domingo, 30 de septiembre de 2018

578. De Gálatas a Efesios: de la religión a la comunión – VI, el fundamento de la sanidad interior


Isaías 49:1-9 RVC
1 ¡Escúchenme, costas y pueblos lejanos! El Señor me llamó desde el vientre de mi madre; tuvo en cuenta mi nombre desde antes de que yo naciera.
2 Hizo de mi boca una espada aguda, y me cubrió con la sombra de su mano; hizo de mí una flecha bruñida, y me guardó en su aljaba.
3 Y me dijo: «Israel, tú eres mi siervo. Tú serás para mí motivo de orgullo.»
4 Pero yo dije: «De balde he trabajado. He gastado mis fuerzas sin ningún provecho. Pero el Señor me hará justicia; mi Dios me dará mi recompensa.»
5 Pero ahora ha hablado el Señor, el que me formó desde el vientre para que fuera yo su siervo; para que reuniera a Jacob, para que hiciera a Israel volverse a él (así yo seré muy estimado a los ojos del Señor, y mi Dios será mi fuerza),
6 y ha dicho: «Muy poca cosa es para mí que tú seas mi siervo, y que levantes las tribus de Jacob y restaures al remanente de Israel. Te he puesto también como luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta los confines de la tierra.»
7 Así ha dicho el Señor, el Santo Redentor de Israel, al que es menospreciado, al que es odiado por las naciones, al siervo de los gobernantes: «Los reyes y los príncipes te verán y se levantarán, y se inclinarán ante el Señor, porque el Santo de Israel, que te ha escogido, es fiel.»
8 Así ha dicho el Señor: «En el momento favorable te responderé; en el día de salvación te ayudaré. Yo te protegeré, y tú representarás mi pacto con el pueblo, para que restaures la tierra y heredes las propiedades asoladas;
9 para que digas a los presos, a los que están en tinieblas: “Salgan de ahí; déjense ver”. En los caminos y en todas las alturas tendrán pastos y allí serán alimentados.


Este texto es uno de los Cantos del Siervo, las más claras profecías de Cristo y por lo tanto, fundamento de Su Cuerpo, la Iglesia, tal como aparece en Efesios. Pero aquí hay algo más que una cuestión solamente eclesiológica o cristológica, algo más que una referencia al Cristo eterno o a la Iglesia como Cuerpo místico; aquí tenemos un compendio de sanidad interior, de valorización de la persona.

La desvalorización personal no es nuevo, simplemente cambia con cada momento histórico y cada cultura. Empezó en el Huerto, cuando el engaño consistió en sugerirles que ellos “no eran” y por lo tanto “para ser” debían hacer lo que estaba prohibido. De ahí en más todo engaño necesariamente implicaría una componente de desvalorización, y esto ha llegado a ser constitutivo en la raza humana debido al daño provocado por la caída. Se habla de la triple alienación del ser humano por el pecado, que generó temor, vergüenza y culpa (hemos hablado sobre eso en artículos anteriores) pero esos sentimientos están basados en un “no ser”: no tenemos protección y por lo tanto aparece el temor, no estamos recubiertos de la santidad de Dios y por lo tanto aparece la vergüenza, no tenemos obras correctas y por lo tanto aparece la culpa.

Las falsas respuestas al “no ser” las vemos por todos lados y para el hombre sin Cristo no hay mucha solución, mejor dicho, ninguna, ¿cómo puede solucionar su profundo “no ser” sin el Ser de Dios manifestado en Cristo? Pero el creyente no soluciona automáticamente todo el “no ser” de su alma, aunque su espíritu haya sido salvado. En las últimas décadas aparece la sanidad interior como una forma de juntar diversas herramientas que brinda la Palabra para que el alma sea transformada. Y a veces eso ha derivado en terapias psicológicas “cristianas” que poco poder tienen.

El poder está en la Palabra de Dios, no porque se trate de alguna formulación complejísima o de enorme  profundidad exegética y filológica; en realidad diría que la gran mayoría de esas profundidades son tan sólidas como un hondo pantano cenagoso. La Palabra tiene poder porque es de Dios y no importa cuán “sencillamente” sea proclamada y creída, importa que sea proclamada tal como es, de manera sencilla, y creída, para que produzca su efecto.

Demasiada introducción. Lo que tenemos aquí, como dijimos, cuando lo aplicamos por esa fe de la que hablamos a nosotros mismos como hijos de Dios, hechos a la imagen de Su Hijo, siendo transformados por el Espíritu Santo, es un compendio de la más profunda sanidad interior, la verdadera ruina para cualquier psicoanalista. ¿Es genuino hacer eso?

2 Corintios 3:18 DHH
18 Por eso, todos nosotros, ya sin el velo que nos cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y vamos transformándonos en su imagen misma, porque cada vez tenemos más de su gloria, y esto por la acción del Señor, que es el Espíritu.

Claro que esa transformación no se completa aquí, pero empieza, y puede avanzar tanto como estemos dispuestos a que lo haga.

De acuerdo, esto se aplica a mí también, ¿qué es lo que dice?

