Creo que se ha generalizado un consenso según
el cual los cristianos están de acuerdo en que la iglesia debe ser una voz
profética; no se trata de un infeliz casamiento estado – iglesia ni de un
“alejamiento del mundo” tipo ermitaño. Por supuesto, esto es “la iglesia”, cada
cristiano como individuo es cien por ciento ciudadano de un país y tiene todo
el derecho y la obligación de participar en la cosa pública.
Ahora bien, ¿qué es ser “profética”?
Normalmente uno se imaginaría un grupo de cristianos malhumorados quejándose de
todo, y cuando miramos a los profetas del Antiguo Testamento hay mucho de
cierto allí, pero eso no es lo principal.
Damos un paso más y comprendemos que se trata
de escuchar la voz de Dios, conocer Su Palabra y Sus diseños y darlos a
conocer. Ahí estamos en una función más pedagógica, pero que no deja de ser
profética porque no está enseñando una "teología sistemática” sino lo que
es necesario que la sociedad sepa en un momento dado. Eso está más en el centro
del asunto, pero no es todo.
Damos otro paso y entendemos que no solamente
castigo es lo que anuncia un profeta, aunque la realidad indica que es un buen
porcentaje. En el artículo anterior citábamos un episodio que enfrentó Josafat,
y la palabra profética fue de victoria:
2 Crónicas 20:16-17 RVC
16 Mañana, cuando ellos suban por la cuesta
de Sis, ustedes caerán sobre ellos. Los encontrarán junto al arroyo, antes del
desierto de Jeruel.
17 En este caso, ustedes no tienen por qué
pelear. Simplemente quédense quietos, y contemplen cómo el Señor los va a
salvar. Judá y Jerusalén, no tengan miedo ni se desanimen. ¡Salgan mañana y
atáquenlos, que el Señor estará con ustedes!”»
Por otra parte cuando efectivamente damos
palabras de juicio, muchas veces (no todas, sin embargo) es un juicio
condicional (lo mismo que las palabras de bendición, vale aclarar):
Isaías 38:1-6 RVC
1 Por esos días, Ezequías cayó gravemente
enfermo. Entonces el profeta Isaías hijo de Amoz fue a visitarlo y le dijo:
«Así dice el Señor: “Ordena tu casa, porque de esta enfermedad no saldrás con
vida.”»
2 Ezequías se volvió hacia la pared, y oró al
Señor.
3 Con lágrimas en los ojos le dijo: «Señor,
recuerda por favor que me he conducido ante ti con verdad y con un corazón
sincero, y que siempre he hecho lo que te agrada y apruebas.»
4 Entonces el Señor le habló a Isaías y le
dijo:
5 «Ve y dile de mi parte a Ezequías: “Yo soy
el Señor, el Dios de tu padre David. Ya he escuchado tu oración, y he visto tus
lágrimas. Voy a añadirte quince años más de vida.
6 Yo te libraré de caer en las manos del rey
de Asiria, y a esta ciudad la protegeré.
Ezequías ya no estaba haciendo las cosas tan
bien como rey y Dios había dispuesto un sucesor. Había sido un buen rey así que
el Señor no quería que fuera mal recordado ni que cayera en desgracia. Cuando
se lo hizo saber evidentemente algo pasó en su corazón, hubo un arrepentimiento
profundo y el Señor CAMBIÓ DE OPINIÓN, dándole nada menos que quince años más.
Así es mis queridos hermanos, si alguno de
ustedes piensa que la “voz profética” de la Iglesia no debe “fallar” yo les
digo que ojalá fallemos muchas veces, Dios quiera que NO SE CUMPLAN nuestras
advertencias de juicio, que cuando anunciemos castigo sobre naciones y
gobernantes eso finalmente no ocurra. Porque si, efectivamente, no ocurre, es
que habremos cumplido lo más importante de nuestra misión. Generalmente no
fallamos cuando anunciamos juicio, y no hay nada para alegrarse con eso. Con
todo, es necesario tanto la voz de juicio como la voz de restauración. Y de
paso, cuando leemos en los profetas que se dirigen a “Fulano” o “Mengano” o
“Sultano”, podemos poner el nombre de nuestras autoridades allí y sería lo
mismo; el profeta, cuando tiene un mensaje, lo dice con nombre y apellido,
tanto ayer como hoy.
