domingo, 22 de diciembre de 2019

745. ¿Qué estamos soportando?


2 Corintios 11:16-21 DHH
16 Vuelvo a decirles que nadie piense que estoy loco; pero si así lo piensan, déjenme que les hable como un loco, para que también yo pueda gloriarme un poco,
17 aunque esta manera de gloriarme sea más bien una locura y no palabras que el Señor apruebe.
18 ¡Ya que hay tantos que se glorían de sus propios méritos, también yo me gloriaré!
19 Ustedes son muy sabios, pero soportan de buena gana a los locos,
20 y soportan también a aquellos que los obligan a servir, que los explotan, que los engañan, que los tratan con desprecio o que los golpean en la cara.
21 Aunque me da vergüenza decirlo, ¡nosotros fuimos demasiado débiles para portarnos así!
Pero si los otros se atreven a jactarse, también yo me atreveré, aunque esto sea una locura.


La iglesia de Corinto fue un “regalo” para Pablo luego de un tiempo duro en la intelectual Atenas, donde algunos pocos nomás creyeron. La ciudad era bastante particular, era un puerto y el estilo de vida resultaba entonces bastante parecido a lo que son los puertos hoy, propiamente. La antigua Corinto mereció que el poeta Aristófanes acuñara el verbo “corintear”, aludiendo a la tan extendida práctica de la fornicación. Esa ciudad fue destruida en 146 a.C. y reconstruida luego por los romanos, pero no debemos suponer que la moralidad de la nueva ciudad fuera mucho mejor que la de la antigua…

La iglesia corintia es de la que más se habla en el Nuevo Testamento, luego de la de Jerusalén, pero tenemos ese registro a través de dos cartas (los críticos textuales dicen que probablemente tengamos tres o incluso cuatro cartas que fueron luego compaginadas en esas dos, especialmente 2 Corintios sería el caso). Era una iglesia que había recibido muchos dones, grande, muy activa, creciente, por donde pasaban ministerios internacionales y que contaba con una buena cantidad de escritos apostólicos (para la época)… pero que también estaba llena de problemas y pecados.

Sabemos que los corintios venían de lo más bajo de la sociedad portuaria de la ciudad y habían recibido mucha gracia del Espíritu, pero llegaron a engreírse, y así cayeron en unos cuantos errores. Pablo los corrige en la primera carta que tenemos registrada (algunos proponen que fue la segunda). Algo pasó luego que le obligó a escribir estas líneas (que también algunos proponen que es una carta intermedia que luego quedó incluida en la “segunda”) que describe muy bien un fenómeno común en muchas iglesias.

Como se trataba de un centro tan populoso, muchos ministerios desfilaban por allí, y entre ellos esta gente que tenía grandes títulos, espectaculares antecedentes y un no menos fascinante discurso; lobos con piel de oveja, lo que hoy llamaríamos “apostolobos” y que Pablo menciona muy irónicamente como “superapóstoles” en otro pasaje (¡también la Biblia usa ironías, no soy solamente yo!!!).

Dejando de lado su perniciosa doctrina, que no he estudiado en profundidad pero que hoy podría transmutarse en el “evangelio de la prosperidad”, había hechos concretos que por sí mismos resultaban demasiado evidentes. Pensemos un poco, ¿qué diríamos si de repente entra el pastor o el líder de la iglesia y pone a todos los hermanos a trabajar para él, les exige que estén todo su tiempo libre haciendo cosas para su propia casa, les pide la mitad de su sueldo, les miente descaradamente, los humilla e incluso los golpea? Pues rápidamente lo echarían a patadas o saldrían huyendo de ese lugar para no volver nunca más. Bien, es lo lógico… ¿por qué no estaba ocurriendo eso, entonces?

Pablo no se había comportado así, en ningún momento les dio ese ejemplo, se trataba de gente ajena que había llegado a tener tal poder que podían dominar fácilmente a la congregación, o al menos a un grupo importante de ellos.

Es un fenómeno que he visto en algunas iglesias, quizás no en la dimensión que Pablo lo narra aquí pero sí en cierta medida. También es algo que existe en las sectas. Cuando era joven se trataba normalmente de sectas “cristianas”, es decir, organizaciones claramente desviadas que utilizaban la Biblia y una máscara cristiana como excusa. Como la Biblia no es tan popular hoy entre los jóvenes y no tan jóvenes faltos de paternidad, las nuevas sectas utilizan otras banderas, pero en el fondo tienen un comportamiento idéntico. Es una historia vieja, ya la vimos décadas atrás, en realidad, hace casi dos mil años.

