viernes, 14 de diciembre de 2018

651. El amor ardiente por el Señor


1 Reyes 19:9-10 DHH
9 Al llegar, entró en una cueva, y allí pasó la noche. Pero el Señor se dirigió a él, y le dijo: haces aquí, Elías?
10 Él respondió: sentido mucho celo por ti, Señor, Dios todopoderoso, porque los israelitas han abandonado tu alianza y derrumbado tus altares, y a filo de espada han matado a tus profetas. Solo yo he quedado, y me están buscando para quitarme la vida.

1 Reyes 19:9-10 RVC
9 Buscó una cueva donde pasar la noche, y allí el Señor le dijo: «¿Qué haces aquí, Elías?»
10 Y Elías respondió: «Es muy grande mi amor por ti, Señor, Dios de las ejércitos. Los israelitas se han olvidado de tu pacto, han destruido tus altares, han matado a tus profetas, ¡y sólo quedo yo! Pero me andan buscando para quitarme la vida.»

¿Por qué es importante que recordemos y NOS RECORDEMOS estos ejemplos de celo ardiente por el Señor? Porque vivimos en la época de Laodicea, donde precisamente lo que menos abunda es ese amor profundo y comprometido:

Apocalipsis 3:15 RVC
15 »“Yo sé todo lo que haces, y sé que no eres frío ni caliente. ¡Cómo quisiera que fueras frío o caliente!

Es difícil darse cuenta de algo cuando toda la corriente social va en una misma dirección. Por eso es que tenemos a la Palabra y al Espíritu Santo, para no ir en esa misma dirección. Realmente debería sentarme a leer en qué consiste ese amor ardiente que incluso pocas personas en el registro bíblico han alcanzado. Precisamente, tenemos un registro abundante de relativamente pocas personas en la Biblia por esa misma razón.

Elías es un ejemplo. Su consagración y su pasión por el Señor lo llevó a enfrentar grandes peligros y realizar acciones que cambiaron la historia de una nación, con un gobierno incluso más pagano de los que hoy tenemos (¡eso ya es mucho decir!). Ese amor ardiente permitió que una comunicación estrechísima con el Señor de tal forma que pudo saber Su voluntad y llevarla a cabo.

No fue perfecto, tuvo miedo, huyó de Jezabel, propiamente dicho no cumplió con dos de las comisiones que Dios le dio en Horeb, pero cambió la historia de una nación y fue una de las dos personas que no vieron muerte.

No tenemos mucho registrado de Enoc; no era necesario que supiéramos su historia completa todavía. Pero podemos extrapolar el ejemplo de Elías y suponer que en medio de esa generación malvada, genéticamente corrupta, moralmente desquiciada, fue tan fiel como Elías y amó tanto a Dios que ya no soportó tenerlo lejos de Su presencia y se lo llevó a una edad de poco más de un tercio de lo que podían vivir (como si fuera hoy entre los 25 y 30 años). De paso, eso explica por qué algunas personas fieles y llenas de la presencia del Señor parten jóvenes de esta Tierra.

No siempre el amor ardiente nos va a llevar a las cumbres de las victorias terrenales. De hecho Elías mismo no lo estuvo la mayor parte del tiempo.

Salmos 69:1-8 RVC
Al músico principal. Sobre Lirios. Salmo de David.
1 Sálvame, oh Dios, porque las aguas me han llegado hasta el cuello.
2 Me encuentro hundido en profundo pantano, y no hallo dónde poner el pie. He caído en aguas abismales, y me cubre la corriente.
3 Ya me canso de llamar; ronca está mi garganta; mis ojos desfallecen en espera de mi Dios.
4 Son más los que me odian sin motivo, que los cabellos de mi cabeza. Son muy poderosos mis enemigos, los que sin razón quieren destruirme. ¿Acaso he de pagar lo que no he robado?
5 Tú, mi Dios, sabes que soy un insensato; mis pecados no son para ti un secreto.
6 Señor, Dios de los ejércitos y Dios de Israel, ¡no permitas que por mi culpa sean avergonzados los que en ti confían! ¡No permitas que por mi culpa sean confundidos los que te buscan!
7 Por ti he sido objeto de insultos; ¡mi rostro se ha cubierto de confusión!
8 Soy un extraño para mis propios hermanos; ¡los hijos de mi madre me desconocen!

