domingo, 22 de diciembre de 2019

747. El Señor se manifiesta en la alabanza


2 Crónicas 20:1-2 RVC
1 Tiempo después, los moabitas y los amonitas, y algunos de los meunitas, declararon la guerra a Josafat.
2 No faltó quien le diera aviso a Josafat y le dijera: «Del otro lado del mar, y de Siria, viene a atacarte un gran ejército. ¡Ya están en Jasesón Tamar, es decir, en Engadí!»

Josafat fue uno de los mejores reyes de Judá, que ya se había separado del resto de las tribus por ese entonces y constituía una nación pequeña y débil, ¿qué podía hacer frente a ese gran ejército?

2 Crónicas 20:3-4 RVC
3 Lleno de miedo, Josafat se dispuso a consultar al Señor, y ordenó que todos en Judá ayunaran.
4 En todas las ciudades de Judá la gente se reunió para pedir la ayuda del Señor,

Alguno hubiera dicho que había que someter a todos los hombres a un entrenamiento militar intensivo, pero realmente entendió que esa no era la solución, así que hizo lo que realmente tenía que hacer: buscar al Señor. Todos entendieron que no tenían más alternativa que esa, no había otra opción, no era humanamente posible. Se humillaron con el ayuno y se reunieron todos.

2 Crónicas 20:5 RVC
5 y Josafat se puso de pie en el templo del Señor, delante del atrio nuevo, y ante la asamblea de Judá y de Jerusalén

Bendita es la nación cuyas autoridades pueden humillarse delante de Dios y reconocer que no es con sus fuerzas ni habilidad sino con los recursos divinos. Estamos en un proceso de muchos cambios políticos en Iberoamérica, y la iglesia está tomando un rol relevante, pero, ¿para qué? Es decir, ¿qué se supone que tenemos que hacer, como cristianos, en el ámbito político? Algunos de nosotros podrán participar como políticos, y eso está muy bien; los más participaremos como ciudadanos con legítimo derecho a decidir sobre sus naciones, y eso nos compete, pero ¿qué hacemos “como iglesia”? Pues aquí tenemos algo: pedir autoridades que sean capaces de buscar a Dios para los “imposibles”. Por demasiado tiempo nos hemos comportado como el mundo, eligiendo “líderes fuertes y decididos”, tan paganos y corruptos como decididos. Hemos cosechado el fruto de nuestro pecado. Busquemos más bien líderes humildes y muy débiles ante Dios, para que puedan ser invencibles luego ante las dificultades. Y de paso, quizás podamos enseñarles a algunos a humillarse delante de ese Dios que a lo mejor apenas conocen.

2 Crónicas 20:6-11 RVC
6 dijo: «Señor y Dios de nuestros padres, tú eres Dios en los cielos, y dominas sobre todos los reinos de las naciones; en tus manos están la fuerza y el poder. ¡No hay quien pueda oponerse a ti!
7 Tú, Dios nuestro, expulsaste de la presencia de tu pueblo Israel a los habitantes de esta tierra, y se la diste para siempre a los descendientes de Abrahán, tu amigo.
8 Ellos la han habitado, y en ella te han edificado un santuario a tu nombre. Han dicho:
9 “Si alguna vez nos sobreviene algún mal, o se nos castiga con la espada, o la peste, o el hambre, nos presentaremos ante este templo, y ante ti (pues tu nombre se halla en este templo), y clamaremos a ti por causa de nuestras aflicciones, y tú nos oirás y nos salvarás.”
10 ¡Mira ahora a los amonitas y a los moabitas! ¡Mira a los del monte de Seir, por cuya tierra no dejaste pasar a Israel cuando venía de Egipto! Tú nos apartaste de ellos, para que no los destruyéramos,
11 ¡y ahora ellos nos pagan tratando de arrojarnos de la tierra que tú nos diste en propiedad!

Fe, historia y justicia. Fe porque comienza reconociendo el poder y la soberanía de Dios; no hay ejército que lo supere, nadie puede enfrentársele, Él controla a todos. Pero eso no significa que automáticamente vaya a responder las oraciones de Su Pueblo, que suele ser más bien rebelde y desobediente…

Historia porque reconoce el obrar divino a lo largo del tiempo. Dios no es “filosófico” ni abstracto, es muy concreto, podemos encontrarlo en muchos lugares, pero Su lugar favorito es la historia.