Bueno, el asunto es ¿por qué pudieron llegar a tal nivel de abuso sin que la congregación reaccionara? Si leemos la misma carta vemos que la autoridad de Pablo estaba siendo puesta en dudas, nada menos que su mentor espiritual, el que los llevó al Evangelio, era cuestionado sin problemas, ¿cómo es que a estos abusadores se los toleraba de buena gana? Demasiado difícil de comprender… excepto para los que vivimos en Argentina…

En realidad es “muy fácil” de entender en nuestro contexto: los cristianos fueron seducidos, engañados con palabras bonitas, hasta llegar al punto de quedar completamente cegados frente a un comportamiento que si se hubiera presentado tal cual era la primera vez habría generado un completo rechazo. No hace falta, en nuestro contexto latinoamericano del siglo XXI, explicar mucho el proceso; lo hemos visto en nuestras sociedades.

Tengamos en cuenta que leímos un texto del Nuevo Testamento en donde un apóstol está hablando a una iglesia, no se trata de un mensaje de algún profeta del Antiguo Pacto hablando a una nación, Israel. Si esto pasó en una congregación que había recibido al Espíritu Santo y que tenía, quizás, la mayor manifestación de los dones del Espíritu de las iglesias de esa época, ¿qué se podía esperar de la sociedad “secular” o idólatra? Pues evidentemente, la “santificación” o el proceso de transformación de un creyente no es instantáneo…

La seducción de los “superapóstoles” había sido tan contundente que los corintios habían llegado a volverse en contra del que dejó parte de su vida para predicarles y abrazaban a estos abusadores. ¿Es diferente a lo que le sucede a buena parte de nuestra sociedad argentina? No, para nada.

Aclaremos, no tenemos un equivalente al apóstol Pablo a nivel nacional, quizás porque los que fueron llamados para eso no quisieron aceptar la responsabilidad, o quizás porque los que hemos sido llamados a reflejar la luz de Cristo hemos sido demasiado perezosos en hacerlo. Pero veamos una expresión:

19 Ustedes son muy sabios, pero soportan de buena gana a los locos,
20 y soportan también a aquellos que los obligan a …

La palabra que se traduce allí como “soportar” es ἀνέχομαι, anéjomai, que puede traducirse literalmente como: sostenerse uno mismo en contra de.

Los corintios probablemente no estaban muy conformes con la conducta de esta gente, evidentemente había algo “no convencional”, pero el hecho es que los SOPORTABAN. Y la palabra que el Espíritu Santo me estuvo trayendo todos estos días es: ¿por qué Argentina soporta a los corruptos, a los mentirosos, a los abusadores, a los ladrones? Es claro que tenemos un serio problema con la gestión que está por comenzar, pero tampoco la que está por finalizar puede presentarse como dechado de virtudes. Es más, todas las elecciones de las que tengo memoria han consistido en elegir “lo menos malo” (que de “menos” nunca tuvo mucho) y soportar todas las macanas que iba a cometer.

Lo cierto es que es imposible no tener que “soportar” cuando elegimos alguna opción política, pero el punto clave es, ¿por qué estamos dispuestos a soportar, tolerar o dejar pasar a gente tan notoriamente corrupta? Ese es un pecado grave, consiste en consentir con el pecado, con lo cual nos hacemos culpables de su misma corrupción, robo, mentira, muerte. En una oportunidad dije que “votar por Fulano” no es lo mismo que “hacer un pacto con Fulano”, pero tolerar consciente mente un nivel superior a lo “real” de corrupción SÍ ES un pecado.

Debemos arrepentirnos como nación de haber tolerado durante tantos años la corrupción, de simplemente preocuparnos por tener un asadito el domingo; lo que tenemos es lo que sembramos durante décadas. Y esto no implica solamente un “momento” que es durante las votaciones, es una participación que debemos tener continuamente, lo cual es un costo, un precio a pagar.

Pablo era un ejemplo de líder como no hubo en su tiempo ni después. Este, el mejor ejemplo de liderazgo dentro de la Iglesia, jamás se comportó con la dureza de los “superapóstoles” de su época. Creo que la mayoría de las personas hoy dirían que tuvo un “liderazgo débil”, ellos buscaban líderes decididos y fuertes… pues así les fue. ¿Habremos aprendido nosotros?


Danilo Sorti



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