Aquí tenemos otra de las tantas experiencias de David. No la estaba pasando para nada bien, su índice de popularidad tenía valores negativos, y además, sabía que se había mandado unas cuantas macanas. Sin embargo:

Salmos 69:9 RVC
9 Y es que mi amor por tu casa me consume; ¡caen sobre mí los insultos de los que te ofenden!

Ese amor ardiente por el Señor es lo que el Espíritu Santo nos inspira. Es también lo que nos motiva a vivir vidas justas. Pretender ser buenos para ganar algún mérito delante de Dios es, no solamente inútil, sino hasta pernicioso. ¡Sencillamente no podemos serlo, no hay fuerza suficiente en nosotros como para lograrlo! Eso es precisamente lo que inspira el Espíritu de la Religión, el más pernicioso y difícil de combatir, el que ha vencido siempre a la Iglesia hasta ahora.

Pero el amor nos hace amar lo que Dios ama y odiar lo que Dios odia, y el cambio ocurre de manera natural, además de que solo el amor nos permite mantenernos perfectamente conectados con el Señor para recibir el auxilio de Su Espíritu. Y ser reconocido por el Señor:

Juan 2:17 RVC
17 Entonces sus discípulos se acordaron de que está escrito: «El celo de tu casa me consume.»

Jesús honró esas palabras de un pobre y despreciado, porque venían de un corazón ardiente de pasión que, justamente por esa pasión, pudo superar sus errores.

No tenemos más razón para vivir que el amor hacia Aquel que nos amó primero y que nos sigue amando con un amor indescriptible. No es sencillo de comprender Su amor perfecto unido a Su justicia perfecta. No lo parece a primera vista. Es más, muchos llegan a pensar exactamente lo contrario. Pero incluso los cristianos no solemos conocer la profundidad de ese amor, apenas vemos un poco más allá, y hasta ahí entendemos, es decir, “hasta ahí”, hasta donde vemos con un poquitito de fe, es que alcanza el amor de Dios para nosotros. La medida de Su amor es solo eso.

Pero Su amor está mucho más allá, en un límite que en realidad no existe y al que ni siquiera podemos aproximarnos. Como pobre comparación pensemos que el universo; la parte visible tiene unos 90.000.000.000 de años luz (un año luz equivale a 9.500.000.000 km), pero últimas estimaciones sugieren que podría ser unas 250 veces mayor, y continúa expandiéndose. No, no es infinito, sino no podría expandirse. Y Dios, que es infinito, resulta superior en tamaño al Universo. Como para ir haciéndonos una idea de la medida de Su amor…

¡Por supuesto que no lo entendemos, y por supuesto que a veces nos parecerá lo contario! ¿Puede un niño entender cuando su padre le dice que no, o cuando le impide seguir tomando refrescos o no le compra un juguete? No, tiene que crecer todavía. Bueno, entonces, ¿por qué nosotros sólo creemos que Dios es amor solamente si podemos entender ese amor?

Cuando somos liberados para creer en fe, vemos con ojos espirituales ese amor y en consecuencia nuestro amor se vuelve tan ardiente como el de estos personajes que leemos en la Biblia. Y allí Dios puede hacer cosas tremendas a través nuestro, pero solo como una consecuencia de ese amor.

¿Podemos crecer en amor? Sí, aceptando Su revelación del amor y decidimos amarlo con todo nuestro ser. No hay mayor razón para vivir, no hay otra cosa que valga la pena o que traiga fruto para la eternidad, no hay otra causa. Con ello el Espíritu enciende la chispa de ese amor.


Danilo Sorti




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