Y la justicia está basada en la historia: ellos no habían sido injustos con esos pueblos, estrictamente Dios les prohibió atacarlos y ellos obedecieron, no tocaron sus tierras y además, este país en donde Judá vivía había sido dado expresamente a ellos debido a la maldad de sus habitantes anteriores. Ellos estaban en justicia pero la coalición enemiga no. Claramente, había aquí una causa justa y como tal fue expuesta en el ámbito espiritual.

2 Crónicas 20:12-13 RVC
12 ¡Dios nuestro! ¿acaso no los vas a juzgar? Nosotros no tenemos la fuerza suficiente para enfrentar a ese gran ejército que viene a atacarnos. ¡No sabemos qué hacer, y por eso volvemos a ti nuestra mirada!»
13 Todo Judá estaba de pie delante del Señor, con sus mujeres y sus hijos.

Cuando no queda nada más que hacer, cuando todo fue dicho, cuando es por demás de clara la injusticia pero los malvados ya están disfrutando su victoria, ¿qué queda? Lo que hizo Josafat, y lo que mucha gente no hace, aún teniendo una causa perfectamente justa, aún habiendo actuado con rectitud, aún conociendo a Dios; presentar el caso ante el Señor, exactamente como hizo este rey. No se trata de que el Señor necesite que le expliquemos lo que Él ya sabe, se trata de que quede en claro ante toda la sociedad y ante el mundo (antagónico) espiritual, PORQUE de esta manera también quedará en claro de Quien vino la sentencia.

Notemos que el texto dice: “con sus mujeres y sus hijos”. Normalmente eran los varones adultos los que se movilizaban y participaban de estas reuniones, no era ni sencillo ni exento de riesgo transitar las rutas, a pie, desde sus aldeas hasta el lugar de reunión. El hecho de que literalmente todos estuvieran allí nos muestra la seriedad del asunto y la importancia de la comunión, de la unidad de propósito (no simplemente “amontonamiento de gente”).

2 Crónicas 20:14-15 RVC
14 Allí estaba también Jahaziel, levita de los hijos de Asaf y descendiente en línea directa de Zacarías, Benaías, Yeguiel, Matanías. En el curso de la reunión, el espíritu del Señor vino sobre él,
15 y dijo: «¡Escúchenme ustedes, habitantes de Judá y de Jerusalén! ¡Y escúchame tú, rey Josafat! El Señor les dice: “No tengan miedo ni se amedrenten al ver esta gran multitud, porque esta batalla no la libran ustedes, sino Dios.

La Biblia nos revela quién Dios es y qué hace, pero no los detalles del “día a día” de nuestras vicisitudes humanas, para eso ha dejado profetas. Sencillamente, no podemos “hacer todo el proceso” y olvidarnos de la voz profética. Muchos cristianos hoy están discutiendo todavía si hay o no profetas, lo lamento por ellos; ya no es más tiempo de eso.

Fue una voz profética la que “selló” lo que percibían en sus corazones: sí, la guerra es injusta, ellos tenían razón y Dios no se iba a quedar de brazos cruzados. Pero hizo falta esa voz profética, ese mensaje que vino en el momento exacto desde el Trono de Gracia.

2 Crónicas 20:16-17 RVC
16 Mañana, cuando ellos suban por la cuesta de Sis, ustedes caerán sobre ellos. Los encontrarán junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel.
17 En este caso, ustedes no tienen por qué pelear. Simplemente quédense quietos, y contemplen cómo el Señor los va a salvar. Judá y Jerusalén, no tengan miedo ni se desanimen. ¡Salgan mañana y atáquenlos, que el Señor estará con ustedes!”»

La voz profética no consiste solo en mensajes de ánimo y palabras de esperanza, más bien, hubo instrucciones precisas; lugares específicos, acciones y tiempos para hacer y para no hacer. Las estrategias no vienen del mucho estudio (que no deja de tener su valor) sino de lo Alto. Y esas estrategias nunca fallan.

De paso digamos que la orden era totalmente ilógica, ¿atacar a un ejército varias veces superior? Eso no se hace SIN una directiva clara del Espíritu, ¡de ninguna manera por pura presunción de fe!

2 Crónicas 20:18 RVC
18 Entonces Josafat se inclinó de cara al suelo, lo mismo que todos los de Judá y los habitantes de Jerusalén; se postraron delante del Señor, y lo adoraron.

