viernes, 14 de diciembre de 2018

652. ¡Cuánto nos ama Dios que nos disciplina para purificarnos!


Juan 3:16 RVC
16 »Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.

1 Juan 3:1 RVC
1 Miren cuánto nos ama el Padre, que nos ha concedido ser llamados hijos de Dios. Y lo somos. El mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él.

Juan, al que Jesucristo mismo apodó “hijo del trueno”, pudo tener una revelación tan profunda del amor de Dios que no deja de plasmarla en todos sus escritos. Hoy, al igual que hace unos 6.000 años en el Huerto, ese amor es duramente cuestionado por una humanidad que decidió apartarse de Su Creador y desobedecer Sus leyes, para después echarle en cara que los “dejó abandonados” y que permite que pasen tantas cosas malas…. Como acostumbran decir hoy: “el chiste se cuenta solo”.

El niño pequeño no puede entender cuando su padre le prohíbe algo, o cuando lo obliga a hacer lo que no le gusta, o incluso cuando recibe alguna nalgada. Pero sabe que es para su bien. El adolescente, cuando recién ha inaugurado el pensamiento lógico formal y se abrió ante un mundo de comprensión abstracta, cree que ya lo sabe todo y que puede entenderlo todo (bueno, el que no haya cometido ese pecado que tire la primera piedra…), por lo tanto cuestiona los límites y la disciplina que le imponen sus padres, docente y Dios mismo. De nuevo, “el chiste se cuenta solo”…

Pero dado que en este siglo tanto se ha extendido la estructura mental de rebeldía contra Dios, que está asociada al orgullo y tremenda insensatez de pensar que “podemos entenderlo todo y juzgarlo todo”, es necesario que volvamos a recordar algunas verdades respecto de la justicia de Dios.

1 Juan 3:2 RVC
2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Pero sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él porque lo veremos tal como él es.

Romanos 8:19 RVC
19 Porque la creación aguarda con gran impaciencia la manifestación de los hijos de Dios.

Creo que si rastreamos los escritos y las enseñanzas cristianas de estos 2.000 años podremos encontrar mucho que se ha dicho respecto de las bendiciones y el estado de salvación que Dios tiene para nosotros, de lo que disfrutaremos en el Cielo con Su presencia, de nuestra responsabilidad como criaturas de honrar al Creador y de que finalmente todo sea sujeto a Él. Eso es cierto, pero cuando busco en mi “registro mental” predicaciones o textos enseñando lo que haremos nosotros como iglesia ya redimida y santificada luego de que este paréntesis de maldad haya pasado sobre la Tierra, no encuentro mucho, si acaso algo. Parece que todo se resume en ser santificados y disfrutar de una vida justa en comunión con Él. Eso es maravilloso, y de hecho tanto como para opacar cualquier otra actividad. Pero es incompleto y como tal nos deja con un serio problema para entender por qué nos pasan aquí unas cuantas cosas.

Brevemente digamos que Adán fue puesto para cumplir una misión sobre la Tierra, que Israel era consciente de su rol aquí sobre la Tierra y que la Iglesia no canceló las enseñanzas del Antiguo Pacto sino que las terminó de completar. Dios está continuamente activo y trabajando en Su creación, y no ha hecho seres a Su imagen para que estén ociosos y simplemente disfrutando de Él y adorándolo, sino para que también cumplan un rol muy importante.

Sobre eso no tenemos mucho escrito, pero podemos hacer inferencias en base a lo ya revelado. La Iglesia, los santos de todos los tiempos, tendrán un rol muy importante en la creación, y el arrebatamiento con la subsecuente transformación y encuentro con Cristo no se trata de un “rescate de última hora” para evitar que Satanás se zampe a los cristianos de un solo bocado (cosa que jamás podría hacer, de hecho, el mismo Anticristo no puede aparecer hasta que no se vaya la Iglesia fiel), y ni siquiera es (primariamente) una forma de que evite los juicios que vendrán. Es la preparación de los santos que ya han sido perfeccionados para que, junto con el resto de ellos, administren la Creación tal como fue el diseño original. El “mientras tanto” que conocemos como la tribulación y gran tribulación, es la purificación de la humanidad, para eliminar a todos los que se han corrompido irremediablemente y continuar con una raza dispuesta a seguirle.

