lunes, 22 de abril de 2019

682. Honrar a los padres


Éxodo 20:12 RVC
12 »Honrarás a tu padre y a tu madre, para que tu vida se alargue en la tierra que yo, el Señor tu Dios, te doy.

Marcos 7:10 RVC
10 Porque Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre”, y también: “El que maldiga al padre o a la madre, morirá irremisiblemente.”

Efesios 6:2 RVC
2 Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa;


Siempre pensé que el problema con honrar a los padres era muy propio de estas últimas generaciones occidentales, pero por lo visto no; Dios tiene que repetirlo a Israel cuando la está constituyendo como nación, varias veces a lo largo de su historia, en los tiempos de Jesús y al mundo pagano de aquel entonces… y así sucesivamente.

Hay un problema serio con el significado de la palabra “honra” y confieso que yo tuve bastantes problemas con eso. A mis padres biológicos les debo mucho, pero ellos no eran cristianos cuando me convertí y me “hicieron la guerra” durante años, así que resultó difícil establecer una adecuada relación. Propiamente no tuve muchos “padres espirituales” que fungieran como tales, hay, sí, muchos a los que les encanta usar ese título, pero muy pocos que lo merezcan. Digamos que buena parte del liderazgo espiritual que me tocó, o bien no pudo “entenderme” (convengamos que eso no es tan fácil…), o no tuvo mucho interés por mí o incluso les resulté una molestia. Así que, en general, no tengo muchas figuras de autoridad espiritual para identificarme. Y no hace falta hablar del liderazgo social de nuestras naciones porque se esfuerzan diligentemente por ser uno peor que el otro.

Todo esto ha tenido una faceta muy positiva: mi fe ha dependido siempre del Señor y de Su Palabra y no de un hombre, y cuando veo los desastres que han dejado unos cuantos líderes cristianos de estos tiempos, no lo lamento. Pero, hay que reconocerlo, el problema de la “honra a los padres” seguía siendo… un problema.

Por otra parte, cuando se predicaba o enseñaba el tema de la honra siempre tenía impregnado un fuerte espíritu de control y dominio: en dichos mensajes “honrar” era equivalente a obedecer, someterse y aguantarse lo que fuera que la autoridad dijera. Por supuesto, eso no tiene nada que ver con el mensaje bíblico (por más que sea muy popular en algunas iglesias), así que esas predicaciones no ayudaban mucho a construir un sano concepto y práctica de la honra. Y no hace falta mencionar los mensajes que a veces se escuchan en los que “honra” se reduce casi exclusivamente a “dinero”.

Así fue hasta que en cierta oportunidad, no recuerdo si lo escuché o lo leí, se expuso que el concepto de “honra” no significa obedecer lo que nuestros padres nos manden a hacer incorrectamente, o seguir ejemplos errados, o permitir ser abusados y esquilmados, ¡todo eso violaría otros mandatos mucho más claros de la Biblia, y no puede un mandato contradecir a los otros!

Sin embargo, el entendimiento más claro de qué es y qué no es “honrar” vino leyendo los libros de Rick Joyner (La Búsqueda Final, El Llamado, La Antorcha y la Espada, Fire on the Mountain): honrar significa aprender de nuestros padres, de nuestros líderes y mayores; significa reconocerlos en todo lo bueno que hicieron y nos enseñaron, y analizar lo que hicieron de malo para no repetirlo. Significa no salir a la “guerra contra ellos” porque hayan tenido errores, pero de ninguna manera seguir en esos mismos errores ni mucho menos permitir que abusen de nosotros. Significa tener una actitud justa y no vengativa, pero la obediencia se la debemos solamente al Señor, y el Único que tiene la autoridad para marcarnos el camino es Él.

Algunos de nuestros “padres” (humanos o espirituales) se han desviado seriamente, pero aún de eso podemos y debemos aprender. De hecho, si no aprendemos, repetiremos los mismos errores.

En especial la “paternidad” (no tanto la maternidad) ha sido severamente dañada con la caída, por eso es más difícil encontrar verdaderos padres, y resulta claro que el uso de la palabra que hoy se da en unos cuantos lugares es artificial y manipulador.

El Espíritu sabía bien esto, por lo que se encargó de dejar por escrito varias veces este mandato, las suficientes como para que podamos considerarlo una doctrina. Mientras el diezmo como práctica está circunscripto al Antiguo Testamento y prácticamente nada se dice de él en el Nuevo, el mandato de honrar a los padres, se repite claramente tanto en el Antiguo, como en los Evangelios como en las Epístolas, las “tres patas” mínimas necesarias para que algo sea considerado doctrina.

Debemos recompensar lo bueno que hicieron por nosotros, aprender de TODO lo que hicieron, no repetir lo malo, no someternos a mandatos abusivos o equivocados, y no preocuparnos por hacerles ninguna “guerra santa”, sino mostrar a Cristo, que es nuestro verdadero enfoque. Si no estamos enfocados en Él estaremos preocupados por mostrar el “buen ejemplo” de nuestros padres o, viceversa, lo “terriblemente malos” que han sido. Por eso es que los cristianos chupamedias (lamebotas, obsecuentes) hoy exaltan a sus pastores más allá de la estratósfera y mañana los hunden hasta el mismo centro de la Tierra. Todo ser humano es, en el mejor de los casos, un ejemplo que refleja algo de la gracia de Cristo, quien resume toda la justicia, toda la verdad, toda la bondad, todo la belleza, todo el poder; delante de Él cualquier persona queda eclipsada por su luz, como si pretendiéramos ver al planeta Mercurio cuando está enfrente del Sol.

Solamente si ponemos a Cristo en primer lugar es que podremos dar la honra justa a nuestros padres espirituales. De otra forma, tal honra se pervierte ya sea en manipulación u odio. Y si honramos adecuadamente a nuestros padres podremos aprender de sus lecciones y ENTONCES nuestros años serán prolongados, podremos superar más dificultades, no cometeremos los mismos errores y podremos ser nosotros mismos, genuinamente, padres espirituales también.


Danilo Sorti




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