Hechos 2:3-6 RVC
3 Entonces aparecieron unas lenguas como de
fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos.
4 Todos ellos fueron llenos del Espíritu
Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu los llevaba a
expresarse.
5 En aquel tiempo vivían en Jerusalén judíos
piadosos, que venían de todas las naciones conocidas.
6 Al escucharse aquel estruendo, la multitud
se juntó, y se veían confundidos porque los oían hablar en su propia lengua.
En estos días unos 150 países acaban de
firmar el Pacto Migratorio Mundial de la ONU. Ya se ha publicado bastante en
las redes al respecto, y ya conocemos cuáles son las verdaderas intenciones del
sistema mundial detrás de la ONU. Falta ver, en la práctica, qué significa
realmente ese pacto y cuánto pasa de los papeles a los hechos. Como siempre,
tenemos declaraciones engorrosas y llenas de principios que pueden quedar más
en los papeles que en la realidad.
¿Qué se pretende con este pacto? Toda
afluencia masiva de migrantes, especialmente cuando vienen de una cultura muy
distinta, genera caos y disturbios en un primer momento, y luego
reacomodamientos sociales que no son menos caóticos en general. Dado que muchos
migrantes serán de países islámicos, terroristas infiltrados vendrán con todos
ellos, y de esa forma podrán ser usados por el sistema mundial para combatir el
cristianismo en occidente. Además, aduciendo el “respeto por la minorías”, se
intentará promulgar leyes o reglamentaciones cada vez más restrictivas hacia
los cristianos. Caos como excusa para aumentar el control y “minorías” como
excusa para limitar a las mayorías cristianas, además de unos cuantos
terroristas funcionales, ¡la mezcla perfecta para el NOM!... ¿O para Dios?
Ya hace unos cuantos años el Dr. Ralph Winter
desarrollaba un panorama histórico del avance del Reino de Dios a lo largo de
los últimos 4.000 años de historia. Allí se muestra algo muy claro para todos
los que conocen aunque sea un poco de misiones: Dios tiene un corazón
misionero, y para Él, la salvación de las personas y de las naciones tiene mucho
más valor que nuestra comodidad, prosperidad y aún nuestras propias vidas. Si
Él entregó a Su propio Hijo para bajar a esta Tierra dejando de lado Su gloria,
sufrir y morir por nosotros, ¿acaso va a pedirnos algo menor? También es claro
a lo largo tanto de la historia de Israel como de la Iglesia que el Pueblo de
Dios pocas veces hizo misiones voluntariamente; más bien el Mensaje se extendió
de manera “azarosa”: Israel en Egipto testificó a sus vecinos, y unos cuantos
se unieron al pueblo; una muchacha esclava le testifica a Naamán y este es
sanado de su lepra, la nación es llevada en cautiverio y la Palabra comienza a
ser conocida por todo el imperio, de donde vendrían siglos después unos sabios
trayendo los presentes necesarios para que el Hijo de Dios pudiera huir a
Egipto y vivir allí hasta el tiempo de regresar a Israel. Los cristianos en
Jerusalén estaban viviendo un avivamiento maravilloso y una comunión que pocas
veces se ha visto en la historia de la Iglesia, pero el Señor envía una
persecución y los desparrama a todos, y así el Evangelio comienza a extenderse,
y durante tres siglos las persecuciones continúan extendiendo y purificando a
la Iglesia. Roma, finalmente cristiana, no se preocupa por hacer misiones más
allá de sus fronteras y Dios permite que los bárbaros los conquisten, para ser
luego ganados para el Evangelio. Más tarde serán los vikingos y un poco más
tarde los nórdicos se transformarán en fervientes cristianos. Más cerca en el
tiempo las iglesias reconocen su labor misionera y comienza el movimiento
misionero más grande a nivel mundial de la historia, primero con los cristianos
del Norte, luego con los del Sur y hoy con los del Este; incluso las iglesias
de países cerrados, en donde corren peligro de muerte, son conscientes de que deben
enviar misioneros, los cuales salen en condiciones similares a las del primer
siglo.
Pero buena parte de la iglesia no tiene esta
visión, y así el Señor permite crisis económicas, catástrofes ambientales o
políticas, guerras, presiones sociales; salen tanto cristianos llevando el
mensaje como muchos inconversos buscando una vida mejor. Qué ocurre con los
migrantes lo vemos en las noticias (que muestran solo un pequeño recorte de la
realidad) y en nuestros propios países. ¿Hay un plan global secreto aquí? Por
supuesto. ¿Pero no está Dios por encima de ello? ¡POR SUPUESTO!
Allí en Jerusalén se reunían judíos de todo
el imperio, digamos que ese primer grupo no necesitaba “ir” a hacer misiones,
porque las misiones habían venido a su casa. ¿Qué fue necesario? Una iglesia
preparada, purificada, en oración; un liderazgo adecuado, en calidad y
cantidad, búsqueda del Señor y el Espíritu hizo el resto. Como resultado,
muchos de esos “migrantes ocasionales” se encontraron con lo que no habían ido
a buscar. Esa misma historia se ha repetido muchas veces. Yo mismo soy
descendiente de italianos, y mientras en la patria de mis abuelos los
cristianos evangélicos son muy pocos, en toda América (del Sur y del Norte,
claro…) somos millones. Y podríamos decir lo mismo de los descendientes de
españoles y otros tantos.
La inmigración representa un serio desafío
que las naciones hoy, especialmente en Latinoamérica, no están preparadas para
afrontar. Pero nada se resiste al poder del Evangelio. Si nos asusta lo que
está pasando en Europa, entendamos que allí casi no tenemos iglesias que puedan
testificar adecuadamente a los migrantes, pero la realidad aquí es distinta.
Nadie dice que una afluencia masiva de
migrantes sea fácil. Por otro lado, no es esperable tal cosa en nuestros países
por el momento (siempre tratan de ir a Europa o a EEUU) aunque a medida que
aumenten las catástrofes naturales podemos suponer que eso comience. Además,
tenemos promesas bien claras del Señor, desde hace años, que nuestra tierra
será “refugio a las naciones”, entonces, ¿de qué nos asustamos?
Cuáles sean las herramientas que Dios utilice
para traer a la gente de otros lados, es secundario. Lo que debe importarnos es
el poder que tenemos y el mandato misionero. Mejor aún: para muchos no hará
falta salir al campo, el campo misionero viene aquí. Se requiere que la iglesia
esté preparada y se reenfoque en testificar a los que vendrán. Algunas lo están
haciendo, falta mucho todavía. El Evangelio es irresistible, por más que
tengamos un diseño del NOM en un sentido, Dios dará vueltas eso para traer
salvación a muchos, y nosotros somos Sus agentes.
Algo más: les dejo el link del análisis del
Dr. Winter, a partir de la página 117 del libro, vale la pena leerlo: http://www.recursosmisioneros.com/resources/MM_4$C2$BA_edicion.pdf
Danilo Sorti
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