domingo, 22 de diciembre de 2019

748. ¿Qué quiere decir una “iglesia profética”?


Creo que se ha generalizado un consenso según el cual los cristianos están de acuerdo en que la iglesia debe ser una voz profética; no se trata de un infeliz casamiento estado – iglesia ni de un “alejamiento del mundo” tipo ermitaño. Por supuesto, esto es “la iglesia”, cada cristiano como individuo es cien por ciento ciudadano de un país y tiene todo el derecho y la obligación de participar en la cosa pública.

Ahora bien, ¿qué es ser “profética”? Normalmente uno se imaginaría un grupo de cristianos malhumorados quejándose de todo, y cuando miramos a los profetas del Antiguo Testamento hay mucho de cierto allí, pero eso no es lo principal.

Damos un paso más y comprendemos que se trata de escuchar la voz de Dios, conocer Su Palabra y Sus diseños y darlos a conocer. Ahí estamos en una función más pedagógica, pero que no deja de ser profética porque no está enseñando una "teología sistemática” sino lo que es necesario que la sociedad sepa en un momento dado. Eso está más en el centro del asunto, pero no es todo.

Damos otro paso y entendemos que no solamente castigo es lo que anuncia un profeta, aunque la realidad indica que es un buen porcentaje. En el artículo anterior citábamos un episodio que enfrentó Josafat, y la palabra profética fue de victoria:

2 Crónicas 20:16-17 RVC
16 Mañana, cuando ellos suban por la cuesta de Sis, ustedes caerán sobre ellos. Los encontrarán junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel.
17 En este caso, ustedes no tienen por qué pelear. Simplemente quédense quietos, y contemplen cómo el Señor los va a salvar. Judá y Jerusalén, no tengan miedo ni se desanimen. ¡Salgan mañana y atáquenlos, que el Señor estará con ustedes!”»

Por otra parte cuando efectivamente damos palabras de juicio, muchas veces (no todas, sin embargo) es un juicio condicional (lo mismo que las palabras de bendición, vale aclarar):

Isaías 38:1-6 RVC
1 Por esos días, Ezequías cayó gravemente enfermo. Entonces el profeta Isaías hijo de Amoz fue a visitarlo y le dijo: «Así dice el Señor: “Ordena tu casa, porque de esta enfermedad no saldrás con vida.”»
2 Ezequías se volvió hacia la pared, y oró al Señor.
3 Con lágrimas en los ojos le dijo: «Señor, recuerda por favor que me he conducido ante ti con verdad y con un corazón sincero, y que siempre he hecho lo que te agrada y apruebas.»
4 Entonces el Señor le habló a Isaías y le dijo:
5 «Ve y dile de mi parte a Ezequías: “Yo soy el Señor, el Dios de tu padre David. Ya he escuchado tu oración, y he visto tus lágrimas. Voy a añadirte quince años más de vida.
6 Yo te libraré de caer en las manos del rey de Asiria, y a esta ciudad la protegeré.

Ezequías ya no estaba haciendo las cosas tan bien como rey y Dios había dispuesto un sucesor. Había sido un buen rey así que el Señor no quería que fuera mal recordado ni que cayera en desgracia. Cuando se lo hizo saber evidentemente algo pasó en su corazón, hubo un arrepentimiento profundo y el Señor CAMBIÓ DE OPINIÓN, dándole nada menos que quince años más.

Así es mis queridos hermanos, si alguno de ustedes piensa que la “voz profética” de la Iglesia no debe “fallar” yo les digo que ojalá fallemos muchas veces, Dios quiera que NO SE CUMPLAN nuestras advertencias de juicio, que cuando anunciemos castigo sobre naciones y gobernantes eso finalmente no ocurra. Porque si, efectivamente, no ocurre, es que habremos cumplido lo más importante de nuestra misión. Generalmente no fallamos cuando anunciamos juicio, y no hay nada para alegrarse con eso. Con todo, es necesario tanto la voz de juicio como la voz de restauración. Y de paso, cuando leemos en los profetas que se dirigen a “Fulano” o “Mengano” o “Sultano”, podemos poner el nombre de nuestras autoridades allí y sería lo mismo; el profeta, cuando tiene un mensaje, lo dice con nombre y apellido, tanto ayer como hoy.