Por eso debemos ser purificados; para ser dignos de estar en Su presencia y para ser dignos de administrar las maravillas de un mundo venidero (tanto terrenal como celestial) del que prácticamente no tenemos idea.

1 Juan 3:3-10 RVC
3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
4 Todo aquel que comete pecado, quebranta también la ley, pues el pecado es quebrantamiento de la ley.
5 Y ustedes saben que él apareció para quitar nuestros pecados, y en él no hay pecado.
6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no lo ha visto, ni lo ha conocido.
7 Hijitos, que nadie los engañe, el que hace justicia es justo, así como él es justo.
8 El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto se ha manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo.
9 Todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios.
10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, ni ama a su hermano, tampoco es de Dios.

El pecado es algo tan horrible que debe ser extirpado de nosotros. Cuando nos operan somos anestesiados para no sentir dolor, pero en realidad ya veníamos con problemas y dolores, mucho más si hubiéramos tenido un accidente. Luego viene un tiempo de convalecencia o rehabilitación, que puede no ser fácil. Sin embargo, sabemos que la operación es para nuestro bien. Sin duda, una operación implica un daño, una “agresión” a nuestro cuerpo físico, pero nos sometemos voluntariamente porque el resultado será mejor que nuestro actual estado. Lo mismo pasa con el trato de Dios.

1 Corintios 11:32 RVC
32 pero si somos juzgados por el Señor, somos disciplinados por él, para que no seamos condenados con el mundo.

Hebreos 12:5-11 RVC
5 y ya han olvidado la exhortación que como a hijos se les dirige: «Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda;
6 porque el Señor disciplina al que ama, y azota a todo el que recibe como hijo.»
7 Si ustedes soportan la disciplina, Dios los trata como a hijos. ¿Acaso hay algún hijo a quien su padre no discipline?
8 Pero si a ustedes se les deja sin la disciplina que todo el mundo recibe, entonces ya no son hijos legítimos, sino ilegítimos.
9 Por otra parte, tuvimos padres terrenales, los cuales nos disciplinaban, y los respetábamos. ¿Por qué no mejor obedecer al Padre de los espíritus, y así vivir?
10 La verdad es que nuestros padres terrenales nos disciplinaban por poco tiempo, y como mejor les parecía, pero Dios lo hace para nuestro beneficio y para que participemos de su santidad.
11 Claro que ninguna disciplina nos pone alegres al momento de recibirla, sino más bien tristes; pero después de ser ejercitados en ella, nos produce un fruto apacible de justicia.

Los primeros cristianos tenían las referencias del Antiguo Pacto cuando leían esto:

Zacarías 13:8-9 RVC
8 »Sucederá entonces que en toda la tierra las dos terceras partes serán destruidas, y se perderán; pero la tercera parte quedará con vida. —Palabra del Señor.
9 »Entonces echaré al fuego esa tercera parte, y los fundiré como se funde la plata; ¡los probaré como se prueba el oro! Ellos invocarán mi nombre, y yo les responderé con estas palabras: “Ustedes son mi pueblo”, y ellos me dirán: “El Señor es nuestro Dios.”»

Ellos sabían que el proceso de purificación no era chiste. Pero era necesario. Lo es. Tanto nos ama Dios como para purificarnos por el fuego de las pruebas. Muchísimo le costó ver a Su Hijo sufrir y morir, mucho más de lo que podemos comprender. Pero lo mismo vale para nosotros: mucho le duele tener que someternos a pruebas y sufrimientos, pero lo que viene después, no solo en relación con una santidad personal sino funcional hacia la Creación, es tan, pero tan glorioso e importante que vale la pena. Por ahora, avanzamos por fe hacia ese futuro que todavía no vemos.


Danilo Sorti




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