Y ellos CREYERON, por eso adoraron. Si no hubieran tenido fe no estaríamos ahora contando esta historia porque habrían sido destruidos y expulsados de su tierra. Sin fe (en una palabra clara, no en lo que a uno le gustaría que fuese) nada de lo del Cielo funciona.

2 Crónicas 20:19-21 RVC
19 Luego se levantaron los levitas coatitas y coreítas, y a gran voz alabaron al Señor y Dios de Israel.
20 Por la mañana, se levantaron y fueron al desierto de Tecoa. Mientras ellos salían, Josafat se puso de pie y dijo: «¡Escúchenme, habitantes de Judá y de Jerusalén! ¡Crean en el Señor su Dios, y serán invencibles; crean en sus profetas, y obtendrán la victoria!»
21 Después de reunirse con el pueblo para ponerse de acuerdo con ellos, Josafat nombró a algunos para que, ataviados con sus vestimentas sagradas, cantaran alabanzas al Señor, mientras el ejército salía con sus armas. Y decían: «¡Demos gloria al Señor, porque su misericordia es eterna!»

A esta altura la batalla ya había sido ganada en el ámbito espiritual, por eso el ánimo de profunda derrota que embargaba a toda la nación hasta momentos antes cambió tanto como para levantarse en gritos de alabanza.

Otra estrategia de guerra bastante trastornada, ¿poner cantantes al frente de la tropa? Pues sí, y ahora vemos el poder de la alabanza, cuando actúa en medio de la fe, el arrepentimiento y la justicia de un pueblo.

2 Crónicas 20:22-23 RVC
22 Cuando los cantos de alabanza comenzaron a escucharse, el Señor puso contra los amonitas y moabitas, y contra los del monte de Seir, las emboscadas que ellos mismos habían tendido contra Judá, y acabaron matándose los unos a los otros.
23 Los amonitas y moabitas atacaron a los del monte de Seir, y los mataron hasta acabar con ellos, y después de eso, se volvieron contra sus propios compañeros y los atacaron hasta destruirlos.

Todas las fuerzas que hoy se levantan contra el Pueblo de Dios y los valores bíblicos son coaliciones, todas ellas. Esto quiere decir mucho; por un lado, que están “todos separados”, porque sino formarían un solo grupo, homogéneo y con un liderazgo y disciplina centralizados. Por otro, que los une el miedo contra un enemigo común: ¡nosotros! Y por otro, que los lazos entre ellos no son muy fuertes; así como odian a los cristianos se odian entre ellos (el mismo espíritu de odio). Dios los avergüenza haciendo que entre ellos mismos se aniquilen, así hace con Sus enemigos, con los que pretenden humillar a Sus pequeños.

El ejército avanza sobre los despojos y luego vuelve para agradecer al Señor, y la conclusión fue:

2 Crónicas 20:29 RVC
29 y cuando todos los reinos de aquella región supieron que el Señor había peleado contra los enemigos de Israel, cayó sobre ellos el pavor de Dios.

Dios puso a Israel como un testigo entremedio de muchas naciones. Generalmente ese testimonio no funcionó y no muchos creyeron, pero siempre hubo algunos. La consecuencia de esta amenaza fue exactamente lo contrario a lo que la triple coalición buscaba: pretendían “sacar” el testimonio de Dios de en medio y solo lograron que todos lo supieran y temieran al Dios de Israel. Ojalá hubieran creído y no solamente temido, pero al menos el testimonio llegó y Dios fue glorificado, y quizás algunos de esas naciones fueron salvos también.

La alabanza fue la clave para abrir los cielos y traer la manifestación divina. Aún con fe, sin alabanza probablemente no hubiéramos tenido tal victoria. La alabanza es clave en estos tiempos de oscuridad sobre nuestras naciones, es fundamental; los espíritus malignos no pueden moverse cuando Dios tiene libertad para actuar gracias a nuestras alabanzas sinceras, y los hombres dominados por ellos pierden poder y dirección. La alabanza confunde a las huestes espirituales, ciega sus ojos, aturde sus oídos, y el Señor se manifiesta, y, quien sabe, hasta a Sus enemigos declarados los puede usar para traer bendición. Es tiempo de establecer Su alabanza sobre toda nuestra tierra.


Danilo Sorti


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