Hechos 11:27-30 RVC
27 Por aquellos días, unos profetas salieron de Jerusalén para visitar Antioquía.
28 Uno de ellos, llamado Agabo, se levantó para anunciar la hambruna que estaba por llegar a toda la tierra, y que el Espíritu le había dado a saber. Esto sucedió en los días del emperador Claudio.
29 Entonces los discípulos acordaron socorrer a los hermanos que vivían en Judea, según lo que cada uno tuviera,
30 y por medio de Bernabé y de Saulo enviaron ayuda a los ancianos.

Una breve aparición de Agabo en el Nuevo Testamento basta para recordarnos que el mismo tipo de ministerio profético del Antiguo sigue vigente, pero con más profundidad; las iglesias, actuando como un solo Cuerpo y obedeciendo la voz del Espíritu, colaboraron para intervenir en sucesos “mundiales”.

Pero hay un nivel más, por cierto también más delicado, en donde no se trata de “predecir” el futuro o lograr que Dios cambie de opinión, se trata de DETERMINAR el futuro. A ese nivel profético debemos llegar como Iglesia, pero exige una comunión también muy profunda con el Señor.

1 Reyes 17:1 RVC
1 Elías, un tisbita que vivía en Galaad, fue a decirle a Ajab: «Vive el Señor, Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que en los años que vienen no va a llover, y ni siquiera va a caer rocío, a menos que yo lo diga.»

Ahora bien, cuando leemos el final de la historia nos encontramos con esto:

1 Reyes 18:36 RVC
36 Cuando llegó el momento de ofrecer el sacrificio, Elías se acercó al altar y dijo: «Señor, Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, demuestra hoy que tú eres el Dios de Israel y que yo soy tu siervo, y que solamente hago lo que tú me has ordenado hacer.

¿Se lo ordenó Dios o lo decidió él? Dios le dio tanto la orden como la autoridad para hacerlo, por lo que genuinamente tanto lo hizo Dios como él. Lo cierto es que, quien lo estableció en la tierra, quien hizo efectiva la palabra de Dios (y se aguantó las consecuencias, claro…) fue Elías. Ese mismo espíritu profético, que estuvo también en Juan el Bautista es el que ha sido anunciado para estos tiempos; la iglesia que quiera cumplir el mandato de preparar el camino para el Mesías, tal como Juan, pero en Su segunda venida, no puede tener un espíritu distinto y si no lo tiene, tampoco puede dejar de “traer a realidad” los diseños espirituales, por su palabra… y aguantarse las consecuencias luego…

Veamos un ejemplo más claro:

Lucas 11:20 RVC
20 Pero si yo expulso a los demonios por el poder de Dios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a ustedes.

¿Quién expulsaba demonios, Dios o Jesús hombre? Veamos algo más:

Lucas 13:34-35 RVC
34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como junta la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
35 Pues bien, la casa de ustedes va a quedar desolada; y les digo que ustedes no volverán a verme hasta el día en que digan: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”»

¿Quién pronunció esta sentencia? ¿Dios o Jesús hombre (no el Cristo glorificado, sino el hombre)?

Este es el nivel al que sí o sí debe llegar la Iglesia fiel hoy, y, repito, no se trata ni de anunciar el futuro (mucho menos pretender adivinarlo) ni de evitar un juicio divino; se trata de establecer los diseños de Dios, que muchas veces serán sentencias de juicio pero que también serán acciones espirituales; es decir, así como hay autoridad para expulsar demonios de las personas, hay también para atar y expulsarlos de las instituciones, estructuras de poder, sociedades, etcétera. Todo esto TAMBIÉN ES PROFÉTICO.

Así que, cuando usamos la expresión “iglesia profética” entendamos todo lo que ellas significa.


Danilo Sorti


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