; por supuesto que la nación seguirá existiendo,
y también muchas naciones de la Tierra que hoy tenemos, pero ya todas las
promesas quedaron incorporadas a la Iglesia, y los israelitas serán totalmente
incorporados a ella durante el tiempo de los juicios. El Milenio “no” cumple
las promesas dadas a Israel, cumple las promesas dadas a la Iglesia, a la que
Israel se unirá. La Iglesia no termina con el arrebatamiento, aunque sí se
produce un cambio muy radical.
¿Cuál es el sentido de estas promesas?
En varias oportunidades he hablado de
Benjamín Solari Parravicini, un profeta vernáculo de Argentina. No es un
profeta evangélico, no puedo decir que sea cierto todo lo que dijo, no estaría
tan seguro de quién realmente lo inspiró, pero entiendo algunas cosas que las
he podido comprobar y vivir en mi nación. Primero, Dios nunca deja a los
pueblos sin un testimonio, aunque sea a través de profetas medio extraños;
porque como tiene promesas para las naciones es necesario que la gente de esas
naciones camine en ellas, aunque no lo conozcan y aunque no lleguen a ser
salvos. Quién realmente lo inspiró no es demasiado relevante porque nada
ocurrirá en el mundo espiritual sin que el Espíritu Santo lo permita. Y las
mezclas, bueno, las podemos entresacar.
Ahora bien, ¿a qué viene todo esto? Pues al
hecho de que entre sus profecías hay muchas sobre un futuro venturoso para la
nación; Argentina ha pasado, y sigue pasando, por graves crisis, que por
supuesto tienen que ver con los pecados del pueblo pero siempre con una fuerte
“ayudita” externa. Y la nación se ha vuelto a levantar una y otra vez. ¿Cuánto
influyeron las profecías de Parravicini en ello? No estoy hablando de los
cristianos que tenemos las palabras y las promesas del Señor, estoy hablando de
la nación, de los que conocen poco de Dios aunque lo suficiente como para
prestar atención a esas profecías. No puedo asegurar cuánto, sería un estudio
interesante de hacer, pero estimo que buena parte del ánimo y del espíritu que
resurge en la nación en medio de las crisis y las terribles tormentas que
asoman en el horizonte vienen de allí. Repito, no me refiero a los cristianos
comprometidos, me refiero a la sociedad en general.
Bueno, ¿cuánto más entonces las promesas de
la Biblia?
No estamos viviendo todavía en los tiempos
terribles que vendrán, pero en medio de esos tiempos estas promesas serán una
luz para los sobrevivientes. Hoy puede parecer extraño lo que digo, pero
entonces no lo será, para nada.
Mientras tanto, estas promesas reflejan los
lugares espirituales a los que somos llevados aquí y ahora cuando nos
convertimos, aún viviendo en medio de la persecución, la necesidad y los
cataclismos. Esos lugares de los que habla Efesios y que son un atisbo apenas
de las glorias que tendremos en el cielo.
“En el momento favorable te responderé; en el
día de salvación te ayudaré.” à hay un día en que el Señor se va a
manifestar, pero la ayuda llegará sin falta para la nación.
“Yo te protegeré, y tú representarás mi pacto
con el pueblo, para que restaures la tierra y heredes las propiedades asoladas”
à en su sentido literal, se
refiere aquí a la reconstrucción de la tierra luego de los cataclismos por
venir.
“para que digas a los presos, a los que están
en tinieblas: “Salgan de ahí; déjense ver” à esta es la iglesia escondida, perseguida, en
el desierto tal como la muestra Apocalipsis; pero también se refiere a los que
están presos espiritualmente hoy, en tinieblas espirituales y literalmente
presos (en esos ámbitos), ellos también tienen libertad por medio de Cristo.
“En los caminos y en todas las alturas
tendrán pastos y allí serán alimentados. No tendrán hambre ni sed, ni los
agobiará el sol ni el calor, porque quien les tiene misericordia los guiará y
los llevará a manantiales de aguas.” à Hambre y sed, calor agobiante, es lo que
habrá en ese tiempo de juicio, y es lo que sienten hoy las personas que están
presas espiritualmente: hambre y sed que procuran saciar con lo que no
satisface realmente al espíritu, y desenfrenadamente buscan más y más pecado y
perversión pensando que así lograrán tener esa paz anhelada. El calor, que no
viene del sol sino de abajo, es lo que los mantiene continuamente alterados,
cada vez más.
“Yo convertiré todos mis montes en caminos, y
mis calzadas serán levantadas.” à un mundo destruido, sin caminos seguros,
será reconstruido. Pero también, para el alma perdida, Cristo traza los caminos
que debe seguir.
“Estos que ven aquí vendrán de lejos; estos
otros vendrán del norte y del occidente, y aquellos otros vendrán de la tierra
de Sinim.” à Los hijos de Dios reunidos. Israel comenzó a reunirse ya como una señal
profética de lo que ocurrirá al final. Mientras tanto, en la Iglesia, el Cuerpo
espiritual de Cristo, todos somos reunidos en ese mismo Cuerpo, y se completará
esa unión cuando seamos levantados con Él.
“Ustedes, los cielos, ¡canten alabanzas! Y
tú, tierra, ¡canta de alegría! ¡Que prorrumpan los montes en alabanzas! ¡El
Señor ha consolado a su pueblo, y se ha compadecido de sus pobres!” à Esta es la promesa final,
el canto de victoria sobre el mal y el pecado, sobre la destrucción, el hambre,
la aridez y la necesidad, sobre la opresión del Adversario y de unos sobre
otros, cuando los terribles juicios que todavía son futuros sean una negra
historia que los escolares aprendan en sus clases, como algo lejano del pasado.
Mientras tanto, ya somos partícipes de esa realidad espiritual cuando venimos a
Cristo y cuando celebramos el cumplimiento de las promesas por venir.
Animémonos unos a otros con estas palabras.
Danilo Sorti
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