viernes, 14 de diciembre de 2018

653. El pacto migratorio mundial y los propósitos de Dios


Hechos 2:3-6 RVC
3 Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos.
4 Todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu los llevaba a expresarse.
5 En aquel tiempo vivían en Jerusalén judíos piadosos, que venían de todas las naciones conocidas.
6 Al escucharse aquel estruendo, la multitud se juntó, y se veían confundidos porque los oían hablar en su propia lengua.


En estos días unos 150 países acaban de firmar el Pacto Migratorio Mundial de la ONU. Ya se ha publicado bastante en las redes al respecto, y ya conocemos cuáles son las verdaderas intenciones del sistema mundial detrás de la ONU. Falta ver, en la práctica, qué significa realmente ese pacto y cuánto pasa de los papeles a los hechos. Como siempre, tenemos declaraciones engorrosas y llenas de principios que pueden quedar más en los papeles que en la realidad.

¿Qué se pretende con este pacto? Toda afluencia masiva de migrantes, especialmente cuando vienen de una cultura muy distinta, genera caos y disturbios en un primer momento, y luego reacomodamientos sociales que no son menos caóticos en general. Dado que muchos migrantes serán de países islámicos, terroristas infiltrados vendrán con todos ellos, y de esa forma podrán ser usados por el sistema mundial para combatir el cristianismo en occidente. Además, aduciendo el “respeto por la minorías”, se intentará promulgar leyes o reglamentaciones cada vez más restrictivas hacia los cristianos. Caos como excusa para aumentar el control y “minorías” como excusa para limitar a las mayorías cristianas, además de unos cuantos terroristas funcionales, ¡la mezcla perfecta para el NOM!... ¿O para Dios?

Ya hace unos cuantos años el Dr. Ralph Winter desarrollaba un panorama histórico del avance del Reino de Dios a lo largo de los últimos 4.000 años de historia. Allí se muestra algo muy claro para todos los que conocen aunque sea un poco de misiones: Dios tiene un corazón misionero, y para Él, la salvación de las personas y de las naciones tiene mucho más valor que nuestra comodidad, prosperidad y aún nuestras propias vidas. Si Él entregó a Su propio Hijo para bajar a esta Tierra dejando de lado Su gloria, sufrir y morir por nosotros, ¿acaso va a pedirnos algo menor? También es claro a lo largo tanto de la historia de Israel como de la Iglesia que el Pueblo de Dios pocas veces hizo misiones voluntariamente; más bien el Mensaje se extendió de manera “azarosa”: Israel en Egipto testificó a sus vecinos, y unos cuantos se unieron al pueblo; una muchacha esclava le testifica a Naamán y este es sanado de su lepra, la nación es llevada en cautiverio y la Palabra comienza a ser conocida por todo el imperio, de donde vendrían siglos después unos sabios trayendo los presentes necesarios para que el Hijo de Dios pudiera huir a Egipto y vivir allí hasta el tiempo de regresar a Israel. Los cristianos en Jerusalén estaban viviendo un avivamiento maravilloso y una comunión que pocas veces se ha visto en la historia de la Iglesia, pero el Señor envía una persecución y los desparrama a todos, y así el Evangelio comienza a extenderse, y durante tres siglos las persecuciones continúan extendiendo y purificando a la Iglesia. Roma, finalmente cristiana, no se preocupa por hacer misiones más allá de sus fronteras y Dios permite que los bárbaros los conquisten, para ser luego ganados para el Evangelio. Más tarde serán los vikingos y un poco más tarde los nórdicos se transformarán en fervientes cristianos. Más cerca en el tiempo las iglesias reconocen su labor misionera y comienza el movimiento misionero más grande a nivel mundial de la historia, primero con los cristianos del Norte, luego con los del Sur y hoy con los del Este; incluso las iglesias de países cerrados, en donde corren peligro de muerte, son conscientes de que deben enviar misioneros, los cuales salen en condiciones similares a las del primer siglo.

Pero buena parte de la iglesia no tiene esta visión, y así el Señor permite crisis económicas, catástrofes ambientales o políticas, guerras, presiones sociales; salen tanto cristianos llevando el mensaje como muchos inconversos buscando una vida mejor. Qué ocurre con los migrantes lo vemos en las noticias (que muestran solo un pequeño recorte de la realidad) y en nuestros propios países. ¿Hay un plan global secreto aquí? Por supuesto. ¿Pero no está Dios por encima de ello? ¡POR SUPUESTO!

Allí en Jerusalén se reunían judíos de todo el imperio, digamos que ese primer grupo no necesitaba “ir” a hacer misiones, porque las misiones habían venido a su casa. ¿Qué fue necesario? Una iglesia preparada, purificada, en oración; un liderazgo adecuado, en calidad y cantidad, búsqueda del Señor y el Espíritu hizo el resto. Como resultado, muchos de esos “migrantes ocasionales” se encontraron con lo que no habían ido a buscar. Esa misma historia se ha repetido muchas veces. Yo mismo soy descendiente de italianos, y mientras en la patria de mis abuelos los cristianos evangélicos son muy pocos, en toda América (del Sur y del Norte, claro…) somos millones. Y podríamos decir lo mismo de los descendientes de españoles y otros tantos.

La inmigración representa un serio desafío que las naciones hoy, especialmente en Latinoamérica, no están preparadas para afrontar. Pero nada se resiste al poder del Evangelio. Si nos asusta lo que está pasando en Europa, entendamos que allí casi no tenemos iglesias que puedan testificar adecuadamente a los migrantes, pero la realidad aquí es distinta.

Nadie dice que una afluencia masiva de migrantes sea fácil. Por otro lado, no es esperable tal cosa en nuestros países por el momento (siempre tratan de ir a Europa o a EEUU) aunque a medida que aumenten las catástrofes naturales podemos suponer que eso comience. Además, tenemos promesas bien claras del Señor, desde hace años, que nuestra tierra será “refugio a las naciones”, entonces, ¿de qué nos asustamos?

Cuáles sean las herramientas que Dios utilice para traer a la gente de otros lados, es secundario. Lo que debe importarnos es el poder que tenemos y el mandato misionero. Mejor aún: para muchos no hará falta salir al campo, el campo misionero viene aquí. Se requiere que la iglesia esté preparada y se reenfoque en testificar a los que vendrán. Algunas lo están haciendo, falta mucho todavía. El Evangelio es irresistible, por más que tengamos un diseño del NOM en un sentido, Dios dará vueltas eso para traer salvación a muchos, y nosotros somos Sus agentes.

Algo más: les dejo el link del análisis del Dr. Winter, a partir de la página 117 del libro, vale la pena leerlo: http://www.recursosmisioneros.com/resources/MM_4$C2$BA_edicion.pdf


Danilo Sorti





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