I.            El Señor me llamó desde el vientre de mi madre – tengo propósitos desde el momento en que fui engendrado
II.            tuvo en cuenta mi nombre desde antes de que yo naciera – hay un lugar para mí preparado desde antes de mi nacimiento, diría desde antes de mi concepción
III.            Hizo de mi boca una espada aguda – me ha dado palabras poderosas, capaces de discernir pensamientos y sacar a luz lo que está oculto, de separar la verdad del error; y como espada puedo ser usado en Su mano
IV.            me cubrió con la sombra de su mano – estoy protegido en Él
V.            hizo de mí una flecha bruñida – puedo ser lanzado por Su arco para dar en el blanco con precisión
VI.            me guardó en su aljaba – estoy en el lugar de espera hasta el momento adecuado
VII.            Y me dijo – es decir, habla conmigo, me dirige la palabra, soy lo suficientemente valioso como para que Él me hable
VIII.            Israel, tú eres mi siervo – “Israel” no es “Jacob”, el engañador, sino el nuevo nombre que Dios le puso, por lo tanto, Dios me llama por mi nombre nuevo y me constituye como Su siervo, me da el privilegio de servir al Dios Todopoderoso y no a nadie inferior
IX.            Tú serás para mí motivo de orgullo – de niños siempre deseamos que nuestros padres se sientan orgullosos de nosotros, y de adultos disfrazamos ese mismo sentimiento de maneras más sutiles, pero siempre está; pues bien, Dios lo hace manifiesto y nos expresa Su orgullo por nosotros
X.            Pero yo dije: «De balde he trabajado. He gastado mis fuerzas sin ningún provecho – esto quiere decir que puedo expresar mi queja y mi pesar delante de Él, cuando parece que todo salió al revés y que mi trabajo fue inútil, Él me escucha
XI.            Pero el Señor me hará justicia – sé que finalmente toda injusticia será solucionada
XII.            mi Dios me dará mi recompensa – recompensa que aquí no suele venir, es más, vemos como los impíos son recompensados, los que se acomodan con el poder político de turno o arreglan con negocios turbios
XIII.            Pero ahora ha hablado el Señor – esto es, después de haber escuchado tantas y tantas palabras humanas de desvalorización, el Señor habla
XIV.            el que me formó desde el vientre para que fuera yo su siervo – no es solo que Dios me llamó desde el vientre sino que también se encargó Él mismo de formarme, es decir, de poner en mi ser en gestación todo lo necesario para cumplir con Sus propósitos
XV.            para que reuniera a Jacob – esto es, para servir al Pueblo de Dios
XVI.            para que hiciera a Israel volverse a él – para traer a los apartados
XVII.            así yo seré muy estimado a los ojos del Señor – Dios me ama, Él me da mi verdadero valor, que es muy alto
XVIII.            y mi Dios será mi fuerza – no dependo de mis fuerzas humanas sino de las divinas
XIX.            y ha dicho: «Muy poca cosa es para mí que tú seas mi siervo, y que levantes las tribus de Jacob y restaures al remanente de Israel – esto es, una comisión aún mayor, habiendo cumplido una labor, hay más y más grande todavía
XX.            Te he puesto también como luz de las naciones – brillar en la oscuridad, un mensaje único, dado por pocos, con el poder de disipar las tinieblas, más allá de los confines de mi iglesia o comunidad
XXI.            para que seas mi salvación hasta los confines de la tierra – hasta lo más lejano, “sin límites”
XXII.            Así ha dicho el Señor, el Santo Redentor de Israel, al que es menospreciado, al que es odiado por las naciones, al siervo de los gobernantes – Dios conoce perfectamente mi condición, mis trabajos, mis esfuerzos y los desprecios que sufro
XXIII.            Los reyes y los príncipes te verán y se levantarán, y se inclinarán ante el Señor, porque el Santo de Israel, que te ha escogido, es fiel – no se trata de que yo seré honrado, sino de que reconocerán en mí la gracia y la autoridad divina, los mismos que me despreciaron
XXIV.            Así ha dicho el Señor – hay palabra profética para mí
XXV.            En el momento favorable te responderé – hay respuesta
XXVI.            en el día de salvación te ayudaré – hay ayuda
XXVII.            Yo te protegeré – hay protección
XXVIII.            y tú representarás mi pacto con el pueblo – seré constituido en mensajero y representante de ese pacto
XXIX.            para que restaures la tierra – recibiré poder de restauración
XXX.            heredes las propiedades asoladas – hay herencia de lo que fue destruido por el Enemigo
XXXI.            para que digas a los presos, a los que están en tinieblas: “Salgan de ahí; déjense ver”. En los caminos y en todas las alturas tendrán pastos y allí serán alimentados – en definitiva, para llevar la Buena Noticia a todos los presos por el pecado


No todas estas promesas tienen un cumplimiento en el tiempo presente, pero todas lo tendrán, porque todas se cumplen en Cristo y por medio de Él nos llegan a nosotros. Entonces, aunque no todas se cumplan materialmente aquí y ahora, todas me pertenecen espiritualmente y conforman lo que soy y cuánto valgo. Algo similar podríamos decir de los otros Cantos del Siervo que vemos en Isaías, incluso del famoso capítulo 53 ya que nosotros también somos llamados a ser partícipes de los sufrimientos de Cristo para manifestar así Su resurrección.

Estas promesas constituyen la Iglesia, los llamados a ser santos, a ellos se les dan las promesas para que por medio de ellas puedan ser santos. Y estas promesas, creídas, traen sanidad a los traumas más profundos.

Es simple entender esto cuando vivimos el Evangelio, porque entender la Biblia no es tanto cuestión de conocimiento intelectual y profundidad exegética (que por supuesto resultan importantes) sino de vida en el Espíritu.

¡Señor, haz que estas promesas sean vivas en nosotros, cada día!


Danilo Sorti




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