Hechos 11:27-30 RVC
27 Por aquellos días, unos profetas salieron
de Jerusalén para visitar Antioquía.
28 Uno de ellos, llamado Agabo, se levantó
para anunciar la hambruna que estaba por llegar a toda la tierra, y que el
Espíritu le había dado a saber. Esto sucedió en los días del emperador Claudio.
29 Entonces los discípulos acordaron socorrer
a los hermanos que vivían en Judea, según lo que cada uno tuviera,
30 y por medio de Bernabé y de Saulo enviaron
ayuda a los ancianos.
Una breve aparición de Agabo en el Nuevo
Testamento basta para recordarnos que el mismo tipo de ministerio profético del
Antiguo sigue vigente, pero con más profundidad; las iglesias, actuando como un
solo Cuerpo y obedeciendo la voz del Espíritu, colaboraron para intervenir en
sucesos “mundiales”.
Pero hay un nivel más, por cierto también más
delicado, en donde no se trata de “predecir” el futuro o lograr que Dios cambie
de opinión, se trata de DETERMINAR el futuro. A ese nivel profético debemos
llegar como Iglesia, pero exige una comunión también muy profunda con el Señor.
1 Reyes 17:1 RVC
1 Elías, un tisbita que vivía en Galaad, fue
a decirle a Ajab: «Vive el Señor, Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que
en los años que vienen no va a llover, y ni siquiera va a caer rocío, a menos
que yo lo diga.»
Ahora bien, cuando leemos el final de la
historia nos encontramos con esto:
1 Reyes 18:36 RVC
36 Cuando llegó el momento de ofrecer el
sacrificio, Elías se acercó al altar y dijo: «Señor, Dios de Abrahán, de Isaac
y de Israel, demuestra hoy que tú eres el Dios de Israel y que yo soy tu
siervo, y que solamente hago lo que tú me has ordenado hacer.
¿Se lo ordenó Dios o lo decidió él? Dios le
dio tanto la orden como la autoridad para hacerlo, por lo que genuinamente
tanto lo hizo Dios como él. Lo cierto es que, quien lo estableció en la tierra,
quien hizo efectiva la palabra de Dios (y se aguantó las consecuencias, claro…)
fue Elías. Ese mismo espíritu profético, que estuvo también en Juan el Bautista
es el que ha sido anunciado para estos tiempos; la iglesia que quiera cumplir
el mandato de preparar el camino para el Mesías, tal como Juan, pero en Su
segunda venida, no puede tener un espíritu distinto y si no lo tiene, tampoco
puede dejar de “traer a realidad” los diseños espirituales, por su palabra… y
aguantarse las consecuencias luego…
Veamos un ejemplo más claro:
Lucas 11:20 RVC
20 Pero si yo expulso a los demonios por el
poder de Dios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a ustedes.
¿Quién expulsaba demonios, Dios o Jesús
hombre? Veamos algo más:
Lucas 13:34-35 RVC
34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los
profetas y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise juntar a
tus hijos, como junta la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no
quisiste!
35 Pues bien, la casa de ustedes va a quedar
desolada; y les digo que ustedes no volverán a verme hasta el día en que digan:
“¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”»
¿Quién pronunció esta sentencia? ¿Dios o
Jesús hombre (no el Cristo glorificado, sino el hombre)?
Este es el nivel al que sí o sí debe llegar
la Iglesia fiel hoy, y, repito, no se trata ni de anunciar el futuro (mucho
menos pretender adivinarlo) ni de evitar un juicio divino; se trata de
establecer los diseños de Dios, que muchas veces serán sentencias de juicio
pero que también serán acciones espirituales; es decir, así como hay autoridad
para expulsar demonios de las personas, hay también para atar y expulsarlos de
las instituciones, estructuras de poder, sociedades, etcétera. Todo esto
TAMBIÉN ES PROFÉTICO.
Así que, cuando usamos la expresión “iglesia
profética” entendamos todo lo que ellas significa.
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario