domingo, 22 de diciembre de 2019

746. La alabanza y la presencia de Dios


Salmos 22:3-5 RV1995
3 Pero tú eres santo,
tú que habitas entre las alabanzas de Israel.
4 En ti esperaron nuestros padres;
esperaron y tú los libraste.
5 Clamaron a ti y fueron librados;
confiaron en ti y no fueron avergonzados.

Este es un pasaje hermoso, pero no tanto si no se lee el contexto. El texto ha dado lugar a un “lugar común” que es la afirmación de que “Dios se mueve en la alabanza” o que la alabanza es la forma de traer la presencia de Dios a un lugar. Afirmado por algunos y menospreciado por otros, este principio no deja de ser enigmático y atractivo a la vez; ¿podemos “traer” la presencia divina con nuestra alabanza?

Es claro que el mundo espiritual se maneja por medio de “invocaciones”; en el caso del mundo de las tinieblas se trata de ritos más o menos mecánicos, sacrificios, cantos, etcétera. Para el Reino de los cielos no es diferente, solo que el sacrificio perfecto ya fue realizado y decididamente no vamos a “convencer” a Dios con canciones bonitas o cultos profesionales, solo con corazones sinceros. ¿Dejará de atender el Señor corazones sinceros que se expresan en alabanza? Si Él prometió estar donde “dos o tres” estuvieran reunidos, ¿no estará en donde esos “dos o tres” lo alaban con amor?

El Salmo 22 que mencionamos al principio es, nada más y nada menos, el pasaje que Jesús citara en la cruz:

Salmos 22:1 RV1995
1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
¿Por qué estás tan lejos de mi salvación
y de las palabras de mi clamor?

Y el título que podemos leer en las Biblias es: “Un grito de angustia y un canto de alabanza”.

El texto nos muestra la profundidad de la angustia y el peligro que estaba viviendo David, literalmente peligro de muerte, y lo peor de todo, Dios parecía estar muy lejos:

Salmos 22:2 RV1995
2 Dios mío, clamo de día y no respondes;
y de noche no hay para mí descanso.

David había llegado a sentirse la “peor basura sobre la tierra”, alguien totalmente indigno, desechado de la sociedad humana debido al rechazo de la gente:

Salmos 22:6-8 RV1995
6 Pero yo soy gusano y no hombre;
oprobio de los hombres y despreciado del pueblo.
7 Todos los que me ven se burlan de mí;
tuercen la boca y menean la cabeza, diciendo:
8 «Se encomendó a Jehová, líbrelo él;
sálvelo, puesto que en él se complacía».

Salmos 22:12-13 RV1995
12 Me han rodeado muchos toros;
fuertes toros de Basán me han cercado.
13 Abrieron contra mí su boca
como león rapaz y rugiente.

Salmos 22:16-18 RV1995
16 Perros me han rodeado;
me ha cercado una banda de malignos;
desgarraron mis manos y mis pies.
17 ¡Contar puedo todos mis huesos!
Entre tanto, ellos me miran y me observan.
18 Repartieron entre sí mis vestidos
y sobre mi ropa echaron suertes.

El absoluto desánimo que sentía lo expresa vívidamente:

Salmos 22:14-15 RV1995
14 He sido derramado como el agua
y todos mis huesos se descoyuntaron.
Mi corazón fue como cera,
derritiéndose dentro de mí.
15 Como un tiesto se secó mi vigor
y mi lengua se pegó a mi paladar.
¡Me has puesto en el polvo de la muerte!

En medio de tan grande peligro y desesperación es que el salmista reconoce que sólo queda esperar confiadamente en Dios y que no queda más ayuda que Él.

Salmos 22:9-11 RV1995
9 Pero tú eres el que me sacó del vientre,
el que me hizo estar confiado
desde que estaba en el regazo de mi madre.
10 A ti fui encomendado desde antes de nacer;
desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.
11 No te alejes de mí,
porque la angustia está cerca
y no hay quien me ayude.

Si Dios estuvo desde el inicio, si Él nos hizo nacer y nos trajo hasta aquí, ¿habrá de abandonarnos? A veces parece que sí, por eso Jesucristo pudo citar tan oportunamente este Salmo, con toda sinceridad pone en palabras lo que a veces no nos atrevemos a decir: “¿seguís allí, Señor?”

Pero a la vez que expresa la más profunda angustia cuando parece que todo falló y que Dios mismo se alejó de nosotros, es también un salmo de alabanza: en medio de la frustración y la desesperación, el “arma más poderosa” de guerra espiritual es la alabanza.

Salmos 22:22-24 RV1995
22 Anunciaré tu nombre a mis hermanos;
en medio de la congregación te alabaré.
23 Los que teméis a Jehová, ¡alabadlo!
¡Glorificadlo, descendencia toda de Jacob!
¡Temedlo vosotros, descendencia toda de Israel!,
24 porque no menospreció ni rechazó el dolor del afligido,
ni de él escondió su rostro,
sino que cuando clamó a él, lo escuchó.

Todavía nada había cambiado. Nada distinto había visto David. Los mismos perros rabiosos seguían acechándolo, los poderosos cuernos amenazaban con atravesarlo, todavía los burladores lo rodeaban, y podía verse los huesos a través de la piel.

Pero algo había cambiado en los versículos anteriores:

Salmos 22:19-21 RV1995
19 Mas tú, Jehová, ¡no te alejes!
Fortaleza mía, ¡apresúrate a socorrerme!
20 Libra de la espada mi alma,
del poder del perro mi vida.
21 Sálvame de la boca del león
y líbrame de los cuernos de los toros salvajes.

Uno supondría que no hay nada de especial en un pedido de auxilio, pero todos los versículos anteriores muestran tal estado de desánimo que llegar a confiar lo suficiente como para solamente “pedir auxilio” resultaba ya tremendamente difícil.

Cuando es fortalecido a través de “derramar su corazón” ante la presencia del Señor, entonces sus ojos se clarificaron para volver a ver el poder y la majestad de Dios, por encima de cualquier enemigo natural, y entonces clamar con fe ante los “cuatro” enemigos: la espada, el perro, el león y los toros. Cada uno tiene un significado espiritual.

La consecuencia a partir del versículo 22 es, primero y antes que nada, el testimonio de Dios restaurado no solamente entre los fieles sino hasta los confines de la Tierra: Dios sería glorificado de tal forma que aún las naciones lejanas escucharían de Él.

Salmos 22:25-31 RV1995
25 De ti será mi alabanza en la gran congregación;
mis votos pagaré delante de los que lo temen.
26 Comerán los humildes hasta quedar saciados;
alabarán a Jehová los que lo buscan;
vivirá vuestro corazón para siempre.
27 Se acordarán y se volverán a Jehová
todos los confines de la tierra,
y todas las familias de las naciones
adorarán delante de ti,
28 porque de Jehová es el reino
y él regirá las naciones.
29 Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra;
se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo,
aun el que no puede conservar la vida a su propia alma.
30 La posteridad lo servirá;
esto será contado de Jehová hasta la postrera generación.
31 Vendrán y anunciarán su justicia;
a pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto.

El contraste entre estos últimos versículos y los primeros es muy grande, pero nada de lo segundo ocurriría sin pasar necesariamente por lo primero.

A partir del versículo 22 siete veces se habla de alabar o adorar al Señor, pero la primera vez es en el versículo 3. Hay una conexión entre la alabanza de corazón y la manifestación del Señor, y el Salmo nos muestra que esto se da en el peor momento del creyente, es decir, cuando está completamente rodeado de enemigos y desanimado, sin absolutamente ninguna perspectiva humana de escape. Allí, precisamente allí, es cuando la alabanza tiene todo su poder, ¿por qué? ¿Funciona como un amuleto mágico que atrae la presencia divina? Sabemos que eso no es así, no en el Reino de los Cielos. ¿Funciona porque podemos manipular mecánicamente a Dios de alguna forma? ¡Claro que no! ¿Entonces?

Precisamente funciona, y es terriblemente poderosa, porque cuando alabamos en medio de las peores condiciones estamos expresando la fe y el amor más poderoso de todos, ¡y Dios no puede resistirse a eso! No hay gran mérito en alabar cuando las cosas van bien, sentados cómodamente en una buena iglesia con un equipo de alabanza profesional, pero alabarle escondidos en una cueva sin ninguna vía de escape posible, es una cosa muy distinta… Sí, Dios se mueve en la alabanza de Su pueblo, si Su presencia desciende con poder, pero en medio de la alabanza rebosante de fe, amor y esperanza.

Volvamos al versículo 3 y vamos a encontrar un significado más profundo y esclarecedor. La palabra que se traduce por “habita” es: יָשַׁב, yasháb, raíz primaria; propiamente sentarse (específicamente como juicio en emboscada, en quietud); por implicación morar, permanecer. Aquí todo se vuelve claro, “habitar” no es simplemente “vivir”, como entenderíamos nosotros, ni tampoco simplemente “ser alabado”, como traducen algunas versiones, hay algo más, implica juicio, establecer Su trono para juzgar, para “poner emboscada” a sus enemigos, permaneces con Su pueblo.

No es un arma inocente la alabanza, no es simplemente “cantar por cantar” ni mucho menos “consolarse en medio de la desgracia”, como despectivamente dirían los incrédulos; se trata nada más y nada menos que de establecer el Trono de Dios, ¿y quién puede resistir Su presencia? ¿qué oscuridad puede hacerle frente a la luz? Ninguna, es claro.

Cuando todo parece perdido y cuando los malos parecen haber ganado la batalla y están ya por plantar su bandera de victoria, “solo” nos queda un arma: la alabanza. Y no hace falta más.

A medida que la oscuridad pretende volver a nuestro país y lucha en el resto del continente por establecerse, si levantamos una adoración desde el extremo sur hasta el extremo norte, no podrá vencer, no podrá establecerse. Una adoración continua, como lo entendió David y por eso estableció esa choza sencilla en donde el Arca estaba a la vista de todos y continuamente se alababa al Señor, 24/7, y por eso (y aún a pesar de sus errores) pudo vencer a todos sus enemigos, engrandecer a la nación, y más que eso, traer la mayor presencia de Dios que Israel viviría en siglos.

El “secreto” de ese éxito nos es revelado en la Palabra, excepto que contamos con una tremenda ventaja: el Sacrifico perfecto ya fue hecho y la Adoración perfecta ya fue establecida por el Cordero, por lo que nuestra adoración (y por consiguiente el poder liberado) hoy solo puede ser muy superior a esa.


Danilo Sorti


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